Mira a Jesús pendiente de la cruz... oye cómo
clama...
considera como muere.
Aviva tu fe. represéntate en medio de tu
corazón la dolorosa escena del Calvario.
Después de desnudar a Jesús
con la mayor crueldad, y darle vino mirado, que no quiso beber, clavan
sus pies y manos en la cruz, y la levantan en alto dejando caer de golpe
la cruz en el hoyo, estremeciendose todo el cuerpo con grandísimo
dolor...
Jesús está en alto clavado
en la cruz, como Maestro en su cátedra...
Su Madre, dolorida, en pie a un lado
con MAría Magdalena... y San Juan al otro lado...
Levántate también tú
en lo alto con tu Señor y Maestro: puesto a los pies de la cruz,
levanta los sentidos y los afectos de tu corazón, para clavarlos
con Jesús en la cruz, para conocer y penetrar todo lo que allí
hace y representa.
Mira a Jesús pendiente de la
cruz. Oye lo que dice. Considera cómo muere.
Desde la planta del pie a la cabeza
no tiene parte que no esté llagada...
Su cabeza coronada con agudas espinas,
no tiene donde reclinarse: ¡que dolor!...
Sus mano, sujetas con duros clavos...
se le están rasgando con el peso del cuerpo...
Las heridas en los pies se van abriendo...
y dilatando con la carga del cuerpo...
Los miembros desconyugados... los
huesos desencajados... las venas agotadas por los arroyos de sangre que
salen de sus llagas... los labios secos... la lengua amarga y todo Él
despedazado...
¡Varón de dolores, su
lecho de descanso es el duro leño de la cruz!
¡Cuántos tormentos en
uno!... Mira que no hay dolor comparable a este dolor...
La compañía de los ladrones,
el título irrisorio de la cruz dado por Pilato... la repartición
y sorteo de sus vestiduras entre los soldados... el lugar infame... el
tiempo de la Pascua... la hora del mediodía... el concurso inmenso
de gente de todas partes que presencia el suplicio... su vista atormentada
por la presencia de los soldados, verdugos, judíos, pontífices
y ancianos, de la multitud inmensa que le está contemplando...
Ve los gestos de los que le insultan,
burlan y mofan... Ve a su Madre, al discípulo amado, a María
Magdalena al pie de la cruz... Ve a los otros amigos y conocidos que miran
de lejos... y todos aumentan su tormento y su dolor...
Oye Jesús los sollozos y gemidos
de sus pocos amigos, los alaridos y clamores, las burlas e irrisiones,
los silbidos, escarnios y blasfemias de muchos o de todos sus enemigos...
Jamás ningún facineroso fue así tratado...
Mira a Jesús pendiente de la
cruz y pondera la magnitud de sus dolores, la continuidad, la duración...
Exteriormente padece en todo el cuerpo; en cada uno de los miembros...
en todos los sentidos... en el olfato por el hedor del lugar... en el gusto
por la sed, por la hiel y el vinagre. Interiormente padece en todas las
potencias del alma...
Mira a Jesús pendiente... su
cabeza inclinada mirándote con amor... sus brazos extendidos para
recibirte... su Corazón abierto para encerrarte en él...
Todo Jesús respira amor y dolor por ti... por tus pecados...
¡Señor, cuánto
te cuesta mi amor! Y yo, pecador de mí, ¿qué he padecido
por Ti, Jesús mío, para probarte mi amor?...
Oye lo que dice Jesús:
Pero antes aviva tu fe: ese hombre,
reputado como facineroso, clavado en la cruz, es Dios, eterno e inmenso,
cuyo trono es el cielo, cuyo estrado es la tierra; por quien fueron creadas
todas las cosas, los Ángeles y los hombres...
Primera palabra, de Sumo Sacerdote:
Padre, perdónalos porque
no saben lo que se hacen...
