EL TRÁFICO DE ESPECIES AMENAZADAS
Más de 2 billones de pesetas anuales
de beneficio; unas 700 especies a punto de extinguirse; 50.000
primates, 140.000 colmillos de marfil de elefantes, 350 millones
de peces tropicales, 4 millones de cactus..., comerciados en un
solo año; estas cifras son solamente el botón de muestra de la
estadística demoledora que resulta del comercio internacional de
especies protegidas, una de las causas más importantes de pérdida
de biodiversidad en el mundo. Mientras los traficantes prosiguen
su actividad, un acuerdo internacional, el Convenio de Washington
o CITES, intenta frenar el tráfico mortal de especies de fauna y
flora mundiales.
Diez de la mañana de un caluroso día de verano. Decenas de
pasajeros, equipajes de mano, enormes maletas, sacas con correo,
cajas y un sinfín de bultos y personas se mezclan con rapidez.
Nos encontramos en el aeropuerto Madrid-Barajas, donde acaba de
aterrizar un avión transcontinental procedente de un país
sudamericano. Transcurridos algunos minutos, un oficial de
aduanas pasa revista de forma rutinaria a un cargamento
perteneciente al citado vuelo; todo parece correcto. Los papeles
afirman que la mercancía transportada es café. El responsable
de Comercio Exterior está a punto de dar el visto bueno a la
importación cuando de repente percibe un extraño ruido del
interior de una de las cajas. ¿Qué ha sido eso? pregunta el
oficial. Rapidamente su ayudante abre la caja y entre los granos
de café emerge un segundo bulto que inmediatamente es abierto.
Dos pequeños primates, titíes leonados, escapan de su
cautiverio; instantes después, un vistazo más minucioso al cajón
permite comprobar que en el interior permanece otro tembloroso
ejemplar, escondido en un rincón tras los restos de otros tres
titíes muertos. En los momentos posteriores, un nutrido grupo de
agentes de aduanas y guardias civiles revisan minuciosamente
todas las partidas pertenecientes al mismo vuelo. Horas más
tarde varias jaulas acogen numerosos titíes, guacamayos, cacatúas,
serpientes y crías de cocodrilo. El cargamento de cafe ha
resultado tener unos inquilinos inesperados y la firma
importadora está casualmente relacionada con un conocido
traficante centroeuropeo de animales salvajes. Acaba de
escribirse otro capítulo más de la interminable historia del tráfico
internacional de especies amenazadas.
Aunque se trata de un relato simulado, es por desgracia una
escena habitual en muchos de los puntos aduaneros del mundo. La
captura y el comercio ilegal de fauna y flora supone una de las
principales amenazas que ensombrecen el futuro de algunas de las
especies silvestres, sobre todo las más amenazadas. La rareza y
exotismo de determinados animales despierta en ciertos seres
humanos el absurdo deseo de poseer algo que es escaso, en
ocasiones único, pero desgraciadamente irreemplazable. A veces,
el hombre piensa que el animal que mantiene retenido en su hogar
se haya en excelentes condiciones en su "nueva casa",
pero con su actitud lo único que consigue es que la especie
viaje hacia un destino sin retorno: una extinción anunciada.
De esta forma, el exotismo de algunas especies, su escasez y los
pingües beneficios del comercio ilegal hacen de este hecho una
actividad lucrativa muy rentable y poco perseguida, hasta hace
unos años, al no existir la posibilidad de acciones legales
dirigidas a sancionar de forma severa a los traficantes. Pero
desde 1997 existe un nuevo reglamento (que actualiza el anterior
de 1982) relativo a la aplicación del CITES en la UE, mucho más
estricto que el precedente y cuya puesta en vigor nacional podría
suponer penas de cárcel de hasta 6 años para los traficantes.
