Con este retablo pintado en azulejería que el
maestro ceramista José Manuel Jiménez Merino ha realizado y legado a nuestra
Hermandad Mayor y por extensión al pueblo de Lora se enriquece no sólo el
Patrimonio Cultural de Lora, sino también la belleza de uno de los lugares más
emblemáticos de nuestro pueblo, la Casa de la Virgen, situada como todos
sabemos en la siempre llamada Calle Real de la Roda, la principal y primera
calle pública de Lora tras la conquista castellana.
Una parte de la religiosidad popular loreña, la más importante, está
representada en este retablo, concretamente todas las devociones de Lora que en
la actualidad cuentan con una fundación piadosa de origen laico o Hermandad
institucionalizada y reconocida por la Iglesia. Todas ellas, por otra parte,
pasan por este lugar (c/José Montoto, 25) en sus desfiles procesionales.
La primera devoción a mencionar representada en el retablo es la del Santísimo
Sacramento, una devoción medieval, mantenida en Lora por la Hermandad
Sacramental, heredera de la Cofradía del Santísimo Sacramento, documentada en
1565 y fiel reflejo de la importancia que el culto al Santísimo tenía ya en
Lora. Su fiesta se celebró en la villa antes del siglo XVI con el mayor
regocijo y solemnidad, llevándose el Santísimo en procesión el día del
Corpus, al menos desde 1555, por el barrio de San Ildefonso (próximo a la
actual discoteca El Molino), el barrio de los de Ávila o barrio del Pozo, Cal
de Cabras, Roda, Santa Cruz (muy cerca de la Plaza de Abastos), San Bartolomé
(entre Caja San Fernando y heladería Los Valencianos) y San Juan. En caso de
participar la cofradía del Santísimo en fiestas principales o procesiones
particulares y generales, su estandarte siempre ocupaba el primer lugar.
San Sebastián también aparece pintado en la azulejería. A nuestro patrón,
abogado de la peste, se le dio culto en la iglesia y ermita de San Sebastián,
situada en las afueras de Lora en uno de los ejidos cercanos a la villa, en
lugar próximo a lo que hoy es el Cementerio. Esta ermita está documentada en
la segunda mitad del siglo XV y fue sede, al menos desde 1559, de la cofradía
de San Sebastián, que procesionaba una imagen de bulto del mártir asaetado el
día de su onomástica. Pronto se comenzó a rendir cultos en esta ermita a Jesús
Nazareno, dado que en 1609 el título de la cofradía era ya de San Sebastián y
Jesús Nazareno, imagen que pronto ganará un gran prestigio como milagrosa, con
el resultado incluso de cambio de advocación de aquel lugar sacro. Éstos son
sin duda los orígenes de la actual Hermandad y Cofradía de Nazarenos de
Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Señora de los Dolores, con sede en la
actual iglesia de Jesús, que iniciada en 1733 y concluida en 1764, vino a
sustituir a la medieval iglesia y ermita de San Sebastián.
Otro lugar del retablo ha sido dedicado a las imágenes Titulares de la
Hermandad y Cofradía de Nazarenos del Stmo. Cristo del Amor y del Perdón y María
Santísima de los Dolores en su Soledad. Fundada en 1945, la devoción a la que
da vida parte del legado de la cofradía de la Santa Cruz, documentada en 1526,
y de la Vera Cruz, datada en 1555, con sede en la iglesia de Santa Cruz, de la
segunda mitad del siglo XV, que estaba situada como ya hemos apuntado en la
actual Plaza de Andalucía.
El mismo trato ha dado el artista a la Hermandad y Cofradía de Nazarenos del
Santo Entierro de Nuestro Señor Jesucristo y María Santísima de las
Angustias. Aunque su fundación data de 1958, sus orígenes se remontan a la
cofradía del Nombre de Jesús, con indicios de su existencia en la iglesia de
Nuestra Señora Santa María de la Asunción en 1565. Pronto se fundaría la de
la Soledad de Nuestra Señora, documentada en 1587 con sede en la ermita de la
Vera Cruz y en 1609 en la ermita de San Ildefonso fusionada con la cofradía del
Nombre de Jesús. Precisamente en esta ermita de San Ildefonso se funda la
cofradía del Entierro de Cristo, que en 1645 está unida a las anteriores con
el nombre de cofradía del Dulce Nombre de Jesús y Soledad de Nuestra Señora y
Entierro de Cristo. De aquí nada menos arranca la devoción a la imagen de
Cristo yacente en Lora.
