Crónica sobre el concierto de Constance Demby    por Aleix Riera (The Suprem)

 

        Saludos a todos.

        Ayer 27/4/2001 tuve la oportunidad de asistir a un concierto de la
    artista Constance Demby en Barcelona. Aprendí muchas cosas allí, pero la más
    importante, fue la grata sorpresa de reafirmar lo que antes ya pensaba: la
    música electroacústica es una música universal; una música que no perece con
    el tiempo; la música de todos nosotros.

        Al entrar en el recinto del Mercat de les Flors, el aroma embriagador
    del arte allí expuesto me conmocionó. El edificio, como de una capilla se
    tratara, eso sí, moderna, nos rezaba una premonición: lo que en esa noche se
    iba a llevar a cabo, resultaría la expresión de un arte totalmente de forma
    explícita.
   

        Antes de la apertura de nuestra sala de audición, de unas 60 butacas
    (que iban a ser todas ocupadas), esperando con impaciencia descubrir a una
    gran artista, vimos precisamente a ésta, la señora Constance, como salía de
    no sé donde, se dirigió al pequeño bar del lado de la sala, y dedicó a todos
    los presentes (que no iban a ser casi ninguno público de su concierto) un
    gran beso y unas bonitas palabras en inglés. Con esto pretendo connotar su
    paradójicamente elegante modestia. Una persona madura, afable, amable, y por
    encima de todo, modesta.
   

        Nos aposentoamos en la sala, yo mismo delante de todo, teniendo el
    pequeño escenario de no más de 2,5 x 2,5 metros, donde la artista
    conformaría su actuación. Me fijé en el instrumental: 2 samplers (como no,
    digitales) Kurzueil idénticos, una teclado máster con teclas contrapesadas,
    un Dulcimer y un instrumento hindú muy antiguos, y su diseño: He Space Bass.
    Señores y señoras, un instrumento acústico dotado de una hojalata de más de
    2 metros cuadrados de superficie curvada, donde se sujetaban varillas de   
    hierros de diferentes tamaños. Realmente, no cabía nada más en el escenario.
    Impacientes, vimos como se acercaba una mujer, seguramente artista y
    organizadora, y nos explicó muy brevemente el estilo de Constance.
  

         Después, ella se acercó, y nos presentó a sus instrumentos, también de una
    forma muy breve, pero concisa. Presentó su imponente Sapce bass, su raro
    Dulcimer, y cómo no, su "orquestra digital basada en samples", tal como ella
    definió. Eso sí, dejó claro que no quería aplausos, y nos rogó que gozáramos
    de la música y nada más. Y me pregunto, se puede hacer algo más cuando se
    goza de la música? ;) Si bien, yo calculé que se necesitaban 2 o 3 músicos,
    cuál fue mi sorpresa al ver que, Constance Demby se quitaba sus zapatos,
    subió al escenario y las luces se apagaban. ¡Ella iba a ser la única persona
    encima del escenario!
   

        Y así, empezó el concierto, de más de hora y media, con música
    electrónica y contemporánea ininterrumpida, llevada a cabo por ella misma.
    Cabe decir, dentro de mi ignorancia, que supongo que enlazó temas suyos,
    pero si lo de ayer fue un sólo tema, chapeau. Sólo se separaban "trozos" de
    su música por el inconveniente de cambiar de sitio: primero delante de los
    potentes sintetizadores, después delante (o en medio xD) de su Space Bass, o
    delante de su Dulcimer especial. Cabe destacar lo siguiente:

        1) Su Space Bass. Con diferentes baquetas, unas con punta de plástico,
    otras con punta de goma, otras de hierro, y... algunas más, picaba las varas
    de hierro, obteniendo un sonido de campanas tubulares, casi sintetizadas,
    con un fade out bajo, penetrante e imponente (gracias a la resonancia
    ofrecida por la gran lámina de hojalata). Con cada baqueta obtenía un sonido
    ligeramente diferente, y dependiendo de qué vara de hierro, ¡atención!, no
    cambiaba la frecuencia del sonido, si no la frecuencia y número de armónicos
    del sonido. Fue espléndido. Indefinible. Seguidamente, con las mismas
    baquetas, arañaba literalmente la lámina curvada, obteniendo así un sonido
    punzante y metálico, similar al ruido rosa del que Jean Michel Jarre hace
    gala en su interludio de Rendez Vous II. Un sonido profundo, a veces
    chirriante, digna de una banda sonora de una película de Sam Raimi. Sólo
    cabe decir, que George Lucas se interesó por su sonido, y creo entendido que
    lo utilizó para algunos efectos de La Guerra de las Galaxias.

        2) Su Dulcimer. Señores, espectacular. La mujer dominaba a la perfección
    la percusión cromática de su dulcimer acústico, trabajando así, a la vez, el
    ritmo, las notas en allegro, y su melodía cantada con su preciosa voz (eso
    sí, reverberada). Para mí, las mejores partes del tema, fueron las
    interpretadas con el Dulcimer en cuestión. Era espléndido, indescriptible.
    Trabajaba paradójicamente de nuevo, secuencias dignas del Digisequencer de
    Jarre con sus manos. Fue genial. Sencillamente, genial.

      3) Sus sintetizadores. Constance, sentada delante de sus tres teclados y
    su micrófono, definía a veces su dulce voz entre la atmósfera que ella misma
    creaba con los samplers. Con unos cuantos pedales, y el toqueteo constante
    de los botones de los Kurzueil, conseguía modificar los sonidos, cambiar de
    programas e incluso controlar los parámetros de interpretación, ¡mientras
    tocaba!. Fue increíble y valgan las redundancias.

        Finalmente, al finalizar su concierto, la aplaudimos fervorosamente
    durante más de 5 minutos, mientras ella nos remetía el gesto de saludo. Lo
    bonito, y lo que denotó so gran experiencia, fue que mientras estábamos
    aplaudiendo, ella se hechó a un lado, y con sus manos señaló a sus
    instrumentos, queriendo decir que el aplauso también iba dirigido a ellos.
    Su música es la música que tiene en mente, y que quiere expresar mediante
    esos instrumentos. Sin su Space Bass, sin su precioso Dulcimer, y sin sus
    sintetizadores digitales, esa música universal, esos sentimientos que puede
    tener cualquier persona, no se podrían haber materializado. Gracias
    Constance.

        Buena música, una mezcla (si nos ponemos a "clasificar") entre Vangelis
    y música celta, o contemporánea, hicieron de la noche pasada una noche de
    las que no se olvidan. Con una música universal, imperecible, y con la
    asistencia de el público más diverso (habían, niños, jóvenes, parejas,
    músicos -como Dom. F. Scab., el cual saludé-, iraníes, ...), me despedí de
    Constance sonriéndole, y ella correspondiéndome. Nunca la olvidaré.

        Gracias por la atención, y saludos nuevamente.

Aleix Riera Buil
http://artists.traxinspace.com/TheSuprem

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