Universidad Yacambu

Autor: Lairett Guevara

C.I. 10.931.869

Tema: INDEPENDENCIA, CAUDILLISMO, Y GUERRA FEDERAL

HISTORIO SOCIOECONOMICA DE VENEZUELA
  t5 

Introducción

Venezuela sufrió una oligarquía militar durante casi todo el siglo XVIII por dos movimientos que marcaron   historia y fueron antecedentes muy importantes para la independencia, En primer lugar, los Estados unidos se independizaron de Inglaterra en 1776, abriendo el camino y dando la idea a otras colonias, como Venezuela. En segundo lugar, en 1789, la revolución francesa, con su proclama de libertad, igualdad y fraternidad, las causas que condujeron a la independencia se pueden dividir en  internas y externas, y en  1.770 se iniciaron  en Venezuela los movimientos preindependentistas. Las guerras por la independencia de España duraron casi quince años en Suramérica, dirigidas desde el norte por el venezolano Simón Bolívar, y desde el sur por el argentino José de San Martín, por eso llamados los "Libertadores".

La consecutiva guerra, que sumada al enfrentamiento precedente francés con Portugal y el Reino Unido convulsionó a toda la península ibérica, se caracterizó en el plano militar por el original fenómeno de las acciones conjuntas de guerrilleros y ejércitos regulares aliados dirigidos por Wellington que provocaron el desgaste de las fuerzas bonapartistas y su progresivo repliegue hasta las fronteras pirenaicas. Desde 1830 a 1935, la economía de Venezuela descansaba su sobre la producción y exportación de los productos agrícolas especialmente en el café y cacao, tuvo una sociedad fundamentalmente rural, con una población escasa y de muy lento crecimiento como consecuencia de las guerras y de un elevado porcentaje de mortalidad, con determinadas clases sociales. Dentro de este período de la Venezuela agropecuaria ocurrió un acontecimiento que vino a cambiar la historia del país, para dar paso a otra nación, como lo fue la aparición del petróleo.

 

 

DESARROLLO

 

IDENTIFICAR LAS CAUSAS QUE CONDUJERON AL PROCESO DE INDEPENDENCIA

 

 

 

En el siglo XVIII dos movimientos marcaron historia y fueron antecedentes muy importantes para la independencia. En primer lugar, los Estados unidos se independizaron de Inglaterra en 1776, abriendo el camino y dando la idea a otras colonias, como Venezuela. En segundo lugar, en 1789, la revolución francesa, con su proclama de libertad, igualdad y fraternidad, traía un antecedente que tuvo mucho impacto entre todos los intelectuales que veían que el régimen existente en Venezuela no se ajustaba a esos ideales que se estaban poniendo de moda.

Estos movimientos en Estados Unidos y Francia fueron el caldo de cultivo para los movimientos de Chirino, Gual y España y la expedición de Miranda en 1806  y fueron preparando el terreno para la independencia.

En Venezuela, los "criollos" estaban molestos por ciertas normas que habían impuesto los españoles, tal como lo expresó más tarde Simón Bolívar en su carta de Jamaica: "... con restricciones chocantes; tales son las prohibiciones del cultivo de frutos de Europa, el estanco de las producciones que el rey monopoliza, el impedimento de las fábricas que la misma Península no posee, los privilegios exclusivos del comercio hasta de los objetos de primera necesidad; las trabas entre provincias y provincias americanas para que no se traten, entiendan, ni negocien;"

Además de estos motivos, la gota que derramó el vaso fue que los franceses, bajo el mando de Napoleón Bonaparte habían invadido a España, obligando al rey Carlos IV y a su hijo Fernando VII a renunciar al trono a favor de Napoleón, quien puso a su hermano, José Bonaparte, como rey de España.
El 19 de Abril de 1810

La independencia de Venezuela se inicia en Caracas, el 19 de Abril de 1810, cuando un grupo de criollos caraqueños aprovechó la excusa de que en España estaba mandando un francés, para convocar una reunión del cabildo y proclamar un gobierno propio hasta que Fernando VII volviera al trono de España.
 


19 de AbrilFresco de Tito Salas


Madariaga

El Capitán General (recordemos que Venezuela era una Capitanía General), Vicente Emparan, no estuvo de acuerdo con esto, y cuando desde la ventana del ayuntamiento le preguntó al pueblo que se había reunido en la plaza mayor (hoy plaza Bolívar) si quería que el siguiera mandando, el presbítero José Cortés de Madariaga, le hizo signos a la multitud para que contestaran que "NO". Y eso fue lo que ocurrió. Emparan dijo que entonces, el tampoco quería mando, renunció y se fue a España con sus colaboradores. Se había iniciado la independencia de Venezuela.

Para sustituir a Emparan se nombró un grupo con el nombre muy hipócrita de "Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII". Las primeras medidas que se tomaron fueron las de liberar el comercio exterior, prohibir el comercio de esclavos negros, crear la Sociedad Patriótica (para fomentar la agricultura y la industria), así como la Academia de Matemáticas.
 

Como también era importante obtener el reconocimiento y apoyo internacional, para lo cual se enviaron varias delegaciones al exterior. A Curazao se envían Mariano Montilla y Vicente Salias (el creador de la letra del himno). A Londres se comisionaron al coronel Simón Bolívar a Luis López Méndez y a Andrés Bello.. Finalmente, a los Estados Unidos enviaron a Juan Vicente de Bolívar (Hermano mayor de Simón, y quien por cierto perdió la vida en un naufragio cumpliendo con esta misión), Don Telésforo Orea y Don José Rafael Revenga.

Adicionalmente, la Junta Suprema se dirigió a todos los otros ayuntamientos de América para que siguieran el "ejemplo que Caracas dio", uniéndose a este movimiento. Se convocaron a elecciones para el mes de Noviembre, a fin de elegir los representantes al primer congreso de Venezuela, el cual quedó instalado el 2 de marzo de 1811 con los diputados electos en 7 provincias: Caracas, Barinas, Cumaná, Barcelona, Margarita, Mérida y Trujillo. Nótese que las provincias de Guayana, Maracaibo y Coro no asistieron, por permanecer fieles al gobierno Español.

Este fue el congreso que adoptó por primera vez la bandera de Venezuela, utilizando la misma que introdujo Francisco de Miranda en su expedición de 1806, añadiéndole en la franja azul siete estrellas, una por cada provincia representada.
 


Cristóbal Mendoza

Buscando el esquema de 3 poderes separados, se creó una Alta Corte de Justicia, presidida por Francisco Espejo y para el poder ejecutivo, se designó un triunvirato formado por Cristóbal Mendoza, Juan Escalona y Baltazar Padrón. Es así como el Trujillano, Cristóbal Mendoza, se convierte en el primer presidente de Venezuela.

Causas

En 1.770 se inician en Venezuela los movimientos preindependentistas. Es a finales del siglo XVIII cuando comienza a manifestarse el descontento y las rivalidades existentes en la Venezuela colonial. La diferencia entre los blancos peninsulares y los blancos criollos es evidente. Los blancos peninsulares tenían en sus manos todo el poder político, mientras que los blancos criollos tenían en sus manos el poder económico, el cual se encontraba coartado en su desarrollo por la existencia de la Compañía Guipuzcoana, la cual monopolizaba las exportaciones venezolanas.


La influencia de las ideas revolucionarias francesas había llegado al conocimiento de los blancos criollos y de muchos esclavos. De allí que son ellos quienes van a manifestarse a través de los movimientos precursores de la independencia venezolana.

·        El movimiento de los comuneros de los comuneros de los Andes, que buscaba eliminar los impuestos de la corona.

·        El movimiento de José Leonardo Chirinos que intentaba lograr la libertad de los esclavos y proclamar la república

·        El movimiento de Gual y España  con un proyecto de Gobierno que  abarcaba  aspectos económicos, sociales y  políticos.

·        Francisco de Miranda, quien preparó todo un proyecto de Gobierno y realizó dos expediciones armadas dispuestas a iniciar la guerra independentista.

·        El movimiento del 19 de Abril, cuando se declara la Independencia de Venezuela y de hecho da inicio al proceso para alcanzarla.

Causas internas y externas que condujeron al movimiento independentista. El movimiento independentista en América fue un proceso de guerra que se desarrolló desde el siglo XVIII hasta principios del siglo XIX (1.770 - 1.824).


Este movimiento es resultado de un proceso evolutivo que se venía gestando durante los trescientos años de dominación española en América, además de una serie de sucesos externos que influyeron en el ánimo de los americanos para librarse del yugo español Las innovaciones en el pensamiento político, económico y social de la Ilustración y la Revolución Industrial, la independencia de los EE.UU. y de Haití, la revolución francesa y su influencia en el gobierno español, van a estimular y a acentuar los descontentos existentes en la América española.

 Causas Externas


A.-  Ideas de la Ilustración.


Los filósofos y enciclopedistas europeos ponen en evidencia la intolerancia y la desmedida actuación de los monarcas absolutistas. Filósofos como Locke, Rousseau y Montesquieu criticaban los sistemas de gobierno existentes en Europa. Estas ideas de igualdad, libertad, seguridad y fraternidad van a jugar una influencia decisiva en el ánimo de los blancos criollos, quienes comienzan a conspirar en América para erradicar del territorio el gobierno absolutista español. Ya las revoluciones inglesas de 1.648 y 1.688 habían logrado restringir la autoridad del rey y consagrar los derechos y libertades para todos los ingleses.

 

B. - Independencia de los EE.UU.


En 1.776 los EE.UU. se independizaron de Inglaterra. Para ello contaron con el apoyo del rey Carlos III de España, quien puso en marcha una política antibritánica en defensa de los colonos norteamericanos. No notó en esta oportunidad que esta política resultaría contraproducente, pues los colonos españoles en América verían allí su posibilidad de independizarse. Además, el preámbulo de la constitución de EE.UU., contiene la declaración de los derechos del hombre: soberanía, libertad, igualdad, fraternidad, propiedad, etc.

 Consagra también el régimen político republicano que implica la independencia de cualquier otra región y la división de poderes en legislativo, ejecutivo y judicial. Estas ideas serían retomadas por los precursores de la independencia en América.

 C.- Independencia de Haití


Haití fue independizada en 1.801 por Pedro Domingo Toussaint, quien declaró la independencia de la isla y la libertad de los esclavos, instituyendo también los derechos del hombre como ley en la región.

D.- Revolución Francesa


Esta constituye uno de los sucesos más importantes de la historia contemporánea, pues acabó con el régimen absolutista más representativo y fuerte de la Europa del siglo XVIII

E.- Situación de España entre 1.808 y 1.810.


Napoleón Bonaparte, en 1.807, decretó un bloqueo a Inglaterra. Según esta medida, ninguna nación europea podía comerciar con Inglaterra. Este bloqueo fue aceptado por todas las naciones a excepción de Portugal. Por esta razón Napoleón decidió invadir dicha nación en 1.808, atravesando territorio español. Para dicha empresa contó con el apoyo del Rey Carlos III de España. Esta disponibilidad otorgada al emperador francés, ocasiona que el pueblo español deponga al Rey y le exige su abdicación a favor de su hijo Fernando VII.

Sin embargo, en abril de 1.808, Napoleón obliga a Fernando VII a abdicar en favor de José Bonaparte. Madrid se levanta jurando fidelidad a Fernando VII y se organiza entonces una Junta de Regencia "Conservadora de los derechos de Fernando VII". En 1.809, las autoridades coloniales reconocen la junta, pero algunos mantuanos americanos consideran que dicha junta no tiene jurisdicción en América y que deben formarse juntas independientes en América

F.- Expulsión de los jesuitas de América.


Los jesuitas, grupo religioso con gran poder económico y que se había enraizado muy fuertemente en el pueblo americano, fueron expulsados de América por los Borbones. Ante esta expulsión, los jesuitas se convirtieron en promulgadores del descontento de los americanos y de los abusos que contra ellos cometía la corona española. Uno de estos documento fue "Carta a los españoles americanos", el cual habla de la reivindicación del indio, de los derechos del hombre y del ciudadano y de la soberanía popular.


Este documento fue traído por Miranda en sus expediciones. Lo señalado anteriormente lleva a concluir que el Pensamiento Ilustrado indica una nueva forma de sociedad, lo que hace que el hombre sea libre y vaya en contra del sometimiento hasta ahora vivido.


Causas Internas


A.- Conocimiento de las ideas de la ilustración por los blancos criollos.

Los blancos criollos constituían un grupo social caracterizado por poseer un alto nivel educativo. Su preparación intelectual y sus contactos con el extranjero les permitieron conocer las ideas revolucionarias que se habían gestado en Europa y querían, quizá para su propio beneficio, poner en práctica estas ideas en América

B.- Política económica de España en América.

Los colonos españoles en América estaban sujetos al control del monopolio comercial español, que les obligaba a pagar altos impuestos y a comerciar exclusivamente con los representantes de la corona. Esto condujo a que los mantuanos americanos buscaran liberarse del yugo español.
Por otra parte, y para ahondar la necesidad de independencia económica, aparece la política económica de los Borbones. micas y administrativas en las colonias.

C.- Rivalidad entre criollos y peninsulares.


Existía una marcada diferencia entre los blancos peninsulares (venidos de España) y los blancos criollos. Los primeros tenían todo el poder político en sus manos. España enviaba a América los virreyes, gobernadores, intendentes, oidores, capitanes, generales, etc. Mientras que los criollos tenían que conformarse con una simple participación en los cabildos. Los criollos eran los dueños de las haciendas, por lo tanto estaba en sus manos la producción ganadera y agrícola, los esclavos y el incipiente comercio colonial. Los peninsulares manejaban y monopolizaban el alto comercio o comercio con la metrópoli, en deterioro de los intereses de los criollos.

 

Declaración de La Independencia

La Sociedad Patriótica, que había sido convocada para ocuparse del desarrollo económico del país, se convirtió en un foro en donde se llevaron a cabo las discusiones y los discursos que condujeron a la independencia del país. Entre los más asiduos participantes estuvieron Simón Bolívar y Francisco de Miranda, a su regreso de Londres.

El 5 de Julio de 1811, los miembros de la Sociedad Patriótica, convencieron a todos los congresantes menos uno, de declarar la independencia de Venezuela, olvidándose de una vez de la defensa de los derechos de Fernando VII. Esto marcó la fundación del Estado Venezolano. El acta de independencia fue encomendada a Juan Germán Roscio y el texto definitivo fue aprobado el 7 de julio.

