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por Franz


por Jesús
Aquí estamos otra vez

A alguien le estará sonando raro eso de aquí estamos otra vez y número 1, pero es que antes hubo un número 0. Lo sacamos en septiembre del 2001, el retraso de este se debe a que la gente es perra por naturaleza y los que escriben mucho más (y mejor no hablar de los dibujantes).

Seguimos autofinanciándonos (bonito ‘palabro’), por eso no hay anuncios de bares, papelería o whiskerias; así que si no te estás ya limpiando el trasero, te recomiendo que guardes esto para un caso de emergencia (somos comprensibles), es mucho mejor limpiarse el culo con cualquier periódico de tirada nacional (o local) y ver como se mancha la cara de [elige tu personaje] que te cae mal, muy mal.

En el número 0, dábamos el porque del nombre del fanzine. Una noche de borrachera se aparece Dios a dos tipos y... En este, habría que decir el porque de la portada. Si todos fuéramos gallegos la cosa se complicaría. El tipo al que representa (mal que bien) es Charles Bukowski, Hank para los amigos. Mitad cabezonería, mitad homenaje desde el más acá al más allá, si es que existe. Una especia de gracias del que escribe porque Bukowski apareció cuando había demasiadas preguntas sin respuesta.

Es por aquella misma época que cayó en mis manos uno de esos discos que te dejan ‘marcao’, tal vez porque me ofreció respuestas o porque la realidad del momento parecía tomar forma entre las letras que el cantante, un tipo de voz rasgada y curtida en bares, se empeñaba en cantar durante horas y horas. El disco en cuestión era “La Cuenta Atrás” de Los Enemigos. Ya ven que todo esto no es más que un homenaje del que escribe a sus antihéroes, pueden pasar de página. Los Enemigos dijeron adiós hace un año y un mes, 7 de Abril 2002, cerraron su trayectoria abarrotando la sala La Riviera durante 3 días seguidos; lo dejaron en su mejor momento y eso es algo que alabar ahora que se ve tanto ‘arrastrao’. En un momento en que la música parece ser un producto enlatado para consumo rápido (¿comida basura, música basura?), se empiezan a echar de menos las letras y el sonido característico de la Stratocaster de Josele, la guitarra perfecta de Manolo y la base rítmica contundente que imprimían Fino y Chema ‘Animal’. El que teclea hubiera esperado que esto no llegase tan tarde, pero la gente es perra por..., así que:

Gracias, Enemigos, por que el disco nunca deja de girar.

El Emporio Demente


A Mike le conocí en Escocia, aunque ya lo había visto antes muchas veces. Lo había visto en esas películas sobre el Lago Ness en las que un yanqui quiere descubrir al monstruo de marras y es recibido a palos por los lugareños. Mike es uno de esos pueblerinos escoceses que en esas películas siempre salen encorvados sobre la barra del bar, con la cerveza eternamente en las manos, como si quisieran ver en ella un camino, un pasado o un futuro que perdieron hace ya mucho tiempo.

En casos como el de Mike los estereotipos cobran vida y te das cuenta que el cine no siempre miente, porque esos escoceses cazurros, cerrados, toscos, realmente existen, desde hace tanto tiempo como las montañas y los lagos, incluso existen antes que el jodío monstruo. Lo que en las películas no se explica es que todos los Mikes llevan veinte años trabajando de sol a sol como friega platos en un restaurante, veinte años con las manos metidas entre ollas sucias y grasa. Lo que en las películas tampoco vemos es que el Mike de turno tiene ya casi cincuenta años y ni un solo amigo de verdad más que su cerveza, que ha olvidado cuando fue la última vez que una mujer sintió interés por él sin que tuviera que pagarla, que se ha dado cuenta que su mano es su única amante desde hace demasiado tiempo.

Esa es la existencia de mi Mike. Escondido tras sus cacerolas, en su mono gris, encorvado, deambulando por la cocina sin rumbo fijo como un alma en pena, entre los chavales que le aprecian, pero no pueden evitar reírse de él. Cacerola va, cacerola viene, año va año viene. Recuerda todos los chicos que trabajaron junto a él, entre ellos un servidor, durante un mes, dos, un verano a los sumo, y que luego se fueron, los recuerda día a día y se pregunta por qué no se fue él también.

Es un hombre sencillo en un mundo que ya no lo es, por eso quizá se refugia en su cocina, en su cerveza. Es la cocina de un restaurante italiano, y hasta para eso tiene mala suerte, porque a Mike no le gusta ni la pizza ni la pasta, es un tipo corriente y le gustan las cosas corrientes que su tierra le brindó cuando era un chaval, así que cada tarde, como si de un ritual religioso se tratase, metódicamente, se prepara su cena, siempre la misma, judías, patatas asadas y pastel de carne. Luego se retira a su habitación, a su pequeño cubículo y lo devora lentamente, tranquilo, saboreando uno de los pocos placeres que le deja disfrutar la vida.

A Mike sus jóvenes compañeros de trabajo le toman por loco. Pero Mike no está loco, está cansado; cansado de la rutina, de un trabajo esclavo, de la soledad, del fracaso, de que el Newcastle, su equipo, no gane nunca nada, de su triste habitación que se cae a pedazos. Muy cansado. Pero no se rinde y sigue día a día luchando contra la nada, como una auténtico escocés, y es que Mike es escocés, de pura cepa, fuerte, robusto, rudo, pero noble, sencillo y puro, como su tierra y en sus ojos puedes ver el gris del cielo encapotado. Sigue y sigue, y con cada cacerola que levanta se le escapa un leve, casi inapreciable gemido que le sale directamente desde los riñones, pero aún tiene fuerzas para sonreír, para charlar contigo y hacer que te sientas como en casa.

Entre rato y rato ve el fútbol en la tele, juega a la petanca, se toma una cerveza y te demuestra lo que realmente lleva un escocés por dentro, mientras besa un billete de lotería como si del Santo Grial se tratase.

Yo ya he dejado ese curro de mierda y he vuelto a España. Pero desde aquí no me olvido de mi amigo Mike y rezo para que ese billete de lotería sea premiado de una vez, o para que el Newcastle gane la liga, o para que Mike gane a la petanca, o para que, por lo menos, esa cerveza le sepa de puta madre.

Pedro J.Maza


La libertad nunca suena como la esperabas

-Tengo que trabajar todo el fin
de semana –dijo la mujer de la falda verde.
El hombre de la corbata dijo que él también.
Y la mujer dijo que le pagaban poco.
Y el hombre que cuánto.
Y así siguió y siguió...
Y el chico de la gorra se estaba comprando
un coche
y lo acababa de pagar dentro de 2 años.
Pero el hombre de la corbata ya tenía coche,
pero no tenía gasolina.
Y una mujer iba a limpiar portales
y leía revistas de prensa rosa
y la gente a su alrededor echaba miradas furtivas
a su revista
para saber con quién se había casado tal actor
y que coche usaba tal modelo
y cuánto ganaba al año el ministro de interior,
y a nadie realmente le importaba,
pero sus vidas eran demasiado aburridas...
-Me he comprado este vestido nuevo –dijoo la del vestido rojo.
-Te queda muy bien –dijo la compañera. YY era
un vestido horroroso.
Y yo le miraba las piernas a la de la falda verde,
que la tenía abierta hasta el muslo,
y tenía unas piernas muy bonitas,
pero sus ojos parecían conchas de mejillón.
Y un hombre tocaba la guitarra.
Y ella dijo:
-Tengo que ir al gimnasio esta tarde. Y yo pensé que le sentaría mejor un psicólogo
o un cirujano, o unas vacaciones.
Y dos amigos hablaban de fútbol.
Y yo pensé que me estaba volviendo loco
y que tenía que salir de allí,
pero no sabía como.
Y el vagón seguía trotando como un ciempiés...

