COLOMBIA: MEDELLÍN, CIUDAD DE LA ETERNA PRIMAVERA.


por Pablo Felipe Pérez Goyry.

Medellín es una ciudad enclavada en el núcleo del Valle de Aburrá. Urbe amoldada
caprichosamente, entre dos ramales de la cordillera Central de los Andes, y que
tiene su ascendencia en el Alto de San Miguel. La ramificación Occidental, como
serrucho cercena las cuencas del río Cauca de las del Medellín. Este último
atraviesa en línea canalizada casi perfecta la ciudad de Sur a Norte. Dada su
ubicación estratégica, ha sido el eje de partida del ordenamiento urbanístico
que puede catalogarse de una perfección fabulosa.

El río Medellín, Aburrá para muchos, se alarga - con su interminable cuerpo
acuoso - desde los límites de la ciudad, hasta cambiar su nombre por el de
Porce; antes de desembocar en el río Nechí. El Valle de Aburrá se expande de Sur
a Norte, con una largura de aproximadamente 70 kilómetros y se desparrama desde
el Oeste al Este, siendo el punto más espacioso donde está el corazón jadeante
de la ciudad, a unos 1.500 metros de altura sobre el nivel del mar.

Con una superficie de 376.22 kilómetros cuadrados, se desnuda la Ciudad de la
Eterna Primavera. También conocida por los apelativos de: Capital de la Montaña,
y la Tacita de Plata; para otros la Ciudad de las Flores o Capital de las
Orquídeas. Hermosa ciudad que goza de un bienaventurado clima sub-tropical, con
promedios de temperatura de 22 °C.

La villa deriva su nombre de la ciudad de Medellín, en Extremadura, España. La
capital del hoy Departamento de Antioquía, adoptó este nombre en consideración
al conde - de la mencionada ciudad española - Don Pedro de Portocarrero. Que
fuera presidente, en esa época, del Consejo de Indias, de España. De aquí que el
gentilicio utilizado para los moradores del valle sea el de Medellinenses.

Con una población de 1'845.529 habitantes - 54 % mujeres y 46% son hombres -,
solo el 5 % de la población vive en zona rural. Las mujeres no-solo son mayoría,
tienen fama de ser elegantes, hacendosas, y excelentes madres. Los hombres
aunque buenos trabajadores, son adictos a la abundante comida y al consumo del
llamado aguardiente antioqueño, sin olvidar el marcado machismo que no pueden
disimular.

Medellín tiene como vecinos territoriales al Norte los municipios de San
Jerónimo, Bello y Copacabana; al Sur con La Estrella, Envigado, Itagüi y
Angelópolis; al Este con Ebejico y Heliconia; mientras que al Oeste limita con
Guarne y Rionegro. Cada uno de esas localidades con sus características muy
particulares.

Ya dentro del Valle y desde cualquier punto de la ciudad, se puede avistar sin
ninguna inconveniente las múltiples tonalidades que van del verde aceitunado al
crudo, del ceniciento empalidecido a los tonos anaranjados oscuros, de los
lugares faltos de vegetación, etc., de los cerros que abrigan ciudad convierten
a los lugareños en gnomos. Algunas de estas montañas aventajan al resto por su
altura. Es el caso del Cerro del Padre Amaya, al Norte de la ciudad y ha
espigado hasta una altitud, sobre el nivel del mar, de 3.000 metros. Al Este se
yergue indómito otro gigante, el Cerro del Pan de Azúcar. Mientras en el Norte,
está el Cerro El Picacho. Todos, junto a otros no menos importantes, modelan las
irregulares ramificación de la Cordillera de los Andes, en esta parte de
Colombia.

A pesar de los encantos autóctonos que abrazan amorosamente la capital del
departamento, la deforestación indiscriminada de la colonización, y el
ocasionado por los siniestros, en los períodos de seca; causas principales de
las graves heridas apocalípticas, hechas al ecosistema del valle y sus montañas.
Esto ha originado una evidente erosión, modificación en los sistemas fluviales y
a sus cuencas.

