LOS PLACERES Y LOS DIAS | FRANCISCO UMBRAL

Gatos isabelinos

    Con esto de gatos isabelinos no quiero decir que haya una raza de gatos en forma de consola, aunque también sería bonito, porque los ojos de mi gata son espejos de Siam. Se refiere uno sencillamente a esas tribus de gatos que vengo observando y nutriendo desde hace treinta años, en la calle de Cea Bermúdez, o sea los famosos gatos del Canal de Isabel II, que han estado siempre allí, aquí, como en la ONU de los gatos. La Administración, de nuevo, quiere acabar con los gatos. Yo llamo a rebato a todas las señoras de Madrid que diariamente dan de comer a los isabelinos gatos de la Villa.
Arturo Canalda, gerente del Canal, ordena desalojar a los gatos y ya se han retirado las casetas que puso para ellos Mayor Oreja.
Protestan las asociaciones de la defensa del animal, se encrespan contra el gerente de la cosa y hay centenares de correos electrónicos que llegan desde Estados Unidos, Canadá, Francia y Argentina, y de toda la geografía española. Canalda reconoce que esto se ha convertido en un problema porque hay gente que se deshace de sus gatos tirándolos por la valla, con lo que se reúnen ahora casi un centenar de félidos o felinos, muchos de ellos enfermos. «Se trata de evitar riesgos», dijo a Efe. Lo cual que tenemos a medio mundo sensibilizado a favor de los gatos isabelinos, que nos esperan todas las tardes, en la esquina de Cea Bermúdez y Santa Engracia, para desayunar y darnos los buenos días.

    Nuestros gatos tienen mejores relaciones internacionales que nuestro Gobierno. Los nuevos medios de comunicación se han movilizado en seguida por los gatos españoles como no se movilizarían por nuestro Gobierno, por nuestros terroristas ni por nuestras mujeres maltratadas. A uno esta sensibilización hacia el gato, hacia los animales en general, hacia la globalización, le parece más optimista y eficaz que la sensibilización globalista y política, que es artificial y globaliza más a unos que a otros. Incluso los hay que nos quedamos dentro de la pequeña burbuja doméstica oyendo un disco viejo de Sinatra, que cantaba mejor que Rosa, pero nunca ganó Eurovisión, porque le hubiera dado mucho asco.
La sensibilidad del hombre debe principiar en el niño y madurar en el adulto. Amo Madrid, pero no me sirve esta ciudad que tiene tribus de gatos en lánguidas o encrespadas reservas, muriendo de leucemia felina mientras la autoridad no se aclara.

    Pido una manifestación por los gatos de Isabel II, y esto no se contradice con las huelgas de reglamento. José Luis García Sánchez, el genio que creció a la sombra de Rosa León, ha dicho agudamente que ya no hay izquierda porque los pobres no se juntan. Tampoco hay sociología ecológica porque los ecologistas no se juntan lo suficiente.
La esquina más conflictiva de Madrid es la que he señalado hace un momento, con sus gatos maullantes, inteligentísimos. En muchas exploraciones prehistóricas se descubren animales domésticos.
Aquellos hombres de piedra o bronce que se entendían con el gato o el perro eran mucho más adelantados que nosotros. Después de siglos, hay en Madrid peleas de perros con apuestas y premio, siempre sobre la cláusula de que uno de los perros muera.
El animal es un signo de nuestra propia existencia. Si matamos al gato/signo, la Humanidad se está suicidando.

Mayo 2.003

LiberAcción

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