La Bicicleta de Frances


ILEGALES: SU DELICTIVA DISCOGRAFÍA



1ª MUESTRA DE POP ROCK DE ASTURIAS (1982)

El trío comandado por Jorge Martínez (guitarrista, cantante y compositor) debuta en un disco compartido con otros grupos asturianos. Dos de las tres canciones son ya clásicos del grupo: "Europa ha muerto" y "Princesa equivocada", ambas en clave de oscuro reggae-punk europeo.
"Europa ha muerto" es una apocalíptica y quién sabe si profética -de momento el muro de Berlín ya ha caído- visión de una Europa desierta a consecuencia de la guerra. Desde luego, si nuestro continente no ha muerto, está en coma profundo.
Y "Princesa equivocada" -puro Police-, la memoria de un imposible y marchito amor entre dos bichos raros. Su estribillo, al igual que me ocurre con numerosas estrofas y frases de este caballero, circula libremente por mi mente con demasiada asiduidad. "No voy a besarte, sólo soy un desertor, yo no sé nada de palabras de amor".
En la tercera, la menor y muy años 50 "La fiesta", se comporta como un jeta y nos incita a nosotros a seguir su ejemplo. Un poco de moderación, Sr. Martínez.
Se extrajo un sencillo con "Europa ha muerto" y "La fiesta".


REVUELTA JUVENIL EN MONGOLIA / LA PASTA EN LA MANO (1982)

Este single ofrece las dos caras de Jorge. Simplificando mucho, claro.
En la primera, la salvaje y punk "Revuelta juvenil en Mongolia". La violencia porque sí. Llamada a los delincuentes juveniles a tomar las calles. "Vente con nosotros, vamos a buscar líos / no seremos arrestados, ya no hay reformatorios". Escaparates rotos y sirenas de policía a lo largo de la canción. Hay ocasiones en que lo violento da resultados artísticos interesantes, además de servir de desahogo tanto al responsable como a los oyentes. ¿O de verdad salía a ejercer? Un poco de todo, supongo. Nadie dice que sea un tipo edificante.
Al otro lado, la más reflexiva "La pasta en la mano", mirada dura y compasiva a la vez a una yonki sin solución. "Has decidido no pensar, te acostumbraste a perder". Gema pop que recuerda a cierto revival mod y tiene algunos entrecortados rasgueos similares a los primeros The Cure.
Fantástico artefacto.


ILEGALES (1982)

Ahora lo consideran su trabajo más representativo y gustan de incluirlo en las listas de discos importantes del pop español. Curioso lo del Rock de Lux que los había ignorado toda la vida. No es mala elección, de todas formas, a pesar de ser irregular como la mayoría y no tan consistente como "Agotados de esperar el fin" y "Todos están muertos". Supera al primero en producción y al segundo en número de temas emblemáticos.
Contiene tres de sus mejores canciones y ejercicios guitarrísticos.
"Tiempos nuevos, tiempos salvajes" es un canto para encarar los tiempos duros (todos ellos) con cojones, mirada orgullosa al frente y arma en mano (!?) en lugar de lágrimas y lamentaciones. "No hay nada sin lucha, ni aire que respirar / no eres un juguete, levántate y lucha ya". Este hombre concibe la vida como un combate en el que sobreviven los más fuertes.
En "Yo soy quien vigila los juegos de los niños" va pintando cuadros sociales que desembocan en las inquietantes y sugerentes palabras "Yo soy quien vigila los juegos de los niños, si te descuidas estaré en tu bolsillo", las cuales hacen que el asunto adquiera otra dimensión. Al contemplar alguna escena grotesca o estúpida suelo acordarme de ellas.
Mi preferida es "La casa del misterio". Me obsesiona el misterioso ambiente de aislamiento infantil que desprende. "Vives en la casa del misterio creciendo con las sombras sobre ti / cierras los ojos y ya te has hecho daño / si tú te vas con quién voy a jugar / No sé". ¿Niño dolorido por la pérdida de la compañera de juegos o psicópata con amigo imaginario? Dolor en cualquier caso. "Hay un extraño en mí / dónde está el crimen / voy loco entre la oscuridad".
El material "rocker" está a gran altura. La exaltación del rebelde que trabaja concienzudamente contra la ley y el orden ("Delincuente habitual"), el presidiario que abandona la cárcel tan ansioso de libertad como de la sangre del chivato que le entregó ("Me sueltan mañana") y la descripción de los turbulentos sábados noche en el disco-bar con legiones de borrachos, AC/DC, Motörhead y "chicas pegajosas como caramelos podridos" ("Caramelos podridos").
Luego ya tenemos cosas flojas y tontas como "Hombre solitario", "Problema sexual" o "No me acaricies el pelo". Tampoco convence el ska-punk de "Hola mamoncete".
A "¡Heil, Hitler!" sí le veo algo de gracia, quizá porque "no me gustan los hippies". Bromazo negro que los de siempre se tomaron en serio y fue la causa de un espectáculo tragi-cómico en un programa que presentaba Miguel Ríos. Logró su objetivo: tocar los huevos a la izquierda exquisita. Nosotros le aplaudimos.
Muy buen primer elepé.