El recién creado estado necesitaba una constitución, para lo cual se encargó a Francisco Javier Ustáriz, a Gabriel Ponte y a Juan Germán Roscio para que la redactaran. La primera constitución fue muy similar a la de los Estados Unidos, es decir de tipo federalista (o descentralizada), en donde las provincias conservaban mucha autonomía y podían tener sus propias leyes. A pesar de que este sistema fue objetado por varios miembros de la Sociedad Patriótica (entre ellos Bolívar y Miranda), fue aprobado por la mayoría. Esta constitución también estuvo inspirada en las ideas francesas, respetando los derechos del hombre y dándole a todos los habitantes el tratamiento de ciudadano, sin importar la clase social. Había nacido la Primera República.

A esta república no le faltaron las dificultades. Los que se oponían a la independencia de Venezuela, llamados los realistas, dominaban las provincias de Maracaibo, Guayana y Coro. España había ordenado el bloqueo a Venezuela, dificultando el comercio exterior, y organizó la resistencia bajo el mando del capitán Domingo Monteverde.


Terremoto de Caracas
Tito Salas

Para colmo de males, el Jueves Santo de 1812, un fuerte terremoto sacudió al país, matando a más de 10.000 personas y causando una gran destrucción en Caracas y otras ciudades. Allí es cuando Bolívar pronunció su famosa frase: Aunque la naturaleza se oponga, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca. Sin embargo los realistas, y muchos religiosos que los apoyaban, aprovechándose de la ignorancia del la gente, decían que aquello era el castigo de Dios.

El poder ejecutivo, dividido entre 3 personas (triunvirato) resultaba poco ágil y decidió darle poderes absolutos a Francisco de Miranda para que defendiera la naciente patria, nombrándolo Generalísimo. Sin embargo, ya era tarde. Miranda encargó al coronel Ustáriz la defensa de Valencia y al Coronel Simón Bolívar la de Puerto Cabello. Pero ninguno de los dos logró su objetivo, siendo derrotados.
 

En Puerto Cabello, un soldado traicionó a Simón Bolívar, sublevando parte de la guarnición. A pesar de eso Bolívar luchó desesperadamente para defender la plaza, hasta que tuvo que huir a La Guaira. En una carta a Miranda, escribió: "Si un solo soldado me hubiese quedado, con ese habría combatido al enemigo; si me abandonaron no fue por mi culpa. Nada me quedó que hacer para contenerlos y comprometerlos a que salvasen la patria; pero, ¡ah! esta se ha perdido en mis manos.


Fortín de San Felipe

A Miranda no le quedó más remedio que rendirse en San Mateo el 25 de julio de 1812, firmando un armisticio, el cual no fue cumplido por Monteverde quien lo mandó a encarcelar cuando se preparaba para ir al exterior. Igualmente, mandó a matar a miles de personas, incluyendo mujeres y niños, entre los patriotas (los que apoyaban la independencia). Miranda murió encarcelado en la cárcel de La Carraca, en España, el 24 de Julio de 1816. También había muerto en forma prematura la Primera República.

La Campaña Admirable 1813

SIMÓN BOLÍVAR, quien al perder Puerto Cabello, había huido a La Guaira, fue posteriormente a Cartagena. Allí, el 15 de Diciembre de 1812, escribió el Manifiesto de Cartagena (Ver recuadro ) en donde empezó a perfilarse como un gran estadista y también como estratega. Con este manifiesto logró el apoyo del Congreso de Nueva Granada y consiguió los recursos materiales y humanos para iniciar lo que se llamó la Campaña admirable (ver recuadro), que se inició con la toma de San Antonio del Táchira, el 1 de Marzo de 1813 y culminó con la entrada triunfal en Caracas, el 7 de agosto de 1813.

El Manifiesto de Cartagena

“Libertar a la Nueva Granada de la suerte de Venezuela, y redimir a ésta de la que padece, son los objetos que me he propuesto en esta Memoria. Dignaos, oh mis conciudadanos, de aceptarla con indulgencia en obsequio de miras tan laudables.

Yo soy, granadinos, un hijo de la infeliz Caracas, escapado prodigiosamente de en medio de sus ruinas físicas, y políticas, que siempre fiel al sistema liberal, y justo que proclamó mi patria, he venido a seguir aquí los estandartes de la independencia, que tan gloriosamente tremolan en estos Estados.

Permitidme que animado de un celo patriótico me atreva a dirigirme a vosotros, para indicaros ligeramente las causas que condujeron a Venezuela a su destrucción; lisonjeándome que las terribles, y ejemplares lecciones que ha dado aquella extinguida República, persuadan a la América, a mejorar de conducta, corrigiendo los vicios de unidad, solidez, y energía que se notan en sus gobiernos.

El más consecuente error que cometió Venezuela, al presentarse en el teatro político fue, sin contradicción. la fatal adopción que hizo del sistema tolerante; sistema improbado como débil e ineficaz, desde entonces, por todo el mundo sensato, y tenazmente sostenido hasta los últimos periodos, con una ceguedad sin ejemplo.

Las primeras pruebas que dio nuestro gobierno de su insensata debilidad, las manifestó con la ciudad subalterna de Coro, que denegándose a reconocer su legitimidad, lo declaró insurgente, y lo hostilizó como enemigo.

La Junta Suprema en lugar de subyugar aquella indefensa ciudad, que estaba rendida con presentar nuestras fuerzas marítimas delante de su puerto, la dejó fortificar, y tomar una actitud tan respetable, que logró subyugar después la Confederación entera, con casi igual facilidad que la que teníamos nosotros anteriormente para vencerla. Fundando la Junta su política en los principios de humanidad mal entendida que no autorizan a ningún gobierno, para hacer por la fuerza, libres a los pueblos estúpidos que desconocen el valor de sus derechos.

Los códigos que consultaban nuestros magistrados, no eran los que podían enseñarles la ciencia práctica del gobierno, sino los que han formado ciertos buenos visionarios que, imaginándose repúblicas aéreas, han procurado alcanzar la perfección política, presuponiendo la perfectibilidad del linaje humano. Por manera que tuvimos filósofos por jefes; filantropía por legislación, dialéctica por táctica, y sofistas por soldados. Con semejante subversión de principios, y de cosas, el orden social se resintió extremadamente conmovido, y desde luego corrió el Estado a pasos agigantados a una disolución universal, que bien pronto se vio realizada.

De aquí nació la impunidad de los delitos de Estado cometidos descaradamente por los descontentos, y particularmente por nuestros natos, e implacables enemigos, los españoles europeos, que maliciosamente se habían quedado en nuestro país, para tenerlo incesantemente inquieto, y promover cuantas conjuraciones les permitían formar nuestros jueces perdonándolos siempre, aun cuando sus atentados eran tan enormes, que se dirigían contra la salud pública.

La doctrina que apoyaba esta conducta tenía su origen en las máximas filantrópicas de algunos escritores que defienden la no residencia de facultad en nadie, para privar de la vida a un hombre, aun en el caso de haber delinquido éste, en el delito de lesa patria. Al abrigo de esta piadosa doctrina, a cada conspiración sucedía un perdón, y a cada perdón sucedía otra conspiración que se volvía a perdonar: porque los gobiernos liberales deben distinguirse por la clemencia. ¡Clemencia criminal, que contribuyó más que nada. a derribar la máquina, que todavía no habíamos enteramente concluido!

De aquí vino la oposición decidida a levantar tropas veteranas, disciplinadas y capaces de presentarse en el campo de batalla, ya instruidas, a defender la libertad con suceso y gloria. Por el contrario, se establecieron innumerables cuerpos de milicias indisciplinadas, que además de agotar las cajas del erario nacional, con los sueldos de la plana mayor, destruyeron la agricultura, alejando a los paisanos de sus hogares; e hicieron odioso el gobierno que obligaba a éstos a tomar las armas, y a abandonar sus familias.
«Las repúblicas -decían nuestros estadistas- no han menester de hombres pagados para mantener su libertad. Todos los ciudadanos serán soldados cuando nos ataque el enemigo. Grecia, Roma, Venecia, Génova, Suiza, Holanda, y recientemente Norteamérica vencieron a su contrarios sin auxilio de tropas mercenarias siempre prontas a sostener al despotismo y a subyugar a sus conciudadanos».
Con estos antipolíticos e inexactos raciocinios, fascinaban a los simples; pero no convencían a los prudentes que conocían bien la inmensa diferencia que hay entre los pueblos, los tiempos, y las costumbres de aquellas repúblicas, y las nuestras. Ellas, es verdad que no pagaban ejércitos permanentes; mas era porque en la antigüedad no los había y sólo confiaban la salvación y la gloria de los Estados, en sus virtudes políticas, costumbres severas y carácter militar, cualidades que nosotros estamos muy distantes de poseer. Y en cuanto a las modernas que han sacudido el yugo de sus tiranos es notorio que han mantenido el competente número de veteranos que exige su seguridad; exceptuando Norteamérica, que estando en paz con todo el mundo, y guarnecido por el mar no ha tenido por conveniente sostener en estos últimos años el completo de tropas veteranas que necesita para la defensa de sus fronteras y plazas.

El resultado probó severamente a Venezuela el error de su cálculo; pues los milicianos que salieron al encuentro del enemigo, ignorando hasta el manejo del arma, y no estando habituados a la disciplina y obediencia, fueron arrollados al comenzar la última campaña, a pesar de los heroicos y extraordinarios esfuerzos que hicieron sus jefes, por llevarlos a la victoria. Lo que causó un desaliento general en soldados y oficiales; porque es una verdad militar que sólo ejércitos aguerridos son capaces de sobreponerse a los primeros infaustos sucesos de una campaña. EL soldado bisoño lo cree todo perdido, desde que es derrotado una vez; porque la experiencia no le ha probado que el valor, la habilidad y la constancia corrigen la mala fortuna.

La subdivisión de la provincia de Caracas proyectada discutida y sancionada por el Congreso federal despertó y fomentó una enconada rivalidad en las ciudades, y lugares subalternos, contra la capital:&laqno;La cual -decían los congresantes ambiciosos de domminar en sus distritos- era la tiranía de las ciudades y la sanguijuela del Estado». De este modo se encendió el fuego de la guerra civil en Valencia, que nunca se logró apagar, con la reducción de aquella ciudad; pues conservándolo encubierto, lo comunicó a las otras limítrofes a Coro y Maracaibo; y éstas entablando comunicaciones con aquéllas, facilitaron, por este medio, la entrada de los españoles que trajo la caída de Venezuela.

La disipación de las rentas públicas en objetos frívolos, y perjudiciales; y particularmente en sueldos de infinidad de oficinistas, secretarios, jueces, magistrados, legisladores provinciales y federales, dio un golpe mortal a la República, porque le obligó a recurrir al peligroso expediente de establecer el papel moneda, sin otra garantía, que la fuerza y las rentas imaginarias de la Confederación. Esta nueva moneda pareció a los ojos de los más, una violación manifiesta del derecho de propiedad, porque se conceptuaban despojados de objetos de intrínseco valor, en cambio de otros cuyo precio era incierto y aun ideal. El papel moneda remató el descontento de los estólidos pueblos internos, que llamaron al Comandante de las tropas españolas, para que viniese a librarlos de una moneda que veían con más horror que la servidumbre.

Pero lo debilitó más el Gobierno de Venezuela, fue la forma federal que adoptó, siguiendo las máximas exageradas de los derechos del hombre que autorizándolo para que se rija por sí mismo rompe los pactos sociales, y constituye a las naciones en anarquía. Tal era el verdadero estado de la Confederación. Cada provincia se gobernaba independientemente; y, a ejemplo de éstas, cada ciudad pretendía iguales facultades alegando la práctica de aquéllas, y la teoría de que todos los hombres, y todos los pueblos, gozan de la prerrogativa de instituir a su antojo, el gobierno que les acomode.

El sistema federal bien que sea el más perfecto y más capaz de proporcionar la felicidad humana en sociedad es, no obstante, el más opuesto a los intereses de nuestros nacientes Estados. Generalmente hablando, todavía nuestros conciudadanos no se hallan en aptitud de ejercer por sí mismos ampliamente sus derechos; porque carecen de las virtudes políticas que caracterizan al verdadero republicano: virtudes que no se adquieren en los gobiernos absolutos, en donde se desconocen los derechos y los deberes del ciudadano.

Por otra parte, ¿qué país del mundo por morigerado y republicano que sea, podrá, en medio de las facciones intestinas y de una guerra exterior, regirse por un gobierno tan complicado y débil como el federal? No, no es posible conservarlo en el tumulto de los combates y de los partidos. Es preciso que el gobierno se identifique, por decirlo así, al carácter de las circunstancias, de los tiempos y de los hombres que lo rodean. Si éstos son prósperos y serenos, él debe ser dulce y protector; pero si son calamitosos y turbulentos, él debe mostrarse terrible y armarse de una firmeza igual a los peligros, sin atender a leyes ni constituciones, ínterin no se restablecen la felicidad y la paz.

Caracas tuvo mucho que padecer por defecto de la Confederación que lejos de socorrerla le agotó sus caudales y pertrechos , y cuando vino el peligro la abandonó a su suerte, sin auxiliarla, con el menor contingente. Además le aumentó sus embarazos habiéndose empeñado una competencia entre el poder federal y el provincial, que dio lugar a que los enemigos llegasen al corazón del Estado, antes que se resolviese la cuestión de si deberían salir las tropas federales o provinciales a rechazarlos, cuando ya tenían ocupada una gran porción de la provincia. Esta fatal contestación produjo una demora que fue terrible para nuestras armas. Pues las derrotaron en San Carlos sin que les llegasen los refuerzos que esperaban para vencer.

Yo soy de sentir que mientras no centralicemos nuestros gobiernos americanos, los enemigos obtendrán las más completas ventajas; seremos indefectiblemente envueltos en los horrores de las disensiones civiles, y conquistados vilipendiosamente por ese puñado de bandidos que infestan nuestras comarcas.
Las elecciones populares hechas por los rústicos del campo, y por los intrigantes moradores de las ciudades, añaden un obstáculo más a la práctica de la Federación entre nosotros; porque los unos son tan ignorantes que hacen sus votaciones maquinalmente, y los otros, tan ambiciosos que todo lo convierten en facción; por lo que jamás se vio en Venezuela una votación libre y acertada; lo que ponía el gobierno en manos de hombres ya desafectos a la causa, ya ineptos, ya inmorales. El espíritu de partido decidía en todo y, por consiguiente, nos desorganizó más de lo que las circunstancias hicieron. Nuestra división y no las armas españolas, nos tornó a la esclavitud.

EL terremoto de 26 de marzo trastornó ciertamente, tanto lo físico como lo normal; y puede llamarse propiamente la causa inmediata de la ruina de Venezuela; mas este mismo suceso habría tenido lugar, sin producir tan mortales efectos, si Caracas se hubiera gobernado entonces por una sola autoridad, que obrando con rapidez y vigor hubiese puesto remedio a los daños sin trabas, ni competencias que retardando el efecto de las providencias, dejaban tomar al mal un incremento tan grande que lo hizo incurable.

