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por Paulino


por Paulino

La Botella Vacía. ¿Y usted que mira?

Esto viene siendo o debiera venir siendo una especie de editorial, algo como por qué, cómo, dónde... Pero no, desde el feliz señor de la izquierda que nos saluda desde su más tierna o absurda intimidad, obviamos responder a cualquier pregunta que nos incrimine, aun así...

Una buena noche de viernes (día propicio para las experiencias extrasensoriales, ya que Venus se mete en la casa de Virgo y su puta madre se pasea desnuda por los bares de la ciudad), dos jóvenes inocentes estaban discutiendo sobre Nietzche, costumbre muy extendida por estos lares, mientras deleitaban sus paladares gracias a una botella de cerveza, espumosa, suave y dorada, cuando los cielos se abrieron y apareció Dios, vestido de travesti, y les dijo: "Ahora os llamareis Saulo, tú Saulo primero y tú Saulo segundo, y predicareis a mayor gloria de Dios todo aquello que os diga la botella de cerveza".

Nuestros chicos, acojonados por aquella visión nocturna y para evitar la posible cólera de Dios, se pusieron inmediatamente al asunto de contar todas aquellas verdades que les fuesen reveladas desde la botella y decidieron plasmarlas en un fanzine (este, que si no estás usandolo para limpiarte el culo lo habrás deducido ya). Surgió entonces el problema del título: ¿Las verdades reveladas de Dios a través de la botella? ¿Dios estaba borracho? Hasta que uno de nuestros chicos gritó: "¡La botella, vacía!" Y como otra verdad revelada a través de la milagrosa botella surgió el nombre de LA BOTELLA VACÍA.

¿Y tú te lo crees? Me es indiferente.

EL EMPORIO DEMENTE


Estaba tan solo como aquel pulgoso perro callejero de la acera de enfrente, y lloraba como una furiosa tormenta de verano, echando truenos por la boca y agua por los ojos. Llovía intensamente, y sus mejillas eran el suelo que se cubría de lágrimas.

Lloraba y lo hacía por su botella, que se había vaciado. Su única esperanza de ser feliz se había secado, como se secan los pequeños charcos del asfalto bajo el sol veraniego. Todo había llegado a su fin y él no había conseguido evadirse de la cruda realidad.

Sin apenas darse cuenta se quedó dormido en la acera, junto a una tienda de electrodomésticos, lo cual era normal pues llevaba casi dos días enteros sin pegar ojo y la última vez que durmió algo lo hizo en la bañera de su apartamento.

El ruido de los barrenderos cepillando las calles le despertó de su cabezada de madrugada e inmediatamente decidió volver a casa para ver si allí podía tomar algo de desayunar, cosa bastante improbable pues su nevera solía estar vacía.

Andaba por la calle con un paso cansino y titubeante propio de una persona que se acababa de despertar. El sueño aún estaba presente y le costaba mantener los ojos abiertos, lo que le hizo recordar la última vez que se tomó un café, ese café que le ayudaba a ver a las demás personas definidas ante sus ojos y no como seres borrosos y deformes.

Desde hacía algún tiempo, pensaba que las personas eran en su interior, como él las veía recién levantado antes de tomarse el primer café. No soportaba esa visión de la gente. La verdadera visión. Personas sin ilusiones, seres deformes, borrosos, sin metas en la vida lo suficientemente nobles y desinteresadas con los demás. Gente vacía como la botella que aquella noche no había conseguido sacarle del zafio y pestilente mundo real.

Probablemente esa gente también se vendiera al primero que pagara las seiscientas pesetas que valía aquella botella de y whisky barato y el efecto sería el mismo... ninguno.

Tras pasear tranquilamente por unas cuantas callejuelas y recorrer casi entera la Gran Avenida, llegó a su portal. Según indicaba el reloj termómetro eran las siete y catorce minutos. Durante unos instantes se mantuvo frente a su portal con la puerta abierta y la llave aún en la cerradura, mientras sus ojos, ya más nítidamente abiertos seguían posados en la pantalla del reloj. Diecinueve grados. Entró en el portal después de haber saciado su curiosidad y comprobar la temperatura que hacía.

Los dos pisos que tuvo que subir por las escaleras se le hicieron especialmente duros aquella mañana, y mientras duró su subida no paró de lamentarse por no tener más dinero para poder vivir en una comunidad con ascensor. En los últimos escalones sus pies apenas se levantaban lo suficiente para superarlos y más bien se arrastraba por el suelo. Algo similar ocurría dentro de su cabeza; su conciencia se arrastraba de un lado para otro, lentamente. Profundamente dolorida, moribunda. No podía parar de recordar lo que un viejo le dijo una noche de borrachera, en algún bar de carretera, mientras le rellenaba la copa de vino: "Chico, esos ojos dicen que estás muerto, y lo dicen tan alto y tan agónicamente que tengo que creerlos"

Él sabía que no era cierto, aún así se asustó tanto que dejó la copa llena y se marchó de aquel lugar.

El hedor ácido y corrosivo que emanaba de su apartamento le devolvió a la realidad. Cerró la puerta y echó también la llave de arriba. Entró al baño a ver que aspecto tenía. El espejo estaba hecho pedazos y no recordaba cuando había ocurrido. Salió del baño y fue al salón. La cocina estaba separada del salón por una pequeña barra tan sólo, y la basura se encontraba caóticamente amontonada sobre ella y también a los pies de ella.

El pestilente olor se concentraba, en cambio, en el viejo sofá de cuero marrón de segunda mano, que su tía abuela le regaló cuando se marchó de casa de sus padres. Ya hacía tiempo de eso, pero el sofá seguía allí y sobre él, como de costumbre, estaba ella. Sentada con una postura enemiga de la espalda y la cabeza medio inclinada, apoyada sobre el hombro izquierdo. La televisión, que estaba frente al sofá, estaba encendida y emitía un programa de dibujos animados en los que una niña pelirroja, dibujada con dudoso gusto, creía ser un pirata que surcaba los mares del sur, en busca de un tesoro ancestral.

