EL
PAIS MAS DESIGUAL…
Roberto
Laserna
©
columnistas.net
Bolivia no es ciertamente un modelo de equidad,
pero está muy lejos de ser es “el país más desigual”, como afirman muchos
informes de organismos internacionales y no pocos documentos políticos. Es que
en ellos la desigualdad se define en base a la distribución del ingreso. Pero
en una economía heterogénea como la nuestra, en la que una parte de lo que
satisface las necesidades de la gente proviene de bienes producidos en el hogar
o de transacciones e intercambios no monetarios, resulta más apropiado observar
la distribución del consumo. Cuando se procede de esta manera se confirma que
en Bolivia la pobreza es un problema mucho más grave que la desigualdad.
La estructura del consumo, que define mejor que
los ingresos monetarios la situación económica real de las familias, nos
informa que el coeficiente de Gini de Bolivia es del 43.8%, que es mucho más
bajo que el 57.8% que se le atribuye al país e incluso inferior al de países
como Argentina, Chile, Uruguay y Costa Rica.
La fuente más importante de datos respecto de
la situación de las familias bolivianas es la encuesta de hogares que aplica el
Instituto Nacional de Estadística (INE).
La base de datos disponible más
reciente es la del año 2005.
Esta encuesta es larga y muy detallada, y el
personal puede aplicarla en varias visitas a los hogares a fin de completar la
información. A los ingresos y gastos se dedica mucho tiempo en la encuesta,
pues se trata de obtener información que a veces el propio hogar desconoce si
no lleva una contabilidad rigurosa de lo que recibe, vende y compra. Por lo
tanto, la información de los ingresos y
gastos totales que la familia recibe cada mes no provienen de una sola
pregunta, sino de las sumas que se hacen al procesar la encuesta con las
respuestas que se han dado acerca de los ingresos y gastos de todos los
miembros del hogar. También se hacen esfuerzos para cuantificar el valor
monetario de las transferencias gratuitas, de los bienes que se producen y
consumen dentro del hogar y de los intercambios de bienes por bienes o bienes
por servicios entre familias.
Los especialistas tienen mayor confianza en los
datos de gastos que en los de ingresos, debido a que la gente tiende a mencionar
cifras inferiores de ingresos. El temor de que los datos se usen para cobrarles
impuestos es lo que explica con más frecuencia esa “subdeclaración”, cuando no
otros temas de conveniencia personal o grupal. En cambio los gastos se
registran con más detalle (cuánto compra de pan al día, cuánto paga de alquiler
al mes, etc.), por lo que se obtienen datos más confiables. Y dado que se toma
en cuenta el autoconsumo y los intercambios no monetarios, la información sobre
gastos proporciona una mejor aproximación a la situación económica real de las
personas.
Comparemos las estructuras de ingresos y gastos
en Bolivia, en base a la encuesta de hogares del 2005.
En el cuadro que acompaña este artículo se
muestra la población dividida en diez grupos de similar dimensión demográfica y
ordenados según sus niveles de consumo (deciles, les llaman los estadísticos).
En las dos primeras columnas están los porcentajes de ingresos y de gastos que
corresponden a cada decil, y en las dos últimas los niveles promedio de ingreso
y gasto mensuales por persona.
