La Bicicleta de Frances


La Bicicleta de Frances


TOMMY JOHNSON: EL IDIOTA QUE SE BEBIÓ SU TALENTO


Lo mismito que Shane McGowan (The Pogues) o Charlie Poole, Tommy Johnson ahogó su talento en un enorme tonel de whisky. Es buen ejemplo de aquellos que, recibiendo un don especial para una actividad, lo desperdician de alguna manera. Nada le faltaba: superdotado cantante y guitarrista, buena voz, personalidad y estupendos temas. Pero en ningún momento supo centrarse y podemos dar gracias de que grabara esas escasas 17 piezas que le convertirían en un pilar básico del blues del delta.
Nació en 1896 en una plantación de Hinds County (Mississippi) y hacia 1910 se trasladó con su familia a Crystal Springs, donde aprendió a puntear las cuerdas de la guitarra. A los 16 años se lanza al camino como artista-vagabundo, contactando enseguida con los golfos de Charley Patton y Willie Brown, de quienes aprendería un montón, aunque no todo bueno. Cuando vuelve a su pueblo, la gente alucina con su destreza musical, pero también con la cantidad de misteriosas sustancias y extraños brebajes que consume. Un obseso del whisky, capaz de sustituirlo por líquidos para cuya obtención se utilizaba betún, pintura o combustible de cocina. Un auténtico pirado.
Los años 20 los dedicó principalmente a beber, fiestear, jugar y chulear mujeres; solo o en compañía de otros tipos duros como Rubin Lacy, Charley McCoy o Ishman Bracey. Dicen que la música era algo secundario para él, un recurso para obtener dinero o divertirse cuando estaba inspirado. Y ese espíritu juerguista no era lo peor, sino que originó y fomentó la leyenda según la cual había adquirido dominio técnico por un pacto con el diablo en un cruce de caminos. (No, Robert Johnson no inventó nada.) Para dar más miedo solía ir con una gigantesca pata de conejo y tocaba como un poseso, haciendo malabarismos con la guitarra. Menos mal que en su música no hay rastro de esos asuntos diabólicos.
A pesar de semejante disipación, era tan bueno que tarde o temprano tenía que grabar. En febrero de 1928 registra cuatro canciones difíciles de olvidar: todas ellas han sobrevivido dentro del género a través de versiones o apropiaciones parciales.
La escalofriante “Cool Drink of Water Blues” se abre con la famosa frase “I asked her for water, and she gave me gasoline”, de la que tomaría buena nota Howling Wolf. “El Lobo” también se fijó en cómo Tommy manejaba los distintos tonos vocales y pasaba de una voz robusta y profunda a un aullador falsete.
En “Big Road Blues” topamos con más armonías y palabras familiares: “Lord, ain’t goin’ down this big road by myself / If I don’t carry you, gon’ carry somebody else” o “Cryin’, sun gonna shine in my back door someday / Now, don’t you hear me talkin’, pretty mama?”. Similares imágenes contiene la no menos sobresaliente “Maggie Campbell Blues”.
Al ser la melodía de “Bye and Bye Blues” igual a la de “Pony Blues” de Patton, los expertos debaten quién es el verdadero autor. Mientras, los profanos nos limitamos a disfrutar de ambas y fantasear con la idea de que en realidad se la hurtaron a un desarrapado con el que coincidieron de borrachera. “Well it’s two trains running, running side by side / You’ve got my woman, babe I know you’re satisfied”.
Para rematar esta histórica sesión, Charley McCoy le acompañó como segundo guitarrista y juntos realizaron un encaje de bolillos que es pura artesanía.
En Agosto del mismo año regresa a Memphis para entregarle a la empresa Victor cuatro nuevas grabaciones clásicas. Nos hiela otra vez la sangre con “Canned Heat Blues”, su declaración de adicción y tributo al “calor enlatado”, devastadora bebida a la que era gran aficionado. Completó la sesión con “Big Fat Mama” y dos tomas de “Leave Home Blues”. Aun siendo éstas de corte musical serio y sombrío, la letra de “Big Fat Mama”, en la que muestra la general admiración de los negros de la época por las mujeres con buenas chichas, puede hacer cierta gracia. “Crying, big fat mama, meat shaking on her bones, time the meat shake, it’s a skinny woman lose a home”.
Los discos, por supuesto, no tuvieron ninguna repercusión; y ante la poca motivación de un Tommy ya con serios problemas etílicos, se comenta que debió ser el propio Patton quien influyó para que tuviera otra oportunidad. Sea como sea, en diciembre de 1929 entró por última vez en un estudio para grabar el resto de su producción. Esta vez lo hizo en Wisconsin para Paramount y, a diferencia de las de Victor que se conservan perfectamente, suenan de pena. Es recomendable poner el volumen muy alto al escucharlas.
Son menos conocidas y fundamentales, pero siguen teniendo buen nivel e interés. En ellas introduce algunas novedades: “I Wonder to Myself” es un ragtime para guitarra y Kazoo (especie de festiva y rudimentaria trompetilla); y en “Black Mare Blues” afronta la penumbra –o esa música oscura y redentora, si prefieren- propia del delta con el clarinete, piano y percusión de los New Orleans Nehi Boys, músicos procedentes de una escena más alegre. Y el experimento funciona.
El resto entra dentro de su estilo habitual. “Slidin’ Delta”, “Morning Prayer Blues”, “Boogaloosa Woman”, “Ridin’ Horse” o esa “Alcohol and Jake Blues”, nueva exhibición de su adicción. “I woke up early this morning, alcohol was ‘round my bed / I drink so much of Jake, till it done give the limber leg”.
A partir de entonces poco se supo de Tommy. Los abusos le pasaron factura, viéndose notablemente mermadas sus facultades. Pasó su vida de alcohólico sobreviviendo entre modestas actuaciones y esporádicos trabajos de granja. Una noche de 1956, después de haber tocado en uno de esos pequeños locales, murió de un ataque al corazón a la edad de 60 años. Quizá sorprenda que su cuerpo descanse en el cementerio de la Iglesia Metodista de Warm Springs (Crystal Springs). Ojalá aprovechara los últimos años de su vida para aclarar un poco su mente y ponerse en paz con Dios.
Manolo Barrero



