Por Pablo Felipe Pérez Goyry.
Especial
para Revista “Tiempos de Reflexión”
NO es de sabios razonar
sobre la Segunda Guerra Mundial, sin hacer una exploración resumida en lo que
nadie podía imaginar fueran las secuelas del Tratado
de Versalles, de 1919. Un acuerdo de paz que se firma al
concluir la Primera Guerra Mundial, entre
las potencias vencedoras – EE.UU., Reino Unido, Francia e Italia - y la
Alemania vencida. Tratado que fraguó, años después, el surgimiento de la
Alemania nazi, que estará ataviada con el ideal nacionalista.
Esmerados investigadores
opinan con certeza, de que el suceso más relevante - en el Siglo XX - y de
enmarañada implicación internacional fue la Segunda Guerra Mundial (1939 –
1945). Por la trascendencia - antes, durante y después de la conflagración -
así como por los países involucrados por sus efectos, de manera directa o
indirecta. Guerra que enfrentará a dos bloques, de un lado los Estados del Eje
(Italia - Alemania - Japón). Del
otro los Aliados (la Unión Soviética, Estados Unidos, Francia y Reino Unido).
Dos momentos importantes tuvo
La Segunda Guerra Mundial en su desarrollo. Una primera fase que se inicia en
septiembre de 1939 y concluye en enero de 1943; momento en que la guerra la
dominan las fuerzas del Eje. No solo por su iniciativa, también por el poderío
de sus ejércitos.
Hay una segunda fase, cuando
las fuerzas Aliadas inician una contraofensiva general – especialmente la URSS
en Europa y EE.UU. en el Pacífico - que se inicia en enero de 1943 y concluye
en mayo de 1945, con la rendición del III Reich. En agosto, del mismo año,
capitula el imperio japonés.
Por estos días se cumplen 59
años del final de la mayor barbarie sufrida por la humanidad. Ahora, flagelan
al mundo tormentas de guerras, conflictos y el terrorismo; que están causando
muertes y desesperanzas. Este trabajo tiene el comedido propósito de
reflexionar, sobre las causas, desarrollo, efectos y herencia de la Segunda Guerra Mundial; y el compromiso
imprescindible de los seres humanos cohabiten con sabiduría y en paz.
El Tratado de Versalles – firmado en la galería de
los Espejos, del palacio de Versalles, próximo a París – obligaba a Alemania
“a suprimir el servicio militar obligatorio, reducir su Ejército a 100.000
hombres, desmilitarizar todos los territorios situados en la margen oriental y
occidental del río Rin, en una franja de 50 kilómetros de ancho; dejar de
importar, exportar y prácticamente producir material de guerra; limitar sus
fuerzas navales a 36 buques de superficie (no se le permitió mantener
submarinos) y el personal naval a 15.000 hombres, quedándole prohibida la
aviación militar. También, Alemania aceptó que Guillermo II fuera juzgado por
un tribunal internacional; bajo la acusación de haber cometido ‘un delito
supremo contra la moralidad internacional’, juicio que nunca llegó a
celebrarse”. También debía aceptar el pago, de una desmedida indemnización,
a las potencias aliadas, por los daños causados durante la Primera Guerra
Mundial. Además, del pago en dinero, haría entrega de recursos naturales,
ganado, trenes, embarcaciones, etcétera. Sin embargo, no fue hasta la
Conferencia de Lausana, en 1932, que se pudo ajustar la cuantía y forma de
hacer los pagos.
El pueblo alemán - después
de perder su condición de imperio colonial, y el dominio sobre territorios del
este europeo - rechazo enérgicamente las humillantes condiciones impuestas por
el Tratado. Las críticas no se hicieron esperar y con ellas el surgimiento de
apasionados movimientos de carácter nacionalista, que exigían una revisión de
los acuerdos. A este ambiente frenético, se sumaba una hiperinflación
desmedida en la economía alemana, que angustiaba el comercio y la producción
nacional; cerca de 4 millones de desempleados y unas 30 mil empresas quebradas.
Son estas condiciones sociales, económicas y políticas las que facilitan el
ascenso al poder del nacionalsocialismo, en los años treinta, del siglo veinte.