"Esos ojos dicen que estás muerto". Recibió como una sacudida eléctrica en la sien derecha. Se echó las manos a la cabeza, y se apretó con fuerza mientras el dolor se hacía más y más intenso. ¡Cariño, ayúdame! ¡Cariño, despierta, haz algo! Vomitó dolor y alcohol.

Arrastrándose llegó como pudo hasta el sofá de cuero marrón, y mientras su visión se desvanecía, producto de un mareo, llegó hasta ella y cogiéndola con una de sus grandes manos por la barbilla, la giró la cabeza hacia él en ademán de despertarla y descubrió horrorizado una brecha en la parte derecha de su cabeza, que iba desde el cráneo hasta la mejilla, dejando ver piel y huesos y gran cantidad de sangre seca alrededor.

Intentó recordar en que momento de su vida el espejo en que les gustaba mirarse después de ducharse, se había hecho añicos. Su vista se fundió en negro, y su mano dejó de cogerla la barbilla, para posarse sin vida en su vientre en el que el futuro no contemplaba la vida como una opción.

Psicopato


QUERER Y NO QUERER

Recuerdos, imágenes que no son claras, voces distorsionadas. ¿Quién quiere alimentar su vida de ello? Yo desde luego no, y me corroe la idea de que pueda ser así. No quiero amargarme con despedidas no quiero trenes que me amenacen, no quiero el eco de las olas ni teléfonos distantes, no quiero caras sobre papel, no quiero palabras escritas ni modernas cartas, no quiero canciones que me persigan. Quiero pensar que un día todo esto desaparecerá, quiero pensar que todo esto dejará de ser una ilusión, que será real que la podré tocar que la podré besar sin miedo a decir adiós, que será un hasta luego un hasta mañana. Que algún día pueda decir, buenos días ¿cómo estás?. Que podamos compartir nuestros sueños, nuestras ilusiones, nuestros fracasos, nuestros miedos. No quiero que sea una dicha que un día tuve entre mis brazos, deseo que sea presente y futuro, no pasado.

Como decía Salinas: para vivir no quiero ni islas ni palacios ni torres, es todo mucho más sencillo pero a la vez complicado. No pido un imposible pero si un muy difícil, pero no quiero pensar en ello ahora, en la soledad que en estos momentos me inunda.

Es la distancia un cuchillo afilado que se pasea por mi cuerpo y es el deseo el que lucha, el que esquiva cada golpe, el que hace que cada mañana me levante con la misma imagen. Quisiera poder dejar atrás todo lo que tengo, deshacerme de esta carga que llevo atada, poder sentirme libre de este peso, quisiera escapar, quisiera perderme en el oscuro de sus ojos, quisiera expresar todo lo que siento pero no puedo con palabras, esta vez no son mis mejores aliadas porque no son más que palabras escritas que no ayudan a nada. Quisiera transmitir a todo el mundo la ansiedad que me oprime, quisiera que todos pudieran mirar dentro de mi corazón y descubrir la realidad que lo habita, que viesen que por dentro me muero de dolor. Quisiera que uno y uno no fuesen dos sino que fuesen uno, quisiera que el calendario no fuese mi enemigo.

Quisiera, quisiera, quisiera... ¿cuándo dejaré de querer para hacerlo realidad?

Javier Barrios


Me quitaron la infancia y me robaron un tesoro
quizá por eso...
tengo los ojos negros y oxidados.

Julia Chacón

Otro día se hizo la luz y se hizo la vida
esa vida que llaman los ignorantes
tanta realidad y tanta putrefacción.
Hoy he decidido quedarme ciega,
ciega para no tener luz,
ciega para perder la vida,
ciega para ve de cerca
el mundo de mi locura.

Julia Chacón

Un puño y un corazón,
la diferencia es sólo una palabra.
¿Cuántas palabras largas y amargas?
Miro la primavera tras el cristal
tras el incienso y la vela seca
tocas este olor agrio
que omite el sentido
y da paso al sentimiento (único)
y sueño en tus puños,
con la mirada rebuscada de quién sabe quien
muse je t'aime.

Julia Chacón


LA PÍLDORA QUE OS DAN*

Podríamos empezar el articulo que nos ocupa diciendo que los jóvenes de ahora no pensamos en nada, que somos unos locos que no hacen más que salir y emborracharse para divertirse y cuyas vidas están tan vacías que a los 15 ya se es un alcohólico irreversible. Esto no es cierto, al menos en el sentido literal. Pero tampoco voy a decir que sea una gente estupenda la que me encuentro los sábados por la noche:¡Eh tú!, ¿Me estás mirando? ¿A que té parto la cara? Y lindezas semejantes es lo que nos encontramos si vamos a según qué sitios. No llevan camisas negras porque no sabrían lo que quieren decir, pero una cosa tienen muy clara, el mundo es como debe ser, ellos son los superiores y piensan cuadriculado. Lo externo es malo, los inmigrantes malolientes, las mujeres inferiores y el "bakaluki" ,el "bakaluki" amigos, es música.

por Paulino Esto, señoras y señores, es la CULTURA POPULAR, la herencia que nos dejaron según y qué periodos políticos de nuestra historia, cuyas ideas resurgen históricamente cada cierto tiempo aunque nadie se explique como, por qué, o qué pueden tener de atractivo según que tipo de ideologías.

Pero realmente, nosotros somos las victimas. Yo creo que la culpa no la tenemos nosotros, sino el sistema. Ese pedazo de ley que es la LOGSE y que ha convertido a l@s ciudadan@s "mailto:ciudadan@s" en pedazos de carne tan manipulables que da pena verlos. Dadles circo y pan y no se preocuparan de otra cosa, y claro, los tienen en la palma de la mano. Y es que señores, no hay nada nuevo bajo el sol, como dijo aquel. Lo más triste de todo es que los que se suponen ciudadanos plenos del Estado de Derecho se dediquen más a protestar porque cierren las discotecas a las 5 de la mañana en vez de a las 6 que por mejorar sus condiciones laborales.