A lo anterior se suma el creciente nivel de contaminación ambiental, producidos
por los gases industriales y de los automotores, que por las características
topográficas del valle, es imposible lograr por métodos naturales dispersar los
contaminantes a capas superiores de la atmósfera, en el caso de los gases. Esta
verdad es parecida a la situación que vive el valle donde se halla la Ciudad de
Méjico, que igual a Medellín, es la causa del sistemático brote de enfermedades,
relacionadas con el sistema respiratorio en los habitantes; más puntual en los
niños menores de cinco años.

El Patrimonio cultural es fascinante. Resplandecen las actividades de las
bibliotecas y museos. Como el de Arte Moderno y la Biblioteca Pública Piloto.
Además, otras instituciones afines de las varias universidades e instituciones
educativas formales o no aportan posibilidades para la investigación y estudio.
En la actividad teatral se destaca el trabajo de los grupos Matacandelas y El
Águila Descalza. La música tiene dos magníficos representantes, el Amadeus Real
Musical de Colombia, y la Banda de Música de la Universidad de Antioquía.
También proliferan, por fortuna, con mucha clase y armonía los grupos corales,
de música tradicional, y foránea. El luto, en lo que a música se refiere, es la
privación de no contar con una orquesta sinfónica. La que existía, dicen que por
problemas presupuestales tuvo que cerrar.

Fernando Botero y Pedro Nel Gómez, son artistas magníficos de la plástica en la
ciudad. De los atributos culturales de más arraigo, en la historia de Medellín,
es la literatura. Esta tiene un lugar privilegiado entre los amantes de las
letras. Personajes destacados, entre otros son: Los poetas León de Greiff y
Epifanio Mejía, el cronista, novelista y ensayista Tomás Carrasquilla. También
el escritor y maestro Manuel Mejía Vallejo. Ellos con sus estilos fundaron una
manera particular de pensar, sentir, crear.

Al recorrer el centro de la ciudad el contraste entre presente y pasado están
enzarzados como una unidad. La presencia arquitectónica de la época colonial,
republicana y moderna; está por todos los rincones. Edificios, esculturas,
plazas, mercados, etc., son testigos silenciosos y paciente que desafían al
tiempo.

Un deleite visual es el antiguo Palacio de Gobierno, que guarda el secreto de
más de un suicida, según los más ancianos. Ahora es en centro comercial. Una
joya excepcional es la añeja Estación del Ferrocarril, que impone su atractivo a
las construcciones "modernas" vecinas de los edificios que cobijan los poderes
políticos y jurídicos del municipio y el departamento.

Cerca del majestuoso y contemporáneo edifico de la empresa Coltejer, considerado
él más alto de la ciudad, está situada la Iglesia de Nuestra Señora de la
Candelaria, que se inaugura el 2 de febrero de 1776. Con una extraordinaria
influencia románica en su arquitectura y blancura virginal.

En la esquina donde coinciden perpendicularmente la calle 50 y la carrera 50, en
el lado oriental de la Iglesia de La Candelaria, viril y seductor - en el
tiempo - el Parque de Berrío. Construido en 1893 y utilizado como plaza
principal entre 1784 y 1892. Sitio respetable para los ciudadanos de la
incipiente ciudad. El parque se utilizó, durante mucho tiempo, para el mercado
público, además, del lugar para ejecuciones sumarias y de manifestaciones.
También, pero a un lado de la plaza sorprende el edificio de La Bolsa de
Valores, de Medellín; que junto a otras entidades financieras, como el Banco de
la República, son un punto de gran influencia de la banca y las finanzas. Dicen
es el centro de la localidad.

Otro espacio importante es el Parque Bolívar, que toma su nombre por una estatua
del libertador, presente en el lugar, que acoge en uno de sus lados la Basílica
Metropolitana. Durante el siglo XVIII, este parque reunió en su cercanía las
viviendas de muchas familias de renombre, como lo fuera también en su época el
Barrio del Prado, en el occidente. Mirando al Sur, el Pasaje de Junín, uno de
los lugares más concurridos de la metrópoli, con sus afamadas joyerías, bancos,
cines, almacenes, etc. Los primeros sábados de cada mes, el parque es un
hormiguero de curiosos, por las actividades de los artesanos que tratan de
comercializar sus artículos. Además, los fines de semana es un campo de "luchas
filosóficas", por la presencia de algunos pastores evangelizadores.