Si Caracas en lugar de una Confederación, lánguida e insubsistente hubiese establecido un gobierno sencillo, cual lo requería su situación política y militar, tú existieras ¡oh Venezuela! y gozaras hoy de tu libertad.

La influencia eclesiástica tuvo. después del terremoto, una parte muy considerable en la sublevación de los lugares y ciudades subalternas: y en la introducción de los enemigos en el país; abusando sacrílegamente de la santidad de su ministerio en favor de los promotores de la guerra civil. Sin embargo, debemos confesar ingenuamente, que estos traidores sacerdotes se animaban a cometer los execrables crímenes de que justamente se les acusa porque la impunidad de los delitos era absoluta; la cual hallaba en el Congreso un escandaloso abrigo; llegando a tal punto esta injusticia que de la insurrección de la ciudad de Valencia, que costó su pacificación cerca de mil hombres, no se dio a la vindicta de las leyes un solo rebelde; quedando todos con vida y, los más, con sus bienes.

De lo referido se deduce, que entre las causas que han producido la caída de Venezuela, debe colocarse en primer lugar la naturaleza de su Constitución; que repito, era tan contraria a sus intereses, como favorable a los de sus contrarios. En segundo, el espíritu de misantropía que se apoderó de nuestros gobernantes. Tercero, la oposición al establecimiento de un cuerpo militar que salvase la República y repeliese los choques que le daban los españoles. Cuarto, el terremoto acompañado del fanatismo que logró sacar de este fenómeno los más importantes resultados; y últimamente, las facciones internas que en realidad fueron el mortal veneno que hicieron descender la patria al sepulcro.

Estos ejemplos de errores e infortunios, no serán enteramente inútiles para los pueblos de la América meridional, que aspiran a la libertad e independencia.

La Nueva Granada ha visto sucumbir a Venezuela, por consiguiente debe evitar los escollos que han destrozado a aquélla. A este efecto presento como una medida indispensable para la seguridad de la Nueva Granada la reconquista de Caracas. A primera vista parecerá este proyecto inconducente, costoso y quizás impracticable; pero examinando atentamente con ojos previsivos, y una meditación profunda, es imposible desconocer su necesidad, como dejar de ponerlo en ejecución probada la utilidad.

Lo primero que se presenta en apoyo de esta operación, es el origen de la destrucción de Caracas, que no fue otro que el desprecio con que miró aquella ciudad la existencia de un enemigo que parecía pequeño, y no lo era , considerándolo en su verdadera luz.

Coro, ciertamente, no habría podido nunca entrar en competencias con Caracas, si la comparamos, en sus fuerzas intrínsecas, con ésta; mas como en el orden de las vicisitudes humanas no es siempre la mayoría física la que decide, sino que es la superioridad de la fuerza moral la que inclina hacia sí la balanza política, no debió el Gobierno de Venezuela, por esta razón, haber descuidado la extirpación de un enemigo que, aunque aparentemente débil, tenía por auxiliares a la provincia de Maracaibo; a todas las que obedecen a la Regencia; el oro, y la cooperación de nuestros eternos contrarios los europeos que viven con nosotros; el partido clerical, siempre adicto a su apoyo y compañero, el despotismo, y, sobre todo, la opinión inveterada de cuantos ignorantes y supersticiosos contienen los límites de nuestros Estados. Así fue que apenas hubo un oficial traidor que llamase al enemigo, cuando se desconcertó la máquina política, sin que los inauditos y patrióticos esfuerzos que hicieron los defensores de Caracas, lograsen impedir la caída de un edificio ya desplomado, por el golpe que recibió de un solo hombre.

Aplicando el ejemplo de Venezuela a la Nueva Granada; y formando una proporción hallaremos que Coro es a Caracas, como Caracas es a la América entera; consiguientemente, el peligro que amenaza este país, está en razón de la anterior progresión; porque poseyendo España el territorio de Venezuela, podrá con facilidad sacarle hombres y municiones de boca y guerra, para que bajo la dirección de jefes experimentados contra los grandes maestros de la guerra, los franceses, penetren desde las provincias de Barinas y Maracaibo hasta los últimos confines de la América meridional.

España tiene en el día gran número de oficiales generales ambiciosos y audaces; acostumbrados a los peligros y a las privaciones que anhelan por venir aquí a buscar un imperio que reemplace el que acaban de perder.

Es muy probable, que al expirar la Península, haya una prodigiosa emigración de hombres de todas clases; y particularmente de cardenales arzobispos, obispos canónigos y clérigos revolucionarios capaces de subvertir, no sólo nuestros tiernos y lánguidos Estados sino de envolver el Nuevo Mundo entero en una espantosa anarquía. La influencia religiosa, el imperio de la dominación civil y militar, y cuantos prestigios pueden obrar sobre el espíritu humano, serán otros tantos instrumentos de que se valdrán para someter estas regiones.

Nada se opondrá a la emigración de España. Es verosímil que Inglaterra proteja la evasión de un partido que disminuye en parte las fuerzas de Bonaparte, en España; y trae consigo el aumento y permanencia del suyo en América. Francia no podrá impedirlo tampoco Norteamérica; y nosotros menos aún, pues careciendo todos de una marina respetable, nuestras tentativas serán vanas.

Estos tránsfugas hallarán, ciertamente, una favorable acogida en los puertos de Venezuela, como que vienen a reforzar a los opresores de aquel país; y los habilitan de medios para emprender la conquista de los Estados independientes.

Levantarán quince o veinte mil hombres que disciplinarán prontamente con sus jefes, oficiales, sargentos, cabos y soldados veteranos. A este ejército seguirá otro todavía más temible, de ministros, embajadores, consejeros, magistrados, toda la jerarquía eclesiástica y los grandes de España, cuya profesión es el dolo y la intriga, condecorados con ostentosos títulos, muy adecuados para deslumbrar a la multitud, que derramándose como un torrente, lo inundarán todo arrancando la semillas, y hasta las raíces del árbol de la libertad de Colombia. Las tropas combatirán en el campo; y éstos, desde sus gabinetes, nos harán la guerra por los resortes de la seducción y del fanatismo.

Así pues, no nos queda otro recurso para precavernos de estas calamidades, que el de pacificar rápidamente nuestras provincias sublevadas, para llevar después nuestras armas contra las enemigas; y formar, de este modo, soldados y oficiales dignos de llamarse las columnas de la patria.

Todo conspira a hacernos adoptar esta medida; sin hacer mención de la necesidad urgente que tenemos de cerrarle las puertas al enemigo, hay otras razones tan poderosas para determinarnos a la ofensiva, que sería una falta militar y política inexcusable dejar de hacerla. Nosotros nos hallamos invadidos y, por consiguiente, forzados a rechazar al enemigo más allá de la frontera. Además, es un principio del arte que toda guerra defensiva es perjudicial y ruinosa para el que la sostiene; pues lo debilita sin esperanza de indemnizarlo; y que las hostilidades en el territorio enemigo, siempre son provechosas, por el bien que resulta del mal contrario; así, no debemos, por ningún motivo, emplear la defensiva.

Debemos considerar también el estado actual del enemigo que se halla en una posición muy crítica, habiéndoseles desertado la mayor parte de sus soldados criollos: y teniendo, al mismo tiempo, que guarnecer las patrióticas ciudades de Caracas, Puerto Cabello, La Guaira, Barcelona, Cumaná y Margarita, en donde existen sus depósitos; sin que se atrevan a desamparar estas plazas, por temor de una insurrección general en el acto de separarse de ellas. De modo que no sería imposible que llegasen nuestras tropas hasta las puertas de Caracas, sin haber dado una batalla campal.

Es una cosa positiva, que en cuanto nos presentemos en Venezuela, se nos agregan millares de valerosos patriotas, que suspiran por vernos aparecer, para sacudir el yugo de sus tiranos, y unir sus esfuerzos a los nuestros en defensa de la libertad.

La naturaleza de la presente campaña nos proporciona la ventaja de aproximarnos a Maracaibo, por Santa Marta, y a Barinas por Cúcuta.

Aprovechemos, pues, instantes tan propicios; no sea que los refuerzos que incesantemente deben llegar de España. cambien absolutamente el aspecto de los negocios, y perdamos, quizás para siempre, la dichosa oportunidad asegurar la suerte de estos Estados.

El honor de la Nueva Granada exige imperiosamente escarmentar a esos osados invasores, persiguiéndolos hasta los últimos atrincheramientos, como su gloria depende de tomar a su cargo la empresa de marchar a Venezuela, a libertar la cuna de la independencia colombiana, sus mártires, y aquel benemérito pueblo caraqueño, cuyos clamores sólo se dirigen a sus amados compatriotas los granadinos, que ellos aguardan con una mortal impaciencia, como a sus redentores. Corramos a romper las cadenas de aquellas víctimas que gimen en las mazmorras, siempre esperando su salvación de vosotros; no burléis su confianza; no seáis insensibles a los lamentos de vuestros hermanos. Id veloces a vengar al muerto, a dar vida al moribundo, soltura al oprimido y libertad a todos”.

Cartagena de Indias, 15 de diciembre de 1812.

En este manifiesto  Simón Bolívar analiza la situación de Venezuela y explica por que se perdió la primera república. También promueve la unión de Nueva Granada (Colombia) y Venezuela, para lograr la libertad de ambos países.

Entre las razones que Bolívar da para la pérdida de la república, figuran el sistema federalista, el cual decía que estaba muy bien para los Estados Unidos, pero no para un país como Venezuela en ese momento. Menciona que se requería un gobierno centralizado y mucho más fuerte. Explicaba que el gobierno debía ser mucho más duro con el enemigo y debía construir un ejército más fuerte y disciplinado. También manifestó que el terremoto significo la "ruina material y moral" de Venezuela.

Mientras tanto, en el oriente del país, Santiago Mariño, conjuntamente con unos patriotas que se habían escapado después de la capitulación de Miranda, logró tomar las provincias de Cumaná Barcelona y Margarita.

Es también durante  La Campaña Admirable que Bolívar dio su famosa "Proclama de guerra a Muerte", en la que expresó: "Españoles y Canarios, contad con la muerte, aún siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de América... Americanos, contad con la vida, aún cuando seáis culpables". Como se puede observar, es una declaración algo radical, que solo puede ser entendida dentro del contexto y de los horrores de la guerra.

La Campaña Admirable

Bolívar tenía dos divisiones. La primera comandada por Atanasio Girardot y la segunda por José Félix Ribas. El mayor del ejército era el marabino, Rafael Urdaneta. La cronología de los eventos fue la siguiente:

  • 28 de febrero: Toma de Cúcuta
  • 1 de marzo: ocupación de San Antonio del Táchira
  • 23 de mayo: entrada a Mérida. donde se concede a Bolívar el título de "Libertador"
  • 15 de junio: Proclama de guerra a muerte en Trujillo
  • 2 de julio: Ribas derrota a Martí en Niquitao, Trujillo
  • 22 de Julio: Victoria de Ribas sobre Oberto, en los Horcones
  • 31 de julio: Bolívar vence a Izquierdo en Taguanes
  • Agosto: Monteverde huye a Puerto Cabello dejando la vía libre a Caracas
  • 7 de Agosto: Entrada triunfal a Caracas

La Segunda República

Con la entrada de Bolívar a Caracas, queda instituida una nueva república que controlaba todas las provincias menos Guayana y Maracaibo. Sin embargo, a la semana de haber llegado tuvo que volver a salir para luchar contra Monteverde, quien se había refugiado en Puerto Cabello. En septiembre, los realistas reciben refuerzos de España. Sin embargo, los éxitos militares de los patriotas continuaron durante 1813, con las batallas de Bárbula (aunque allí muere Girardot) y con la victoria sobre Monteverde en Las Trincheras, el 3 de octubre, forzando su salida del país.

Ricaurte - Estatua en San Mateo

 

Un elemento que fue determinante en la caída de esta joven república fue la aparición de un caudillo español realista, José Tomás Boves, quien con su liderazgo y la promesa de darles las riquezas de los blancos, comandó un poderoso ejército de llaneros pardos. Boves inicia sus victorias el 3 de febrero de 1814, derrotando a Vicente Campo Elías, en La Puerta. José Felix Ribas, quien contaba con muy pocos hombres, tuvo que salir a reclutar jóvenes estudiantes de la Universidad de Caracas y del Seminario para enfrentar a Boves. 


Ricaurte en San Mateo 
- Antonio Herrera

En la ciudad de La Victoria, el 12 de febrero, se defendieron heroicamente hasta recibir refuerzos de Campo Elías y lograr la retirada de Boves. (Es para conmemorar este episodio que en Venezuela se celebra el día de la Juventud el 12 de febrero).

Boves, sin embargo, logra reorganizar su ejército y emprende la marcha hacia Caracas. Bolívar lo detiene por algún tiempo en San Mateo, pero luego es vencido el 24 de marzo de 1814. Gracias a la acción heroica de Antonio Ricaurte, quien se sacrificó prendiéndole fuego al polvorín, la pólvora no cayó en manos de Boves.

Lo que siguió fue el pánico. La crueldad de Boves era legendaria y la población de Caracas, unida a la que ya había huido de otras partes del país, emigró hacia Oriente. Cuentan que en esta huida murieron más personas que en el terremoto mismo.

El 18 de Agosto, Bolívar al mando de 3000 hombres trató de detener las tropas realistas comandadas por Morales, pero fue derrotado. Cuenta Baralt, que Morales "pasó a cuchillo no solamente a los prisioneros, sino a una gran parte de la vecindad, sin respetar edad ni sexo, haciendo como Rosete, su matanza, en el recinto mismo de la iglesia".

El fin era inevitable: Los jefes patriotas – Bolívar, Mariño, Ribas, Piar, Bermúdez, Monagas, Cedeño y Zaraza – contaban con pocas tropas y tenían muchas diferencias entre sí. Ribas pierde en Urica el 5 de diciembre, sin embargo en esa batalla pierde la vida Boves. Ribas se interna en las montañas, pero es capturado por un jefe realista quien lo mata, manda a freír su cabeza en aceite, y la envía a Caracas, en donde es exhibida en la plaza mayor.

La última batalla fue la que perdió Bermúdez en Maturín, el 11 de diciembre. Casi todos los jefes patriotas tuvieron que huir al exterior, con la excepción de Monagas, Cedeño y Zaraza que permanecieron para iniciar posteriormente la lucha de guerrillas.

Terminaba así el año 1814, llamado por los historiadores, con justa razón, el "año terrible", llevándose consigo la corta existencia de la II República.

La Reconquista

España había logrado independizarse de Francia. Fernando VII ya estaba en el poder y estaba preocupado por lo que estaba pasando en sus colonias. Es por eso que decidió enviar al General Pablo Morillo, quien se había destacado en la guerra contra Francia, a someter a los "rebeldes".

