Nadie será justificado por las obras de la Ley

 

Rom.3:20 parte diciendo que "por la obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él (Dios)". Pero veamos qué agrega a continuación: "porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado".

O sea, la ley no nos puede justificar porque ése no es su propósito. La Biblia claramente dice que el propósito de la ley es señalarnos el pecado, para luego llevarnos a Cristo (Gál.3:24), quien es el único que puede justificarnos (Hch.4:12) y borrar nuestros "pecados" (Mt.1:21; Jn.1:29; 1 Juan 3:5), es decir, nuestras desobediencias a la ley de Dios (recordemos que "pecado es infracción de la Ley"; 1 Jn.3:4; Rom.7:7).

El apóstol Santiago lo ejemplifica aún más claramente al comparar la ley con un espejo (Sant.1:22-25). A través del espejo podemos ver nuestras manchas, más no lavarlas. No por eso vamos a romper y desechar el espejo, ya que por él comprendemos nuestra necesidad de ser limpiados.

Es Cristo quien puede lavar nuestras machas de pecado, pero es la ley la que nos muestra las manchas y la necesidad de ser llevados a Cristo.

No somos salvos por dejar de codiciar, sino que dejamos de codiciar porque fuimos salvados de esos pecados. Del mismo modo, no somos salvados por guardar el sábado, sino que guardamos el sábado porque fuimos salvados por Cristo.

Cristo es el único que puede salvarnos de nuestro deseo de pecar. "Todo lo puedo en Cristo, que me fortalece" (Fil.4:13). Si acudimos a El, nos hace nuevas criaturas, con nuevos deseos (2 Cor.5:17). De manera que la presencia del pecado o de la desobediencia en nuestra vida es demostración de que no hemos experimentado la salvación en nosotros.

Por eso dice la Biblia: "En esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y no hay verdad en él" (1 Juan 2:3,4). También Santiago aprueba esta declaración (2:10 -12).

Como conclusión podemos señalar que necesitamos tanto de la ley como de la fe en nuestras vidas. Necesitamos la ley para comprender que necesitamos ser limpiados por Cristo, y necesitamos la fe para alcanzar la gracia de la salvación que Jesús nos ofrece. Es entonces cuando alcanzamos su justicia. Pero el verdadero creyente nunca es pasivo. "Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta" (Sant.2:26). En consecuencia, el resultado de la fe es la obediencia, porque la fe no anula la ley, sino que la confirma (Rom.3:31)

(DVM)

 


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