ISHMAN BRACEY: ILUSTRE SEGUNDÓN


Siempre a la sombra de superclases como Charley Patton o Tommy Johnson, Ishman Bracey fue un notable e ilustre segundón. No es obligatorio en toda colección discográfica, pero sí un interesante complemento para los buenos aficionados.
Rubin Lacy le enseñó a tocar y junto a él y al resto de la cuadrilla vivió el lado bestia de la vida pateando la zona del delta de arriba a abajo. Aunque Tommy haya cargado con la mala fama, cuentan que era Bracey el más inclinado a las peleas. Se sentía muy orgulloso de haberle hecho morder el polvo a un tal “One legged Sam”, un tipo temible que tenía una pierna postiza con la que dejaba secos a sus oponentes. En cuanto te descuidabas se la quitaba y ¡paff!
Tan unido estaba al borrachín de Johnson, que realizaron sus respectivas grabaciones en las mismas fechas y lugares. Para Victor grabó 6 canciones como titular (dos tomas de cuatro de ellas) y en otra (“Stranger Blues”) ejerció de guitarrista para la cantante Rosie Mae Moore. Charley McCoy le echó una mano, dándole empaque al producto con su guitarra y mandolina.
Su música es dura y oscura. Está lejos de la brillantez de Patton y Johnson –canciones más normales e intérprete mucho más limitado- pero es un material consistente.
La temática se centra en el abandono y la soledad. Especialmente sombrías son “The Four Day Blues” y “Trouble Hearted Blues”. Ésta se vale de unas góticas imágenes del cementerio para transmitirnos la desesperación por la pérdida de la mujer amada. “The blues ain’t nothin’ but a slow-killing heart disease”.
Los trenes aparecen en “Left Alone Blues” y “Leaving Town Blues”. En la primera sigue a su mujer hasta la estación para verla partir –como Robert Johnson en “Love in Vain”- y en la segunda es él quien huye de una mala relación.
“Brown Mama Blues”, otra de hembras ingratas (he llegado a robar por ti pero todo te da igual), y “Saturday Blues”, sobre los peligros del adulterio cuando el cornudo es un matón, quizá sean las más vistosas melódicamente.
En las sesiones para Paramount tuvieron una importante presencia los New Orleans Nehi Boys. “Jake Liquor Blues”, “Family Stirving”, “Bust Up Blues” y “Pay Me no Mind” profundizan algo más que Tommy en la colisión de estilos. Y en “Mobile Stomp” y “Farish Street Rag” los chicos se encuentran a sus anchas interpretando animados instrumentales, limitándose Bracey a meter alguna voz de fondo.
Lo mejor del lote son dos blues que Ishman acomete en solitario: “Woman Woman Blues" –con falsetes a lo Johnson aunque más simples- y “Suitcase Full of Blues”.
También hubo espacio para que el pianista del grupo, Charley Taylor, registrara dos blues y otros dos cortes en los que se dedica a hacer bromas y carcajearse con Bracey. Una tontada que, por otra parte, muestra el ambiente distendido y entretenido de estas sesiones.
Durante unos cuantos años siguió actuando, junto a su amigo, en los circuitos menores de los “medicine-shows”, hasta que en algún momento del camino algo hizo “click” en él. Entonces se replanteó su vida, decidiéndose a abandonar la juerga y el blues para siempre, aunque nunca renegara de aquellos años ni del estilo musical. En 1950 fue ordenado como ministro y los últimos veinte años de vida los dedicó a predicar el Evangelio. Al ser redescubierto a finales de los cincuenta, no tuvo ningún interés en exhibirse como vieja gloria ante los jóvenes universitarios, prefiriendo continuar entonando canciones religiosas en las iglesias. A este hombre jamás le supuso gran problema permanecer en un segundo plano.
Cuántas oraciones no ofrecería por su ex compañero de correrías. Y quién sabe si al final el superdotado gandul no salvó su alma gracias, en parte, al eterno segundón.
Manolo Barrero


La Bicicleta de Frances

Hosted by www.Geocities.ws

1