Morillo llegó a Pampatar el 9 de abril y logró deponer rápidamente a los jefes patriotas Bermúdez y Arismendi, quien logró escapar. Sin embargo, su esposa Luisa Cáceres fue capturada y encarcelada en un calabozo del castillo de Santa Rosa en La Asunción, en donde perdió el bebé que llevaba en su vientre.

Morillo no tuvo muchas dificultades en reconquistar todo el país, empezando por Cumaná, siguiendo por Caracas y llegando hasta Bogotá.

Mientras tanto, Bolívar estaba en Jamaica, en donde se dedicó a escribir artículos para conseguir apoyo a la causa independista.

Es ahí donde escribió la famosa Carta de Jamaica el 6 de septiembre de 1815 en donde expresa lo siguiente:
“Muy señor mío: Me apresuro a contestar la carta de 29 del mes pasado que usted me hizo el honor de dirigirme, y yo recibí con la mayor satisfacción.

Sensible como debo, al interés que usted ha querido tomar por la suerte de mi patria, afligiéndose con ella por los tormentos que padece, desde su descubrimiento hasta estos últimos períodos, por parte de sus destructores los españoles, no siento menos el comprometimiento en que me ponen las solícitas demandas que usted me hace, sobre los objetos más importantes de la política americana. Así, me encuentro en un conflicto, entre el deseo de corresponder a la confianza con que usted me favorece, y el impedimento de satisfacerle, tanto por la falta de documentos y de libros, cuanto por los limitados conocimientos que poseo de un país tan inmenso, variado y desconocido como el Nuevo Mundo.

En mi opinión es imposible responder a las preguntas con que usted me ha honrado. El mismo barón de Humboldt, con su universalidad de conocimientos teóricos y prácticos, apenas lo haría con exactitud, porque aunque una parte de la estadística y revolución de América es conocida, me atrevo a asegurar que la mayor está cubierta de tinieblas y, por consecuencia, sólo se pueden ofrecer conjeturas más o menos aproximadas, sobre todo en lo relativo a la suerte futura, y a los verdaderos proyectos de los americanos; pues cuantas combinaciones suministra la historia de las naciones, de otras tantas es susceptible la nuestra por sus posiciones físicas, por las vicisitudes de la guerra, y por los cálculos de la política.

Como me conceptúo obligado a prestar atención a la apreciable carta de usted, no menos que a sus filantrópicas miras, me animo a dirigir estas líneas, en las cuales ciertamente no hallará usted las ideas luminosas que desea, mas sí las ingenuas expresiones de mis pensamientos.
«Tres siglos ha —dice usted— que empezaron las barbaridades que los españoles cometieron en el grande hemisferio de Colón». Barbaridades que la presente edad ha rechazado como fabulosas, porque parecen superiores a la perversidad humana; y jamás serían creídas por los críticos modernos, si constantes y repetidos documentos no testificasen estas infaustas verdades. El filantrópico obispo de Chiapa, el apóstol de la América, Las Casas, ha dejado a la posteridad una breve relación de ellas, extractada de las sumarias que siguieron en Sevilla a los conquistadores, con el testimonio de cuantas personas respetables había entonces en el Nuevo Mundo, y con los procesos mismos que los tiranos se hicieron entre sí: como consta por los más sublimes historiadores de aquel tiempo. Todos los imparciales han hecho justicia al celo, verdad y virtudes de aquel amigo de la humanidad, que con tanto fervor y firmeza denunció ante su gobierno y contemporáneos los actos más horrorosos de un frenesí sanguinario.

Con cuánta emoción de gratitud leo el pasaje de la carta de usted en que me dice «que espera que los sucesos que siguieron entonces a las armas españolas, acompañen ahora a las de sus contrarios, los muy oprimidos americanos meridionales». Yo tomo esta esperanza por una predicción, si la justicia decide las contiendas de los hombres. El suceso coronará nuestros esfuerzos; porque el destino de América se ha fijado irrevocablemente: el lazo que la unía a España está cortado: la opinión era toda su fuerza; por ella se estrechaban mutuamente las partes de aquella in mensa monarquía; lo que antes las enlazaba ya las divide; más grande es el odio que nos ha inspirado la Península que el mar que nos separa de ella; menos difícil es unir los dos continentes, que reconciliar los espíritus de ambos países. El hábito a la obediencia; un comercio de intereses, de luces, de religión; una recíproca benevolencia; una tierna solicitud por la cuna y la gloria de nuestros padres; en fin, todo lo que formaba nuestra esperanza nos venía de España. De aquí nacía un principio de adhesión que parecía eterno; no obstante que la inconducta de nuestros dominadores relajaba esta simpatía; o, por mejor decir, este apego forzado por el imperio de la dominación. Al presente sucede lo contrario; la muerte, el deshonor, cuanto es nocivo, nos amenaza y tememos: todo lo sufrimos de esa desnaturalizada madrastra. El velo se ha rasgado y hemos visto la luz y se nos quiere volver a las tinieblas: se han roto las cadenas; ya hemos sido libres, y nuestros enemigos pretenden de nuevo esclavizarnos. Por lo tanto, América combate con despecho; y rara vez la desesperación no ha arrastrado tras sí la victoria.

Porque los sucesos hayan sido parciales y alternados, no debemos desconfiar de la fortuna. En unas partes triunfan los in dependientes, mientras que los tiranos en lugares diferentes, obtienen sus ventajas, y ¿cuál es el resultado final? ¿No está el Nuevo Mundo entero, conmovido y armado para su defensa? Echemos una ojeada y observaremos una lucha simultánea en la misma extensión de este hemisferio.
El belicoso estado de las provincias del Río de la Plata ha purgado su territorio y conducido sus armas vencedoras al Alto Perú, conmoviendo a Arequipa, e inquietado a los realistas de Lima. Cerca de un millón de habitantes disfruta allí de su libertad.

El reino de Chile, poblado de ochocientas mil almas, está lidian do contra sus enemigos que pretenden dominarlo; pero en vano, porque los que antes pusieron un término a sus conquistas, los indómitos y libres araucanos, son sus vecinos y compatriotas; y su ejemplo sublime es suficiente para probarles, que el pueblo que ama su independencia, por fin la logra.

El virreinato del Perú, cuya población asciende a millón y medio de habitantes, es, sin duda, el más sumiso y al que más sacrificios se le han arrancado para la causa del rey, y bien que sean vanas las relaciones concernientes a aquella porción de América, es indubitable que ni está tranquila, ni es capaz de oponerse al torrente que amenaza a las más de sus provincias.

La Nueva Granada que es, por decirlo así, el corazón de la América, obedece a un gobierno general, exceptuando el reino de Quito que con la mayor dificultad contienen sus enemigos, por ser fuertemente adicto a la causa de su patria; y las provincias de Panamá y Santa Marta que sufren, no sin dolor, la tiranía de sus señores. Dos millones y medio de habitantes están esparcidos en aquel territorio que actualmente defienden contra el ejército español bajo el general Morillo, que es verosímil sucumba delante de la inexpugnable plaza de Cartagena. Mas si la tomare será a costa de grandes pérdidas, y desde luego carecerá de fuerzas bastantes para subyugar a los morigeros y bravos moradores del interior.

En cuanto a la heroica y desdichada Venezuela sus acontecimientos han sido tan rápidos y sus devastaciones tales, que casi la han reducido a una absoluta indigencia a una soledad espantosa; no obstante que era uno de los más bellos países de cuantos hacían el orgullo de América. Sus tiranos gobiernan un desierto, y sólo oprimen a tristes restos que, escapados de la muerte, alimentan una precaria existencia; algunas mujeres, niños y ancianos son los que quedan. Los más de los hombres han perecido por no ser esclavos, y los que viven, combaten con furor, en los campos y en los pueblos internos hasta expirar o arrojar al mar a los que insaciables de sangre y de crímenes, rivalizan con los primeros monstruos que hicieron desaparecer de la América a su raza primitiva. Cerca de un millón de habitantes se contaba en Venezuela y sin exageración se puede conjeturar que una cuarta parte ha sido sacrificada por la tierra, la espada, el hambre, la peste, las peregrinaciones; excepto el terremoto, todos resultados de la guerra.

En Nueva España había en 1808, según nos refiere el barón de Humboldt, siete millones ochocientas mil almas con inclusión de Guatemala. Desde aquella época, la insurrección que ha agitado a casi todas sus provincias, ha hecho disminuir sensiblemente aquel cómputo que parece exacto; pues más de un millón de hombres han perecido, como lo podrá usted ver en la exposición de Mr. Walton que describe con fidelidad los sanguinarios crímenes cometidos en aquel opulento imperio. Allí la lucha se mantiene a fuerza de sacrificios humanos y de todas especies, pues nada ahorran los españoles con tal que logren someter a los que han tenido la desgracia de nacer en este suelo, que parece destinado a empaparse con la sangre de sus hijos. A pesar de todo, los mejicanos serán libres, porque han abrazado el partido de la patria, con la resolución de vengar a sus pasados, o seguirlos al sepulcro. Ya ellos dicen con Reynal: llegó el tiempo en fin, de pagar a los españoles suplicios con suplicios y de ahogar a esa raza de exterminadores en su sangre o en el mar.

Las islas de Puerto Rico y Cuba, que entre ambas pueden formar una población de setecientas a ochocientas mil almas, son las que más tranquilamente poseen los españoles, porque están fuera del contacto de los independientes. Mas ¿no son americanos estos insulares? ¿No son vejados? ¿No desearán su bienestar?

Este cuadro representa una escala militar de dos mil leguas de longitud y novecientas de latitud en su mayor extensión en que dieciséis millones de americanos defienden sus derechos, o están comprimidos por la nación española que aunque fue en algún tiempo el más vasto imperio del mundo, sus restos son ahora impotentes para dominar el nuevo hemisferio y hasta para mantenerse en el antiguo. ¿Y~~ y amante de la libertad permite que una vieja serpiente por sólo satisfacer su saña envenenada, devore ta más bella parte de nuestro globo? ¡Qué! ¿Está Europa sorda al clamor de su propio interés? ¿No tiene ya ojos para ver la justicia? ¿Tanto se ha endurecido para ser de este modo insensible? Estas cuestiones cuanto más las medito, más me confunden; llego a pensar que se aspira a que desaparezca la América, pero es imposible porque toda Europa no es España. ¡Qué demencia la de nuestra enemiga, pretender reconquistar América, sin marina, sin tesoros y casi sin soldados! Pues los que tiene, apenas son bastantes para retener a su propio pueblo en una violenta obediencia, y defenderse de sus vecinos. Por otra parte, ¿podrá esta nación hacer el comercio exclusivo de la mitad del mundo sin manufacturas. Sin producciones territoriales, sin artes, sin ciencias, sin política? Lograda que fuese esta loca empresa, y suponiendo más, aun lograda la pacificación, los hijos de los actuales americanos únicos con los de los europeos reconquistadores, ¿no volverían a formar dentro de veinte años los mismos patrióticos designios que ahora se están combatiendo?

Europa haría un bien a España en disuadirla de su obstinada temeridad, porque a lo menos le ahorrará los gastos que expende, y la sangre que derrama; a fin de que fijando su atención en sus propios recintos, fundase su prosperidad y poder sobre bases más sólidas que las de inciertas conquistas, un comercio precario y exacciones violentas en pueblos remotos, enemigos y poderosos. Europa misma por miras de sana política debería haber preparado y ejecutado el proyecto de la independencia americana, no sólo porque el equilibrio del mundo así lo exige, sino porque éste es el medio legítimo y seguro de adquirirse establecimientos ultramarinos de comercio. Europa que no se halla agitada por las violentas pasiones de la venganza, ambición y codicia, como España, parece que estaba autorizada por todas las leyes de la equidad a ilustrarla sobre sus bien entendidos intereses.

Cuantos escritores han tratado la materia se acordaban en esta parte. En consecuencia, nosotros esperábamos con razón que todas las naciones cultas se apresurarían a auxiliarnos, para que adquiriésemos un bien cuyas ventajas son recíprocas a entrambos hemisferios. Sin embargo, ¡cuán frustradas esperanzas! No sólo los europeos. pero hasta nuestros hermanas del Norte se han mantenido inmóviles espectadores de esta contienda, que por su esencia es la más justa, y por sus resultados la más bella e importante de cuantas se han suscitado en los siglos antiguos y modernos, ¿porque hasta dónde se puede calcular la trascendencia de la libertad en el hemisferio de Colón?
«La felonía con que Bonaparte —dice usted— prendió a Carlos IV y a Fernando VII, reyes de esta nación, que tres siglos la aprisionó con traición a dos monarcas de la América meridional, es un acto manifiesto de retribución divina y, al mismo tiempo, una prueba de que Dios sostiene la justa causa de los americanos, y les concederá su independencia».

Parece que usted quiere aludir al monarca de Méjico Moctezuma, preso por Cortés y muerto, según Herrera, por el mismo, aunque Solís dice que por el pueblo, y a Atahualpa, inca del Perú, destruido por Francisco Pizarro y Diego Almagro. Existe tal diferencia entre la suerte de los reyes españoles y los reyes americanos, que no admiten comparación; los primeros son tratados con dignidad, conservados, y al fin recobran su libertad y trono; mientras que los últimos sufren tormentos inauditos y los vilipendios más vergonzosos. Si a Guatimozín sucesor de Moctezuma, se le trata como emperador, y le ponen la corona, fue por irrisión y no por respeto, para que experimentase este escarnio antes que las torturas. Iguales a la suerte de este monarca fueron las del rey de Michoacán, Catzontzin; el Zipa de Bogotá, y cuantos Toquis, Imas, Zipas, Ulmenes, Caciques y demás dignidades indianas sucumbieron al poder español. El suceso de Fernando VII es más semejante al que tuvo lugar en Chile en 1535 con el Ulmén de Copiapó, entonces reinante en aquella comarca. El español Almagro pretextó, como Bonaparte, tomar partido por la causa del legítimo soberano y, en consecuencia, llama al usurpador, como Fernando lo era en España; aparenta restituir al legítimo a sus estados y termina por encadenar X echar a las llamas al infeliz Ulmén, sin querer ni aún oír su defensa. Este es el ejemplo de Fernando VII con su usurpador; los reyes europeos sólo padecen destierros, el Ulmén de Chile termina su vida de un modo atroz.
«Después de algunos meses —añade usted— he hecho muchas reflexiones sobre la situación de los americanos y sus esperanzas futuras; tomo grande interés en sus sucesos; pero me faltan muchos informes relativos a su estado actual y a lo que ellos aspiran; deseo infinitamente saber la política de cada provincia como también su población; si desean repúblicas o monarquías, si formarán una gran república o una gran monarquía. Toda noticia de esta especie que usted pueda darme o indicarme las fuentes a que debo ocurrir, la estimaré como un favor muy particular».