Aunque la intención del
Tratado era lograr una paz duradera, esta fue efímera, y no sería alentador el
resultado veinte años más tarde. Para algunos historiadores, uno de los
errores fue no dar cumplimiento a diferentes convenios, acordados al término de
la Primera Guerra Mundial. Por solo citar un ejemplo, EE.UU. no los ratifica, y
prefiere firmar con Alemania, por separado, el Tratado de Berlín, el 2 de julio
de 1921. De esta manera, de las buenas intenciones se paso al principio de que
“el fin justifica los medios”, que se aplicará paranoicamente durante la
guerra sin ningún pudor, no solo por los ejércitos del Eje.
El III Reich
El Partido Obrero Nacional
Socialista Alemán (Nazi), con el apoyo del
campesinado, gana las elecciones de septiembre de 1930. Más adelante, a partir
de 1932, el partido nazi incrementa su dominio absoluto en Alemania e implementa
actos violentos con ayuda de su Servicio Secreto (SS) y Secciones de Asalto
(SA). Por está época hay un hombre - que fundamenta su ideología en un
conjunto de ideas que van del nihilismo de Nietzche, la teoría de la herencia
genética de Mendel, el racismo de Gobineau y Camberlaín, la fe en el destino
de Richard Wagner, el neodarwuinismo de Ploetz y la geopolítica de Haushofer -
que llevará al pueblo alemán a cultivar de manera irracional las ideas del:
nacionalismo, antisemitismo y anticomunismo. Este individuo de impetuosas ideas,
era Adolf Hitler, quién exacerba el espíritu de construir una nueva nación
alemana – el III Reich – para liberar al país de la opresión del Tratado
de Versalles, defender el suelo alemán, la raza aria, aniquilar a judíos y
comunistas. Después de muchas artimañas maquiavélicas, Hitler asume el poder
como líder indiscutible (fürer) de los alemanes, en enero de 1933; al formar
una coalición derechista, que cobijara a los nazi, católicos, independientes y
nacionalista. El 27 de febrero, promueve el aberrante incendio del Reichstag, acusando como
autores materiales a los comunistas. A partir de esta fecha, se decreta la
prohibición de las actividades de: los partidos de izquierda; el cierre de la
prensa; y el estado de emergencia.
Para el 5 de marzo, gana
el partido nazi las elecciones para el Reichstag (parlamento). Con la
complicidad del presidente Hindenburg, Hitler logra la disolución del
parlamento, y la detención de muchos miembros de organizaciones comunistas y
socialdemócratas. Cuando muere Hindenburg, el 2 de agosto de 1934, Adolf Hitler
se reafirma como fürer y canciller del III Reich. En pocas palabras: despotismo
sectario.
El antisemitismo tendrá
un incondicional aliado legal, cuando Hitler firma las Leyes de Nuremberg, que
van a desconocer los derechos de los judíos y minorías no germanas. Estas
leyes permitirán el incremento del irracional sentimiento y propaganda
antisemita. Se crea el “Servicio para la Solución del Problema Judío”. Los
SS supervisaran la diabólica gestión; y tendrán la vergonzosa responsabilidad
de exterminar judíos en los campos de concentración.
Alemania renuncia al
Tratado de Versalles - y a los acuerdos derivados de este -, reintroduce el servicio militar
obligatorio, y acelera el rearme del país. En el contexto internacional, 1935,
Italia invade Etiopía. Alemania rechaza el Tratado de Locarno e inicia la
ilegal ocupación de Renanía. De la misma manera facilitará el inicio del
fortalecimiento militar y la política expansionista alemana. Una evidencia
clara de las verdaderas intenciones de Hitler, que se materializaran en la
Segunda Guerra Mundial.
Por esta época, estalla
la Guerra Civil en España. En 1938, los alemanes se anexan la región de los
sudetes en Checoslovaquia y Austria.
Los eventos posteriores
dan fe de que las potencias que en su momento impusieron el humillante Tratado
de Versalles a los alemanes, fueron negligentes y contemplativas, y no tomaron
en serio los avivados sucesos en Alemania, o al menos su posición fue vacilante
y frívola ante el engrandecimiento del poder nazi. El costo de esta
irresponsabilidad o displicencia, en poco tiempo atormentará rabiosamente a
toda la humanidad, que sufrirá en carne propia la más execrable catástrofe
desencadenada por una guerra.
La Invasión a Polonia y Francia
Después de la Primera
Guerra Mundial, Francia, Bélgica, Reino Unido, Italia, Japón, y EE.UU., como
aves de rapiña se repartieron los mercados internacionales. Alemania, queda
sumergida en el descalabro, y la vileza del Tratado de Versalles. Esto propicia
las condiciones para surjan las expresiones del nacionalsocialismo alemán y el
ascenso de los ideales hitlerianos.
