Los chicos de la calle

El psiquismo acrónico

 

Los niños en estado de abandono total, llamados los chicos de la calle, no tienen ningún referente de hogar. Viven en la calle permanentemente, durmiendo en estaciones de trenes o escondrijos.

Estos chicos son consecuencia de la destrucción de las familias más pobres que terminan disgregándose. Estos chicos se juntan en grupos, bandas, que llaman ranchadas del termino carcelario.

Como problemática psicológica y sociológica constituyen un fenómeno inédito, no hay bibliografía de estudios y teorías sobre ellos, solo observaciones parciales. Existen los hogares de huérfanos, los reformatorios, etc., pero nunca niños viviendo directamente en la calle, en el lugar donde se transita, de modo que quedan dentro de la sociedad, pero fuera socialmente. Es como si algo existe pero no existe y, por añadidura son niños, es decir la etapa idealizada. En el chico de la calle no existe infancia, son adultos prematuros. Aquí el mito de la niñez feliz se choca con la realidad negada. Esto genera culpa, piedad y rechazo en el habitante, y esas miradas atraviesan al niño, lo humillan y lo resienten. Por otro lado, en una época de desocupación, los chicos de la calle constituyen una escena temida, “terminar en la calle”. Además, el chico de la calle es depredador, nos puede robar y nos da inseguridad. Por esto llega a ser una población percibida como un problema a resolver.

La identidad precaria que estos niños pueden construir esta basada solo en un estilo de acción, no es una historia; dentro de la ranchada juega como una pieza dentro del grupo de la sobrevivencia y adquiere un alias que es su nombre: Chapita, Pelado, Huesito... En general no tienen documentos, la figura de la madre es un recuerdo lejano y pocos conocieron a su padre.

Las características de personalidad que tienen, están definidas por:

1) La no-historicidad, no-memoria y no-proyecto de vida,  lo que se llama psiquismo anacrónico (cronos = tiempo)

2) Lenguaje de acción, no simboliza si no que hace, actúa como comunicación.

3) La sobrevivencia esta basada en la mendicidad o pequeños robos

4) Consiguen alivio con drogas (especialmente pegamento o cigarrillos)

Si analizamos estas cuatro estrategias de sobrevivencia, vemos que para las condiciones de abandono extremo son cuatro soluciones correctas, terribles, pero inevitables: acronicidad, para evitar la angustia de muerte, porque no hay historia y por lo tanto no hay conciencia de finitud; lenguaje de acción, no hubo aprendizaje de la simbolización; violencia transgresora, el débil no sobrevive en la calle y se droga, para no psicotizarse. Cualquiera de nosotros, en las mismas condiciones llegaría  a las mismas estrategias de sobrevivencia (recordemos las experiencias limites por ejemplo: los uruguayos cuyo avión cayo en Los Andes y sobrevivieron gracias al canibalismo).

El psiquismo existe como auto percepción de la identidad, si el yo se ve reflejado en la mirada del otro (del tú) dentro de un vinculo. Esto debe suceder en un campo de dos direcciones: espacio y tiempo, es decir, dentro de un hábitat e intercalado de una secuencia temporal. Dicho de otra manera, en un adentro, un recinto que recorta la escena y en un presente, que generando un corte en el devenir de sucesos defina un antes y un después –pasado y futuro-. La memoria se extiende hacia delante, se organiza una expectativa, un futuro, un proyecto.

El proceso temporal esta asegurado y estructurado por la cultura a la que pertenece el sujeto. Toda cultura asegura un sentido histórico a ala percepción. Ver es ver en relación con un hacer. La conciencia es dinámica, no hay psiquismo sin lo que se llama “la corriente de conciencia”. Salimos del caos primigenio de la percepción infantil porque las categorías del espacio, tiempo y lenguaje nos ordenan el proceso de vida, le dan un sentido de lectura a la masa de información que captan los órganos de percepción.

Es el sentido de historicidad del yo, constituido como memoria que se dirige a un proyecto. Es, de las construcciones de la cultura, la más compleja y tardía en el proceso de evolución del psiquismo. Es el sentido especialmente humano, el sentimiento de percibirse a si mismo, existiendo a lo largo de un proceso de vida.

El otro parámetro, que tiene que ver con el espacio y con el vinculo de acción del hábitat (la territorialidad) y también una interacción organizada por códigos de estimulo-respuesta. Pero lo específicamente humano es la reflexión (disociación) por el cual el yo sé auto-percibe a si mismo. Para desarrollar esta etapa el niño debe pasar por las etapas de inclusión en la organización simbólica de la realidad, la frustración del deseo inmediato. Dicho en otros términos, el ser sujeto de la ley del padre en la situación edipica, poder simbolizar la madre por que el padre produce la separación de la díada simbiótica madre-hijo. En la depresión de la perdida esta el espacio de construcción de la memoria (recuerdo de lo perdido). El aprendizaje de la reflexión (conciencia de lo sucedido) se debe realizar no solo con la inclusión del tercero, el padre que frustra y crea la necesidad de representar la ausencia de lo no consumado, sino que todo debe suceder en un recorte del espacio que en si mismo es continuo e infinito, que se constituye como un adentro, un espacio de seguridad que permite la estabilización de las percepciones, un espacio mío, o mas correctamente nuestro, o sea del triangulo esencial (edipico).

