Una humilde propuesta - Noam Chomsky (2002)

Título Original: A Modest Proposal

Autor: Noam Chomsky

Origen: Znet 3 diciembre 2002

Traducido por Fran Bastida y revisado por Aitana Guia

Nota del editor: Esta es una versión ampliada de un artículo publicado en The New York Times.

Los esfuerzos denodados de la Administración Bush por hacerse con el control de Irak -mediante una guerra, golpe militar o cualquier otro medio- han suscitado varios análisis de los motivos que conducen a ello.

Una interpretación la ofrece Anatol Lieven, de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional, quien observa que esos planes se ajustan a "la clásica estrategia moderna de una oligarquía de derechas en peligro de extinción que desvía el descontento popular hacia el nacionalismo", inspirada en el temor a ser destruidos por los enemigos. Esa estrategia es de vital importancia si los "nacionalistas radicales" que dictan la política en Washington tienen la intención de adelantar su anunciado plan de "dominio mundial unilateral a través de la absoluta superioridad militar", a la vez que actúan contra los intereses de la gran mayoría de la población local. No cabe duda que Lieven habla por muchos cuando describe a EE.UU. como "una amenaza para sí mismo y la humanidad" en su actual devenir.

Como muestra la historia, es demasiado fácil para líderes sin escrúpulos aterrorizar al público. Y ese es el método natural de desviar la atención del hecho de que la reducción de impuestos a los ricos y otras estratagemas están minando las perspectivas de las futuras generaciones, así como las de disfrutar de una vida decente por parte de la clase media y los pobres. El economista Paul Krugman afirmó que: "literalmente antes de que el polvo se asentara" sobre las ruinas de las torres gemelas, influyentes republicanos señalaron que estaban "decididos a usar el terrorismo como excusa para emprender una agenda radical de derechas". Krugman y otros han estado documentando cómo desde entonces han emprendido esa agenda despiadadamente. La estrategia ha sido bastante efectiva para las elecciones al congreso. Y cuando empiece la campaña presidencial, los estrategas republicanos seguro que no querrán a gente preguntando sobre sus pensiones, trabajos, servicios de salud y otros asuntos. Más bien, esta gente debería elogiar a su heroico líder por rescatarles de la destrucción inminente a manos de un enemigo de poder colosal y seguir marchando para enfrentarse a la próxima potencia empeñada en nuestra destrucción.

Estas ideas son totalmente naturales para los reaganianos reciclados que ocupan posiciones influyentes en la actual Administración, quienes están reproduciendo un guión ya familiar: llevar al país al déficit para minar los programas sociales, declarar la "guerra contra el terrorismo" (como hicieron en 1981) y conjurar contra un demonio tras otro para atemorizar a la población y que ésta obedezca: matones libios rondando por Washington para asesinar al valiente cowboy rodeado de tanques en la Casa Blanca, sandinistas a sólo dos días de marcha de Tejas mientras persiguen sus planes de conquistar el hemisferio siguiendo la trama de Mein Kampf, terroristas árabes con el objetivo de matar a estadounidenses por todos lados mientras Gadafi planea "echar a los estadounidenses del mundo", narcotraficantes hispanos buscando destruir a la juventud (aunque parados a tiempo por Bush padre, secuestrados en "Operación Causa Justa" y juzgados en Florida por delitos cometidos en su mayoría bajo salario de la CIA), etc.

Las atrocidades del 11 de septiembre proporcionaron una oportunidad y un pretexto para implementar una serie de planes de larga duración para hacerse con el control de la inmensa riqueza petrolífera de Irak, un componente esencial de los recursos del Golfo Pérsico que el Departamento de Estado describió en 1945 como "una extraordinaria fuente de poder estratégico y uno de los mayores premios materiales en la historia del mundo" (refiriéndose específicamente a Arabia Saudita, aunque la intención es más general). La inteligencia estadounidense augura que dichas fuentes serán incluso de una mayor importancia en los años venideros. Este asunto nunca ha sido tratado. Los mismos análisis de inteligencia anticipan que EE.UU. confiará en suministros más seguros de la Cuenca Atlántica. Lo mismo pasó después de la segunda Guerra Mundial. EE.UU. se movió rápido para obtener el control de los recursos del Golfo, pero no para su propio uso. EE.UU. fue el mayor productor durante las décadas posteriores y desde entonces Venezuela ha sido por norma el mayor exportador a EE.UU.. Lo que importa es el control sobre el "premio material", el cual canaliza de muchas formas una gran riqueza hacia EE.UU., así como la "extraordinaria fuente de poder estratégico", que se traduce en una palanca para el "dominio mundial unilateral".

Una interpretación diferente es que la Administración cree exactamente lo que dice: Irak se ha convertido de repente en una amenaza para nuestra existencia y la de sus vecinos. Debemos asegurarnos que las armas de destrucción masiva de Irak y los medios para producirlas sean completamente destruidos, y el monstruo de Sadam eliminado. Y rápidamente. Para que una guerra contra Irak fuera óptima, se debería emprender durante el invierno, y el invierno 2003-2004 será demasiado tarde. Para entonces, el hongo nuclear que predice la consejera de Seguridad, Rice, puede habernos consumido ya.

