FELIPE
II. ESTUVO EN LORA EL 28 DE ABRIL DE 1570
CON
ÉL VENÍA LA PLANA MAYOR DE LA NOBLEZA CORTESANA DE LOS AUSTRIAS
A consecuencia de la sublevación de los moriscos granadinos, iniciada en la víspera de la Navidad del año 1568, Su Sacra y Católica Majestad Felipe II, profundamente preocupado por el desarrollo de los acontecimientos, decidía, a principios de 1570, venir a Andalucía para estar cerca del lugar de las operaciones militares.
En los primeros días de febrero, con los caminos todavía en mal estado, salía de Madrid y se dirigía al monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe (Cáceres) donde recibiría un correo de Granada con el primer despacho favorable sobre la guerra granadina desde hacía varios meses. Poco después, en abril, entraba en Córdoba, en pleno florecer de su verano temprano, lánguido y fragante, para celebrar la Semana Santa. Aquí, el 19 de abril, una misión especial del Papa Pío V rogaba a su Sacra y Católica Majestad que se uniera en Liga, con Venecia y la Santa Sede, contra el Turco. Felipe II daría su consentimiento incondicional el día 24 cuando se disponía a salir de Córdoba para la rica Sevilla.
En este itinerario la villa de Lora le esperaba. El 17 de abril, el Concejo de Lora, ante la posible venida del Rey, ordenaba arreglar y linpiar los caminos del término que pasaban de Córdoba a Sevilla. Dos días después enviaba un correo a Córdoba para informarse sobre el trayecto que iba a seguir Felipe II en su itinerario a Sevilla. Y el 28 de abril del año 1570, el rey Felipe II, entonces el más poderoso de la Tierra, era objeto en la vieja Axati de un recibimiento sin precedentes.
A las diez de la mañana de ese día de abril, el rey en cuyos dominios no se ponía el Sol, entraba en Lora por la llamada Puerta de Córdoba, situada de antiguo -creemos- en el lugar donde actualmente se cruzan las calles Dolores Montalbo Barba y Santa María, por un lado, y la Roda de Enmedio, por otro. Con el Rey venía la plana mayor de la poderosa nobleza de la monarquía española de los Austrias. Su señoría el Bailío de Lora, el Concejo pleno y hasta el más humilde de los vecinos, se dispusieron a recibir la real comitiva.
Tal acontecimiento ha quedado recogido en el Libro de Acuerdos celebrados por el Concejo y Ayuntamiento de esta villa de Lora desde el año 1564 hasta 1571 que se conserva en el Archivo Municipal.
El acta que levantó el escribano del Concejo de Lora, Alonso de Córdoba, con motivo de la entrada de Felipe II en nuestra villa el 28 de abril de 1570 dice lo siguiente:
“Viernes, veintiocho de abril
de mil quinientos setenta años. Entrada de su Majestad, del rey
Don Felipe, en esta villa de Lora. Los notables hechos y cosas acaecidas
y sucesos, siempre los hombres tuvieron especial cuidado escribirlas para
que en los tiempos por venir haya de ellos memoria, porque de otra manera
la memoria del hombre es tan fácil y la vida tan poca que fácilmente
perecerían; así, yo, Alonso de Córdoba, escribano
por su Majestad del cabildo de esta villa de Lora, acordé escribir
en este libro de los hechos del cabildo de esta villa de Lora la venida
y entrada de su Majestad, del rey Don Felipe nuestro señor, en esta
dicha villa: el día y hora que llegó, la orden que se tuvo
en su recibimiento y en le hospedar y dar posadas a su Majestad y señores
que le acompañaban y servían y el tiempo que estuvo y en
proveer bastimentos y otras cosas necesarias, que será cosa justa
escribir para los que después vendrán, si de ello quisieren
tomar alguna memoria para otro semejante acto o cosa que suceda.