Siempre las almas generosas se interesan en la suerte de un pueblo que se esmera por recobrar los derechos con que el Creador y la naturaleza le han dotado; y es necesario estar bien fascinado por el error o por las pasiones para no abrigar esta noble sensación; usted ha pensado en mi país, y se interesa por él, este acto de benevolencia me inspira el más vivo reconocimiento.
He dicho la población que se calcula por datos más o menos exactos, que mil circunstancias hacen fallidos, sin que sea fácil remediar esta inexactitud, porque los más de los moradores tienen habitaciones campestres, y muchas veces errantes; siendo labradores, pastores, nómadas, perdidos en medio de espesos e inmensos bosques, llanuras solitarias, y aislados entre lagos y ríos caudalosos. ¿Quién será capaz de formar una estadística completa de semejantes comarcas? Además, los tributos que pagan los indígenas; las penalidades de los esclavos; las primicias, diezmos y derechos que pesan sobre los labradores, y otros accidentes alejan de sus hogares a los pobres americanos. Esto sin hacer mención de la guerra de exterminio que ya ha segado cerca de un octavo de la población, y ha ahuyentado una gran parte; pues entonces las dificultades son insuperables y el empadronamiento vendrá a reducirse a la mitad del verdadero censo.

Todavía es más difícil presentir la suerte futura del Nuevo Mundo, establecer principios sobre su política, y casi profetizar la naturaleza del gobierno que llegará a adoptar. Toda idea relativa al porvenir de este país me parece aventurada. ¿Se puede prever cuando el género humano se hallaba en su infancia rodeado de tanta incertidumbre, ignorancia y error, cuál seria el régimen que abrazaría para su conservación? ¿Quién se habría atrevido a decir tal nación será república o monarquía, ésta será pequeña, aquélla grande? En mi concepto, esta es la imagen de nuestra situación. Nosotros somos un pequeño género humano; poseemos un mundo aparte, cercado por dilatados mares; nuevos en casi todas las artes y ciencias, aunque en cierto modo viejos en los usos de la sociedad civil. Yo considero el estado actual de América, como cuando desplomado el imperio romano cada desmembración formó un sistema político, conforme a sus intereses y situación, o siguiendo la ambición particular de algunos jefes, familias o corporaciones, con esta notable diferencia, que aquellos miembros dispersos volvían a restablecer sus antiguas naciones con las alteraciones que exigían las cosas o los sucesos; mas nosotros, que apenas conservamos vestigios de lo que en otro tiempo fue, y que por otra parte no somos indios, ni europeos, sino una especie mezcla entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles; en suma, siendo nosotros americanos por nacimiento, y nuestros derechos los de Europa, tenemos que disputar a éstos a los del país, y que mantenernos en él contra la invasión de los invasores; así nos hallemos en el caso más extraordinario y complicado. No obstante que es una especie de adivinación indicar cuál será el resultado de la línea de política que América siga, me atrevo aventurar algunas conjeturas que, desde luego, caracterizo de arbitrarias, dictadas por un deseo racional, y no por un raciocinio probable.

La posición de los moradores del hemisferio americano, ha sido por siglos puramente pasiva; su existencia política era nula. Nosotros estábamos en un grado todavía más abajo de la servidumbre y, por lo mismo, con más dificultad para elevarnos al goce de la libertad. Permítame usted estas consideraciones para elevar la cuestión. Los Estados son esclavos por la naturaleza de su constitución o por el abuso de ella; luego un pueblo es esclavo, cuando el gobierno por su esencia o por sus vicios, holla y usurpa los derechos del ciudadano o súbdito. Aplicando estos principios, hallaremos que América no solamente estaba privada de su libertad, sino también de la tiranía activa y dominante. Me explicaré. En las administraciones absolutas no se reconocen límites en el ejercicio de las facultades gubernativas: la voluntad del gran sultán, Kan, Bey y demás soberanos despóticos, es la ley suprema, y ésta, es casi arbitrariamente ejecutada por los bajáes, kanes y sátrapas subalternos de Turquía y Persia, que tienen organizada una opresión de que participan los súbditos en razón de la autoridad que se les confía. A ellos está encargada la administración civil, militar, política, de rentas, y la religión. Pero al fin son persas los jefes de Ispahán, son turcos los visires del gran señor, son tártaros los sultanes de la Tartaria. China no envía a buscar mandarines, militares y letrados al país de Gengis Kan que la conquistó, a pesar de que los actuales chinos son descendientes directos de los subyugados por los ascendientes de los presentes tártaros.

¡Cuán diferente entre nosotros! Se nos vejaba con una conducta que, además de privarnos de los derechos que nos correspondían, nos dejaba en una especie de infancia permanente, con respecto a las transacciones públicas. Si hubiésemos siquiera manejado nuestros asuntos domésticos en nuestra administración interior, conoceríamos el curso de los negocios públicos y su mecanismo, moraríamos también de la consideración personal que impone a los ojos del pueblo cierto respeto maquinal que es tan necesario conservar en las revoluciones. He aquí por qué he dicho que estábamos privados hasta de la tiranía activa, pues que no nos está permitido ejercer sus funciones.

Los americanos en el sistema español que está en vigor, y quizá con mayor fuerza que nunca, no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para el trabajo y, cuando más, el de simples consumidores; y aun esta parte coartada con restricciones chocantes; tales son las prohibiciones del cultivo de frutos de Europa, el estanco de las producciones que el rey monopoliza, el impedimento de las fábricas que la misma Península no posee, los privilegios exclusivos del comercio hasta de los objetos de primera necesidad; las trabas entre provincias y provincias americanas para que no se traten, entiendan, ni negocien; en fin, ¿quiere usted saber cuál era nuestro destino? Los campos para cultivar el añil, la grana, el café, la caña, el cacao y el algodón; las llanuras solitarias para criar ganados, los desiertos para cazar las bestias feroces, las entrañas de la tierra para excavar el oro que no puede saciar a esa nación avarienta.

Tan negativo era nuestro estado que no encuentro semejante en ninguna otra asociación civilizada, por más que recorro la serie de las edades y la política de todas las naciones. Pretender que un país tan felizmente constituido, extenso, rico y populoso sea meramente pasivo, ¿no es un ultraje y una violación de los derechos de la humanidad?

Estábamos, como acabo de exponer, abstraídos y, digámoslo así, ausentes del universo en cuanto es relativo a la ciencia del gobierno y administración del Estado. Jamás éramos virreyes ni gobernadores sino por causas muy extraordinarias; arzobispos y obispos pocas veces; diplomáticos nunca; militares sólo en calidad de subalternos; nobles, sin privilegios reales; no éramos, en fin, ni magistrados ni financistas, y casi ni aun comerciantes; todo en contravención directa de nuestras instituciones.

El emperador Carlos V formó un pacto con los descubridores, conquistadores y pobladores de América que, como dice Guerra, es nuestro contrato social. Los reyes de España convinieron solemnemente con ellos que lo ejecutasen por su cuenta y riesgo, prohibiéndoles hacerlo a costa de la real hacienda, y por esta razón se les concedía que fuesen señores de la tierra, que organizasen la administración y ejerciesen la judicatura en apelación; con otras muchas exenciones y privilegios que sería prolijo detallar. El rey se comprometió a no enajenar jamás las provincias americanas, como que a él no tocaba otra jurisdicción que la del alto dominio, siendo una especie de propiedad feudal la que allí tenían los conquistadores para sí y sus descendientes. Al mismo tiempo existen leyes expresas que favorecen casi exclusivamente a los naturales del país, originarios de España, en cuanto a los empleos civiles, eclesiásticos y de rentas. Por manera que con una violación manifiesta de las leyes y de los pactos subsistentes, se han visto despojar aquellos naturales de la autoridad constitucional que les daba su código.

De cuanto he referido, será fácil colegir que América no estaba preparada, para desprenderse de la metrópoli, como súbitamente sucedió por el efecto de las ilegítimas cesiones de Bayona, y por la inicua guerra que la regencia nos declaró sin derecho alguno para ello no sólo por la falta de justicia, sino también de legitimidad. Sobre la naturaleza de los gobiernos españoles, sus decretos conminatorios y hostiles, y el curso entero de su desesperada conducta, hay escritos del mayor mérito en el periódico El Español, cuyo autor es el señor Blanco; y estando allí esta parte de nuestra historia muy bien tratada, me limito a indicarlo.

Los americanos han subido de repente y sin los conocimientos previos y, lo que es más sensible, sin la práctica de los negocios públicos a representar en la escena del mundo las eminentes dignidades de legisladores, magistrados, administradores del erario, diplomáticos, generales, y cuantas autoridades supremas y subalternas forman la jerarquía de un Estado organizado con regularidad.
Cuando las águilas francesas sólo respetaron los muros de la ciudad de Cádiz, y con su vuelo arrollaron a los frágiles gobiernos de la Península, entonces quedamos en la orfandad. Ya antes habíamos sido entregados a la merced de un usurpador extranjero. Después, lisonjeados con la justicia que se nos debía, con esperanzas halagüeñas siempre burladas; por último, inciertos sobre nuestro destino futuro, y amenazados por la anarquía, a causa de la falta de un gobierno legítimo, justo y liberal, nos precipitamos en el caos de la revolución. En el primer momento sólo se cuidó de proveer a la seguridad interior, contra los enemigos que encerraba nuestro seno. Luego se extendió a la seguridad exterior; se establecieron autoridades que sustituimos a las que acabábamos de deponer encargadas de dirigir el curso de nuestra revolución y de aprovechar la coyuntura feliz en que nos fuese posible fundar un gobierno constitucional digno del presente siglo y adecuado a nuestra situación.

Todos los nuevos gobiernos marcaron sus primeros pasos con el establecimiento de juntas populares. Estas formaron en seguida reglamentos para la convocación de congresos que produjeron alteraciones importantes. Venezuela erigió un gobierno democrático y federal, declarando previamente los derechos del hombre, manteniendo el equilibrio de los poderes y estatuyendo leyes generales en favor de la libertad civil, de imprenta y otras; finalmente, se constituyó un gobierno independiente. La Nueva Granada siguió con uniformidad los establecimientos políticos y cuantas reformas hizo Venezuela, poniendo por base fundamental de su Constitución el sistema federal más exagerado que jamás existió; recientemente se ha mejorado con respecto al poder ejecutivo general, que ha obtenido cuantas atribuciones le corresponden. Según entiendo, Buenos Aires y Chile han seguido esta misma línea de operaciones; pero como nos hallamos a tanta distancia, los documentos son tan raros, y las noticias tan inexactas, no me animaré ni aun a bosquejar el cuadro de sus transacciones.

Los sucesos de México han sido demasiado varios, complicados, rápidos y desgraciados para que se puedan seguir en el curso de la revolución. Carecemos, además, de documentos bastante instructivos, que nos hagan capaces de juzgarlos. Los independientes de México, por lo que sabemos, dieron principio a su insurrección en septiembre de 1810, y un año después, ya tenían centralizado su gobierno en Zitácuaro, instalado allí una junta nacional bajo los auspicios de Fernando VII, en cuyo nombre se ejercían las funciones gubernativas. Por los acontecimientos de la guerra, esta junta se trasladó a diferentes lugares, y es verosímil que se haya conservado hasta estos últimos momentos, con las modificaciones que los sucesos hayan exigido. Se dice que ha creado un generalísimo o dictador que lo es el ilustre general Morelos; otros hablan del célebre general Rayón; lo cierto es que uno de estos dos grandes hombres o ambos separadamente ejercen la autoridad suprema en aquel país; y recientemente ha aparecido una constitución para el régimen del Estado. En marzo de 1812 el gobierno residente en Zultepec, presentó un plan de paz y guerra al virrey de México concebido con la más profunda sabiduría. En él se reclamó el derecho de gentes estableciendo principios de una exactitud incontestable. Propuso la junta que la guerra se hiciese como entre hermanos y conciudadanos; pues que no debía ser más cruel que entre naciones extranjeras; que los derechos de gentes y de guerra, inviolables para los mismos infieles y bárbaros, debían serlo más para cristianos, sujetos a un soberano y a unas mismas leyes; que los prisioneros no fuesen tratados como reos de lesa majestad, ni se degollasen los que rendían las armas, sino que se mantuviesen en rehenes para canjearlos; que no se entrase a sangre y fuego en las poblaciones pacíficas, no las diezmasen ni quitasen para sacrificarlas y, concluye, que en caso de no admitirse este plan, se observarían rigurosamente las represalias. Esta negociación se trató con el más alto desprecio; no se dio respuesta a la junta nacional; las comunicaciones originales se quemaron públicamente en la plaza de México, por mano del verdugo; y la guerra de exterminio continuó por parte de los españoles con su furor acostumbrado, mientras que los mexicanos y las otras naciones americanas no la hacían, ni aun a muerte con los prisioneros de guerra que fuesen españoles. Aquí se observa que por causas de conveniencia se conservó la apariencia de sumisión al rey y aun a la constitución de la monarquía. Parece que la junta nacional es absolutaen el ejercicio de las funciones legislativa, ejecutiva y judicial, y el número de sus miembros muy limitado.

Los acontecimientos de la tierra firme nos han probado que las instituciones perfectamente representativas no son adecuadas a nuestro carácter, costumbres y luces actuales. En Caracas el espíritu de partido tomó su origen en las sociedades, asambleas y elecciones populares; y estos partidos nos tornaron a la esclavitud. Y así como Venezuela ha sido la república americana que más se ha adelantado en sus instituciones políticas, también ha sido el más claro ejemplo de la ineficacia de la forma demócrata y federal para nuestros nacientes Estados. En Nueva Granada las excesivas facultades de los gobiernos provinciales y la falta de centralización en el general han conducido aquel precioso país al estado a que se ve reducido en el día. Por esta razón sus débiles enemigos se han conservado contra todas las probabilidades. En tanto que nuestros compatriotas no adquieran los talentos y las virtudes políticas que distinguen a nuestros hermanos del Norte, los sistemas enteramente populares, lejos de sernos favorables, temo mucho que vengan a ser nuestra ruina. Desgraciadamente, estas cualidades parecen estar muy distantes de nosotros en el grado que se requiere; y por el contrario, estamos dominados de los vicios que se contraen bajo la dirección de una nación como la española que sólo ha sobresal ido en fiereza, ambición, venganza y codicia.

