La Bicicleta de Frances


THE JUNE BRIDES: ADVERSAS CIRCUNSTANCIAS Y DISCUTIBLES DECISIONES

Da mucha lástima que alguien verdaderamente dotado para crear canciones pop no consiga hacerse un hueco en el peculiar mundillo artístico. Es el caso de Phil Wilson, quien compuso un impecable y brillante cancionero entre 1984 y 1987. Morrissey, Robert Foster o Bobby Gillespie contaron entre sus admiradores.
"Every Conversation: The Story of June Brides & Phil Wilson" (Cherry Red, 2005) viene a hacer justicia a este caballero reuniendo toda su obra -solo o con su grupo, The June Brides- en dos generosos y sustanciosos CDs. Singles, maxis, sesiones de radio y el mini-elepé "There Are Eight Million Stories".
June Brides están sin duda entre lo mejor del pop independiente británico de los ochenta. Como muchos otros de aquella generación del C86, estaban influenciados por el entusiasta "hazlo tú mismo" del punk (TV Personalities, Buzzcocks) y la elegancia melódica de Postcard Records (Orange Juice, Josef K). En su sonido, junto a las saltarinas guitarras propias del género, llama la atención la utilización de trompeta y viola, lo cual puede recordarnos a los primeros Dexys Midnight Runners, Brilliant Corners o Housemartins.
Wilson une letras melancólicas -soledad, frustración, desamor- a músicas briosas. Sus melodías fluyen con asombrosa naturalidad a pesar de no ser nada sencillas. Canciones tan redondas como "Every Conversation", "Heard You Whisper", "No Place Called Home", "This Town", "On The Rocks", "Josef's Gone" o "Just The Same" les colocan no muy lejos de Smiths, Go-Betweens o Belle and Sebastian.
Decidieron separarse justo cuando estaban en su cima creativa, habiendo generado grandes expectativas y después de rechazar una oferta de la multinacional EMI debido a sus convicciones socialistas y anticapitalistas.
Phil emprendió entonces una efímera carrera en solitario que dio como fruto un par de singles para Creation, en los que se acerca parcialmente al country, y un tercero que no es sino una maqueta grabada en casa de Andrew Innes. Frank Sweeney, el encargado de la viola, será el único ex compañero en sumarse al proyecto.
Público y compañías le dieron la espalda, pero las canciones seguían siendo estupendas. "Waiting for a Change", "The Written Word", "10 Miles" o el instrumental "A Jingle" son buena muestra de su constante progresión.
Tras el fracaso, se tomó unas vacaciones a la espera de nuevas proposiciones que nunca llegarían. Es como si la siempre sabia Providencia hubiera aprovechado la acumulación de adversas circunstancias y discutibles decisiones para apartarle de la industria musical.
Nos consolamos disfrutando de su legado y pensando que, alejado de los focos y la notoriedad, ha sido un hombre feliz junto a su familia. Y si lo es, será porque ese era su camino.
Joselete Pérez



THE SERVANTS: RESERVED

The Servants fueron la banda de la que se sirvió David Westlake, otro habilidoso y prometedor compositor sin suerte, para dar salida a sus canciones entre 1985 y 1991.
En un principio, al jefe, cantante y guitarrista, le acompañaban John Mohan (guitarra), Philip King (bajo) y John Wills (batería). Tras un sencillo, un EP y una sesión para John Peel, el grupo se desintegra, incorporándose entonces Hugh Whitaker (batería) y Luke Haines (guitarra, violín y futura luminaria del pop británico), con quienes registraría un nuevo disco de cuatro canciones. Todas esas grabaciones del periodo 86-89 –singles, maquetas y sesiones de radio- se recogen en “Reserved” (Cherry Red, 2006). Queda fuera su único LP, “Desinterest”, publicado en 1990.
Westlake manejaba amplias influencias clásicas que iban de la Velvet Underground del tercer elepé (Doug Yale), Tom Verlaine y los Modern Lovers a Loving Spoonful, Bob Dylan, Beatles o Syd Barret. Sus canciones recuerdan a éstos y otros coetáneos suyos: Smiths, Go-Betweens, Orange Juice, The Loft (Weather Prophets) e incluso Felt. No, no inventaba la pólvora; pero algunas de estas piezas son pequeñas gemas ocultas y olvidadas –caso de “The Sun, A Small Star”, “You’d Do Me Good”, “Rings On Her Fingers”, “Faithful to 3 Lovers” o “Who’s Calling You Baby Now”- y en general el repertorio se escucha con sumo gusto. Buenas melodías, bonitos juegos de guitarra y muy adecuados aunque ocasionales apuntes de violín. Yo, desde luego, cada día encuentro mayor placer en estos modestos talentos, los cuales a veces aguantan el paso del tiempo más frescos que muchos supuestos fenómenos.
El resto de su producción se limita a un par de discos en solitario. El mini-elepé “Westlake” (Creation, 1987) y el largo “Play Dusty for Me” (Mahlerphone, 2002).
Joselete Pérez


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