Después de haber
callado Jesucristo con grandísimo silencio, abrió su santísima
boca y pronuncio su primera palabra. esta primera palabra es de amor, de
perdón, de oración por los que le crucifican, de excusa de
su crimen enorme... Padre, palabra de amor; de perdón general, perdónales,
de oración por los que le crucifican; y de excusa, porque no saben
lo que se hacen...
Por ti oró también Jesús
porque cuantas veces pecaste crucificaste al Señor...
Segunda palabra, de Redentor:
De verdad te digo, hoy estarás
conmigo en el paraíso...
Esta palabra dijo Jesús a uno
de los ladrones crucificados con Él; el cual al ver la heroica paciencia
y mansedumbre de Cristo, y la caridad con que rogaba por sus enemigos y
crucificadores, le confesó Rey. le defendió, y convertido
y humillado, le suplicaba: "Señor, acuérdate de mi cuando
estés en tu reino..."
Palabra de Cristo es ésta,
de liberalidad y misericordia, de bondad y caridad inestimable.
Le pide el buen ladrón que
se acuerde de él cuando esté en su reino y Cristo le asegura
que aquel mismo día estará con Él en su reino...
Las primicias de la oración,
enseñanzas y sangre de Cristo en la cruz, es la conversión
de un ladrón y malhechor: ¿Quién, pues, podrá
desconfiar de la misericordia y liberalidad de este gran Rey, hoy que goza
ya de la plenitud de su gloria?...
¡Rey soberano, Jesús
y Salvador mío! Merezca yo también oír de tus labios
en mi última agonía, como el buen ladrón, al rogarte
que te acuerdes de mi ahora que estás en tu reino: "Hoy estarás
conmigo en el paraíso".
Tercera palabra, de Hijo y Maestro:
Mujer, he ahí a tu hijo.
He ahí a tu Madre.
Estas palabras dijo Jesús al
ver a su Madre y al discípulo que el amaba, al pie de la cruz, olvidándose
de sus dolores en cierto modo para atender a sus obligaciones de buen Hijo
en aquella última hora, enseñándonos con este ejemplo
que no hemos de faltar a nuestro deberes por vernos rodeados de trabajos...
Yo me voy de este mundo al Padre,
dice Jesús a su Madre; no te dejaré sin apoyo. Mi discípulo
amado hará oficio de hijo contigo en mi ausencia...
Y tú, discípulo amado,
cumple con fidelidad tu cargo, pues es justicia...
¡Salvador mío! pues tan
generoso te muestras que, después de habernos dado tu Cuerpo y Sangre,
y tu Padre por padre, das al discípulo amado y a todos en su persona
a tu Madre. Dame espíritu de hijo verdadero, con el que ame y sirva
a tal Madre todos los instantes de mi vida, pues es señal de segura
predestinación...
Cuarta palabra:
Dios mío, Dios mío,
¿Por qué me has desamparado?
Habiendo sido crucificado Cristo Nuestro
señor cerca de la hora de sexta, que es al mediodía, poco
después hubo grandes tinieblas en toda la tierra que duraron hasta
la hora de nona, que son las tres de la tarde.
Con estas tinieblas manifestó
Dios la indignación que tenía contra aquel pueblo ingrato
y deicida; manifestó la inocencia y majestad de Cristo, cubriéndose
la Creación de luto por la muerte de su Hacedor, y mostrando compasión
de sus dolores e ignominias.
Quiso el Señor estas tinieblas,
además, para que, cesando con esta repentina noche el bullicio de
la gente, pudiese a solas y con quietud ocuparse en oración, como
quien se apareja para morir con gran fervor y lágrimas.
Estando, pues, en el monte Calvario,
tendidas sus manos en la cruz, quiso el buen Jesús, en aquellas
tres horas de tinieblas, ocuparse totalmente en orar y negociar con el
Padre por la salud de las almas, de las que era una la mía...
Por mí oró Jesús;
por todos los pecadores... ¿Quién podrá calcular los
frutos de esta oración eficacísima?...
Poco antes de expirar, dijo Jesús
con gran clamor la cuarta palabra: Dios mío, Dios mío, ¿Por
qué me has desamparado?.
