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por Paulino


"Para el pobre existen en este mundo dos grandes formas de palmar, bien por la indiferencia absoluta de sus semejantes en tiempos de paz o por la pasión homicida de los mismos, llegada la guerra"

La frase aparece en "Viaje al fin de la noche", de Céline. Y aunque ha pasado más de medio siglo desde que se publicó, sigue vigente. Sobre la primera "gran" forma de palmar se puede escribir bastante. Ahora que se pegan los unos y los otros sobre si hay que reformar la constitución, según la cual todos somos iguales; ahora que siempre hay alguno que sale diciendo que ya no hay clases... Todo depende del cristal con que se mire, de la perspectiva que se tenga, las cosas se ven distintas cuando tú estás arriba y no abajo, o el maná cotidiano al que uno esté aficionado. Llamemos "A" a un ejecutivo y llamemos "B" a un obrero. B no toma decisiones, A sí. Lo que ocurre en la empresa cuando las cosas van bien es gracias a A, sí las cosas van mal... no es que A la haya cagado y la empresa se vaya a pique, es que B es un vago y no produce lo suficiente. Por tanto B debe irse a la calle. "Gracias por su sangre señor B, ya le dará una limosna mi mujer en el mercadillo benéfico que organizamos en Navidades para estar a bien con Dios y ganarnos el Cielo".

Fue en la época de los sociatas cuando se empezó a poner de moda el termino regulación de empleo. También fue cuando empezaron a aparecer las famosas ETT's. Qué raro. ¿La O era de obrero, no? ¿La S de socialista? Puedes creer en los políticos, pero entonces es cuando estás realmente jodido. Dejate engañar por sus discursos, ¿están bien hechos, eh? Tienen a un tipo, o un par de tipos, que se los escriben; siento haberte desilusionado. Deberías saber que ningún tipo que se mete en política de forma voluntaria es de fiar, todos somos seres humanos, y el poder es eso, poder: poder dar esto a aquel que es coleguita desde los tiempos del colegio de curas en vez de a ese que nunca me ha caído bien. Tampoco son de fiar los sindicatos. "¡OH! Qué dice este tipo". Un sindicalista es un obrero venido a más desde que se metió en un comité de empresa. Todos somos animales, existe el instinto de supervivencia pero no el principio de solidaridad. La empresa prefiere mantener a un par de tipos a cuerpo de rey, que llegado el momento firmaran "-¿200 a la calle? -400 -Es que... -¿Ves el coche de la puerta? -Joe, que coche. Dame er boli, coño". Tu mismo, fíate de los políticos, de los sindicalistas, de los curas, etc, etc, etc., es tu culo.

La segunda "gran" forma de palmar ahora está de actualidad. No se por qué uno tiene que sentir una grandísima pena cuando muere un soldado de su país y tener que asimilarlo como una mera cifra cuando el muerto es un irakí. Te desglosarán las muertes y te dirán que el muerto español da mucha más pena que las dos niñas ametralladas hace poco por una patrulla norteamericana, "suelta más lagrimas por favor, es para la portada de mañana". Es muy de loar la actitud de los militares, arriesgando su vida por la "libertad" del pueblo irakí, cumpliendo su deber... Existe una cosa que se llama deserción. Acatar órdenes cuando vienen de un enano bigotudo ansioso de poder, se me parece a alguien y no se a quién, no es más que aceptar la senda de la perdición con todas sus consecuencias. Llamame cobarde, tipo duro, pero prefiero mantener mi culo conmigo, es una manía que tengo. Los yankees son expertos en eso de devolver a sus "valerosos muchachos" en bolsas de plástico, entre otras cosas: derrocar gobiernos, plantar dictadores y ver como crecen, recomendar genocidios... "-Oh, Kissinger, que tiempos aquellos. -Sí, Richard, sí." Pon Rumfeld y George, qué más da.

Que nadie se crea que no siento pena por las familias de los que han muerto, a ellos son a los que les toca sufrirlo de verdad. No al bigotudo, que se hace la foto y cuando llega a casa se acuesta sin remordimientos y acaba sus oraciones con un: "- ¡España una, grande y li... ¿Ana, cómo acababa? - Nunca acabará, Jose"

El Emporio Demente


por Ramón

Era una mañana de verano, pero aún hacía un poco de fresco que se colaba por el resquicio de la ventana que había dejado abierto. Se colaba y acariciaba el cuerpo desnudo del Hippie sobre las sábanas de su cama. Las sábanas eran suaves, no estaban sudadas, y le rozaban como si se tratase de unas damas. El Hippie entreabrió los ojos abrazado a un cuerpo, iluminados ambos cuerpos por la difuminada primera luz que alcanzaba su ventana. Un canario cantaba cerca, pero apenas lo oía con el ruido de los obreros que perforaban el suelo de la calle para renovar las tuberías del agua. El suave cuerpo que abrazaba no dejaba de ser otro que su amada almohada. La cabeza le dolía como mil diablos mordiendo. Se medio incorporó con todas sus vértebras protestando y un cuello que no quería ser doblado. Tenía una herida en un glúteo y un par de ampollas en los dedos de una mano. El Hippie tanteó la mesilla en busca de sus gafas y halló ser tuerto, además de miope y astigmático, al tener un cristal roto. En la almohada había algo de sangre y también entre la mancha oscura de la pared blanca creada de tanto dormir con la cabeza apoyada allí. Cuando se puso los pantalones el cinturón estaba roto.

Recordó, poco a poco y entre dolor y dolor, que tuvo un traumatismo craneal, una fuerte contusión, un golpe en la cabeza.

Días atrás se encontraba en un planeta colonial. Aunque no se estaba mal (había oxígeno, luz, agua y una temperatura para andar por casa) el Hippie quería regresar. A veces La Tierra, el planeta original, es la principal meta, la meta esencial, para algunas personas. Pero su chica, su compañera de cama, su compañera vital (curiosamente en esos días tenía a alguien), no quería regresar. La Tierra era para ella ese lugar gris sobreexplotado y falto de recursos, lleno de gases emitidos que todavía estaban intentando eliminar. Ese lugar del que salió de pequeña, tan caliente, tan caótico, tan viejo para la existencia humana... Pero para el Hippie era el lugar de origen, de donde nació la semilla humana, donde había dejado atrás, hacía mucho tiempo para su gusto, los lugares donde habitó y se crió, los suburbios, con su vida antropófaga, decadente entre la muerte y lo vital, cual caldo de cultivo original.

