Letras
Salvajes Número 9 2005
rey emmanuel andújar
La Generación del Hastío
La madrugada, no tiene corazón
Sabina, Joaquín, “Vámonos pa’l Sur”
Hace un sol que raja las piedras y
da grima
Arenas, Reinaldo, “Celestino Antes del Alba”
Marcos entregó los arrugados diez pesos al cobrador de la guagua
mientras lo miraba de manera insultante. Odiaba ir sentado de espaldas al
camino, el pequeño espacio del incomodo y caliente asiento. Afuera del
vehículo, la brisa sin olor a mar, que aunque viviéramos al lado de la playa.
Cocoteros, sí, los hay. Bikinis, sí, los hay. Pero se cansa uno de tanto sol
que hace las piedras polvo y tuesta, del salitre, de la arena seca, de tanto
culo bronceado. Estos pensamientos van a ochenta kilómetros por hora junto a
Marcos, un joven moreno y hermoso, de ojos de arcángel cansado, manos suaves,
alma incomprendida. En cinco minutos llega al centro del pueblo, la espalda
duele, la pierna izquierda se ha dormido. Parada, chofer, parada. Sale Marcos
como puede entre permisos y excúsemes, se arregla el cuello de la camisa,
estira la pierna afectada, llega a sus oídos el grito desgarrador de una señora
gorda que camina rápido pero con dificultad con los brazos en alto. Pueden
verse las axilas sudorosas, hay un olor a sobaco y grasa. La doña llora, hay un
moco sucio bajando por su nariz. ¡Ay Marcos, marquitos! Grita, ¡Desgracia, que
desgracia, algo horrible ha pasado con tu hermano!
*****
Tessio colgaba del
tubo que hacia de caballete del pequeño vestidor en el club de playa. El
espectáculo de la muerte no era complejo: brazos cayendo sin fuerza a ambos
lados del cuerpo que estaba suspendido a unos tres pies del piso. Eso sí, una
cara rígida con la lengua a un costado, en la misma dirección de la cabeza. La
laceración de la soga al cuello. Una soga gruesa, marrón. Para la hora en que
el hermano llegó con la respiración apurada y sin poder articular una lagrima
aún, el cuerpo ya no oscilaba como en los instantes primarios, donde el
muchacho todavía era salvable, esos momentitos en que aparecía la señora voluptuosa vestida de negro con la
guadaña en la mano.
*****
Se nos hace imposible dejar de citar a Michel Houellebecq Los
clubes nocturnos son algo distinto a los supermercados. Siguen yendo – contra
toda esperanza – muchos frustrados. Y así pueden comprobar, a cada momento, su
propia humillación, en ese caso estamos mucho más cerca del infierno. Se habla
de supermercados de sexo, que tienen un catalogo bastante completo de su oferta
porno; pero les falta lo esencial. Y es que el objetivo mayoritario de la
búsqueda sexual no es el placer, sino la gratificación narcisista, el homenaje
que una pareja deseable rinde a la propia perfección erótica: la embriaguez narcisista
de la conquista. En eso pensaba
Yamila cuando daba vueltas en la cama a media mañana. Los dos hombrecitos ton
tan tin ton golpeaban en su cabeza con sendas mandarrias. Entre el dolor y la
boca seca, como desierto, recordaba la promesa de no beber más, de no volver al
club… Anoche la asistencia fue mediana y la promesa duró poco. Por lo demás, se
tomó varios shots de tequila seguidos de cervecita fría. La música pegajosa
invitaba al baile semi-individual. Ha quedado demostrado: La modernidad ha tenido
la facultad de dividirnos, y solo unirnos para sugerir un acoplamiento sexual
momentáneo. Habían varios muchachos, uno de ellos invitó un shot, esta vez uno
llamado Orgasmo (Sambuca, Baileys) luego de una segunda media hora, jugando a
las miradas, al roce equivocado, a la búsqueda de excusas para saber un nombre,
Yamila invita al cuarto shot, esta vez un BlowJob (licor de café, Baileys,
Licor de Banana) y hubo mas baile, música estridente, roces… todo para
entregarse a esa locura elaborada llamada sexo a primera vista, otra vez.