De la misma manera, de valor cultural e histórico es el Parque de San Ignacio.
Plazuela donde encontramos rivalizando la arquitectura moderna la Iglesia del
mismo nombre y que la construyen por los padres franciscanos, y también
cumpliera funciones de cuartel militar, en un momento de la historia. Iglesia
que posteriormente los Jesuitas adquirieron, remodelaron y consagraron a San
Ignacio. Junto a la iglesia y frente a la plazoleta esta el conocido y vetusto
paraninfo de la Universidad de Antioquía, que lucha por no sucumbir al tiempo.

El Palacio de Cultura Rafael Uribe se encuentra muy cerca del Museo de Antioquía
y del que fuera el hotel más importante de la ciudad, el Hotel Nutibara. Palacio
que recuerda un tablero de ajedrez; por el diseño - a cuadros - de sus paredes
exteriores, y el caprichoso aspecto de su arquitectura que desentona con el
ambiente moderno que lo rodea y hace casi desaparecer a pesar de su temerario
talante.

Si de algo se sienten orgullosos los medellinenses es de su sistema de
transporte. Dicen que si uno tuviera la posibilidad de sobrevolar la ciudad en
una hora pico, las principales avenidas como la Avenida Oriental, San Juan y
Colombia, percibiría un hervidero amarillo, que es el color de los taxis. Los
autobuses y sus carreras llamadas del centavo es todo un espectáculo del arte
imprudente de sus conductores. Ambas actividades de gran eficiencia y de
excelentes contribución a la contaminación ambiental de la ciudad, están
complementadas por el Metro. El trazado de sus vías forma una gran cruz, una de
sus barras va de Sur a Norte y durante buena parte de su itinerario es paralelo
al río Medellín. La otra barra de la cruz, parte de la estación de San Antonio,
en el centro de la ciudad, y se dirige hacia el Barrio San Javier, al Oeste,
cruzando perpendicularmente el río de la ciudad.

La comida típica presentada a los turistas es la llamada Bandeja, con sus
frijoles, chicharrón de marrano, arroz, chorizo, carne de res o marrano,
ensalada de estación, etc. que según me cuentan es una oferta ideada en las
últimas décadas del siglo XX para atraer turistas. También se puede uno deleitar
con el llamado Mondongo, cuyo ingrediente principal es la barriga o panza de
res.

Tampoco uno no puede evitar contagiarse con la atmósfera gozo espectacular que
irradia la Feria de las Flores, en el mes de agosto. En esta fiesta el acto más
importante es el desfile de los llamados silleteros, donde es presentan en las
más diversas alternativas el arte popular y se muestran en todo su esplendor las
obras florales. Otra opción es el Festival Internacional de Poesía, que se
realiza en el mes de junio, con la asistencia de reconocidos poetas no-solo
nacionales sino internacionales. Deslumbrante es el Desfile de Mitos y Leyendas,
en el mes de diciembre. Se realiza a lo largo de la Avenida de la Playa, una
artería importante vehícular de la ciudad, y que se inicia en las inmediaciones
del Teatro Pablo Tobón Uribe, y finaliza el Parque Berrío.

Dicen que el crecimiento urbanístico de la ciudad, en las dos últimas décadas
del siglo XX, tuvo mucho que ver con la opulencia económica fruto del cartel de
la droga encabezado por el narcotraficante Pablo Escobar Gaviria, alrededor del
cual se han tejido infinitas historias, y muchas de ellas han quedado como
leyendas. Pienso que más allá de lo económico, se impone una cultura
emprendedora y centenaria, que a todas luces hacen de Medellín una ciudad
moderna, hospitalaria y gran belleza humana.

Es una ciudad donde emociona la agitación cosmopolita comercial y donde el ruido
infernal de los autos y autobuses, se entremezclan, hasta el delirio, con los
múltiples olores de las ofertas comestibles. Sus habitantes son de estirpe
textil y "echados para delante", como lo demuestra su energía paisa para
acometer los negocios y amar su historia.

En último análisis, Medellín es una ciudad plena de luz, que también tiene el
privilegio de ser un mar de luces, que como pequeños febos amorosos fulguran en
las noches. Noches que ocultan la diversidad de contrastes que cobija en su
seno. (Este documento puede ser reeditado - total o parcial - citando Autor y
Fuente).

Medellín, 27 de julio de 2001.


Pablo Felipe Pérez G.
Apartado Aéreo No. 56381, Medellín, Colombia.

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