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  El laicismo en la historia chilena

Temas del Laicismo Chileno

 

 

 

EDUARDO DE LA BARRA LASTARRIA (1839-1900)

Nació en Santiago en 1839. Diplomático e ingeniero geógrafo, se destacó en diversas actividades culturales e intelectuales. Fue uno de los fundadores del Cuerpo de Bomberos de Santiago.  Publicó varios libros en Chile y Argentina, sumándose en total 478 obras. Fue miembro de la Real Academia Española. 

A De la Barra le correspondió crecer y formarse, en tanto, en un medio distinto al de los jóvenes santiaguinos. Sus primeros estudios los realizó bajo la influencia inglesa, no menos estricta, pero, mas ligada a las ideas emprendedoras de aquellos que llegaban a Valparaíso trayendo el comercio y las formas fabriles de producción; allí recibió la influencia de Byron, Walter Scott, Thomas Moore y otros autores ingleses. Junto con ello, creció en un ambiente familiar fuertemente vinculado a las emergentes ideas liberales de mediados del siglo XIX. Estrechamente vinculado al ideólogo liberal José Victorino Lastarria, por vía materna y por lazos conyugales, al casarse con una hija de éste, mantuvo una relación política y familiar que será decisiva en su proyección dentro de la intelectualidad y la nueva clase política chilena, que surgirá de las cenizas del régimen pelucón.

Eduardo de la Barra, durante el gobierno de Pérez, colaboró con éste en funciones ministeriales subordinadas, como jefe de sección del Ministerio de Hacienda - del cual Lastarria fue titular -, función que ejerció hasta 1872, manteniendo su condición de profesor del Instituto Nacional. Durante ese periodo, sus motivaciones parecieron apuntar fundamentalmente hacia su labor de burócrata y educador, así como hacia la creación literaria, pues, de entonces data su libro "Poesías Líricas", publicado en 1866.

Entre las vinculaciones de Eduardo de la Barra, a partir de 1861, se encuentran nombres de importantes opositores: Angel Custodio Gallo, Guillermo Matta y Juan Nepomuceno Espejo, los dos primeros hermanos de los desterrados caudillos de la insurrección de 1859, y el último, uno de los grandes activistas contra el peluconismo.

En 1871, publica en un libro, una selección de sus artículos de periódico bajo el seudónimo de V.Erasmo Gesuit, con el título "Saludables advertencias a los verdaderos católicos y al clero político". En 1872, publica su no menos famoso "Francisco Bilbao ante la sacristía: refutación de un folleto", en que encara los conceptos del ultramontano Zorobabel Rodríguez, el Veuillot del clericalismo chileno. Este libro tendría una reedición en 1873. Dos años mas tarde, publicaría en un folleto, su monografía titulada "El radicalismo chileno", que da cuenta de sus discrepancias con el Partido Radical (que lo alejará definitivamente de sus filas), y de su controversia con Manuel Antonio Matta. El origen de esa controversia e encuentra en sus distintos puntos de vista respecto de la reforma electoral propuesta por el Presidente Errázuriz, que contó con el apoyo de Matta, lo que De la Barra consideró una traición a los ideales radicales. La visión, que asume De la Barra es tremendamente crítica, llegando a definir al radicalismo como "una bandera sin partido", done solo "permanecía latente la doctrina", pero, no la acción.

A partir de entonces, Eduardo de la Barra representó la libertad electoral por excelencia y las aspiraciones de una verdadera república democrática. En adelante, se mantuvo como un radical conceptual, es decir, como un ultra-liberal, pero, no integró filas partidarias. En 1876, Eduardo de la Barra regresa al Instituto Nacional como profesor de literatura, y poco después el Presidente Pinto lo nombra Rector del Liceo de Valparaíso.

Tras la candidatura de Santa María, Eduardo de la Barra se incorpora activamente a la clase política, y gana un espacio relevante, que se traducirá en una diputación suplente por Rancagua, producto de la decisión arbitraria del nuevo Presidente. Sin embargo, De la Barra declinará la designación, señalando que "a esa elección le faltaba el concurso de su propia voluntad, lo que ante su conciencia se hacía nula". Poco después, el nuevo gobierno lo designará Ministro residente de Chile, en Uruguay, donde entrará en contacto con la Masonería local, que le coronará con el Grado 33°. Por esa época, había comenzado su énfasis hacia los estudios del lenguaje, de la historia de la gramática y la métrica castellana, lo que derivará que, en 1886, sea nombrado miembro de la Real Academia Española.

De la Barra, fue confirmado como Rector del Liceo de Valparaíso, sin duda, una importante misión educacional, considerando que el de Balmaceda fue uno de los gobiernos de la llamada "república liberal", que realizó uno de los más importantes esfuerzos para desarrollar la educación estatal. "Ilustrar al pueblo y enriquecerlo, después de haberle obsequiado sus libertades civiles y políticas, es la obra del momento", había afirmado Balmaceda, mientras destinaba importantes recursos de la bonanza salitrera, para el desarrollo y mejoramiento de la enseñanza pública. De la Barra se sintió parte de ese enorme esfuerzo, desarrollado por el Presidente y su Ministro Bañados, cuyos guarismos, para la época, significaron un esfuerzo tan importante, como el desarrollado por Pedro Aguirre Cerda, medio siglo después.

Sin embargo, la catástrofe se sentía venir. Carente la clase política liberal del entusiasmo laicista, se enredó en la disputa preparada por los conservadores, respecto a la pugna presidencialismo-parlamentarismo. Los liberales, que antes habían sido promotores de las libertades, ahora miraban más su condición social y sus privilegios en la clase política, donde las componendas que prometía el parlamentarismo, daban mas preponderancia a su rol, que la realidad que ofrecía la vigencia del sistema presidencialista. La polarización política, promovida por la aristocracia, los elementos clericales, y los sectores influenciados por North – el rey del salitre -, tuvieron la capacidad de aglutinar tras ellos a los sectores políticos que se resistían al presidencialismo y sus excesos. Para los conservadores, marginados desde el poder por casi veinte años, era la oportunidad para retomarlo.

La sublevación del Congreso, desencadenó la guerra civil, con financiamiento de los magnates del salitre, y las fuerzas del gobierno terminaron derrotadas. Eduardo de la Barra, como muchos balmacedistas, debió soportar el saqueo de su casa y tuvo que huir al exilio. Previamente había sido destituido de su cargo en la Rectoría del Liceo de Valparaíso. Eduardo de la Barra regresa a Chile, en 1895, luego de cuatro años de exilio. Lo hace con un prestigio redoblado, intelectualmente entero y prolífico. Sus discípulos lo reciben con entusiasmo y lo elevan al podio del oráculo nacional. Frente a los distintos aspectos del debate nacional, que podían ser llevados a un nivel superior, dentro de un medio cultural empobrecido por el inmediatismo, De la Barra deja oír su voz superior, a través de la prensa, de sus libros, de folletos o conferencias.

Fallece en 1900, en medio del reconocimiento de sus discípulos y de la gente ilustrada chilena, por su significativo aporte a la cultura, la ciencia y a las letras chilenas.

 

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