La Bicicleta de Frances


DANIEL JOHNSTON: YIP/JUMP MUSIC



Durante los años ochenta Daniel Johnston grabó una serie de cintas en el garaje de sus padres y en el de su hermano para luego venderlas y regalarlas, editándose posteriormente algunas de ellas en vinilo y CD. En estas grabaciones nos encontramos con un Daniel en estado puro que acompaña su voz de niño fundamentalmente con un órgano y ocasionalmente con guitarra y otros instrumentos. Da la impresión de que son primeras tomas y de que ni sabe tocar muy bien ni se molesta en corregir los fallos, gallos incluidos. Aparentemente es una chapuza, pero con un poco de atención que pongamos nos daremos cuenta del alto nivel de las composiciones; Daniel ha recibido un don divino para hacer canciones brillantes y además las canta de forma notable. Es como un cruce entre el Neil Young más intimista y un Brian Wilson nacido en la Norteamérica profunda.
Quizá sea Yip/Jump Music la mejor de todas esas cintas. A pesar de que Daniel suele ser irregular, en ésta hay pocas cosas negativas que señalar. Para mí lo único carente de interés es “Beatles”, una no muy inspirada oda a su grupo favorito. “Chord Organ Blues” no es que esté mal, pero después de escuchar las demás lo normal es pensar en ella como algo mediocre. “Danny Don’t Rapp” es una de esas excentricidades que suele hacer y que poca gente se atrevería a publicar; una especie de rap con sorpresa al final que, sin ser gran cosa, tiene su gracia.
Hay cuatro notables canciones breves (un minuto cada una). Suele incluir en sus discos este tipo de piezas que la mayoría de compositores desecharían como ideas sin desarrollar o esperarían a trabajarlas más. Daniel las publica con toda tranquilidad y nosotros tan felices. Destacaría “Dead Lover’s Twisted Heart” y “Love Defined”, perfecta definición (sacada de la Biblia) de lo que es el amor verdadero. En estos tiempos tan sensibleros como confusos y poco sensibles (como todos, me imagino) seguramente será considerada una inocentada.
Pero son el resto de las canciones las que hacen de este disco algo importante. Para empezar aquí está “Speeding Motorcycle”, que es su canción más popular y ha sido interpretada, entre otros, por Yo La Tengo, The Pastels, Sebadoh y Mary Lou Lord. Es buenísima en todos los sentidos: musicalmente va en la línea de “Louie, Louie” y la letra la entiendo como una metáfora de ese corazón de Daniel tan falto como necesitado de amor, siempre rechazado pero nunca dispuesto a rendirse. Aunque suele recurrir a muchos tópicos, a veces le salen cosas tan sorprendentes como ésta.
En “Sorry Entertainer” se nos presenta como artista atormentado y solitario que necesita el arte para combatir los demonios que hay en su cabeza. Es bastante representativa de lo que es su música: Por un lado clásica y por otro extraña, triste e incluso patética pero con gracia y sentido del humor. Por la manera de cantarla (el final del estribillo es significativo) en lugar de entristecernos puede hacernos sonreír, no porque nos riamos de él sino por estar contentos de escuchar su música. Para colmo, parece que todo esto surge natural y no premeditadamente. Muy pocos artistas logran algo así.
“Casper the Friendly Ghost”, otra de las más conocidas, ha sido revisada por él mismo en varias ocasiones. Es normal que le guste mucho ya que, además de ser una melodía luminosa, en ella habla de ese gran amigo suyo que es el fantasma Casper. De tener amigos imaginarios más vale que sean bonachones como éste y no malvados. Podría ser una buena sintonía para los dibujos animados del simpático fantasma.
“King Kong” puede resultar cargante aunque también maravillosa; es una larga letanía en la que narra la historia del rey de los monos (vamos, que nos cuenta la película). Es entrañable para sus seguidores por el sentido homenaje que supone a un personaje tan querido para él y con el que tanto se identifica. En algunos de sus dibujos (también se dedica a la pintura y al cómic) aparece el propio Daniel como un monstruo ante alguna mujer guapa.
“Don’t Let the Sun Go Down On Your Grievances”, “Almost Got Hit By a Truck” y “Worried Shoes” son tremendamente emocionantes y las más cercanas a Neil Young. En ellas se muestra más que nunca como un artista recomendable para los que no soportan las tonadas alegres cuando están de bajón. Las melodías son muy tristes, con lo que no corren el riesgo de que la luminosidad les dañe, y en él pueden encontrar a una persona que no sólo puede que esté peor que ellos, sino que encima nunca pierde la esperanza de mejorar. “Then I knew the difference between worrying and caring”, dice en “Worried Shoes”.
“Sweetheart” y “I Live For Love” tienen todos los tópicos amorosos, pero sus melodías son muy buenas. Como si Neil Young trabajara para el Tin Pan Alley. A “Rocket Ship” le ocurre algo similar con las historias de viajes espaciales.
“Museum of Love” es otro de los momentos en los que nos sorprende añadiendo un inspirado texto a su habitual buen hacer melódico. Daniel no es un hombre muy cultivado ni muy inteligente y escribe como un niño, con un lenguaje bastante limitado; no obstante, de vez en cuando es capaz de crear imágenes realmente sugerentes. Aquí nos presenta su amor por Laurie en forma de visita guiada a un museo. Y es que lleva exhibiendo toda su vida ese amor no correspondido, en sus distintas etapas (salas) de tristeza, locura, etc. De nuevo llama la atención que una cosa tan dolorosa se presente de tan curiosa y chocante manera.
En “God” nos da su visión de Dios y su creación con la inocencia y la certeza con la que a veces los niños y los locos llegan a la verdad. Es como un himno religioso compuesto por un niño de ocho años.
Por último está “I Remember Painfully”, que es la más dramática de todas y está cantada de forma que, esta vez sí, produce congoja. Los gallos y lo atropellado de algunos pasajes acentúan la tensión; parece que le va a dar un ataque. A mí me impresiona mucho.
En definitiva, un disco nada convencional y repleto de grandes canciones, que lo mismo nos pueden hacer reír que llorar. Rara vez alguien expone sus sentimientos tan cruda y sinceramente. Y eso es una constante en Daniel, quien ha seguido grabando discos cada vez menos primitivos aunque igualmente memorables como 1990, Artistic Vice, Fun, Why Me? o sus colaboraciones con Jad Fair.
Manolo Barrero


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