Mil millones de moscas no pueden equivocarse: ¡Come mierda!

*fragmento de Mary Poppins

Jesús B.


EL ARDUO TRABAJO POLICIAL

Todos los niños, de pequeños, quieren ser policías. Yo no recuerdo si también quería serlo (quería ser astronauta, marinero, piloto, arquitecto o arqueólogo), pero seguro que también quería serlo. Me gustaban -como a todos los niños- las series de policías, donde esos polis tan guays, tan valientes, inteligentes, justos y divertidos vivían grandes aventuras llenas de acción y detenían a los malos, que eran muy malos, y sin que nunca muriese nadie. Me encantaban las persecuciones a toda velocidad con la sirena, los tiroteos (donde nunca nadie salía herido, sorprendentemente), etc. No sé si de pequeño quería ser policía, pero sí sé que me gustaba.

Pero luego, a medida que crecía, fui cogiéndoles algo de "reparo". Me di cuenta que los malos no siempre eran tan malos, sino que a veces los malos eran los que defendían los policías, o incluso los mismos policías; me di cuenta que en los tiroteos solía morir gente, que siempre eran los mismos, y que los policías no eran ni tan valientes, ni tan justos, ni nada de aquello.

Luego, este sentimiento se agravó con diversos altercados, como cuando en una manifestación los "antidisturbios" cargaban indiscriminadamente y a veces sin motivo, o cuando te pedían la documentación porque sí, mientras que dejaban tranquila al resto de la gente, sólo porque vistiésemos de forma diferente o llevásemos el pelo largo. Y entonces les cogí asco, y les criticaba sin cesar, y me metía con ellos. La crítica más habitual era que eran unos vagos, que no hacían nada -o en todo caso tocar los huevos de vez en cuando-, y encima cobrando de lo que pagamos los demás. Pensaba que eran unos parásitos, y que vivían por la cara, sin ganarse el pan, como hacía la gente honrada.

Sin embargo, el otro día me ocurrió algo que hizo que cambiase mi percepción sobre la policía, algo que hizo que me diese cuenta de que ser policía es mucho más difícil de lo que pensaba.

Fui a la comisaría a hacerme el pasaporte y a renovarme el carnet de identidad. Debido a la gran cola de espera que había, tuve que estar esperando un par de horas, y como no tenía nada que hacer, me dediqué a estudiar a los "maderos".

Para empezar, todos tenían -o tienen- una chulería natural, espontanea, que seguro que no puede tener cualquiera. Andaban -o andan- como si viniesen de montar a caballo y estuviesen escocidos, como el mismísimo John Wayne. Al principio pensé que era por la moto, porque los primeros que vi eran los de proximidad, los que van en el vespino, pero luego descubrí que también les pasaba a los que iban en coche e incluso a los de las oficinas. Pero es que además, todos llevaban la camiseta desabrochada, luciendo un espléndido pecho velludo. En otras circunstancias me habría parecido una horterada, pero he reconocer que a ellos les quedaba de lujo. Esto, unido a sus gafas modelo años 70 -de esas verdes enormes- o a la forma de hablar les daban un carácter genuinamente español, difícil de conseguir -yo, por más que lo intento, no lo consigo-. Pero lo que más me asombró es su perfecta calma -o debería decir vagueza-; yo sólo estuve dos horas haciendo cola, y acabé de los nervios, mientras que el poli de la puerta permanecía impasible, sin hacer otra cosa que mirarse las uñas, rascarse la entrepierna o sujetarse la... pistola.

Y en ese momento me di cuenta de la enorme dificultad que supone ser policía. Descubrí que yo -ni posiblemente vosotros-, aunque quisiera -que no es el caso-, no podría ser policía. Lo siento, pero carezco de las cualidades necesarias: chulería, prepotencia, pereza, falta de escrúpulos, etc.

Por eso, y ya para acabar, quisiera pedir un mayor respeto para las Fuerzas del Orden, porque muchas veces no nos damos cuenta de lo difícil de su tarea, que no está al alcance de cualquiera -por mucho que el único requisito oficial sea el Graduado Escolar (que dudo que algunos lo tengan)-. Así pues, más cuidadito cuando se hable de la policía, porque -desafortunadamente- siempre estarán ahí.

PEPPER


(MAL)HUMOR

por Un Cuchillo En Tu Espalda


Cuando la perfección se burla de la humanidad

Cuando la perfección se burla de la humanidad
pasan cosas,
gente que entra en manicomios
y gente que debería estar en manicomios;
pasan cosas que no entran en nuestros planes,
gente que muere
y gente que debería estar muerta,
gente que lleva esperando 50 años
y gente que vive en espera.

Pasan cosas
como ojear el periódico de la semana pasada,
como llamar a tu mujer Carla
cuando se llama María,
como tener el ticket y estar a falta
del artículo,
como quedarte sin dinero,
o sin vida,
mientras te preguntas cuánto puedes aguantar
así,
y te falta oxígeno para el siguiente cigarrillo,
y hielo en tu última copa,
y sabes que algo anda mal en tu cabeza,
pero se te ha hecho demasiado tarde
para pensar.

Y la perfección te corta como un axioma,
mientras la gente hace cola
en la panadería y en el manicomio y en las
comisarías y en las casas de putas
y van a trabajar en largas colas rectilíneas,
montados en autobuses rojos
y gusanos eléctricos,
y te das cuenta de dónde se encuentra
el error,
mientras el sol
sale por el horizonte.

A.cordero


JAZZ MINORITARIO

Casi un siglo después de su nacimiento, el jazz sigue siendo una música para unos pocos. Los factores que determinan que esto sea así, son en gran medida el elevado coste de las actuaciones, motivado por el escaso aforo del que disponen los locales que acogen a este tipo de música (Esto afecta a su vez a otros estilos de música, de ahí que grandes intérpretes tengan que trasladar sus actuaciones a otros puntos de la península). Otros factores que también influyen en este carácter minoritario, es la poca atención que se le dedica en los grandes medios (vease TV en donde los conciertos o documentales se echan sin previo aviso y a horas "muy interesantes", o bien en programas de radio, donde sus horarios de emisión varían constantemente, y el hecho de escuchar alguno de ellos es más bien fruto del azar que de otra cosa...). Esta falta de interés por los medios conlleva un desconocimiento general por unos grandísimos músicos y por un estilo de música rico y a su vez divertido. Poniendo un ejemplo gráfico y cercano; en Alcalá de Henares tenemos a uno de los grandes guitarristas de jazz de España, Chema Saiz,...

