Editorial
¿Sin ánimo de malinformar?

“Cuando no se conoce de algo o no se entiende lo que se lee es mejor no comentar sobre aquello” solía decirnos un gran maestro en las aulas universitarias. Y cuánta razón tenía!, pues cuando no se obedece a la sabiduría y el conocimiento, se corre el riesgo de caer en el error y hacer caer en igual desliz a quienes nos rodean. Pero aún más grave ¡y peligroso además! es utilizar un medio informativo para “informar” lo que no se sabe ni se entiende, malinformando, quieran o no aceptarlo. A lo mejor lo que no esté presente en esta forma de actuar, que parece haberse vuelto rutina, sea la mala intención; pero de que se malinforma... ni hablar.

No es un pecado equivocarse, nadie está exento de resbalar alguna vez, lo malo está en acostumbrarse a esa práctica y no aceptar el error cometido, tratando de escudarse en burdos y tontos comentarios alejados del asunto cuando se les pide rectificar.

No les hagas caso, nos comentaba un amigo, a palabras necias, oídos sordos. Cierto es, pero también es cierto que nos preocupa como ciudadanos naranjaleños que la comunidad sea inducida a pensar equivocadamente por la ligereza de un comunicador social que , por ejemplo, ante su desconocimiento del funcionamiento del método de asignación de escaños en las últimas elecciones, termina concluyendo que ni en el Organismo Electoral que lo adoptaron lo entienden ¡Qué manera de sacar conclusiones!..., o mejor dicho, ¡qué barbaridad! Y pobres de nosotros los naranjaleños condenados así a informarnos. Mejor sería que no nos informaran, puesto que resulta más provechoso no conocer nada que conocer algo mal.

 
¿Cómo encarar la corrupción?
Rafael Méndez Meneses

Antes de dilucidar tal interrogante, valdría preguntar si vale la pena encararla. ¿Qué tal si nos quedamos de brazos cruzados mientras observamos con recelo, certeza -o hasta con conocimiento de causa algunos- cómo aquellos que siempre vivieron en casitas, en poco tiempo dejaron sus anteriores actividades económicas y empezaron a construir mansiones, a comprar vehículos del año o establecer nuevos negocios... en plena crisis económica?. Hemos visto el enriquecimiento, pero no se han hecho públicos los informes de los concejales o del alcalde en el que debieran explicar su progreso tan afortunado.

¿O será que estuvo mal limitarnos a espectar las peleas, el teatro, los dimes y diretes del sector político? Peleas que nunca llegan a nada, ya que los pocos que terminan en la cárcel suelen ser chivos expiatorios. ¿Cómo afrontar este problema? Es muy cómodo decir que ese asunto no nos afecta, o que es mejor dejar las cosas así para evitar inconvenientes; sin embargo, nuestros problemas de salud, el desempleo, la educación mediocre, e incluso la apatía con que vivimos... ¿no son acaso un mal peor al hecho de permitir que nos roben?

¿No sería mejor buscar soluciones tales como fomentar la participación ciudadana, concienciar a la sociedad de cuánto perdemos nosotros o nuestros hijos y nietos por este mal; fortalecer a instituciones como la Red Cívica Anticorrupción, de tal manera que no vaya a ser politizada y sea verdaderamente cívica; o simplemente hacer respetar nuestros derechos ciudadanos permanentemente?
Hace tiempo los naranjaleños hacían valer sus derechos e integridad y tomaban medidas para evitar que se les falte el respeto, pero esa autoestima se fue diluyendo, apagándose con el conformismo. Tal vez debido a la crisis, empezamos a preocuparnos más por los problemas económicos particulares. Otros más decididos optaron por emigrar.

No es que toda la ciudadanía se haya rendido ante este problema, sin embargo, los que critican, los que reclaman; suelen ser minimizados, perseguidos o desairados por quienes ostentan el poder; y a falta de evidencias que certifiquen la existencia de corrupción, y sobre todo, sin funcionarios corruptos encarcelados, los afanes de esos grupos suelen quedar en nada.

A este paso, llegará un momento en el que no quede quién reclame por los intereses de la colectividad. Es necesario que la ciudadanía adopte una postura clara. En vez de quejarse a escondidas por meras suposiciones, deberíamos insistir para que en cada escándalo se investigue hasta la raíz del problema, de tal manera que no quede ninguna duda en cuanto a la honradez o inmoralidad de quienes administran nuestros bienes, y sean absueltos o castigados. La Red Cívica Anticorrupción es una opción que debe ser fortalecida por la ciudadanía para evitar la politización por parte de uno u otro bando, los ciudadanos debemos hacerle entender a la clase política que ya es tiempo de cambiar la forma de encarar la corrupción para terminar con este mal de una vez por todas.

 
Estamos jodidos
Dra. Carmen Dillon de Villavicencio

Pasaron las elecciones... los ganadores dicen que lo hicieron limpiamente... los perdedores dicen que fueron perjudicados... vaya usted a saber... eso siempre ocurre así. Lo cierto es que en estas elecciones, como en ningunas otras, se han visto a nivel nacional maridajes inconcebibles, pactos casi inimaginables y, por supuesto, el cinismo de siempre... con tal de llegar al “poder”.
Ahora que ya lo han logrado, comienzan a verse las falencias y se empiezan a sacar los cueros al sol... los amantes que otrora andaban de la mano, repartiendo sonrisas y besos tan falsos como los de Judas comienzan a desilusionarse de sus compañeros, pues pasó el encantamiento, el enamoramiento de conveniencia, y como en todos los matrimonios “desgastados”, los vicios y defectos están a la vista de todos, los peculados, o más bien “PELUCADOS”, con mayúsculas...