DECIL |
% |
% del Gasto per capita |
Ing mensual per
capita |
Gasto mensual
per capita |
|
1 |
2 |
3 |
4 |
10% mas bajo |
0.29 |
1.67 |
65.7 |
70.4 |
2 |
1.09 |
3.03 |
118.0 |
128.0 |
3 |
2.20 |
4.06 |
164.9 |
170.8 |
4 |
3.43 |
5.14 |
219.6 |
218.5 |
5 |
4.70 |
6.42 |
268.3 |
270.9 |
6 |
6.28 |
7.80 |
334.4 |
329.3 |
7 |
8.35 |
9.57 |
466.7 |
404.3 |
8 |
11.49 |
12.01 |
588.4 |
507.9 |
9 |
16.86 |
16.34 |
692.2 |
688.0 |
10% mas alto |
45.31 |
33.95 |
1896.2 |
1435.7 |
|
100 |
100.00 |
475.9 |
422.3 |
Gini |
57.8% |
43.8% |
48.5% |
43.8% |
Notas: 1 es Ingreso de los hogares por deciles de ingreso, 2 es gastos
por persona por deciles de gastos, 3 es ingreso promedio por persona en cada
decil de gasto, 4 es gasto por persona por decil de gasto. Datos de
En general suele concentrar la atención en la
columna 1, que muestra las proporciones de ingresos monetarios que perciben los
hogares, ordenados desde el 10% más pobre hasta el 10% más rico. Vista así, la
desigualdad es enorme. Mientras el 10% más pobre de la población recibe solamente
el 0.29% de los ingresos, en el otro extremo se encuentra el 10% más rico, que percibe
el 45.31% de los ingresos. La distancia, medida por ingreso familiar mensual,
es enorme. El decil más rico recibe en promedio 154 veces más que los hogares
más pobres. Estos datos suelen expresarse a través de un coeficiente de
desigualdad, que se llama de Gini, y que con estos datos alcanza al 57.8%. Es justamente
de este dato que ha salido la idea de “el país más desigual”, que se repite
tanto en los documentos políticos como en los de la cooperación internacional.
Prestemos ahora atención a las columnas 2 y
La columna 2 muestra la desigualdad real. El
10% más pobre gasta el 1.67% del total de los gastos de las familias, y el 10%
más rico gasta casi el 34% de ese total. Hay desigualdad pero es menor a la que
se vio en el caso de los ingresos. En el decil más pobre el gasto promedio
mensual por persona es de 70 bolivianos, en tanto que los más ricos tienen un
gasto mensual por persona de 1436 bolivianos, 20 veces más (y no las 154 veces
que se veía en la medición del ingreso que tampoco tomaba en cuenta los tamaños
de las familias).
Como se afirmó antes, el indicador de
desigualdad de Gini calculado con estos datos es del 43.8%, catorce puntos más
cerca de la igualdad que el Gini de ingresos.
El gráfico reproduce la misma información mediante
las denominadas curvas de Lorenz. Mientras más se acerca la línea a la
diagonal, la desigualdad es menor. Los ingresos familiares están representados
por la curva con puntos. Los gastos por persona por la línea con cuadrados.
Estos tienen una distribución más igualitaria como lo muestra su mayor cercanía
a la diagonal.
Por supuesto que hay desigualdades, y no se las
puede ni debe ignorar. Pero tampoco se las debe exagerar porque se corre el
riesgo de reproducir los errores que las generaron.
Además de los problemas de método que tienen
que ver con la recolección y el procesamiento de los datos, que explican en
parte las diferencias, esta información refuerza la necesidad de tomar en
cuenta la economía del ch´enko que caracteriza a Bolivia. El concepto del
ch´enko se refiere a la heterogeneidad estructural y la coexistencia de
sistemas de producción y de racionalidades económicas muy diferentes que se
relacionan de forma compleja, aprovechándose y obstruyéndose mutuamente. En el
análisis estadístico es relevante tomar en cuenta este concepto porque nos
recuerda que los datos monetarios dan visibilidad a sólo una parte de la
economía, manteniendo al resto en la oscuridad estadística. La desigualdad de
ingresos se refiere a esa parte visible, en tanto que la de los gastos toma en
cuenta también, por lo menos en alguna medida, a la parte de la economía más
oscura o menos monetizada.
Esta información, en definitiva, exige repensar
las prioridades de política económica en el país y superar los prejuicios con
que se ha mirado el pasado reciente. El problema principal de Bolivia no es la
desigualdad sino la pobreza y, por lo tanto, el desafío principal que tenemos
por delante es el de la creación de riqueza, no el de su distribución. Tal vez la
distribución pueda estar entre los objetivos de los organismos públicos, pero la
creación de riqueza solamente se puede alcanzar cuando se convierte en un
objetivo de la sociedad en su conjunto. Nunca una burocracia estatal ha sido
capaz de cumplir la tarea de crear riqueza en la escala que se necesita para
superar la pobreza. Las sociedades, en cambio, sí lo han sido… y muchas veces.
