La Bicicleta de Frances


HERMAN MELVILLE




CUENTOS


Fragmentos desde mi escritorio (Fragments from a writing desk)
Desconcertantes y decepcionantes estos dos esbozos. Seguramente sea una parodia del género romántico. Tiene su gracia la presentación que hace de sí mismo el caballerete de la primera y logra cierto misterio en la atmósfera de la segunda. Intrascendente.


Anécdotas auténticas del "Viejo Zack" (Authentic anecdotes of "Old Zack")
Mondante sucesión de chismes sobre el viejo y rústico general Zachary Taylor, futuro presidente de Estados Unidos. Tremenda y surrealista burla que te puede arrancar la carcajada. La gran barraca de feria de la humanidad.


¡Quiquiriquí! (Cock-A-Doodle-Doo!)
¡Vaya maravilla de gallo! Uno nunca puede olvidarlo cuando lo ha oído cantar; sólo con leer acerca de él ya nos entra la euforia y las tinieblas se convierten en luz. Uno de mis cuentos favoritos. Obsesionante. La gran rebelión contra la melancolía y el mal humor. Un "Gloria a Dios en las alturas" desde el corazón de la miseria. Al menos aparentemente, porque en realidad quien tiene a ese gallo es rico y feliz.
Entonemos todos un poderoso "quiquiriquí" y acabemos de una vez con nostalgias, desconsuelos y otras penas.


El fracaso feliz (The happy failure)
Otro cuento que nunca se va de mi mente. En qué clase de animal podemos convertirnos cuando centramos nuestra vida en un único objetivo que no es bueno ni adecuado. Qué liberación cuando fracasamos; cómo respiran aliviadamente nuestros preocupados familiares. "¡Alabado sea Dios por el fracaso!"


El violinista (The fiddler)
Interesante relato. El simple encuentro con el jovial Hautboy cambia totalmente las pretenciosas ideas del narrador. No siempre, ni mucho menos, debe ir la jovialidad unida a la simpleza y vulgaridad, ni el genio ser atormentado e ir de la mano de la gloria. Las ventajas de tener talento sin cargar con la fama; la importancia de estar en el sitio que nos corresponde.
De alguna manera es el reverso de muchas de esas angustiosas historietas de Cesare Pavese.
Buena señal cuando nos alegra conocer a alguien como Hautboy; peligro cuando lo despreciamos y nos produce rechazo.


El pudín del pobre y las migajas del rico (Poor man's pudding and rich man's crumbs)
Primero y mejor de los tres dípticos en los que establece conexiones entre dos escenas distintas, una acaecida en Inglaterra y otra en Estados Unidos.
Sí, qué fácil es criticar las costumbres del pobre para el bien comido, calentado y acomodado. Y qué sencillo el tranquilizar nuestras conciencias, ya sea con mejores o peores maneras e intenciones.
Curiosamente, Melville sabe narrarnos estas dos patéticas anécdotas con gran caridad no exenta de humor, y sin caer en sentimentalismos baratos. Instructivo.


Los dos Templos (The two Temples)
Flojillo y poco relevante. Estas superficiales apreciaciones pueden incluso tener cierto peligro.


El Paraíso de los solteros y el Tártaro de las doncellas (The Paradise of bachelors and the Tartarus of maids)
No llega al primer díptico, pero bastante mejor que el anterior.
En el primero nos narra, con entusiasmo y deleite, una cena en celebrada compañía. Lo hace muy bien aunque me deja algo intranquilo porque no dejo de ver al diablo del egoísmo danzando entre los vasos y platos. Pero seguramente sea algo personal: es que no me fío nada de las reuniones amigables.
En el segundo establece una particular asociación de ideas, que le sirve para criticar la explotación industrial. Está bien y es curioso.


El vendedor de pararrayos (The lighting-rod man)
Otra de sus joyas. Esta conseguida y sombría historia nos da más de lo que aparenta a simple vista. El estrafalario vendedor se nos termina revelando como falso y siniestro predicador -y ser maligno finalmente- que se alimenta del miedo y la ignorancia de todos esos que confían más en el papel higiénico que en la Providencia.


El Campanario (The Bell Tower)
Macabra narración inspirada en Babel. El orgullo y la ambición humanas autoaniquiladas. No es gran cosa.


La veranda (The piazza)
Muy bonito aunque triste. Un soñador en busca de una quimera resulta, a su vez, ser la quimera de otra persona más soñadora y desafortunada que él. ¿Le gustaría a Borges?
De cómo lo lejano e inalcanzable suele parecernos fantástico y maravilloso.
Otra joya más.


Los 'gueses (The 'gees)
Pequeño y muy ameno informe etnológico en el que nos relata, de forma humorística y desenfadada, unas cuantas curiosidades sobre este peculiar pueblo.
Pregunta: ¿cuando nos habla sobre el sabor de su carne y la compara con la de los negros es porque la probó durante su convivencia con los caníbales?


Yo y mi chimenea (I and my chimney)
Divertidísimo cuento sobre la fidelidad (no precisamente la que puedan imaginarse) y las disputas domésticas. Hasta en las cosas más cotidianas Melville introduce algo inquietante, misterioso y humorísticamente surrealista. Y no creo que sea intelectualmente buscado, sino que él era así. Debía ser bien raro, pero a mí me resulta enormemente simpático y estoy seguro de que era un gran tipo. Lo que no tengo tan claro es si su mujer e hijas llegaron a comprender su amor por el humo y las telarañas.