Y me recliné contra el cristal y cerré los ojos
mientras pasaba un tren en dirección contraria.
Y mis labios dibujaban una sonrisa
porque hay veces en que el único sonido agradable
es ese maravilloso estruendo;
ese susurro del relámpago;
esa sobredosis de decibelios;
ese tren que pasa a tu lado
como salido del mismísimo infierno,
rugiendo como 100 leones,
y que, por unos
segundos,
consigue que conozcamos
la sordera.

A.cordero


Lucas 18, 16

Mas Jesús, llamando a sí los niños, dijo: Dejad venir a mí los niños, y no se lo vedéis; porque de ellos es el reino de Dios.

Hay quién apunta que aquel año estaba resultando ser especialmente caluroso y que la noche anterior hubo luna llena.

por PaulinoHacia las 16:00 horas, las madres ya estaban esperando a que las puertas se abrieran para dar paso a la salida de los niños. Algunas se percataron, no sin cierto disgusto, de que algunos críos estaban corriendo y jugando por los pasillos de la escuela. Ante el jaleo, la directora salió de su despacho, y reconociendo a los niños se dirigió hacia el aula donde deberían encontrarse en ese preciso instante. Ya era una irresponsabilidad que anduviesen sueltos por los pasillos, pero que encima lo permitiera justo a la hora de la salida, con todas esas madres hienas al acecho dispuestas a abordarla a la menor oportunidad, era un mal colofón para su jornada laboral. Intentaba escoger la excusa mientras entraba en la penumbra de la clase. La directora fue la primera persona adulta que encontró el cadáver en el aula de 3 a 4 años; fue muy traumático, no supo que opinar, no encontró una explicación lógica a lo sucedido. Nunca.

Nadie extraño había entrado en el recinto.

9:00 a.m. En ese parque nunca había visto niños. Nunca reparas en algo así, pero hoy vas sin acompañante en el coche de camino al trabajo y mientras esperas el color verde del semáforo miras por la ventanilla. Es curioso como durante años todo te parece normal y ordinario, pero de repente, en un instante, te prende la chispa en el cerebro. ¡Nunca has visto niños en este parque!. Los columpios están nuevos, la arena está en el terrero, limpia arena de río. No hay excrementos caninos o cristales de botellas, que son cosas que normalmente uno se espera encontrar en un parque infantil. Por eso no dejas a tus hijos rebozarse en el suelo. Bueno, al fin y al cabo es muy temprano para que haya niños en la calle, y si está cuidado será porque... porque Dios así lo querrá. Y sin embargo, al volver por la tarde, el parque sigue estando vacío.

...estás en tu dial favorito, hace calor, es muy pronto, y te dispones a escuchar "Suspicious minds" del gran Elvis...

Estas cosas siempre ocurren en poblaciones pequeñas.

El atroz suceso apenas se conoce. Se tuvo mucho cuidado de que no se difundiera por los medios de comunicación; es tan incompresible, tan antinatural, no es fácil asumir una cosa así. Nadie cree que algo de esta naturaleza sea verídico. No es creíble, y sin embargo ocurrió. Por otro lado, las características tan especiales del asesino, hace que todo se sopese mucho más que en un asesinato normal: el tratamiento de la información, su identidad, su estudio, la inserción social, el castigo... Además la ley le protege su imagen e identidad expresamente. Ya no se sabe que pensar sobre las cosas después de vivir algo tan terrible. El mundo, el destino, la fe, el ser humano, la mente, los niños...

El asesino se encontraba en un aula infantil.

Los padres quedaron destrozados, claro.

Como todos los días, llegó diez minutos antes de empezar la jornada. El educador abrió la clase, subió las persianas, colocó alguna silla, guardó algún muñeco, y recibió a 18 alumnos de entre 3 y 4 años de edad hasta las 9:30, momento en que las puertas del centro se cerraban. Durante la asamblea se pasó lista, hablaron, cantaron una canción que llevaban aprendiéndose hacía unos días y comentaron la actividad que iban a realizar. Iban a pintar con pintura de dedos y a hacer estampaciones con sus manitas. A algunos les daba reparos meter la mano en los botes con pintura. Como todos los días. Esta vez ni siquiera se pelearon por disputarse los mismos cojines para sentarse en la alfombra. Siguió la jornada. Desayunaron, fueron al servicio, salieron al patio, se lavaron las manos, comieron, durmieron la siesta..., y asistieron a una muerte violenta...

Instantes antes, al verles dormir juntos sobre las colchonetas, hubiera sido difícil imaginarse lo que estaba a punto de ocurrir...

9:00 a.m. (bis). Cuando tienes que improvisar un recorrido alternativo y llegas tarde al trabajo te pones nervioso y dejas de atender a lo que pasa a tu alrededor. Pero hoy llevaba acompañante, y éste si se fijo. El parque se había hundido, y en la calzada se abrió un socavón de un diámetro considerable. No se imaginaba nadie que el subsuelo estuviera hueco, al fin y al cabo no vivían en la capital. Los técnicos dicen que es una zona de acuíferos y eso explica por ejemplo algunas humedades de los edificios de la zona. Al copiloto le recordó los dibujos animados de Bugs Bunny, cuando el conejo avanzaba bajo tierra e iba haciéndose camino a través de un túnel. Sí, si existieran conejos de la suerte de más de dos metros de envergadura, sin duda uno de ellos había pasado por aquí esta noche.

...estás en tu dial favorito, hace calor, es muy pronto, y vamos a escuchar a Su Satánica Majestad. Hummm, ¿Qué hay de nuevo, eh, viejo? Busco al pato Lucas...

Tenía 4 años cumplidos y perfil de líder. Era un buen chaval, muy simpático y extrovertido. Fue el primero en despertarse. Se incorporó y, con semblante serio, se quedó mirando fijamente al educador, que se encontraba archivando algunos dibujos de los niños en sus carpetas. Al reparar en él, éste le saludó y le dijo que fuera a hacer pis y lavarse, pero aquel ni se inmutó. El maestro se lo repitió y de nuevo no hubo reacción; se dispuso a acercarse a él para animarle a hacer aquella rutina diaria por si todavía estaba adormilado, y, como si le fueran presintiendo, cada uno de los demás alumnos se fue despertando llorando, uno por uno. El agudo llanto de diecisiete niños ocupó el estridente silencio de uno de ellos. La confusión se adueñó del adulto y el ruido le machacó de una forma excesiva.

- Un niño no puede hacer eso, ¡por Dios!. Usted es médico, psiquiatra, o lo que sea... díganos que no es posible.

- Bien, es difícil creer algo así, por supuesto. Lo que hicieron, por otra parte, fue un acto llevado a cabo por dieciocho... eh... niños... pequeños... Bueno, creemos que su comportamiento tan anormal, y tengo que decir que inexplicable aún para mí y mis colegas, fue una especie de ataque de ansiedad colectivo, tal vez el desencadenante fuera una pesadilla y la histeria se contagió; además a esa edad todavía no hay una conciencia moral... es posible que solo se estuvieran... divirtiendo... estuvieran liberando su Ello; perdonen, no entienden de qué les hablo, ¿verdad?... bien, eh, lo que podemos asegurarles es que no son asesinos, simplemente niños que se dejaron llevar por un frenesí cuyas consecuencias no fueron capaces de controlar...

No era raro que un niño llorara, tras las siestas siempre hay quien tiene mal despertar. Las persianas todavía estaban sin subir, y era la única clase que no estaba comunicada con las demás. Nadie acudió.

Sintió miedo. ¡Miedo de unos críos!.

Le rodearon y él les intentó apartar con violencia. Nunca antes había pegado a un niño. Entre todos le tiraron al suelo. Cuando cayó y se golpeó fuertemente la cabeza, tuvo una pequeña conmoción. No era capaz de entender nada, y las voces le confundían, no le dejaban pensar.