SIGNIFICADO DEL TRAFICO INTERNACIONAL DE ESPECIES
Aunque las líneas anteriores esbozan la
importancia del comercio ilegal de especies, quizás muchas
personas no conozcan en profundidad el verdadero significado de
este tráfico. Pues bien, hay un primer dato que sería
suficiente para justificar cualquier esfuerzo de cooperación
internacional dirigido a luchar contra el tráfico de animales y
plantas: unas 700 especies se encuentran en la actualidad en
peligro de extinción como consecuencia directa de la captura en
sus medios naturales y la posterior comercialización. Pero además,
unas 2.300 especies animales y 24.000 plantas están amenazadas
por esta misma razón. Así, el tráfico con especies de fauna y
flora se convierte en una de las causas más importantes de pérdida
de biodiversidad en el planeta. Efectivamente, según datos del
Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), cada año pueden
comprarse y venderse en todo el mundo unos 50.000 primates vivos,
5 millones de aves vivas, 10 de pieles de reptil, 15 de pieles de
mamíferos, 9 de orquídeas, 7 de cactus, 350 de peces
tropicales..., que son apartados de sus hábitats naturales para
terminar sus vidas cautivos de un medio que les es hostil.
Estas contundentes cifras no hacen sino traducirse finalmente en
dinero, en miles de millones de pesetas de beneficios para las
personas que se lucran de la tragedia de miles de seres vivos
distintos. En efecto, al analizar las principales razones por las
que se sigue manteniendo un negocio que está produciendo tanto
daño a las poblaciones silvestres de multitud de especies, nos
encontramos con que este tráfico produce pingües dividendos a
unas cuantas personas que, además, han observado que se trata de
una actividad ilegal poco arriesgada y no tan perseguida como lo
puede estar el narcotráfico o el tráfico de armas, pero que es
equiparable a éstos en rentabilidad.Datos de la Interpol estiman
que el comercio ilegal de especies mueve anualmente unos dos
billones de pesetas. Impunidad y rentabilidad representan un
claro acicate para muchos traficantes, lo que está provocando
que el problema aumenta a pesar de los cada vez mayores controles
internacionales. En más de una ocasión se ha observado que los
canales de distribución y las personas implicadas en asuntos de
tráfico de especies son los mismos, probándose así que se
trata de un complejo y grave problema de especiales consecuencias
para la naturaleza.
Algunas especies y productos derivados de la naturaleza se
encuentran entre los más cotizados económicamente. La
singularidad o rareza zoológica y botánica es directamente
proporcional a su cotización en el mercado y así, cuanto más
rara es una especie, más valiosa es y, como un círculo vicioso,
más se la persigue, disminuyendo hasta límites mínimos o
incluso extinguiéndose. Las dagas orientales vendidas en Yemen
cuyas empuñaduras están realizadas con cuerno de rinoceronte
africano pueden alcanzar un valor de 1,5 millones de pesetas; el
polvo de cuerno de rinoceronte asiático, vendido como supuesto
afrodisíaco, vale unos 2,6 millones de pesetas por kilo; un
abrigo de pantera nebulosa puede costar hasta 10 millones de
pesetas en Japón. Pero las implicaciones de este tráfico
traspasan las fronteras económicas y se hacen políticas y
sociales, toda vez que, una vez más, son los países en vías de
desarrollo los grandes perdedores -sacrifican su naturaleza y son
los que menos beneficios económicos reciben.
Efectivamente, las diferencias entre los dos hemisferios del
planeta también se hacen notar en este campo y, así, mientras
que los países en desarrollo son los grandes abastecedores de
especies de fauna y flora silvestres, los países desarrollados
son los grandes consumidores. Estados Unidos, Japón y la Unión
Europea son los principales puntos de importación, mientras que
países de Sudamérica, África y el sureste asiático
proporcionan la mayoría de especies para el comercio
internacional. Argentina, Indonesia, Tanzania y Uruguay son los
principales países de donde proceden la mayor parte de
Psitaciformes (loros, guacamayos, cacatúas) con los que se
comercia. Sólo Estados Unidos importa unos 300.000 loros al año
con destino a las tiendas de animales de compañía. Igualmente,
Indonesia y Argentina son los principales proveedores de pieles
de reptil, siendo Estados Unidos, Japón, España y Francia los
primeros importadores.