Tras muchas discusiones y peleas, el Hippie supo convencerla para irse en una nave lo antes que se pudiera. El viaje hacia La Tierra es largo y arriesgado para la mente, que es frágil y quebradiza. Por ello todo el mundo sabe que se debe extraer el cerebro para embarcar e hibernar hasta que se llegue a destino y se reponga. El viaje a La Tierra es caro desde aquel lejano planeta colonial. El Hippie quería ir en clase turista, y ella subió con él a la nave pasando por las altas y enormes torres de cristal donde hacinan a todos los cerebros y médulas sanguinolentos de clase turista, apretujados entre los líquidos viscosos. La clase turista no es agradable de ver. El Hippie tuvo un ataque de pánico, mas ella le convenció de que si iban a La Tierra aquello era necesario e indoloro. Le llevó a ver al médico de la nave, un alienígena alto de cuatro brazos, parecido al actor de "Un Crucero en las Estrellas". Pero el Hippie, que era hippie pero no indoloro, volvió a insistir en no extraer su cerebro para meterlo apretujado y etiquetado con otros cerebros de otras personas, ya fuesen banqueros o cirujanos. El alienígena, al oír aquello, les dijo que estos viajaban en primera clase y llevaban sus cerebros en tarros individuales que viajaban a su lado. Ella y el Hippie quisieron pagar por esto. Sin embargo, aunque ella no dudaba, el Hippie, que era hippie pero no idiota, se echó para atrás cuando vio que el alienígena cirujano extraía el cerebro sin dolor pero sin ninguna anestesia normal. El paciente en sus manos gritaba un poco, aunque vivía. El Hippie no comprendía cómo podía ser y, tras un gran ataque de horror, ella y él viajaron dejando todo en su cabeza sin extraer. Ella protestaba, pues ningún cerebro humano viaja tanto por el espacio sin descanso y protegido por líquidos especializados.

El Hippie sospechaba que ella y el cirujano conspiraban para, cuando durmiera, meter su mente en un tarro. Los primeros días del viaje hubo cautela, parecía que no ocurría nada, pero el alienígena tenía cuatro brazos, no usaba anestesia conocida y era como el actor de "Un Crucero en las Estrellas".

Una noche se despertó y se sintió especialmente amenazado, la nave estaba quieta. Decían que habían parado a repostar, pero el Hippie miró por la ventana y aquello le pareció uno de los suburbios de La Tierra. Comprendiendo la conspiración se escapó siendo visto por el cirujano, que salió tras él. Pero él fue más rápido montándose en un automóvil que portaba Hare Krisnas con túnicas naranjas y margaritas. Y entre los Hare Krisna, una Hare Krisna desgarbada, en absoluto afeitada, que le recordaba a la chica con la que había compartido cama. Viajando, huyendo con ellos, ellos se detuvieron en una oscura calleja y la Hare Krisna se turnó con ellos y él quedó para el último. Con los pantalones bajados, mientras ellos huían de la policía. Él intentó subir al coche. Enganchó el techo con una mano y un pie, y las puertas con la otra mano y el otro pie. Cual lagartija recorrieron un tramo hasta que el coche paró y se cayó al suelo y se golpeó cabeza y tronco. Unos gitanos le pasaron una cerveza y quisieron compartir unos gramos fumados. Le dolía tanto la cabeza que no le sorprendió cuando al alba, en el viejo portal de la casa de su juventud, un policía le preguntó: "who are you?", "¿quién eres tú?" Y él no supo cómo contestó.

Tal vez esto contestó: "¿por qué las cosas tienen que ser tan tristes? Dime la verdad, ¿has amado a una mujer hasta que te ha devastado el dolor? Yo he vuelto a casa, pero ahora mismo no recuerdo muy bien quien soy".

Aquella mañana, descubriendo sus heridas palmo a palmo en su habitación, sintiendo el dolor (con un traumatismo craneal, una fuerte contusión, un golpe en la cabeza), dio gracias por haber aterrizado en La Tierra y seguir conservando su cerebro dentro.

Daniel L.-Serrano


La eterna lucha entre lo duradero y lo efímero

-Hablas mucho del alma y ésas cosas en ttus poemas, no? –dijo ella.
Como soy poeta, ella esperaba que le dijese
lo bonitos que eran sus ojos, lo tersa y maravillosa
que era su piel, y que le hablase sobre los pormenores
de su sonrisa de embeleso. No si su alma
era gris,
blanca
o amarilla.
Pero yo sólo buscaba en ella algo duradero,
algo que aguantase las estaciones.
Las modas cambian cada mes y medio.
Los sentimientos siempre son los mismos,
unas veces a favor y otras en contra.

-A veces pareces un filósofo –dijo tambiién.
Y pocas cosas más recuerdo de aquella relación
de 7 días. Sólo
que ella era demasiado bella
y, a la vez,
demasiado mayor
para
        mi
                poesía.

A.cordero


LA DESPEDIDA

La voz del Gorrión sonó dubitativa al principio, como si tuviera miedo de hacerse un hueco entre el resto de sonidos que comenzaban ya a invadir, el tranquilo despertar del domingo. Por supuesto, la culpa era del viejo magnetófono del abuelo al que siempre le costaba arrancar cuando el disco comenzaba. Por fin, cuando la voz desgarrada de Edith Piaf pudo oírse claramente, en todos los rincones del viejo caserón, Jaques despertó.

Poco a poco fue desperezándose y percibiendo primero la mesita de noche, mas allá la ventana, la puerta del cuarto....Jaques sonrió con tristeza: aquel era su último día en el pueblo de los abuelos, el último día de un verano memorable, donde había aprendido a cazar mariposas, a pescar cangrejos, a saltar desde el viejo puente de piedra al río y a querer a Claire. Esto último, sin duda era lo más importante, el punto de inflexión en sus 15 años de hombrecito como él se decía a veces. La conocía desde hacia muchos años, pero aquel verano, al volverse a encontrar, se habían mirado con otros ojos y aunque se había revolcado en el barro, bañado juntos en el río y escondido en el pajar como años anteriores, Jaques descubrió que entre sus sentimientos amistosos aparecía otro sentimiento que latía ahora con mas fuerza, el sentimiento del deseo. Claire era un año y medio mayor que él y hasta entonces los dos habían tenido la misma estatura y el mismo cuerpecillo que ni si quiera esbozaba ningún cambio hacia la adolescencia, ya próxima. Pero ese verano ella había mutado hasta convertirse en una señorita, su cuerpo se había convertido en un conjunto de curvas y había ganado peso, sus pechos empezaban a despuntar por debajo se su blusa indicando que ya se le estaba acabando esa niñez que parecía eterna.