Silencio. Los nenes están contemplando un insecto extraño nuevo para ellos. Que sean protagonistas de su aprendizaje. Que experimenten. ¡Que le corten la cabeza!. Apenas empezó a articular, sin voz, la palabra so...cO...RRO y ellos estallaron en risas y golpes. Recibió patadas por docenas, le pisaron el vientre, la cabeza, los genitales, las manos, cada vez le costaba más zafarse y esquilmarles algún golpe. Dolor. Cada vez le costaba más moverse para defenderse. Extenuación. Llegó un momento en que solo pudo taparse la cara y encogerse sobre sí mismo. Súplica. Por favor, por favor, por favor.

Don Federico
mató a su mujer,
la hizo picadillo
y la puso a remover.
La gente que pasaba
oía ¡ras!
Y era la mujer
que bailaba el cha-cha-cha
cha-cha-cha
cha-cha-cha-

¿Qué me dice acerca de los cambios físicos? Hoy si he notado que el color de su pelo está cambiando, y he visto el vello de la espalda.

-No hay una explicación científica, algún tipo de somatización de lo que pasa por su mente... no lo sabemos. Sin embargo, nos gustaría seguir este caso con verdadero interés, y la evolución de cada uno de estos niños. Sería conveniente que, por ahora, pasaran esta situación tan traumática en un centro especial donde se les atendería adecuadamente y nosotros pudiéramos...

-No se llevaran a mi hijo.

-Sí, llévenselo...

-¿Cómo?, pero ¿qué dices?... no puedo permitir que a nuestro hijo...

-¡Eso no es mi hijo!. ¡Llévenselo!, ¡llévenselo lejos!... mi Lucas no es eso...

"Comenzad, pues, por estudiar mejor a vuestros alumnos, pues hoy seguramente no los conocéis (...)" (Rousseau)

Los niños mataron al educador.

Cuando la directora se disponía a llamar a la policía vio como algunos niños plasmaban sus manos manchadas de rojo en las paredes del vestíbulo. Toda la pared decorada con huellas de manos infantiles rojas. Manos homicidas, culpables, y manchadas de rojo.

-¡Que alguien detenga a esos malditos animales! -no pudo mantener la calma. El cuarto cigarrillo (ESTÁ EN UNA ESCUELA INFANTIL, NO FUME POR FAVOR) se le escurrió entre los temblorosos dedos. Las madres estaban aturdidas.

-No hizo faltar tapar las huellas. Era pintura de dedos.

David López-Serrano


TÉ CALIENTE PARA NADIE

Mírala,
va fumando y conduciendo,
mientras tira la ceniza por la ventana
de su auto nuevo.
No hay quien la pare de un país a otro,
sin detenerse demasiado en las ciudades.
Londres la supo a poco
y se marchó a Casablanca.
Parece una nueva nómada de nuestros tiempos.
No, no hay quien la pare.
Cuando regresó a Madrid no paró
hasta el sur de Francia.
Es una auténtica mujer de ideas claras,
aunque a veces dude y se canse de su auto nuevo.
De Praga no habla
y de Bolonia aún nada sabe,
pero mírala,
nadie diría que deja algo atrás.
Todo lo lleva consigo,
salvo las noches del Soho o el Hyde Park,
las cafeterías de Alcalá de Henares,
las noches de Rabat.
Mírala,
va a donde no ha ido,
a buscarse
o a donde nadie la pueda encontrar.
Se cansa pronto de algunos lugares,
pero mírala en su auto nuevo,
yendo por las carreteras que desea,
sin saber qué deja atrás.

dANIEL l.-sERRANO


Crazy, be crazy,be crazy...
Blanquea el tabique una nube tumbada,
yaciendo en la tapa del despojadero
atrapa el velo y escala eternamente,
arropa la vida con la vida
So much,so much,so much...
Acaricia y baja siempre curiosa,
la mano del que se aburre en la acción
y una fuente-abrevadero alimenta mi inocencia.
Bebe ahora y medita.
Liquid show, liquid show, liquid show...
Gira el mareo, me acogen los dioses,
es una mirada que dice,
que el viento me abraza (amantes)
y es como hacer el amor en el cielo
Dance...music,music,music...

PERIPLANETA


EL VIAJE

Camino incansablemente, pero no consigo llegar a ese ansiado lugar que no vislumbro a lo lejos. Mis piernas se rebelan y me obligan a detenerme, sufro un fuerte tirón y empiezo a desvanecerme. El esfuerzo de interminables horas de arduo caminar, sin agua ni comida, se hace notar. Por mi aspecto demacrado deduzco que debo haber pasado ya cerca de tres días con sus tres noches a la intemperie. Caminando sin saber bien adónde. Yo sólo veo un horizonte que se presenta ante mis cansados ojos difuminado y lejano.

Me he parado ya y mis piernas se niegan a obedecerme. Entonces he sentido como una fuerza desconocida me empujaba hacia atrás. Tal vez haya sido todo fruto del cansancio pero yo juraría que la tierra ha retrocedido bajo mis pies. Gracias a la inyección de miedo suministrada por la situación mis piernas se han puesto en movimiento de nuevo.

Aún veo lejos el horizonte (creo que igual de lejos que cuando comencé el viaje) pero yo no me rindo y continúo con mi pesado caminar.

Sudo. Siento la ajada bolsa de viaje que cuelga de mi hombro como si fuera una enorme viga que me han impuesto llevar.

Me pongo a pensar y me percato de que no recuerdo cuando comencé el viaje, ni por qué lo hice, ni para qué me tomé la molestia de coger una bolsa que todavía no he abierto... me pregunto de dónde habré sacado la absurda idea de hacer un viaje tan largo con chaqueta y pantalones de pinza. Mientras pienso continúo mi camino por la misteriosa senda, entre jadeos y resoplidos. De pronto una voz femenina me sorprende y me hace gritar. No consigo ver a la dueña de tan bella voz, ni siquiera he podido entender sus palabras. Sin dejar de caminar miro a ambos lados del camino, desesperado, pero sigo sin ver nada.

-Perdone, señor, pero me temo que se ha equivocado.

Fijo la vista y a mi derecha veo el rostro de una hermosa joven vestida de uniforme que me mira extrañada. Entonces comienzo a reconocer lo que me rodea. Me encuentro en el interior de un edificio, ante mi se abre un pasillo, voy a mirar hacia mis pies cuando, con una sonrisa en mi boca, ella me coge de la mano diciendo:

-Perdone que le hayamos hecho pasar toda una noche en el aeropuerto, ahora por favor acompáñeme, pues le digo que se ha equivocado de cinta, para la salida debe tomar la cinta andadora de la izquierda.

La azafata permanece callada unos segundos y luego añade con tono de reproche:

-¡¡Es que no ve que está intentando caminar en la cinta que corre en sentido contrario a la salida!!

Miguel Garau


(MAL)HUMOR

por Zatán

por Un Cuchillo En Tu Espalda


Esta semana el servicio de correos ha funcionado mal y los propios vecinos nos hemos intercambiado nuestras cartas. Además, se rompieron las tuberías del agua por dos veces y se inundó por dos días la calle. Alguien llamó al teléfono. Desde el principio se equivocó, así que tras la primera llamada colgó, y yo me quedé escuchando lo que el teléfono podría decirme.

Una chica me silbó por la calle. Hacía mucho tiempo que nadie se fijaba en mí. Por un momento halagó mi ego. Luego pensé que podría estar burlándose.

por Jesús

Era una chica a la que le gustaban los chicos desgraciados, aunque en realidad no se enamoraba de ellos, se obsesionaba. Y ellos no eran desgraciados, pero acababan siéndolo con ella. Un día fue al supermercado y fue premiada con un vale para comprar todo lo que quisiese en una hora. Compró una barra de labios, que era algo que le pareció muy romántico, aunque la realidad era que no tenía ganas de comprar nada. Era dramático.

Un día después de ese día un tipo le dijo: "nena, vístete de mujer y cómprate un camión, es todo lo que necesitas para vivir algo mejor". La nena se compró un vestido rojo y se tiñó el pelo de un color que nadie quiere recordar. Y como consiguió el camión lo quiero obviar.

