EL CONSUMO DE ANIMALES

Los argumentos para replanteárnoslo

El consumo de animales es sin duda la actividad humana que afecta a éstos de un modo más significativo, especialmente por la enorme cantidad de seres a quienes afecta. Desde pequeñ@s se nos ha educado en un contexto en el que comer animales es algo normal, de modo que la mayoría de nosotr@s nunca se plantea si ello puede ser objetable. Así, raramente se cuestiona que lo que para nosotr@s puede suponer el disfrute de un momento de degustación, para los animales que consumimos supone, literalmente, su vida. Pero el hecho es que esto sólo puede parecernos aceptable si consideramos que los intereses de los animales son irrelevantes. Ahora bien, existen motivos de peso para poner en cuestión esta opinión.

LA VIDA DE LOS ANIMALES, ¿VALE REALMENTE TAN POCO?
Los animales, de igual modo que nosotr@s, poseen una plena capacidad de sufrir y disfrutar, siendo individuos con intereses propios que debemos respetar. En ocasiones se objeta a esto que es sólo la posesión de capacidades como la inteligencia o la racionalidad lo que convierte a un ser en moralmente considerable, buscando con ello defender que sólo los seres humanos lo somos. A esto hay que objetar que el hecho de que un ser tenga un grado o tipo de inteligencia diferente, no significa que carezca de ella. Pero también, y sobre todo, que tales características no deberían ser consideradas como moralmente relevantes. Tengamos en cuenta que si ello fuese así también resultaría permisible utilizar como alimento a aquellos seres humanos privados de tal grado de inteligencia, como los niños pequeños o individuos con discapacidades mentales. Esto último, sin duda nos parecerá intolerable a muchos de nosotr@s. De modo que sólo podremos concluir que las capacidades cognitivas no sirven para establecer una barrera en tal sentido: tan sólo la capacidad de sentir podrá hacerlo.

En ocasiones se defiende un tipo de explotación de los animales que justifique su muerte sin ocasionarle sufrimiento. Ello supone poner un interés que para los animales es prioritario por debajo de otro que de ningún modo tiene su importancia. Nuestra muerte es lamentable no por ser en sí algo desagradable, sino porque supone la privación de todas nuestras experiencias positivas. Ello hace que la privación de la vida sólo sea un mal para aquellos que puedan disfrutar. Los animales, además de un interés por no sufrir, poseemos un interés por colmar nuestras posibilidades de disfrute, lo que implica un interés por mantener nuestra integridad física y nuestra libertad y, sobre todo, un interés por vivir. Así, sólo en casos muy extremos, como cuando una muerte inevitable y dolorosa se aproxima, podemos entender que el interés por no sufrir se eleva por encima del interés por vivir, y de hecho cualquiera de nosotr@s, como los demás animales, luchamos por mantenernos vivos aunque ello nos suponga enormes padecimientos. Ello muestra hasta qué punto carece de sentido poner por delante del derecho a la vida de los animales su interés por no ser víctimas de sufrimiento (aunque también sea, obviamente, importante).

UNA INMENSA CANTIDAD DE SUFRIMIENTO EVITABLE
Es claro que utilizar a los animales para su consumo implica frustrar su interés por vivir, concibiéndolos como recursos, no como seres con derechos. Ahora bien, tampoco el interés de los animales por no sufrir o por gozar de libertad se ve satisfecho si son criados para su consumo. Algunos pormenores de interés para hacerse una idea sobre como esto ocurre, de modo general, son los siguientes.

Cómo "viven" los animales...
Cualquier tipo de cría de animales para consumo, siempre implica algún tipo de reclusión o limitación de libertad.
Es habitual que los animales sean criados en naves en las que nunca ven la luz del sol, y confinados en espacios extremadamente reducidos. Hasta cuatro gallinas son amontonadas en un espacio equivalente al de un periódico abierto. En estas no pueden hacer ningún movimiento normal (girarse, estirar las alas, tumbarse...) También aquí, como ocurre en el caso de las granjas peleteras, la reja del suelo de estas jaulas daña y mutila sus patas, que sufren heridas y deformaciones hasta el punto de quedar definitivamente soldadas al metal (de modo que al ir a matarlas se las tengan que arrancar). Los terneros y cerdos son igualmente aprisionados en cajones o jaulas en los que no tienen ni siquiera el sitio suficiente para girarse. Otros animales (desde corderos a patos, e incluso actualmente avestruces y ciervos) sufren reclusiones semejantes. Viven entre las montañas de excrementos acumuladas debajo de ellos y compañeros muertos no retirados. Morirían de infecciones múltiples de no ser por la tremenda cantidad de antibióticos y químicos que se les da en su alimentación (que va, asimismo, cargada de hormonas y material de desecho con el fin de engordarlos rápida y económicamente).