Está bien documentado, de
que el partido nazi toma el poder por con fuerza sádica, y enfoca su lucha
contra las secuelas de la Primera Guerra Mundial, y reordenar el mundo colonial.
Eso sí, sin perder de vista sus autoritarias ambiciones de apropiarse del trigo
ucraniano; el carbón y el hierro de Siberia; y el petróleo del Cáucaso y
Rumania.
En un acto de insincera
diplomacia, el 23 de agosto de 1939, Alemania firma el Pacto de “No Agresión”
con la Unión Soviética. Este acuerdo bilateral, posibilita las garantías
necesarias para Alemania, el 1 de septiembre de 1939, inicie su invasión “relámpago”
a Polonia. Esta fecha se reconoce como el preámbulo de la Segunda Guerra
Mundial, en suelo de Europa oriental. El día 3, Francia y Reino Unido declaran
la guerra a Alemania. Para evitar de los alemanes ocupen todo el territorio
polaco, los soviéticos se abalanzan con osadía sobre Polonia. El país queda
dividido en dos dictaduras, la de Hitler de un lado, la de Stalín del otro.
La ocupación de Noruega y
Dinamarca, por los alemanes, será el inicio del enfrentamiento directo entre
Alemania y el Reino Unido. Con la justificación de asegurar su frontera
occidental, la Unión Soviética invade Finlandia.
El expansionismo alemán
no se detiene, y sus tropas irrumpen en Europa occidental. La invasión comienza
sobre Holanda, el 10 de mayo de 1940. También ocupan Noruega y Bélgica.
Los éxitos de la ofensiva
conquistadora – iniciada el 5 de junio – allanan el camino para que, el día
14, los nazis entren en la ciudad de París. Al gobierno francés dimitir, el
general Petaín asume el nuevo gobierno, con la anuencia de Alemania. Después
de aceptar un armisticio, con Alemania e Italia, el primer ministro francés,
mariscal Henri Phillipe Petaín, asume en 1940 el poder y traslada la capital
francesa para la ciudad de Vichy. Dejando París en manos de los alemanes. Es
saludable señalar, de que el gobierno de Petain, tendrá un carácter despótico, conservador y una
mezquina colaboración con las tropas nazi. Al mismo tiempo, el general De
Gaulle instala un gobierno francés alterno al de Vichy, en el Reino Unido;
donde se inicia el movimiento de resistencia francés llamado “Francia
Libre”.
Para el segundo semestre
de 1941, toda la costa Oeste de Europa esta en manos del III Reich. La Alemania
nazi se hace sentir con saña endemoniada, pues, controla Austria,
Checoslovaquia, Dinamarca, Rumania, Bulgaria, Hungría, Yugoslavia, Grecia,
Noruega, y gran parte del territorio francés. También el “dominio” en el
norte de África, aunque menos afortunado que en territorio europeo, tuvo la
presencia de las llamadas divisiones del Afrika Korps. De esta manera, los
alemanes monopolizan las reservas europeas de materias primas y manufacturas,
que le permiten recuperar la industria y la economía germana.
El Holocausto
Durante la ocupación de
Europa, por los nazi, no-solo se puso de manifiesto el anticomunismo visceral y
las ansias desmedidas de poder de Hitler y sus aliados. También se estableció
un nuevo concepto racial.
El exterminio masivo de
judíos respondía a una enfermiza política antisemita, respaldada por alemanes
con profundo arraigo al dogma de eran la raza pura y superior, la raza Aria por
excelencia.
Cuando se implementa la
aberrante filosofía sobre la “Solución al Problema Judío”, se construyen
campos de concentración, en puntos estratégicos de la Europa ocupada. Dicen
que murieron en los hornos crematorios – de estos campos – más de seis
millones de seres humanos.
Durante las décadas de
1930 y 1940, los dirigentes nazis crearon 22 campos de exterminio. En estos
reclusorios confinaron a judíos, gitanos, homosexuales, comunistas, eslavos y
otros grupos étnicos. El trabajo
forzado, las intransigentes ejecuciones, las mortíferas cámaras de gases o las
inyecciones letales, causaron la muerte a más de cuatro millones de
prisioneros. Solo del gueto de Varsovia fuero asesinados más de 300.000 judíos.