RUTAS Y PAÍSES
En un estudio realizado por el Fondo Mundial para
la Naturaleza (WWF) y TRAFFIC, organización dependiente de la
anterior que se encarga del seguimiento del comercio
internacional de especies, se pone de manifiesto la importancia
de la Unión Europea (UE) en el contexto de este comercio. Datos
del período 1988-1991 indican que la UE es el primer importador
mundial de pieles de reptil, importando casi 4 millones de
pieles; el segundo gran importador de primates, después de
Estados Unidos, con 46.000 ejemplares; el primer importador
mundial de loros, cacatúas y similares, contabilizando casi 1
millón de ejemplares (el 39% del comercio mundial); el primer
importador de boas y pitones vivas; el segundo mayor importador
mundial de félidos vivos y el primer importador y exportador de
especies de plantas.
Son muchas las rutas y métodos de transporte utilizados para
canalizar todo este volumen de comercio de especies. Por tierra,
mar y aire, llegan singulares "mercancías" a los países
de destino utilizando casi siempre los mismos intermediarios.
Hasta 1989, año en el que se prohibió el comercio de marfil a
nivel internacional, la mayoría del marfil procedente de
diversos países africanos pasaba por Burundi con destino a los
Emiratos Arabes Unidos, uno de los centros más importantes del
mundo en comercio ilegal de especies y productos derivados.
Taiwan ofrece una ruta de paso para los colmillos de elefante de
contrabando y para los cuernos de rinoceronte de África, así
como para loros y pieles de reptil procedente de Iberoamérica.
Bolivia, Guayana francesa y Paraguay actúan de intermediarios en
el movimiento ilegal de las aves exóticas con destino a Estados
Unidos. Por último, hay que destacar el importante papel de España
en este contexto que, debido a su estratégica situación geográfica,
se utiliza como punto de paso de multitud de especies y productos
derivados para su posterior reexportación a otros países
europeos.
Pero el tráfico de especies significa algo más que esta miríada
de datos. Expertos del WWF estiman que de todos los animales
vivos que recorren el mundo de contrabando, entre el 60 y 80 por
ciento mueren durante la captura, transporte y comercialización
posterior. Esta es la razón por la que el tráfico con especies
vivas significa una esquilmación notable para muchas poblaciones
animales, cuya disminución provoca efectos directos sobre otras
especies, al desestabilizar la cadena alimentaria y causa la
multiplicación de plagas de insectos, al terminar con sus
predadores. En Asia, por ejemplo, la sobreexplotación de las
ranas toro, que se alimentan de mosquitos portadores de malaria,
ha provocado la expansión de la enfermedad. Pero además, la
explotación no controlada de especies de fauna y flora tiene
también efectos negativos sobre la economía de los países en vías
de desarrollo, cuyas poblaciones locales pueden depender de la
venta de productos derivados de animales y plantas para
sobrevivir.
ESPECIES MÁS AFECTADAS
Son muchas las especies directa o indirectamente
afectadas por el comercio. Rinocerontes, tigres, elefantes,
chimpancés, caimanes, leopardos, nutria gigante, colibríes,
aves y ranas exóticas..., son algunos de los animales en peligro
de extinción debido a la persecución a la que se ven sometidos
con el fin de obtener alimento, pieles, trofeos, especímenes
vivos, objetos turísticos, medicinas tradicionales, plumas, cráneos...
y un sinfín de productos y restos derivados. Coleccionistas,
zoológicos, laboratorios de investigación biomédica, tiendas
de animales y la propia explotación para consumo interno, son
algunos de los destinos finales de las cacerías. Sin embargo, es
evidente que hay ciertas grupos sobre los que el tráfico ha
incidido de forma especialmente notable, como los que se destacan
a continuación.
Rinocerontes
Ningún otro animal ha sido tan gravemente afectado por el
comercio como los rinocerontes. Durante los últimos 20 años,
según datos del WWF, la población mundial de rinoceronte ha
disminuido en un 85 por ciento, quedando actualmente poco más de
10.000. Existen cinco especies distintas, dos africanas
(rinoceronte negro, Diceros bicornis, y rinoceronte
blanco, Ceratotherium simum) y tres asiáticas
(rinoceronte indio, Rhinoceros unicornis, rinoceronte de
Sumatra, Dicerorhinus sumatrensis, y el de Java, Rhinoceros
sondaicus). Todas se encuentra en peligro de extinción,
aunque son el indio (con unos 1.700 ejemplares), el de Sumatra
(con 660) y el de Java (con apenas medio centenar de ejemplares)
los condenados a una extinción inmediata, casi segura, a no ser
que se tomen medidas urgentes tendentes a su conservación. Son,
sin embargo, los 4.000 rinocerontes blancos y los 4.000 negros
los que están sometidos actualmente a una mayor presión.