La mesa de manzano (The apple-tree table or Original spiritual manifestations)
Nueva escena doméstica en casa de los Melville. Esta vez menos cómica pero aún más excéntrica, chocante y misteriosa. Me gusta mucho de una extraña manera; me produce gran regocijo el ambientillo familiar que transmite.
Cómo la explicación natural acaba teniendo un trascendentalismo mucho mayor que los rollos espiritistas. Cómo Melville asoma su cabezota a la eternidad a través de la pared de telarañas e insectos. La sabiduría de la inocencia de Julia.


Jimmy Rose (Jimmy Rose)
Nostálgico, evocador y decadente relato; claramente menor, pero no exento de encanto. Un tributo al bueno de Jimmy Rose, quien supo mantener su agradable frivolidad tanto en la prosperidad como en la adversidad.
Aprovechamos, ya metidos de lleno en el sentimentalismo y la chochez, para darle las gracias a otra Rosa por habernos abierto las puertas de la casa de Melville.


John Marr
Ya me veo a todos los fans de los Smiths ansiosos por leerlo; a mí me pasó. Pero esto no es más que un prometedor esquema sin desarrollar. Al igual que los tres siguientes, estaba pensado para acompañar o introducir un poema y su importancia es totalmente marginal.


El marqués de Grandvin (The Marquis of Grandvin)
Es cierto que hay personajes de mucha valía sepultados y olvidados por la Historia, pero este escrito no tiene ningún interés.


Daniel Orme
No interesa.


Tres retratos de Jack Gentian (Three Jack Gentian sketches)
Nada, no interesa. Rollete.



ISRAEL POTTER
Ni un minuto de respiro para el pobre Israel Potter en su azarosa vida. Con ritmo vertiginoso y urgencia vital Melville narra las aventuras de este héroe de la independencia americana que nunca alcanzó reconocimiento. Y no sería por falta de dotes y entusiasmo.
Conrad escribiría 80 novelas con todos estos hechos. Sin embargo, el espíritu de lucha contra los elementos es similar en ambos escritores.
Apresado y trasladado como prisionero a Inglaterra, emprende el camino del que está fuera de la ley sin haber cometido delito alguno. Siempre perseguido como un zorro, aún tuvo oportunidad de participar en memorables hazañas (canallescas acciones de piratería, vistas desde el lado británico), golpeando al enemigo en su propia tierra. La descripción de la terrible batalla naval entre los buques Richard y Serapis es uno de los grandes pasajes de la novela. "Era como si unos mellizos siameses, olvidados de sus lazos fraternales, se hubieran enzarzado en una pelea contra natura".
En esas acciones se verá momentáneamente ligado a Benjamin Franklin y Paul Jones, los dos notables personajes secundarios. La compleja figura del valiente, ambicioso, vanidoso, galante, caballeroso y duro guerrero eclipsa al buen puritano. No obstante, una frase de éste impregna el libro: "Dios ayuda a quien se ayuda a sí mismo". Nosotros, aun pareciéndonos estupenda la máxima puritana, esperamos que el Creador nos ayude a pesar de nuestra falta de colaboración; confiamos mucho más en Él que en nosotros mismos.
Toda la gloria fue para Jones, pues a ella parecía estar destinado. Para Potter, la miseria. Porque, una vez terminada la guerra, sus penalidades continuaron en Inglaterra y sólo al final de sus días consiguió volver a Estados Unidos, donde no pudo obtener ni una triste pensión. "Sus únicas medallas fueron las cicatrices".
Hay momentos en los que diríase que es el propio Israel quien salva al autor de abandonarse a ese pesimismo existencialista que suele acecharle y a la idea de que unas fuerzas demoníacas, contra las que nada puede hacerse, controlan el devenir de algunos hombres hasta aniquilarlos. Afortunadamente, el protagonista tenía unas sanas raíces y todo lo soportó de forma admirable. Sigamos su ejemplo y nunca desesperemos.



BARTLEBY, EL ESCRIBIENTE (BARTLEBY, THE SCRIVENER)
La pieza más redonda de Melville. Obra de cabecera para algunos de nosotros. Quizá no sólo por sus enormes valores literarios, sino también por lo especial de un protagonista convertido en símbolo de las infinitas tristezas, soledades y abatimientos que pueden apresarnos y destruirnos. Poco importan sus motivos (enfermedad, locura o rebeldía), este escribiente es una señal a no traspasar en las brumas de la vida.
Cabe enfocarlo de forma más espantosa. Su terco "preferiría no hacerlo", una negativa a continuar con el aparente absurdo de nuestro circular por el mundo. Pacífica y opuesta a la del Capitán Ahab, pero igualmente diabólica rebelión contra Dios y su creación.
Aunque la figura del peculiar amanuense lo empapa todo, hay otros personajes inolvidables. Entrañable narrador el abogado que dirige el claustrofóbico despacho donde transcurre la mayoría del relato. Un caballero de paciencia inagotable, todo misericordia y caridad. Y los dos empleados principales, Turkey y Nippers, son una joya de por sí y ponen la nota cómica en tan desoladora historieta. Gordo y pequeño el primero, alto y flaco el segundo; cuando uno está de buenas, el otro de malas; el mediodía marca sus transformaciones.
Horas mirando a la pared de ladrillos. La gran depresión. Un náufrago solitario en el corazón de Nueva York. ¿Cuántos no hay como él en el mundo? Bartleby se dejó derrotar porque se paró. "Sigan, damas y caballeros, continúen con sus estúpidos o inteligentes quehaceres; yo me bajo aquí". El error definitivo. Si no puedes correr, anda; y si no, arrástrate; nunca pararse, por fuerte que fuera la tentación.
Eternas gracias por su descubrimiento y por las lágrimas.
Joselete Pérez


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