Ver cómo pasan delante de nuestros ojos todas las cosas del mundo, sin parar.
¡Dios mío!, que te ame a Ti, que nunca cambias.
¡Qué verdad tan profunda
encierran estas palabras!. Si yo lograse grabarlas en tu corazón,
nada de este mundo sería capaz de apartarte de Dios... En medio
del ruido y baraúnda mundanal, en medio de los vaivenes y contratiempos
de la vida, ¡qué dulce cosa es para quien cree y espera y
ama, repetir: Todo se pasa.. todo se pasa!.
Pasan en verdad las amarguras y los
deleites, los honores y los contentamientos... la hermosura y la gloria,
la vida toda con sus miserias y grandezas... una fuerza irresistible lo
empuja todo en el tiempo que clama de continuo: Pasa... pasa.
Y tu también pasas... eres
viajero... también andas, embarcado en la nave del tiempo... has
tomado asiento en el tren que, precipitado, corre a la eternidad... y por
más que quieras, y te esfuerces y lo procures, no puedes detener
la marcha de esta nave, de este tren... no puedes desandar lo andado y
volver atrás. Todo se pasa, y tú pasas también con
todas las cosas... huésped eres, peregrino, viajero en este mundo;
¿por qué apegas tu corazón a él?.
Por unos momentos deja el bullicio
vertiginoso del mundo, y ven conmigo a la soledad apacible. Siéntate,
y medita unos instantes...
¿Ves cómo todo se pasa?...
Las aguas son símbolo de la vida, que se desliza unas veces mansa
y calladamente, otras con mucho ruido y precipitadamente al mar de la eternidad...
Mira cuántas cosas arrastran
las aguas de estas corrientes... tronos, cetros, tiaras, capelos, mitras,
títulos, condecoraciones, riquezas, honores, hermosuras... en remolino
y confusión espantosa, rotos y sin brillo, pasan y van al mar del
olvido, de la eternidad... ¿Te gustan estas cosas miradas así
desde las riberas solitarias de la vida?...
Mira cuántas personas pasan
arrastradas por las corrientes de la vida: jóvenes como tú,
más ricos, más inteligentes, más alabados que tú...
pero pasan envueltos en estas vertiginosas y precipitadas corrientes...
¡Y tú un día pasarás
como ellos, arrastrado por las corrientes de la muerte! ¡Infeliz,
si no estás bien preparado!...
¿De qué les sirven ahora
todas las cosas? Nada les puede aprovechar de cuanto amaron... todo pasó...
todo es vanidad.
Mira cómo algunos alargan las
manos y hacen esfuerzos por asirse a los arbustos o florecillas que hay
en las riberas... pero no pueden, o con ellas son arrastrados también...
Todo se pasa... todo pasa... y va
al mar de la eternidad... no puede pararse un instante.
Despega, pues, tu corazón de
las criaturas que tan pronto se pasan, y así procura asirte bien
de Dios, que no cambia.
Ya que todo se pasa y Dios no cambia, fijaré mi corazón y los afectos de mi alma tan sólo en lo que me ayude a ser eternamente feliz.
A.M.G.D.