Además de esta falta de interés y desconocimiento, el Jazz es una música extraña dentro de las arcas del conservatorio, ya que la estructura y composición de este tipo de música rompe las normas clásicas (Hay disonancias, muchas improvisaciones, y un feeling especial...). Posteriormente muchos de los músicos de conservatorio se pasan al Jazz... (¿Por qué?...)

Otro aspecto que influye en su carácter minoritario, mencionado anteriormente, son los locales en los que se ofrece este tipo de música. Estos, en la capital se cuentan con los dedos de una mano, disponen de una capacidad limitadísima, y además sus precios son prohibitivos... Basta mencionar como ejemplo "El mes de Julio, Conde-Duque" en Madrid, grandes artistas a grandes precios, uno se plantea si en espacios grandes no puede haber Jazz. Más cercano a nosotros (en la ciudad patrimonio) los locales que ofrecen conciertos a la gran cantidad de grupos que hay en Alcalá es más que mínima, y no por la inexistencia de ellos (Auditorio de los gorriones, Patio de los leones, kiosco de la plaza Cervantes...). Como se puede observar sitios para actuar si tenemos, quizá sólo falte que el concejal de cultura se preocupe más de los músicos que tiene Alcalá de Henares.

Por último, aquellos que hayan escuchado poco o nada este estilo de música decirles que se den una oportunidad. Este consejo es aplicable a cualquier estilo (Para poder opinar hay que escuchar), y si tienes la opción de ir a ver un concierto de jazz, mejor que mejor. Hasta la siguiente edición.

Jimmi Rizos


(MAL)HUMOR

por Dani


Las agujas del reloj

Qué inútiles son.
Todo el día dando vueltas
alrededor de un punto,
para volver a comenzar
de nuevo desde el principio.
Siempre hablando de números,
apuntando a las cifras.
Diciendo:
"llegas tarde"
pero no acabo de comprender
lo que eso significa.
Me quedo viéndolas girar,
en el autobús, en el tren,
en el trabajo, yéndose de vacaciones,
en la playa, en el campo...
contándolo todo,
midiéndolo todo,
las muy cabronas,
controlándolo todo.
Esperando.
Y están
en todas partes...
Me recuerdan
a las agujas del reloj

A.cordero


EXISTENCIA

¿Son estas líneas mi vida?¿Vivo por qué ahora mismo escribo? Quizá estás líneas sean dictadas por otra boca que se vale de mí para divulgarlas, como se valía don Miguel de Unamuno del pobre Augusto Pérez o Tolkien de Gandalf. Quizá yo solo sea uno más de los millones de personajes de la novela permanente de ese ser que llaman Dios. Si es así, podría este ser programar mi ejecución tan fácilmente como don Miguel programó la del infeliz de don Augusto, y al igual que a este, de nada me serviría gritar o patalear, de nada me serviría vivir, pues yo no sería yo, sería lo que la mente de ese ser, de Dios, quisiera. Mi vida, lo que sentí, lo que sufrí y desee, no habrían salido de mí, de mi alma, sino de la invención de una autor cruel que me hizo sin ser y me dio el entendimiento para llegar a descubrirlo, negándome así esa santa ignorancia que tan felices nos hace, la ignorancia que permitió a Pedro J. Maza, a Miguel de Unamuno, a William Shakespeare, a Hamlet o a Diego Alatriste, pensar que sus vidas, su mundo, sus sentimientos, su dolor, eran algo real, algo suyo que provenía de su alma, única e intransferible. Pero si su alma no es de ellos, si su alma la ha creado Dios o Cualquier otro ser y los acontecimientos que marcarán esta son las invenciones de un creador superior, ¿no son?, ¿no somos marionetas a merced de una entidad que nos ha creado, que nos maneja y que puede cortar nuestros hilos, el hilo de nuestras vidas cuando le venga en gana?

¿Augusto Pérez no creía amar como lo he creído yo tantas veces? ¿No pensaba él que moriría el día menos pensado, por cualquier causa, no cuando el que resultó ser su creador y dueño de su destino decidiese? En ese caso, si Dios existe, si él me creó a mí, como a ti lector, y nada de lo que yo pueda hacer o decir cambiará su decisión de lo que ha de pasarme, ¿es mi vida entonces real?. Si es así, los hombres, como los elfos, como los hobbits, no somos libres, no realmente libres. Lo somos en tanto que vivimos en la bendita ignorancia de que somos, de que existimos, de que todo cuanto esta a nuestro alrededor es real, tangible. Pero si Gandalf pensaba que Rohan era un lugar real y ambos eran invenciones de Tolkien, el Dios de la Tierra Media, ¿no pienso yo que Madrid es real y ambos podríamos ser invenciones de Dios? ¿Qué me diferencia a mí de Gandalf salvo la mente que nos piensa? Lo que me lleva a, si Gandalf pensaba que él y todo su mundo eran reales y resultaron ser invenciones de su dios, Tolkien y si Tolkien, como yo, pensaba que su vida y todo su mundo eran reales y resultaron ser invenciones de Dios, ¿no pensará este Dios que su vida y todo su mundo son reales y acaso estos no sean sino la invención de otro dios, que a su vez sea la invención de otro dios, y así ad infinitum? Sí es así, toda realidad es un espejismo de otra superior; entonces, ¿se llegará a una realidad suprema e indudable, un plano de existencia absolutamente real de la que provienen todas las demás?,¿tendría, acaso, razón Platón?. O la secuencia de realidades se perpetuará hasta el infinito, ficción, tras ficción, siendo una consecuencia de otras, en una interminable cadena de irrealidades y sueños, lo que nos conduciría a una máxima aterradora que incluso tiemblo al escribir: la realidad no existe.