*****
Como todo buen
suicida, Tessio dejó una nota forzada al lado del viejo colchón en el piso de
la habitación que rentaba en la pensión. El olor a descuido era el príncipe de
los pasillos y había telarañas, ratones, baños inservibles. Un sitio así es el
lugar perfecto para deprimirse, para matarse. Aunque hay mas de miles de
historias de suicidios en Park Avenue y Suiza. Ironías. Pero nuestro Tessio
escogió el vestidor frente a la playa. Algo raro en Tessio dada su costumbre de
nunca llamar la atención, pero, guindarse del caballete del cuartito no fue
algo oculto, pues el pueblito fanático de la radiobembería, en tan solo media
hora había colocado la noticia en las bocas más locuaces y dañinas, en los más
remotos confines. Por eso, cuando Marcos llegó, fue de inmediato abordado por
la mujer inmensa, mientras Yamila medio dormía la resaca cuando el chisme
estaba empezando.
*****
-Entonces, el hermano del tipo, no sabía nada
-No, no al parecer, y no era asunto de que no sospechara, solamente
que…
-¿Qué?
-La ingenuidad, mi pana, es la peor de las cualidades
-Y la muchachita, ¿era bonita?
-Es. Aún anda por ahí. Bonita como un demonio
-Mierda
-Si, pero, que te puedo decir…
-Y, ¿el amor?
-¿Qué? No te oigo
-El amor
-¿El Humor? … no sé… camarero, camarero, ¿me trae una cerveza de la
roja esa nueva que mencionó al principio? Sí, sí, esa. ¿Quieres una? Claro. Que
sean dos entonces amigo. Gracias.
*****
Los dejo. Tengo una enfermedad
incurable. Eso
fue todo. Para eso usó una hoja completa de papel. La frase fue escrita con una
letra tensa y horrible. Era evidente que iba a matarse a la mañana siguiente.
Una nota sin originalidad alguna, así como la manera de matarse: enganchar el
cocote de una soga, no, no, no, primero, tirar la soga por un tubo, encaramarse
en la silla, meter la cabeza por el círculo fatal y luego dar gracias a la vida
que me ha dado tanto… y tirarme hasta que la cara se me ponga morada y la
lengua terciada. La idea venía rondándole la mente hacia varias semanas, cuando
una de sus amantes internacionales de turno tuvo que dejar el país de manera
inmediata, luego de un tiempo largo de diarreas y fiebres altísimas, análisis
extraños, visitas al médico y tuvo que irse corriendo, sin decirle nada, y en
este pueblito fantasma, en este laberinto de sexo, drogas y música rave, si la
historia no existe se la inventan, el asunto es simple y llanamente hablar,
tener un tema y acabar con medio mundo. En este pueblito le jodieron la mente
al muchacho con que la gringa esa lo que tenia era sida y él, que se había
acostado con ella sin condón, como Dios manda, ahora se estaba cagando de
miedo, y como estaba convencido de que ya no había ninguna salida, tomó la
decisión de, simplemente, guindar los tenis.
*****
Yamila se enteró del embrollo frente a un café que nunca llegó a
tomarse. Estaba meneando la cucharita dentro de la taza con un cuidado inmenso
y con el dolor de cabeza en sus buenas cuando llegó un amigo con la cara de
concreto y ella pensó, De seguro también está resacado. Pero no, estaba triste.