Entró su Majestad
en esta dicha villa de Lora, viernes, entre diez y once del día,
veintiocho días del mes de abril de mil y quinientos y setenta años,
siendo bailío y señor de ella el muy ilustre señor
Don frey Juan de Barrientos, bailío y señor de ella, mi señor;
y su señoría, juntamente con el licenciado Vilches de Porras,
gobernador, y Gonzalo de Córdoba, Hernando de Mallén, alcaldes;
Alonso de Cea, alguacil mayor; y Juan de Cervantes, Hernando de Mallén
el Viejo, Juan Carballo Moreno, Francisco García, Francisco de Cervantes,
Francisco Ximénez Hurtado, Juan Polo, Antonio de Carranza, regidores;
que es el cabildo y ayuntamiento, le salió a recibir y, demás
de ellos, todo el resto del pueblo por su orden, en esta manera: iba delante
el cuerpo de la gente y común de esta villa por su orden a manera
de procesión y tras ellos seguía el Regimiento por su orden,
guardando su ancianidad, de manera que el más anciano iba más
cerca de su señoría, digo de los regidores, porque los dichos
alcaldes ordinarios iban a los lados de su señoría y su gobernador,
el cuál iba por medio de la calle y procesión, y en los postreros
que llevaba delante el pueblo y cabildo como está dicho; llégose
por este orden en el llano empedrado de la Puerta de Córdoba en
el cuál la gente toda se reparó y en el dicho empedrado,
llegado su Majestad, su señoría y cabildo pasó delante
a le besar la mano y le dió el bienvenido en estos reinos y le ofreció
esta villa y su casa y persona pues todo era suyo y su Majestad le recibió
con humilde rostro su ofrecimiento; llegaron luego los alcaldes ordinarios,
al cuál tiempo su Majestad pasó adelante. Venía su
Majestad en un coche y con él el ilustre señor Don Antonio
de Toledo, Prior de San Juan y su caballerizo mayor; entró derecho
por la calle de la Roda hasta la calle que va de ella a la Iglesia Mayor
por la cuál fue directo a oir misa y se apeó del coche a
la propia puerta de la Iglesia a la cuál estaba el muy magnifico
y reverendo señor licenciado frey Pero Álvares, prior y vicario
de la dicha iglesia, con todos los clérigos de ella vestidos con
sus sobrepellices; tenía el señor prior vestida una capa
de preste y una cruz en las manos, la cuál, su Majestad, con toda
humildad, con la tocadura en la mano, besó, y pasó adelante
cantando los clérigos “Te Deum laudamus”; y fue al altar mayor y
al pie de él estaba, antes un poco de las gradas, un tapete con
dos cojines negros encima y luego, delante los cojines, un escabel que
es banquita con dos cojines de terciopelo carmesí encima y todo
cubierto con un paño de tafetán negro; su Majestad hincó
las rodillas en los cojines negros y se echó de pechos sobre los
de carmesí y con unas oras en la mano, hecha su oración,
oyó misa, la cuál le dijo rezada un su capellán. Dicha
la misa, su Majestad tomó a entrar en el coche y por la misma calle
vino a casa de su señoría en la cual casa se aposentó
con toda su casa, y su señoría le hizo grandes servicios
y regalos en comidas y gastos que para este efecto hizo proveer; y estuvo
su Majestad hasta las tres de la tarde este día, a la cuál
hora se partió de esta villa para ir a dormir a Villanueva del Camino,
dos leguas de esta villa. Venía su Majestad vestido de paño
negro, tocado un sombrero de fieltro, con unas botas calzadas, con lo cuál
representaba la falta que tenía de nuestra señora la reina
por estar viudo.
Para el recibimiento de su
Majestad las calles que está dicho por donde entró estaban
barridas y puestas de paños de todas suertes con muchos ramos y
juncias y cañas y otros aderezos, había por las ventanas
y puertas muchas señoras de esta Villa con toda cosa vestidas y
muchas sedas a la ventana y, en efecto, todo el resto del pueblo, así
hombres, mujeres, mozos, muchachos, todos los cuáles le recibieron
con grande alegría como a su rey y señor natural; y aunque
en el recibimiento se pudiera hacer otros regocijos y cosas que a semejante
recibimiento convenía, no se hizo por estar su Majestad viudo y
con algunas congojas de guerras en el reino de Granada y otras que se le
ofrecían, entendiendo que no sería, como no lo era de ello,
servido.
Los muy magníficos
señores, cabildo de esta villa, para este día, tuvieron especial
cuidado de proveer de todo género de comidas y para los días
antes que pasó la Corte tuvieron mucha carne de carnero, vaca, ternera,
palominos, corderos, cabritos, gallinas, perdices, conejos y otras carnes;
pescados: sábalos, albures, peces, sollos, pescada; huevos y otras
legumbres de hortalizas abundantemente, y mayor la hubo de pan blanco y
baco, el cuál valía a cuatro maravedises la libra el baco
y el blanco a siete y para todo esto sus casas señaladas donde habían
de acudir por ello.
Hubo mucha cebada y casa
señalada para ella donde todos acudían y aunque al principio
se entendió haber falta, el señor gobernador por su persona
la buscó y sacó de poder de los vecinos que hubo en abundancia
y sobró que se llevaron los alcaldes de corte para otras partes.
Los señores que en
este viaje servían a su Majestad y venían en su compañía
son estos caballeros:
Don Antonio de Toledo, Prior
de San Juan, caballerizo mayor.
Don Diego de Córdoba,
teniente de caballerizo.
Duque de Feria.
Duque de Nájera.
Ruy Gómez da Silva,
príncipe de Eboli.
Don Pedro Manuel.
Don Diego de Acuña.
Don Rodrigo de Mendoza.
Don Alonso de Córdoba.
