Contempla a Jesús que mostrándote su cruz,
su corazón y la Hostia Santa, te dice: “Así
te amé”
Dame a conocer, Jesús, la inmensidad de tu
amor
y la gracia de corresponder a él..
¿Si no fuera atrevimiento, quisiera,
Jesús mío, preguntarte y que me respondieras: ¡Por
qué me amas tanto?...
Que me amas más de lo que yo
puedo amar y entender es cosa cierta. Que tu amor no tiene medida para
mí es evidente. No dudo, ni puedo dudar, de tu infinito amor hacia
mí al verte mostrándome tu cruz, tus llagas, tu corazón
alanceado y tu Cuerpo convertido en manjar para mi alma...
Me amaste, Jesús mío,
y te entregaste a la muerte más cruel e ignominiosa por mí...
No dudo, ni puedo dudar de tu infinito amor, porque si las obras son las
pruebas más irrecusables del amor verdadero, veo esas obras tan
grandes, tan amorosas, que superan las fuerzas de mi comprensión.
Pero ¿por qué me amas
tanto?... ¡No bastaba, por ventura, el amarme lisa y llanamente,
creándome y conservándome, que has querido amarme padeciendo
y redimiéndome?...
¿Por qué me amas tanto,
Jesús?
Que me ames no lo hallo extraño,
porque no puedes menos que amar las hechuras de tus manos ¡Mas que
me ames tanto!
Para salvarme bastaba y sobraba una
sola gota de tu sangre o una sola lágrima de tus ojos, o un solo
suspiro, o suplica de tu Corazón, porque esta lágrima, este
suspiro, ofrecido por un Hombre Dios al Padre Eterno para salvarme, hubiese
sido de infinito valor, y bastaba no sólo para salvarme a mí
y a todo el mundo, sino para infinitos mundos...
Pero lo que bastaba para salvarnos
no bastaba para probarnos tu inmenso amor, y ganar por este medio nuestro
escaso amor...
¿Qué más podías
hacer para probarme tu amor, que dar tu vida por mí?
Antes de hacerte hombre por mí,
podía dudar si Tú, Dios mío, me amabas con ternura;
más ¿cómo puedo dudarlo ahora, al verte encerrado
por mí nueve meses en el seno de María, y nacer pobre y humilde
en la cueva de Belén, y viv ir y morir por mí?...
Si la prueba del amor son las obras,
¿por qué tanta pobreza, tanta humillación, tantos
trabajos y desprecios, tantos tormentos, vida tan amarga, muerte tan cruel
e ignominiosa?...
¿Por qué me amas tanto,
que te veo atado como un malhechor, con cadenas?...
¿Quién ha hacho esto?...
Es el amor. Sí, el amor, que no conoce dignidad; el amor, que triunfa
del mismo Dios... Si, Dios mío. Tú, que no puedes ser vencido
por nadie, has sido vencido por mi amor. Porque me amaste, te entregaste
a la muerte por mí...
Tú no quieres otra cosa sino
que yo conozca el amor inmenso que me tienes. Tú viniste a poner
fuego en la tierra de mi corazón, y nada deseas tanto como verlo
abrasado en las llamas de tu amor...
Ya veo, pues, por que me amas tanto.
Tu pecado es tu amor, te diré con San Bernardo. Este amor, y no
Pilato, es el que te condenó a muerte y te hace morir...
Jesús ¿por qué
me amas tanto, pues parece que yo soy Dios de Dios, y que no puedes vivir
feliz sin que yo lo sea por tu amor?. Si yo fuese tu Dios, ¿qué
más hubieras podido hacer por mí, que vivir y morir tan penosamente?...
No amar más que a Jesús, por Jesús y con Jesús.
A.M.G.D.