Es más difícil, dice Montesquieu, sacar un pueblo de la servidumbre, que subyugar uno libre. Esta verdad está comprobada por los anales de todos los tiempos, que nos muestran las más de las naciones libres, sometidas al yugo, y muy pocas de las esclavas recobrar su libertad. A pesar de este convencimiento, los meridionales de este continente han manifestado el conato de conseguir instituciones liberales, y aun perfectas; sin duda, por efecto del instinto que tienen todos los hombres de aspirar a su mejor felicidad posible; la que se alcanza infaliblemente en las sociedades civiles, cuando ellas están fundadas sobre las bases de la justicia, de la libertad y de la igualdad. Pero ¿seremos nosotros capaces de mantener en su verdadero equilibrio la difícil carga de una República? ¿Se puede concebir que un pueblo recientemente desencadenado, se lance a la esfera de la libertad, sin que, como a Ícaro, se le deshagan las alas, y recaiga en el abismo? Tal prodigio es inconcebible, nunca visto. Por consiguiente, no hay un raciocinio verosímil, que nos halague con esta esperanza.

Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria. Aunque aspiro a la perfección del gobierno de mi patria, no puedo persuadirme que el Nuevo Mundo sea por el momento regido por una gran república; como es imposible, no me atrevo a desearlo; y menos deseo aún una monarquía universal de América, porque este proyecto sin ser útil, es también imposible. Los abusos que actualmente existen no se reformarían, y nuestra regeneración sería infructuosa. Los Estados americanos han menester de los cuidados de gobiernos paternales que curen las llagas y las heridas del despotismo y la guerra. La metrópoli, por ejemplo, sería México, que es la única que puede serlo por su poder intrínseco, sin el cual no hay metrópoli. Supongamos que fuese el istmo de Panamá punto céntrico para todos los extremos de este vasto continente, ¿no continuarían éstos en la languidez, y aún en el desorden actual? Para que un solo gobierno dé vida, anime, ponga en acción todos los resortes de la prosperidad pública, corrija, ilustre y perfeccione al Nuevo Mundo sería necesario que tuviese las facultades de un Dios y, cuando menos, las luces y virtudes de todos los hombres.

El espíritu de partido que al presente agita a nuestros Estados, se encendería entonces con mayor encono, hallándose ausente la fuente del poder, que únicamente puede reprimirlo. Además, los magnates de las capitales no sufrirían la preponderancia de los metropolitanos, a quienes considerarían como a otros tantos tiranos; sus celos llegarían hasta el punto de comparar a éstos con los odiosos españoles. En fin, una monarquía semejante sería un coloso deforme, que su propio peso desplomaría a la menor convulsión.
Mr. de Pradt ha dividido sabiamente a la América en quince o diecisiete Estados independientes entre sí, gobernados por otros tantos monarcas. Estoy de acuerdo en cuanto a lo primero, pues la América comporta la creación de diecisiete naciones; en cuanto a lo segundo, aunque es más fácil conseguirla, es menos útil; y así no soy de la opinión de las monarquías americanas. He aquí mis razones. El interés bien entendido de una república se circunscribe en la esfera de su conservación, prosperidad y gloria. No ejerciendo la libertad imperio, porque es precisamente su opuesto, ningún estímulo excita a los republicanos a extender los términos de su nación, en detrimiento de sus propios medios, con el único objeto de hacer participar a sus vecinos de una Constitución liberal. Ningún derecho adquieren, ninguna ventaja sacan venciéndolos, a menos que los reduzcan a colonias, conquistas o aliados, siguiendo el ejemplo de Roma. Máximas y ejemplos tales están en oposición directa con los principios de justicia de los sistemas republicanos, y aún diré más, en oposición manifiesta con los intereses de sus ciudadanos; porque un Estado demasiado extenso en sí mismo o por sus dependencias, al cabo viene en decadencia, y convierte su forma libre en otra tiránica; relaja los principios que deben conservarla, y ocurre por último al despotismo. El distintivo de las pequeñas repúblicas es la permanencia; el de las grandes es vario, pero siempre se inclina al imperio. Casi todas las primeras han tenido una larga duración; de las segundas sólo Roma se mantuvo algunos siglos, pero fue porque era república la capital y no lo era el resto de sus dominios que se gobernaban por leyes e instituciones diferentes.

Muy contraria es la política de un rey, cuya inclinación constan te se dirige al aumento de sus posesiones, riquezas y facultades; con razón, porque su autoridad crece con estas adquisiciones, tanto con respecto a sus vecinos, como a sus propios vasallos que temen en él un poder tan formidable cuanto es su imperio que se conserva por medio de la guerra y de las conquistas. Por estas razones pienso que los americanos ansiosos de paz, ciencias, artes, comercio y agricultura, preferirían las repúblicas a los reinos, y me parece que estos deseos se conforman con las miras de Europa.
No convengo en el sistema federal entre los populares y representativos, por ser demasiado perfecto y exigir virtudes y talentos políticos muy superiores a los nuestros; por igual razón rehuso la monarquía mixta de aristocracia y democracia que tanta fortuna y esplendor ha procurado a Inglaterra. No siéndonos posible lograr entre las repúblicas y monarquías lo más perfecto y acabado, evitemos caer en anarquías demagógicas, o en tiranías monócratas. Busquemos un medio entre extremos opuestos que nos conducirán a los mismos escollos, a la infelicidad y al deshonor. Voy a arriesgar el resultado de mis cavilaciones sobre la suerte futura de América; no la mejor, sino la que sea más asequible.

Por la naturaleza de las localidades, riquezas, población y carácter de los mexicanos, imagino que intentarán al principio establecer una república representativa, en la cual tenga grandes atribuciones el poder Ejecutivo, concentrándolo en un individuo que, si desempeña sus funciones con acierto y justicia, casi naturalmente vendrá a conservar una autoridad vitalicia. Si su incapacidad o violenta administración excita una conmoción popular que triunfe, ese mismo poder ejecutivo quizás se difundirá en una asamblea. Si el partido preponderante es militar o aristocrático, exigirá probablemente una monarquía que al principio será limitada y constitucional, y después inevitablemente declinará en absoluta; pues debemos convenir en que nada hay más difícil en el orden político que la conservación de una monarquía mixta; y también es preciso convenir en que sólo un pueblo tan patriota como el inglés es capaz de contener la autoridad de un rey, y de sostener el espíritu de libertad bajo un cetro y una corona.

Los Estados del istmo de Panamá hasta Guatemala formarán quizás una asociación. Esta magnífica posición entre los dos grandes mares, podrá ser con el tiempo el emporio del universo. Sus canales acortarán las distancias del mundo: estrecharán los lazos comerciales de Europa, América y Asia; traerán a tan feliz región los tributos de las cuatro partes del globo. ¡Acaso sólo allí podrá fijarse algún día la capital de la tierra! Como pretendió Constantino que fuese Bizancio la del antiguo hemisferio.

Nueva Granada se unirá con Venezuela, si llegan a convenirse en formar una república central, cuya capital sea Maracaibo o una nueva ciudad que con el nombre de Las Casas (en honor de este héroe de la filantropía), se funde entre los confines de ambos países, en el soberbio puerto de Bahía Honda. Esta posición aunque desconocida, es más ventajosa por todos respectos. Su acceso es fácil y su situación tan fuerte, que puede hacerse inexpugnable. Posee un clima puro y saludable, un territorio tan propio para la agricultura como para la cría de ganados, y una gran de abundancia de maderas de construcción. Los salvajes que la habitan serían civilizados, y nuestras posesiones se aumentarían con la adquisición de la Guajira. Esta nación se llamaría Colombia como tributo de justicia y gratitud al creador de nuestro hemisferio. Su gobierno podrá imitar al inglés; con la diferencia de que en lugar de un rey habrá un poder ejecutivo, electivo, cuando más vitalicio, y jamás hereditario si se quiere república, una cámara o senado legislativo hereditario, que en las tempestades políticas se interponga entre las olas populares y los rayos del gobierno, y un cuerpo legislativo de libre elección, sin otras restricciones que las de la Cámara Baja de Inglaterra. Esta constitución participaría de todas las formas y yo deseo que no participe de todos los vicios. Como esta es mi patria, tengo un derecho incontestable para desearla lo que en mi opinión es mejor. Es muy posible que la Nueva Granada no convenga en el reconocimiento de un gobierno central, porque es en extremo adicta a la federación; y entonces formará por sí sola un Estado que, si subsiste, podrá ser muy dichoso por sus grandes recursos de todos géneros.

Poco sabemos de las opiniones que prevalecen en Buenos Aires, Chile y el Perú; juzgando por lo que se trasluce y por las apariencias, en Buenos Aires habrá un gobierno central en que los militares se lleven la primacía por consecuencia de sus divisiones intestinas y guerras externas. Esta constitución degenerará necesariamente en una oligarquía, o una monocracia, con más o menos restricciones, y cuya denominación nadie puede adivinar. Sería doloroso que tal caso sucediese, porque aquellos habitantes son acreedores a la más espléndida gloria.

El reino de Chile está llamado por la naturaleza de su situación, por las costumbres inocentes y virtuosas de sus moradores, por el ejemplo de sus vecinos, los fieros republicanos del Arauco, a gozar de las bendiciones que derraman las justas y dulces leyes de una república. Si alguna permanece largo tiempo en América, me inclino a pensar que será la chilena. Jamás se ha extinguido allí el espíritu de libertad; los vicios de Europa y Asia llegarán tarde o nunca a corromper las costumbres de aquel extremo del universo. Su territorio es limitado; estará siempre fuera del contacto inficionado del resto de los hombres; no alterará sus leyes, usos y prácticas; preservará su uniformidad en opiniones políticas y religiosas; en una palabra, Chile puede ser libre.

El Perú, por el contrario, encierra dos elementos enemigos de todo régimen justo y liberal; oro y esclavos. El primero lo corrompe todo; el segundo está corrompido por sí mismo. El alma de un siervo rara vez alcanza a apreciar la sana libertad; se enfurece en los tumultos, o se humilla en las cadenas. Aunque estas reglas serían aplicables a toda la América, creo que con más justicia las merece Lima por los conceptos que he expuesto, y por la cooperación que ha prestado a sus señores contra sus propios hermanos los ilustres hijos de Quito, Chile y Buenos Aires. Es constante que el que aspira a obtener la libertad, a lo menos lo intenta. Supongo que en Lima no tolerarán los ricos la democracia, ni los esclavos y pardos libertos la aristocracia; los primeros preferirán la tiranía de uno solo, por no padecer las persecuciones tumultuarias, y por establecer un orden siquiera pacífico. Mucho hará si concibe recobrar su independencia.

De todo lo expuesto, podemos deducir estas consecuencias: las provincias americanas se hallan lidiando por emanciparse, al fin obtendrán el suceso; algunas se constituirán de un modo regular en repúblicas federales y centrales; se fundarán monarquías casi inevitablemente en las grandes secciones, y algunas serán tan infelices que devorarán sus elementos, ya en la actual, ya en las futuras revoluciones, que una gran monarquía no será fácil consolidar; una gran república imposible.

Es una idea grandiosa pretender formar de todo el mundo nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes Estados que hayan de formarse; mas no es posible porque climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes dividen a la América. ¡Qué bello sería que el istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos! Ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto Congreso de los representantes de las repúblicas, reinos e imperios a tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra, con las naciones de las otras tres partes del mundo. Esta especie de corporación podrá tener lugar en alguna época dichosa de nuestra regeneración, otra esperanza es infundada, semejante a la del abate St. Pierre que concibió el laudable delirio de reunir un Congreso europeo, para decidir de la suerte de los intereses de aquellas naciones.

«Mutuaciones importantes y felices, continuas pueden ser frecuentemente producidas por efectos individuales». Los americanos meridionales tienen una tradición que dice: que cuando Quetzalcoatl, el Hermes, o Buda de la América del Sur resignó su administración y los abandonó, les prometió que volvería después que los siglos designados hubiesen pasado, y que él restablecería su gobierno, y renovaría su felicidad. ¿Esta tradición, no opera y excita una convicción de que muy pronto debe volver? ¡Concibe usted cuál será el efecto que producirá, si un individuo apareciendo entre ellos demostrase los caracteres de Quetzalcoatl, el Buda de bosque, o Mercurio, del cual han hablado tanto las otras naciones? ¿No cree usted que esto inclinaría todas las partes? ¿No es la unión todo lo que se necesita para ponerlos en estado de expulsar a los españoles, sus tropas, y los partidarios de la corrompida España, para hacerlos capaces de establecer un imperio poderoso, con un gobierno libre y leyes benévolas?
Pienso como usted que causas individuales pueden producir resultados generales, sobre todo en las revoluciones. Pero no es el héroe, gran profeta, o dios del Anáhuac, Quetzalcoatl, el que es capaz de operar los prodigiosos beneficios que usted propone. Este personaje es apenas conocido del pueblo mexicano y no ventajosamente; porque tal es la suerte de los vencidos aunque sean dioses. Sólo los historiadores y literatos se han ocupado cuidadosamente en investigar su origen, verdadera o falsa misión, sus profecías y el término de su carrera. Se disputa si fue un apóstol de Cristo o bien pagano. Unos suponen que su nombre quiere decir Santo Tomás; otros que Culebra Emplumajada; y otros dicen que es el famoso profeta de Yucatán, Chilan-Cambal. En una palabra, los más de los autores mexicanos, polémicos e historiadores profanos, han tratado con más o menos extensión la cuestión sobre el verdadero carácter de Quetzalcoatl. El hecho es, según dice Acosta, que él establece una religión, cuyos ritos, dogmas y misterios tenían una admirable afinidad con la de Jesús, y que quizás es la más semejante a ella. No obstante esto, muchos escritores católicos han procurado alejar la idea de que este profeta fuese verdadero, sin querer reconocer en él a un Santo Tomás como lo afirman otros célebres autores. La opinión general es que Quetzalcoatl es un legislador divino entre los pueblos paganos de Anáhuac, del cual era lugarteniente el gran Moctezuma, derivando de él su autoridad. De aquí que se infiere que nuestros mexicanos no seguirían al gentil Quetzalcoatl, aunque apareciese bajo las formas más idénticas y favorables, pues que profesan una religión la más intolerante y exclusiva de las otras.

Felizmente los directores de la independencia de México se han aprovechado del fanatismo con el mejor acierto proclamando a la famosa Virgen de Guadalupe por reina de los patriotas, invocándola en todos los casos arduos y llevándola en sus banderas. Con esto, el entusiasmo político ha formado una mezcla con la religión que ha producido un fervor vehemente por la sagrada causa de la libertad. La veneración de esta imagen en México es superior a la más exaltada que pudiera inspirar el más diestro profeta.
Seguramente la unión es la que nos falta para completar la obra de nuestra regeneración. Sin embargo, nuestra división no es extraña, porque tal es el distintivo de las guerras civiles formadas generalmente entre dos partidos: conservadores y reformadores. Los primeros son, por lo común, más numerosos, porque el imperio de la costumbre produce el efecto de la obediencia a las potestades establecidas; los últimos son siempre menos numerosos aunque más vehementes e ilustrados. De este modo la masa física se equilibra con la fuerza moral, y la contienda se prolonga, siendo sus resultados muy inciertos. Por fortuna entre nosotros, la masa ha seguido a la inteligencia.
Yo diré a usted lo que puede ponernos en aptitud de expulsar a los españoles, y de fundar un gobierno libre. Es la unión, ciertamente; mas esta unión no nos vendrá por prodigios divinos, sino por efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos. América está encontrada entre sí, porque se halla abandonada de todas las naciones, aislada en medio del universo, sin relaciones diplomáticas ni auxilios militares y combatida por España que posee más elementos para la guerra, que cuantos furtivamente podemos adquirir.