Jaques había aprendido a quererla. Pero sabía que a partir de ese año todo cambiaría. Porque ella vivía en el sur y a lo mejor el próximo verano no volvía, a lo mejor el próximo verano Claire tendría otros planes propios de...su edad. Jaques alejó ese pensamiento de su cabeza y se apresuró para vestirse; hoy pasaría todo el día con ella. El caserón de os abuelos de Claire no quedaba lejos. Era mucho mas grande que el caserón de los abuelos de Jaques y poseía un desván repleto de cosas viejas e inservibles donde los dos habían imaginado miles de juegos y personajes, pasando tardes enteras allí y saliendo cubiertos de polvo. Llamó con fuerza.

Claire abrió el portón y sonrió. El deseo apuntaló la entrepierna de Jaques.

El día transcurrió de manera apacible, como si fuera uno mas en aquel verano, ya moribundo. Se repitieron los juegos, la canciones, los abrazos, las risas que habían sido una constante durante tres meses. Pero se iba acercando poco a poco la hora de la despedida.

-¿No me vas a besar?

Aquello aturdió como un mazazo a Jaques, le pillo inesperado, de sorpresa, aquello fue mas de lo que el nunca hubiese imaginado en su despedida con Claire. Quiso decirle que la quería, que la amaba... Pero Claire "ya" no era una niña.

Se dio cuenta rápidamente; aquello no era un beso de amor, no salía directamente del corazón, pero no le importó. Ahora todo su deseo estallaba y se propagaba por todo su cuerpo, le infundía una nueva fuerza, se apoderaba de su mente, de su razón, incitaba a sus manos a explorar. Y el beso, que había comenzado siendo un simple roce de labios se fue convirtiendo en un beso lascivo, en un pulso de lenguas deseosas de tantear una boca que no fuera la suya, en un intercambio de saliva que brotaba por las comisuras y resbalaba por los carrillos. Era un beso que parecía no tener fin y que sólo terminó cuando Claire se separó y miro fijamente a Jaques.

-Ahora quítame la blusa.

Jaques la rodeó con sus brazos y comenzó a subirle la blusa. Claire cerró los ojos, se dejó llevar por la sensación de placer que estremeció su cuerpo. Las manos calientes de Jaques habían encontrado sus pechos y sus torpes caricias iban acompañadas de gemidos por parte de los dos. Fue en ese preciso instante cuando Jaques se dio cuenta de que su etapa de niñez se había acabado. Empezaron a quitarse la ropa el uno al otro con una desesperación total, como si les faltara tiempo, con el descubrimiento de que era lo que los dos llevaban deseando hacer desde que se vieron por primera vez tres meses antes. Y ese desenfreno les excitaba más todavía. Cuando los dedos de Jaques rozaron los rosados pezones de Claire, esta lanzó un grito de placer que llenó el silencio del desván. Las manos de Claire fueron directamente a tantear el pene de Jaques. Su simple contacto hizo que éste rozara el cielo con los dedos.

- Acaríciame aquí.

Claire tomó la mano de Jaques y la llevó a su coño. El coño de Claire tenía abundante vello, muy rizado y estaba realmente mojado, producto de todo aquel deseo. Los dedos de Jaques tantearon, exploraron, palpando unos labios resbaladizos, hurgando entre ellos hasta dar con un minúsculo punto, tan minúsculo que al principio no creyó que existiera y tan sensible que un simple roce producía un estremecimiento en todo el cuerpo de Claire. Jaques siguió acariciándola con la delicadeza de un amante............

-Y ahora, házmelo.

Jaques se incorporó, pensativo. Había visto a escondidas los viejos videos de su tío Gastón pero aquello "tenia que ponerlo en práctica" y el no tenia esa experiencia todavía. Una vez mas Claire se lo puso más fácil. Le ayudó a colocarse y a penetrarla. La sensación de entrar en Claire representó el momento más dulce de su vida. A medida que sus cuerpos se movían mas rápidamente, Jaques sintió los latidos de su corazón golpeándole las sienes, era como un frenesí, no podía parar, en parte porque no quería, en parte porque Claire le animaba con sus gemidos y sus arañazos cariñosos, casi infantiles en su espalda. Sintió de manera muy vaga, muy poco a poco, con la lentitud de un siglo, que algo dentro de su cuerpo se estaba hinchando, que iba a explotar y parecía tan lento que incluso se sorprendió cuando le llegó el orgasmo de sopetón. A medida que su orgasmo avanzaba embestía a Claire con más violencia, provocándole a su vez el orgasmo a esta. Sus gritos se oyeron, muy probablemente en París.

Claire no volvió a pasar ningún verano en aquel pueblo perdido de la borgoña francesa. Pero año tras año Jaques recordaba con verdadera ternura a aquellos tres últimos meses que estuvo con ella y sobre todo aquel domingo de septiembre. El día de su despedida.

Javier Palou Ramírez


INERTE

¿Cómo a un Dios?
¿Cómo a un padre?
¿Cómo a un amigo?
Con qué palabras
se le pide una oportunidad
al destino?
Se cual es el buen camino.
Pero no tengo piernas con que andarlo.
Equivoqué mis pasos hace tiempo.
Me encaminé a oriente sin quererlo.
Y ahora me veo más infeliz,
me odio más, soy paralítico
y estoy muriendo.
Fuí a salvar el mundo
y me salvaron de la muerte.
Me regalaron una nueva vida
donde estar más cómodo.
En una silla. Como un ser inerte.