El autor critica un artículo de Roberto Laserna aparecido en PULSO.
Sobre el consuelo de ser pobres pero iguales
George Gray Molina
¿Somos iguales?
Laserna estima la
distribución de consumo por deciles de la población. Encuentra que la
concentración del consumo es 14 por ciento más baja que la concentración de los
ingresos. Somos “más iguales” en el consumo que en los ingresos. Este es, en
realidad, un resultado esperado, por lo que la literatura económica conoce como
“la hipótesis del ingreso permanente”.[1]
Elbers, Lanjouw y Leite (2004) documentan diferencias similares para otros
países de América Latina.[2]
¿Por qué la brecha? Porque, a diferencia de los ingresos, los hogares tienden a
amortiguar caídas abruptas de su consumo, ahorrando en épocas de vacas gordas y
desahorrando en épocas de vacas flacas. El “amortiguamiento de consumo” tiende
a igualar el consumo entre ricos y pobres, porque muestra que aun los más
pobres protegen su nivel de consumo a través de ventas de activos, préstamos de
parientes o amigos y migraciones estacionales. Es un “seguro” imperfecto que
previene privaciones extremas en momentos de crisis.
Pero, más allá del
resultado esperado --que el consumo es mas “igual” que el ingreso-- algo que
atrae la atención en los datos de
¿La desigualdad por
ingresos no importa?
Aun obviando el efecto
del decil más rico, y suponiendo que somos más iguales en el consumo que en el
ingreso, ¿significa esto que la masiva desigualdad de ingresos --la más alta de
América Latina-- es menos “importante”? Creo que la respuesta es que los
indicadores de desigualdad por consumo e ingresos miden cosas distintas, pero
igualmente valiosas para reducir la pobreza. El enfoque por consumo es el que
mejor aproxima “bienestar material” y ayuda a describir lo que los miembros de
un hogar realmente llevan a la mesa día a día (alimentos, ropa y otros gastos).
El enfoque por ingresos es el que mejor aproxima “oportunidades de bienestar
material” porque está intermediado por el mercado laboral, y ayuda a medir las
posibilidades de ahorro presente y futuro, descontando el consumo (ingresos
laborales, rentas y otras fuentes de ingreso).[3]
Ambas estimaciones tienen
sus problemas empíricos y es cierto, como afirma, Roberto, que las estimaciones
de consumo --aproximadas por datos sobre gastos-- son, en general, de mejor
calidad que las de ingreso. Sin embargo, aun así, los datos sobre desigualdad
por ingresos nos dicen cosas valiosas que no captamos con los datos de consumo.
Una, es que la mejor manera de salir de la pobreza es encontrar una o varias
fuentes de empleo de mayor calidad, mejor remuneración y alta estabilidad en el
tiempo. Otra es que, aun con niveles equivalentes de educación y experiencia,
las mujeres ganan menos que los hombres y las personas que hablan un idioma
indígena ganan menos que las personas que no lo hablan. Los indicadores de
desigualdad por ingreso nos ayudan a identificar obstáculos al crecimiento, a
la creación de riqueza y a la reducción de la pobreza.
¿El enfoque
igualitario distrae de la lucha contra la pobreza?
Concuerdo con
El impacto de la
desigualdad de oportunidades sobre la reducción de la pobreza ocurre en dos
estaciones. La primera impacta antes de llegar al mercado laboral. El 60 por
ciento de los jóvenes bolivianos ya perdió la batalla de la igualdad de
oportunidades antes de obtener su primer trabajo. De 254 mil niños nacidos,
solo 248 mil sobreviven el primer año de vida. De estos, solo 194 mil entran a
la primaria y 100 mil logran vencer la secundaria sin tener que trabajar.[5] La
gran mayoría de los niños y jóvenes nacidos en áreas rurales o periurbanas no
vence la carrera de obstáculos o llega a la meta cojeando. La desigualdad de
oportunidad con respecto a los niños y jóvenes de clase media urbana es
gigante.