El susurró un, Cómo te sientes, y tomó asiento. Ella dijo, No tan bien como
quisiera, y medio sonrió. Entonces, por algún extraño mecanismo, él entendió
que ella no sabía nada aun. Ella brindó un café. A él se le hicieron
setecientos nudos en la garganta y, entre el sollozo apagado dijo, Se mató,
Tessio, se…
*****
Fue extraño que durante los procesos del entierro y el velatorio,
Yamila y Marcos no se abrazaran ni lloraran juntos, tú sabes, la exnovia, el
hermano… Solo compartían miradas cabizbajas y tímidas, seguidas de un
movimiento de cabeza. Pero ni siquiera un tomarse de manos o unas palabras. Por
lo demás, un velorio totalmente folklórico: mucho café con galletas de soda y
queso amarillo, moro de gandules con carne de cerdo, los chistes inoportunos,
uno que otro borracho, y mucho llanto, muchísimo llanto por gente que no
comprendía cómo un muchacho tan bueno y tan de su casa y cosas así. Pero nadie
tenia la conciencia de entender que el que se quiere matar tiene el derecho de
buscar cualquier excusa. ¡Claro, bien lo digo yo! “El que no puede estar vivo,
que se muera, carajo”. Bueno, fue un día bastante nublado, excelente para un
entierro. Y aunque los chismes del sida y de la nota suicida estaban
fresquecitos y eran buenísimos, ahora se añadían más cosas a la gran cadena y
era la indiferencia entre Marcos y Yamila. La pobre, que entre los nervios y la
desesperación todavía tenía la boca ardiendo, la cabeza estallándole y ahora
tenía también que empezar a pensar que de segurito si el muerto tenía el fatal
virus, ella estaba cogida.
*****
Quizás se cansó, quizá sintió repugnancia de sí mismo, de soportar
a un gordo con trencitas bailando solo en la pista, por ejemplo, a las cuatro
de la mañana. Un gordo siendo súper repugnante sólo y sólo porque hay una
llamada democracia de la cual ellos abusan para hacernos querer vomitar al
verlos ahí, como patéticos animales si humildad, poetas frustrados escribiendo
en servilletas en medio del estruendo del desastre. Y es que este mundo va como
el Titanic, hundiéndose despacio, pero seguro, y se hundirá en silencio, no tendremos tiempo
de escuchar el tablazo. Sí, se ahorcó. Tuvo más valor que todos nosotros y
entendió que no podía seguir en la debacle noche a noche. Era mejor acabar de
una vez que sentir ese vértigo del deslizarse lentamente, de poco a poquito por
la sustancia melcochosa de la madrugada sin corazón, con aliento de espuma
amarga, DJ’s insoportables, dulces maricones, grandes feministas. Mujeres y
hombres convertidos en manojos y a la orden, listos para echar el próximo
polvo, que podría ser, porqué no, el último.
*****
Bueno, hablaron al fin. Él la invitó a comer en un restaurante
frente a la playa donde no iban muchos locales, así que el sitio estaba lleno
de turistas suecos muertos del aburrimiento, alemanes tacaños, franceses
hipocondríacos. ¿Y entonces?, ella rompía el hielo, él, encendía un segundo
cigarrillo en menos de quince minutos de silencio. No sé, todo esto ha sido una
tragedia, decía él mientras apagaba el cerillo. Claro que es una tragedia, pero
no es a eso que me refiero, es a lo otro. “Lo otro” era nada menos que la sospecha
fatal de estar contagiada y por eso le temblaban las manos, por la misma razón
no probaba bocado hace dos días y esa nausea, despertarse en medio de la noche,
la maldita imposibilidad de llorar. Él le ofrecía un cigarrillo, ¿Has pensado
en hacerte el examen? Ella le dedicó dos miradas, una para desechar el
cigarrillo, nunca fumaba de día. La segunda mirada fue para mandarlo a la
mierda. Claro que había pensado en hacerse un examen; y es que visto desde
cierta óptica, hacerse el examen no era tan difícil, la vaina era recoger los
resultados, la mirada del médico, lo que le estuviera pasando por la mente al
momento de darle la noticia absurda de una muerte segura, lenta, agobiante. El
simple hecho de pensar en todo eso le calentaba la tráquea, un ahogo, un mareo,
y por fin, por fin, esa repentina sensación amarilla, un aguarse de ojos, una
lagrima, ¡aleluya! Marcos, al verla llorar, sintió una congoja suprema, le tomó
la mano fría como un paquete de nieve y ella le concedió una mirada menos
desafiante. Pero, entonces, tú también Marcos, eso es lo que la jode, entiende
que si yo… tú también. Lagrimas, lagrimas, más lagrimas por el foro.