AGOTADOS DE ESPERAR EL FIN (1984)

La mala producción ochentera resta fuerza a su más completa colección de canciones. Pero ni el sonido raquítico ni algunos detalles de juzgado de guardia consiguen matar su segundo álbum. Se puede escuchar sin mucho problema; no alcanza al estropicio que hizo Luis Cobos con Mamá.
Es un trabajo más calmado y amargo, habitado por una galería de desesperados rebeldes sin causa y toda serie de "outsiders". Y vamos a ir dando pinceladas de cada uno porque su riqueza es enorme.
Para empezar nos encontramos camino del infierno de la mano de un mercenario alistado tras una borrachera. "Iremos juntos... dispararemos, todo es mejor que quedarse a mirar". El funk blanco de la estupenda "África paga" alberga un texto a años luz de casi todos sus compañeros de generación. Pocos autores hemos tenido en España capaces de asomar su cabezota al abismo existencial. Sí, Auserón lo hizo, pero pronto se asustó; Jorge continúa haciéndolo a día de hoy.
"Agotados de esperar el fin" es el gran himno para los que están hartos de esperar algo que ni siquiera saben qué es y no parece llegar nunca. "Qué les empujará / No viven sólo esperan". Jamás se debe perder la esperanza aunque reconozco que a veces se hace difícil. La canción habla de los que transitan por malas sendas, pero creo que pueden hacerla suya los agobiados buscadores de distintos signos y tendencias. Al menos aquí, seguimos locos por encontrar el fin, la verdad, la salvación.
El narrador de "La chica del club de golf" es un desclasado que pierde la relación con la chavala al arruinarse su familia. Nada de cursiladas pese a la turbación. "Es tu cumpleaños, me consuela saber que habrán llegado marchitas las flores que envié". Aun siendo admirablemente visual, siempre deja espacio para imaginar y completar.
La cuota de violencia la cubren otras dos de las joyas del disco: "Destruye" y "Stick de hockey". La primera es la biografía de un desgraciado al que alguien -¿quién si no el diablo?- le sugiere el odio destructivo como opción de vida y catalizador de su malestar y frustración. ¿O es que nos propone esa violencia como búsqueda del alma? Cualquier barbaridad. Recuerdan aquel "Search and Destroy", ¿no? Musicalmente está muy marcada esa transformación de sentimientos, de la pesadumbre a la furia. ¡Lo que habría sido esta canción con un sonido más rico!
El macabro humorismo de "Stick de hockey" podría ser una película de terror de esas de los ochenta. Aunque dudo que alcanzara el nivel de esta pieza en la que un niño loco sale por las noches a causar el terror en la ciudad con su utensilio deportivo. Y eso que a su madre no le hace gracia que farolee a esas horas.
No lejos de este rapaz debe andar el pirado que circula por las carreteras en la famosa y divertida "Soy un macarra". Y quizá también "El último hombre", en la que casi vemos a Lee Marvin o algún otro duro encarnando a un fuera de la ley cansado, acorralado y dispuesto a morir matando, entre en este bloque temático.
Sólo nos da un respiro con dos ligeros y simpáticos homenajes. La country "Hombre blanco" lo es musicalmente a Johnny Cash y pudiera serlo a John Wayne en lo lírico. Mejor tonadilla es "El piloto", que seguramente se refiera a Augustus Lundberg, quien en 1927 cruzó por primera vez el Atlántico desde Nueva York a París sin escalas. Realizó la proeza a bordo del "Spirit of Saint Louis", un monomotor que no poseía ni radio ni paracaídas. Gran película con James Stewart de protagonista.
Tampoco olvidamos la desasosegante "Para siempre" ni la misantropía, el cinismo y la perversidad de "Quiero ser millonario".
Hasta la única tontada del disco, "Odio los pasodobles", tiene su puntillo y un interesante riff de guitarra.
Fenomenal trabajo a pesar de los pesares.
Jorge anuncia una próxima reedición con extras y mejora sonora.


TODOS ESTÁN MUERTOS (1985)

Aprendida la lección y como cabreados por las mariconadillas, regresan con un disco correoso y rabioso producido por su propio líder. Sin tener los picos del anterior, tampoco hallamos en él canciones que entorpezcan su audición. Si a todo esto añadimos que las guitarras suenan mejor que nunca, comprenderemos que sea el favorito de Jorge. Bien mirado, es el mejor ejemplo de su peculiar, ilustrado y agresivo rock ilegal.
Trae un buen puñado de piezas aguerridas y combativas como "El norte está lleno de frío", "Ella saltó por la ventana", "Bestia bestia" (para peleones de taberna) o "Todo lo que digáis que somos". Pero Mr. Martínez nunca fue un espécimen de fácil catalogación. Va del bello romanticismo siniestro de "Enamorados de Varsovia" al country rock de "Harto de ser el malo del lugar" o al blues obsceno de "Eres una puta".
Mención especial para "Sin remedio", otra de sus canciones abismales en las que puedes perderte. Nuevo perro infeliz que se dirige hacia el infierno como si no tuviera otra alternativa. Antonio Luque (Sr. Chinarro) es un gran admirador de Ilegales, y para mí que ésta es la canción más emparentada con la obra chinarra. Su electricidad, el ambiente tenebroso e incluso el susurro de algunas palabras. "Las guitarras que hoy hacen tanto ruido seguro que mañana serán leña en el fuego, sin remedio".
Hay unas cuantas más destacables. Yo me voy a quedar con "Enamorados de Varsovia", en la que se vale de dos solas frases -"Helado en el parque sueño con el vestido rosa que llevabas al caer / Enamorados de Varsovia y de los fusiles, tristes enamorados"- para engancharnos durante tres minutos y medio, y "Todo lo que digáis que somos", que está entre la tonta provocación y lo sublime.
Y me hace una gracia enorme la canción de cabecera para vagos "No me gusta el trabajo". Sí, es un buen medio para santificar nuestra vida, pero no deja de ser "una gran putada" de la que esperamos librarnos en el otro mundo.
Echa el cierre a sus años dorados. Cualquiera de los tres primeros es buena opción para introducirse en su discografía.


CHICOS PÁLIDOS PARA LA MÁQUINA (1988)

Comienza su periplo por Hispavox, considerado con razón como su peor época. Se relajan y bajan la guardia. Al trío básico -guitarra, bajo y batería- suman saxo y teclados para ampliar la paleta de estilos con los que jugar. El problema está en que en esas pruebas rara vez dan con un buen tema.
Pero en todos sus álbumes hay alguna joya y material al que agarrarse. Y aquí está "Ángel exterminador", una de las más conocidas y deslumbrantes. Siendo básicamente antibelicista -incluyendo la típica escena con los héroes mutilados llegando a la estación-, encierra a la vez cierta fascinación por la guerra. Como niño grande y entusiasta coleccionista de soldaditos de plomo, Jorge sabe captar su horrible atractivo. No cabe duda de que son feas y duras; sin embargo, es un idiota quien niegue que a veces son necesarias y justas.
A mí me gusta mucho la canción fatalista nº 23 "Acabaremos mal". Algo muy presente en su trayectoria: las difíciles relaciones con la gente triste. "Odio los ojos de tu amiga lesbiana, por su mirada sé que acabaremos mal".
A su manera funcionan bien el terrible humor negro de la jazzística "Mala suerte", el blues a lo Albert King de "Lavadora blues" y la surfera "El fantasma de la autopista".
Pasan con aprobado justito la copiada de la Credence Clearwater Revival ("Con la niebla") y el saqueo del "Wicked Game" de Chris Isaak ("Cara al peligro"). Incluso la mongolona "Un marciano".
El resto son bastante malas. No le cojo el truco ni a la garagera "Chicos pálidos para la máquina".


A LA LUZ Y A LA SOMBRA TODO ESTÁ PERMITIDO (1990)


REGRESO AL SEXO QUÍMICAMENTE PURO (1992)

Muy pocas cosas positivas en su última entrega para Hispavox. Lo mejor, de lejos, es la canción que le da título; un medio tiempo con un gran riff marca de la casa, que relata, sin sentimentalismos ni tonterías, el declive físico y mental de una modelo. Además resume un tema muy propio (lamentablemente) del autor: visto que el amor no me funciona, me dedico al sexo.
No están mal el surf siniestro de "El número de la bestia", el soul de manual de "Drogas duras llenan sepulturas", el punk cafre de "Dextroanfetamina" ("Regreso al punk", grita en el estribillo) y "Los chicos desconfían".
Pero la mayoría de melodías no llegan a ningún sitio. Ni el blues AOR de "No me gusta el blues" ni el jazz de entreguerras de "El jardín del pecado", que en su versión instrumental no es sino un mediocre ejercicio de estilo.
Muy divertida la letra de "No puedo controlarme" y una lástima lo pobre de la música. Tal asco le produce la fauna de salón del ambiente moderno, que se plantea asesinar a tales tontucos pretenciosos. Simpatizamos totalmente con ese loco sentimiento.
Señalar las numerosas referencias contra las drogas. Sus estragos son evidentes y un tipo inteligente no puede dejar de apreciarlos. Siempre lo hizo.


EL CORAZÓN ES UN ANIMAL EXTRAÑO (1995)

Primera de las dos entregas para el sello Avispa. Es evidente que el ahora cuarteto (guitarra, bajo, batería y saxo) ha renovado su energía, pero a pesar de tanto músculo desplegado sigo echando en falta mejores canciones en este disco raro, denso, literario e insatisfactorio.
Las fundamentales son dos baladas. Según su autor, “El corazón es un animal extraño” debe ser la mejor canción de amor de todos los tiempos. Sin llegar a tanto, sí que está entre sus mejores creaciones. Impresiona aunque no compartamos sus conclusiones. Y bien cierto es que el corazón “siente extraños deseos, busca extrañas compañías, sufre extrañas costumbres y oye extrañas voces”, jugándonos muy malas pasadas. Tremendo compendio de sus canciones de desamor.
La otra, “En el parque de invierno”, es una delicada y siniestrísima pieza acústica de enfermiza y morbosa belleza, en la que rememora las desventuras de una desgraciada muchacha loca. Si el parque aludido es el que conocí en Gijón, no sería sorprendente encontrártela durante un paseo nocturno y que siga teniendo 15 años después de tanto tiempo.
La tercera que sobresale es la versión de Los Bravos, “El loco soy yo”. Le va a medida y la borda.
Las demás parecen una mierda en las primeras escuchas. Después de numerosas audiciones –a las que me he sometido para comentárselas a ustedes, puesto que alguien tiene que hacer el trabajo sucio- se van descubriendo destellos en “Lo único que consigo hacer bien es el mal”, “Mi deporte favorito” o “Dos ruedas y un motor”. Pero entre que no son gran cosa, el predominio de un poco convincente funk-rock y que los textos, aunque notables y muy trabajados (este cabrón cada vez escribe mejor), son demasiado oscuros y negativos, es probable que a partir de ahora me siga limitando a las tres citadas al principio.
Es que la maldad aceptada como inevitable (“He intentado ser un ángel pero me ha tocado ser diablo”), ya sea por el ambiente externo o veneno interno, llega a tal punto que voy conduciendo y vislumbro las llamas del infierno a través del retrovisor y el casco del motorista asesino saliendo de ellas.
La idea de que nada puede hacerse contra el pecado es una trampa peligrosísima. Y no digamos si uno rechaza directamente la curación y el bien para revolcarse en sus excrementos, como el de “Mi sangre oculta un veneno”.
Como curiosidad queda la adaptación en “El Caballero de Olmedo” de unos versos del siglo XV o XVI, que sirvieron de inspiración a Lope de Vega para la obra del mismo título.