Don Fabrique Enrique de Ribera,
mayordomo mayor.
Don Luis Manrique, limosnero
mayor.
Marqués de Aguilar.
Marqués de Mondéjar.
Marqués de las Uvas.
Marqués de Cerralva.
Conde de Cifuentes.
Conde de Fuensalida.
Marqués de Velada.
Don Rodrigo Manuel.
Don Juan Puertocarrero.
Don Juan de Borja.
Marqués de Oria, tesorero
mayor
Don Abel Handela.
Don Pedro de Toledo.
Embajador de Portugal.
Don Fernando de Frexneda,
obispo de Cuenca, confesor de su Majestad.
El Nuncio de Su Santidad.
Embajador de Florencia.
Venían asimismo con
su Majestad los dos príncipes de Bohemia y Hungría, sus sobrinos,
y cuñados que se esperan ser con la ayuda y favor de Dios, hijos
del emperador Maximiliano.
No escribo aquí los
nombres y cargos de los señores caballeros dichos y estados de ellos
porque por la misma orden los dió el aposentador de su Majestad
por memoria para el aposento.
Luego, sábado siguiente,
veintinueve del dicho mes de abril del dicho año, a las cuatro de
la tarde, llegaron a esta villa los dichos príncipes de Bohemia
que venían en el dicho viaje porque no venían con su Majestad,
a los cuáles se les hizo por su señoría y regimiento
y por esta villa el recibimiento que tengo dicho se hizo a su Majestad
y el mismo ofrecimiento porque su Majestad fue de ello servido sin faltar
punto; pasaron a dormir a Villanueva sin parar, eran mozos, el mayor de
dieciséis a diecisiete años poco más o menos, venían
cabalgando, con un truhán delante con una vihuela tañendo,
y muchos caballeros que les acompañaban.
Domingo siguiente llegó
el Nuncio de Su Santidad el cuál oyó misa en esta villa y
reposó la siesta en ella y comió.
Escribir la gente que demás
de la dicha, así de pie como de caballo, recámaras y cocinas
y otros aderezos y cosas de camino que con la Corte pasó antes de
su Majestad y después, sería cosa imposible y muy larga a
lo menos para quién no lo escribió particularmente; los hombres
que de ello tienen entera noticia y los de mediano entendimiento lo podrán
entender lo que podría traer y seguir a tan gran príncipe
merecedor de ser señor del mundo; certifico que cinco o seis días,
antes y después, hubo que pasar en lo que tengo dicho, cosa que
dio mucho contento en esta villa a todos los que de ello participaron.
Estuvieron, tres días
antes que su Majestad llegase a esta Villa, los alcaldes de Hermandad,
con gente de pie y los guardas del cabildo, encaminando los coches y gente
y viniendo delante hasta pasar de esta villa por mandamiento de su señoría
y cabildo, y vinieron delante de su Majestad hasta entrar en esta villa
que se tuvo por cosa muy acertada.
Los caminos, desde la venta
La Peñuela hasta el término de Alcolea, se pusieron muy llanos
y limpios para los coches y carros, cosa que dio mucho contento, y los
vecinos lo hicieron de voluntad, por pregón, y se les dio sólo
pan y vino.
Todo lo que su Majestad y
gente hubieron menester de todos bastimentos, lo compraban por sus dineros
a los precios que solían y sólo, los que tenían huéspedes
a su voluntad y el servicio con ello, eran gratis; sólo se tuvo
por remedio que no se subieron los precios ninguna cosa, y en fé
y de verdad de escribano, lo firmé (rúbrica).
Alonso de Córdoba, escribano por su Majestad del cabildo (rúbrica)".
Algunos días después el rey Felipe era objeto de un gran recibimiento y de grandes fiestas en Sevilla. Tres mil lucidos cantores de la ciudad y quinientos más de Triana cantaron en su honor y le acompañaron a la Torre del Oro, bajo arcos suntuosos, con las inscripciones y divisas mitológicas usuales, entre casa colgadas con tapices magníficos y ventanas llenas de bellísimas mujeres. Al pasar delante de la cárcel, los desgraciados que gemían allí le pidieron gracia, y Felipe dio orden de libertar a muchos de ellos. Durante la noche, en los jardines, parecía de día a la luz de las hogueras y de innumerables antorchas Aunque el clima no le sentara bien, el rey salió de Sevilla contentísimo con el regalo que le hizo la ciudad de 600.000 ducados para su jornada y próxima boda; e hizo su itinerario de regreso, según aumentaba, por Jaén, Úbeda y Baeza hasta la meseta de Castilla.
RUY
GÓMEZ DA SILVA, CREADO PRÍNCIPE DE ÉBOLI Y CONSEJERO
DEL REY.
ESTUVO
EN LORA EL 28 DE ABRIL DE 1570 CON FELIPE II.