EL HOMBRE Y OTROS ANIMALES

NUESTRAS CRIATURAS COMPAÑERAS TIENEN SENTIMIENTOS - POR LO QUE DEBERÍAMOS DARLES TAMBIÉN DERECHOS

Por Jeremy Rifkin

Publicado el 16 de agosto de 2.003 por The Guardian, RU.
Mientras que mucho de lo que se ha hablado en la gran ciencia en los últimos años se ha centrado en nuevas ramas de la biotecnología, nanotecnología, ordenadores y cuestiones más esotéricas como la edad del universo, se ha encontrado una historia más tranquila tras la escena en laboratorios de todo el mundo -una cuyo impacto en la percepción humana y nuestro entendimiento del mundo parece que va a ser más profunda-. Y, de forma extraña, las compañías que patrocinan la investigación son McDonald's, Burger King, KFC y otras cadenas de comida rápida.

Presionados por activistas por los derechos de los animales y por el creciente público que apoya un tratamiento humano de los animales, estas compañías han financiado una investigación, entre otras cosas, sobre los estados emocionales, mentales y de comportamiento de nuestras criaturas compañeras. Lo que los investigadores están encontrando es innegable. Parece que muchas de nuestras criaturas compañeras son más parecidas a nosotros de lo que nunca podríamos haber imaginado. Sienten dolor, sufrimiento, experiencian estrés, afecto, excitación - e incluso amor.

Estudios sobre el comportamiento social de los cerdos en la Universidad de Purdue en EE.UU., por ejemplo, han encontrado que tienen afecto y se deprimen rápidamente si son encerrados o se les niega jugar con otros. La falta de estímulos mentales y físicos pueden resultar en el deterioro de la salud y una mayor incidencia de enfermedades. La Unión Europea ha tomado estos estudios a pecho y ha prohibido el uso de cerdos aislados para el 2.012, y ha mandado su reemplazo con granjas con aire corriente. En Alemania, el gobierno está alentando a los granjeros de cerdos para que le den a cada cerdo 60 segundos de contacto humano cada día, y les den dos o tres juguetes para prevenir que se peguen entre ellos.

El estudio de los cerdos sólo raspa la superficie de lo que está pasando en el campo de la investigación sobre emociones y capacidades cogniticas de los animales. Los investigadores han sido sorporendidos recientemente por la publicación de un artículo en la prestigiosa revista Science, que muestra las capacidades conceptuales de los cuervos de Nueva Caledonia. En experimentos controlados, los científicos de la Universidad de Oxford reportaron que a dos aves, llamadas Betty y Abel, se les dio a elegir entre usar dos herramientas, una era un cable estrecho, y la otra un cable con gancho, para coger una pieza de carne de dentro de un tubo. Ambos eligieron el cable con gancho. Pero entonces, inesperadamente, Abel, el macho dominante, le robó el gancho a Betty, dejándola sólo con el cable estrecho. Betty usó el pico para acuñar el cable en una grieta, y lo dobló para crear un gancho, como el que le habían robado. Los investigadores repitieron el experimento 10 veces más dándoles el cable estrecho, y ella se fabricó el gancho nueve veces, demostrando una capacidad sofisticada de crear herramientas.

Entonces, también está la historia de Alex, el loro gris africano que podía realizar tareas previamente aprendidas. Alex puede identificar más de 40 objetos y 7 colores, y puede añadir y separar objetos en categorías.

Igualmente impresionante es Koko, una gorila a la que se enseñó el lenguaje de los signos, ha aprendido más de 1.000 signos y comprende varios cientos de palabras inglesas. En estudios de IQ humanos, ella puntuó entre 70 y 95, poniéndose en la categoría de aprendizaje lento -pero no retardado-.

Fabricar armas y desarrollar métodos de lenguaje son sólo dos de los muchos atributos que creíamos que eran exclusivas de nuestra especie. La autoconciencia es otra. Los filósofos y etólogos animales llevan mucho tiempo argumentando que los otros animales no son capaces de la autoconciencia porque no tienen sentido del individualismo. Esto no es así, de acuerdo con muchos nuevos estudios. En el Zoo Nacional de Washington a los orangutanes se les da espejos para que exploren partes de sus cuerpos que no podrían ver de otra forma, mostrando un sentido de sí mismos. Un orangután llamado Chantek, del Zoo de Atlanta, también usaba un espejo para lavarse los dientes y ajustarse las gafas de sol, según dice su entrenador.