Era dramático abrir los ojos para saber que los tenía que volver a cerrar. Era dramático soñar que todas las mañanas un oso de peluche me servía el café, sobre todo cuando lo que tomaba era cerveza. Era dramático saber que Eric Clapton dejaría de tocar.

Me puse mi mejor ropa, que por ser tan sólo la que llevo no me costó elegir, y me subí a la parte de atrás de su camión. Todos los japoneses nos saludaban al pasar. Y yo no hacía tanto ruido como ella cuando conocía a tipos desgraciados.

Pensé irme montado en el próximo tractor que viese por el campo el día que dejó de silbar. Vendería dibujos y poemas hasta lograr un equilibrio entre la cultura y la subsistencia. Pediría de beber en cada pueblo. Cuando llegase a una ciudad ladraría con todas mis fuerzas para reunir a la gente a mi alrededor y contarles maravillosas historias de camioneras y camioneros y trigales cerveciles donde nunca, nunca, se agotan los ríos de espumoso liquido dorado. Pero me quedé porque ella encontró a un joven de los de tantas ideas como pelos. Era morboso seguir a una curvilínea mujer que un día me silbó, apenas hacía una semana, para acabar en algún lugar cercano a la carretera y verla abrazar a un discurso. Y besar a ese discurso. Y toquetearlo. Por sus brazos, su pecho, su entrepierna. Y exprimirlo. Mas no duró más de lo que dura una brizna de hierba haciéndose parecer columna dórica. Y eso es lo vitalmente más duro en esta vida.

Ese es un problema del mundo actual. La ciudad puede estar ardiendo mientras los ciudadanos duermen. La ciudad está ardiendo en la noche mientras los pájaros cantan en sus ramas. La ciudad arde mientras los estudiantes son disueltos. La ciudad se consume en llamas mientras se pasean los sepultureros. La ciudad se quema viva mientras los políticos hablan con los banqueros, mientras los amantes son crucificados en sus camas con clavos que les clavan con montones de mentiras y una sola verdad: que uno de los dos se ha limpiado con las sábanas. Los monárquicos matan a su monarca, y los republicanos envenenan a su república, y ninguno ve que la ciudad está ardiendo. Todos duermen en sus camas.

Los estudiantes son disueltos a golpes porque la ciudad está ardiendo, y nadie tiene la culpa, es que son estudiantes. Los estudiantes hacen asambleas siendo analfabetos, y nadie tiene la culpa, es que son estudiantes. El gobierno también ha sido prendido en llamas, y aunque no parece que hayan sido los estudiantes son estos los que pagan, porque el gobierno está ardiendo y nadie tiene la culpa, pero es que son estudiantes. La policía sale en bandada con cascos, con escudos, con trajes coraza, con furgones blindados, con caballos, con cámaras para grabar las caras, con porras de cuero rellenas de barras de plomo, con pelotas de goma... y los estudiantes reciben lecciones de democracia por hacer oposiciones a policía, y aprenden lo que significa el color rojo y lo que dijo Hemingway de la sangre, el pus y el cardenal que todo lo cura en la bandera. La ciudad está ardiendo y nadie tiene la culpa, es que son estudiantes.

Un día llovió y el pelo de ella recobró su color. Era dramático que en ningún peaje de autopista le preguntasen si iba a algún concierto de Eric Clapton. Ella no sabía con cuantos hombres había hablado, pero eran todos desgraciados... Aceleró su camión hacia la luz blanca del túnel más largo y difícil de pasar.

Para entonces yo ya estaba con el estudiante, que me había caído simpático. Él era un escapador de su vida, igual que ella. Y cuando ella se fue en busca de algún concierto de Eric Clapton, él la buscó con afán desesperado. La buscaba sin descanso, sin poder parar. El escapador de la vida la buscaba dentro de los vasos y de las botellas. Es cierto que nunca la encontraba, pero también la buscaba en los putiferios de la ciudad y tampoco la veía.

Todos los japoneses la saludaron cuando la vieron pasar con su camión, corriendo, siempre corriendo. Era dramático no poder acelerar más a causa de la carga que había de soportar el motor que del camión tiraba. Era dramático soñar que su café se lo robaba un oso de peluche cada mañana. Era dramático jugar al juego de empezar y empezar. Había tomado pastillas para no quedarse dormida, para pisar siempre el acelerador. Le pareció tan romántico acelerar... Todas las eles de los luminosos de los moteles se pusieron intermitentes. Todos los japoneses inundaron de blanco la carretera con sus flashes de cámara fotográfica. Todas las niñas saltaron a la comba pensando por qué no estarían ellas jugando mejor con un ordenador o una videoconsola. Todas las consolas se agotaron.

El escapador de su vida creyó que era una buena pista la columna de humo que en el cielo rojo de la noche se dibujaba. Allí se dirigió y descubrió un montón de sueños ardiendo. Centenares de rumanos y argelinos se calentaban las manos con ellos.

En el suelo se veía el trazo de haber derrapado al menos una barra de labios.

Yo he vuelto a la ciudad, sabedor del resto de la historia sin necesidad de verla acabar. No es innato ir a fiestas de disfraces. No es extraño ir a la tienda y elegir entre Sade y desgraciado. Cuando Napoleón, Ana Bolena, tres romanos y una bruja le conozcan ya no habrá más que contar. No es raro que quien un día te conoció al siguiente te confunda, sobre todo si te silban.

dANIEL L-sERRANO


por Jesús
POEMA DEL 2 DE ABRIL.

Me colgaré de un gancho de carnicero,
en una habitación vacía y oscura,
para lograr que mis lágrimas caigan al suelo.
Los mosquitos se llevaron mi sangre en pequeñas cantidades,
mientras permanecía dentro del mundo de los sueños.
Los días se suceden angustiosos entre horarios de trabajo
y mayor número de horas sin ser llamado, ni tener a quien llamar.
Ni las escuelas ni la familia me enseñaron
que el gozo, el amor y el deseo
se sacia todo previo pago.
Me dormiré entre plantas carnívoras,
una vez que Kafka me enseñe a mutarme en insecto.
Me desfiguraré la cara quitándome las gafas y cambiándome el peinado,
siempre a la expectativa de invadir espacios ajenos.
Hablaré de los mundos que nunca ha tenido y de las mujeres
que nunca pasaron por mis manos.
Te pediré que me hables de lo horroroso que soy,
del monstruo que te acongoja cada vez que abres los ojos,
e iré a una iglesia catedral y tocaré su órgano de múltiples tubos,
tan alto, tan alto, como tan alto pueda hacerlo.
Me miraré al espejo y descubriré que ninguna botella pensó nunca que
estaba invadiendo un espacio ajeno.

dANIEL l.-sERRANO


VIDA Y OBRA, ETÍLICA, DE UN ERASMUS EN EL PAÍS DE LOS FRANCESES

"Mientras uno esta en el extranjero cursando estudios, ocurren sin duda historias verdaderamente increíbles, imposibles en cualquier otro contexto, pero aquella que me aconteció la noche del viernes 1 de Abril es indudablemente demasiado impresionante aun entre los Erasmus, tanto que merece ser contada a lo ancho y largo del planeta (bueno, tal vez no tanto, pero si un poco).

Dicha historia es completamente verídica, no una leyenda urbana cualquiera, y es la siguiente:

Esa noche habíamos celebrado una impresionante fiesta para celebrar el aniversario de un buen amigo italiano, llamado Massimiliano. Como suele ser habitual en este tipo de celebraciones, por las gargantas de los asistentes a dicho evento corrieron importantes cantidades de licores de alto contenido etílico. Y como era de esperar, poco a poco semejante cantidad de liquido acabó provocando en los alegres parroquianos una apremiante necesidad de acudir al llamado aliviadero, para efectivamente aliviar sus sobrecargadas vejigas.

Pero como todo, la fiesta también llegó a su fin, y con él los diversos asistentes emprendimos el camino que nos llevaría de regreso a nuestras respectivas y anheladas casas.