PSICOPATO



por Jesús


LA CASA A SU ESPALDA

La casa a su espalda. Como pintada sobre el paisaje árido. Terreno vacío hasta de si mismo, terreno de nada amarillenta y tosca, desapacible y taimada, que se alzaba hacia el horizonte amenazando con comerse el cielo a grandes bocados, terribles bocados. Sentada sobre su mecedora, adelante y atrás, adelante y atrás, con la casa a su espalda. Pero ya ni siquiera la recordaba, ya no giraba la cabeza por encima de su hombro para ver la vieja y destartalada mansión y recordar que tenía un lugar al que regresar en medio de tanta desolación. Pero ya no había hogar, ni en su mente ni en su corazón, sólo ella, su mecedora blanca, adelante y atrás, y el inmenso vacío de arena amarillenta que poco a poco se lo tragaba todo, hasta el viento, que aullaba tratando de escapar, resistiéndose a ser engullido. Hasta el tiempo se había tragado ese inmenso desierto. Al principio sólo fueron unos minutos, inapreciables, insignificantes, tenemos tantos que no nos preocupa perder unos cuantos y no los cuidamos. Luego algunas horas que como también tenemos muchas, tampoco nos asusta cuando una desaparece en algún terrible agujero. El primero de los días que perdió si lo notó, pero pensó que era ley de vida, así que no se preocupó demasiado. El primer mes calló tan rápido que no tuvo tiempo de despedirse de él; entonces, el agujero ya era demasiado grande y todo se llenó de arena que fue enterrando años rápidamente, y con los años rostros, voces sonidos, colores, sensaciones. Hasta que ya sólo hubo arena, amarillenta, y ella, con la vieja casa a sus espaldas y su mecedora, que era todo lo que le quedaba; lamentó aquel primer minuto que no supo apreciar, cuidar, proteger tanto tiempo atrás. Cerraba las manos con fuerza sobre los brazos de la mecedora blanca, para no perder contacto con lo único tangible que le quedaba, el último asidero para seguir agarrándose a su existencia. Y seguía meciéndose, eternamente, adelante y atrás, para que el desierto pudiera verla y oír el sonido de la mecedora, ñieeek, ñieeek, y supiera que ella estaba ahí, que seguía ahí, que aun existía y que esa noche o ese día tampoco podría tragarla.

Adelante y atrás, ñieeek, ñieeek. Un día salió de la casa con la mecedora y el desierto se cernió sobre ella. Se sentó en la mecedora y no se levantó más pues temía poner un solo pie sobre aquella terrible arena amarillenta, pensando que también se la tragaría a ella, así que se quedó en la mecedora, adelante y atrás, ñieeek, ñieeek. Al principio miraba hacía atrás para contemplar su casa y hablaba con ella, como si fuera una vieja conocida, y en la casa alguna contraventana oscilaba mecida por el viento, y ella se figuraba que la casa le escuchaba. Pero un día dejó de mirar hacía tras, sin motivo alguno, quizás por que el viento era cada vez más escaso pues estaba tan asustado que se dejaba notar menos cada día, hasta que por fin ninguna persiana se movió y la casa dejó de escuchar. Ella pensó que, quizás, cuando no son habitadas, las casas se duermen… o se mueren. Una lágrima se le escurrió por la mejilla y callo sobre la arena, y esta se la tragó, no la absorbió, no, se la tragó. Fue una lágrima empujada por el recuerdo de aquel viejo edificio en el que tantos momentos había pasado, ese espacio en el que forjó la mayor parte de su vida.

Tuvo muchas ganas de verla de nuevo, así de repente, después de tantos años, quiso posar la vista sobre sus maderas blancas, su tejado marrón oscuro, sus columnas también de madera sujetando el pequeño pórtico triangular. Así que, con mucho esfuerzo, comenzó a girar la cabeza lentamente, entre un tremendo dolor, pues su cuello no estaba ya acostumbrado a movimiento alguno. Allí estaba, la pintura blanca de la madera se había resquebrajado y ahora tenía un tono grisáceo, gastado, las ventanas ya no se movían y la mayoría de las tejas había desparecido. Ella sonrió, se miró las manos y las vio llenas de arrugas y pensó que la casa no era la única que había envejecido. Aquel edificio tan querido estaba cubierto de arena hasta la mitad, ya no podía verse la puerta y aquella mortal plaga amarillenta había llegado hasta el salón, la cocina, la biblioteca, subía la escalera y pronto llegaría a las habitaciones; donde años atrás había habido calor humano, voces, pasos, ahora solo había arena, polvo, el más absoluto de los vacíos. Giró la cabeza desolada y continuó meciéndose, adelante y atrás, ñieeek, ñieeek, con la mirada llena de lagrimas fija en el cielo rojizo y lejano. Bajó un instante la vista y vio que sus manos y sus pies, así como las patas de la mecedora, estaban cubiertos de pequeños granitos de arena, como si se tratase de avanzadillas previas a la gran evasión. Los granos le mordían la piel con insistencia, aunque no sentía dolor, respiro hondo, cerró los ojos y supo que el fin estaba próximo, y se sintió feliz, por que quizás fuera a algún lugar donde encontraría todo lo que la arena se había tragado. Así, esperó a que llegara el momento final en que ella fuese engullida también, esperó meciéndose, adelante y atrás, ñieeek, ñieeek...

Pedro J. Maza


CIRROSIS/TUMOR
Entro en tu casa, como y bebo,
Cierro los ojos impregnados del olor que de las paredes
Se desprende como yendo a otro pulmón negro.
Recuerdo peleas y discusiones sin cierre,
Dolor, odio y amor,
Todo siempre en la casa a la que siempre vuelvo.
Antes de irte sabía que iba a llover,
Despachaste tus verdades antes de irte.
No soy un hombre fuerte como aparento,
Cuando vuelvo a casa
Creo que es hora
De volver
A tener un charco dentro.

dANIEL l.-sERRANO

VICENTE Y LOLI
A la pequeña niña de cincuenta y cuatro años
Se le va su compañero de juegos.
Fueron cerca de cuarenta años.
Ahora que se tienen que decir adiós
Todos los años corren huyendo.

dANIEL l.-sERRANO

FINAL DEL VERANO
Siempre creí que yo moriría antes,
Por mis muchos vicios,
Que al hijo le enterraría el padre.
Ahora que dejas un hueco vacío,
A tus ojos parece que nunca me preocupaste,
Sin embargo, en mi recuerdo queda grabado:
Septiembre,
Final del verano.

dANIEL l.-sERRANO

HASTA LUEGO
Dame cerveza
Para que te llegue mi aliento
Cansado de mi ligereza
Al ver que nos queda poco tiempo.
Me gustaría subir las escaleras
Mecánicas del aeropuerto
Para así llegar contigo al cielo
Y despedirme allí
Con un "hasta luego".

dANIEL l.-sERRANO

ALGUIEN EN EL BLUES BAR
Es en ti en quien me apoyo
porque perteneces a mis sueños,
aunque apareces en los sueños de otro,
pienso en mi almohada,
que es lo que cuando despierto noto,
y digo tu nombre
mientras sé que mi padre muere, y lloro,
y te deseo a mi lado
pero sé que estarás en los sueños de otro.

