Anti-ortodoxia

Hacia un movimiento hereje

 

Por RE-EVOLUCIÓN!

 

Vivimos tiempos donde la Ortodoxia parece resurgir en todas sus formas; parece casar a las mil maravillas con la originalidad de la inventiva tecnológica -y su aplicación y rediseño social mediante la misma...

La ortodoxia liberal de David Ricardo y Adam Smith está presente, hegemónica. Hoy como en el siglo XIX es ella la Economía Política. La ortodoxia de izquierdas también está presente, por desgracia es hegemónica en su parcela de poder: el “movimiento anti-globalización”. Y ambas ortodoxias se encuentran juntas y poco revueltas en híbridos reformistas como el Foro Social de Porto Alegre.

 

QUÉ ENTENDEMOS POR  ORTODOXIA

 

Entendemos una forma de actuar y pensar anclada o bien en el pasado o bien netamente integrada en el modelo de pensamiento economicista típico de la burguesía, y por ende del Capitalismo.

Vivimos en un mundo ortodoxo donde las personas son “recursos humanos”, sus conocimientos (académicos) “capital humano”, las muertes en las guerras  son “bajas” (numéricas) y la naturaleza es en el mejor de los casos un medio (el medio ambiente), cuando no simplemente “recursos naturales” o “materia prima”... Y esto no es solo terminología sino que tiene repercusiones en la práctica.

Tanto para los Ortodoxos de derechas como de izquierdas los territorios tienen y son Riqueza: para unos son recursos que explotar por el “libre mercado”, para otros que explotar localmente en beneficio de las personas locales y con unas “relaciones de producción” (así se le llama al interactuar creativo humano) distintas a la derecha, si bien siempre produciendo como máquinas: nadie cuestiona el Trabajo Maquinal en sí: “Es necesario”. Para colmo la Naturaleza es, de esta manera, vista al modo de la vieja ortodoxia cristiana: un gran supermercado, es decir, algo supeditado al ser humano, a su disposición, como Jehová ya le dijera a Abraham.

Este es sólo un ejemplo –del que emanan catastróficas consecuencias ecológicas y sociales- pero cada término esconde una realidad. Así para izquierda y derecha el ser humano es carne de trabajo, lo básico es la relación Capital-Trabajo; unos ponen su piedra filosofal en el Capital los otros en el Trabajo –y algunos olvidan que sin Trabajo no hay Capital, pero también que si hay Trabajo hay Capital. La cuestión para ell@s estriba en para quién se debe trabajar (para el Estado, para las empresas, para la federación “autogestio-nada”) sin jamás plantearse el para qué trabajar o qué es el trabajo, sin cuestionarse jamás si hay alternativas a este invento para algun@s secular para otr@s milenario (según definiciones) que llaman TRABAJO. Todo esto en el colmo de la desesperación es sometido a la ideología de la Máquina: eficiencia, eficacia y productividad; obligación, compromiso y automatización del individuo mediante la tecnologización.

La Ortodoxia también cae en un grave error: la Competencia. Un sistema debe ser económicamente competitivo con respecto al otro. Así, por ejemplo, el comunismo lo que debe hacer es maximizar la producción (que todo ortodoxo interpreta como sinónimo de “bienestar”) centralizándola bajo planificación estatal de forma que el Capitalismo quiebre por ser no-competitivo. La social-democracia y el anarquismo ortodoxo  caen, aunque de diferente manera, en el mismo error, introduciendo dentro de la Maximización de la producción uno la protección social, otro la gestión directa, como factores que refuerzan en otro ámbito esta demente competición económica.

Otros dos rasgos de la Ortodoxia se resumen en lo que Abbey calificó como la ideología del cáncer: “el crecimiento por el crecimiento”, sin más. Esto es, el crecimiento exponencial de la producción (crecimiento económico) y el del “desarrollo” (tecno-logización) siendo secundario si ese crecimiento es tolerable por la biosfera o si ese gigantismo tecnológico lleva implícito reducción de Libertad y aumento de la alineación e infelicidad... Pero: “Eso no importa, el “Progreso” es irremediable”... “Creced y multiplicaos” -dice la Ortodoxia.