Cuando los sucesos no están asegurados, cuando el Estado es débil, y cuando las empresas son remotas, todos los hombres vacilan; las opiniones se dividen, las pasiones las agitan y los enemigos las animan para triunfar por este fácil medio. Luego que seamos fuertes, bajo los auspicios de una nación liberal que nos preste su protección, se nos verá de acuerdo cultivar las virtudes y los talentos que conducen a la gloria; entonces seguiremos la marcha majestuosa hacia las grandes prosperidades a que está destinada la América meridional; entonces las ciencias y las artes que nacieron en el Oriente y han ilustrado a Europa, volarán a Colombia libre que las convidará con un asilo.
Tales son, señor, las observaciones y pensamientos que tengo el honor de someter a usted para que los rectifique o deseche según su mérito; suplicándole se persuada que me he atrevido a exponerlos, más por no ser descortés, que porque me crea capaz de ilustrar a usted en la materia.
Soy de usted”

Kingston, 6 de septiembre de 1815

En esta carta analiza la situación de todos los países hispanoamericanos y logra predecir, con bastante exactitud, lo que iba a pasar en cada una de estas naciones, demostrando su genialidad.

Viendo que no lograba su objetivo, Bolívar decide irse de Jamaica a Cartagena, pero en pleno viaje, se entera que Cartagena había caído en manos de Morillo, por lo cual se desvió al puerto de Los Cayos en Haití, llegando el 25 de diciembre de 1815. En esta isla consigue el apoyo del su presidente, Alejandro Petión y de Luis Brión, un curazoleño. De allí logró organizar una expedición llamada la "[primera] expedición de Los Cayos", la cual salió en marzo de 1816 y llegó a Margarita (que ya estaba nuevamente bajo el control de Arismendi) y a Carúpano. El 1° de junio, decretó la libertad de los esclavos que estuviesen dispuestos a pelear por los patriotas. De allí se dirige a Ocumare de la Costa, en donde ratifica el decreto de liberación de los esclavos y deja sin efecto el Decreto de guerra a muerte. Sin embargo, es vencido por las fuerzas realistas y debe huir a Bonaire y luego va a Oriente. Sin embargo, allí es desconocido por Mariño y Bermúdez y decide devolverse a Haití.

De Simón Bolívar se podrá decir de todo, menos que no era perseverante. Es así como desde Haití vuelve a organizar una segunda expedición, la "segunda expedición de Los Cayos", que salió el 21 de diciembre de 1816, llegando a Barcelona el 31 de diciembre. Poco después de que el patriota Manuel Piar hubiese empezado a lograr conquistas en la victoria del Juncal, contra Morales.
Conquista de Guayana
La provincia de Guayana, ocupada por los realistas, no había participado en la guerra de independencia. A finales de 1816, Manuel Piar y Manuel Cedeño sitian Angostura (hoy en día Ciudad Bolívar), la capital de la provincia.

Angostura y el río Orinoco
El general realista La Torre se enfrenta a los patriotas, pero es derrotado el 11 de abril de 1817 en la batalla de San Félix. Simón Bolívar, con la división del general Bermúdez persigue a La Torre y lo obliga a pelearse con Luis Brión, quien lo vence en el encuentro naval del Orinoco. Esto completa la conquista de Guayana y le da a los patriotas una sede, en la ciudad de Angostura, con salida al exterior por el río Orinoco.

Matasiete: Monumento conmemorativo En ese mismo año 1817, los patriotas comandados por Francisco Esteban Gómez, logran vencer a Morillo en Margarita, en la batalla de Matasiete, el 31 de julio. Este nombre de Matasiete, se debe a que los realistas superaban numéricamente a los patriotas, quienes debían matar, cada uno, a siete enemigos.

Bolívar, que había declarado a Angostura capital provisional de la república, crea una Alta Corte de Justicia, un consejo de Estado y un consejo de gobierno. Desde allí inicia la campaña de los llanos de Calabozo, en donde convence a José Antonio Páez, quien comandaba un ejercito de llaneros, a que se le una. Juntos, acompañados por Anzoátegui, Cedeño, Monagas, Soublette y Santander, logran vencer a Morillo el 12 de febrero de 1818, cerca de Calabozo. De allí, Bolívar decide seguir hacia los Valles de Aragua, pero Páez se niega a seguirlo, alegando que el terreno no era favorable a su caballería. Bolívar fracasa en su intento y debe replegarse hacia San Juan de los Morros, en donde es nuevamente derrotado. Posteriormente, recibe los refuerzos de Páez, quien logra hacer retroceder a La Torre. El 16 de abril de 1818, en el hato Rincón de los Toros, Bolívar es objeto de un atentado en el que casi pierde la vida. El 5 de junio, regresa a Angostura donde convoca un congreso para establecer las bases de la naciente república.

Un episodio muy triste fue el de Manuel Piar, quien había luchado por la independencia de Venezuela, al lado de los patriotas. Al sentirse desplazado por Bolívar, Piar empezó a conspirar.

Bolívar, a través de Bermúdez, le ordena que se presente al cuartel general, pero Piar no le hace caso y se va donde Mariño en Cumaná. Entonces, es detenido en Septiembre de 1817, juzgado por un consejo de guerra y ejecutado el 16 de octubre de 1817.

El Congreso de Angostura

Es en este congreso donde Simón Bolívar pronunció su famoso discurso de Angostura, en el cual renuncia a sus poderes absolutos y da sus recomendaciones para la nueva constitución.

El Congreso de Angostura en detalle

Es nombrado presidente de la República y Francisco Zea, quien presidía el congreso fue nombrado vicepresidente. Como ministro de Interior y Justicia, fue designado Diego Bautista Urbaneja.
Poco tiempo después se produjo una de las batallas más comentadas en la historia de Venezuela. Se trata de "Las queseras del Medio", a la orilla del Río Arauca. José Antonio Páez nombrado general por el Libertador, estaba siendo derrotado por Morillo, quien lo estaba persiguiendo para aniquilarlo.

Después de instalado el nuevo congreso, y ya como presidente de Venezuela, Simón Bolívar decidió concretar su viejo sueño de unir a Nueva Granada y Venezuela. Es así como cruza los llanos de Apure y llega a la provincia de Casamare, en donde se une con Santander e inicia el Paso de los Andes, por el páramo de Pisba, toda una hazaña que le costó la vida de muchos patriotas. Sin embargo, el sacrificio no fue en vano, ya que sorprendió a los realistas, quienes no se esperaban la llegada por ese lugar.
Es allí cuando gritó heroicamente a sus lanceros "vuelvan cara" y todos sus soldados se devolvieron atacando y derrotando a sus perseguidores desconcertados, cuando ya creían que habían ganado.

Los Patriotas lograron las victorias de Gameza (11 de julio), pantano de Vargas (25 de julio) y cerca de Bogotá, la victoria que consolidó la independencia de Colombia y que culminó con la campaña de Nueva Granada, la batalla de Boyacá, el 7 de agosto de 1819. Esta victoria convirtió a Simón Bolívar en líder indiscutible del ejército y del gobierno.

En ese mismo año de 1819, el 17 de diciembre, el congreso de Angostura, sancionó la "Ley Fundamental de la República de Colombia" en la cual se creaba una República constituida por la unión de las repúblicas de Colombia y Venezuela y formada por tres departamentos: Venezuela, Cundinamarca y Quito, cuyas capitales eran Caracas, Bogotá y Quito, respectivamente.

Los acontecimientos siguieron en dos planos: político y militar. En el plano político, según lo previsto en el congreso de Angostura, se instaló el 6 de mayo de 1821 un congreso en la ciudad de Cúcuta, la cual fue nombrada capital provisional de la República de Colombia. Allí se decidió trasladar la capital a Bogotá, se ratificó la Ley fundamental de la República de Colombia, y se aprobó la nueva constitución de la Gran Colombia, a la cual perteneció Venezuela hasta el año 1830.

La Victoria

En el plano militar, todavía quedaban en Venezuela fuerzas realistas. Maracaibo, que se había mantenido bajo el control de las fuerzas realistas, decidió unirse a la Gran Colombia, el 28 de enero de 1821, ocasión que aprovechó Rafael Urdaneta para ocupar la plaza. Simón Bolívar decidió agrupar el mayor número de fuerzas patriotas, con lo que convocó en San Carlos las fuerzas de Urdaneta desde Maracaibo, de Cruz Carrillo desde Trujillo y de Páez desde Achaguas. Mientras tanto, Bermúdez atacaba a Caracas desde Oriente, distrayendo al enemigo.

Es así como el 24 de junio de 1821 se desarrolla la batalla de Carabobo, en donde el ejercito comandado por Simón Bolívar, derrotó a Miguel de La Torre, consolidando la independencia de Venezuela.


A partir de ese momento, solo quedaron unas posiciones aisladas, que fueron derrotadas por Bermúdez en Cumaná (octubre 1821), por el almirante Padilla en la batalla naval de Maracaibo (24 julio de 1823) y por José Antonio Páez, con la captura del fuerte de Puerto Cabello, el 8 de noviembre de 1823. Venezuela era un país completamente independiente.

La Campaña del Sur

Después de la victoria de Carabobo, Bolívar es vuelto a ser encargado de la presidencia por el congreso en Cúcuta (3 octubre). Sin embargo, Bolívar sentía que su obra no había concluido. Encarga a Carlos Soublette de la vicepresidencia de Venezuela y nombra a Santander presidente encargado de la República de Colombia. Allí inicia la Campaña del Sur.

El libertador logra su primera victoria en Bomboná, el 7 de abril de 1822 y Antonio José de Sucre completa la libertad de Ecuador, el 24 de mayo en Pichincha. Es importante mencionar que Guayaquil, que ya era independiente, fue anexada a Quito. El 26 y 27 de julio de 1822 se lleva a cabo una entrevista entre dos de los más grandes hombres del continente: Simón Bolívar y el General argentino San Martín.

La campaña siguió muy exitosa: el 18 de marzo de 1823 las fuerzas patriotas entran a Lima, el 7 de agosto vencen en Junín y el 9 de diciembre Sucre logra una gran victoria en Ayacucho, batalla que marcó el fin de la dominación española en el continente. Bolívar escribió: "La batalla de Ayacucho es la cumbre de la gloria americana y la obra del General Sucre. La disposición de ella ha sido perfecta y su ejecución divina. Maniobras hábiles y prontas desbarataron en una hora a los vencedores en catorce años, y a un enemigo perfectamente constituido y hábilmente mandado. Ayacucho, semejante a Waterloo, que decidió el destino de la Europa, ha fijado la suerte de las naciones americanas".

Se fundó, en lo que se llamaba el Alto Perú y que formaba parte del Virreinato de Buenos Aires, la república de Bolivia (cuyo nombre se dio en honor al libertador). Bolívar es encargado de la redacción de la constitución y Sucre se convierte en el primer presidente de ese nuevo país.


El Fin de un Sueño

Bolívar, quien siempre había soñado con la unión de todo el continente Americano, tal como lo expresó en su carta de Jamaica, convocó en 1824 a los gobiernos hispanoamericanos para que se reuniesen en Panamá. Asistieron delegados de Colombia, República Centroamericana, Perú y México con observadores de Inglaterra, Holanda y Estados Unidos. Este congreso, que se denominó Congreso Anfictiónico de Panamá, se llevó a cabo en esta ciudad del 22 de junio al 15 de julio de 1826.

 
Mientras tanto, en Nueva Granada (Colombia), Venezuela y Ecuador, nacían movimientos separatistas. En Caracas habían dos movimientos: paecistas y bolivaristas, pero ambos tenían en común el deseo de separarse del gobierno de Santander en Bogotá. Paez fue acusado de extralimitarse en sus funciones por la municipalidad de Caracas, fue suspendido de sus funciones y llamado a declarar en Bogotá ante el congreso, lo que se negó a cumplir. En Valencias, se dio origen al movimiento separatista de "La Cosiata", donde Paez es nombrado Jefe del Departamento de Venezuela. Esto marcó el comienzo de la desintegración de la Gran Colombia.

Para evitar males mayores y una guerra civil, Simón Bolívar ratifica a Paez como jefe superior de Venezuela. Después de algunos meses en Caracas, en los que nombra a José María Vargas, rector de la Universidad de Caracas, decide regresar a Bogotá en Julio de 1827. La situación, sin embargo no era fácil. Pocos parecían tener interés en la unidad de la Gran Colombia.

En septiembre de 1828, un grupo de radicales Santanderistas, dirigidos por Florentino González, trató de asesinar a Bolívar, pero fracasaron gracia a Manuela Sáenz, quien logró distraerlos mientras Simón Bolívar es escapaba por una ventana. En 1829 se efectuó en Valencia una Asamblea popular que decidió la separación definitiva de Venezuela de la República de Colombia, desconocer la autoridad de Bolívar y que nombró a Paez "Jefe Superior del País". También se nombró un congreso constituyente que se instaló en Valencia el 6 de mayo de 1830.

Entretanto, Bolívar había convocado otro congreso constituyente que se instaló en Bogotá en enero de 1830. Este congreso, denominado el "congreso admirable", fue comandado por Sucre. Sin embargo la constitución que redactaron no fue aceptada por Venezuela, por lo cual Bolívar renunció y fue sustituido por Rafael Urdaneta, quien se convirtió en el último presidente de la Gran Colombia.


Poco después, Antonio José de Sucre era asesinado en Berruecos y Simón Bolívar moría en Santa Marta, el 17 de diciembre de 1830.

 

ESTABLECER LOS EFECTOS  DE LA GUERRA  DE INDEPENDENCIA SOBRE LA ESTRUCTURA ECONOMICA NACIONAL

Las guerras por la independencia de España duraron casi quince años en Suramérica, dirigidas desde el norte por el venezolano Simón Bolívar, y desde el sur por el argentino José de San Martín, por eso llamados los "Libertadores". Después de difíciles y heroicas campañas de generales criollos al mando de soldados indígenas y mestizos, los ejércitos de Bolívar y de San Martín se encontraron en Lima y declararon la independencia definitiva de las colonias continentales españolas. Paradójicamente, las élites suramericanas decidieron aceptar la independencia para evitar las reformas liberales que comenzaron en España en 1820 y que ponían en peligro los privilegios de los criollos. Así, la independencia política no implicó una reforma social sino, por el contrario, una manera de continuar la dominación de la élite local. Esta fue una de las razones por las cuales no fue posible unificar las naciones de Centro y Suramérica, porque los criollos estaban acostumbrados a imponer su autoridad local casi como señores feudales y no había tradición democrática.