Pero ahí no termina el
problema. La segunda estación ocurre dentro del mercado laboral. Para niveles
equivalentes de educación y experiencia laboral, las mujeres ganan 32 por
ciento menos que los hombres en Bolivia, y las personas que hablan un idioma
indígena ganan 37 por ciento menos que uno que solo habla castellano.[6] Si
la desigualdad por ingresos no importara, la distribución de mujeres y personas
que hablan aymara o quechua en la pirámide laboral sería más o menos
proporcional a su peso demográfico. Tenemos un mercado laboral que reproduce
pobreza porque arrastra el costo de una grosera desigualdad de oportunidades.
Muchos de los mecanismos de amortiguamiento de consumo identificados por
Laserna en su importante trabajo sobre el “ch´enko” (pasanakus, aynis y minkas)
son precisamente respuestas a esta desigualdad de oportunidades.
Desigualdad por ingresos y consumo
Fuente: Elbers, Lanjouw y Leite (2004)
MÁS ALLÁ DE LAS DESIGUALDADES…
Respuesta a una acusación sesgada
Roberto Laserna
George Gray Molina disiente con Roberto
Laserna sobre la idea de que la
“desigualdad no importa”. Yo también…, por la sencilla razón de que nunca
sostuve lo que Gray me atribuye, y porque la cita que menciona es un invento
suyo.
Es deleznable el recurso de atribuir a otra
persona un argumento distorsionado para salir airoso de un debate. Eso es lo
que hace Gray: para tratar de restarle méritos a un artículo que publiqué en
Pulso (10 al 16 de febrero de 2008) cita frases que nunca dije y me atribuye
ideas que no sostuve. Tal vez mi texto haya tocado alguna fibra sensible en el
autor de la réplica, pero no lo admite y más bien recurre a tergiversar
argumentos para expresar su descontento.
El artículo de Gray empieza falseando el mío
desde el título, ya que da a entender que traté “Sobre el consuelo de ser
pobres, pero iguales”, y pone entre
comillas, como si fuera una cita textual, la frase “la desigualdad no importa”,
que nunca escribí. Tampoco fue la idea básica del artículo que publiqué con el
título “Sobre ´el país más desigual´” (está en Pulso y en los sitios web www.columnistas.net y www.geocities.com/laserna_r para
verificación de los lectores).
No se si la razón por la que Gray actuó tan
impulsivamente y con tan poca seriedad fue mi planteamiento de que la
desigualdad es un problema, aunque no tan grave como la pobreza, o por mi
afirmación de que la burocracia no ha sido nunca capaz de crear riqueza en la
escala que se necesita para superar la pobreza. Pero es indudable que algo lo
ofuscó.
Porque tiene que estar ofuscado quien no
solamente falsea un argumento para poder criticarlo, sino también quien
inicialmente califica de “novedoso” un análisis para afirmar de inmediato que
no es más que un “resultado esperado”, y concluir diciendo que en la brecha
detectada no hay “nada nuevo” (Y éstas sí son citas textuales).
Como ofuscado tiene que estar quien, luego de
reconocer que los datos que presenté en mi artículo son correctos, y que
efectivamente la distribución del consumo es menos desigual que la del ingreso,
insiste luego en que “somos nomás el país más desigual”. Lo notable es que Gray
respalda su reivindicación utilizando un gráfico que muestra que Bolivia no es
el país más desigual, ni por ingreso, ni por consumo. Por ingreso lo es Brasil,
y por consumo Nicaragua… por lo menos, en la pequeña muestra que él mismo
ofrece.
Y no puede ser sino ofuscación la que le lleva
a señalar que la diferencia entre el Gini de ingresos y el de consumo es del
14%, cuando mi artículo reporta 14 puntos (y el suyo 16!). Es común que la
gente se confunda con los porcentajes y olvide que son números relativos, pero
un economista no puede cometer errores tan elementales. La diferencia que yo
estimé entre los dos Ginis es efectivamente de 14 puntos, pero esos 14 puntos
son el 32% del Gini de consumo (0.438) y el 24% del Gini de ingresos (0.578).
Es decir que el coeficiente de desigualdad de ingresos es un 32% más alto que
el coeficiente de desigualdad de consumo.