Palabra propia de un corazón
afligido porque, primeramente, le dejaba padecer el Padre, sin librarle
de aquellos terribles trabajos, y en segundo lugar, porque la divinidad
desamparó a la humanidad dejándola padecer con las tristezas
y agonías del Huerto, que le duraron hasta la muerte.
Jesús, también te quejas
de otro desamparo mayor, y es el ver que los discípulos te desamparan,
y el pueblo hebreo te desampara, y millares de hombres y pueblos y naciones
te desamparan, porque no quieren recibir tu fe y amor, o los dejan; y otros,
por fin, te desamparan eternamente, desechando los frutos de tu Pasión.
Dios mío, por el desamparo
que sufrió tu Hijo en la cruz, no me desampares ahora y en la hora
de mi muerte.
Quinta palabra:
Tengo sed
Sabiendo Jesús que todas las
cosas estaban cumplidas para que se cumpliese la escritura, dijo esta palabra
misteriosa: Tengo sed.
Sed terribilísima aquejaba
al Señor, pues no había bebido desde la noche anterior, y
había vertido mucha sangre con los azotes y espinas, en las tres
horas que estaba en la cruz. Esta sed sufrió y disimuló el
Señor hasta momentos antes de expirar, y entonces lo declaro para
que supiésemos lo que padecía por nosotros, y se lo agradeciésemos...
Sed tiene Jesús no tanto de
beber agua, cuanto de gustar el vinagre, por obedecer a su Padre, cumpliendo
lo que de Él estaba escrito...
Sed tiene Jesús de padecer
más y más por nuestro amor, y por eso manifiesta su sed,
no para pedir refrigerio, sino para padecer nuevo tormento...
Sed tiene Jesús, y no pide
de beber, sino manifiesta sencillamente su necesidad...
Sed tiene Jesús de la salvación
de las almas que con su Pasión redimía.
¿Y tú, le negarás
este consuelo?... ¿Le darás vinagre de ingratitud como los
judíos?...
A un moribundo nada se le niega...
¿Y negarás algo a Jesús agonizante por tu amor?...
Tiene sed Jesús de que obedezcas
a Dios su Padre... de que padezcas por Dios... y le sirvas tú y
le ganes muchas almas. ¿Lo harás así?...
Calma la sed de Jesús... Dale
tu alma, dale las de tus hermanos, y calmarás su sed divina y la
sed de la felicidad de tu alma, porque sólo los que tienen sed de
justicia serán hartos...
Sexta palabra:
Todo está consumado
En recibiendo el vinagre, dijo Jesús
esta palabra, para que se entendiese con qué fin había dicho
que tenía sed. Y gustando aquella bebida, con la cual daba fin a
sus trabajos como guerrero después de alcanzar completa y ruidosa
victoria de todos sus enemigos, exclama satisfecho: "Todo está consumado".
Sí, acabado es todo cuanto
mi Eterno Padre me mandó obrar y padecer. He acabado la obra que
me encomendó mi Padre.
Acabada es la obra de la redención
del mundo: satisfecho queda el pecado de Adán, quebrantada la cabeza
de la serpiente infernal, destruida la muerte y el infierno, abiertas las
puertas del cielo, enseñada la doctrina de salvación de las
gentes, practicados los consejos evangélicos, e instituidos los
Sacramentos y sacrificios propios de la nueva ley...
Ya se han cumplido las semanas de
Daniel, y tiene su fin el pecado, y se borró la maldad y vino la
justicia sempiterna...
Ya he cumplido todo lo necesario para
que mis escogidos sean consumados y acabados en unión de caridad,
como Yo y mi Padre lo somos...
Acabada es todo lo que era sombra
y figura: acabados son a los sacrificios y ceremonias antiguas; acabada
la pesada ley de la circuncisión; cumplida es la ley y los profetas...