Y todo esto es así porque la Ortodoxia es la heredera del Cristianismo y de la Ilustración, está cegada por siglos de luces, y no cuestiona en absoluto el “Progreso”. Se someten a la tecnologización de la sociedad y al rediseño de ésta por la tecnología: división del Tiempo en tiempo de Trabajo y de Ocio, sociedad gestionada por el Gran Reloj, construcción del urbanismo y la movilidad por el motor a convulsión y la lógica espacial del almacén (la fábrica y la cárcel), sometimiento de la creación humana y su interdependencia con la natura a los engranajes y movimientos de la industrialización, etc., etc., etc.

Vivimos en un planeta dividido a modo de panal de abejas –estresante, en frenético movimiento, sin sentido de lo que se hace, apiñad@s...- dividiendo la Tierra en celdas de propiedad estatal que son arrendadas a particulares y empresas. Y en este caótico y neurótico mundo la Ortodoxia no ve más solución que la UNIÓN. El mundo debe estar UNIDO (otra premisa de la Ortodoxia, de derechas o izquierdas, el internacionalismo): mercado único, OMC, Banco Internacional de Pagos, Tribunal Internacional... o la otra cara: Consejo Internacional de Economía, Comité Supremo, Confederación Mundial... Todo el Mundo debe ser de una manera prefijada: democrático (Capitalista), comunista (marxista) o anarquista (anarquista ortodoxo, se entiende), todo debe girar en una misma dirección bajo una unificadora dirección... ¡Cómo si la UNIFICIÓN significase fraternidad, convivencia o paz!

Pero aún hay más, esa unidireccionalidad para tod@s es, en el fondo, bastante parecida: la Ortodoxia es amante del “desarrollo”. Hoy hay países “desarrollados” y otros llamados fatalistamente, como si el destino nos dictase, “en vías de desarrollo”. De triunfar otra ortodoxia esto sería igual. Pero el “Desarrollo” no es algo positivo sino negativo, en cuanto se sinonimiza con el falaz término de “Progreso” que lo que implica es un progreso de la infelicidad humana, de un individuo cada vez más alienado por una supuesta idiosincrasia del dios Humanidad/Derechos Humanos, visión centralizadora, homogeinizante, globalizante y gigantista que es antípoda de la verdadera idiosincrasia humana y de la Libertad, pues ésta solamente puede ser una expresión individual: única en cada ser, con sus particularidades, grandezas y miserias.

De este modo la Ortodoxia, al igual que por los siglos de los siglos, el islamismo y el cristianismo, pretende convencer a todo el mundo que lo suyo es lo mejor, sin cuestionarse ninguna raíz de los males, y al no ir a la raíz son por tanto no-radicales –cuando no explícitamente anti-radicales.  “Desarrollo sostenible” y “Progreso”  sólo son camelos de unas ideologías que poco nuevo tienen que aportar, pero que pretenden GLOBALIZAR la rancia civilización institucionalizando la lucha por el cambio o por seguir en la misma. Explotación, opresión, ecologismo... preocupaciones para llegar a nuestros sentimientos a las que son incapaces de dar realmente respuesta –algun@s simplemente ya ni lo intentan.

 

INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA “ANTI-GLOBALIZACIÓN

 

El “movimiento anti-globalización” es hoy coordinado he impulsado por la Ortodoxia, por personas partícipes de ella: ya sean comunistas, social-demócratas, demócratas-comunistas, ambientalistas -sin más preocupación que el medio- e incluso ciertos rancios anarquistas y teologos. No obstante, por suerte, cada vez hay más gente que se aparta del teórico “movimiento antiglobalización” -el  que acepta la simplista ecuación/panacea: Renta Básica + O,7% + Tasa Tobin + Condonación de la Deuda Externa = “Otro Mundo Posible”, desde las nada nuevas instituciones ortodoxas “ONG” estilo RCADE o ATTAC, sindicatos,  y partidos políticos estilo I.U. -incluso el PSOE quiere apuntarse el tanto-. El problema es que esta gente que se aparta de la INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA ANTI-GLOBALIZACIÓN no acaba de oponer unas líneas guía claras a la simplista ecuación antes mencionada de la ortodoxia sita a la izquierda del capital, y anclada en el reformismo light.