dANIEL l.-sERRANO


Tiempo de silencio

Tiempo de silencio, tiempo para ver, tiempo para pensar. Nuestra existencia no es para siempre sino que la máquina algún día se para y nos dice hasta aquí hemos llegado amigo, es ley de vida. Por eso hay que disfrutar de nuestra parada por este mundo ya que el día menos pensado puedes dejar de disfrutar. Sinceramente cuanto más piensas sobre nuestra existencia, menos entiendes de ella. Que hacemos aquí, cual es nuestra función, porque hacemos las cosas tan difíciles, porque no pensamos en los demás… Simplemente y cuesta afirmarlo nuestra existencia y nuestra relación con los otros viene llevada por el interés (me gustaría que no fuera así, pero es cierto). Sino fuera así recapitular; necesitamos a los otros para subsistir, para comunicarnos, para expresar nuestros sentimientos, para reír, para llorar, para conocer. Esta afirmación expulsa por la borda el materialismo, si nosotros tuviéramos todo lo que quisiéramos pero no tuviéramos seres humanos a nuestro lado no seríamos felices, seguro, porque aunque hoy en esta sociedad del siglo XXI cueste admitirlo: nosotros los humanos somos lo más importante, y no el dinero, ni el superficialismo que nos venden cada día. Parece que se nos olvida, pero ante todo somos personas, de carne y hueso, con corazón y no máquinas como pretenden hacernos; debes rendir al 200% en tu empresa, debes sacar notas increíbles, debes ser el mejor en todo, pero no nos dicen debes preocuparte de los demás, debes ser capaz de emitir tus sentimientos, debes ser capaz de manifestarlos (no tiene cabida, el ser de este siglo no tiene sentimientos es un superhombre y nunca falla), en definitiva hoy más que nunca debemos reflexionar sobre el camino por el cual nos quieren llevar y el camino que nosotros queremos tomar, por ello es importante ser como uno es; humano, con virtudes y con defectos. Disfrutemos de nuestra humanidad y de nuestro sentido común, y de nosotros mismos compartiendo con los demás todo nuestro ser.

Jimmi Rizos


por Jesús


Siempre fue el pueblo
aficionado a los toros.
Están acostumbrados
a capotazos y engaños,
a puertagayolas y puyazos en el lomo
Los gobernantes de grana y oro
rezan a la virgen
de "lo ha hecho otro"
agitan sus pañuelos blancos
llenos de blanco polvo
y gobiernan toreando
llenándolo todo de mierda y lodo
El pueblo cornudo es cegado
por las brillantes luces,
mareado por canciones
a ritmo de amarillo y rojo.
Pueblo español sangras a borbotones
vida por los lomos
y caes aún en el engaño
de toreros vanidosos.
Despierta del sueño del opio
No sigas debilitando tus fuerzas de toro

PSICOPATO


Alcalá de Henares, 10 de julio de 2003.

Las flores muertas se han tragado la noche.
Desde las profundidades de la tierra estéril,
una enredadera de pesadillas espera la luz del día.
La vida, como una soga inmensa, entrelaza mi corazón y mi cabeza.
Y la lluvia que empapa mi rostro, trae un lodo amargo.
Soy la mujer que devuelve el espejo,
pero no la que camina 31 pasos al otro lado.
En mi vientre, la vida es un torrente que pasa,
un pozo ciego que grita más agua.
Sobre las ruinas de mi conciencia animales sangrientos engullen mi deseo.
Pero no espero nada, no poseo nada.
Y desde allí, desde ese lugar en ninguna parte,
emboto mis palabras y sueño que soy otra.

María Tobal


QUEDAROS

El precioso contenido de aquella pequeña caja blanca nacarada ya nunca volvería a ser disfrutado por la joven mujer que llevaba dos días llorando delante de ella. En ese último momento en que podía aferrarse con sus dedos, pesados, al tacto de la madera, y a través de ella mantener una corriente que le conectase con su tesoro ya irremediablemente perdido, ya no lloraba. Simplemente ya no hacía nada; su cuerpo estaba allí, su mente parecía perdida en el dolor. Tuvieron que moverla otras personas para poder continuar el rito, como se mueve a un maniquí ordenando sus movimientos con delicadeza. Aunque ella ya estaba rota desde hacía cuarenta y ocho horas atrás.

Los primeros montones motearon la caja de negro. Sin embargo debajo de la negrura, el blanco relucía. Además, las gotas de agua que gruesamente caían lavaban la tierra. Pronto las paladas fueron cubriendo ese gran joyero blanco. Y entonces cayó también una flor. La mujer le echó la flor. Una flor que había tenido en las manos sin darse cuenta de lo que tenía en ellas durante casi dos horas, casi dos años, y que ya no volvería a ver jamás. Ya no se veía la caja, enterrada bajo aquel barro oscuro.

La ceremonia concluyó. Ahora se acercaba el momento en que definitivamente había que separarse, romper físicamente el lazo que le unía a ello. Había que volver a casa. Nada más se podía hacer en ese lugar en el que quedaba para siempre parte de ella misma. Por su propio pie no podría haberlo hecho, pero muchas personas estaban con ella. Unos brazos fuertes, finalmente temblorosos, le agarraron y le rodearon. Consuelo y protección. También se compartía un dolor entre ambos seres. La mujer recibió un beso cálido, suave, en la sien, y sintió una lágrima correr por la mejilla. La lágrima no era de ella.

Por fin pudo dar ese primer paso. Rompió la mirada con la cual habría podido describir que le había sucedido a aquella caja durante cada uno de los segundos que habían llenado interminablemente esos dos últimos días. Quería saber donde quedaría, convencerse de que era un lugar agradable para su pequeño amor. El bosque de cruces de mármol se extendía hasta perderse de vista.

La gente empezó a despedirse y abandonar el lugar. El coche que llevaría a la derrotada pareja comenzó a revolucionar el motor. Hacia dónde se dirigían, las nubes tímidamente dejaban pasar algún rayo de sol y el cielo azul se adivinaba entre las nubes.

Por supuesto, ella le podía oír...

... ya nunca me verás los ojos verdes. Son como los tuyos. Me gustan mis ojos, mamá. Te quiero mucho, mamá. Mamá, tengo miedo. No puedo verte, y no puedo moverme. ¿Por qué estoy encerrado aquí?. Ha venido mucha gente pero me siento solo. ¿Tendré frío?. No me gusta el olor de la tierra mojada. Y los bichos, mamá, no me gustan. ¡Y no me los puedo quitar!. Mamá, ¿verdad que los bichos no se comen a los niños?. No quiero quedarme solo, no dejes que me pase nada, tu siempre me cuidas de las cosas que me dan miedo. ¿Por qué lloras, mamá?; y papá..., yo creía que siempre hacía bromas. ¿Ya no me va a hacer cosquillas en la tripita?. Los abuelos también lloran; la última vez que vi a yaya, me regañó. La perdono, díselo mamá. Me has dejado el osito y el bibe, pero está vacío. ¡¿Qué pasa, mamá?!. Tengo miedo y no me hacéis caso. ¡No me dejéis aquí solito!, ¡no me gusta este sitio!. ¡Mamá, papá...!