Durante muchos siglos, los cuernos de rinoceronte han sido
transformados por los chinos en objetos decorativos como copas de
ceremonia o platos. Sin embargo, a partir de los años 70 se ha
observado un aumento en la demanda de cuerno de rinoceronte, al
que varias naciones asiáticas atribuyen propiedades medicinales
y afrodisíacas. También se utiliza para realizar las empuñaduras
de las tradicionales dagas de Yemen, vendidas a precios
millonarios a los turistas. En tan sólo ocho años, este país
importó más de 22.000 kilos de cuernos con este propósito. El
95 por ciento de los cuernos de rinoceronte con los que se
trafica procede de las especies africanas, tráfico que va
disminuyendo por una lado debido al mayor control existente pero,
por otro, a la cada vez mayor escasez de estas especies.
Tigres
La historia de las poblaciones de tigres está íntimamente
ligada a la actividad humana. A punto de extinguirse en los años
60-70 con motivo de su caza y la obtención de pieles, se recuperó
ligeramente en los 80, gracias al Proyecto Tigre del WWF, y ahora
vuelve a estar amenazado por la explotación descontrolada de sus
productos derivados. Todos los tigres pertenecen a una especie,
Panthera tigris, dividida en ocho subespecies distintas que se
distribuyen en el centro y este de Asia. En los últimos 50 años
se han extinguido tres subespecies, los tigres de Bali, del
Caspio y de Java. De las cinco restantes, el tigre de Bengala
conserva unos 4.500 individuos, el de Indochina unos 1.500, el de
Sumatra 600, el de Siberia 200 y el de China tan sólo 80. La
principal razón de la actual disminución de las poblaciones de
tigres es su explotación para obtener huesos que se utilizan en
la medicina china, aunque estas prácticas tradicionales utilizan
cualquier parte del tigre, ojos, nariz, dientes, cerebro, carne,
pelo, testículos, rabo, a las que atribuyen propiedades terapéuticas
para nauseas, malaria, epilepsia, asma, dolor de dientes y muchas
más patologías. Además de China, los productos derivados del
tigre se consumen en Taiwan, Corea del Sur e Indochina, exportándose
a Hong Kong, Malasia, Singapur y Tailandia, además de diversos
países europeos y Estados Unidos.
Elefantes
El elefante africano, Loxodonta africana, ha visto
reducida su población a la mitad en tan sólo diez años. La
causa: el codiciado marfil de sus colmillos, con los que se
realizan multitud de objetos decorativos vendidos a elevados
precios. Aunque teóricamente los 650.000 elefantes existentes en
la actualidad pueden garantizar una estabilidad poblacional, el rápido
descenso antes comentado ha forzado la inclusión del elefante
africano en el Apéndice I del CITES, prohibiéndose así el
comercio de marfil desde 1989. La especie india, Elephas indicus,
en peor estado de conservación, está protegida desde hace más
tiempo y no se ha visto sometida a la implacable persecución de
la africana. Según informes del WWF, en los años 50 se
exportaron desde Africa unas 200 toneladas de marfil, cifra que
se elevó a 900 a finales de los 70. En los siguientes 20 años
se ha mantenido una media de entre 600 y 900 toneladas, pero a
costa de matar más individuos, ya que al desaparecer los grandes
machos (principales objetivos de los furtivos), de mayores
colmillos, hay que matar un mayor número de animales para
obtener el mismo tonelaje de marfil. Por ejemplo, para obtener
una tonelada de marfil en 1979 se mataron 54 animales adultos,
mientras que esa misma tonelada en 1987 costó la vida de 113
elefantes y de otros 55 jóvenes que murieron huérfanos, al
desaparecer los esenciales ciudados parentales de esta época de
su vida. Aunque la prohibición de comerciar con marfil es sin
duda uno de los pasos más importantes para asegurar la
conservación del elefante africano, es necesario potenciar otras
medidas urgentes de tipo económico con el fin de evitar que los
países con poblaciones de elefantes quieran volver a abrir este
comercio.
