Editorial
Juego limpio
En época electoral, los intereses ideológicos, económicos o personales, tienden a dar lugar al fanatismo, la calumnia, la violencia... algunos por un sueldo, otros porque aspiran a obtener beneficios económicos para sí mismos o para sus allegados, podrían verse tentados a cometer actos detestables. Sin embargo, nuestro país ha avanzado mucho en cuanto a democracia, derechos humanos y respeto al prójimo. Más allá de nuestra filiación política, todos somos naranjaleños, de nacimiento o de corazón, y es la suma de nuestros esfuerzos individuales lo que permite el desarrollo de nuestro pueblo.

Naranjaleños, nosotros siempre tenemos la capacidad de elegir. Si permitimos que sean otros los que deciden en nuestro lugar, nuestro hijos y nietos serán quienes padezcan las consecuencias de todo lo malo que les suceda y nos pase ahora a nosotros.

El desarrollo de nuestro cantón no está dado solamente por su obra física. Sin un desarrollo ético, nuestra estructura social corre el riesgo de desaparecer, es por eso que tenemos que dar un mensaje claro en cuanto a quiénes aspiramos que sean nuestros representantes. Siempre tenemos la opción de decirle No a la violencia y la falta de ética, No a quienes no tienen una idea clara ni una propuesta de trabajo para nuestro avance y progreso. Recordemos que a la hora de votar, ninguno de aquellos que nos entregaron en campaña ofertas y migajas, como muestra de su bondad, nos estará mirando. Votemos libremente y con plena conciencia de nuestra responsabilidad y la que estamos designando a aquellos que elijamos.

 
17 de junio
Día mundial contra la desertificación
Rafael Méndez Meneses
Pareciera exagerado hablar de desertificación en un cantón que tiene semejante biodiversidad. Nuestros manglares, bosques protectores, humedales y áreas agrícolas, nos convierten en uno de los sectores más ricos de toda la costa, sin embargo hay que recalcar que nuestro ecosistema es muy frágil.
Si ya es un problema que los pesticidas usados en las bananeras sigan contaminando nuestros ríos; la tala de madera en el bosque protector “Cerro de Hayas” a vista y paciencia de las autoridades; las invasiones en la Reserva Ecológica Manglares Churute; la tala de manglar para dar paso a camaroneras que finalmente colapsaron por el uso y abuso de químicos; las aerofumigaciones en las plantaciones de banano; la falta de control de la caza en ecosistemas frágiles; la permanencia del basurero municipal en las riberas del río Chacayacu, y la carencia de una verdadera política ambiental para nuestro cantón, nos exponen a padecer de desertificación en el largo plazo, ya que nuestros ríos están supeditados a la presencia de bosques que para mantenerse, además de la tala indiscriminada, deben enfrentar la extinción de aves e insectos que aseguran el hábitat con la polinización. Todo en la naturaleza está concatenado, sin embargo el ser humano pone el desequilibrio con su constante búsqueda de riqueza material en un equivocado concepto de lo que es progreso.

La única forma de mantener el equilibrio es concienciando a la población para que sea parte integral de cualquier proceso de crecimiento. Son imprescindibles la investigación, la educación, y la capacitación en temas específicos tales como el turismo comunitario, ecoturismo, microempresas, agricultura orgánica, etc., pero es allí donde ni el Estado ni los Gobiernos Locales han definido una política clara que permita integrar a las comunidades para que se conviertan en factores clave de desarrollo.

La empresa privada es parte del problema, y a pesar de los mejores precios y el potencial del mercado para el banano orgánico, aún no se pone en práctica una estrategia que permita mejorar la economía de nuestro cantón. Recordemos que somos una zona bananera, y si la producción cantonal encontrase un nicho de mercado, los mejores precios de la fruta permitirían dinamizar la economía local. Lo mismo se puede aplicar al cacao, al camarón o a otros rubros tales como el turismo.

Se puede alcanzar el desarrollo económico sin perjudicar el medio ambiente. Todo es cuestión de cambiar algunos paradigmas y entender que nuestros hijos y nietos tienen derecho a vivir en un ambiente sano y libre de contaminación; no como en otros países, donde la gente se muere por no tener agua en lo que hace pocos decenios eran inmensas selvas vírgenes. Todo es cuestión de empezar a decidirnos a lograr un cambio, anteponiendo el bien común al de quienes pretenden hacernos creer que sus decisiones erradas no tendrán consecuencias negativas en el futuro. Naranjal necesita un cambio, no solo por nosotros, sino también por el país y el mundo.