Pero no seamos tan tremendistas, existimos. Nosotros al menos, ya que no debe caernos en balde aquello del cogito ergo sum; nos engañamos, luego para engañarnos es claro que de alguna forma debemos ser, una entidad de alguna clase, ya sea física o psíquica, pero existente hasta cierto nivel. El verdadero problema es de donde proviene nuestra existencia y hasta que punto nos pertenece. Sí Dios existe realmente, si de verdad somos creaciones suyas, nosotros y nuestro mundo no tendría más valor que el que tendrían Augusto Pérez y Renada en manos de Unamuno. Pero, ¿y sí vivimos en un círculo vicioso?, un círculo en el que las realidades se complementen, y si Dios nos crea y nos inculca en el alma su fe, pero al mismo tiempo, le es necesaria esa fe, que alguien crea en él para existir. No es extraño esto, pongamos el caso e una persona, un ser, completamente invisible, intangible y que no pudiese comunicarse con nosotros a ningún nivel, pero que pudiera viajar, pensar, razonar, sentir. ¿Existiría ese ser, esa persona?, para el sí, pero si ningún ser más del universo puede corroborar su existencia, ¿qué grado de realidad tendría realmente? De esta forma, sin nadie que creyese en él, sin nadie que le hiciese grande y real con su fe ¿existiría realmente Dios?, ¿Existiría acaso para nosotros, hombres y mujeres del siglo veinte Unamuno sin Augusto Pérez, Cervantes sin el Quijote? Sería muy lícito pensar que si nosotros no diésemos verdad a la idea de Dios al creer en ella, igualmente, si admitimos que existe, debemos admitir, según dicta la tradición, que él nos ha creado, entrando así en el ya citado círculo vicioso en que cabría preguntarse quien fue antes, el huevo o la gallina.

Todo este desvarío es siempre condicional a que creamos, que no es mi caso precisamente, que realmente hay un ser que nos ha creado y que nos rige, pero si no lo hay, si no lo hay la cosa se complica bastante...

Pedro J. Maza


(MAL)HUMOR

por Paulino


HASTA EL FONDO DEL ASUNTO
por Paulino

Montones de gritos se agolpaban en las calles. Montones de pancartas que despertaban a los vecinos de la ciudad. Estos salían al balcón o a la ventana y veían la Gran Manifestación. Cientos, miles, millones de manos, de dedos, de penes, de clítoris y vaginas en general, protestaban. "No a la masturbación, estamos hartos. Queremos sexo normal, hetero u homo nos da igual". Los vecinos de la ciudad se miraban entre ellos, y se miraban a ellos mismos, y veían que no tenían manos, ni penes, ni clítoris, ni vaginas, y algunas personas ni tetas, ni jarrones, ni botellas de cerveza de largo cuello, ni zapatos con tacones. Aquellos tiempos eran tiempos de caos. La Reina de la Rapidez se paseaba entre los manifestantes arengándoles. "Estamos cansados", decían, "de estar arriba y abajo". Los hombres tenían muñones, las mujeres tenían muñones. "¿Qué haremos? ¡Oh, qué desdichados somos! Sin nuestras manos y nuestros dedos ya jamás volveremos a tener auténtico sexo, ¡oh, pobres de nosotros!".

La Gran Manifestación había llegado a todas las ciudades y cuando dos grandes penes se enroscaron en el cuerpo de la estatua de Cervantes en la ciudad de Alcalá de Henares, y desde allí escupieron y escupieron sus quejas, apareció entre los inválidos vecinos un sabio joven que jamás pronunciaba la erre. Reunió en su casa a todos los que pudo y dijo: "vecinos, estamos en tiempos oscuros donde se mancilla el culto a Onán y Pan, jamás ha sido bueno ofendeg a los dioses. La Gran Manifestación ha de traegnos desgracias mayores de las presentes. Necesitamos al Capitán Paco". Y dicho esto se convocó al héroe que antaño nos enseñase a todos a mear desde las terrazas y a decir "cabrones", al héroe que de pequeño un oráculo le vaticinó que un día llegaría a ser mujer. El Capitán Paco vino cruzando carreteras de miles de camiones Pegaso y motos Vespa, audaz y sin rechazar el riesgo; no obstante su lema es cruzar o morir. ¡Oh, Capitán Paco, elegido de Onán!, aún tus manos y tu pene estaban contigo. ¡Oh, Capitán Paco, salvador de la ciudad!

Conocedor del problema que asolaba el mundo, el Capitán Paco avanzó entre las manos y entre los penes, apartó los dedos y los clítoris, y llegando a la estatua de Cervantes vio a los dos penes enroscados y a la Reina de la Rapidez entre ellos. "Reina de la Rapidez", dijo,"cesa esta locura, jamás vista desde los tiempos del alcohol y las setas, cuando aún Bukowski vivía. No hay nada mejor que el sexo con tu pareja o tu trío, pagues o no pagues, sea hetero u homo. Mas millones de personas no tienen mejor amante que sus manos y sus dedos. En verdad que lo que tú haces es una catástrofe. Escucha mis razones, Diosa de la Rapidez, y si no las crees suficientes recuerda las muchas noches que nos acostamos juntos y obra por amor a ello. Me has conservado las manos y el pene, no así a mis compatriotas, y eso me dice que mis palabras no las he dicho en vano". La Reina de la Rapidez reflexionó y asintió diciendo: "¡Oh, Capitán Paco!, cuánta verdad hay en tus palabras. Mas como ves todo está hecho ya. Mis celos porque te hubiese ido con otra me han hecho convocar tal Manifestación, pero veo ahora tus manos y tu pene y recuerdo nuestras noches juntos, no sabes cuanto me arrepiento de lo que he hecho por celos. Sólo hay un modo de pararlo, Capitán Paco, has de traer dos ánforas de cerveza del Parque del Boisán, sólo entonces, cuando los dedos, las manos, los penes y los clítoris, estén saciados, podrá parar esta locura. Pues la cerveza de esas ánforas es cerveza que fluye eternamente y, atontando a los manifestantes, nunca jamás volverán a quejarse y a alejarse de sus tareas".