Osos
También la medicina tradicional está poniendo en peligro
determinadas poblaciones de osos del mundo. Durante miles de años,
la medicina china ha utilizado bilis y vesículas biliares de
osos con fines curativos y actualmente se utilizan como afrodisíacos
y para tratar graves enfermedades como el cáncer o la cirrosis
hepática [aunque aún no se haya demostrado la eficacia de tales
"remedios tradicionales".] El oso negro asiático, el
oso polar y el oso pardo son los "preferidos" para
obtener estos productos. Un estudio del WWF y de la oficina del
sureste asiático de TRAFFIC revela que esta tradición se
mantiene en los años 90, como lo demuestran los más de 10.000
osos mantenidos en cautividad en diversas granjas chinas. Corea
del Sur, Japón, Canada, Hong Kong, Singapur, China y Rusia son
los principales exportadores y Corea del Sur es el principal
importador, totalizando más de 4.000 kilos de bilis el volumen
importado en los últimos 20 años. Durante este mismo período
ha variado mucho el precio, desde unas 12.000 pesetas por kilo en
1977, hasta los más de 45 millones de pesetas/Kg que se
registraron en 1980, manteniendo una media entre 400.000 y 1,3
millones de pesetas.
EL CONVENIO DE WASHINGTON: UN INSTRUMENTO DE CONTROL INTERNACIONAL DEL COMERCIO DE FAUNA Y FLORA
Conociendo ya las dramáticas consecuencias que a
distintos niveles puede acarrear el tráfico de especies, puede
plantearse la pregunta: ¿existe algún tipo de control que
regule este comercio? En 1960, durante la celebración de la 7ª
Asamblea General de la UICN (Unión Mundial para la Naturaleza)
se comenzaron a discutir estos asuntos y se pidió a los
gobiernos que limitaran la importación de animales a lo
reglamentariamente establecido. En 1963 la UICN hizo circular una
resolución según la cual se pedía la creación de un convenio
para regular la exportación, importación o tránsito de
especies raras. Durante la Conferencia de las Naciones Unidas
sobre Medio Ambiente Humano, celebrada en Estocolmo en 1972, se
adoptó una recomendación según la cual 88 países discutirían
un borrador de convenio al año siguiente en Washington. Así, el
3 de marzo de 1973 se firmó el Convenio de Washington, más
conocido por sus siglas inglesas CITES, entrando en vigor con la
décima ratificación el 1 de julio de 1975.
Actualmente, unos 140 países forman parte de este acuerdo
internacional, cuyo fin primordial es la conservación de miles
de especies de fauna y flora mundiales mediante la regulación de
su comercio. La puesta en práctica del CITES es responsabilidad
directa de los países firmantes, quienes deben mandar periódicamente
a la Secretaría CITES con sede en Ginebra, Suiza, la relación
de importaciones y exportaciones de especímenes incluidos en el
CITES, para los cuales se exigen unos certificados especiales. El
Convenio de Washington incluye un texto legal por el que se deben
regir los países firmantes y una serie de apéndices donde se
encuentran las especies reguladas por el Convenio:
Apéndice I
Incluye todas las especies en peligro de extinción que
están o pueden verse afectadas por el comercio y que deben tener
una regulación especialmente estricta con el fin de no poner en
mayor peligro su supervivencia (primates, cetáceos, panda
gigante, elefantes, guacamayos, rapaces, cocodrilos...). El
comercio con estas especies está prohibido, salvo excepcionales
circunstancias.
Apéndice II
Recoge a las especies que, si bien en la actualidad no
se encuentran en peligro de extinción, podrían llegar a esta
situación a menos que se regule estrictamente su comercio. También
incluye otras especies no afectadas por el comercio pero son
similares, con el fin de promover un control más eficaz (todos
los primates, focas, 300 especies de reptiles, algunas ranas,
todos los psitaciformes, mariposas, corales, catus, orquídeas...).