La hora era ya bastante entrada, y a pesar de que la temperatura, sorprendentemente, no era excesivamente baja, la insistente lluvia hacia que el viaje no fuese todo lo agradable que uno pudiese desear.

Sin embargo, el "mal de bragueta" del que os acabo de hablar, volvió a apoderarse de mí en el transcurso de mi vuelta, y con creciente preocupación pude constatar que, pese a mis escuerzos, no me sería posible llegar a casa sin realizar una parada obligada. Pero la pregunta que se me planteaba ahora era: "¿Dónde podré llevar a cabo este urinárico acto?".

Mientras esta transcendental duda me saltaba, llegue al fin a un enorme parque que se hallaba en mi ruta, conocido por el nombre de Parque Mistral. Dicho lugar reunía sin lugar a dudas todas las condiciones necesarias para evacuar mi rebosante aparato urinario.

Por ello, con total determinación, me dirigí hacia un apartado y oscuro rincón de dicho parque, con la intención de poner fin a mi sufrimiento, que debido a la innatural y forzosa espera, se había vuelto insoportable.

Debido a esta desesperación, cuando al fin logre comenzar a evacuar, delante de un bonito árbol, no me percate del otro hombre que, a apenas un metro de distancia, me miraba atónito, mientras permanecía de pie, en frente de mí. En un primer momento, creí que se trataba de otro afectado por el mismo problema que yo, aunque no lograba comprender su cara de asombro.

Pero entonces me fije con mayor atención, y vi el motivo de su sobresalto: delante de él, de rodillas, había una mujer, que con aparente satisfacción se introducía repetidamente el pene de dicho hombre, practicandole una felación, mas conocida como "mamada".

por La Fucker Division

Tras el, por otra parte lógico, aturdimiento, que me impedía reaccionar, me di la vuelta completamente para quedarme de espaldas a la pareja, pero debido a que ya había comenzado a orinar, no podía marcharme de allí. Así que continúe meando, mientras la sorprendida pareja seguía con su placentero juego, hasta que acabe mi labor y me marche, dejando a la succionadora hembra que continuase con la suya.

Cuando ya enfilaba el camino de vuelta, sin embargo, vino a mi mente una nueva pregunta; si las sagradas enseñanzas de las películas pornográficas son ciertas: ¿debería haber ofrecido mi colaboración a la pareja y haber participado de su erótico entretenimiento?. Pero creo que es algo que nunca sabremos...

En cualquier caso, y tras la sorpresa inicial, los cinco minutos restantes hasta casa transcurrieron realmente bien, a pesar de la lluvia, ya que no deje de reír en toda la noche..."

Par Pepper



por Jesús

CUANDO LAS BALAS SURCAN EL AIRE

Cuando las balas surcan el aire
únicamente se hacen una pregunta:
¿Quién es el próximo en caer?
Él, les dicen
y siguen su curso
sin preguntarse algún por qué

Cuando las balas surcan el aire
se oye un zumbido
que acaba en aullidos
y tras el cual hay llantos
lamentaciones, vítores
o estruendos de bocina

Cuando las balas surcan el aire
siempre hay alguien que encuentra
su propio porque

F.Huerta





Estaba en un pozo.

Sabía dónde estaba la salida porque veía la luz del sol a través de la boca de piedra del pozo. Sabía dónde estaba, pero no podía salir. De eso se había dado cuenta al poco de despertar. Las paredes eran perfectamente lisas, sin el más mínimo saliente o rugosidad, sin posibles apoyos dónde asirse para escalar los, aproximadamente, nueve metros, a los que se encontraba la única salida.

Bajo tierra, sin agua. ¡¡Estaba en un pozo sin agua!! Se echo a reír. Reía a carcajadas. Un pozo sin agua. Su vida había sido siempre así. Sentía que durante toda su vida había estado encerrado y privado de todo, incluso de lo más fundamental.

Siempre había estado rodeado de famosos, de gente que triunfaba en su vida, en su trabajo, en sus relaciones... pero él no. Él era un simple ayudante, un segundón, un extra en la película de bajo presupuesto que era su vida. Había estado siempre como encerrado en un pozo sin agua.

Comenzaba a pensar que moriría allí. No le importó. Llevaría unos tres días, más o menos y con la claridad del medio día, había localizado un par de agujeros de los cuales salían unos bichos, parecidos a escarabajos o cucarachas. No sabía muy bien lo que eran, pero empezaron a servirle como alimento.

Se alimentó de ellos hasta el punto de comer tres veces diarias. Cada día que pasaba descubría más agujeros en el suelo del pozo, y comía más insectos. Le gustaban porque eran jugosos, tenían mucho líquido en su interior debía ser una especie de larva interna gelatinosa, que era muy rica en agua. La parte exterior de los insectos, más dura, tenía un sabor más ácido, que en combinación con el interior le otorgaba un agradable sabor.

Había perdido la cuenta de los días que llevaba metido en el pozo. Ya ni siquiera sabía como había caído en el. Puede que hubieran pasado varias semanas, incluso varios meses. Siempre miraba hacia arriba y veía la boca del pozo iluminada en tonos ocres por el sol del atardecer o plateados brillos en las piedras cuando la luna estaba llena, o en una fase avanzada de crecimiento. Debía llevar, al menos dos meses en el interior del pozo. Dos meses alimentándose de esos bichos.

No había desayuno. Se despertó hambriento a la vez que amanecía un nuevo día. Buscó entre los antiguos agujeros y no encontró alimento. Escarbó asustado con sus manos, con el fin de desenterrar posibles nuevas galerías, dónde los insectos hubieran depositado sus larvas.

No había nada. No había agua, no había insectos, no había piedras en la pared, fatídicamente perfecta del pozo, por las que poder escalar hasta la salida. Siguió escarbando hasta dejarse las uñas rotas y ensangrentadas, y desollarse las palmas de las manos. Ya no tenía hambre, había estado mucho tiempo escarbando compulsivamente. En cambio ahora sentía en su interior una extraña sensación, como la que tienen los yonquis cuando tienen el mono. Era como tener el síndrome de abstinencia... Esos bichos no sólo le habían servido como alimento y le habían permitido sobrevivir, sino que también le habían aportado una droga natural que le había mantenido adormecido. Eso explicaba, en parte, el que llevara tanto tiempo en el pozo y no sintiera terribles dolores de huesos, cansancio, y que su mente estuviera más o menos sana. Pero ahora la fatalidad había jugado sus cartas y parecían muy difíciles de superar.

Ahora si que se sentía cansado, dolorido en cada punto de su cuerpo... y aturdido en cada recodo de su mente. No aguantaría por mucho más tiempo, ese dolor tan intenso, que a intervalos, le punzaba la espalda. Sintió una nueva punzada en la espalda pero esta vez mucho más intensa y dolorosa. Escuchó un chasquido de huesos que le retumbó en el pecho, y vomitó un alarido del dolor más inhumano que nunca nadie podría imaginar. Las paredes del pozo, transformaron el quejido en miles de voces de agonía que rebotaban sin fin. Sin fin y sin salida. El sol ya había comenzado a bajar y las piedras de la boca del pozo comenzaban a perder sus brillos ocres. Las voces formaron un tornado sonoro ensordecedor, mientras de su espalda surgían, lo que él pensaba que eran sus huesos rotos. Pero lo que le atravesaba la piel y los músculos, no eran sus huesos, sino cuatro patas negras y alargadas, llenas de una sustancia babosa, que olía igual que la larva interna de los insectos. Los ecos de su doliente alarido dejaron, de repente, de rebotar en las lisas paredes del pozo, y ante su estupor, los cuatro apéndices de su espalda comenzaron a actuar por si mismos, sin que pudiera hacer nada por controlarlos. Cada una de las patas clavaron su enorme uña terminal en las paredes del pozo, provocando el derrumbe de pequeñas capas de piedra de la misma, y comenzaron un ascenso a través de los nueve metros de pared vertical que separaban su cuerpo de la salida. Para entonces la noche ya había caído plenamente y no veían ni la luna , ni las estrellas, debido al cementoso cielo.