Supongamos que esta interpretación es correcta. Si los poderes de Oriente Medio temen más a Washington que a Sadam, como aparentemente sucede, eso revela su limitada comprensión de la realidad. Es sólo circunstancial que para el próximo invierno la campaña presidencial esté en marcha. Del mismo modo otras dudas pueden, de alguna forma, apartarse a un lado. ¿Cómo podemos lograr entonces los objetivos anunciados?

Se han discutido muchos planes, pero al parecer se ha ignorado uno muy simple, quizás porque se considere insensato. El razonamiento es correcto, pero es instructivo preguntar por qué.

La humilde propuesta es animar a Irán a invadir Irak, proporcionándoles el apoyo logístico y militar necesario desde una distancia segura (misiles, bombas, bases, etc.). La propuesta tiene muchas ventajas sobre aquellas que están siendo consideradas en estos momentos.

Primero: Sadam será derrocado, es más, hecho trizas junto a los que estén a su lado. Cualquier rastro de armas de destrucción masiva será eliminado, no sólo ahora sino para posteriores regímenes, junto a los medios para producirlas. Sería un gran beneficio para el desarme en general. Irán tiene muchas más motivaciones de peso para conseguir este fin que los círculos de Bush.

Segundo: habrá pocas víctimas estadounidenses o israelíes si es que hay alguna. Los ataques con misiles Scud contra Israel no impedirán la liberación de Irak por parte del principal enemigo de Israel.

Es cierto que muchos iraquíes e iraníes morirán, pero eso apenas supone una preocupación. Los círculos de Bush - como se ha dicho antes, la mayoría reaganianos reciclados - apoyaron fervientemente a Sadam cuando éste atacó Irán, totalmente ajenos al enorme coste humano de entonces y al causado bajo el posterior régimen de sanciones. Es probable que Sadam use armas químicas, pero eso tampoco puede suponer una preocupación. El mando actual apoyó firmemente a la "bestia de Bagdad" cuando usó armas químicas contra Irán en los años de Reagan y cuando usó gas "contra su propio pueblo": kurdos que eran su propio pueblo en el sentido en el que los cherokis eran el pueblo de Andrew Jackson. Los actuales planificadores de Washington continuaron apoyando a la bestia después de que hubiera cometido, con diferencia, sus peores crímenes. Incluso le suministraron los medios para desarrollar armas de destrucción masiva, nucleares y biológicas justo hasta la invasión de Kuwait, cumpliendo con "nuestro deber de apoyar a los exportadores estadounidenses", como explicó John Kelly, ayudante del secretario de Estado con responsabilidad en Oriente Medio, a principios de los noventa. Inglaterra se unió alegremente. Bush padre y Cheney también autorizaron la matanza de shiíes por parte de Sadam en marzo de 1991 en interés de la "estabilidad", como sobriamente se explicó. Sólo retiraron su apoyo al ataque contra los kurdos por la enorme presión nacional e internacional. Así que, seguro que el coste humano no puede ser una preocupación.

La Guerra Fría no tuvo relevancia. Rusia se unió a los buenos apoyando a Sadam. Tampoco fue la guerra contra Irán un factor determinante, como se demostró por el continuo apoyo a Sadam mucho después del final de la guerra.

Tercero: la ONU no será un problema. No será necesario explicarle al mundo que la ONU es relevante cuando cumple órdenes, de lo contrario no lo es. En palabras de un alto cargo de la Administración después de que el congreso autorizara el uso de la fuerza militar: "no necesitamos al Consejo de Seguridad. Así que si el Consejo de Seguridad quiere mantener su relevancia tiene que darnos una autoridad similar". Si alguien se opone a la liberación de Irak, EE.UU. siempre puede usar el veto para proceder igualmente.

Cuarto: Irán seguro que tiene credenciales mucho mejores que Washington para la guerra. A diferencia de la Administración de Bush, Irán no tiene un historial de apoyo al sanguinario Sadam y a sus programas de armas de destrucción masiva. Más bien, fueron las principales víctimas del ataque iraquí respaldado por EE.UU. y Gran Bretaña, entre otros. Se puede objetar, acertadamente, que no podemos confiar en el mando iraní, pero lo mismo se puede decir con más razón de aquellos que continuaron ayudando a Sadam después de haber cometido sus peores crímenes. Es más, nos ahorraremos la vergüenza de profesar una fe ciega a nuestros líderes de la manera que justamente ridiculizamos en estados totalitarios. No se necesitará un llamamiento tácito para una milagrosa conversión religiosa, de la que no hay ni rastro de prueba, ni siquiera la mínima decencia de reconocer crímenes anteriores. Y no tendremos que rebajarnos a ser partidarios de una invasión porque el mando en Washington tiene una "responsabilidad" especial que compensar por sus anteriores crímenes, por los que ni siquiera muestra arrepentimiento. Un argumento que tiene unas consecuencias interesantísimas cuando se generaliza.

