Repudiable visita
Parece definitivo, el poder enloquece a quien llega a poseerlo por mucho o más tiempo del que debiera. Caso patético del alcalde de Naranjal. No puedo expresar de otra forma la impresión que tuve ayer miércoles 9 de Junio al enterarme que este señor acompañado de su mujer estaba en las instalaciones de la radio La Voz de Naranjal, aproximadamente a las 7 y 30 de la noche. Llegó en el momento que mi papá estaba en la imprenta quien al ser avisado de tan repudiable visita fue a ver que pasaba y al asomarse a la puerta para subir a la radio, el alcalde Ruperto Espinoza, con un revolver en la mano, desde las escaleras le decía “sube, sube” ante lo cual me interpuse con mi madre pidiéndole que no lo hiciera temiendo por su vida. Sólo subimos nosotras y lo alcanzamos cuando ya estaba en la puerta de la oficina de la radio retando al Ab. Parra que saliera, quien como persona inteligente y sensata no lo hizo. Le dijimos que se marche, que como era posible que se atreviera a poner los pies en ese lugar donde hace pocos meses destruyó la radio e hirió gravemente a mi propio padre y a otras que allí estaban sin culpa alguna, por medio de sus guardias a quienes ordenaba “¡mátenlos!”. Este señor está envalentonado o a lo mejor trastornado por el cargo de alcalde; por el título de “dueño de Naranjal” como algunos aduladores, pipones y vividores de las arcas municipales le han hecho creer, el poder diabólico de las armas, y su cuerpo de guardias municipales que cumplen la función de sus guardaespaldas que son pagados con plata que llega al municipio para atender las necesidades de los naranjaleños y no para mantener a esta gente que amedrenta a cualquiera que no adula o critica, a su amo y señor.
Al bajar, de la oficina de la radio, dijo el alcalde Ruperto Espinoza Rivas: “A Parra tengo que matarlo, lo voy a matar”, refiriéndose al Ab, Arturo Parra Benites, Concejal principal del cantón.
Llamo a los naranjaleños a realizar un acto de conciencia, un acto de reflexión, y hasta un poco de memoria para recordar que este señor ya debe una vida, no se la quitó a uno de sus propios guardias gracias a que la bala disparada no lo consiguió; para recordar que este señor no era más que un hombre sin dinero, tan pobre como cualquier naranjaleño que trabaja de chofer de un carro viejo, como lo hacía antes de llegar a la alcaldía. Y tomémonos un momento, a la vez, para reflexionar sobre el origen de la riqueza que luego de ocho años en el municipio, este hombre posee. ¿seremos tan ciegos los naranjaleños para darle el voto nuevamente?, que cada quien lo haga de acuerdo a su conciencia.

Mayra Toapanta Vera
C.I. 0702344789

 
 
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