Una vez en el exterior del pozo, y antes de poder asimilar lo que le estaba ocurriendo, un gran número de flashes de luz le cegaron. Un murmullo, casi más ensordecedor que su grito de dolor, anuló su orientación auditiva y sólo escuchaba miles de voces, entre las que predominaba el asombro. A medida que recuperaba la vista, distinguía múltiples siluetas de personas, de las cuales no podía adivinar el rostro. Los flashes más rezagados cesaron y comenzó un estruendoso batir de palmas, acompañado por los vítores de hombres y mujeres.

Su momentánea ceguera se desvaneció casi por completo, y pudo poner rostro a las siluetas que veía en sombras... Estaban todos allí... todos... su jefe, su madre, sus hermanos!!! Todas las personas a las que conocía estaban frente a él aplaudiéndole como si fuera una atracción de feria. Siempre habían estado ahí. Así lo rezaba un gran letrero en una pantalla gigante que había a su derecha:

"TRES MESES, 24 HORAS AL DÍA. LA PROGRESIVA LOCURA DE UN SOLITARIO HOMBRE EN UN POZO SIN ESCAPATORIA. ¿TE LO VAS A PERDER?"

PSICOPATO


A QUÉ JODE


Su puta felicidad de mierda

Olvidaré que la gente tiene sentimientos,
olvidaré que saben llorar
mejor que yo.
Olvidaré que existen,
aunque les vea todos los días
en todos los sitios
a todas horas,
mordiéndose, manchándose las espaldas,
asesinándose y brindando por su puta
felicidad
inalcanzable.
Olvidaré que tienen sentimientos,
aunque giman cuando hacen el amor,
aunque griten,
aunque arañen,
aunque teman la muerte
como los animales que son,
aunque beban, también, para recordar
que tienen sentimientos
y que saben hacer daño
mejor que nadie,
olvidaré que los tienen
y que saben usarlos.

Y de vez en cuando recordaré...
para poder
seguir olvidando.

Y olvidaré que tienen sentimientos
y olvidaré que tengo sentimientos
y mis intereses serán mis prioridades
y olvidaré que existen
y moriré, como ellos,
de felicidad.

A.cordero


MAMÓN EL QUE LO LEA

Estaba bombeando dentro de ella. No era gran cosa pero me gustaba y ahora estaba bombeando dentro de ella. Prácticamente acabábamos de comenzar. No era mi primera vez, puede que fuera la tercera o la cuarta. Sólo sé que lo estaba pasando bien y ella estaba tan pasiva como siempre. Dentro-fuera, no comprendo cómo aún no había reventado. No la chupaba si tú no la metías en la boca por tu propia cuenta, pero eso nunca fue impedimento para nosotros, además, como no hablaba cada vez que nos juntábamos, ¿qué me importaba a mí que le gustara o no, si no protestaba hiciera lo que la hiciera? Dentro-fuera.

Fue entonces cuando llamaron a la puerta, puta puerta. Yo no quería parar para ver quien llamaba a mi puerta, pero me pareció tan poco romántico hacerlo mientras el timbre no paraba de sonar... Puta puerta, paré y fui a ver de quien era la cara del inoportuno con la sábana liada a la cintura. Puta puerta.

Abrí, sólo era un perro pastor que se lanzó a morderme los cojones. Puto perro. Era el de la vieja vecina de enfrente. Debía estar molestándola otra vez con los gemidos y esta era su forma de decirme que le gustaba que me relacionara con otra gente. Afortunadamente soy una persona bebedora y en el mueble de la entrada tenía el casco vacío de una botella de un litro de cerveza con el que pude darle un contundente golpe en el cogote, otro en el lomo y otro en el hocico (que todavía seguía tratando de encontrar mis agitados genitales). Cerré la puerta y regresé a la cama para descubrir que una gran mora de porro marroquí se estaba follando a mi chica. Era una mora de tamaño suficientemente considerable como para no iniciar una pelea. "Perdone, señor o señora mora", dije, "no está en mi ánimo molestarle, ni mucho menos interrumpirle, pero verá usted, hasta hace muy poco yo estaba follando con esa chica, que viene a ser algo así como mi novia o alguien a quien no le importa follar conmigo, y, bueno, han llamado a la puerta, creía que era alguien pero era el perro de mi vecina que quería morderme los cojones, y, bueno, verá, sin ánimo de molestarle, ¿le importaría a usted correrse pronto y volvérmela a pasar a mí?" Al señor o señora mora de porro marroquí no le gustó mucho la idea y me mandó a hacer gárgaras.

Decidí esperar a que acabara cuando quisiera y me fui a la ventana de mi salón con una buena jarra de whisky con algo. Hasta hacía más bien poco yo era una persona feliz que entraba y salía bombeando a su chica, pero ahora sólo era un pobre hombre con algo de alcohol que tenía que esperar a que terminase de follarse a su chica el final de un porro. Mal asunto, al menos para mí, ella no parecía protestar, pero tampoco esperaba que lo hiciera.

Un petardazo, dos y otro más, fueron tres petardazos. Me fijé bien por la ventana. Kennedy se estaba muriendo en su coche. Me pareció que era una bajada de tensión porque se puso blanco y la sangre de su cuerpo corría cada vez más lenta. Su esposa le cogía la cabeza, el cuerpo puede que también, y un guardaespaldas saltó al coche. Oswald debía estar encima de mi ventana o al lado mío, o quizá era yo. Me asusté, creí que el FBI y la CIA iban a detenerme y a llevarme a Panamá para hacerme presidente bananero. Iba a salir corriendo pero una gran sombra tapó la ventana. Era un gran disco malva y lleno de lucecitas. Se abrió como una especie de compuerta para dejar ver a un pequeño y cabezudo ser que estiró su cabeza por fuera de aquel extraño aparato volador. "Perdone", me dijo ante un yo alelado, "we venir de vacaciones to Honolulu and acabamos de entrar en the Tierra, gran planeta el vuestro, very diferent, nos gusta los toros, la paella, Nicole Kidman, las guerras, muy very bonitas guerras hacen ustedes, nosotros no tanto colorido en guerras, no tanto very gratefull cohetes, gran espectacular Hirosima, very chino, ¿tú saber hora this meridiano entrada nosotros Tierra?". Bueno, siempre me gustó ser cortés con los turistas. "Las siete y media", contesté. "Muchas gracias, colega. Nosotros mucho contento aquí, al fin llegar. Muchos kilometres from far away in a galaxia muy lejana. Nosotros parientes aquí... Esto... Ñierda... ¡ah! Egipto, maya, chalet en la playa. Mucho contento. Nosotros inmigrantes parientes aquí, mucho necesitar trabajo. Adiós, amigo." Bueno, los turistas, en esta zona de la ciudad siempre fueron raros. Aún seguía algo asustado con lo de Kennedy así que salí por la ventana y trepé hasta el techo para ocultarme. Peor fue el susto. Descubrí que habían construido mi casa debajo de un cementerio indio, o que habían puesto un cementerio indio encima de mi casa. No quería más problemas y me fui otra vez a mi casa volviendo a usar la pared. Ahora en mi salón estaba el señor o señora mora sentado, viendo la televisión junto a una enorme botella de vodka que estaba haciendo piececitos con él o ella. "Disculpe", dije, "¿terminó de follarse a mi chica?" "Oh, sí, hijo, ya puedes ir tú". Bueno, ¿por qué no?