Quinto: la liberación será saludada con entusiasmo por la mayoría de la población, mucho más que si invade EE.UU. La gente gritará de alegría por las calles de Basora y Karbala, y podemos unirnos a los periodistas iraníes en aclamar la nobleza y justa causa de los liberadores.

Sexto: Irán puede avanzar hacia el establecimiento de una "democracia", de nuevo con credenciales no peores que las de Washington, como puede revelar rápidamente un vistazo a la historia. Las contribuciones de Washington a la democracia en la región son bien conocidas y los reformistas iraníes tendrán algunas ventajas en seguir la labor, siquiera porque la mayoría de la población es shií e Irán tendrá menos problemas que EE.UU. en concederles una voz en el gobierno sucesor. En cuanto a los kurdos, si buscan una auténtica autonomía es probable que provoquen una invasión turca. A la luz de la decisiva contribución de Washington a las enormes atrocidades turcas contra los kurdos en los noventa, unas de las peores de esa horripilante década, el argumento para el papel de EE.UU. en este asunto es más bien débil, por decirlo suavemente.

No habrá problemas en conseguir acceso al petróleo iraquí, al igual que empresas estadounidenses podrían explotar fácilmente los recursos energéticos iraníes en este momento si Washington lo permitiera.

Sin proceder a ella, la propuesta parece ofrecer muchas ventajas sobre aquellas que se discuten en estos momentos. Entonces, ¿cuál es el único inconveniente? Hay muchos problemas fundamentales.

Primero: EE.UU. no podrá utilizar la "extraordinaria fuente de poder estratégico" como palanca para la dominación mundial y tendría que compartir el gran "premio material" con otros, más allá de lo que el mando preferiría. Segundo: "la clásica estrategia moderna de una oligarquía de derechas en peligro de extinción" se vería frustrada. Los problemas domésticos de la Administración de Bush seguirían sin resolver: la población se libraría del temor y podría prestar atención a lo que se les está haciendo. Y por último, los planes para un "dominio mundial unilateral" sufrirían un serio golpe.

Como dice acertadamente Lieven: "los nacionalistas radicales" en Washington tienen lazos muy próximos con los ultra-nacionalistas israelíes. En los noventa, Richard Perle y Douglas Feith escribían documentos de posición para Benyamin Netanyahu, quien sobrepasa a Ariel Sharon en la extrema derecha. La normalmente fiable prensa israelí ha estado informando durante algún tiempo sobre sus conexiones y planes. Éstos incluyen planes de gran envergadura para reconstruir Oriente Medio a semejanza del antiguo imperio otomano, pero ahora con EE.UU. y sus bases militares en Israel a cargo y cooperando con Turquía. Es lo que la prensa egipcia ha descrito como el "eje del mal" EE.UU.-Israel-Turquía. Según algunos planes anunciados, una monarquía hachemí podría extenderse desde Jordania a partes de Irak y Arabia Saudita y los palestinos podrían entonces ser "trasladados" a otro sitio, quizás Jordania. La guerra contra Irán bien puede estar ya en camino. Una buena parte de la fuerza aérea israelí está situada en Turquía, y se ha informado que vuelan a lo largo de la frontera iraní desde bases estadounidenses. Se están desarrollando planes para la partición de Irán, quizás ya iniciados, según fuentes especializadas de EE.UU.. Lieven y otros sugieren que los nacionalistas radicales tienen planes similares que se extienden a países tan lejanos como China y que pueden continuar durante décadas "hasta que una mezcla de terrorismo y los insoportables costes sociales, políticos y medioambientales de la dominación económica estadounidense paguen por el presente orden mundial".

No es sólo la mayor parte del mundo la que les considera una amenaza. Lo mismo ocurre con estimados analistas estratégicos y especialistas en Oriente Medio en EE.UU., como Anthony Cordesman, que es de los de la "línea dura" dentro de los sectores sensatos. Según el principal corresponsal diplomático en Israel, Akiva Eldar, Cordesman ha advertido que Washington debería "dejar claro que su compromiso con Israel no conlleva un compromiso con los estrategas más ineptos ni con los irresponsables de la "línea dura", refiriéndose no tan indirectamente a Perle y Feith, quienes están cercanos a los centros de poder en Washington.

Al regresar a Israel después de mantener reuniones con altos funcionarios del Pentágono, el respetado analista estratégico Ehud Sprintzak comentó que: "estamos hablando de un grupo revolucionario con un enfoque totalmente diferente del mundo árabe y de las amenazas que proceden de él. Se puede resumir su enfoque en una frase: Ellos piensan que el mundo árabe es un mundo de retrasados que sólo entienden el lenguaje de la fuerza". Esto indica un claro menosprecio, como ha revelado la reciente reacción a la pequeña desobediencia alemana.

La humilde propuesta de una liberación por parte de Irán es por supuesto insensata, pero no carente de mérito. Es mucho más razonable que los planes que se están implementando actualmente, o para ser más exactos, sería más razonable si los objetivos pretendidos tuvieran alguna relación con los reales. En cuanto a los motivos verdaderos, la alternativa revisada aquí tiene una gran carga de verosimilitud.

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