¿Qué hacía Jesús en el día de reposo?

 

EL AMBIENTE en la sinagoga era tenso. Por un lado estaba Cristo, y por el otro los dirigentes religiosos de la época, llenos de celo y envidia. Y en medio de ellos se encontraba un hombre con su mano derecha paralizada, que anhelaba ser curado.

¿Cuál era el problema? Era día sábado, y según las tradiciones judías un milagro de curación violaría la santidad del día de reposo. ¿Qué haría este nuevo maestro ¿Respetaría la tradición y la autoridad de los escribas y fariseos?

Sin vacilar un momento, Cristo "dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate, y ponte en medio. Y él, levantándose, se puso en pie. Entonces Jesús les dijo: Os preguntaré una cosa: ¿Es lícito en día de reposo hacer bien, o hacer mal? ¿salvar la vida, o quitarla? Y mirándolos a todos alrededor, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano fue restaurada. Y ellos [los dirigentes] se llenaron de furor, y hablaban entre si qué podrían hacer contra Jesús" (5. Lucas 6:8-11).

Esta no era la primera vez que Jesucristo había despertado la enemistad de los líderes religiosos de su tiempo. Al comienzo de su ministerio le había dicho a un hombre enfermo que tomase su lecho y caminase, otro milagro maravilloso realizado en sábado. ¿Y cuáles fueron las consecuencias de esta obra de bien? "Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en el día de reposo" (5. Juan 5:16).

Notemos, sin embargo, que los fariseos estaban equivocados al acusar a Jesús de transgredir el sábado. Aunque no lo guardaba de la manera que ellos pensaban que debía hacerse, Cristo pudo decir hacia el fin de su vida: "He guardado los mandamientos de mi Padre" (5. Juan 15:10). En ningún momento desobedeció la voluntad expresa de su Padre tal como está presentada en el Decálogo. Su vida sin pecado demostró que los hombres, con la ayuda divina, pueden guardar los mandamientos.

La manera como Cristo guardaba el sábado no era aceptable para los dirigentes judíos, porque no estaba en armonía con las tradiciones y reglamentos farisaicos que ellos habían aplicado al día de reposo. Pero Jesús, mediante su ejemplo y enseñanzas, liberó al sábado de esas restricciones no bíblicas y restauró su significado para que cumpliese el propósito original de Dios: que fuese un día de comunión con Dios, un día de renovación física y espiritual, un día para hacer el bien a los demás.

Jesucristo acostumbraba asistir a los servicios religiosos que se celebraban en la sinagoga el día sábado. "Vino a Nazará, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura" (Lucas 4:16, versión católica Biblia de Jerusalén). Más tarde, cuando los dirigentes judíos lo rechazaron y excomulgaron a sus seguidores, se vieron forzados a reunirse en casas de familia y en salones.

La Biblia nos dice que "Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos" (Hebreos 13:8), y nos recuerda que los mandamientos de Dios son eternos (Salmo 119:152; 5. Mateo 5:17-18). Esto significa que si Jesús estuviera hoy en la tierra, continuaría su costumbre de adorar en sábado. Sin duda buscaría a sus seguidores para asociarse con ellos en las actividades sagradas del día de reposo que él mismo estableció.

Jesús es nuestro perfecto ejemplo. Por amor a él y mediante el poder de su gracia, es nuestro privilegio imitarle. "El que dice que permanece en él [Cristo], debe andar como él anduvo" (1 s. Juan 2:6).

(Adaptado por la Familia Fustero de un artículo escrito por W. A. Fagal, fundador del programa Fe para Hoy.).

 


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