Me volví a poner encima de mi chica y comencé a bombear dentro de ella. Arriba y abajo, dentro-fuera. Era un gustazo volver a estar en casa. Gemidos. Lubricación. Fluidos. Roces de pubis y pelos enroscados. El perro de la vecina ladrando en la puerta. Un petardazo. ¡Mierda! ¿Sería otra vez Kennedy? Era mejor que Oswald hiciera su guerra, que Lenin hiciera su guerra, que los británicos hicieran su guerra, que Viet-Nam ardiera, que el Senado matara a César, que Kurt Cobain se suicidara, que Alejandro Magno invadiera Persia, yo sólo quería follar con mi chica, como miles de personas en ese mismo momento que yo, hasta en Japón o Filipinas (que los españoles hicieran sus guerras). Mi chica se vino abajo, ya no estaba dispuesta a seguir dejando que bombeara dentro de ella. ¡Mierda! Se había pinchado, eso fue el petardazo. Me habían asegurado que era la mejor marca de muñeca hinchable, pero se había pinchado... sólo fue un rollo de tres o cuatro polvos. Quizá aún podía repararla con algo de chicle y seguir bombeando, era mi mejor (también la única) amante que había tenido hasta entonces, esto no podía terminar así, ni siquiera me había podido correr.

La tienda de chicles la despachaba el conejo de la suerte, sería mejor sentarme con el señor o señora mora de porro marroquí y la botella de vodka a ver la tele o a escuchar música. Dentro de un rato Jimi Hendrix entraría por la puerta. ¿A mí qué me importa que a Luís XVI le corten la cabeza? Mi chica está pinchada. Que los franceses hagan sus guerras.

dANIEL l-sERRANO


La tortura

Con el paso de los años parece que
tengo menos resacas,
pero sé que, simplemente
he aprendido a vivir con ellas
y a
disimularlas,
como un preso de guerra
que llevase años aguantando
las torturas, y se hubiese
acostumbrado;
como un anciano con reuma
o alguna enfermedad crónica,
que se hubiese acostumbrado.

Ahora me parece normal
tener dolores de cabeza y musculares,
ya ni siquiera tomo aspirinas
para remediarlo,
si acaso, me tomo
una cerveza.
El dolor físico es algo a lo que puedes
acostumbrarte,
eso es algo que nunca podrá
decirse
de otros dolores como
los que producen las palabras
y los actos
no de nuestros enemigos,
sino de nuestros mayores aliados...

Ésos, soy incapaz de resistirlos,
y para remediarlo,
si acaso,
me acostumbro
a las resacas.

A.cordero



por Jesús



Más allá del muro no hay nada, sólo yonkis en busca del Nirvana. Es la Ciudad Paranoia. Para llegar allí no hay más que coger el coche esquizofrenia y tomar la autopista Psicodelia. En la Ciudad Paranoia no existe cordura o locura por separado, se funden e impregnan el ambiente viciado de la urbe. Pocos han regresado alguna vez de Ciudad Paranoia; y los que regresaron estaban complemente locos. La Ciudad Paranoia está en la región psicotrópica, esa tierra te engancha con sus costumbres y sus frutos. ¿He dicho ya que hay que tomar la autopista psicodelia para llegar allí? Muchos han ido allí en busca del Nirvana y no han encontrado más que la Nada. En las calles de Ciudad Paranoia se entremezcla la pobreza y el dinero, la necesidad y las ganas de algo nuevo, los cuerpos formados por pellejos extrañamente adheridos a los huesos y los cuerpos llenos de grasa; en Ciudad Paranoia, como se puede deducir, abundan los contrastes. Enfermos mentales que se embarcaron en un mal viaje vagan solitarios por las calles de la ciudad, esos nunca volverán; yonkis, viejos o jóvenes, con miradas perdidas o buscando el Todo, todos descarnados, recorren las avenidas en busca del maná cotidiano; críos con gafas de sol y camisas ajustadas prueban en las esquinas el poder de los colores; otros buscan consuelo en el oro marrón, ya no son sólo los hippies. Ciudad Paranoia nunca duerme, miles de almas, zombis en penitencia, buscan por la noche el consuelo de un pico, las pesadillas embargan sus mentes y sopesan la posibilidad de que este pueda ser el Gran Último Pico. En Ciudad Paranoia se pierde todo, hasta el último resquicio de humanidad, el individuo deja de ser libre y todos sus pensamientos se dirigen a su Gran Verdad, la próxima dosis. Sus pasos se encaminan hacia ella y sólo cuando la tiene dentro respira aliviado; la dosis le domina. Un par de yonkis buscan un imperdible y el cuentagotas en sus bolsillos; están en una luminosa avenida de Ciudad Paranoia, la gente, zombis o no, pasa junto a ellos sin fijarse en lo que hacen, es Ciudad Paranoia, es típico. Las fuerzas de seguridad de Ciudad Paranoia son severas, nadie puede cuestionar las prácticas que se realizan en la ciudad; no se sabe donde acabó el último que empezó a dudar. El cuerpo de un crío yace en el suelo de la Avenida Lisérgico, demasiados colores en una sola noche, está muerto, no siempre le va a tocar a los heroinómanos. Alguien recorre el barrio viejo gritando que le persigue Dios intentando matarle con un pene gigante, demasiado LSD en un mal momento, si estaba en medio de una depresión era mejor que no hubiese comprado billete, ¿no se lo dijo nunca su mamá? En la Ciudad Paranoia existen las clases, es inevitable, el cocainómano nunca se junta con el morfinómano o el heroinómano, clases que suelen ir fundidas en el mismo ser, y aunque alguna vez se sienta tentado por la Speed-Ball, un recuerdo para John Belushi, nunca se rebajará al nivel de estos. Dos viajeros están gritando que la Virgen María se las está meneando a dos manos. El humo de la marihuana se concentra en las habitaciones. Nadie menciona la palabra "droga", es tabú, no son drogadictos, son ciudadanos de Ciudad Paranoia. Hoy viene un cargamento de "maría negra" al mercado central de la ciudad; el estado controla el mercado, los traficantes no se quejan, ellos son el estado. Ningún traficante se hace ciudadano de Ciudad Paranoia, no son tontos, ellos venden la mierda y saben que es mierda -perdón, por si algún ciudadano de Ciudad Paranoia lo lee-, ellos venden el maná y no saben que es maná. Más allá del muro no hay nada, es lo que reza escrito en las puertas de la ciudad; pero nadie ha visto el muro. ¿Es un sueño? ¿Una utopía? ¿Una broma pesada? Quizá. Hippies fumando opio en la puerta de un café; en el café: dos putas adictas al crack la chupan por algo de mercancía, lo necesitan. No todo es perfecto en Ciudad Paranoia: el sol se oculta en el imperio y bajo los adoquines no hay arena de playa, sólo mugre, una mezcla de sangre, plasma y demás líquidos corporales. Ciudad Nirvana fue la idealización, Ciudad Paranoia la realidad, molesta pero real. Un grupo de zombis se pelea por algo; es dinero, siempre dinero. El dinero es maná inmediato si encuentras al Señor Amable, él te cambia esa mierda de papel por el maravilloso maná, es pío. No todo es lo que parece en Ciudad Paranoia, la realidad se distorsiona: se nubla la visión, se alargan las formas, se aceleran o ralentizan las imágenes, se ve lo que no existe. Es Ciudad Paranoia, de donde no se regresa, en la región Psicotrópica; tú eres quien decide ir o no, nunca ellos, lo decides tú. Ciudad Paranoia en la región Psicotrópica.

F.Huerta


No sé exactamente que es lo que no funciona bien dentro de mi. Pero sí se que hay algo que no marcha bien, eso seguro. Lo puedo sentir cada día, cada momento, creciendo dentro de mi , agarrándose a mis entrañas y retorciendo mi alma, si es que realmente tenemos de eso. No puedo explicarlo, no es una sensación, no se un pensamiento ni un sentimiento, es como un cúmulo de todas esas cosas mezcladas u molidas por una batidora que funciona al revés o a más revoluciones de las debidas, un batidora que no aguanta su propio ritmo y que empieza a derretirse lentamente, a temblar, y el líquido perverso y corrompido que con tanto ahínco se afanaba en preparar empieza salírsele por los bordes.

