ROMA: costumbres, entretenimientos y ocio

Para el siglo I de la era cristiana, la fastuosa y superpoblada ciudad de Roma �1000000 de habitantes, de los cuales aproximadamente la mitad ya estaba sumida en la indigencia y la desocupaci�n y sobreviv�a de subsidios estatales, y curiosamente, parec�a no inmutarse� se vanagloriaba de ser el epicentro de un imperio que abarcaba casi la totalidad del mundo occidental. El destino de Roma estaba en manos del emperador Augusto, quien ya contabilizaba 27 a�os de gobierno.

 
El pueblo estaba contento. Las casas (domus), de hasta seis pisos, alquilaban su planta baja para el alojamiento de restaurantes (tabernae) cuyas mesas llegaban hasta la vereda, comercios en general (como las barber�as y las casas de cosm�ticos, donde las mujeres pod�an te�irse de rubias aplic�ndose una tintura a base sebo de cabra y ceniza, pomos y frascos con cremas, delineadores de ojos y cejas y hasta l�pices de labios) y casas de cambio. El tr�nsito vehicular estaba prohibido durante le d�a, por lo que las calles, de noche, eran m�s ruidosas aun, infectadas de todo tipo de ladrones (raptores) a quienes s�lo los ricos pod�an quitar de su paso amenaz�ndolos con el fuego de las antorchas que portaban sus esclavos para alumbrar el camino.
 
Augusto, pol�tico astuto que se jactaba, entre otras cosas de haber logrado la �pax romana�, tener en su entorno a talentos como Virgilio, Horacio y Ovidio (a quien, de todos modos, conden� al exilio por presunta �inmoralidad� de sus libros amatorios), �haber convertido una Roma de calles de ladrillo en una ciudad de m�rmol�, en sus propias palabras y consolidar las instituciones y el cuerpo legal, era un gran observador de la realidad, y se apresur� a percibir en el trasfondo a una sociedad en descomposici�n que amenazaba con precipitar a Roma hacia una inevitable decadencia.
Se preguntaba, d�a a d�a, c�mo mantener quietas y entretenidas a las masas (el teatro hab�a entrado en decadencia y sus f�rmulas tragic�micas parec�an haberse agotado) Fue entonces que Augusto ide� la pol�tica oficial de �pan y circo�, con la cual impedir su levantamiento.
Decret� nada menos que 180 feriados obligatorios, a modo de �v�lvula de escape� para atenuar cualquier posibilidad de estallido social. Los cruentos espect�culos del circo eran, ante todo, una cuesti�n pol�tica, pero al asistir se obligaba a mostrarse como un espectador m�s, atento y apasionado, y prohib�a para ello la lectura personal de cualquier tipo de documento, administrativo o no, (so pena de encarcelamiento) mientras el espect�culo se llevara a cabo.
Los juegos por excelencia eran los �ludi circenses�, 12 carreras de carros �desde el alba hasta la puesta del sol� que se llevaban a cabo en el Circus M�ximus (600 mts. largo, 200 mts. de ancho, con capacidad para 250000 espectadores) Pronto el inter�s romano empez� a decaer, entonces se oblig� a los aurigas (conductores de los carros, venerados por el pueblo romano como si se tratase de estrellas del mundo del espect�culo) a realizar destrezas mayores, como saltar de un carro a otro durante la carrera, simular duelos entre contrincantes o recoger del suelo, sin apearse, un trozo de tela. Algunos caballos llegaron a ser favoritos de la audiencia, y hasta se documenta que �Tosco� gan� 386 veces el premio mayor.
As� estaban las cosas: el p�blico, acostumbrado a las emociones fuertes, se aburr�a soberanamente en las representaciones teatrales salvo en las partes bailadas y cantadas. Por supuesto, los empresarios redujeron considerablemente los textos y, con tanto recorte de parlamentos, los actores comenzaron a tener m�s importancia que los mismos dramaturgos, independientemente del car�cter de la obra interpretada.
La m�sica se someti�, entonces, a la danza y la palabra cedi� ante la gestualidad. Surgi� as� el mimo como t�cnica teatral y Vitalis, uno de los m�s aclamados de su tiempo, se vanagloriaba del nivel de sus imitaciones ostentando que �los hombres que yo imito se sorprenden al punto de llegar a pensar que yo soy el original y ellos las copias�
Pero el emblema m�ximo del espect�culo lo constituy� el anfiteatro �Flavio�, m�s conocido como �Coliseo� a partir de la Edad Media, construido en bloques de m�rmol travertino. Contaba con una arena rodeada de un enrejado perimetral y montacargas para la circulaci�n de las fieras (a los cuales, hasta se los entrenaba para, por ejemplo, tomar una liebre entre sus fauces y depositarla indemne en el centro de la arena), los gladiadores y las v�ctimas, que a partir ya del cristianismo, fueron los m�rtires capturados por el imperio, juzgados de rebeldes por profesar un culto distinto al del pueblo romano y condenados a ser arrojados a las fieras, quienes los devoraban vivos ante la aprobaci�n de una audiencia multitudinaria. Sumados a los gladiadores que mor�an cada d�a, fueron millares las v�ctimas sacrificadas a lo largo de los siglos. Reci�n en 326, Constantino decret� que las condenas �ad bestias� deb�an conmutarse por prisi�n y trabajos forzados, privando as� a la gladiatura de su principal fuente de reclutamiento y al p�blico romano de esas siniestras diversiones que formaron parte esencial, durante siglos, de sus rutinas cotidianas.
 
FUENTES BIBLIOGR�FICAS CONSULTADAS: �Esplendores del mundo romano� (Ana Mar�a Libertari / Fabio Bourbon), �La vida cotidiana en Roma� (Jerome Carcopino) e �Historia de la vida privada en el Imperio Romano� (Philipe Aries / George Duby) y sitios web varios en toda la Internet

 

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