INSUMISI�N AL ABUSO DE LOS ANIMALES
GUERRA Y AGRESIONES A LOS ANIMALES
Tanto en tiempos de paz como en caso de conflicto b�lico, el militarismo ha sido y es responsable de muchas muertes. La inmensa mayor�a de ellas, de animales. Las cifras de bajas en casos de guerra s�lo dan cuenta de las v�ctimas humanas, pero la destrucci�n masiva y sistem�tica del entorno natural forzosamente ligada a todo conflicto b�lico conlleva siempre la muerte, habitualmente ignorada, mas contada por millones, de todo tipo de animales, ya sea de forma directa (por el impacto de las explosiones, quemados por el fuego, armamento qu�mico y biol�gico, nuclear...), ya sea indirectamente por mor de los da�os irreparables ocasionados a los ecosistemas donde habitaban. Muertes que, en los m�s de los casos, son dolorosas y lentas (pensemos en la agon�a de las aves envenenadas por vertidos petrol�feros o en la fauna terrestre abrasada por el "agente naranja" o envenenada con "gas-mostaza"). Y es que cuando la metralla suena para ell@s no hay refugios, sirenas ni posibilidad de fuga. Y las balas y bombas (cuando no el napalm o las radiaciones), vengan del bando que vengan, son siempre fuego enemigo.
Junto a esto, adem�s de la masacre inmediata, toda guerra es un sembradero de muertes posteriores (y para los animales a�n m�s) por causa del macabro legado residual que todo conflicto deja para el futuro en la forma de bombas e material de artiller�a diverso sin explotar (que normalmente se eleva hasta el 3-5% del total utilizado, aunque en casos como el de los conflictos do Oriente Medio, por raz�n de la geograf�a arenosa, los c�lculos suben hasta un 15%) y minas (cuyo censo actual ronda los 70-75 millones dispersados por m�s de 60 pa�ses). No es dif�cil de imaginar la enorme cantidad de animales que son despedazados por estos tristes artilugios. En Irak y Serbia, cientos de toneladas de uranio, usado para recubrir los proyectiles y aumentar su poder destructivo han quedado esparcidos por todo el territorio de los enfrentamientos, causando cientos de miles de casos de cancer entre la ciudadan�a de estos pa�ses. Podemos as� pensar, igualmente, a cuant@s individu@s de otras especies habr�n afectado de forma id�ntica estos residuos b�licos.
Finalmente, no podemos dejar de se�alar el tremendo coste energ�tico precisado para la realizaci�n de la guerra. Pensemos tan s�lo, por citar alg�n dato representativo al respecto, en el elevad�simo consumo de combustible de la maquinaria b�lica: Un avi�n F-15 devora 908 litros de gas�leo por minuto de aceleraci�n; una divisi�n acorazada engullir� al d�a 2 271 000 litros de este. Las consecuencias medioambientales, y por tanto para las vidas de los animales, de esto son de sobras conocidas y no precisan de mayor comentario.
As� y todo, por lo normal, los datos de estas agresiones de gran envergadura realizadas ya directamente contra los animales (aqu� podr�amos incluir tambi�n a los dom�sticos), ya indirectamente a trav�s de la destrucci�n del medio donde viven, son presentadas, en un irresponsable lavado de manos, como "da�os colaterales". Lo cual, primeramente, olvida que estas son muchas veces intencionadas, al modo de una forma de presi�n sobre el enemigo, aniquilando "sus" recursos naturales, agr�colas, etc. El incendio intencionado de los pozos petrol�feros en el Golfo -causantes de un humo t�xico y una "lluvia negra" que se extendi� hasta la pen�nsula india-, con el vertido de millones de barriles de crudo que literalmente arrasaron con la fauna marina (desde aves como cormoranes y colimbos a crust�ceos, moluscos y un largo etc.) ejemplifican esto tristemente. Todo esto sin entrar a dar cuenta de las pr�cticas de "guerra atmosf�rica" (manipulaci�n de los elementos naturales como el viento o las mareas con fines b�licos), extendidas a lo largo de los distintos conflictos de la segunda mitad del siglo que acaba de terminar. Pero tambi�n, en segundo lugar, deja a un lado la irresponsabilidad de los mandos militares a la hora de escoger sus objetivos: Ir�n e Israel atacaron reiteradamente entre los a�os setenta y ochenta reactores nucleares iraqu�es. En el conflicto del Golfo se bombardearon tambi�n instalaciones bio-qu�micas y nucleares de este pa�s. En 1999, en los Balcanes, fueron igualmente bombardeadas, entre otros objetivos fatales por su repercusi�n en el medio, refiner�as y dep�sitos de petr�leo, complejos petro-qu�micos y minas de esta�o y cobre. Esto adem�s de otras pr�cticas habituales, como el bombardeo de puertos de monta�a o incluso embalses, con unas considerables consecuencias destructivas (en la cuenca del Ruhr durante la II guerra mundial se reventaron de este modo dos grandes presas, inundando milles de hect�reas de terreno, destruyendo 125 f�bricas, y ahogando por lo menos 1300 vidas humanas y 7000 de vacas y cerdos ).
