Ya no estamos bajo ayo (Gál.3:25)

 

Gál.3:24 y 25 dice textualmente: "De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo".

¿Quiere decir esto que por la fe ya no necesitamos la ley? ¿Cómo debemos entender estos versículos?

Para comenzar, un "ayo" es la persona encargada de criar, educar e instruir a niños y jóvenes, de modo que lo que Pablo nos dice es que la Ley es el encargado de instruirnos, pero ¿instruirnos en qué?

Rom.3:20 nos dice que "por medio de la ley es el conocimiento del pecado", y Rom.2:18 nos dice que nos enseña cuál es la voluntad de Dios: "...y conoces su voluntad (la de Dios), e instruido por la ley apruebas lo mejor".

Esta es la única y real función de la ley: educarnos para ser hijos de Dios. Nos muestra la voluntad de Dios y nos lleva a Cristo (Gál.3:25), quien es el único que puede perdonarnos nuestros pecados o desobediencias a la ley de Dios (1 Jn.3:4).

Es entonces cuando, del mismo modo que un alumno universitario se gradúa y ya no necesita sus ayos o maestros, una vez que la ley nos enseña a aceptar a Cristo por fe, somos hechos nuevas criaturas, y de pecadores pasamos a ser obedientes hijos de Dios (2 Cor.5:17). Así que "venida la fe, ya no estamos bajo ayo, pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús" (Gál.3:25,26).

¿Podrá el recién egresado de medicina desoír todo lo que sus maestros le enseñaron y hacer desde ahora todo lo que quiera? Del mismo modo, habiendo conocido y aceptado a el perdón que Cristo nos ofrece por fe en El, ¿olvidaremos lo que el ayo (la ley) nos enseñó?

Veamos lo que dice Pablo: "¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley" (Rom.3:31). Ver tb.1 Jn.3:24; 5:3.

Si "pecado" es "transgresión de la ley" (1 Jn.3:4), al ser hechos hijos de Dios, comenzamos una nueva vida, sin pecado, porque "todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios" (1 Jn.3:9).

En resumen, el creyente que ha sido justificado por la fe en Cristo, ya no necesita la instrucción de la ley, pues vive según la ley, conforme a lo que ella enseña, y que es la voluntad de Dios. Esta fe no anula la ley, sino que la confirma en el corazón del creyente.

(DVM)

 


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