¡Jesús mío, mi
Salvador, mi Rey y mi Juez! No te pido otra gracia sino vivir de tal manera
que en la última hora pueda decir contigo: He consumado y acabado
mi carrera; he guardado la fe y la lealtad que debía a Ti, mi Dios:
en tus manos, Padre, encomiendo mi espíritu, para que me des la
corona eterna de la gloria.
Séptima y última palabra:
Padre, en tus mano encomiendo
mi espíritu
Dice Jesucristo esta postrera palabra
con grande clamor y grito para significar que aún tenía fuerza
para prolongar la vida si quisiera, y si moría, era porque quería
morir; para declarar el natural sentimiento que tenía el alma al
separarse del cuerpo, que por treinta y tres años le había
hecho buena compañía y ayudado a la obra de la redención;
en señal de la victoria insigne que muriendo en la cruz obtenía
del pecado, de la muerte, del demonio, y moría para vencer y reinar
desde el madero...
No le llama Dios, sino Padre, porque
en la hora de morir nos es en extremo necesaria la confianza, y ninguna
palabra la despierta mejor que la de Padre, que es la palabra toda amor
y confianza...
En manos de su Padre encomienda no
su honra, ni su cuerpo, ni sus haberes, sino su espíritu, que es
lo principal, y de cuya suerte depende nuestra eterna felicidad o desdicha...
¿Y qué manos sabrán
cuidar de lo que más vale, sino las de nuestro Padre celestial,
que nos formaron?...
Y en diciendo esto inclinó
la cabeza, como llamando y dando permiso a la muerta para que se acercase
y cortase el hilo de su vida; para declarar que moría por obediencia,
que moría sin tener donde reclinar la cabeza, que moría agobiado
con la enorme gravedad y carga de todos nuestros pecados y los de todo
el mundo... y expiró...
Expiró el Señor de los
ejércitos, después de haber presentado, en el campo raso
del monte Calvario, a las potestades del infierno y a los príncipes
de este mundo de tinieblas la batalla decisiva...
Expiró después de pelear
con ellos y vencerlos, destruir su reino del pecado...
Expiró este Guerrero fortísimo
y vengó en su cuerpo las injurias hechas contra su Padre, y puso
debajo de sus pies a todos sus enemigos y los quebrantó, y desmenuzó
su poderío eternamente...
Muere Jesús, Sumo Sacerdote,
después de haberse sacrificado a Él mismo en el ara de la
cruz...
Muere Jesús, Maestro soberano,
después de haber leído en la cátedra de la cruz la
más alta lección de justicia y santidad.
Muere Jesús, el buen Pastor,
después de haber dado la vida por sus ovejas...
Muere Jesús, Rey de reyes,
después de triunfar de la muerte y de todos sus enemigos...
Muere Jesús, Padre amantísimo,
después de haber dejado la herencia del cielo a todos sus hijos...
Encomienda a menudo a Jesús
tu alma, tu cuerpo, tus potencias y sentidos... Ponlo todo en sus manos,
guarécete en el agujero de la peña, donde no puedan llegar
las aguas del diluvio de la culpa; esto es, éntrate, por las puertas
de sus llagas y de su alanceado Corazón...
En el Corazón y llagas de Jesús
hallarás salvación, porque el corazón de Jesús
y sus llagas son el arca mística en que se salvan cuantos a ella
se acogen.
No temas; mil caerán a tu lado,
y diez mil a tu diestra; mas guarecido en el sagrario del Corazón
de Jesús, nada podrá dañarte... Las tempestades de
la vida, las borrascas de este mundo, no llegan a este cielo sereno no
turban el gozo de los que habitan en esta mansión de paz.
Vive siempre encerrado en estas sacratísimas
llagas, consagrado a dilatar la gloria y el amor de tan amante corazón,
y Jesús morará siempre en tu alma.
Pon tu espíritu y tus alegrías
y pesares, tus amores y dolores, en manos de Jesús, dentro del Corazón
de Jesús, y pasarás con seguridad el puente de la vida que
conduce a la felicidad eterna.
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A.M.G.D.
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