Hoy es domingo. Tampoco he pegado ojo en toda la noche, e intentado todo para no pensar, para no sentir, para convertirme en un zombi inmune a este estado, leer, ver alguna película, hacer ejercicio, pero nada consigue levantar mi aplastamiento, incluso intenté meneármela pensando en esa cajera que tanto me pone, pues mi novia hace mucho que dejó de presentarse en mis fantasías sexuales. Pero cuando estábamos en el almacén del supermercado y yo empezaba levantarle la falda de su repentinamente sexy uniforme de trabajo, mi pútrida imaginación me ha jugado una mala pasada y de entre sus prietas y anheladas piernas han comenzado a salir miles de cucarachas que usando mis brazos como puentes han logrado llegar hasta mi cabeza, introduciéndose por todos los agujeros que hallaban y por algunos nuevos que ellas abrían. He cesado en mi empeño manual y he cerdeado los ojos con tanta fuerza que pensaba que me iban a estallar, hasta que la cajera, su maldito coño y las cucarachas han desaparecido de mi mente, pero la horrible y palpable sensación sigue ahí, no se va. Bueno, como ya he dicho, no sé sí es sensación, si sentimiento, si... es que no sé como definirlo, es como si lo vieras todo gris, viejo, como si una capa de cenizas cubriera la tierra, a la gente, pero nadie salvo yo se diera cuenta: Todo me sabe rancio, desde la comida hasta el sexo, todo me huele mal, muy mal, algo está podrido, no sé si yo o el mundo. No consigo imaginar nada agradable y todos los que conozco están transformados, son unos monstruos que se ponen los trajes de sangre y carne de aquellos que en otro tiempo fueron mis amigos, mi familia, mi novia. ¿Y saben lo qué es peor?, ¿lo saben?, que todavía me agarro a la poca cordura que debe quedarme y sé que muy probablemente todo eso no este más que en mi mente, pero el problema es que no solo pienso o creo que el mundo es así, también lo siento, todas las sensaciones que llegan hasta mi son terribles, como si una inmensa bomba de maldad, horror, miedo, locura y crueldad hubiese explotado en el mundo y los efectos de la honda expansiva reinasen en el mundo todavía.

Hay algo que empieza joderme seriamente. Me repatea por dentro ver como la gente camina mezquinamente por toda esa mierda. Estoy seguro de que la ven, de que la huelen y hace que les pique la carne, como a mi, pero fingen que no les afecta, y caminan entre ella con sonrisas arrancadas a golpes, y se bañan en esa corrupción, incluso algunos joden con ella, unos por simple falsedad y otros por que ya se han Transformado en monstruos con trajes de personas, como les ha ocurrido a casi todos los que conozco, monstruos que se alimentan de esos efluvios corruptos y malvados que emanan de la realidad. Eso me supera. Pero la verdad, aunque me cueste reconocerla, es que odio tanto la mezquindad y la monstruosa transformación del ser humano por pura envidia, envidia de no poder esconderme yo también bajo un manto de materia grasa en forma de mentiras y falsas apariencias, envidia por no conseguir Transformarme en un feliz monstruo que vista con orgullo su traje de última moda de Yo mismo. Envidia, ese es el motivo de mi odio, no tengo fuerzas para arreglar el mundo, ya es demasiado tarde para eso, solo quiero que al menos se me permita cerrar los ojos como a lo demás, quiero que al renacuajo le salgan patas por las que andar por la mugre, convertirme en una viscosa y hermosa rana con una larga lengua con la que saborear este delicioso mundo.

Pero no me convierto en rana, más bien me siento como la mosca, y cada día que pasa siento más como las, cada vez más numerosas ranas, me miran con sus ojos saltones color rojo y se relamen; lo veo en mi madre cuando me mira, en mi novia cuando finge que viene a verme por que se preocupa por mi, en mis germanos pequeños, ranitas que acaban de completar su transformación, por eso ya no salgo a la calle, ahí fuera hay demasiados monstruos rana preparando sus afiladas lenguas para cazarme, pero he decidido defenderme, solo en este ordenador en el que ahora escribo y en mi mismo puedo confiar, no dejaré que ningún monstruo mosca me atrape, no lo permitiré.

Oigo voces desde la cocina. Es el bicho que lleva el traje de mi madre. Supongo que me está llamando, no hay nadie más en casa, pero ya ni siquiera la entiendo, su idioma ya no es humano es una serie de sonidos guturales, la oigo acercarse. La puerta no puede atrancarse, pero no me cogerá desprevenido.

El monstruo no esperaba que yo le saltase encima con mi abrecartas recuerdo de Toledo, una pequeña espada. Le he puesto la hoja en la garganta y al principio no ha reaccionado, pero luego ha empezado a agitarse compulsivamente y a espetarme órdenes en es asqueroso idioma suyo, yo le he gritado que no iba a dejarle devorarme y al parecer me ha entendido, porque se ha puesto suplicarme y a llorar. Me ha dado tanto asco y pena que solo he visto una salida. Para mi sorpresa su sangre es roja y está caliente, aunque puede que esa sangre sea del traje de humano que llevaba. ¡Pero he descubierto algo maravilloso! He podido ver en el monstruo que yace muerto en el suelo el rostro de mi madre. Entonces lo he comprendido, la única forma de salvar la gente de esa horrible transformación es la murete, la muerte es la única forma de devolverles la humanidad, tengo que devolverle a las personas la humanidad tengo que hacerlo y voy a hacerlo, de lo contrario sería un monstruo tan horrible como esos que han corrompido al ser humano.

Están llamando al telefonillo. Seguro que es el monstruo con el traje de mi novia, también podré ayudarla a ella, podré ayudar a mucha gente. Voy a abrir.

Pedro j. Maza


MAS (MAL)HUMOR

por Un Cuchillo En Tu Espalda


Cuando Diego dice digo

Cuando ella hace cosas totalmente opuestas
A las cosas que dice
Y tratas de hacerle que piense igual que actúa
O que actúe igual que piensa,
Sin saber si es por su bien
O por el tuyo.
Por su liberación
O por conseguir comprenderle de una vez por todas,
Lejos de todas las ambigüedades y relatividades.
Por que te comprenda,
O por tu liberación.
Por querer que esa persona siempre haga
Lo que ella quiera en todo momento,
O por quererlo tú;

Cuando ella dice Diego y Diego dice "que te den por el culo"
Y no ves ningún Diego
Y te dan por el culo;

Cuando te rompe los nervios
Y crispa tu corazón a 220V,
Capaz de encender el televisor con un solo latido.
Un único gran BOOOOOMMMM que se ahoga
En lo más profundo de tu alma
Como un quejío flamenco.
Sin saber si esa paciencia,
Esa resistencia de mil amperios
De corazón herido,
Sería capaz de quemarse
Con su corriente.
Sin saber si esa paciencia
Es amor,
O solamente cabezonería;

Cuando ella dice Diego y nadie hace caso
A las cosas que Diego dice
Y les dan por el culo;

Cuando dices cosas totalmente opuestas
A las cosas que sientes
Y tratas de imaginar qué cojones estará pensando ella de ti
Mientras ella piensa
Qué cojones estará pensando él de mí;

Cuando os amáis sin conseguirlo;

Cuando ella dice Diego
Y Diego lo dice todo pero nadie le entiende
Y Diego cree que dice mucho pero no dice nada
Y le dan por el culo,
Como a todos;

Cuando las palabras de uno chocan con las del otro
Formando un trabalenguas imposible.
Sin saber ninguno de los dos si es arte, amor,
El vino o el destino
Lo que os tortura;
Cuando aprendéis de vuestros errores
Y aprender de vuestros errores
Os hace más listos pero no más felices;

Cuando nos jodemos todos
Sin importar lo que Diego diga o deje de decir;

Cuando tus palabras chocan unas con otras,
Como personillas formadas por el eco de la gran ciudad
Y el murmullo de sus olas,
Y todas las palabras del mundo se estrellan entre sí
Como una bomba atómica de amor
Que nunca explota,
Y todo sigue igual
Y nada cambia
Y este otoño de hastío y soledad
Nunca termina.

A.cordero


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