 
Cuando la tierra tiembla
Luther Vera Realpe
Ya sin credibilidad alguna, ni tregua política que lo ampare a donde acudirá para salvarse el otrora desconocido edecán. Acaso pensará en los gringos, o a lo mejor en las fuerzas armadas como los últimos recursos de salvación. De cualquier modo, ninguno puede cambiar el destino que han forjado sus propios malabares de volatinero en la arena de la política criolla, atiborrada de sandeces semejantes. La pregunta de cajón es... y después de Gutiérrez qué sucedería. Pues bien, absolutamente nada, tal cual ha ocurrido desde 1997 con los gobiernos que se han barajado sin ton ni son. Así es: sobrevendrán temblores, densos nubarrones oscurecerán el cielo, parecerá que el tiempo y los seres se detienen a observar la escena que transcurre y cuando del gran y último sismo, en la cumbre más alta de los montes, todos crean que saldrá una transformación, un cambio extraordinario, aparecerá una cosa ridícula e insignificante que no justificará tanta alharaca. Entonces la vida habrá de continuar inalterable. Si no, recuérdese a Alarcón, a Noboa o al mismo Gutiérrez saliendo de las pequeñas resquebrajaduras que en cada caso han quedado tras el barullo de la turba, azuzada por los que se rasgan las vestiduras a última hora luego de cumplidos sus papeles en el proceso conspirativo que ayudaron a instaurar.

Pero qué es lo que se pierde y qué se gana con este circo... un saldo en contra del país, un enlodamiento de las instituciones sin excepción, la debacle de la sociedad a manos de sus autodenominados padres, y en términos de lo que no hay que hacer para no sucumbir; un estilo único de estupidez, la incapacidad mental “Made in Ecuador” de la clase gobernante como referencia internacional.

El procedimiento no es complicado. Una mañana cualquiera, los rediles quedarán abiertos, habrá una actividad inusual entre las huestes, y de pronto la estampida se desparrama por laderas y chaquiñanes. Curiosamente, quienes han controlado hasta ese momento el orden público abandonarán sus puestos, se replegarán a placer de los acontecimientos en maniobra propicia para que pueda presentarse la función final de este sórdido circo ecuatoriano.

Conseguida que fuere la atmósfera necesaria, solo hará falta tergiversar el texto de la constitución con los votos de una mayoría parlamentaria heterogénea a fin de encajar a un títere de esos que no escasean, y ocultar las perversidades de aquello a lo que cínicamente se ha dado en llamar democracia.
Y en la cuerda floja, absorto, todavía sorprendido de su misma suerte, el otrora edecán, bamboleándose de un lado a otro en desesperados y aparatosos movimientos de equilibrio para no caer al vacío, esperará que la tierra deje de temblar.

 
Aprendiendo a elegir
Dr. Pedro Villavicencio Campoverde
En nuestro país somos tan inmaduros que luego de tomar una decisión mayoritaria, al poco tiempo renegamos de ello para tratar de iniciar un nuevo ciclo, del cual, volveremos a renegar.

En lo relacionado a la elección de las autoridades de Gobierno, esta falta de criterio o educación ideológica nos hace acreedores de un récord digno del Guinness de haber tenido seis presidentes en los últimos seis años.
A nivel seccional elegimos en función de favoritismos, alimentados por conveniencias, ofertas o caprichos; sin detenernos a analizar los antecedentes de los candidatos, su preparación académica, o sus verdaderas intenciones.

Estamos acostumbrados a que nos agasajen con camisetas, gorras, bebidas, música, besos, abrazos, caricias y otras mil hipocresías. Estamos tan futbolizados, que el sagrado derecho al voto se lo confunde con una competencia con fanáticos y barras bravas. Creemos que es mejor el que más grita no interesa el mensaje-; el que más gasta no interesa cómo recuperará su dinero- el que más promete no interesa cuánto cumplirá-.

En definitiva, seguimos siendo tan inconsecuentes con el futuro de nuestra comunidad y de nuestra patria que, en verdad, merecemos lo que nos toca vivir.
Es preciso meditar, ampliar nuestro horizonte cívico; comprender que si un funcionario realiza alguna obra, lo hace con los recursos del pueblo y dando cumplimiento a un mandato por el cual es generosamente subvencionado, lo importante no es la obra en sí, que a veces, ni siquiera es prioritaria; sino el costo económico que significó. Debe existir transparencia en el gasto público. Cada ciudadano debe estar enterado del costo de las obras y se debe incentivar la participación ciudadana, para realizar obras necesarias y en consenso con la comunidad. ¿Será posible entender esto?

 
 
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