ART�CULO APARECIDO EN INTERVI� N� 1.414, 2-8 DE JUNIO DE 2.003
PENSAMIENTOS �NICOS
Jes�s Torbado
GAZPACHO DE PEZ
Por los mismos d�as en los que unos cient�ficos descubr�an que tambi�n los peces tienen sentimientos, que conocen el dolor, un mentecato dan�s, supuesto artista, presentaba al alborozo y el aplauso de sus seguidores una instalaci�n que consiste en meter peces vivos en una batidora con agua clara, darle a la tecla y conseguir la haza�a de que las cuchillas produzcan un s�bito gazpacho de peces de colores. Demandado por tan obscena y rid�cula brutalidad, los jueces le han dado la raz�n de inocencia: los animales, sentenciaron, mor�an con gran rapidez.
Con m�s lentitud van muriendo millones de seres marinos, les duela o no. En las dos �ltimas d�cadas la industria pesquera ha aniquilado el 90 por ciento de los grandes peces. Apenas quedan ya bacalaos, atunes, bonitos, peces espada o rayas de gran tama�o, que es al que hubieran llegado de no haber sido capturados antes. Son ya especies en peligro de extinci�n. Pero la voz de alarma se produce no por el expolio, por la violencia que ejerce una especie m�s inteligente sobre otra, sino porque la pesca de individuos antes de la madurez impide su reproducci�n y, en consecuencia, supone gran perjuicio econ�mico en un futuro inmediato. Para los hombres. In�til voz de alarma, sin duda. La voracidad de los pescadores -y de los cazadores- no tiene l�mites.
Un tribunal de Los �ngeles se enfrenta tambi�n a otro habitual acto de barbarie. La direcci�n de un zoo local decidi� separar a Gita, elefante indio de 45 a�os, y a Ruby, elefanta africana de 42, que llevan 16 a�os viviendo juntos, bes�ndose y acarici�ndose p�blicamente, como aut�nticos enamorados. Una mujer de la Humane Society intenta impedirlo ante los tribunales. Desde luego, muy raramente se han planteado los hombres la posibilidad de que los animales tengan derechos, ni siquiera a la vida. Nunca ha importado que sufran y los malos tratos, los m�s salvajes, son una constante en la historia de la humanidad. En realidad, no existe ninguna especie animal tan sanguinaria y brutal como la humana. Quiz� por ello es la �nica que ha practicado permanentemente la guerra entre sus miembros agrupados y el crimen entre sus individuos.
Gentes que establecieron los cimientos del derecho como los romanos mataron de la manera m�s indecente a 5.000 fieras s�lo en los cien d�as dedicados a la inauguraci�n del Anfiteatro Flavio (lo que hoy llamamos Coliseo). Hace ahora 1.923 a�os. Ese recinto, que se mantuvo abierto a sanguinarios espect�culos casi medio milenio, hasta el 523, acab� con los grandes animales del norte de �frica. Que esos vecinos nuestros en el don de la vida sufrieran m�s o menos a nadie inquiet�. Y ahora mismo, en Madrid y en honor de San Isidro, se matan unos doscientos toros tambi�n de la manera m�s vomitiva y cruel, ante el regocijo de espectadores con sentimientos nada diferentes a los de los romanos que acud�an a sus circos a aplaudir la tortura.
El depredador humano se cree con derecho soberano a aniquilar a todas las dem�s especies. En beneficio propio o sencillamente por divertirse y pasar el rato. Es m�s inteligente, y eso basta. Basta para torturar y esclavizar de mil modos a los dem�s seres vivos, para manipularlos gen�ticamente hasta inconcebibles aberraciones. La manera en que se engordan aves, cerdos, o cualesquiera otros seres destinados a la alimentaci�n humana, producir�a espanto en otros individuos que no fueran hombres. En Holanda, lo m�s cool es inyectar a los pollos prote�nas obtenidas de sangre y huesos de vacas, aunque sean locas: engordan un 50 por ciento m�s.
La vivisecci�n es una de las pr�cticas m�s aterradoras. Los experimentos con animales, a veces con fines tan fr�volos como la cosm�tica, producen n�useas. En Estados Unidos han inventado ya un hybrot, robot con el cerebro de una rata... Incluso aquellos animales m�s cercanos y que m�s han ayudado al hombre son tratados con peculiar salvajismo: a los asnos se les mata a palos, a los m�s queridos perros se les mantiene encadenados y se les arroja a la autopista. O se les amarra a un �rbol, a cierta altura del suelo, para que se vayan ahorcando lentamente, sin molestar a sus amos, sin poder siquiera ladrar, como practican en Medina del Campo, en Olmedo y en muchos otros ocultos pueblos espa�oles. Da muchas veces verg�enza pertenecer al g�nero de los humanos, el m�s cruel de cuantos intentan sobrevivir sobre la Tierra.
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