Dicho esto, el Capitán Paco marchó al oriental Parque del Boisán, haciendo su camino contra el Sol e hinchando sus pies de kilómetros. Mas al llegar, la boca del Parque estaba custodiada por la Hydra Penosa. Este ser, hijo de Tetra Brick y Perlado, enseñaba vídeos y fotos de su pene, y su propio pene, a todo visitante. Dicen que tal visión ocasionaba una parálisis permanente. El Capitán Paco, que a nada temía (¡oh, qué grande, Capitán Paco!), se acercó a la Hydra, y, sin mirar demasiado, sacó su machete y cortó de un tajo el pene. La Hydra, que estaba dormida, despertó dolorida. ¡Oh, crueldad de crueldades!, de la herida surgieron dos penes que, poniéndose erectos, iban a escupir su mortal semen al Capitán Paco. Retrocedió nuestro héroe sorprendido pero, antes, de un tajo cortó aquellos penes. Horror de horrores, ahora eran cuatro penes blandidos contra el Capitán. Ya le estaban rodeando, ya le apuntaban a la cara, ya iban a escupir su letal carga, cuando la Gran Manifestación de manos y penes, de dedos y clítoris, llegó hasta allí gritando. "No más sexo manual. No más manipulación". Los cuatro penes se miraron entre sí, y también las manos de la Hydra. Prodigio de prodigios, descolgándose del cuerpo que los mantenía se unieron a la Manifestación, a la que ya por entonces se habían unido los vibradores y las muñecas hinchables, los palos de golf y los rodamientos de los camiones. El Capitán Paco fue entonces a coger las ánforas de cerveza y se las llevó a la Reina de la Rapidez.

Bebieron todos los penes, todos los clítoris, todas las manos y dedos, todas las revistas y películas, todos los plátanos y todos los brazos. Se embriagaron y atontaron, olvidando su lucha. Regresaron a sus cuerpos, a sus estanterías, a sus mesas, a sus camiones, a sus cementerios... ¿Quién de todos aquellos participantes en la Gran Manifestación habría de recordar su lucha y sus problemas? Todos volvieron a sus tareas sin considerar si les gustaban o si eran buenas. Las aceptaban, pues consideraban que así había sido siempre desde que se creó el mundo antes de ser creados ellos mismos.

Fue así, en aquellas extrañas épocas, como el Capitán paco nos salvó a todos. Los números de teléfono se prostituían en los periódicos, se entremezclaban, se cruzaban, se enredaban, se amontonaban unos sobre otros, el seis sobre el nueve, el uno a través del ocho, el dos entre el tres y el cinco y en extraña pirueta sobre el cuatro, el cero moviéndose, estando arriba y abajo de todos, el siete, si yo os contara donde estaba el siete.

¡Oh, Capitán Paco!, nuestro héroe.

dANIEL l.-sERRANO


por Franz

Estaba sentado en la silla, junto a la pared, mirando a un punto en el techo sin llegar a mirarlo realmente, sin llegar a concentrar mis ojos en aquel pequeño espacio al que se suponía que miraba. Hacía calor, siempre hace calor, la sangre hierve y el delirio entra con su grandeza por la puerta de nuestra mente. El punto al que miraba, un pequeño espacio físico similar al resto del techo, ¿cómo puede decirse: "Estoy mirando un punto en el techo"? ¿Qué tiene de especial? ¿Algo ha de diferenciarlo del resto de supuestos puntos para que te fijes en ese punto en concreto? Ese punto palpitaba por sí mismo, parecía una prolongación de mi corazón, latiendo al mismo ritmo, al compás, sístole y diástole. Yo realmente miraba allí sin mirar, como casi siempre; la gente habla, hago que escucho, hago que miro... Aquel punto era en ese instante mi alma agitándose bajo las pesadillas que conforman el mundo supuestamente real.

Bajé a la calle y entonces ocurrió todo, me pusieron una pistola en la mano, me sujetaron el brazo, pusieron mi dedo contra el gatillo, apuntaron a una persona, una persona cualquiera, nada en especial, igual que el resto, ¿por qué esa persona? ¿por qué no aquella otra? No hay razón... Ellos... ¿Quienes? Ellos apretaron mi dedo contra el gatillo una vez, y otra, y otra, y... Ellos... Ellos mataron a toda esa gente, apretaban mi dedo contra el gatillo y disparaban sin sentido a cualquiera, no se fijaron en nadie en concreto, sólo veían a alguien y le disparaban. ¿Quiénes -pregunta un policía- son ellos? Ellos... La policía llegó, siempre llega cuando la gente te señala inconscientemente como el culpable; La policía, el dedo meñique del sistema, el dedo inútil, con el meñique te sacas los mocos de la nariz, la cera de las orejas, te rascas las pelotas, ¿pero para qué más sirve? La policía me detuvo, todos me señalaban como el culpable, nadie vio como pusieron la pistola en mi mano y me forzaron a disparar, luego, en la sala de interrogatorios, yo contaba lo sucedido y ellos, los policías, sólo preguntaban quienes eran ellos, como si no los vieran en la ventana haciéndome burlas, riéndose de mi destino, allí, agarrados a los barrotes, escupiéndome insultos y tirándome piedras, ellos... ¿Quienes son ellos? ¿No los ven? Ahí, en la ventana, insultandome. ¡No ven a los demonios! Ellos siguen gritándome mientras me sacan de la habitación y me llevan a un calabozo; Oscuro, húmedo, rezumando muerte, la primera piedra en la maquinaria que utiliza el estado para amedrentarnos. Los diablos están ahora en la pequeña ventana que da a mi celda, me siguen gritando y escupiendo, siguen allí durante horas, yo grito, pido auxilio, pero el carcelero no se apiada de mí y les permite seguir allá haciendo que no les ve. ¡Ahí no hay nada, jodido loco! Me golpea con su porra, la prolongación de su ego, el artilugio que le confiere toda la seguridad en sí mismo, él golpea y yo recibo, está estipulado por la ley, la ley humana y la ley divina, dar, recibir, el fuerte, el débil, golpea con saña, sus instintos animales vuelven a resurgir después de llevar años dormidos, soy el cebo, la carnaza, y el es el cazador sin sentimientos. Cuando se marcha de la celda compruebo que todavía no he muerto: respiro con dificultad, todo es borroso y me duelen en el cuerpo los golpes recibidos, signo inequívoco de que aún sufro... que aún sigo vivo. Los demonios, los responsables de mi situación, aún se mofan de mí desde la pequeña ventana, siguen allí, toda la noche, pero ya no les oigo, miro al techo sin mirar, porque aunque mis ojos están fijos en un punto, veo más allá de ese punto, veo la nada, un lugar llamado nada, una pequeña porción de mi mente que me hace inconsciente del resto del mundo, sólo percibo la nada. Los demonios aun siguen allí, pero para mí ya no existen, ese calabozo es irreal, el carcelero, los policías, todo...

