"NO AJUSTE SU CEREBRO (es la realidad la que falla)".

Gaspar Fraga.

No existe medicamento sin toxicidad; sus efectos secundarios siempre son adversos y adem�s de causar da�os irreversibles pueden ser mortales. Por contra, son raros, cuando no inexistentes, los medicamentos que producen en el consumidor efectos secundarios beneficiosos y/o placenteros.

Thomas Szasz, creador del neologismo farmacracia, dice que en nuestra sociedad, aunque los gobiernos apelen al racionalismo cient�fico, y lo utilicen para justificar sus pol�ticas, �stas siguen ancladas en dogmas religiosos que marcan su actuaci�n moral. Tanto el Nietzsche rompedor con "alcohol y cristiandad son los grandes narc�ticos europeos", como el Marx de "la religi�n es el opio del pueblo", hacen al psiquiatra Szasz recordar que "nadie vive sin religi�n, sin fe ni cultos".
Los gobiernos aprovechan esa necesidad social y espiritual legitimando drogas no definidas como tales, alentando su consumo adictivo (alcohol, tabaco, caf�); semitolerando el mercado negro de drogas ilegales (hach�s, coca�na, hero�na); o promoviendo el consumo de drogas l�citas, no tradicionales, como los psicof�rmacos, facilitadores de estados at�picos al homo tecnologicus. En su af�n por administrar la salud y vender tranquilidad al enfermo, prevalece la opacidad y presentan siempre como deficitaria la gesti�n p�blica sanitaria en beneficio de los laboratorios multinacionales. Asimismo, la parafernalia m�dico-farmac�utica es utilizada para que el enfermo pierda su instinto de la enfermedad y los l�mites de percepci�n de su salud, convirtiendo en universal fraude el concepto primordial de la sanidad. AS�, las populosas comuniones de otras �pocas son ahora multitudinarias diseminaciones de seres angustiados y neur�ticos, o ansiosos y psic�ticos, subyugados por la salud y el consumo medicamentoso.

Medicamentos de peligrosos "efectos secundarios", por los que mueren 100.000 personas al a�o en EE. UU. y 1.500.000 son hospitalizadas a causa de los f�rmacos recetados. Sin contar la automedicaci�n y mezcla con otros medicamentos, la masiva adicci�n a analg�sicos, antidepresivos, somn�feros y antibi�ticos. Con todo, la industria farmac�utica, una vez aprobada por los gobiernos la utilizaci�n de sus medicamentos, no dedica un c�ntimo a investigar sus efectos adversos. Y ello a pesar de ser un sector son ganancias netas del 25% al 45% mientras que, por ejemplo, la industria electr�nica obtiene benefcios s�lo del 4% al 20% invertido. En el a�o 2.000, la cifra conjunta de negocios de los l�deres del sector (Novartis, Merck, Pfizer y Johnson&Johnson) fue de 141.000 millones de d�lares, cantidad superior al PIB de pa�ses como Polonia o Noruega. Es una industria falata de �tica que dedica a I+D s�lo un escaso 7% en comparaci�n con el 28% destinado a publicidad en medios de comunicaci�n y a propaganda entre la profesi�n m�dica, a quien tienta y corrompe con viajes, simposios, regalos y cursos. Tampoco est� probada la eficacia real del 80% de unos productos farmac�uticos que, como mucho, s�lo alivian s�ntomas sin eliminar la enfermedad. De hecho, seg�n denunci� Ivan Illich, el mayor cr�tico de esta poderosa industria, a la que design� due�a monopolista del "negocio de la enfermedad", el progreso atribuible a medicina y a farmacia se puede estimar en poco m�s del 10% de eficacia curativa y extinci�n de enfermedades. El 90% del progreso restante reside en las mejores condiciones ambientales de existencia actuales, en la salubridad de aire y aguas, la higiene, la asepsia y la nutrici�n y diet�tica. Claro que este progreso pertenece al occidental mundo consumista y no es extensible al Tercer Mundo, mal alimentado y en condiciones de existencia bajo m�nimos. En �frica, la malaria a�n mata a tres millones de personas cada a�o y enfermedades ya erradicadas, como la viruela o la tuberculosis, regresan con mayor virulencia. Por otro lado, seg�n la OMS, el 64% de los medicamentos vendidos o donados por los pa�ses ricos est�n caducados, fabricados fraudulentamente o fueron prohibidos por las autoridades sanitarias por sus efectos adversos en los pa�ses productores pero distribuidos en pa�ses pobres. Recientemente, la multinacional Bayer fue denunciada por vender en Asia y Suram�rica un medicamento para hemof�licos que pon�a a �stos en alto riesgo de contraer SIDA. El producto, un coagulante sangu�neo, se mejor� para Europa y Estados Unidos, pero, a pesar de su peligrosidad, continu� vendi�ndose en Argentina, Taiwan y Hong-Kong.

Correlativamente, el absurdo en la prohibici�n de drogas ilegales reside en hasta qu� punto conf�a el individuo en la honestidad y la capacidad con que ejerce su protecci�n el estado sobre la salud de los ciudadanos. Se dir�a que basa su fe en el "pap� Estado" con igual fervor en que tiempos atr�s se confiaba en que la Iglesia procurar�a la salvaci�n de las almas de sus feligreses. Fue la revoluci�n francesa la que cambi� este concepto cuando cre� por decreto el Comit� de Salud P�blica y los m�dicos ocuparon el lugar de los curas. Entonces se dictamin� que el estado de salud de los ciudadanos era un asunto p�blico e igualitario, y la Asamblea Revolucionaria nombr� al cargo de la salubridad p�blica al m�dico Joseph Guillotin; el primero en "curar" enfermedades mentales radicalmente, con... la guillotina.
Siglo y medio despu�s, el descubrimiento en los a�os cincuenta de tranquilizantes y antidepresivos para tratar conductas neur�ticas dispar� el consumo de estas drogas en cientos de millones de dosis anuales. Era la "p�ldora feliz" anunciada con el eslogan "No ajuste su cerebro, es la realidad la que falla". El efecto calmante, asiol�tico, de las benzodiacepinas (Valium, Dormodor...), m�s seguras que los barbit�ricos (prohibidos en EE.UU. en 1.949) por mortalidad en sobredosis, fue remedio ideal para individuos ansiosos, agobiados por la realidad. Pero, aunque aliviaban su ansiedad y reduc�an su instinto agresivo, le creaban una fuerte adicci�n. Hasta final de los a�os ochenta estos tranquilizantes "menores" -como los llam� el doctor Murray Jarvik, en 1.970, por contraste con "mayores" como las fenotiazinas- tuvieron un mercado universal estimulado por la farmacracia como gran negocio.

C�mplices necesarios de los laboratorios, los modernos theraputea, o sacerdotes m�dicos, ya antes hab�an creado conductas psic�ticas, como la esquizofrenia -"pensamiento desordenado, delirante y alucinatorio que da lugar a una conducta social emocionalmente no apropiada"-, que el Gran Farma trat� como clorpromazina (Largactil, Meleril...), droga con que desde los a�os cincuenta con "curados" los esquizofr�nicos, es decir, personas que por creerse independientes del pensamiento "normal" impuesto por el sistema son sometidos a un tratamiento "salv�fico" mediante bloqueo qu�mico cerebral de la dopamina. En esta curaci�n se aplic� con �xito la clorpromazina, a modo de "camisa de fuerza" o "lobotom�a" qu�mica, lo que dio lugar en los a�os setenta a la corriente antipsiqui�trica (Szasz, Laing, Bataglia...), que llev� al desmantelamiento de la vieja instituci�n manicomial. As� se logr� una "curaci�n" incruenta, al contrario del doctor Guillotin, aunque no menos "decapitadora".

El "negocio de la enfermedad", como denunci� Ivan Illich, tiene en las drogas antidepresivas una fuente inagotable de poder y beneficios econ�micos. Drogas como la fluoxetina (Prozac) u otros espec�ficos, como la mirtazepina, que alteran la funci�n neuronal inhibiendo la emisi�n de serotonina y noradrenalina, son medicamentos muy psicoactivos, para subir el �nimo en estados depresivos. Son f�rmacos tan legales como nocivos. Su prospecto advierte extensamente de que pueden afectar en forma masiva al organismo humano (h�gado, ri��n, coraz�n, pr�stata, etc.), o bien interferir adversamente en otras patolog�as (epilepsia, diabetes, presi�n arterial, glaucoma intraocular, etc). Son microbombas dirigidas sobre su paciente por el psiquiatra, quien a menudo incurre en error diagn�stico por simple ignorancia del funcionamiento neuronal. La yatrog�nesis, o da�os al paciente por error, es la peor relaci�n posible entre m�dico y enfermo. Sin embargo, es casi imposible obtener de las corporaciones m�dicas datos de mortalidad debida a reacciones adversas a los medicamentos, aunque �sta es la causa m�s importante de lo que se llama "mortalidad yatrog�nica".
Incluso, la informaci�n acad�mica de un reputado diccionario cient�fico (Diccionario Oxford de la mente, Alianza, 1.995) al explicar los efectos de las drogas psicoactivas -de cannabis a benzodiacepinas-, cuando describe los "alucin�genos" (LSD, psilocibina, mescalina, fenciclidina...), dice que "pertenecen a una clase aparte, porque son compuestos que pueden producir cambios extra�os en la percepci�n" (las cursivas son m�as). Que son "clase aparte" -es decir, ilegales- no es explicaci�n cient�fica ni informativamente aclaratoria. Tampoco es cient�fico decir que pueden producir "cambios extra�os", pues los cambios perceptivos que atribuye el diccionario a los "alucin�genos" tambi�n aparecen bajo efectos agudos del alcohol, sustancia no denominada "alucin�gena". Su convivencia con la farmacracia hace al cientifismo absurdamente no explicativo y �rbitro moral en la prohibici�n de drogas ilegales. Tambi�n este Diccionario Oxford aparece sesgado y ocultista al decir que el efecto de esas sustancias "alucin�genas" es de de "reemplazar el mundo presente por otro igualmente real, pero diferente, y a menudo con alucinaciones sensoriales v�vidas" (p�g. 960, op. cit., y cursivas, tambi�n m�as)... �Qu� significa reemplazar el mundo presente por otro igual de real?. Adem�s, �por qu� es irreal aun manteniendo sensaciones muy v�vidas? vemos c�mo el concepto de alucinaci�n est� pobre y esquivamente definido en esta obra de la ciencia.

Volviendo a la esquizofrenia y haciendo transposici�n suya a la "alucinaci�n" del diccionario, se observa c�mo en ambos conceptos aparecen dos realidades en conflicto. Una es oficial, sanitaria, v�lida, la del sacerdote theraputea. Otra, contrapuesta, es la del enfermo, del drogado, la inv�lida, la del ignorante lego. Y poco importa que la misma diagnosis equipare el "mundo presente" con otro "igualmente real" o que, a pesar de llamarlas diferentes, describa en el enfermo o drogado "sensaciones v�vidas", bien reconocibles para el propio "alucinado" o "esquizoide". O sea, la persona capaz de pensar, de imaginar por s� misma; capaz de disentir del sistema de vivencias en que se halla; de sentir otras emociones y expresar sus �ntimas sensaciones... �est� alucinando! Y alucina por ingerir una sustancia -alg as� como tragar al Mal- que abre su percepci�n a otras sensaciones v�vidas que le rebelan contra la situaci�n molesta y le hace padecer por sentirse ajeno al "mundo presente", al entorno social en que se mueve.

El supuesto divorcio entre medicina y moralidad se basa en que la clase m�dica, a diferencia de la jur�dica o religiosa, descansa sobre fundamentos cient�ficos exentos de valoraci�n moral, infalibles. As�, en pro de la salud p�blica, de la conducta "normal", ciencia m�dica y farmacracia niegan al individuo su libre albedr�o, priv�ndole del autoconocimiento de su organicidad y de su morbilidad, as� como del subyacente instinto de conservaci�n que emana de su yo.
Ivan Illich se�alaba que para el dolor "cada cultura posee su propia farmacopea psicoactiva, con su correspondiente ritual y costumbres al tomar drogas. El cultivo de opio durante el neol�tico fue probablemente anterior a la siembra de cereales; y los rajputs o hijos de reyes, siendo musulmanes hind�es, prefieren el alcohol, mientras que los brahmines eligen la ganja o marihuana; el peyote es eficaz y seguro para los huicholes mexicanos, mientras que los ind�genas andonos han aprendido a sobrevivir al dolor con hoja de coca". Regius, disc�pulo de Descartes, dec�a: "Dios ha hecho perfecto al hombre y no pudo inventar mejor artificio para su conservaci�n que el sentido del dolor". Sin embargo, con los crecientes niveles de insensibilidad al dolor se ha reducido la capacidad para experimentar los sencillos placeres y alegr�as de la vida. "Hoy -dice Illich-, en nuestra sociedad anestesiada, que achaca sus mayores males al estr�s, se requieren est�mulos cada vez m�s en�rgicos para obtener la sensaci�n de vivir. Drogas, violencia, terror e incertidumbre son est�mulos capaces de despertar la experiencia del propio yo. La anestesia generalizada incrementa desde la televisi�n la demanda de excitaci�n por medio de ruido, velocidad, in�tiles riesgos y absurdos concursos, sin importar cu�n destructivos sean. De modo que a la gente le resulta insoportable saber que en un momento u otro de su existencia el dolor es ineludible, pues la mayor�a sigue asociando el placer a su dependencia a productos de consumo y valores insustanciales, espectaculares y perecederos".
Ejemplo de potente f�rmaco ansiol�tico, a menudo desviado hacia el mercado negro y consumido a pleno riesgo por la gente marginada, es el Pohipnol, bien conocido entre heroin�anos por su consumo de abuso como calmante alnte el mono y empleado por algunas prostitutas para robar a sus clientes. Pero es conocido sobre todo como droga de "violaci�n por el acompa�ante"; mezclado con alcohol y ofrecido sin que lo sepa, el Rohipnol, debido a sus efectos hipn�ticos y de relajaci�n muscular, deja a la v�ctima incapacitada para resistir el asalto sexual; como adem�s produce amnesia, el violador puede escapar impunemente sin riesgo de denuncia. El consumo il�cito de Rohipnol se inici� en Europa en los setenta y su uso est� prohibido en Estados Unidos.
Otro peligroso f�rmaco es el Ritalin, nombre comercial del metilfenidato, medicamento para ni�os con transtornos de atenci�n e hiperactividad que estimula el sistema nervioso central con efectos similares a los de la anfetamina. Es buen calmente para ni�os hiperactivos y produce efecto de "concentraci�n" en los que padecen ADHD (trastorno de hiperactividad y falta de atenci�n), aunque con efectos secundarios como subida de la presi�n arterial, arritmia card�aca y adicci�n. A pesar de ser un f�rmaco valioso, cuando el Ritalin se usa como droga de abuso, por adolescentes y j�venes que lo disuelven en agua para inyect�rselo como hero�na, o lo pulverizan e inhalan como coca�na, es una droga muy adictiva y peligrosa. La DEA inform� de que el Ritalin est� entre los diez f�rmacos m�s robados en EE.UU. Por ende, los asesinos de la tragedia de Columbine (Colorado, EE.UU.), escuela donde dos j�venes mataron a trece de sus compa�eros, estaban bajo los efectos de este medicamento.

Exagerada asepsia ambiental, enfermedades derivadas del exceso de confort e inmovilidad, obesidad por hipernutrici�n compulsiva, riesgos asociados al contacto humano, a vacunas, alergias, etc. alimentan una industria multimillonaria a base de ignorancia y miedos. De modo que la farmacracia traumatiza al individuo desde la guarder�a, le escamotea las emociones, le advierte contra su gozo sexual, le dise�a sensaciones e impide su expresi�n natural, insensibiliz�ndole ante el dolor y ocult�ndole c�mo vivir preparado ante el ineludible final. En resumen, las multinacionales farmac�uticas con su poderoso marketing sondean el consumo de salud social, escudri�an los s�ntomas sobre los que intervenir y despu�s "descubren" enfermedades para las que fabrican f�rmacos ad hoc. As� la farmacracia contin�a nutri�ndose del Mal (enfermedad), tanto el provocado por sustancias ilegales, con sus secuelas adictivas, como del producido por medicamentos para el "negocio de la enfermedad", en su mayor�a dudosamente necesarios para la salud.

Bibliograf�a: Illich, Ivan. N�mesis m�dica. Edit. J. Mortiz, M�xico, 1978 (tambi�n en Barral Editores).

Art�culo extra�do de Revista C��amo, n� 67, julio de 2.003.

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