Sinceridad constituyente
Roberto Laserna
El
Presidente Evo Morales ha festejado la entrega de un texto constitucional
aprobado a mano alzada por el MAS.
Ya sabemos
que la propuesta es excluyente y que ha sido aprobada luego de numerosos vicios
procedimentales y transgresiones legales. Y también que enfrenta el repudio de
una gran parte de los ciudadanos. De nada sirven las 400 promesas que contiene
si, como los dedos que cruzan los niños por detrás cuando no son sinceros,
incluye la posibilidad de cambiar por mayoría todas las promesas (art. 411).
Al gobierno
le costará convencer a los bolivianos de que es una propuesta viable y de que
encarna sus aspiraciones de cambio y de progreso, o incluso las de “vivir
bien”.
Para
empezar, tendría que mostrar las dos manos y no cruzar los dedos a escondidas.
Y practicar lo que predica.
Puede hacer
de inmediato las dos cosas, sin esperar una nueva constitución y ni siquiera
una ley. Bastaría respetar la concertación para la reforma y poner en práctica
inmediata los aspectos que requieren solo voluntad política.
Veamos
algunos ejemplos.
La
propuesta del MAS dice que “la censura (en una interpelación) implicará la
destitución de la Ministra o del Ministro” (art. 159,16). Hace apenas unos días
y cuando este borrador ya era conocido, se censuró al Ministro Rada. Lejos de
destituirlo, el Presidente rechazó su
renuncia y lo ratificó. Y así lo hizo en todas las censuras anteriores a sus
ministros. La propuesta no obliga al Ministro censurado a renunciar, sino al
Presidente a destituirlo. Si es consecuente, el Presidente debería aplicarla y
destituir a los ministros que ya fueron censurados.
En otro
apartado, la propuesta del MAS establece que para el desempeño de funciones
públicas es requisito “conocer al menos dos idiomas oficiales del país”. La
lista es suficientemente amplia como para esperar que, cuando menos el
Presidente y su gabinete sepan al menos dos. Y si no, lo más lógico sería
despedir a los que necesitan aprender otro.
Se dirá que
esta propuesta no está vigente. Pero se trata, justamente, de demostrar que el
festejo oficialista es sincero y que, incluso sin la obligación, las
autoridades del MAS cumplirán lo que le plantean al país.
De aprobarse
esa norma (art. 235), sería obligatoria para todos los servidores públicos,
desde el Presidente hasta los barrenderos de las alcaldías, incluyendo los
técnicos de las empresas, las embajadoras y los secretarios, las maestras,
médicas y enfermeros, diputados, senadores, magistrados y todo el que aspire a una
pega pública.
Nada impide
al Presidente exigir de inmediato su cumplimiento a todo el círculo superior
del Poder Ejecutivo, empezando por él mismo. Y lo justo sería acudir a un
evaluador externo que califique el conocimiento idiomático, pues no basta
repetir un slogan o recitar una canción para acreditar dominio de lenguaje.
Como se dice, promesa es deuda y sinceridad obliga.
Algo
similar puede darse con los suplentes. El proyecto del MAS los elimina del
Congreso o Asamblea Legislativa Plurinacional. Para ser coherentes deberían
renunciar sus suplentes o, cuando menos, dejar de recurrir a los ajenos cuando
necesitan crear quórum luego de impedir la asistencia de los titulares de la
oposición.
Es cierto
que la propuesta del MAS no incluye la sinceridad entre los veinte valores que
propone como sustento del Estado (su art. 8), pero sí propone en ese mismo
artículo “el principio ético moral del ama llulla” (no seas mentiroso).
La ley no les
prohíbe lo que ya empezaron a festejar.
El autor pertenece a www.columnistas.net