*****
¿Son ellos culpables? La cadena de desenfrenos los llevó hasta ahí.
Yamila no se acostó con Marcos porque Tessio le estaba pegando los cuernos y
ella quería vengarse acostándose con el hermano, claro que no. En esta aldea
viciosa tenemos sexo por deporte. Uno sale de noche a los bares con la
disponibilidad de acabar con cuanto ser humano aparezca y las historias que se
generan son interminables. Servirían para crear las antologías pornográficas
mas elaboradas. Bisexualidades, drogas y armonías, todo ensamblado. Y no hace
tanto que singaron. Esa noche Yamila estaba en calor y el polvo estaba a dos
tragos de vodka tonic más de distancia. Marcos llegó vestido de blanco, cual
ángel, y ofreció uno de los dos tragos. Cuando pagó el segundo ya se estaban
besando, olvidando promesas, compromisos, parientes. Él se montó en el asiento
trasero de la passola, entre risas subieron por los escalones, ella sugiriendo
sensualidades, sujetaba el condón con los dientes, él se iba desmoronando en la
cama. Un condón verde colocado en un miembro erecto y a punto de estallar,
ella, totalmente lubricada tomaba posesión de un cuerpo nuevo, deseado hace
solo horas. Se entregaron a una pasión falsa y frenética, sólo para reconocerse
sudados luego de extensos minutos de jadeos, malaspalabras, mordidas, sólo para
encontrarse con un condón roto a media luz.
*****
adentro
entre la carne, la espada
sombrillas, rayos luminosos
sospecho una sonrisa que me baña
la mano húmeda diseñada para mí
entre repugnancia y apogeo
desganes y desquites
se celebra la sangre
ya en una casa de silencio
luego de un tremendo apagón televisivo
imaginario
atiendo una suerte de falsa inamovilidad
una fantasmagoría de esa casa
donde la duda reina
*****
Pero los bares y las
discotecas se llenan de los individuos más chéveres de la ciudadela. Ahí están
todos, siendo perfectos. Admirando sus propios atributos y deseando cuerpos que
complementen sus bondades. Están con su presa, pero mirando la del prójimo,
programándose para una próxima cacería. Se del viejo que se sentaba en una
esquina y frente a una cerveza observaba todo el meneo como si viera un
especial de Discovery Channel. Se que sonreía pensando en los tiempos que
pasaron y en ocasiones, cuando va por la cuarta fría se desea veinte años menos
para saltar encima de una de dieciocho o porqué no, dos muchachitas en un
cuarto de hotel, en este paraíso caribeño, con las teticas al aire, pantaletas
de Benetton… Sí, recuerda haberse masturbado pensando en eso hace varios años
cuando aún se le ponía dura, ya solo nos queda el podrido consuelo de pedir
otra cerveza más, tomar un cigarrillo arrugado del fondo del paquete y fumar
hasta que el cuerpo aguante. Porque ahí están ellos, la juventud, el futuro de
esta patria heroica de libros de primaria y cajas de cereal. Las caras de los
patriotas se veían ahí, te las encontrabas en todos los libros, en las paredes
revolucionarias, en tiempos de la era romántica con una juventud llena de valor
y fusiles. De esos muchachos y muchachas que colocaban el pecho al aire para
recibir trabucazos soñando con libertades, carteles que sugirieran afuera
yanquis, fuera el FMI, cosas así. Esas fotografías que veías en los recortes de
periódicos que la abuela tenia bajo la cama, y que lloraba de rabia o de pena
cada vez que los desempolvaba, los acariciaba, como si pasándole las manos les
aliviara el dolor de tener que entender, soportar, aceptar que por todo lo que
lucharon se ha vuelto agua y sal. Me siento tan sucio porque tantas veces fui
una puta fina con una copa en la mano, yo fui el tipo que aceleraba en las
avenidas para que las muchachas me miraran y los tipos me envidiaran, yo fui el
padre que firmó el cheque que compró el Mercedes que desgranó al guachimán que
iba para su casa en un motor prestado, yo fui la madre que apoyó y miró todo y
solo pensó en un tratamiento nuevo que tienen en el salón mi amor y fui la que
dije sí mi hijo y pasé la tarjeta de crédito, yo fui la novia que me acosté
contigo motivada por el sonido del veryphone, yo firmé el voucher, yo fui la
madre, la puta, el hermano, el tirano, el quebrantador de tus huesos preciosos,
y soy ese viejo decrépito con disfunción eréctil que pide la quinta cerveza y
escribe poemas en servilletas con lapiceros prestados. Una poesía que nadie
leerá, una poesía,
Si no miramos la vitrina, charlan
de nuestra insuficiente desnudez que no vale una estatuilla
[ de Nápoles.
