MEDIO GEOHISTÓRICO

      El término municipal de Lora del Río conforma con otros 102 municipios la provincia de Sevilla. Se encuentra en la Vega o Valle del Guadalquivir, hacia el oriente de la ciudad de Sevilla, de la que dista unos 57 kilómetros. Su posición geográfica se enmarca entre los 5º 23´ 5´´ de longitud oeste, y los 37º 35´ y 37º 46´de latitud norte. El núcleo de población principal, a una altitud de unos 38 metros sobre el nivel del mar, se sitúa en la confluencia del Guadalquivir con su afluente el arroyo Churre, en una posición casi central respecto a su territorio, que tiene una extensión superficial de 293,90 kilómetros cuadrados.

        Sobre esta vasta extensión territorial se suceden asimismo variados paisajes geográficos, como corresponde a un origen geológico extraordinariamente complejo. El término loreño queda dividido en tres grandes unidades geomorfológicas y paisajísticas diferentes: la Sierra al norte, la Vega en el centro y la Campiña en la parte meridional, con materiales litológicos diferentes y con una cierta diversidad en los modos de vida de sus gentes, donde aún pueden encontrarse ambientes ecológicos especialmente bien conservados, y donde todavía es posible el trazado de rutas turísticas rurales (senderismo, paseos ecuestres...) practicamente inéditas.

        Climatológicamente estamos ante la presencia de un tipo climático mediterráneo subhúmedo y continentalizado, cuyas precipitaciones medias (unos 525 mm. anuales) disminuyen ligeramente hacia el suroeste, y cuyas temperaturas suelen ser suaves en invierno (10º - 11º) y calurosas en verano. Lora posee, no obstante, unos recursos hidrológicos (presas, ríos, arroyos, canales...) suficientes como para hacer posible la existencia de una vegetación natural notablemente desarrollada: bosques de encinas, pinares, dehesas y matorrales, típicos de la flora mediterránea.

        Como es de suponer, toda esta diversidad biogeográfica ha sido causa y consecuencia de un rico desarrollo histórico. La abundancia de restos arquelógicos así nos lo atestigua. El poblamiento tartésico de la Mesa de Setefilla, a partir de los inicios de la  Edad del Bronce, hacia el 1700 a.C., continuado por otros asentamientos ibéricos en el núcleo urbano loreño y en las vecinas mesas del Almendro y de Lora ("Lora la Vieja"), marcan el comienzo de la historia local.

        A finales del siglo III a.C. los romanos se establecen en la comarca y con el nombre de Axati convierten a Lora en un gran centro productor-exportador de aceite de oliva. El emperador Vespasiano le concede el derecho latino y pasa a ser un "Municipium Flavium". La romanización estaba hecha.

        Aunque se carecen de datos fiables, la época visigoda debió tener una cierta importancia en la zona a juzgar por el número de restos funerarios hallados. Algunos autores atribuyen a este período el origen actual nombre de Lora (Laurus) "por la abundancia de laurel".

        La Lawra árabe siguió siendo un núcleo de población importante y un centro defensivo notable entre Córdoba y Sevilla según cuentan los cronistas contemporáneos.

        Fernando III de Castilla la conquista en 1247, donándola a la Orden Militar del Hospital de San Juan de Jerusalén, llamada después de Rodas o de Malta, cuyos caballeros habían contribuido decisivamente a su rendición, junto con Setefilla, Almenara, Peñaflor, Malapiel, Algarín y Alcolea. Con estos territorios la Orden organizó un pequeño señorío que acabó configurándose en una bailía y varias encomiendas, cuya capitalidad residía en la villa de Lora, jurídicamente establecida en la Carta Puebla de 1259 concedida por la Orden. Esta situación se mantendrá hasta la desamortización del siglo XIX.

        Es en estos primeros años, tras la conquista, cuando va a surgir el culto a Nuestra Señora de Setefilla, imagen que la Orden trajo, o hizo esculpir, y entronizó en el templo setefillano, a los pies del     Castillo, plaza fuerte y vigía de la zona, muy probablemente a mediados del siglo XIII.

        Lora del Río va a alcanzar su máximo esplendor a lo largo del siglo XVIII, reflejado en la construcción de importantes edificios públicos (Ayuntamiento), religiosos (Iglesia de Jesús) e incluso privados (Casa de las Columnas, Casa de los Leones).

        A lo largo del siglo XIX se van a producir importantes cambios en la villa de donde surgirá la Lora moderna que hoy se conoce, aunque será ya en nuestro siglo cuando, gracias a la implantación de nuevos regadíos y la llegada de inmigrantes de otras regiones, Lora se recupere e inicie un proceso de crecimiento que, aunque con ciertos altibajos, aún no se ha detenido. Asimismo, los procesos de colonización agraria de los años sesenta ha supuesto la creación dentro de su término municipal de dos nuevos poblados: Setefilla y El Priorato. Este crecimiento le ha llevado a estabilizar una población en torno a los 20.000 habitantes y a un desarrollo urbanístico jamás conocido hasta ahora.


CASAS CAPITULARES Y TORRE DEL RELOJ
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