Cuando llega el último test de lo que distingue a los humanos de las otras criaturas, los científicos han creído durante mucho tiempo que el duelo por los seres queridos es el dividendo real. Otros animales no tienen sentido de la mortalidad y no son capaces de comprender el concepto de su propia muerte. Pero los animales, como parece ser, experimentan el duelo. Los elefantes se quedan cerca de su compañeros muerto durante días, en silencio, ocasionalmente tocándose el cuerpo con la trompa. El biólogo keniano Joyce Poole, que ha estudiado a los elefantes africanos durante 25 años, dice que el comportamiento de los elefantes entre sus muertos "me deja con pocas dudas de que experimentan una profunda emoción y tienen algunos entendimientos sobre la muerte".

También sabemos que virtualmente todos los animales juegan, especielamente cuando son jóvenes. Cualquiera que alguna vez haya observado las travesuras de cachorritos, gatitos u oseznos no puede más que ver similitudes en la forma en la que juegan ellos y nuestros hijos. Recientes estudios de la química cerebral de las ratas han mostrado que cuando juegan, sus cerebros liberan grandes cantidades de dopamina, un neuroquímico asociado con el placer y la excitación en seres humanos.

Notando las similitudes en la anatomía y química de cerebros humanos y de otros animales, Steven Siviy, un científico de comportamiento del Gettysburg College de Pennsylvania, hace una pregunta incrementando en las mentes de otros investigadores. "Si crees en la evolución por la selección natural, ¿cómo puedes creer que los sentimientos aparecieron de repente, en los seres humanos?

Los nuevos hallazgos de los investigadores están un poco lejos de los conceptos expuestos por la ciencia ortodoxa. Hasta hace muy poco, los científicos seguían avanzando en la idea de que muchas criaturas se comportaban por su instinto, y que lo que parecía ser un comportamiento aprendido era una mera actividad genética. Ahora sabemos que los gansos tienen que aprender sus rutas de migración. De hecho ahora estamos encontrando que el aprendizaje se pasa de padres a descendencia mucho más corrientemente, y que muchos animales aprenden las experiencias de experimentos continuados y resolución de problemas.

Pero, ¿qué tiene todo esto que ver con la forma con la que tratamos a nuestras criaturas compañeras? ¿Qué hay de los miles de animales sujetos cada año a dolorosos experimentos de laboratorio? ¿O los millones de animales domésticos criados bajo condiciones inhumanas y destinados a ser matados para consumo humano?. ¿Deberíamos prohibir los cepos y desalentar la compra y venta de abrigos de piel?. ¿Y qué hay de la matanza de animales por deporte? ¿Caza del zorro en Inglaterra, corridas de toros en España, peleas de gallos en México?¿Qué hay del entretenimiento? ¿Deben los leones ser enjaulados en zoos, deben los elefantes ser obligados a hacer actuaciones en los circos?

Estas cuestiones están comenzando a alzarse en los despachos y en la legislación de todo el mundo. Hoy, Harvard y otras 25 escuelas de derecho de EE.UU. han introducido cursos de leyes de derechos de los animales, y un creciente número de casos que representan los derechos de los animales están entrando en el sistema judicial. Alemania recientemente se ha convertido en el primer gobierno del mundo en garantizar los derechos de los animales en su constitución.

El viaje humano es, al final, sobre la extensión de la empatía hacia los demás, y más dominios inclusivos. Al principio, la empatía sólo se extendía a los parientes y tribu. Eventualmente se extendía a la gente con valores mentales parecidos -una religión común, nacionalidad o ideología-. En el siglo XIX, se establecieron las primeras sociedades humanas, extendiendo la empatía para incluir a las criaturas compañeras. Hoy, millones de personas, bajo el cartel del movimiento por los derechos de los animales, siguen profundizando y expandiendo las preocupaciones humanas hacia nuestras criaturas compañeras.

Los actuales estudios sobre las emociones, cognición y comportamiento de los animales abren una nueva fase en el camino humano, dejándonos expandir y profundizar nuestra empatía, en este momento, para incluir a toda la comunidad de criaturas que viven entre nosotros.

Jeremy Rifkin es el autor de Beyond Beef: The Rise and Fall of the Cattle Culture (Plume, 1.992) y The Biotech Century (Victor Gollancz, 1.998). También es presidente de la Fundación de Tendencias Económicas en Washington, DC.

http://www.commondreams.org/views03/0816-05.htm

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