Apéndice III
Incluye especies sometidas a reglamentación dentro de
la jurisdicción de un país y cuya explotación no se puede
prevenir o limitar sin la cooperación de otros países.
El CITES establece un sistema de obtención de permisos de
exportación para el país de origen y de importación para el de
destino, así como la extensión de certificados para las
excepciones previstas en el Convenio. Cada país debe nombrar una
serie de autoridades y tomar medidas internas encaminadas a
garantizar el cumplimiento del CITES, como sancionar el comercio
y/o posesión de especímenes, confiscar los individuos que estén
de forma ilegal o facilitar el depósito de los especímenes
incautados en centros concretos (lo que el Convenio denomina
"Centro de Rescate"). Sin embargo, es a este nivel
donde la mayoría de los países no han desarrollado su propia
legislación, lo que está disminuyendo notablemente la eficacia
en la aplicación de un convenio que, por sí mismo, no puede
frenar decisivamente el tráfico de especies. Sólo 1 de cada 5
países han legislado en mayor o menor medida en esta materia,
por lo que la falta de normas nacionales se ha constituido en el
auténtico problema, haciendo del tráfico de especies el más
impune y menos arriesgado de todos.
EL CITES EN ESPAÑA
Desde la década de los 60, gorilas, chimpancés,
tortugas, caimanes, cocodrilos, iguanas, anfibios, arañas,
pitones y boas, leones, guacamayos y cacatúas, entre otros,
comenzaron a sustituir a perros, gatos y canarios como mascota,
animal doméstico o de compañía. Según datos del Consejo
General de Colegios Veterinarios de España, se calcula que en
los hogares españoles existen cerca de 60.000 reptiles y más de
100.000 aves exóticas. La rápida salida al mercado debido a la
fuerte demanda y la ausencia de sanciones, los elevados precios
de venta y la permisividad de las fronteras españolas han
facilitado esta situación.
Este comercio ilegal plantea numerosos peligros para la salud
humana, al margen del propio daño que se le produce al individuo
con que se trafica o a la población de la especie a la que
pertenece. Al no pasar ningún control veterinario pueden ser
portadores de numerosas enfermedades de difícil control y
erradicación. Así, cuando un fotógrafo se pasea con su
chimpancé por las costas españolas en búsqueda de clientes que
se quieran fotografiar, no sólo hay que tener en cuenta que en
su captura y posterior adiestramiento mueren 8 de cada 10
chimpancés, y que se les droga y arrancan los dientes para que
sean más dóciles. Además, hay que tener presente que el
primate en cuestión puede ser portador de enfermedades
contagiosas para el hombre como la hepatitis A y B, poliomelitis,
diversos parásitos intestinales... Igualmente ocurre con las
cacatúas y los guacamayos que transmiten la psitacosis o con la
salmonella de las tortugas. Pero no es sólo el hombre el
afectado por las enfermedades. En agosto de 1987, entraron en
España 7 cebras enfermas procedentes de Namibia con destino al
Safari-Park Aitana (Alicante). Esto produjo un brote de peste
equina a nivel nacional que ha supuso la pérdida de gran parte
de la cabaña equina española, con unas pérdidas económicas
evaluadas en varios cientos de millones de pesetas.
En enero de 1986, con la incorporación de España a la Comunidad
Europea, el Convenio de Washington (CITES) entra en vigor en todo
el territorio nacional. A partir de ese momento, para poder
comercializar o poseer un ejemplar de una especie amenazada
incluida en dicho Convenio es preciso estar en posesión de un
certificado CITES que acredite que ese individuo proviene de cría
en cautividad. Sin embargo, según WWF/Adena y fuentes de la
Administración española, falsificar ese papel es relativamente
sencillo; además, la multa por carecer de él es insignificante.