Ésta es una diferencia muy significativa y fue
precisamente la que me llevó a escribir el artículo que Gray comenta. Quizás se
sintiera aludido por la advertencia de los riesgos que entraña la exageración,
porque de hecho ya los estamos viviendo debido al irresponsable énfasis puesto
en el problema de la desigualdad cuando, insisto, es la pobreza la que reviste
mayor gravedad en Bolivia, y superarla es de mayor urgencia.
Para explicar la diferencia en las
desigualdades por ingreso y por consumo, Gray recurre a un texto sobre Brasil y
a “la hipótesis del ingreso permanente”. Yo insisto en la hipótesis del ch´enko,
porque ella pone de relieve el carácter específico de la heterogeneidad
estructural en Bolivia y el costo en términos de pobreza que representa la
resistencia al mercado que ejercen quienes desenvuelven sus actividades en las
economías natural y familiar.
Una contribución de Gray es la de recordarnos
que lo que verdaderamente importa es la desigualdad de oportunidades, que obviamente
no se reduce ni a los ingresos ni al consumo. Estos son resultados de la
actividad económica que realizan las personas en un determinado contexto y
durante un período de tiempo. A diferencia de ellos, las “oportunidades” hacen
referencia a ese contexto y, por supuesto, no pueden tratarse como una variable
susceptible de medición. Las oportunidades, bien lo sabemos, reflejan las
condiciones económicas pero también las culturales, políticas y sociales.
En mi artículo me concentré en exponer el uso
(y abuso) de un indicador sesgado, el de la desigualdad por ingresos, y afirmé
claramente que no se puede ni debe ignorar el problema de la desigualdad,
aunque, si de establecer prioridades se trata, la de producir más riqueza
debería estar por encima de la de distribuir la existente.
Al parecer, Gray cree que cuando se plantean
prioridades se excluyen o declaran irrelevantes las que siguen a la primera. No
es así. Proponer prioridades es simplemente proponer un orden con el fin de
orientar las decisiones de política pública y de asignar los recursos, siempre
escasos, de acuerdo a la importancia de los objetivos que se desea alcanzar.
Gray me hace decir, sin motivo e injustamente,
que considero que la desigualdad es baja y por tanto no es importante, e incluso
que es una distracción. Quien leyó mi artículo sabe que lo que afirmé es que el
Gini de consumo es “mucho más bajo que” el de ingresos, pero nunca afirmé que la
desigualdad no es importante o que su impacto debe ser desestimado, y mucho
menos que debe ser ignorada por las políticas públicas. Es más, incluso afirmé
explícitamente que “tal vez la distribución pueda estar entre los objetivos de
los organismos públicos”, pero que la creación de riqueza en la escala
necesaria para superar la pobreza está fuera de su capacidad por lo que
“solamente se puede alcanzar cuando se convierte en un objetivo de la sociedad
en su conjunto”.
Ésta es la principal implicación de mi
planteamiento y conduce de manera directa a una proposición: si la creación de
riqueza debe ser la prioridad y si realizarla no está al alcance de la
burocracia, los recursos disponibles para el desarrollo deberían estar en manos
de la gente.
Coincidimos en que, si de equidad y desarrollo
se trata, la clave está en las oportunidades. Y si de luchar contra la pobreza
se trata, una de las más importantes es la de darle a cada boliviano la
oportunidad de crear riqueza.
© www.columnistas.net
[1] Jonathan Morduch, 1995, “Income
Smoothing and Consumption Smoothing”, Journal
of Economic Perspectives, pp. 103-114.
[2] Chris Elbers, Peter Lanjouw y Phillippe George
Leite, 2004, “Poverty and Inequality in
[3] Paul Krugman, 2008, “Income and
Consumption Inequality”, New York Times,
10 de febrero de 2008, (http://krugman.blogs.nytimes.com/2008/02/10/income-and-consumption-inequality/).
[4] Stephan Klasen et al, 2004,
“Operationalising Pro-Poor Growth: Country Case Study:
[5] PNUD, 2006, Cuatro millones
de actores: Niños, niñas y adolescentes en Bolivia,
[6] Banco Mundial, 2003, Inequality in Latin America and the Caribbean: Breaking with History?: