La Bicicleta de Frances


CAYA GARCÍA SUBERVIOLA: PESCANDO EDITORES



Si la conoces te conviertes inmediatamente en fan suyo. Después gustará más éste o aquél de sus extensos y variopintos escritos. Pero irremediablemente ya eres fan de Caya, de su forma de ver y vivir. Persona que aun habiendo sufrido mucho desprende optimismo vital a borbotones. Hermana en el club de entusiastas de Chesterton.
Poeta, prosista y amiga, ella ha seleccionado unos pequeños y sencillos poemicas y cuenticos en forma de anzuelo, por si algún incauto -aficionado o, mucho mejor aún, editor- pudiera picar.
Mis favoritos, no obstante, son una serie de impresionantes relatos, que no son sino dolorosas vivencias escritas a máquina, cuya lectura te hace sentir profundamente bien a pesar de la dureza de lo narrado. Algo difícil de encontrar.
Bueno, si alguien está interesado, que no dude en contactar con la autora. Para ello, debido a que su correo ha dejado de funcionar, de momento lo mejor será dirigirse a la dirección de la página: [email protected]


SUSURRO

Me llega el susurro
de estrellas lejanas
y el sonar del viento cada mañana.

Los rayos serenos del alba cercana,
el roce amarillo del sol en mi cara.

La fragancia alegre del mar en calma,
el olor suave que en la primavera...
el aire trae y lleva hasta mi ventana.

Así está mi niña de enamorada.

Abre tu casa, amor de mi alma,
que entre: la estrella, el viento,
el sol, el alba y el mar...,
hasta tu morada.

Acoge el mundo y siéntete amada



AMOR

El amor se extiende
de orilla a orilla...
sube a los árboles,
llega a sus raíces.
En las praderas,
se orla de margaritas.

Los matorrales con sus espinas, cantan.

Mira al cielo y no cuenta las estrellas,
su parpadeo, somos tú y yo
que amamos.

En nosotros hay
una chispa del universo,
un latido luminoso de los mundos...
pasados y proyectados al futuro.

Un vivir en el presente
la realidad cósmica que nos armoniza.



RIACHUELO

Miren vivía en un pueblecito, tan pequeño que se quedaba en caserío.
Sí, un caserío al pie de la montaña, rodeado de pinos y hayas. era un caserío de ENSUEÑO.
Sus montañas lo abrigaban en el invierno y le daban frescor en el verano. En primavera el olor a hierba penetraba en su interior. El otoño era un derroche de cálidos amarillos semejantes al fuego.
Lo más bonito de aquel paisaje natural era un riachuelo que bajaba de la montaña, saltando los desniveles, desgastando las piedras y dando vida a los musgos.
Miren se sentaba en su orilla y dejaba su imaginación en las gotas que pasaban y se alejaban.
El torrente de gotas semejaba montones de bolitas de cristal. Cuando les daba el sol, un arco iris atravesaba el riachuelo de norte a sur. Las hayas y los pinos se encendían con su fulgor.
El Hada de las Nieves bajó de la montaña, cogió las bolitas de cristal con sus manos y fue esparciéndolas a través del valle.
Todo sonrió con la caricia de aquella agua fresca y cristalina.
Muchas truchas con manchas que brillaban al sol, danzaban en todas las direcciones y jugaban al escondite entre las piedras.
Dos duendes aparecieron en el camino. Bajaron riendo al río y se pusieron a perseguir las truchas. Con agilidad atrapaban a las más grandes y las ensartaban en un palo. "¡Qué no nos vea la Reina de las Nieves, porque nos la cargamos!".
La Reina se informaba de las cosas por el viento y hasta ella llegaron sus rumores.
Llamó a los traviesos duendes y, después de decirles que hay que respetar la vida y libertad de los animales, les dio un tironcito de orejas.
Desde entonces, los duendes tienen las orejas largas y puntiagudas.
El riachuelo siguió su curso entre arboledas y pueblos pequeños, de casas de piedra y tejados inclinados.
Miren siguió al riachuelo hasta la Foz de Arbayún, donde se perdió en la enmarañada espesura del fondo.
¿QUÉ QUEDABA CUANDO DESPERTÓ?
LA FRESCURA DEL AGUA
CAYA GARCÍA SUBERVIOLA


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