Despunta el alba y abren mi celda, dos policías entran y me ponen grilletes en pies y manos. Por un pasillo semioscuro me llevan hasta un pequeño patio, cuatro personas parecen esperarme allí: un cura, gordo y viejo; el alcaide, que tiene un pequeño hilo de saliva colgándole de la comisura de los labios; un juez, vestido con la toga y recontando un pequeño fajo de billetes; y el verdugo, impasible, subido al patíbulo donde una soga se balancea amenazante. Me suben allí, al patíbulo, y me ajustan la soga al cuello, es áspera, abrasiva... ¿Un juicio? No hace falta, mejor así, sólo sería una farsa que retrasaría el inevitable final. ¿Confesión? ¿Cambiaría algo? ¿Acaso sirve de algo pedir perdón? A los gusanos les da igual pío que pecador. El cura, sonríe... El juez, también. ¿Y el alcaide? Quién lo ha puesto en duda. El verdugo no, las pocas facciones que se ven de su cara permanecen imperturbables, es el brazo ejecutor, no ha de pensar en el bien y en el mal, el sólo ha de bajar la palanca que abre la trampilla que hay bajo mis pies. Los demonios siguen allí, desde una azotea me insultan y escupen, están pidiendo impacientes que se me ejecute de una vez, ¿por qué tanta demora? ¿No era tan urgente? Sólo ellos y yo sabremos lo que ha ocurrido, sólo ellos y yo conoceremos la verdad por la que ahora he de pagar, para qué seguir diciendo "¡Soy inocente!", para que seguir gritando que están allí, que por qué no les ven... El verdugo mira al juez y este asiente; luego al alcaide, que asiente también. Al final mira a los demonios, él si los ve, por qué entonces nadie me cree, les mira un instante y ellos asienten sonrientes, es entonces cuando intento gritarle, pedirle que me libere, le miro intentando articular palabra, pero el tira de la palanca y sólo me susurra una frase: "La Tierra te sea leve".

F.Huerta


por Paulino


SETAS ATRAPADAS EN SU PROPIA FORMA

Coge el dinero y lárgate,
el límite sólo está
cuando te obliguen
a dejar de correr.
Mata al carcelero de la ciudad,
róbale las llaves de la libertad.
Emborráchate.
Vive en el sueño
de estar fuera de la oscuridad.
No hay más ley
que la ley de correr,
si te aciertan las balas
serás un mártir más.
Puede que no seas el primero,
ni el segundo en la carretera,
¿pero para qué quieres llegar?
Escápate
o muérete,
di que eres el verdugo
de la opresión muda
que nos envuelve.
Atraviesa bosques y montañas,
busca un desierto donde esconderte,
coge el dinero y véndete,
emborráchate,
drógate,
devórate,
cae al suelo y ensúciate,
escribe deforme,
como tu cara y tu cuerpo
y tu forma de ser,
libérate,
y cuando te maten
ten en tu boca el recuerdo
de que el límite llegó
cuando te obligaron
a dejar de correr.

D.L.-S.P.


No somos mártires

por David "Caía la noche como un telón, la gente se marchaba a dormir, era la hora de los solitarios, los desamparados, la hora ideal para pegarse un tiro sin remordimientos, cuando las paredes de la casa se levantan como murallas y los automóviles suenan como mosquitos al pasar por la calle de al lado, cuando el alcohol añeja en ambrosía y las ideas se alinean en el patíbulo...

Todas las noches, nuestro cerebro roza la muerte."

Hubo una llamada en la puerta. Abrí y entró Luis con una lata de cerveza vacía en la mano.

-¿Dónde pongo esto? -dijo.

Era normal que no lo supiera, se había bebido en mi casa, de mi nevera, unas doscientas botellas de cerveza, pero jamás las había tirado a la basura, simplemente las dejaba desparramadas por toda la casa. Le indiqué dónde se encontraba el cubo de la basura, dos pasos más allá de la nevera donde, 30 segundos después, cogió dos birras. Nos fuimos a tomárnoslas al salón. Luis era el clásico tipo que se emborrachaba en casa de sus amigos antes de salir por ahí. Y su mejor amigo era yo. Nunca me pregunté el porqué, nunca me importó.

