Letras Salvajes                     Número 9                                        2005

 

 

pastor de moya

 

 

Selección de Buffet para caníbales (San Juan & Santo Domingo: Editorial Isla Negra, 2002)

 

 

MÁS ALLÁ DE LA LÍNEA

 

Aferrado como un mono a la angosta y oxidada reja que servía de puerta al Pabellón #3 {el de “Los Alemanes”} advertí, una clara mañana, que el Pinty había trazado una recta raya en tiza en uno de los pasillos del penal.  Amenazó y apostó que quien la cruzara por debajo, de un sólo tirón y sin rozarla, conseguiría su inmediata libertad.  Todos nos miramos asombrados, convencidos de que se había vuelto loco.

 

Debía ser domingo.  Lo intuí porque algunos presos comenzaban a prepararse para lucir su mejor ropa.  Eso era para mí como asistir un ritual o disfrazarse para una fiesta de carnaval que solamente duraría dos horas.  Otro día más en que los familiares y amigos nos prometían que pronto saldríamos para la calle.  Pensé {quise pensar} que todos los domingos en el mundo son iguales, menos en este lugar.

 

Hace mucho calor, a pesar de agosto ser tan blanco.  Las gotas de sudor caen redondas sobre el suelo.  Las visitas han empezado a entrar.  Hoy están entrando primero las mujeres y los niños.  ¿Por qué será que a las cárceles asisten más mujeres que hombres?  Será porque son iguales hembras.  ¡Ay de mí, que las he habitado a ambas!  Esta tarde están registrando a nuestras madres y esposas hasta los pelos, una por una, incluso a las privilegiadas, a las que poseen pases del Director y del Alcaide.

 

El problema no es la droga, si no donde la encontraron.  A sabiendas de que le están restando mercado a los llaveros.  ¡Ahora sí, estos guardias se están poniendo un poco chivos!  Han puesto espejos en el techo, en las paredes y en el piso de la oficina,

para verle por ahí hasta el olvido.  Y más aún, han traído perros que son capaces de olerle, incluso, la existencia.

 

Me imagino a la Sargento del G-2, con esos dedos puntiagudos y grotescos, hurgando violentamente cada hueco.  Estarán haciendo de las suyas.  Deben ser sus días más felices en el recinto.

 

Hay radios encendidos por todas partes. Se escucha, sobre todo, bachata o algún bolero de Julio Iglesias.  Sí, boleros de Julio, que los pone un Guachimán que asesinó a su novia.  Siempre los pone a esta hora; no sé si para recordarla o para burlarse de su memoria.  Se está nublando.  La tarde se ha tornado plomiza.

 

El Pinty no esperaba a nadie.  Quién podría visitar un ser tan extraño, que violó a su hijo de 3 años, a su mujer y al padre de ésta, al mismo tiempo.  Y que luego los quemó vivos a todos, todavía gimientes y sangrantes.  Creo que nadie se atrevería a venir a ver a semejante bestia rucia.  Este permanecía frente a la delgada línea de tiza, observándola, estático como un niño emocionado que juega a la rayuela; ajeno al trajinar de los otros reclusos y visitantes que, apiñados y presurosos, se desesperaban por entrar a los callejones de sus parientes.

 

Ese día mi amante y yo no pudimos hacernos el amor.  Ella estaba excitada con lo de la Sargento, se veía muy nerviosa, estaba seca.  Nos sentamos en un banco que yo alquilaba todas las tardes de visitas.  Le hablaba de mis deudas en el penal, de cómo iba marchando mi proceso.  Le preguntaba que si soñaba conmigo en esas noches de calor, que si dormía desnuda y acariciándose para pensar en mí y esperar feliz el alba.  Ella tenía las manos frías, las tomé junto a las mías y comencé a hablarle de las pretensiones del Pinty.  Se quedó ensimismada, mirando fijamente hacia el pasillo, parecía no entender lo que le hablaba.

 

—“Que cruce el que quiera. Que cruce como quiera y como pueda”—gritaba el Pinty, a todo pulmón.

 

Estaba desesperado, provocante.  No soportaba más esos trozos podridos de realidad que tanto le dolían.  {Hay gentes que no tienen valor para el suicidio, pero buscan la muerte.}  Nadie le hizo caso.  Él mismo decidió realizar la insólita hazaña: se subió en unos de los muros del pasillo y se avasalló con fuerza hacia la línea.  El suelo estaba duro y resbaloso.  Un rojo charco de sangre ensució la raya de tiza y a las visitas.  Le echamos agua fría pero no reaccionó.  Esperamos un buen rato hasta que vinieron unos guardias y los sacaron.  Lo vimos salir más allá de los barrotes.  Pasaron los días y no trajeron al Pinty.

 

 

 

LAS VASTEDADES DEL MURO [CANCIÓN PARA MIS TÍAS/CD-ROM]

 

Portada del sueño.

