AL-ANON

Historia de Lois
(historia del comienzo)
 

Lois y Bill
Click en la imagen para agrandar

Bill comenzó a beber poco tiempo antes de casarnos y, aunque no me di cuenta entonces, desde un principio él era ya alcohólico.  Cuando tomaba un trago, parecía que no podía detenerse hasta que estaba demasiado borracho para llevarse otra trago más a los labios.  Yo estaba muy preocupada, pero seguía teniendo confianza en que nuestra vida en común sería tan plena y rica que él no necesitaría más del licor.  A medida que pasaba el tiempo, su costumbre de beber aumentaba desmesuradamente.  Como no teníamos hijos, mi único propósito en la vida era ayudarlo a superar ese terrible hábito.  Aparte de su bebida, éramos felices juntos.  Nos gustaban las mismas cosas y éramos muy sociables.  Finalmente, cuando empezó a beber casi constantemente, él también se dió cuenta de que debía hacer algo y juntos tratamos todo lo que se nos ocurrió.  Hizo toda clase de planes para controlarse.  Leyó libros de sicología y religión y acudió a sanatorios.  Durante dos veranos consecutivos yo dejé mi trabajo y nos fuimos al campo por tres meses para reponernos y volver a la normalidad.  No conseguimos nada.  Yo tuve que asumir todas las responsabilidades de la familia y tomar todas las decisiones.

Para entonces, Bill no hacía más que beber.  Temía salir de casa por miedo a que la policía lo recogiera.  vivíamos enteramente para nosotros mismos.  Nos habíamos alejado de todos nuestros amigos o ellos se habían alejado de nosotros.  Veíamos a nuestras familias lo menos posible.  Toda nuestra vida se había reducido a una lucha terrible contra el alcohol.  En verdad era trágico ver a un hombre tan admirable convertirse en uno completamente derrotado y desesperado.

Un viejo amigo, a quien considerábamos un borrachín empedernido, vino a ver a Bill para contarle su "liberación" del alcoholismo por medios espirituales.  Bill animado al ver los ojos brillantes de su amigo y escuchar su relato lleno de esperanza, fue al hospital para aclarar su propio pensamiento.  Entonces sucedió el milagro y Bill se convirtió en un nuevo hombre, casi de la noche a la mañana.  Estábamos pasmados de esta asombrosa trasnformación. En nuestra felicidad y gratitud ninguno de nosotros dudó que su sobriedad perduraría (ésta duró hasta su muerte en 1971).
Bill suponía que, como a él y a su amigo les había sucedido un milagro, esto podría ocurrir a otros, por eso trabajó continua e incansablemente para ayudar a los alcohólicos.  Teníamos la casa llena de borrachos en todos los estados de sobriedad.  Me parecía que él estaba tratando de convertir en abstemios a todos los borrachos del mundo.

Llenos de agradecimiento íbamos a las reuniones de la hermandad a la cual pertenecía nuestro servicial amigo, y Bill utilizaba su media docena de principios espirituales en su trabajo con los alcohólicos.  Después, cuando escribió el libro de A.A., extendió a 12 principios (Doce Pasos) para estar seguro de que no hubiera evasivas por donde un borracho pudiese escapar.

Después de un tiempo comencé a preguntarme por qué no estaba tan contenta como debiera estar, cuando lo que más había anhelado en toda mi vida de casada había sucedido.  Un domingo, Bill me preguntó si estaba lista para ir a la reunión con él.  Para mi propia sorpresa, así como para la de él, estallé diciendo:  "al infierno con tus reuniones" y tiré un zapato con toda la fuerza que pude.

Este sorprendente mal genio, por nada de importancia, hizo que me detuviera y empezara a analizar mi propia actitud.  Poco a poco me di cuenta de que tenía compasión de mí misma y resentía el hecho de que Bill y yo ya nunca estuviéramos suficiente tiempo juntos y yo me quedara sola mientras él estaba en cualquier parte recogiendo nuevos borrachos y ocupándose de los antiguos.  Me sentía fuera de la pequeña pandilla de alcohólicos donde una simple esposa no podía entrar.  Mi orgullo estaba herido por el hecho de que un amigo, otro alcohólico, había podido hacer por Bill en corto tiempo lo que yo durante todos nuestros años de matrimonio había tratado de lograr sin conseguirlo.

El propósito principal de mi vida de hacer que Bill lograra su sobriedad, lo que había hecho sentir tan imprescindible en su vida, había desaparecido.  Busqué algo para llenar el vació.  A medida que empecé a ser sincera conmigo misma, reconocí cuán grandemente Bill había evolucionado espiritualmente y lo necesaria que era para su sobriedad esta incansable actividad con los alcohólicos.  Decidí procurar mi propio crecimiento espiritual.  Utilicé los mismos principios que él para aprender a cambiar mi actitud.

Varios años más tarde, Bill y yo nos llegamos a inquietar al ver que relaciones tirantes, como habían sido las nuestras, a menudo se desarrollaban en las familias después que el primer periodo cándidamente entusiástico de A.A. había pasado.  Estábamos desconsolados y confundidos al descubrir que, aunque los alcohólicos se estaban recuperando por medio de este nuevo programa maravilloso, sus vidas hogareñas eran a menudo difíciles.

Comenzamos a darnos cuenta de todos los ajustes que habían de hacerse y de la gran necesidad que tenía también el compañero del alcohólico de vivir guiado por un programa espiritual.

Pronto, grupos pequeños compuestos de familiares de miembros de A.A. se esparcieron por todo el país.  Tenían un propósito triple:  Crecer espiritualmente por medio de la práctica de los Doce Pasos de Alcohólicos Anónimos; dar estímulo y comprensión al alcohólico en el hogar; y ofrecer la bienvenida y el consuelo a los familiares de los nuevos o probables miembros de A.A.

Hoy, los grupos de Al-Anon están diseminados por todo el país y Canadá, y por muchos países extranjeros.  También muchas otras organizaciones reconocen que el alcoholismo es un problema de familia y que la recuperación puede acelerarse grandemente con la comprensión de los familiares del alcohólico.

A.A. y Al-Anon hablan a menudo de los Doce Pasos como herramientas.  Una extensión de esta idea se me ocurrió un día.  Hay una analogía sorprendente entre tratar de mejorarnos a nosotros mismos y cultivar un jardín. Nuestra herencia congénita y el ambiente que nos rodea desde el principio componen la tierra de la cual brotan nuestros pensamientos y acciones, que son como flores y cizañas.  Para cultivar flores debemos deshacernos de las cizañas.

Nuestras herramientas de jardín son estos principios de A.A. y Al-Anon:  conocimiento de nosotros mismos y nuestros motivos, honradez al enfrentarnos con nosotros mismos tal y como realmente somos, deseo de ayudar a otros y conocimiento de Dios...
 

(Lois, esposa Bill W.,  cofundador de Alcohólicos Anónimos)
 
 

Velita





AtrasVolver (codependencia)

Home Casa (índice)

Hosted by www.Geocities.ws

1