Este recorte del mundo, esa territorialidad, es el hábitat familiar, o sea la casa. Los chicos de la calle viven en la calle, es decir no tienen casa o sea no tiene un adentro, quedaron “encerrados afuera”. No tiene el espacio de la reflexión de lo sucedido.

Nosotros tenemos casa, hogares, salimos a la calle, nos encontramos con “los otros”, nos ocurren emociones, situaciones que luego al regreso a nuestro espacio privado lo conversamos, lo elaboramos con nuestra familia y las experiencias mas intimas las re-pensamos, las re-vivenciamos en el espacio mas intimo de la persona: su cama. Nos podemos colocar en el espacio depresivo que implica toda elaboración psicológica, pues pensamos en lo sucedido que también es lo perdido.

Todo este proceso no existe para el chico de la calle, esta condenado a no poder construir su historia, a no poder tener el espacio de su intimidad, de la seguridad que le permite elaborar lo sucedido, es decir, construir su memoria. Esta condenado al presente continuo y la consecuencia para su psiquismo es todavía mas grave: si no hay un pasado (una memoria) no se puede construir, anticipar un futuro, pues este se hace arrojando recuerdos hacia adelante.

A los chicos de la calle se los condena al peor castigo: a no tener un futuro como un lugar donde se proyecta el yo, donde el yo “se esperanza” se percibe como continuando en una historia. Esto es lo mismo que decir que la larga cadena de consecuencias que tiene el no tener “un adentro” con “su familia” (madre y padre) es finalmente no tener identidad constituida como ser histórico, como existente.

Pueden “vivir” pero no “existir”. La filosofía existencial, que tomamos como base epistemológica, dice que “nosotros” somos lo que nos sucedió (nuestra historia) mas lo que elegimos ser, con eso que fuimos.

La conciencia de todo marginado extremo y del chico de la calle, es una conciencia-crónica, viven en un eterno presente, y la percepción y los vínculos solo se organizan sobre la base de la acción fáctica y no de la acción significante, siempre en “un hacer” sin acceder a “un pensar”.

No podemos hablar de re-habilitación social por algo muy simple; estos chicos nunca fueron habilitados en la sociedad. Nunca se les dejo entrar, viven afuera, en los intersticios de ella. La tarea es que realicen, por primera ves, la entrada al mundo simbólico de la palabra como instrumento de la memoria y la planificación (el recuerdo y el deseo).

Como todo planteo terapéutico incluye una filosofía o ideología del ser humano. La propuesta terapéutica es la elaboración de las experiencias vividas para que estas adquieran sentido y armen un proyecto de vida, desde su propia elección, a elegir su vida. Esto es opuesto a las formas represivas en salud mental: “vos serás como nosotros queremos, o serás castigado...” (hospicios, reformatorios, etc.) también existe una forma suave de llevar el tratamiento al mismo final, son las formas adaptativas: “Vos serás como nosotros queremos, porque es mas civilizado ser así” (escuelas y demás rehabilitaciones sociales).

Lo esencial es que estos chicos (incluye a púberes y adolescentes) recobren la organización prospectiva de la vida, el tema del deseo y la esperanza. Cosas que están muy destruidas en este sector social.

Para dar una idea del sentimiento de presentidad fáctica (vivir solo el presente, un mundo construido solo desde la acción concreta) vamos a comentar una frase muy común entre los chicos de la calle: “yo ya estoy jugado...” en el sentido de tirar los dados y que caigan mal, algo así como  “ya estoy muerto”, como el de vivir un sobre tiempo, una sobrevida sin otro sentido que el de cada instante. También agregan cuando tienen conflictos con la policía (imposibles no tenerlos viviendo en la calle) “yo sigo hasta que me bajen” es decir, hasta que lo maten, donde el chico no siente angustia anticipatoria, porque no hay futuro.

Todo lo anterior configura la sicopatología del chico de la calle, pero más bien diremos su socio-patología, pues la verdadera razón no esta en el chico –el es solo una victima- sino en un sistema marginante que destruye el tejido solidario básico, consecuencia de la brutal injusticia social de esta sociedad caníbal que hemos construido o que aceptamos pasivamente.

Hosted by www.Geocities.ws

1