LA RELACIÓN ENTRE EL ABUSO HUMANO DE LOS NAZIS Y EL ABUSO ANIMAL
NOTA:
este artículo es un extracto del artículo completo The
Absurdity of Vivisection, capítulo 4. Este capítulo
completo original podrás encontrarlo aquí: http://vivisection-absurd.org.uk/abs04.html
Como se ha dicho anteriormente, el comportamiento de
algunos investigadores puede ser ligado al de los experimentadores nazis de
la II Guerra Mundial. El tema del nazismo también se alza cuando los
pro-viviseccionistas dicen que los nazis apoyaban los derechos animales, que
de acuerdo con la extraña lógica de los pro-viviseccionistas
presumiblemente desacredita las campañas actuales por los derechos
de los animales. Esto convenientemente echa un vistazo* a la ley de Weimar aprobada
en 1.931 con respecto a experimentación animal y humana que requería
que los doctores alemanes, y subsecuentemente nazis, tenían que conducir
primero sus procedimientos experimentales en animales antes de proceder con
seres humanos. Esta ley nunca fue abolida en la Alemania nazi. Esto es particularmente
relevante cuando se considera la conexión entre experimentación
animal y humana al sacar a la luz el hecho de que las dos formas de experimentación
no están ligadas, pero que actualmente dependen la una de la otra.
Por ejemplo, cuando el Dr. Karl Rascher, un cirujano
de Luftwaffe, hizo su petición el 15 de mayo de 1.941 a Himmler, "de
dos o tres criminales profesionales" para experimentos de grandes altitudes
de 8.000 metros, puntualizó que este experimento ya había sido
probado en monos, pero que los monos sobrevivieron su utilidad a 12.000 metros,
y tuvieron que proceder a usar humanos. Esto fue aceptado, y el vivisector
que había usado animales ahora era capaz de usar humanos -en Dauchau.
En el lanzamiento, la investigación con animales ciertamente no protege
a los seres humanos de convertirse en la herramienta experimental del vivisector.
*Ver también "Mitos de los pro-viviseccionistas".
Cuando a los doctores nazis se les preguntó en
los juicios de Nuremberg cómo podrían haber hecho tales experimentos,
ellos respondieron que se habían entrenado haciéndolos con animales.
El tiempo expone el desesperado mito de que la experimentación animal
reemplaza o desplaza la necesidad de experimentación humana, y que
el trabajo de los doctores nazis era de locos o completamente malvados.
La pregunta de Caplan en When Medicine Went Mad, "¿Podrían
usarse los datos nazis de estos experimentos?" ha sido contestada: los datos
nazis han sido usados por muchos científicos de muchas naciones según
se incorporaba la medicina occidental durante décadas. El Columbus
Dispatch en 1.984 informaba que un investigador de British Columbia había
estado usando la información de los experimentos nazis sobre la hipotermia.
En 1.996 se reveló que el Dr. Howard Israel, un cirujano oral del Centro
Médico Presbiteriano Columbia en New York se desmayó al descubrir
que su querido libro, Pernkopf's Topographical and Applied Human Anatomy
contenía ilustraciones que podrían estar basadas en los cadáveres
de las víctimas de los campos de concentración[24].
La línea que separa humanos y no humanos es fácilmente
saltada, y la Alemania nazi es un ejemplo de esto, donde varios grupos fueron
juzgados para estar disponibles para varias formas de experimentación
médica. No puede ser coincidencia que en el campo de concentración
de Ravensbruck, los transplantes de huesos y otros experimentos fuesen conducidos
en mujeres a las que se referían como "conejos". Esta identificación
de humanos como animales era un elemento explícito en la pseudo-ciencia
del nazismo. Ernest Haeckel, un biólogo que se convirtió en
jefe propagandista de la ideología nazi aseguró sin rodeos que
ya que los llamados "razas inferiores" son "psicológicamente más
cercanos a los mamíferos (monos y perros) que a los europeos civilizados,
debíamos asignar un valor totalmente diferente a sus vidas[25]".
La autoridad más grande del Tercer Reich en las
armas de gas fue Otto Bickenbach, en la facultad médica de la Universidad
de Estrasburgo. Ha conducido extensicos experimentos animales con phosgene,
un vapor que irrita el tejido de los pulmones al contacto, y desarrolló
la droga utropina para tratar las quemaduras. En 1.943, Bickenbach fue persuadido
de usar prisioneros en el campo de concentración de Natzweiler para
estudiar más los efectos del mortífero gas, continuando su
primera línea de investigación, pero sustituyendo humanos por
sujetos no humanos[26]. El Dr. Eugen Haagen fue otro practicante médico
pre-eminente cuyos extensivos estudios sobre inmunología animal ayudaron
a producir una vacuna contra la fiebre amarilla en 1.933, pero cuyo impulso
experimental durante los años 40 volvió a testar vacunas en
humanos (quienes por su puesto fueron primero deliberadamente infectados
con enfermedades mortíferas para asegurar la eficacia de los sueros)[27].
Tradicionalmente, por supuesto se ha considerado que
los animales no tienen valor intrínseco en la cultura occidental. Filósofos
desde Aquinas a Kant han afirmado que los seres humanos no tienen dudas éticas,
excepto hacia su propia especie. Los animales han sido tan poco valorados
que pueden ser usados como herramientas de investigación, o para otros
propósitos humanos, pero no tienen valor por sí mismos. Ellos
permanecen fuera del reino de derechos y responsabilidades que definen nuestro
orden moral.
Pero cuando una categoría de seres cuyas vidas son consideradas
expensables, en la que cualquiera podría ser asignado, y una vez que
han sido reclasificados como menos que un humano completo, también
pueden ser explotados y manipulados con impunidad. Desde que muchos de los
oficiales de las SS que condujeron los laboratorios tuvieron larga experiencia
con firmas farmacéuticas y otros establecimientos de investigación,
presumiblemente sólo requerian una pequeña transición
psicológica para ser capaces de aplicar a los que consideraban "sub-humanos"
los mismos principios que habían aplicado a los animales.
Esto parece ser un pequeño paso, de experimentar
con animales a experimentar con seres humanos. La gente racional del siglo
XXI encuentra el hecho de matar ceremonialmente a un animal como acto de celebración
divina como aborrecedor. Sin embargo, en tiempos antiguos, estas prácticas
eran comunes: tan comunes que el sacrificio humano era un elemento aceptable
de muchas culturas. El sacrificio humano y animal reforzaba y complementaba
el uno al otro; eran primos cercados en un punto de vista arcaico. Y mientras
el sacrificio animal seguía siendo una estampa del campo religioso,
el sacrificio humano permanecía como una posibilidad persistente.
Siempre había el peligro de reincidencia.
Mientras la maquinaria ritual seguía en su sitio, las víctimas
podrían ser intercambiables.
La maquinaria del laboratorio juega un rol comparable
en la sociedad moderna. Como la maquinaria primitiva del sacrificio, tiene
su propia mística, si propia prehistoria y sus propias estructuras
de plausibilidad. Genera un universo mental y moral que opera por sus propias
reglas. Dentro de este universo, por ejemplo, la duplicidad es una norma aceptada.
Atormentar animales puede estar representado (y justificado) como "importante",
cuando de hecho es meramente un estudio de lo fácilmente que la gente
puede ser sometida. Dentro de este universo moral, está casi todo.
Pero una vez que las reglas están establecidas, deben mantenerse. Esto
hace cumplir sus propios imperativos. El tema de quién acaba herido
se convierte en tema subordinado al suave funcionamiento del aparato.
Extracto de artículo traducido de:
http://vivisection-absurd.org.uk/abs04.html
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