Si la atravesamos y no rompemos los cristales,
no subrayan con gracia que nuestro hastío puede quebrar
[ el fuego
y nos hablan del modelo viviente y de la parábola del
[quebrantahuesos.
Y aunque mastiquemos su estilo,
yo no escojo mis zapatos en una
vitrina.
Lezama Lima, José
Pensamientos en la Habana (Fragmento)
*****
destinada a adornar las esquinas telarañicas de las casas de
pobres, a dormitar en las oficinas como si fuesen guías telefónicas, una poesía
inmóvil, que no abrirá fronteras ni despertará pueblos como éste que se
envuelven en su maraña inútil, un viejo con vieja poesía, un viejo con olor a
pescado podrido.
*****
Pero todo esto no queda
ahí. El negocio de la piedra se empeña en rodar. La máquina monstruosa necesita
más y más, se alimenta de marginalidad, de niños con bandejas de dulces, de
filas en el consulado, de babosos, de amapolas, de bonos soberanos, de fondos
monetarios, de balas, de ombligos con piercings, de abortos. La máquina, la
monstruosa, la malsana, la repugnante… Yamila decidió armarse de un falso valor
y fue al dispensario del pueblo para practicarse el famoso análisis. Todo tardó
una eternidad. El torniquete en el brazo, la búsqueda de la vena correcta, el
gélido silencio de la enfermera que trataba en vano de parecer amable, el olor
a sentencia de la sala. El doctor Macoserio Tarántula, conocía el origen de
toda la trama. Fue él que tuvo que meterse todos sus títulos de medicina por el
culo cuando la extranjera novia de Tessio lo mandó al carajo diciendo que él no
sabía un coño de medicina, que cómo diablos ella iba a tener sida, que
chequeara esos análisis otra vez, que ella se iba para su país. Así que para
Macoserio hacer el análisis a Yamila, era como saber el futuro. Sintió la
congoja de una juventud perdida, de una vida que se le iba de las manos.
Marcos, por su parte, nunca confió en el sistema de salud del pueblo, y mucho
menos confiaba en el Dr. Tarántula, un tipo que curaba de día y se mataba a
tragos de noche. Así que, en un auto prestado, manejó quince kilómetros hacia
el pueblo más cercano para hacerse el examen. Iba rápido, nervioso. La llovizna
matutina le agregaba una pizca de peligrosidad a la larga cama de asfalto.
Efectivamente, hace unas horas, un minibús de transporte público a gran
velocidad, se había internado en uno de los verdes costados de la carretera en
un intento de rebasar a una camioneta llena de cerdos. El minibús dio a parar
con una mata de jabilla. Una grúa alquilada por la policía sacaba el revoltijo
de hierro y cristales rotos sin sobrevivientes al medio de la carretera, sin
señales, ni nada. Cuando Marcos, preso de los nervios y la ansiedad, vino a
querer activar los frenos, ya estaba arriba de la grúa alquilada. El automóvil
se cubrió en llamas inmediatamente. Nadie pudo sacar a Marcos.