Todo esto se repite también en las piscifactorías, donde los peces son igualmente hacinados en espacios mínimos y padecen toda clase de dolencias, que son tratadas cebándolos a antibióticos. Una cantidad creciente de peces son criados en estas condiciones (un 26% de la totalidad de los peces consumidos a nivel mundial, entre ellos el salmón, truchas, dorada, lubina y otros).

... y cómo mueren.
Otro episodio terrible para los animales es su transporte al matadero. Muchos mueren durante éste, ya que las condiciones de hacinamiento son si cabe aún más extremas aquí. Además, no se les suministran alimentos ni agua (pues éstos ya no van a revertir en un engorde de los animales).

Los mataderos, al igual que las granjas, son negocios, que se rigen bajo criterios económicos: a mayor número de animales muertos, mayor beneficio. Esto provoca que en ellos se mate a los animales a toda rapidez, lo que provoca que gran parte de éstos sean directamente despellejados o hervidos vivos, en total estado de consciencia. Su muerte es a menudo vista u oída por los demás animales, que, aterrados, inútilmente gimen e intentan huir.

Suplicios como los descritos son sufridos de modo semejante en el caso de aquellos animales que son muertos a manos de la que, engañosamente, ha sido llamada ganadería ecológica. Ésta, con alguna variación de carácter secundario, mantiene la misma pauta común de abuso, en la que el animal continúa siendo considerado un recurso a nuestra disposición con el único objeto de obtener de él su carne. Y es que su objeto es únicamente satisfacer una determinada porción de clientela. Se aprovecha además, este sector económico, de la confusión actualmente vigente entre los conceptos ecologismo y derechos de los animales. El primero se refiere a la defensa de los ecosistemas, no de los individuos miembros de éstos y el segundo se preocupa de los individuos en sí, sea cual sea su especie o biota (pues una preocupación ecológica no implica una consideración del animal como sujeto de intereses). Todo ello al margen de que, como veremos más adelante, ganadería y ecologismo son términos contrapuestos, dado el tremendo impacto en el medio de aquella.

Los peces padecen también una muerte tremendamente dolorosa, que les es ocasionada de modos tan diversos como terribles. Muchos mueren al ser arrancados de las profundidades del mar, por descompresión, pues la diferencia de presión hace que sus órganos, literalmente, estallen por dentro. Otros perecen por asfixia, una vez fuera de su medio marino. Sin olvidar a los que mueren congelados vivos en las cámaras frigoríficas, o aplastados por el peso de toneladas de otros animales pescados junto a ellos. Asimismo, muchos son hervidos o descuartizados cuando todavía están vivos (a menudo tras haber sido mantenidos y expuestos en hielo). Por otra parte, no hay que olvidar, además, que muchos kilómetros de redes abandonadas en el mar continúan causando la muerte de miles de peces apresados en ellas.

Finalmente, muchos otros animales mueren atrapados en las redes, víctimas colaterales de la pesca: tortugas, aves marinas o mamíferos marinos como focas o delfines, son rutinariamente masacrados debido a que se alimentan de peces, y los pescadores no quieren competencia alguna.

Todos estos detalles que acabamos de referir, en ningún caso implican que si los animales fuesen tratados de mejor forma su conversión en productos cárnicos dejaría de violar sus intereses. Ahora bien, de algún modo nos muestra de qué manera, una vez que el interés de más importancia de los animales se ve vulnerado, al decidir acabar con su vida para su consumo, todos los restantes abusos que podamos imaginar van a venir dados como una mera consecuencia de aquél.

Extraído de:
http://www.derechosparalosanimales.org

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