En fin, en tercer y �ltimo lugar, podr�amos todav�a apuntar como, en todo caso, el exterminio de todas estas vidas carece de justificaci�n alguna incluso en raz�n de los m�viles que motivan cualquier conflicto armado, desde el momento en que todo choque b�lico va a conllevar forzosamente el aniquilamiento de vidas de indiv�du@s conscientes y con capacidad de sentir que ning�n papel juegan en las disputas de intereses en lidia (muchas veces se denuncia el asesinato de civiles en los distintos conflictos arguyendo que carecen de culpa o posibilidad de decisi�n en estos; un argumento que en el caso de las v�ctimas no humanas del militarismo cobra una fuerza que est� fuera de toda discusi�n). Mas la cuesti�n aqu� es que en este, como en todo un sinf�n de otros �mbitos, prevalece sobre cualquier otra consideraci�n una mentalidad desde�adora del valor del sufrimiento y la vida de aquell@s seres prepotentemente chamados "inferiores". Es m�s, cuando en tiempos de guerra los da�os ambientales son denunciados, en muchos casos ocurre que lo son exclusivamente para criticar s�lo las consecuencias que tales destrozos tendr�n para el bienestar de las gentes afectadas para sua modo de vida por esto, y raramente por ser los h�bitats arrasados el soporte necesario para la vida de muchas otras criaturas adem�s de nosotr@s mism@s.
EXPERIMENTACI�N MILITAR CON ANIMALES
Podr�a parecer que en tiempos de paz las agresiones a las que el militarismo somete a los animales se ven minimizadas, pero la realidad est� alejada de esto. Cuando no hay todav�a guerra declarada, existe ya otra guerra, subterr�nea, abierta contra los animales y su medio natural, librada en los preparativos que de modo continuo se realizan para el enfrentamiento armado. La realizaci�n de maniobras, entrenamiento y tiro militar (que hoy en d�a ocupan una superficie en todo el planeta de unos 42 millones de hect�reas) es un ejemplo meridianamente claro de esto. Para los animales de la zona en nada se diferencian estas simulaciones de enfrentamientos reales. Las agresiones que ell@s padecen son las mismas.
Adem�s de esto, por otra parte, tenemos como de los cientos de millones de animales que cada a�o son asesinados en experimentos tan crueles como injustificables a lo largo de todo el mundo, una buena parte lo son a manos de la maquinaria militar. Este es quiz�s el aspecto m�s dura y menos evidente dentro de todo el conjunto de ataques que los animales sufren a manos del militarismo (al ser aqu� donde el da�o se realiza de un modo m�s consciente, preciso, medido y cruel, donde peores suplicios padecen sus v�ctimas y donde resulta m�s evidente la objetualizaci�n que del animal se efect�a). Peter Singer, un autor cl�sico en la defensa de los animales non humanos, ha descrito en su obra Liberaci�n Animal algunos de los brutales experimentos que con est@s se realizan nos laboratorios militares. Un ejemplo de estos es el realizado en la Base de la Fuerza A�rea de Brooks, en Texas por medio de la llamada "Plataforma de Equilibrio de Primates", un simulador de vuelo en forma de silla al que se encadena a chimpanc�s y otros primates. A base de descargas el�ctricas (repetidas hasta cien veces al d�a durante mes y medio) se ense�a a los primates a manejar este simulador (simultaneando los electroshocks con movimientos de la plataforma, de manera que si quieren evitar el intenso dolor que les producen as descargas habr�n de mover los mandos del simulador hasta mantenerlo en posici�n horizontal). Cuando los animales aprenden esto, se les somete a distintas dosis de radiaci�n y a agentes de guerra qu�mica para comprobar por cuanto tiempo son capaces de continuar pilotando el simulador en esa situaci�n, aplic�ndoles continuas descargas cada vez que se equivocan, entre las n�useas y los posibles v�mitos provocados por los productos t�xicos y las radiaciones. Experimentos semejantes son realizados en otros lugares, como el Instituto de Investigaci�n de Radiobiolog�a de las Fuerzas Armadas en Bethesda, Maryland, tambi�n en los EE UU. Entre otros animales, se entrena igualmente a chimpanc�s y monos rhesus en la llamada "rueda de actividad", que son obligad@s (tambi�n mediante electroshocks) a mantener en constante movimiento a gran velocidad. Cuando, tras m�s de dos meses de este cruel entrenamiento pueden ya resistir varias horas dentro de este instrumento de tortura, se pasa a comprobar, como en el experimento anterior, cuanto m�s pueden llegar a aguantar en movimiento sometid@s a radiaciones y a distintos tipos de venenos y armamento qu�mico-biol�gico (entre ellos, el "soman", sustancia extremadamente t�xica empleada en las �ltimas guerras de siglo). Corriendo todav�a, y vomitando dentro de la rueda, l@s mon@s tardaban entre un d�a y medio y cinco d�as en morir.
