“1948, LA JULIA Y SUS DOS ATAÚDES”

 

El Instituto Quintanarroense de la Cultura a través de la Casa de la Cultura de Cancún, con la decidida colaboración de Magnichartes y de Fundación Oasis, presentaron el libro “1948, La Julia y sus dos Ataúdes escrito por Gerardo Unzueta y publicado por Galileo Ediciones de la ciudad de México y que se realizó el viernes 13 de octubre en su auditorio en punto de las 20.00 horas.

Este evento contó con la presencia del autor del texto quien cumple junto con sus 81 años, 61 de participar en la lucha por las causas sociales y ha sido objeto de emotivos reconocimientos en la Cámara de Diputados, en Bellas Artes, en la Casa de la Cultura en Coyoacán, DF, y vino acompañado por su esposa Francisca Reyes Castellanos, quien el 10 de octubre cumplió 83 años y es una destacada trabajadora y luchadora social, que continúa laborando en la Guardería de Vendedoras Ambulantes de la ciudad de México, de la cual es cofundadora.

El año pasado (2005) al presentar la primera edición de “1948, La Julia y sus dos Ataúdes”, su autor, Gerardo Unzueta, comentaba el “por qué presento hoy esta novela, a los 80 años (los cumplo precisamente el 3 de octubre). Diré mi propia motivación: es que estoy lleno de vida vivida y me he impuesto en estos años una divisa actual, una divisa de lucha: rescatar de la tragedia la belleza. La humanidad vive una gran, una inmensa tragedia, que se manifiesta en muchas parciales tragedias; ante toda tragedia de la que yo logre apoderarme, opondré la belleza que aprehendo y la relataré”.

“He comenzado a conocer el esfuerzo y la dedicación que son necesarios para abordar el oficio de escritor. Aunque toda mi vida he debido dedicarla a la palabra, rescatar la belleza exige escribir en forma bella. No lo he conseguido todavía y ustedes sabrán apreciar qué tanto avanzo. Pero si aun mi técnica novelística es insuficiente, puedo acudir a un ejemplo histórico, el de Miguel de Unamuno, quien para responder a sus críticos que se rehusaban a reconocer como novela una de sus obras, recurrió a lo que llamó una zorrería y a su relato llamado Niebla la llamó nivola, aunque, decía, ‘Novela y tan novela es como cualquiera otra que así sea, es decir, que así se llame pues aquí ser es llamarse’…”.

“Confesado lo anterior —toda obra literaria es una confesión—, quisiera explicar un elemento estructural-novelístico que alcanza a las cuatro novelas históricas que me he propuesto escribir como tetralogía: 1948, 1958, 1968, 1988. Estoy convencido de que una de las necesidades del género llamado novela histórica es encontrar o fraguar —sin distorsión de la historia—, el personaje colectivo. Así, en 1948 ese personaje colectivo de mi novela está formado por los camineros; en ellos, está presente la tragedia de un momento de transición con toda la violencia de la sustitución de unos mandantes por otros, y la belleza de su lucha, de su ingenuidad, del amor. En 1958, el personaje colectivo serán los ferrocarrileros; el 1968, los estudiantes, en 1988, los ciudadanos, todos personajes colectivos. El personaje colectivo se forma a sí mismo; nosotros le damos expresión, encontramos la coherencia de su existencia y de sus actos”.

“¿Y por qué ese empeño en la búsqueda del personaje colectivo? Es manifestación de mi formación marxista desde temprano. Es preciso recordar que en los años cuarenta del siglo XIX, los fundadores del marxismo "descubrieron" a la clase obrera, en contacto directo con el movimiento obrero francés y formularon sus ideas acerca de su papel revolucionario, "siempre que se convierta en clase y por tanto en partido político". Toda mi vida militante expresa el propósito de encontrar las formas en que un sujeto colectivo influye en la vida social y política, en su esfuerzo por la liberación de las ataduras de la explotación por las clases dominantes. En la novela juega un papel importante la comprensión, por parte de los camineros, de un fragmento del Manifiesto de la Primera Internacional, en el cual el creador nacido en Tréveris dice: "Puesto que los señores de la tierra y del capital se sirven siempre de sus privilegios para defender y perpetuar sus monopolios económicos y para sojuzgar al trabajo, la conquista del poder político se ha convertido en el gran deber del proletariado". Al aceptarlo como definición ideológica en el momento de la formación de la célula del Partido Comunista en Chivela, los camineros comenzaban a erigirse en personaje colectivo”.

“Unas palabras más sólo para hablar de una parte de esta obra que estimo mucho: el entreacto. En el conjunto de la novela me esfuerzo —desearía haberlo conseguido— por reducir mi presencia al mínimo, sólo como un delegado solidario. Pero como nunca conseguí hacer el relato de uno de los momentos culminantes de la acción de los camineros frente y dentro del territorio de la empresa, prescindiendo de mi presencia decidí utilizar un hallazgo literario —el cuento El Viaje de Juan de la Cabada— para establecer un paralelismo con mi acción solidaria que me pareció fructuoso y me permitió, al mismo tiempo, expresar mi pensamiento acerca de la relación entre la obra literaria y la lucha social. Otra cosa es la forma de obra teatral que decidí darle a esta separata. Durante decenios he guardado el recuerdo emocionante del teatro proletario, que fue una de mis primeras y juveniles experiencias artísticas en los años cuarenta. Me refiero a las funciones de teatro —entre las que figuraban obras de Bertold Brech, de Emilio Zola, Eugene O’Niel. El teatro fue dirigido por Alfredo de la Vega, cuyo destino o labor posterior, ignoro”.

El periodista y escritor Gerardo Unzueta, nació el 3 de octubre de 1925 y es precisamente durante 1945 cuando inicia su trabajo político y periodístico. Sus libros de ficción y sus trabajos de ensayo y teoría social fueron, en su momento, parte importante de la tradición mexicana de oposición política sincera y valiente, tanto en la clandestinidad como en la participación abierta.

Durante la presentación realizada en la Cámara de Diputados, Pablo Gómez Alvarez, recordó a Gerardo Unzueta Lorenzana “como uno de los dirigentes más destacados del Partido Comunista, incansable luchador por la democracia, que estuvo al lado de los trabajadores y como organizador inagotable de círculos de estudio. Inició su militancia en las juventudes comunistas”.

Rememoró su paso por la cárcel, como víctima de la represión del Estado contra el movimiento estudiantil de 1968 sin que fuera estudiante: “¿cómo una persona que no fue estudiante pudo ser víctima de esa represión? Porque ésta se inició para reprimir a los luchadores sociales, y entre ellos, de manera destacada, a los miembros del Partido Comunista”.

También recordó su paso como diputado en la 51 Legislatura y lo ubicó como un estupendo legislador, hombre de acción y de denuncia, y compañero de otros luchadores sociales como Arnoldo Martínez Verdugo -presente en la ceremonia de homenaje-, Valentín Campa, Alejandro Gascón Mercado y Gilberto Rincón Gallardo, entre otros.

Miguel Angel Granados Chapa se refirió a esa etapa en la vida de Unzueta, en la que el Estado mexicano abrió expedientes judiciales de un modo no sólo ligero sino torpe, en los que bastaba lo que los “policías de oídas” averiguaban para aplicar sentencias de decenas de años de prisión.

Además, hizo referencia a la etapa de Unzueta como escritor de novelas, en las que además de narraciones es posible detectar una especie de memoria personal porque “a ratos es notorio que habla de sí mismo y que al recrear acontecimientos imaginarios, hay elementos de su realidad vivida y lecciones de historia política”.

 

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