El triste aire del camposanto susurró algo a los oídos de esa joven pareja abatida que se alejaba de aquella tumba embarazada.

... quedaros.

-.Para mi padre, que ha sido un buen lector.-
[Vicente López-Serrano González (15/12/1950 - 24/11/2003)]

David López-Serrano Páez
Alcalá de Henares, 10-5-2002

por David y Daniel López-Serrano Paez


Adicción

Necesito más, lo sé
Sé que puedo, otra vez
Y otra vez más, ¿lo ves?
No me hace daño, me lo hago
Hago yo sólo. Pero no puedo
Hacer nada: no quiero
No quiero hacer nada
Vivimos: morimos; quiero
Morir así, no es tan
Malo, sonrisa en boca
Me gustaría morir así, no
quiero vivir así. Dame
más. Puedo aguantarlo;
ahora estoy más tranquilo,
quiero dejar de estarlo,
quiero estar nervioso. Si
no hay más, no podré ponerme
nervioso. Necesito ponerme.
Necesito ponerme y luego
Morirme porque no puedo
Vivir sin ponerme.

Javier Palou Ramírez


Interrogatorio #2: el amante de la víctima

¿Por qué yo? ¿Por qué a mí? ¿Qué tengo de especial para que juguéis conmigo? ¿O es acaso lo que no tengo? Me asusta salir de mi casa, hablar con la gente. Todos intentan aprovecharse de mí de un modo u otro. ¿Y los extraños? Ésos que me encuentro dos y tres veces en el mismo día. Parece que me estuvieran vigilando, en una maldita ciudad con millones de personas... Antes trataba de convencerme de que todo lo que me ocurría eran casualidades, pero son demasiadas casualidades. Cuando me mira una joven en un vagón de metro lo primero que pienso es: "umm, parece que le gusto", y lo segundo es: "quién coño será, que querrá de mí, ¿será uno de ellos? Analizándome, observándome, descifrándome para poder sacar de mi interior mis matemáticas y poder redactarme con las suyas".

Me vigilan. A veces pienso que pueden incluso leer mis pensamientos cuando estoy solo, escuchar mi voz. Pero por qué. Soy un conejillo de qué Indias. ¿Extraterrestres jugando con las personas como jugamos nosotros con videojuegos? ¿Un nivel 13 quizá? Tal vez haya visto demasiadas películas, leído demasiados libros, y haya roto las fronteras de la imaginación. Pero no estoy loco. ¿Por qué me queréis loco? No estoy loco, estoy solo. Solo en mi comprensión, solo en mis actos, en mis palabras; solo en mi paranoia, en mi mundo.

¿Por qué nadie me cree? Alguien entró en mi casa mientras dormía y rompió mis discos de vinilo. Todos. Estaban hechos trizas. Yo no los hice trizas. Los adoraba. Que no me acuerde de nada no quiere decir que lo hiciese yo, me quedaría algún tipo de reminiscencia en la cabeza de aquel acto. Lo último que recuerdo fue que iba hacia mi casa solo y borracho en el autobús y cuando desperté... allí estaban, en la habitación de al lado, descuartizados. Peggy Lee partida por la mitad, Duke Ellington sin cabeza, John Mayall pidiendo auxilio... pero era demasiado tarde para él, el mejor celofán no le habría devuelto la voz. Y mis pantalones estaban junto a ellos. No tiene sentido. Si llegué y me acosté y toda mi ropa... mis botas, mi jersey, mi camiseta, estaban junto a la cama, qué hacían allí mis pantalones, si no para implicarme en aquel asesinato. Si entró alguien en mi casa, sin forzar la cerradura, y no me degolló, ni robó nada de valor, qué otro objetivo podía tener mas que el de volverme loco... ¿y por qué? Pero no podrán conmigo, yo sé que no lo hice... me acordaría de algo.

Y si lo hice... ¿cuál sería la razón por la que yo destrozase una de las cosas que más quiero? No tiene sentido, a menos que haya otra persona en mi interior totalmente opuesta a mí, alguien a quien no pudiese controlar. Alguien peligroso dentro de mi cabeza. Ir a un comecocos a que me lo sacase sería aceptar que no estoy bien en la cabeza, que estoy paranoico, o esquizofrénico. Pero no lo estoy, es en lo que tratan de convertirme. ¿Que quiénes?

¿Quiénes son ellos? Si lo supiera no estaría así, sabría hacia donde dirigir mis sospechas, sabría a quién dejar a un lado de ellas, pero no puedo confiar en nadie. Nadie absolutamente con quien compartir mis pensamientos. Y si no puedo confiar en mí tampoco, ¿ganarán ellos? ¿en qué me convertiré? ¿me curaré por fin de este miedo? Perdido al final en un mundo interior de tinieblas y pesadillas, loco, como siempre ha sido y debe ser. Sólo tengo por perder la cordura, ni el valor ni el orgullo ni la dignidad, sólo la cordura. Un tesoro en un mundo como éste, hundido en la niebla, condenado a ver hasta 10 metros, y en la distancia divisar luciérnagas de metal, bombillas en la oscuridad, sueños en el abismo negro de la codicia y el poder.

¿Quiénes son ellos? Una idea. ¿Quiénes son ellos? Un propósito.

Yo no lo hice, ¿por qué iba yo a hacerlo? Yo la quería. Me acordaría de algo. Pero no, ni siquiera su cuello entre mis manos pidiendo auxilio, eso sería algo que seguramente se quedaría clavado en cualquier cabeza. ¡Soy humano! Estoy seguro de que me acordaría. El alcohol no me haría olvidar algo así, es imposible. No soy un asesino. Yo no la maté. Era poesía para mí, arte, yo amo el arte. No sería capaz de romper un disco, ¿por qué iba a estrangularla?

Cuando me desperté estaba a mi lado, fría, y le puse otra manta por encima. Me levanté para desayunar, vi los vinilos, volví al cuarto, y me di cuenta entonces... de que estaba muerta.

