Letras Salvajes                     Número 9                                        2005

 

 

pedro antonio Valdez

 

 

Selección de Papeles de Astarot (Reeditado. Santo Domingo: Editorial Isla Negra; Quito, Ecuador: Casa de la Cultura Ecuatoriana “Benjamín Carrión”, 2002)

 

 

EL HOMBRE Y EL ÁRBOL

 

La tarde del jueves lo había contemplado y sospechó que, de alguna manera, él era ese árbol.  Pocas hojas verdes.  Maduras.  Ramas secas y oscuras.  La hojarasca.  Todo simbolizaba la vida del hombre.  Pero acontecido el tiempo, el árbol floreció de nuevo y la ventura vegetal le fue transferida.  Fueron los años del amor.  Los hijos.  La buena fortuna.  Todo pasas y tiende hacia el olvido.  Años después, quedó seco el árbol para siempre.  El hombre morirá mañana, miserable y solo.  Entonces alguien—que desconocerá el juego de las relaciones y los símbolos—derribará el árbol.

 

 

 

EL HOMBRE QUE OLVIDÓ SU SOMBRA

 

El hombre se detuvo como una mancha entre la sombra.  Era el lugar exacto para el crimen, el día preciso, el instante esperado; pero él lo ignoraba absolutamente.  Por eso le sorprendió el cuchillo cuando rasgó la obscuridad y se le enterró en el pecho. 

 

 

 

DOS AMANTES BAJO LA ÚLTIMA LLUVIA

 

El aposento era un espacio de piedra húmeda.  Perfume.  Esencia de mirra.  La mujer era prostituta de oficio, pero la amaba.  Los amantes se entrelazaron a obscuras hasta sentir el rumor de la sangre.  Entonces todo fue de luz.  El ritmo de la noche desatado en el deseo.  El orgasmo confluyó en una lluvia de azufre y fuego, y los amantes—derrotados en sus cuerpos—se contemplaron silenciosamente.  Al pie del alba abrieron la ventana y la ciudad era una interpolación de escombros.  En ese instante el aposento se reclinó a la izquierda, el centro, a la derecha, cedió después y se esparció en el aire.  Los amantes se miraron a los ojos y cuando de cada uno no se vio quedar más que una estatua de ceniza desmoronándose, entonces quedó consumada la destrucción de Gomorra.

 

 

 

 

Selección de La rosa y el sudario (San Juan & Santo Domingo: Editorial Isla Negra, 2001)

 

 

ADIÓS AL REY

 

La reina descubre ante ti su sexo de madera.  En algún resquicio de la razón, un solo marcial de trompeta introduce la batalla.  Peón, o bestia diminuta que sueña la sencillez terrible de las navajas.  La marcha de un caballo resquebraja una torre con su herradura aterciopelada.  No existe el pasado en la batalla: la danza de madera bulle en una lógica obscura que a veces simula una partida de ajedrez.   Cae el rey enemigo y descubres aterrado que sobre ti descansaban como un solo ojo todos los ojos de la tierra.   La victoria postra ante ti príncipes y cortesanas, la plebe y los ejércitos, el órgano y el coro que te ensalzan, oh vencedor entre los hombres.  En ese instante un pensamiento—que podríamos numerar como el  último—te acorrala de luz: entre los oros de la loa descubres que tu victoria no es sino tu derrota.  Evocas al rey vencido…  pero quizás con tiempo de escapar.  Por eso huyes hasta desaparecer en un abismo cinético de cuadros blancos y negros.  En él encontrarás otros objetos perdidos: el vuelo de Quetzalcoatl, la piedra para el Gran Grimorio, la pirámide de sol que vieron los incas, cierta luna, y además, si ganas la fortuna de encontrarte contigo mismo, hallará a Bobby Fischer.

 

 

 

CAJA CHINA AVERIADA

 

Un hombre halló una caja cerrada, la cual abrió y halló dentro otra más pequeña, la cual abrió y halló dentro otra más pequeña, la cual abrió y halló dentro otra más pequeña, y así hasta hallar una caja del tamaño de una partícula de polvo, la cual abrió y halló dentro, cerrada, la primera caja que había hallado.

 

 

 

INSTRUCTIVO PARA DETERMINAR SI UNA MUCHACHA ES FEA

 

Una muchacha se detiene imprecisa junto a un quiosco, toma una manzana, la observa, trata de morderla, ve que no puede, la pone de nuevo.  Y tú la ves alejarse entristecida.  Si esa muchacha mira después a un niño comer manzana, hace como un hueco en la mano, intenta infructuosamente imitar al niño, desiste con amargura mientras ve que en su mano hueca se deshace la manzana imaginada.  Y tú la ves alejándose impotente.  Y si luego vuelves a ver que la muchacha entra a un parque nocturno llevando una manzana, oyes como un lejano llorar lloviéndose en la obscuridad y, al irrumpir la aurora, descubres que la manzana permanece intacta en un banco iluminado, entonces no dudes un instante más.  Apártate de su lado para siempre.  Las muchachas feas no saben comer manzana. 

 

 

Pedro Antonio Valdez.  Nacido en La Vega en 1968.  Narrador, poeta, dramaturgo y ensayista.  Ganador del concurso Casa de Teatro con su cuento “El mundo es algo chico, Librado” (1989).  Ha publicado los volúmenes de micro-relato: Papeles de Astarot (1992, 2002; Premio Nacional de Cuento) y La rosa y el sudario (2001).  En 1998 recibió el Premio Internacional Alberto Gutiérrez de la Solana (New Jersey, Estados Unidos) por su pieza dramática Paradise.  En 1995 publica Historia del carnaval vegano y Última flor del naufragio: antología de novísimos cuentistas dominicanos. Su novela Bachata del ángel caído (1998) recibió el Premio Nacional. En 2000 publica su único poemario hasta la fecha: Naturaleza muerta, Premio de la Universidad del Este.  Es coautor de Los nuevos caníbales Vol.1: antología de la más reciente cuentística del Caribe Hispano (2000, Premio del PEN Club de Puerto Rico) y Los nuevos caníbales Vol. 2: antología de la más reciente poesía del Caribe Hispano (2003).  Su novela Carnaval de Sodoma (2002), publicada por la prestigiosa editorial Alfaguara, recibió el Premio Nacional de Novela.  Próximamente la Editorial Isla Negra publicará su volumen de relatos Narraciones apócrifas.  Valdez es el moderador del foro de discusión cibernético Abecedario.

 

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