No obstante, un buen síntoma de la existencia real de un movimiento contestatario es la desvinculación masiva del movimiento libertario de la ANTI-GLOBALIZACIÓN INSTITUCIONALIZA; un mal síntoma, por otra parte, es que siguiendo en la brecha de la lucha no son poc@s los que cierran posturas y frentes entorno a postulados y modos de organización, que no por ácratas consiguen salir de lo ortodoxo.

Tal vez de todos los movimientos “nuevos” surgidos en esta época de globalización hay dos ciertamente inspiradores: Reclaim The Streets y los movimientos anti-civilización. Ninguno de ellos es exactamente nuevo pero sí realmente inspirador de cara o construir una realidad revolucionaria y realmente nueva.

 

RECLAIM THE STREETS Y EL MOVIMIENTO ANTICIVILIZACIÓN

 

Reclaim The Streets conlleva una nueva forma de lucha: la fiesta. La idea es tomar las calles no para hacer demostraciones de fuerza (demostration en inglés, manifestaciones en castellano) sino para GOZAR de ellas, para libertarlas simbólicamente por un tiempo, para reivindicar su uso perpetuo y para todas las edades. ¿Y esto para qué? ¿Sólo para disfrutar? NO. Para hacer de la revolución una fiesta (“El aburrimiento es contrarrevolucionario” decía la Internacional Situacionista). Para reivindicar, de nuevo, como en la interrumpida lucha de los años 60, la expulsión del automóvil de la ciudad: “Free the city! Kill the car! Para dejar expreso y patente nuestro disgusto y nuestras ganas de luchar contra la PRIVATIZACIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO mediante los coches: queremos núcleos de convivencia no autopistas con dormitorios, calles donde convivir no laberintos de cemento repletos de máquinas que nos ahogan en smog. Pues, ¿de que nos sirve abolir la “explotación del hombre por el hombre” si después dejamos que nos explote y exprima la Tecnología? Reclaim The Streets es por tanto un movimiento convivencial (reapropiación de la ciudad), ecologista (contra el coche como principal causante del Calentamiento Global), higiénico (contra el coche como causante de cantidad de enfermedades: nerviosas, pulmonares, coronarias, cáncer...) pero también contra la injusticia social:  luchar contra cualquier tipo de privatización, incluyendo ahí la de los medios de producción, ecosistemas... y todo esto mediante un método nada nuevo pero con una utilización diferente: la ACCIÓN DIRECTA, la acción en primera persona, FESTIVA y transgresora de la ley.

En el lado negativo de la balanza, decir que tras expandirse rápida y grandemente este movimiento fuera de su originaria Inglaterra, la Ortodoxia está captando este movimiento convirtiéndolo en mero folclore al despojarlo de su primigenia ideología, para sumar las siglas del Reclama Las Calles a sus propias causas, insertándolo dentro de su quehacer para ocasiones puntuales, sin continuidad, con fines proselitistas.

 

MOVIENTO ANTI-CIVILIZACIÓN

 

En el movimiento anti-civilización hay que destacar dos corrientes: la de ciertos pueblos indígenas reclamando su modo de vida “tradicional” (los Innu en Canadá, los Awá en Brasil...) y el de las personas civilizadas que desde sus civilizaciones pretenden combatir la mismísima Civilización. Ninguno de las dos corrientes es nueva –ni mucho menos, pero si es radicalmente transgresora de los cánones de vida y lógica ortodoxos, y en el “primitiviso” de l@s civilizad@s, por añadido, se encuentran formas de lucha alternativas a las tradicionales (partidos, sindicatos, federaciones jerárquicas...) abogando por la lucha insurreccional desde pequeños grupos autónomos coordinados efímeramente, si bien a veces bajo una misma sigla, para conseguir una mayor repercusión, como puede ser el caso del Frente de Liberación de la Tierra, el Frente de Liberación Animal o la campaña actual de NO A RIO+10 (ver páginas 31 a 34 de esta revista) .

 

En definitiva; creemos que debemos combatir no sólo el mal económico sino todos los demás y en bloque, huyendo de la ideología de la Tecnología (eficiencia, productividad, crecimiento, “Desarrollo”, “Progreso”...) para alcanzar un mundo descentralizado y plural donde cada uno se pueda sentir parte de lo que le rodea, definiendo el individuo su vida y entorno, sin divinizarse y creerse en posesión ni de la Naturaleza ni de nada.

 

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