A.cordero


LO QUE TE DIGO
Nunca me digas que me vaya
Cuando ya me voy,
No es necesario,
Porque me voy.
Yo te decía que te amaba
No para cambiarte,
Ni para que yo sea tu contrario,
Sino porque te quiero
Siempre
A mi lado.
No quiero que me ames
Sin enamorarte,
Ni tener caricias falsas,
Ni tenerte cerca pero distante,
Te quiero como te conocí,
Tal como te escapas
de mí.
No me digas que me quieres
Cuando no me amas,
Aunque no lo dirás,
Pero me lo imagino,
Y vivo
De mucho desear
Quereres
Y quereres.

dANIEL l.-sERRANO

DECLARACIÓN DE INTENCIONES
Ni una noche sin ti,
Ni un día,
Que no me den a decidir
Entre no tenerte u olvidarte,
Porque has de estar aquí,
Y si no estás
No puedo vivir.
Se muere mi padre,
Y pronto será tierra y ceniza,
Pero tú,
Tú,
Mi guía,
No te despidas,
No te puedes despedir,
Mientras te quiera,
Mientras quieras,
No te alejes
De mí.

dANIEL l.-sERRANO

NIDO
Era un nido que a falta de paja
Se construyó de agujas.
Al pájaro cuando dormía
No le pasaba nada,
Pero si se movía,
O si despertaba,
Todas las agujas
Se le clavaban.

dANIEL l.-sERRANO


por Jesús


-Aprieta, aprieta el paso que nos están siguiendo.

Empezó a caminar más deprisa a la vez que se tocaba aquella cicatriz de la cara. No podía tener un buen recuerdo de aquellos bastardos.

Doblaron un par de esquinas y pronto se adentraron en el barrio chino. El olor de los puestos de comida no era tan intenso aquella noche debido a una incesante lluvia.

Aún así había un gran cúmulo de gente y era difícil abrirse el paso entre la multitud.

Giró la cabeza y consiguió descubrir el sombrero que llevaba el más alto de ellos. Aún seguían tras ellos, pero gracias a la corpulencia de su amigo podían avanzar más rápidamente. Y cuando llegaron a una zona menos poblada, volvieron a torcer y empezaron a correr, aprovechando que sus perseguidores todavía seguían en mitad del bullicio. Se le estaba acelerando cada vez más el corazón. Volvió de nuevo la cabeza. Parecía que les habían perdido de vista. Pero de repente su compañero cayó al suelo desplomado. Él se quedó inmóvil mirándole fijamente, allí tendido. No podía pensar y parecía que el tiempo se había detenido. Pero volviendo en si vio que del cuerpo caído salía un rastro de sangre que se mezclaba con el sucio agua de los charcos. A su amigo le había matado una bala que había salido de no se sabe donde y le había atravesado la cabeza. Sabía que si permanecía allí podía correr la misma suerte. Así que muy a su pesar tuvo que dejar el cuerpo allí tirado y salir corriendo, con lágrimas en los ojos y en una dirección por la que no sabía dónde llegaría a parar.

Mientras corría no podía dejar de pensar qué iba a hacer a partir de ahora sin su compañero. Pero el miedo no le permitía hallar una solución. Lo único que lograba hacer instintivamente era seguir corriendo por las mal iluminadas calles de aquella parte de la ciudad.

Después de un buen rato tuvo que parar fruto del cansancio. Había recorrido calles estrechas, sucias, sin encontrar una vía concurrida. No había conseguido cruzarse con nadie. No sabía qué hora era, pero parecía pasar algo raro. La verdad es que no tenía ni idea de dónde se encontraba.

Siguió andando y calle tras calle descubría que todas eran iguales o al menos eso le parecía a él.

Pasó otro largo rato deambulando hasta que sus piernas y su cabeza se lo impidieron, fruto del cansancio. No podía hacer nada, sólo esperar a que se hiciera de día. Intentó buscar un sitio donde refugiarse, pues ni siquiera había dejado de llover. Casi no había notado que estaba totalmente empapado. No era de extrañar. Sólo podía pensar que su amigo yacía muerto y que parecía estar en un lugar que no tenía salida.

Se puso a caminar de nuevo pero no encontró ni un mísero portal, ni un triste tejadillo. Se encontraba rodeado de calles perpendiculares, reinadas por edificios de ladrillo en los que hasta las ventanas estaban tapiadas. Tampoco había ninguna puerta, y empezó a preocuparse seriamente. Aquello era demasiado extraño.

Decidió que torcería a la derecha en el próximo cruce de calles. Cuando de repente a lo lejos le pareció ver una boca de metro. Empezó a correr para cerciorarse rápidamente.

Cuando llegó, bajó las escaleras frenéticamente. Se sentía mareado y sus rodillas vacilaron un poco mientras descendía hacia las taquillas. Pero todo seguía siendo raro. ¿Cómo podía ser que allí hubiese una estación? ¿En medio de la nada? Llegó al final de las escaleras y para su sorpresa, ni siquiera había taquillas sino que directamente se encontraba el andén. En seguida llegó un tren y él era el único pasajero que se subiría en esa parada. Se abrieron las puertas y para su sorpresa estaba todo el vagón ocupado. Sintió alivio. Por fin y después de no sabía cuánto tiempo, volvía a encontrarse con gente. Pero tardó poco tiempo en darse cuenta de que aún así había algo que no era normal. Todos los asientos estaban ocupados, no había ni uno libre, y él era el único que debía realizar el viaje en pie, y por eso la gente le miraba. Todo el mundo le miraba a él. No se atrevía a recriminar a nadie que le estuviesen mirando, así que lo más inocente que se atrevió a preguntar fue que hacia dónde se dirigía aquel tren, pero nadie le contestaba. Empezó a ponerse muy nervioso y casi al instante por la megafonía parecía que se anunciaba la siguiente estación:

-Próxima parada...

Pero cuando iba a escucharse el nombre, la luz se fue y el tren comenzó a detenerse. Se aferró a una de las barras pues no se veía nada. Pero tampoco escuchó murmullo alguno de la gente. Instantes después la luz volvió al vagón y para su sorpresa, estaba vacío, había desaparecido toda la gente.

Ya no podía más. Se iba a volver loco.

Se sentó. Intentó buscar desesperadamente una razón, una respuesta a lo que estaba sucediendo. Pero casi no tuvo tiempo ni para eso. En seguida el tren se puso nuevamente en movimiento. A la vez que iba cogiendo velocidad el tren tomaba una pronunciada curva. Y seguía tomando más velocidad, y seguía la curva, de tal manera que estaba casi estampado en los asientos sin poder moverse. Hasta que sin tener tiempo de reacción, el tren frenó en seco, haciendo que saliese despedido y que fuera a golpearse contra una de las barras con lo que acabó desmayado en el suelo.