No se olvida tampoco en la obra a la Hermandad y Cofradía de Nazarenos de
Nuestro Señor Jesucristo en su Entrada en Jerusalén y María Santísima de la
Paz. La más reciente, fundada en 1988, la devoción que alimenta, ha venido a
consolidar la Semana Santa de Lora. Es la más loreña de todas, si tenemos en
cuenta su escudo, los colores de sus túnicas, y el autor de las tallas de sus
Titulares.
Por último, el lugar más importante del retablo está dedicado a los cimientos
que unen y sustentan todas las devociones marianas loreñas, la de Nuestra
Patrona María Santísima de Setefilla, devoción nacida en la iglesia de
Setefilla, la cabeza religiosa o primera sede eclesiástica del señorío que en
esta comarca tuvo la Orden Militar del Hospital de San Juan de Jerusalén a raíz
de la conquista castellana, e iglesia dedicada al misterio de la Encarnación de
Nuestro Señor Jesucristo. Esta devoción, representada en una imagen dulce de
Nuestra Señora, pronto alcanzaría fama de ser eficaz instrumento de gracias
sobrenaturales, los amores y el consuelo de la región de Setefilla, y de Lora
en particular, en todas sus aflicciones, dando lugar a esas formas de culto, el
setefillano, que todos conocemos. La Imagen empezó a venir a Lora al menos
desde mediados del siglo XVI, algún tiempo después de que Setefilla acabara de
despoblarse y haberse producido el trasvase de su población a Lora. La
popularidad de que gozaba la Sagrada Imagen por sus intervenciones
sobrenaturales fue la causa de que el concejo de Lora, el Ayuntamiento,
decidiera traerla a la villa desde la ermita en procesión de rogativas, con
motivo de una necesidad apremiante o pública tribulación, epidemia, sequía o
abundancia de aguas, para librarse de ella la población recabando la mediación
de la Virgen ante su Bendito Hijo. Práctica religiosa que ha venido repitiéndose,
y adornándose, hasta hoy. Para subvenir a estos traslados de la Virgen en una u
otra dirección, actos culminantes del culto setefillano, y como cauce y expresión
de la devoción para velar por su debido culto, surgieron y quedaron
establecidas en la iglesia de Setefilla en pleno siglo XVI dos cofradías: la de
Nuestra Señora de la Encarnación y la de Nuestra Señora de Setefilla,
fusionadas en 1587 con el título de cofradía de la Encarnación de Nuestra Señora,
así se conocía en 1619, con sede en la iglesia de Nuestra Señora Santa María
de Setefilla y origen de la actual Hermandad Mayor de Nuestra Señora de
Setefilla.
El emblema de nuestro pueblo, el laurel común o Laurus nobilis, las "armas
parlantes" que recuerda el nombre de Lora, también figura en la obra, así
como el sello del Consejo Local de Hermandes y Cofradías.
Este retablo guarda como un tesoro la religiosidad popular institucionalizada de
Lora, la manera peculiar de cómo vive su fe el pueblo, no de manera abstracta,
sino expresiva, como las dos grandes columnas salomónicas del retablo, que
apuntan sin duda al carácter barroco, propio del alma andaluza, de nuestra
religiosidad popular.
En nombre de todos, felicito al artista por la obra realizada, y propongo la
realización de otra obra similar con aquellas devociones del pueblo que
quedaron con el tiempo olvidadas, pero que fueron parte importante de la
religiosidad loreña. Y, finalmente, pido que cunda el ejemplo, en cada calle,
en cada plaza, un retablo cerámico restituyendo sus nombres antiguos o históricos
en la medida de lo posible, transcribiendo un bonito poema sobre Lora, honrando
a determinados vecinos, perpetuando la memoria de quienes destacaron en el
pasado, recordando algún acontecimiento o edificio desaparecido, o simplemente
evocando algo significativo para el pueblo. Convertiremos así cualquier rincón
de nuestro pueblo no sólo en un lugar bello, sino también en un instrumento más
para conocer mejor nuestra historia e idiosincracia.
JOSE GONZÁLEZ CARBALLO.
Cronista Oficial de la Virgen
Lora del Río, 31, Agosto, 2002.