Para las generaciones de
hoy y mañana, debe ser un tema esencial de reflexión todo lo ocurrido, a
millones de personas durante su calvario, en los campos de exterminio de:
Auschwitz-Birkenau, Natzweiler, Neuengamme, Gross Rosen, Stutthof, Ravensbrück
(sólo para mujeres), Lublin-Majdanek, Hinzert, Vught, Sachsenhausen,
Buchenwald, Flossenburg, Mauthausen,
Dachau, Dora y Bergen-Belsen.
Lo que sucedió durante el
Holocausto no debe menospreciarse, es un estigma de las consecuencias generadas
por las incorregibles y bajas exaltaciones humanas.
Operación Barba Roja
El 22 de junio de 1941,
Alemania asalta sin vacilación el territorio de la Unión Soviética. Esta acción
tendrá graves e irreversible consecuencias para Alemania. Se reconocerá, más
tarde, como el principio del fin de la Segunda Guerra Mundial. Para la Alemania
nazi, comenzaba a sucumbir el anhelo de anexarse las regiones localizadas entre
los Urales y el Vístula; que consideraban “un espacio vital”. El triste
desenlace, en muy poco tiempo lleva al derrumbe definitivo del imperio nazi.
Esta operación relámpago,
bautizada como “Barba Roja”, compromete a los alemanes combatir en dos
frentes, lo que aumenta las probabilidades de fracaso.
La invasión, contra la
Unión Soviética, inicia la configuración de la coalición que enfrentara con arrojo al III Reich. La
alianza entre los soviéticos y las potencias occidentales ponen freno a la
efectividad de las operaciones blitzkrieg (guerra relámpago) y germinen fisuras
antagónicas entre los mandos alemanes.
Tienen éxito las
estrategias soviéticas para evitar cayera en manos enemigas las industrias, las
que traslada a los montes Urales. Hay que subrayar el papel de las fuerzas
navales y aéreas de los Aliados que fue una valiosa ayuda para el “Ejército
Rojo”. Para fines de 1941, es evidente la victoria soviética sobre las tropas
alemanas que aíslan la ciudad de Moscú.
Entre ofensivas y
contraofensivas, en el frente oriental – territorio soviético -, el 31 de
enero de 1942, en la encarnizada batalla de Stalingrado, con humillación se
rinden más de 90.000 alemanes. Es aquí, donde él "Ejército Rojo"
escribe con bravura el viraje de la guerra, a favor de las fuerzas Aliadas.
Japón y la Guerra en el Pacífico
Sin dejar de ser menos
brutal, la Segunda Guerra Mundial también se desarrollo en el área del Pacífico.
El 7 de diciembre de 1941,
Japón ataca sorpresivamente la base estadounidense de Pearl Harbor, asentada en
Hawai. Execrable agresión que compromete a los EE.UU. declarar la guerra al
Eje.
Debilitadas las fuerzas
militares Aliadas, en el Pacífico, permiten que Japón tenga supremacía
militar, y para junio de 1942 su ejercito imperial de ocupación está de cuerpo
presente en los territorios de: Hong Kong, Birmania, Singapur, Borneo, Andamán,
Indias Orientales Holandesas, Java, Malasia, y Filipinas.
Se dice fue el punto de
quiebre, a favor de los Aliados, la derrota sufrida, por los japoneses, en las
batallas de Midway y Wadalkanar. Es aquí, a inicios de 1942, cuando pasa a la
defensiva Japón y comienza el proceso final de la guerra en el Pacífico. Entre
mayo y febrero, de 1944 y febrero de 1945, se recuperan las islas Aleutinas,
Marshall, Gilbert, y Marianas; entre octubre de 1944 y febrero de 1945, las
Filipinas. A finales de 1944 y comienzo de 1945, tropas chinas, británicas y
estadounidenses, recuperan la actual Myanmar (antes Birmania). Ya en febrero de
1945, desembarcan las primeras tropas estadounidenses en la isla de Iwajima, al
Sur de Tokio. Está muy cerca el deplorable final de la coalición del Eje. [Continúan
en.- 1939-1945: La Segunda Guerra Mundial (Segunda Parte)]
Medellín, 1 de mayo de 2004.
Pablo Felipe Pérez G.
Apartado Aéreo No. 56381. Medellín.
Colombia.
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