Cuando despertó las puertas del vagón estaban abiertas y de nuevo se encontraba en una estación. Se levantó aturdido y comenzó a caminar. Era una estación como aquella en la que se había subido. Subió las escaleras casi por inercia. Mientras subía oía que había bullicio en el exterior. Casi había llegado a lo alto y descubrió que todavía era de noche y seguía lloviendo. Cuando, sin darse cuenta, la visión que se le formó ante sí le dejó paralizado. Era su amigo. Estaba allí, de pie, sin un solo rasguño y sin dejarle apenas un segundo de tiempo le cogió del brazo y le dijo:

-Aprieta, aprieta el paso que nos están siguiendo.

Al instante se tocó la cara y se dio cuenta que tenía una nueva cicatriz.

Javier Barrios


por Jesús


La máquina de escribir estaba cogiendo polvo encima de la mesa y yo permanecía tumbado en la cama, esperando la inspiración. El calor era agobiante y en la nevera no había ninguna cerveza ni nada bebible que me quitase aquella maldita sed. El sudor empapaba la cama y notaba que tenía fiebre. "Dónde van los muertos sino bajo tierra, donde hace fresco. Follar sobre una lápida, sintiendo el frío en el culo; entrar y salir, follar. Ese es el término. Al menos follar. Encima de una lápida o en una cama en una habitación a cuarenta grados. Qué coño importa el medio, lo importante es el hecho, follar".

En una habitación blanca, en cualquier lugar donde no desees estar, había un crucifijo. La cruz de madera y Cristo de plástico intentando imitar el marfil. "¿Dónde coño queda el infierno?" El sudor recorre mi espalda y me siento enfermo. Cristo, plástico pegado a una cruz, habla:

- Te ves patético.
- ¿Yo?¿Y tú? Que te dejaste crucificar, eso si que es patético.
- Era para salvar a la humanidad.
- ¡Joder! Salvar a la humanidad... La huumanidad merece ser barrida por una guerra nuclear.
- Eres una persona condenada.
- Tú eres estúpido. "Padre, perdónales pporque no saben lo que hacen". Si hubieras sido inteligente hubieras gritado "Arrásalos". Y lo de "Padre, ¿por qué me has abandonado?". No me llames a mi patético.
- Está ahí, pensando en lo que pudo ser y no fue, viviendo amargado.
- Jódete.
- Masturbándote con esas revistas, pensaando en poseer a alguna de esas mujeres.
- Jódete.
- Pero lo peor es cuando piensas en ellaa, esa chica rubia llamada...

Agarré una silla y la estampé contra el Cristo que se partió cayendo al suelo. Había rematado a Cristo, pero él ya estaba muerto. De su cuerpo de plástico brotó sangre. Tal vez no, puede que fuese mi imaginación y el delirio, tenía fiebre y sudaba. Me acordé de ella. "Estás bien así, muerto por gilipollas". Una punzada en el estomago me hizo caer al suelo. Un espasmo, dos, ardor en el estómago y el dolor punzante. Vomité sangre sobre el suelo y caí de espaldas. En el techo una lámpara, una mosca presa en una telaraña y la araña que se acerca a su víctima. El fuerte y el débil. "La araña nunca me ha molestado, sin embargo la mosca sí". En la calle no hay nadie, nadie pasea a las tres de la tarde con este calor. En mi habitación vuelvo a tumbarme en la cama. La máquina sigue cogiendo polvo. La fiebre me hace delirar. Artaud decía que el arte existe gracias al delirio. Y al final le dieron electrochoques. Luego el médico que le trató era llevado a las tertulias televisivas como si fuera un héroe. ¡Él era el hombre que mató a Artaud! Un aplauso para el hombre que acabó con Artaud. Buscadle y estranguladle. Pero seguramente esté muerto. También lo están Chinaski y Bandini, y todo los demás.

- Vamos, chico, ahora te toca a ti. Escribe algo. - No estoy preparado todavía.
- ¿Acaso lo estaban los demás? Vive, coñño, no te abotargues.
- No puedo.
- Eres mejor que todos los mierdas que hhay ahora.
- No sé cómo hacerlo.
- Corre a la maquina, yo te ayudo.

Frente a la máquina se pierde la euforia, otra vez miedo y vuelvo a estar sólo. "Estoy jodido". Sólo me sale eso. Sudo y siento que me mareo. "Jodido, muy jodido". No puedo. Vuelvo a tumbarme en la cama y espero a que regresen mis fantasmas. "¿Dónde estás?" Nada. Estoy solo. Tengo que irme de esta ciudad; de las alcantarillas rezuma patetismo y al final me volveré como el resto de la gente. Ella me dio dos besos, seguramente no significaban gran cosa.

- Lárgate de aquí. - ¿Has vuelto?
- Estaré siempre contigo, me caes bien. Vuelve a la maquina.
- No puedo.
- Entonces lárgate de esta ciudad y vivee. Se una maldita esponja y escribe un buen relato.
- ¿Qué coño es un buen relato?
- Un buen relato es aquello que tiene seentimiento.
- ¿Y cómo se logra eso?
- Creyendote lo que escribes.
- Ya lo hago.
- ¿Entonces a qué esperas?

Vuelvo junto a la máquina de escribir y tecleo fuertemente sin fijarme en lo que pongo. El sudor frío recorre mi espalda y noto que mi respiración se hace pesada. Cuando paro leo lo que he escrito:

"Las calles de la ciudad estaban vacías. Todo cuanto veía, los edificios, los monumentos, le era indiferente. Ya sólo quería llegar a ningún sitio..."

Otra vez en blanco, sintiendo los mareos y las ganas de vomitar. "¿Dónde acaba el delirio y comienza la realidad, Artaud? ¿Dónde están todos? Muertos. Y a quién le importa. A nadie. A mí mismo me resbala lo que ocurra en cualquier otro rincón del mundo. Yo sigo en mi habitación a cuarenta grados, sintiendo que todo se me viene encima. ¿Qué me importa Cuba? ¿Qué me importa que en Estados Unidos ahora mismo esté siendo asesinado alguien? ¿Qué en Madrid alguien se esté desangrando víctima de un navajazo? Qué más da, a nadie le importa. Sólo cuando uno mismo es la víctima parece que el hecho deja de ser cotidiano e indiferente, cuando realmente a nadie le va a importar una mierda lo que te pueda ocurrir".

F.Huerta


por Ramón


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