 

Los desastres de la violencia no terminaron en 1824. Guerras de separación entre las nuevas naciones, conflictos entre partidos políticos e intereses locales, y grupos de mestizos que reclamaban privilegios gracias a su nuevo estatus militar, fueron la constante causa de violencia e inestabilidad política durante casi todo el siglo XIX en Hispanoamérica. Las fricciones entre liberales (comerciantes) y conservadores (hacendados) eran comunes, las regiones rivalizaban por el dominio del gobierno central y, en suma, los conflictos sociales de la colonia permanecieron sin solución, creando un ambiente social volátil. Los cuatro virreinatos españoles se transformaron, en pocas décadas, en dieciocho países soberanos, y muchos de ellos con repetidas guerras civiles. No es sorprendente que, poco antes de morir en 1830 y después de ver la división de su anhelada Gran Colombia en tres países diferentes, Simón Bolívar afirmara: "América es ingobernable.

 

 

La Guerra de la Independencia española fue el conflicto armado que opuso a España con las fuerzas del Primer Imperio Francés entre 1808 y 1814, surgido tras las maniobras de ocupación furtiva de importantes ciudades españolas por las tropas napoleonicas, siguiendo un plan de apoyo a la invasión conjunta de Portugal, acordada en el Tratado de Fontainebleau, y de secreto derrocamiento del rey, que provocaron en todo el país un levantamiento espontáneo y popular conocido como el Dos de mayo de 1808.

La consecutiva guerra, que sumada al enfrentamiento precedente francés con Portugal y el Reino Unido convulsionó a toda la península ibérica, se caracterizó en el plano militar por el original fenómeno de las acciones conjuntas de guerrilleros y ejércitos regulares aliados dirigidos por Wellington que provocaron el desgaste de las fuerzas bonapartistas y su progresivo repliegue hasta las fronteras pirenaicas. La posterior invasión del territorio francés, llevó la derrota definitiva en la batalla de Toulouse del 10 de abril de 1814, provocando la abdicación de Napoleón I.

El conflicto, enmarcado en el amplio conflicto de las Guerras Napoleónicas y la crisis de la monarquía española de Carlos IV, permitió el surgimiento del sentimiento nacional aunque dividió a la sociedad enfrentando a patriotas y la élite de los afrancesados. La guerra dañó gravemente la estructura industrial y devastó la agricultura, provocando el retraso posterior en la modernización de las economías peninsulares.

En el plano político, se formularon las primeras constituciones y se aceleró el proceso de emancipación de las colonias de América que accederían a la independencia tras la Guerra de Independencia Hispanoamericana, mientras que la reinstauración de la dinastía borbónica y el reforzamiento de la Iglesia Católica abrió en España una era de luchas civiles entre absolutistas y liberales hasta la segunda mitad del siglo XIX.

 

 

 

 

CARACTERIZAR LA SITUACION SOCIOECONOMICA DE VENEZUELA  ANIVEL DEL APARATO PRODUCTIVO Y EL EFECTO DEL CAUDILLISMO DURANTE LA GUERRA FERDERAL

 

Guerra Federal y Caudillismo

Luego de la muerte de Bolívar, en 1831, José Antonio Páez es nombrado Presidente la República de Venezuela.

La Guerra Federal (1859 - 1863) fue el enfrentamiento militar entre tendencias conservadoras y liberales. Los primeros se oponían a modificar el orden social establecido desde la colonia, impertubable luego de la guerra de independencia, incluyendo entre otras cosas el sistema electoral y la esclavitud. Por otro lado, los liberales (llamados federalistas) proclamaban los idelaes de libertad e igualdad. La guerra fue ganada por los liberales y Juan Crisóstomo Falcón es designado Presidente la República.

A la Guerra Federal se sucedieron períodos de alternancia en el poder de los liberales y los conservadores. Una de las figuras más destacadas de este período es Antonio Guzmán Blanco quien gobernó el país desde 1870 hasta 1887.

 

 

FACTORES QUE DETERMINARON SU SURGIMIENTO Y DESARROLLO

Existe relativo consenso al considerar que la presencia de los caudillos y del sistema caudillista en Venezuela debe asociarse a una multiplicidad de factores, todos ellos en estrecha relación, entre los cuales vale la pena destacar los siguientes:

 1) La tradición autonomista de las provincias desde la época colonial y el fuerte arraigo de las instancias de poder local -los ayuntamientos- lo cual favoreció el sentimiento localista y el desarrollo de liderazgos enfrentados al poder central como fundamento de la acción caudillista.

2) La dificultad de establecer un poder central capaz de imponer su autoridad en todo el territorio, lo cual propició el surgimiento y consolidación de factores de poder local.

3) La falta de integración nacional como consecuencia de la desintegración territorial, las dificultades de comunicación y el lento establecimiento de un mercado interno; todo lo cual acentuaría las fuerzas disgregadoras y el predominio de las tendencias localistas.

4) La ausencia de clases sociales poderosas, capaces de adelantar un proceso de ordenamiento y control de la sociedad de acuerdo a sus intereses y de consolidarse como factor hegemónico en la construcción de un Estado Nacional.

 5) La ausencia de una institución militar de carácter nacional como factor de control y sometimiento de las distintas opciones de poder lideradas por las huestes armadas de los caudillos que se disputaban el poder.

6) La dificultad del modelo económico de generar los excedentes económicos capaces de propiciar el fomento de las fuerzas productivas y el crecimiento sostenido para favorecer la ejecución del proyecto liberal y de estructurar un Estado Nacional.

 A esta serie de factores puede añadirse la tesis de la indisciplina social planteada recientemente por Gastón Carvallo. Según este autor el largo desarrollo de la Guerra de Independencia, al familiarizar a gran parte de la población con la violencia y con una situación en la cual se hacía patente la existencia de un vacío de poder producto del proceso de disolución del orden social que trajo aparejado la ruptura del vínculo colonial, dio lugar a un proceso en el cual se fracturó la disciplina social de la época colonial sin que se lograra establecer un equivalente republicano, lo cual actuaría también como un elemento que reforzó el caudillismo. Se trata, pues, de un fenómeno en el cual intervienen los más disímiles factores y cuyas manifestaciones históricas varían durante el siglo XIX dependiendo de la fuerza y magnitud con que se plasma la presencia de los caudillos en la realidad venezolana de esos años para determinar, en mayor o menor grado, su nivel de beligerancia en el sistema político. EL cauudillo es una figura que se mantiene presente en la realidad venezolana desde la Guerra de Independencia y luego de finalizada ésta, su acción varía a lo largo del siglo XIX de acuerdo a su impacto sobre el sistema político venezolano. Es decir, la presencia de caudillos no determina la existencia de un sistema caudillista; sólo cuando la acción de estos personajes y su red de alianzas es predominante estamos frente a un régimen caudillista. Sobre este punto nos detendremos a continuación, a fin de caracterizar la evolución del fenómeno caudillista en Venezuela de acuerdo al nivel de incidencia de los caudillos en el desenvolvimiento de las acciones de reparto y control del poder.

 CONSECUENCIAS ECONÓMICAS POLÍTICO SOCIALES DEL CAUDILLISMO EN VENEZUELA

Como consecuencia de estos problemas económicos, la situación fiscal era igualmente difícil y la República, para organizar debidamente su aparato administrativo, debía reducir los gastos burocráticos; proteger la producción agropecuaria; establecer un sistema fiscal equilibrado; regular el comercio exterior e interior.

El Ministro de Hacienda, Santos Michelena , en su Memoria al Congreso de 1831, inicio del primer periodo constitucional: "Al cabo de veinte años de sacrificios y de males, consecuencias de las guerras y de las revoluciones que han agitado a Colombia, no debe esperarse que sea próspera la situación fiscal de Venezuela. Durante ese largo período las Rentas Públicas, no obstante el establecimiento de multitud de impuestos, han sido insuficiente para cubrir la demanda contra el Tesoro; y como aquellas decrecían al paso que éstas aumentaban, el déficit que se ha ido acumulando de año en año, ha sido también creciente".

Desde 1830 a 1935, la economía de Venezuela descansaba su sobre la producción y exportación de los productos agrícolas especialmente en el café y cacao, tuvo una sociedad fundamentalmente rural, con una población escasa y de muy lento crecimiento como consecuencia de las guerras y de un elevado porcentaje de mortalidad, con determinadas clases sociales. Dentro de este período de la Venezuela agropecuaria ocurrió un acontecimiento que vino a cambiar la historia del país, para dar paso a otra nación, como lo fue la aparición del petróleo.

La República de 1830, en lo que respecta a estructura social, no difería mayormente de la sociedad colonial. En este sentido puede considerársela como continuación estructural del periodo de la colonia, cuyo sistema económico no sufrió modificaciones fundamentales con la guerra de independencia. Continuó, pues, en la República el predominio de los terratenientes. La propiedad territorial siguió en manos de los antiguos propietarios blancos y sus descendientes, a los cuales se agregó, a partir de la guerra de independencia, un sector de caudillos militares que pasaron a ser también grandes propietarios. Después de 1830 siguió subsistiendo una sociedad heterogéneo, en la cual se mezclaban relaciones feudales de producción con relaciones esclavistas y formas incipientes de capitalismo. La oligarquía terrateniente monopolizaba la tierra y en algunos casos, era, además dueña de la mano de obra esclava. Los terratenientes en las haciendas esclavistas, concentraban la propiedad de todos los factores productivos. Fuera de las haciendas esclavistas, en los latifundios, los campesinos no poseían más que sus propios aperos y útiles de trabajo, pero estaban sometidos por los latifundistas, a quienes debían pagar rentas, en dinero o en especie, por trabajar la parcela que se les cedía dentro de la propiedad.

Los peones devengaban salarios miserables que les eran pagados en fichas con las cuales de los artículos de primera necesidad a los peones sobrepasaban en 200% los precios usuales en las poblaciones. Hasta 1913. los salarios de los peones en las haciendas oscilaban entre 2 y 3 bolívares diarios para los hombres y 1 y 1,50 para las mujeres.

 
Con tan bajos salarios los trabajadores se velan forzados a contraer deudas con los terratenientes a los cuales pedían créditos en dinero o en artículos de la bodega. Estas deudas tuvieron carácter hereditario. "Si el peón fallecía, su mujer y sus hijos y los pocos bienes familiares responden ante el amo del pasivo del jefe de familia". Al terminar la guerra, la masa de soldados, en su totalidad de origen campesino, volvieron a sus lugares de origen; pero allí se encontraron sin hogar ni trabajo, frente a los antiguos propietarios que mantenían el mismo sistema de explotación a la población rural. Muchos de estos ex-soldados, impelidos por el malestar económico, constituían bandas armadas que "mataban las reses esparcidas en las sabanas, sin más objeto que apoderarse de los cueros y el sebo, para venderlos".


 

Esta situación predominante en los llanos, era consecuencia directa del malestar económico que agitaba a las masas rurales después de la guerra; y continuó siendo un elemento explosivo que con frecuencia dio origen a sublevaciones, levantamientos y guerras civiles durante todo el período de la Venezuela agropecuaria. "No pocas veces los militares descontentos incorporaron bajo sus banderas a la famélica masa humana que vegeta en los latifundios o deambula aguerrillada por los llanos y serranías" (Federico Brito Figueroa. Ensayos de Historia Social de Venezuela). “Diversas regiones del país se hallaban constantemente asoladas por bandoleros, algunos con la connivencia de las autoridades. Nadie se aventuraba por los caminos sin una buena escolta. Prácticamente no pasaba día sin que alguien fuese perseguido por revolucionario o conspirador”. (Antonio Arraiz. "El Nacional").


Desde 1830 los gobiernos dictaron severas medidas para castigar a los culpables de estos hechos. La "Ley sobre Conspiradores" de 1831 y la "Ley de Hurtos" de 1836, constituyeron los instrumentos de represión que aplicó el gobierno contra los jefes y participantes de estas bandas armadas. La mencionada Ley de Hurtos traía la siguiente disposición:

 
"Los capitanes o cabezas de gavillas que infesten ciudades o caminos sufrirán la pena del último suplicio, y los demás cómplices la de ciento cincuenta azotes distribuidos en tres porciones de quince en quince días y diez años de presidio. Para los hurtos de cien a quinientos pesos se impondrán al reo cincuenta azotes de dolor y dos años de trabajo en las obras públicas. De quinientos a mil pesos, el mismo número de azotes y cuatro años de trabajos forzados; y de mil pesos en adelante setenta y cinco azotes, con seis años de presidio".
Estos severos castigos, inspirados por los latifundistas, no alcanzaron nunca a los caudillos principales que conspiraron y se alzaron contra el gobierno, a los cuales, con harta frecuencia se les perdonaron sus intentonas y se les ofrecieron indultos y garantías. Pero sí se aplicaron a quienes promovieron la lucha contra el poder local y las propiedades de los latifundistas. Sin embargo, a pesar del rigor de estas leyes, continuó el malestar social y los alzamientos de las masas rurales como expresión de la lucha contra la oligarquía terrateniente.

Con la sucesión de dictaduras militares, desde la independencia en 1821 hasta el golpe de estado contra la dictadura del presidente Marcos Pérez Jiménez y la subsiguiente junta militar en 1958 período de 137 años, se redactaron, promulgaron e ignoraron más de 20 constituciones. Más de 50 revueltas armadas cobraron víctimas en vidas y propiedades. Los partidos políticos significaban muy poco y los principios políticos incluso menos. En resumidas cuentas, Venezuela exhibió las características de una sociedad autoritaria tradicional hasta que comenzó el auge de la industria petrolera después de la Segunda Guerra Mundial.

Teniendo esto en cuenta se puede concluir, que el sistema político venezolano ha sido construido en base a un pacto entre miembros de las élites, en el cual los partidos políticos dominantes y sus líderes "caudillescos" eran los actores principales.

 

 

Bibliografía

 

http://www.educarchile.cl/web_wizzard/visualiza.asp?id_proyecto=2&id_pagina=221

 

http://es.geocities.com/ingridchvez/IIITrimestre/hsv1/foro2/IndependenciayCaudillismo.htm

http://www.gobiernoenlinea.ve/venezuela/perfil_historia3.html

http://www.venezuelatuya.com/historia/independencia1.htm?YQBsYxBMUDVUþ

 

Hosted by www.Geocities.ws

1