-¿Sabes quién la ha diñao? -dije. -¿Quién?
-El vecino del séptimo. Se tiró ayer dessde la terraza.
-¿Del séptimo?
-Uno cincuentón, gordito y calvo. Que lllevaba seis meses en el paro... -dije- El que su mujer estaba tan buena.
-Ah, coño. A ese tío me lo encontraba seentado en el parque, leyendo el Segundamano y cosas de esas, cuando iba allí a fumarme porritos. Al final acabó cortándome un poco cuando me lo encontraba en tus escaleras.
-Bueno, ya no tendrás que preocuparte poor eso. Anoche salió a buscar trabajo por la puerta grande, la de la terraza. Yo estaba aquí, viendo la tele, y sonó una hostia de la leche.
-¿Lo oíste? -dijo.
-Lo vi. Cayo encima de un coche. Quedaroon los dos reventados.
-Ya me jodería si fuera mi coche -dijo éél.
-Había cachitos suyos por todas partes. Había, incluso, un pedacito de sus sesos pegado a mi cristal.
-Ya me jodería... -dijo- Eso es lo malo de vivir en un primero, nunca sabes cuando alguien se tirará por la ventana.
-Por la terraza, fue por la terraza.
> -Oye -dijo-, quitarías eso de ahí, ¿no? Los sesos.
-¿Estás loco? Ya se despegará cuando se seque. No voy a tocar los restos de un fiambre.
-Bueno... a mí no me importaría tocar a su mujer-dijo Luis.
-No, la verdad que no-afirme.

La tipa estaba de muerte, para la edad que tenía. Y el tipo gordito creía que se la pegaba con otro. Es normal, teniendo un pedazo de mujer como esa, pero yo sé que no era así, aquella mujer no salía de casa más que para hacer la compra, y rapidito. Las pocas veces que me la encontraba y hablábamos alucinaba, era la tía más inocente que te pudieras echar a la cara, y siempre me contaba cosas de su marido. En resumen, una santa. Y con unas piernas... Quizá por eso se suicidó. Demasiado poco sexo. No se sentía hombre suficiente.

Fuí a la cocina por otras dos cervezas. Cuando volví me encontré a Luis de pie, examinando los restos de la ventana.

-Es vomitivo -dijo-. De todos modos, esto te vendrá bien para la novela esa que estabas escribiendo... ¿Cómo se llamaba? ¿Suicidas Neonatos, o algo así? -Suicidas Natos. ¿No crees que existan? -le pregunté.
-Lo que sé es que ese tío saltó porque eestaba asqueado de su vida. No creo que naciese para matarse. No creo que matarse fuese la máxima en su vida.
-¿No? ¿Tan seguro estás?
-Mira, no puedo concebir que un menda lee tenga pasión a la muerte a menos que esté loco, como una puta cabra.

Como la conversación parecía alargarse, y las cervezas nos quedaban cortas, saqué una botella de whiskey y una hielera. A Luis le encantó el gesto. Después de llenar las copas traté de convencerle de mi opinión.

-Imagina, piensa en el suicidio como si fuera un arte. Hay artistas mediocres, como el vecino del séptimo, best-sellers, como el que acaba con toda su familia primero, o el que se tira por un barranco y arrastra docenas de personas, y artistas profesionales. -Estás zumbao, tío. Me dices que los suiicidas son... como mártires del arte.
-No, mártires no, amantes del arte -dijee-. A ti te gusta Jimi Hendrix, ¿no? ¿Y no murió de arte ese tío?
-Murió de sobredosis -corroboró.
-Se mató de drogas, puede que no a propóósito ese día, pero si te metes movidas como él lo hacía sabes que algún día palmas. Como un suicidio sin fecha fija.
-No sé, tío -dijo él.
-Te estoy hablando de morir de, por y paara el arte. Eso es un suicida profesional. Puede haber gente de esta, que no se entere en toda su vida de que es un suicida, pero actuará toda ella como tal -continué-. Y Jimi Hendrix, y Janis Joplin, y Jim Morrison, y Bukowski, y Hamsun, aunque ese murió y vivió de hambre, y Ezra, y Boris, y Ferdinand, y, por supuesto, José Asunción Silva, murieron de, por y para el arte. Bueno, los primeros murieron de, por y para el arte y las drogas. Pero... ¿No son arte las drogas?
-Ahí me pillas -dijo Luis.
-¿Habría existido Robert Jonhson sin la existencia del bourbon? Quiero decir, ¿habría sido él? ¿En qué bourbon ahogaría sus melancolías? ¿Qué demonio habría querido su alma? ¿Habría sido Hank, nuestro Hank, el mismo sin su bebida? "Tenía que haber muerto hace cuarenta años" dijo, como su Jane. ¿No son las drogas, Luis, un suicidio lento, indefinido? ¿No estamos suicidándonos un poco esta noche, con esta botella de whiskey? O, mejor dicho, al ritmo que va la botella, un mucho.
-Joder, tío -dijo él-, me voy ya, que hee quedado con una chica. Y, además, como me quede otro rato corro el peligro de salir por la ventana.

Le acompañé hasta la puerta. Cerré y volví a acabarme la copa. Cogí una hoja en blanco y la metí en la máquina de escribir. Saqué la pistola del cajón de la encimera e introduje una bala en el tambor. Le di una vuelta. Puse el cañón contra mi cabeza y apreté el gatillo. Sonó CLIC!, y mis sienes se tensaron un instante. Saqué la bala del tambor y volví a colocar el revólver en el cajón de la encimera. La noche ya estaba cerrada. Había terminado la función, los actores se iban a descansar.

Me llené otra copa de whiskey y me senté a escribir en la máquina:

"CAPÍTULO 25 ..."

A.cordero


Respirar significa demasiadas cosas

    Cuando los pensamientos son demasiado grandes
para los ojos.

    Cuando las acciones son demasiado grandes
para las manos.

    Cuando la salida está demasiado lejos
para las piernas.

    Cuando soñar es demasiado peligroso
para el corazón,
o para la cabeza.

    Y el médico dijo que el hígado
no aguantaría más decepciones.

    No era el alma la que vomitó aquella noche,
eran demasiadas preguntas
para el estómago.

    Pero siguió girando el remolino,
allá, sobre las tres de la madrugada, incesante,
entre los golpes secos que ofrecía el invierno a la ventana.

El alma no está autorizada para responder.

    Y el volumen de las circunstancias es demasiado alto
para los oídos.

Cuando todo falle...
    respira.

    Tal vez,
        el mundo no sea lo bastante grande
            para los pulmones.

A.cordero


por Paulino


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