EL APÓSTOL DE LA LUJURIA (1998)

Inesperado y triunfal regreso al rock -desde el rock and roll y el rythm and blues de los cincuenta hasta Motörhead, pasando por la Credence- y al sonido más identificable con la banda, incluyendo sus característicos medios tiempos. Y lo más importante es que ahora el cancionero sí acompaña a la potencia.
Lo que parece complicado es reformar a este hombre. Continúa con la lujuria y el adulterio (“El apóstol de la lujuria”), la seducción de jovencitas (“Caperucita Roja”) o los psicópatas criminales (“El ángel”). Sobre todo lo veo aquí como un cruce entre Nietzsche y Lemmy. Un superlobo solitario y orgulloso de su condición depredadora ("El lobo malo del bosque") que desafía hasta a la vida y la muerte ("He regresado" y "Saber vivir").
La del lobo malo me hace pensar en esos cuentos infantiles en los que un animal feroz se cría con unos mansos y sale como ellos. De acuerdo, es patético y antinatural querer convertir a un león en gallina; ahora, si lo del Sr. Martínez es una metáfora nietzscheana, entonces habría mucho que discutir. Lo que es verdad es que la educación muchas veces busca estandarizarnos y atontarnos como bien se refleja en “Un cuchillo que se llama educación”.
Hasta cuando amaga su reinserción en “He decidido comportarme” se muestra completamente antisocial. “He decidido comportarme, sonreír a los idiotas, recibir a las visitas casi sin anestesiarme / He decidido controlarme y callarme la verdades / Morderé mi propia lengua hasta que brote la sangre / Estoy decidido a mongolizarme”. Los portadores de palabras mal acogidas por la mayoría entenderán esta canción. La solución no consiste en reconvertirse en un tarado y sumarse al falso buen rollo imperante, sino en mantener el discurso correcto e intentar hacerlo comprender de la forma adecuada en cada caso. Sí, claro, lo más normal será perder el control y lanzarnos al cuello del interlocutor o soltarle un par de insultos, dependiendo de nuestro poderío físico. Paciencia y valor, hermanos apestados.
"Todos somos traidores" y "Jesusito de mi vida" son mis momentos especiales. La primera es una lenta tonada que me retrotrae a la ya lejana "La casa del misterio". "Si no hay flores en tu tumba no es que te haya olvidado, es sólo que al final todos somos traidores". Queramos o no, nos guste o no, de alguna manera casi todos somos Judas.
"Jesusito de mi vida" es el trayecto espiritual de Jorge. Queda claro que no cree en Dios, pero hay cierto deseo de hacerlo y las palabras finales valen sus letras en oro. "Puede que sea una cuestión de educación / Puede que sea efecto de promoción / Pero cada Navidad me sorprende comprobar / Que creyente o no, no he dejado de quererte". Ojalá pueda construirse algo a partir de ahí.
Ah, y qué estupenda la diatriba de "¡Cuánta belleza!" contra las vacías beldades que inundan los locales nocturnos. Todo aparente dulzura, cerebros atrofiados y naricitas llenas de cocaína.
Uno de sus mejores discos. Esencial para los seguidores de la banda.
Joselete Pérez


La Bicicleta de Frances 1

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