En España son tres las autoridades que se encargan desde
entonces del cumplimiento del CITES: la Dirección General de
Comercio Exterior y la Dirección General de Aduanas como
autoridades administrativas y la Dirección General de Conservación
de la Naturaleza como autoridad científica. En un tiempo pasado,
las dificultades en el control aduanero, la ausencia de una
legislación nacional específica que permitiera la imposición
de sanciones, así como la inexistencia de un "Centro de
Rescate" donde depositar los especímenes incautados
(siempre por vías alternativas, como el contrabando y no por
violación al CITES), eran problemas muy graves que no veían
solución. Sin embargo, en los últimos tres años, se han dado
pasos decisivos para luchar contra el tráfico de animales y
plantas: la reforma del Código Penal y la puesta en escena del
SEPRONA, suponen un serio avance de la Administración española
en el control de este comercio ilegal.
COMERCIO DE ESPECIES PROTEGIDAS EN ESPAÑA
España acoge una riqueza faunística envidiable
en el contexto europeo e internacional. Esto induce a furtivos,
pajareros, cazadores desaprensivos, delincuentes y mafias
organizadas a peinar los campos y montes españoles en busca de víctimas
que cazar y vender: desde osos pardos, rebecos, urogallos,
linces, hasta águilas imperiales o halcones peregrinos, pasando
por toda suerte de pajarillos (mal llamados de jaula, como si
tuvieran un destino predeterminado) o galápagos. De esta forma,
huevos de aves en peligro de extinción y animales protegidos son
cazados furtivamente, disecados, almacenados y posteriormente
comercializados, pasando a engrosar colecciones particulares o de
ciertos museos, vendidos en mercados ambulantes, como el Rastro
madrileño, las Ramblas barcelonesas o en los mercadillos de la
Comunidad valenciana, o desde la trastienda de numerosos locales
conocidos por todos los expertos.
A escala internacional, la Península Ibérica ocupa una posición
estratégica privilegiada desde el punto de vista geográfico
para la realización de todo tipo de actividades comerciales y de
comunicación, tanto marítimas como aéreas. Esto ha propiciado
que el territorio español se esté utilizando principalmente
como punto de enlace hacia otros países de Europa y EE.UU para
canalizar enormes cantidades de animales protegidos procedentes,
sobre todo, de Iberoamérica, Africa ecuatorial y el sudeste asiático.
Así, según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) y la red
TRAFFIC, España es, junto con Argentina, Indonesia y Tailandia,
uno de los cuatro países más afectados por el tráfico ilegal
de especies amparadas por el Convenio sobre el Comercio
Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres
(CITES). Tampoco hay que olvidar que España mantiene un
importante volumen de comercio interno, sobre todo de pieles de
reptil, primates y aves exóticas, ocupando un lugar destacado a
nivel internacional.
En España se desarrolla en la actualidad (principalmente debido
al tránsito) más del 30% del comercio ilegal del animales y
plantas protegidos en el mundo y, según las autoridades
aduaneras españolas, más del 50% de este comercio ocurre sin
ser detectado. Todo esto representa un volumen económico cercano
a los 150.000 millones de pesetas.
EL NUEVO REGLAMENTO EUROPEO
El 9 de diciembre de 1997, la UE adoptó el
Reglamento 338/97 de aplicación del CITES en los países de la
Unión Europea. Se trata de un instrumento imprescindible que ha
reforzado de forma extraordinaria el CITES, haciendo que este
convenio internacional se transforme en algo mucho más que un
acuerdo regulador del comercio de especies. Se trata de un
reglamento en cuyos anexos se incluyen además especies no
incluidas en el CITES, que establece condiciones más estrictas
para la importación de especies, que especifica las condiciones
de alojamiento y transporte de especímenes vivos y que restringe
mucho más el comercio intracomunitario.
A través de 4 anexos distintos, este Reglamento incluye más de
26.000 especies distintas de fauna y flora del mundo sujeta a
restricciones comerciales y 1.089 cuyo comercio está prohibido.
Además, también desde 1997, el Código Penal español contempla
como delito ecológico el tráfico de especies amenazadas, lo que
sin duda ha representado una medida imprescindible para intentar
frenar esta actividad, una de las causas más importantes de pérdida
de diversidad biológica en el mundo.
Miguel A. Valladares
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