En Fort Detrick, Maryland, Estados Unidos, y bajo la direcci�n del Laboratorio de Desarrollo e Investigaci�n de Bioingenier�a M�dica del Ej�rcito de EE UU, se suministr� durante medio a�o distintas dosis del explosivo TNT a sesenta perr@s sabues@s "Los s�ntomas observados inclu�an deshidrataci�n emanciaci�n, anemia, ictericia, baja temperatura corporal, orina y heces descoloridas, diarrea, p�rdida de apetito y peso, aumento del tama�o del h�gado, los ri�ones y el bazo, y l@s perr@s perd�an la coordinaci�n. Una hembra fue "encontrada moribunda" durante la semana 14 y fue sacrificada; otra fue encontrada muerta en la semana 16. El informe indica que el experimento representa "una porci�n" de los datos que el laboratorio de Fort Detrick est� desarrollando sobre los efectos del TNT en mam�feros. Puesto que los danos fueron observados incluso en las dosis m�s bajas, el estudio no logr� establecer el nivel en el que el TNT no ten�a efectos observables; por lo cual el informe concluye diciendo que convendr�a seguir con estudios adicionales [...] del TNT en perr@s sabues@s" (Singer, Liberaci�n Animal, Trotta, Madrid, 1999, p.66).
Esta es s�lo una peque�a muestra de la inmensa cantidad de experimentos de este tipo que, de modo diario, se est�n realizando de una a la otra punta del planeta (que van desde la tolerancia al napalm al lanzamiento de docenas de aves en bandadas contra aviones al despegue). Algunos de ellos han saltado a la luz p�blica, siendo motivo de esc�ndalo: As�, en verano de 1973, en Estados Unidos se desencaden� una campa�a a nivel de todo el pa�s para protestar contra experimentos semejantes a los anteriores de los que se tuvo noticia, realizados con cachorr@s de sabues@ a l@s que se les cortan las cuerdas vocales para impedir que ladrasen normalmente, para no tener que soportar sus quejas durante los experimentos. Pero la realidad es que en la inmensa mayor�a de los casos el secretismo que rodea a este tipo de pruebas e investigaciones hace que resulten completamente desconocidos y carezcan as� de respuesta por parte del p�blico.
Todo esto sin citar otro tipo de experimentos realizados a cielo abierto y con armamento de una envergadura destructiva mayor, con su cara m�s dura (en todos los sentidos) mostrada en pruebas nucleares como las realizadas en Arizona o m�s recientemente em Mururoa. Pruebas estas que tal vez est�n "alejadas" -siempre relativamente, claro est�- de los n�cleos poblacionales humanos, pero no as� de los de los millones de animales aniquilados por ellas, para los cuales tales mega-explosiones en nada se diferenciaron de las de Hiroshima o Nagasaki).
SI VIS PACEM...
Con todo, no se agotan aqu� las agresiones que los animales no humanos tienen que padecer por mor del militarismo. Igualmente en tiempos de todav�a-no-guerra (si vis pacem parabellum), la industria b�lica ,que cuenta con los presupuestos m�s altos del planeta (largamente por encima de los 1000 billones de pts. -unos 7 000 000 000 000 $ anuales en todo el mundo) es adem�s la m�s contaminante del planeta. Seg�n el Instituto de Investigaci�n para una Pol�tica de Paz de Starnberg (Alemania), seria responsable de entre un 10 y un 30% del total de la degradaci�n ecol�gica mundial. Ocasiona el 10% de las emisiones relacionadas con el llamado "efecto invernadero". Es la que m�s recursos minerales emplea, de cuya extracci�n es sabido el fuerte impacto ambiental -es significativo el caso del uranio, que antes cit�bamos, cuya extracci�n en la zona austral, de lluvias monz�nicas, provoca un fango radioactivo letal que se extiende por amplias �reas. Por otra parte, la industria militar, puntera como es en materia de investigaci�n, est� renovando continuamente los arsenales de los distintos pa�ses. Pero el desmantelamiento y eliminaci�n o reciclaje civil del material b�lico (convencional, qu�mico y nuclear) obsoleto resulta de un coste tan elevado que nunca es asumido con seriedad, de forma que las opciones adoptadas siempre barren bajo la alfombra, virtiendo todo este material sobrante en pozos o al mar, cuando no deton�ndolo al aire libre. Al fin de la segunda guerra mundial 300 000 toneladas de gas mostaza fueron arrojadas al Mar B�ltico. Se calcula-se que los bidones explotar�n entre el 2002 y el 2005. Una irresponsabilidad que, adem�s de a nosotr@s y a las generaciones venideras, les tocar� pagar a muchas otras criaturas.
