El Instituto Quintanarroense de la Cultura, a través
de la Casa de la Cultura de Cancún, dentro del ciclo dedicado a “La Cultura
Maya en Libros” se complace en presentar el comentario del texto “Dos Héroes de
la Arqueología Maya, Frederic de Waldeck y Teobert Maler” producto de las
investigaciones de Carlos A. Echanove
Trujillo y publicado por la Universidad de Yucatán en 1974.
El autor, Echanove Trujillo, en su proemio nos apunta
que “Al confeccionar mi libro, todavía inédito, Palenque, supremo legado
estético de los mayas, tuve que estudiar la interesante labor palencana de
Ferédéric de Waldeck, a quien considero el primer defensor de esas portentosas
ruinas. Ese estudio no era fácil pues acerca de dicha labor no dejó Waldeck más
obra impresa de cincuenta y seis reproducciones de otros tantos dibujos y
acuarelas palencanos, así como un corto
escrito explicativo de los mismos, todo ello contenido en el libro “Monuments anciens
du Mexique” etcétera, publicado en París en 1866: fuera de eso, Waldeck sólo
dio a la luz un artículo sobre Palenque aparecido también en Europa, e incluyó
algunas referencias y dos producciones de estucos de Palenque en su único libro
publicado, “Voyage pittoresque et archéologique dans la province d’Yucatán
(París, 1838)”. Eso era todo. Por otra parte, los estudios serios sobre ciertos
aspectos de la vida o de la obra de Waldeck no pasan de tres. Tuve, pues que
darme a la tarea de conseguir y descifrar, pacientemente, las micropelículas de
los diarios -en francés e inéditos- del explorador que abarcan desde su llegada
a México en 1825 hasta su salida de él, en 1836, uno existente en el Instituto
Tecnológico de Monterrey y el otro en el museo Británico (Londres)”.
“En cuanto a Teobert Maler, trátarse de un personaje
más desconocido aún que Waldeck. No obstante haber dedicado casi cuarenta años
de su fructífera vida a la continua exploración - de inúmeras ruinas mayas en
lo que hoy son los estados mexicanos de Yucatán, Campeche, Tabasco y Chiapas y
territorio de Quintana Roo, así como en Guatemala, una vez fallecido en Mérida,
en 1917, cayó prácticamente en el olvido, como natural consecuencia del
desconocimiento general de su labor cuando la realizaba, labor que sólo fue
conocida y estimulaba por publicaciones e instituciones extranjeras y por un
puñado de yucatanenses cultos”.
“No fue sino hasta nueve años después de su deceso o
sea en 1926, cuando tres sucesos hicieron que el público de Yucatán recordase
que allí había vivido y trabajado un ilustre mayista llamado Maler. El primero
de esos sucesos fue la publicación ese año y en Estados Unidos de América, del
interesantísimo libro de T. A. Willard, “The City of Sacred Well”, en el que
menciona elogiosamente a Maler y relata, por otra parte, las extracciones de
estadounidenses Edward Thompson, efectuadas en el Cenote de Sacrificios de
Chichén-Itzá y en otros lugares arqueológicos de Yucatán”.
“Parece que con ese motivo la Revista de Mérida
publicó en dicho año, en varios números consecutivos, el interesante y largo
manuscrito en castellano de Maler denominado por el “Chichén”, indignada
catilinaria contra las destrucciones y depredaciones del mencionado Thompson.
El tercer suceso de ese año, favorable
para la memoria de Maler, consistió en la inauguración del Museo Arqueológico e
Histórico de Yucatán”.
“Su organizador y primer director, el eminente poeta y
mayista Luis Rosado Vega, había hecho
erigir en la entrada del Museo un busto de Maler, mientras que en una de las
salas se exhibía una importante colección de fotografías de diversas ruinas
mayas por el explorador y notabilísimo fotógrafo”, concluye Carlos A. Echanove
Trujillo.