*****
Una semana después,
Yamila medio dormía bajo los efectos de los tranquilizantes. Sintió a Macoserio
llegar en un arrastrar de cadenas oxidadas, y por eso no sabía si era realidad
o pesadilla. Él le tocó la mano, trató de ser directo. Yamila, al parecer se ha
cometido un error, digo, no ahora, sino en el pasado, en el laboratorio, esto,
eh… no te preocupes, tu examen salió negativo, no tienes nada. El efecto de los
tranquilizantes desapareció como sortilegio y trabajosamente, Yamila se sentó
en la camilla. ¿Pero entonces, qué quiere usted decir? Eso, que no estás
enferma, pero… ¿Pero qué? Que… estás embarazada. Ella lo miraba punzantemente,
no sabía si besarlo y llorar o matarlo y llorar también, pero no hubo nada más
que hacer ya que el Dr. Tarántula hizo una media mueca y se echó sus cadenas al
hombro para irse como un ángel enviado, por donde vino. Yamila, con el pelo
enredado y la boca con un sabor a mierda se tocaba el vientre y pensaba. ¿Cúal
de los dos hermanos sería el padre del niño que venía? Quizás ya no importaba,
ninguno de ellos estaba. Entonces pensó lo que sería traer una criatura a este
mundo de confusiones, a este pueblo de azarosos, a esta olla de sufrimientos.
Mecánicamente se alisó el pelo, deseó un vaso de agua y ahora, con ambas manos,
tocaba de nuevo su vientre. Casi de manera imperceptible, vinieron luego el
sollozo y la media sonrisa, al mismo tiempo.
Nadie sabe, mientras estemos vivos y sanos quedará alguna esperanza.
*****
Nota: esta carta llegó un mes después de los acontecimientos.
Exactamente luego de las horasantas y las misas en acción de gracias que ruegan
por el descanso de las almas de los difuntos. Recibida en un inglés poco
legible, fue traducida tratando de
mantener la fidelidad del texto original.
*****
Tessio del Alma:
Hola! No te imaginas los deseos que
tengo de verte. He intentado llamarte pero se ha hecho imposible comunicarse
contigo. ¿Dónde andarás? Bueno, me siento muy dichosa al darte una buena
noticia. * No tengo sida * Cuando
llegué aquí, fui con un miedo del carajo al médico, para darme cuenta de que no
tenía más que una infección intestinal. Habrá sido el agua, o la jartura de
chicharrón que nos dimos en el campo la noche esa del concierto de bachata. ¡No
me cabe la felicidad en el pecho! Deseo volverte a ver, a besarte en la playa
todas las noches, a comer pescado frito con las manos, a desearme en tus brazos
fuertes y quemados por tu sol del caribe, a dejar esta nieve y revolcarme
contigo en la arena. Aunque como te digo una cosa te digo la otra, ahora
tenemos que protegernos, tú sabes, digo yo… bueno, no puedo esperar a verte,
llego a finales del mes que viene, cuando termine el tratamiento. Cascadas de
besos.
Tuya para siempre,
Sabrina.
F i n a l
Reynolds
Emmanuel Andújar. Nacido en Santo
Domingo en 1977. Narrador, poeta, ensayista
y performero. Actualmente es un Sankypanki que vive entre Santo Domingo y
California. Su trabajo literario ha sido
galardonado con el Premio Virgilio Díaz Grullón del Banco Central (2000) y el
Premio Internacional de Cuento de Casa de Teatro (2003 y 2004). Ha publicado
sus relatos en antologías y revistas como Caudal, Mythos, cielonaranja.com, La Gran Vaina, Tipógrafo y Letralia. Su nouvelle El hombre triángulo, publicada en 2005 por la Editorial Isla Negra
ha recibido excelentes críticas que lo sitúan como uno de los más importantes
narradores actuales de su país. Andujar es
también actor y performero. En este renglón se destaca Ciudadano cero, trabajo dramático-musical que ha
representado con éxito en República Dominicana y Puerto Rico. Recientemente ha
publicado el libro de cuentos El factor carne. Entre sus obras inéditas se
encuentra la novela Candela.