UN CAMBIO DE MENTALIDAD
De cualquier modo, y pese a la contundencia de los datos arriba citados tal vez haya quien se pregunte a�n el porqu� de nuestra preocupaci�n en este �mbito por las vidas de los animales, dado que el militarismo y la industria b�lica, en principio, parecen agredir fundamental y primeramente a los seres humanos. La respuesta a esta objeci�n es doble:
Por un lado, es necesario recordar que la denuncia del abuso militar de los animales no humanos, lejos de oponerse a ella, va paralela y estrechamente vinculada, como es obvio, a la de los que padecemos nosotr@s. Adem�s, debemos recalcar, estos �ltimos han sido descritos y combatidos en innumerables ocasiones, lo cual no ha pasado a�n, en modo alguno, con aquel, igualmente intenso y despreciable.
Por otra parte, es necesario aqu� apuntar como este tipo de objeciones, parad�jicamente responden normalmente al mismo tipo de esquema ideol�gico que permite que los conflictos dados entre nuestra comunidades se extrapolen a otras especies sin necesidad de mediar justificaci�n alguna. Tal esquema articulado en torno a la idea de que los animales no humanos carecen de la posibilidad de una consideraci�n moral real, al existir una suerte de abismo insalvable entre estos y los humanos. Vehicular�a, en otras palabras, sobre el prejuicio conocido como especismo, t�rmino con el cual se define la discriminaci�n arbitraria efectuada, �nica y exclusivamente, por raz�n de la "especie" en la que se clasifica a cada indiv�du@. Constituir�a este una forma de pensar profundamente instalada en nuestras convicciones m�s firmes, aceptado como normal, sin cr�tica alguna, en nuestras sociedades.
Mediante el especismo, como soporte de la moralidad aceptada en estas, se justifica, quedando fuera de toda cr�tica cualquier forma de abuso, por grotesco y brutal que sea (experimentaci�n, granjas industriales, tormentos en festejos, etc.) de los que el militar constituir�a s�lo una expresi�n m�s. Por esto tal forma de razonar moralmente, est� sendo, cada vez m�s, blanco de una larga serie de cr�ticas y objeciones por parte no s�lo de un gran n�mero de grupos y organismos para la defensa animal, sino tambi�n de crecientes sectores de la opini�n p�blica de distintos pa�ses. De manera habitual, para legitimar todo tipo de agresi�n, se alude a supuestas capacidades superiores humanas (mayor racionalidad, posesi�n de lenguaje ,etc. ).El problema comienza cuando estas, en primero lugar, no son compartidas por el conjunto de individu@s que constituye nuestra "especie" -podemos pensar en tod@s aquell@s seres humanos con serias discapacidades mentales, con incurables males degenerativos, y un largo etc., que de seguir la l�gica a la que el pensamiento especista nos quiere remitir podr�an ser tambi�n objeto de los abusos antes citados-. Es necesario, por tanto, tirar por tierra con tal tipo de racionalizaciones. Y la mera y sola pertenencia a un grupo (venga dado por la "raza", el sexo o la "especie") no es m�s que una circunstancia arbitraria y que de ning�n modo puede ser tomada como base para discriminar a nadie, si no existe otra caracter�stica que resulte determinante -y como vimos, no la hay-. De modo que no podemos sino concluir la necesidad de inclusi�n del conjunto de los animales no humanos (sujetos de una vida con posibilidad de sentir y sufrir, de tener intereses) en nuestra esfera de consideraci�n moral (bajo pena, de lo contrario, de excluir de esta igualmente a seres humanos discapacitados), concretada en la oposici�n a toda agresi�n que padezcan (m�s all� de su aceptaci�n social.
Estas y muchas otras razones son suficientes para dar un rotundo no por respuesta cuando se nos pretenda exigir, como es el caso, participar en una de las instituciones, el ej�rcito, que m�s tortura, que m�s mata, a nosotr@s y a l@s que no tienen voz para denunciarlo.
�SCAR HORTA
NOTA: En la actualidad, �scar Horta es miembro fundador de la asociaci�n Derechos para los Animales
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