 

Un toro enorme va creciendo en el fondo de este pozo.  Lo veo en el espejo o en el río que es un sueño y me urge traspasarlo.  A mi lado una mujer.  Creo sentir {y siento} que le acaricio el vientre ese universo acuoso parecido tanto al mar.  Hay algo en ella que quiere salir de sus entrañas porque escucho sus pezuñas en el tropel.  Un solo cuerno ha de tener ese animal que le hace punzante la barriga.

 

Por favor, deja que la música continúe…

 

La realidad.

 

Mis tías solían irse a la cama conmigo en el verano en esos meses de vacaciones escolares.  Eran tres {siempre un número bíblico} viejas jamonas que olían y sabían a esos embudos rancios que se expenden en las vitrinas de las posadas.  Se turnaban en las noches hasta el amanecer y ejercían una especie de cronometría atroz que me dejaba derrotado y seco para el amor.

 

Vivíamos en un viejo caserón de madera y techo de zinc, en las afueras de la ciudad, donde en los meses de lluvia el aire se impregnaba con el olor a trementina y leche cortada.  Afuera, en el patio, un asno ciego y muy boludo deambulaba cabizbajo como quien va chocando con la luna o con la vida. 

 

Por las mañanas, la tía Adela, la mayor de todas, le daba de comer avena y cáscaras de plátanos, a la vez que le frotaba las dos bolas.  Luego, mientras este comía, ella se sentaba largo rato a contemplarlo como quien evoca un recuerdo muy lejano.  Dicha práctica se había convertido ya en ritual para sus días.

 

Déjalo, mi amor, que siga cantando de esa forma…

 

En el día todo era calma, absoluta y plena calma.  Alina, la mayor de las tres {otra vez la obsesión por este número}, siempre buscando mi compañía; me ayudaba a limpiar las heces de los gatos que dormían dentro de la casa.  Yo no me explico porqué a estas mujeres sólo le gustaban los animales mamíferos.  Son raras estas mujeres.  Ni siquiera tienen un bullicioso periquito que dé saltos dentro de su jaula y lo despierte a uno con el alba.  Sólo prefieren chupadores de leche: de gatas, de perras, de gentes.  Hasta en la foto de mi madre que está encima de la repisa, hay a su lado un caballo.  ¡Oh cuánta presencia fálica!  Ahora entiendo a la tía Adela, el porqué contempla tanto al burro.

 

No bajes el volumen, te lo ruego…

 

Después de este día, caluroso y feliz, arribamos a la nocturna como quien espera beber de una fuente.  Alina debe estar al subir a mi cuarto.  La imagino con la bata de rosa transparente y sin pantys, la boca pintada de cundeamor y esos senos erectos que ansían mi lengua para vaginarla en mariposa suave.  En una mano debe traer el libro de Callan, para leerme aquellos versos que tanto me gustan, y en la otra, ron de caña que lo derramé en el hueco de sus piernas.

 

Revés del sueño.

 

El piso está inundado de sangre.  Se escucha unos gritos o un mugir. Alina navega en una masa viscosa. Hay mucho calor.  La fiebre la amorata.  Expulsa una cosa amarilla parecida al virus que bebimos en el concierto de rock.  Como un ángel se queda boca arriba soñando que tiene azufre entre los dientes.

 

Súbelo un poco más…

 

Esta casa ya no es la misma.  El asno ciego morirá.  Mis tías serán pasas en conserva. Se pasan todo el tiempo mirando esa pared.  Encerradas en el triste goce del incesto y el ulular de esta maldita canción.  Y a mí que me saquen de este cepo y me encarcelen en el mundo del otro lado donde la realidad es vasta y más fascinante. 

 

 

Pastor de Moya.  Nacido en La Vega Real.  Poeta y narrador.  Se desempeñó como Encargado Nacional de Literatura de la Secretaría de Estado de Cultura de la República Dominicana. Su obra ha obtenido importantes premios y menciones en certámenes literarios nacionales: Movimiento de Proyección Cultural (1982); Concurso Casa de Teatro (1993, 1996 y 2000); Concurso de Literatura de la Sociedad Cultural Alianza Cibaeña (1991, 1996 y 1999); Concurso de Cuentos Radio Santa María (1995, 1996 y 2000); Premio Nacional de Literatura (2002).  Ha sido incluido en importantes antologías nacionales e internacionales, como Antología del Ateneo Insular (1992), Este lado del país llamado El Norte (1999) y Los nuevos caníbales vol. 1: Antología de la más reciente cuentística del Caribe hispano (2000).  Ha publicado los poemarios El humo de los espejos (1985), Alfabeto de la noche (2001) y Jardines de la lengua (2003).  Tiene a su haber el libro de relatos breves Buffet para caníbales (2002).  Es editor fundador de Ediciones a Mano.  Además, es Presidente Ad Vital del Club Internacional de Poetas Zacarías Espinal y miembro fundador del Movimiento Contextual. 

 

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