Los ciudadanos rasos, los comunes y corrientes como nosotros, vemos con estupor cómo se rifan los dineros del pueblo, se festinan las arcas públicas... y todo esto dentro de la más grande IMPUNIDAD.
Los sujetos que han sido sorprendidos en estos ilícitos se ofenden... se sorprenden, pero ¿cómo es posible que al señorito osen nombrarlo, denigrarlo con sospechas, o peor aún, con juicios?... si ellos, como en la época feudal, son los dueños de todo, incluso de la voluntad de los débiles.

¿Cómo es posible que en los bancos del Estado presten millones de dólares sin garantías suficientes, con intereses irrisorios, con años de gracia... y en fin, con tantas prebendas... porque simplemente son los señores “predestinados”?

Y nosotros... nosotros somos unos pobres y tristes, por no decir “pendejos”, que es la palabra castiza correcta.
Los que algo tenemos, al intentar acceder a un pequeño préstamo, debemos llenar una serie de requisitos, a veces imposibles de completar y seguimos navegando en las aguas inclementes de la desesperación, la marginación y el abandono... los que no tienen nada, a veces se ven precisados a robar y como en la novela “Los Miserables”, ir a la cárcel o peor aún morir... en días anteriores observamos en cierto canal de televisión el linchamiento de un hombre por robarse una gallina... ¿es eso justo?

Entonces me pregunto.. ¿para qué las veedurías?... si lo que se ve... lo que se descubre queda en la nada... pues sobre las inocentes veedurías existen los ojos suspicaces y la mente maquiavélica para no dejar rastros de nada.
La Comisión Anticorrupción y tantas otras pueden tener o ser fundadas con fines nobles y éticos, pero se estrellan lamentablemente contra ese muro de indolencia, de mezquindad y de odio que está acabando en nuestro país con las clases media y popular.

Ahora se pretendía enjuiciar y descalificar al Presidente... yo no estoy a favor de él... punto de orden, pero lo que me molesta es las condiciones en que se iba a dar este proceso y la imagen negativa que proyectamos al exterior.

¿Quién puede creer en nosotros si no somos maduros, coherentes, capaces de responder por nuestros actos al elegir a nuestras autoridades?
Simplemente somos insensatos, actuamos por impulsos infantiles y viscerales, y así no vamos a llegar, sin duda alguna, a ninguna parte... solamente a mantener este lugar que a fuerza de pulso lo hemos ganado: el de ser uno de los países más corruptos del mundo... ¿estamos de acuerdo?

 
Regeneración
Dr. Pedro Uyaguari Jarama
¡Hola queridos lectores! ¿qué tal? Esta palabra tan utilizada hoy en día, es decir, que está de moda, en realidad no entiendo por qué la usan para referirse al progreso y mejoramiento urbanístico de las ciudades. Digo esto porque he revisado en el diccionario, y el significado es: acción y efecto de REGENERAR o regenerarse// restauración por parte de un organismo de los tejidos u órganos destruidos, de modo natural o accidental. REGENERAR: reimplantar o renovar algo, o devolverlo a su pasado esplendor y eficacia// corregir los vicios o malos hábitos de alguien.

Sinceramente no encuentro la aplicación de la palabra a estas obras materiales, tan importantes y muy llamativas, que lo que han hecho es cambiar el aspecto panorámico de las ciudades; creo que debería utilizarse terminologías más acordes que maticen con la belleza arquitectónica de las obras. Terminologías más sutiles, porque eso de regeneración me suena como a que se está corrigiendo lo degenerado. No quiero discrepar con nadie, ni ser fácil presa de la crítica de los sabihondos de la gramática.
Creo que como regeneración, podríamos aplicarlo a muchas personas, para quitarle los malos hábitos y hacerles tomar conciencia de que vivimos en un pueblo civilizado, y por tanto, debemos someternos a muchas normas, leyes y reglamentos que nos permitan vivir en sociedad, en paz y armonía. Enseñémosles a valorar, a respetar y a amar lo que buenamente Dios nos proporcione, para poder conservar los bienes de la ciudad.

Se dice que la ciudad más limpia no es la que más se barre, sino la que menos se ensucia. He podido observar con mucha atención la labor comunitaria que realizan los alumnos de quinto curso del colegio “Quince de Octubre”, y también la participación de la Policía Ambiental en la limpieza y conservación de los esteros de la localidad; pero esta noble y valerosa tarea es solo momentánea, un paliativo. Si no se enseña a los naranjaleños a pescar, toda la vida tendremos que darles el pescado.

Ya es tiempo de que comience a aplicar las ordenanzas públicas, si es que ya están decretadas; es tiempo de que se ponga en marcha una campaña concienciadora, sobre todo a quienes residen a las orillas de los esteros.

Además, para las áreas turísticas y en el centro de la ciudad debe existir un ordenamiento urbanístico, para que no parezca un gigante mercado de última categoría; debe reubicarse todos los bares, cantinas, etc. que nada bueno le ofrecen a la sociedad naranjaleña, y por el contrario, han ocasionado mucho perjuicio en todos los aspectos a las familias naranjaleñas.

Ya es tiempo de que se preocupen por el bienestar de la población; no solo la salud es física, también es espiritual y mental, por eso se requiere de la creación de un departamento de bienestar social con profesionales que tengan conciencia social. Naranjal se merece mucho más de lo que tiene y sus hijos estaremos al frente para defender y cuidar el patrimonio de nuestro querido cantón.
El desarrollo de un pueblo no se lo mide por sus monumentos y obras materiales, sino por la capacidad de su gente.

 
 
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