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LECCIONES DE MI PADRE…

 

En medio de esta incertidumbre extraño el mar, el sonido de las olas, la mirada de mamá, la alegría del ayer; me invade la nostalgia. La distancia está cerca, puedo sentir sus suspiros. Pienso en mi padre, un hombre de 77 años, hoy sentado junto a mamá quizás con la mirada puesta en las puntadas de su vieja máquina de coser.

 

Mi padre, es un hombre de pocas palabras, pero con sus acciones y determinación me dejó grandes enseñanzas para ser autosuficiente, no ser dependiente. Desde muy niño al igual que mis hermanos me involucró a sus actividades cotidianas, además de ir a la escuela de mi amada Usdub. Recuerdo aquellos días como si fuera ayer, luego de una semana dedicada a las actividades escolares, los fines de semana, no solo era un compromiso, sino, era una jornada para aprender otras lecciones de la vida.

 

No obstante, qué sabroso era seguir durmiendo en la hamaca, cuando al fondo de la casa el silencio era interrumpido con la voz de papá en horas de la mañana, ya sea a las 5:00, 6:00 de la mañana o más temprano: “ogus, gwisgue, anmar nae” (Listo, levántese, nos vamos). Yo, acurrucado esperando que me dejara y con el segundo llamado más me acurrucaba, pero la voz determinante de mi padre era una orden. “Gegegwa iddosi, gwisgue, mer gegegwa iddoge” (¿Eres perezoso?, levántate, no seas perezoso). Así iniciábamos el día.

 

Sosteniendo con una cuerda el mástil de la vela pareciera juguetear con la brisa nuestro cayuco, tallado con las manos de mi padre. Mientras mi padre con la tranquilidad que le caracteriza desde la popa del cayuco dirigía hacia nuestro destino. Qué divertido era, el juguetear con las olas mientras pegaba fuerte el viento nuestra vela, tiempos aquellos que no volverán junto a papá.

 

Para llegar a la finca antes de la jornada principal del día, mi padre me entregaba unos de sus chuzos (eswar) más pequeños. A veces las caminatas eran largas, otras veces más cortas pero que se convierten en una travesía divertida, que se me quitaba todo aburrimiento. “Mer aimar baiganyob guo, bingesursi, arbae, ibmar na be digsad gunnoe” (No seas como algunos otros, ¿no te da pena? Trabaja, coma lo que produzcas tú mismo). Fueron palabras insistentes, remarcando de ser autosuficientes, de no esperar a nadie, de no ser dependientes.

 

Cuántas veces fallé, una y otra vez busqué pequeños y grandes cangrejos que salían de sus hoyos que eran parte del aprendizaje para mejorar el pulso de lanzar. Mi padre es uno de los cazadores conocidos de la comunidad, además de gran pescador, autosuficiente. Tenía un pulso envidiable para cazar, pescar o tirar lanzas. Tuve la dicha de acompañarlo en sus faenas, a lo largo del tiempo que permanecí en mi amada Usdub, que alternaba con tareas escolares. Mi padre siempre fue creativo para traer el alimento diario a la casa. Los primeros cangrejos o pescados del río que junto a mi padre conseguía durante las jornadas de siembra fueron, sin duda, una de las partes más divertidas; y comer cangrejo asado con plátano o guineo asado preparado en fogatas improvisadas, todo era una satisfacción que me hacía olvidar totalmente de regresar a casa. Así era papá, hoy tan distante y tan cerca de mis pensamientos.

 

En casa nunca nos faltó nada para comer, su capacidad creativa permitió traernos pescado, cangrejos o carne de monte en un día de trabajo, se ingeniaba. Las técnicas de pescar que conocía eran muy divertidas, sencillas. Podía ir al río, o meterse en los manglares, salir a mar abierto, o simplemente montar su cayuco y dar la vuelta por Mirya tenía comida para la familia. Hoy, a sus 77 años, el tiempo ha quitado una gran parte su capacidad para hacer lo que siempre hizo. Pero nunca le han quitado su capacidad creadora, y ha hecho de su vieja máquina de coser una herramienta de trabajo. Cose molas para mujeres, camisa para hombres, arma maracas (nasis). Aunque recuerdo que la labor de coser es uno de sus oficios viejos con que me acostumbre a verlo. Yo era feliz poniendo pantaloncitos de su creación, así es mi padre.

 

Sin duda, habrá similares experiencias y vivencias en toda nuestra Gunayala, pero con el tiempo otras actividades o necesidades han hecho cambiar las dinámicas de nuestras sociedades. En medio de esta pandemia, la propagación de coronavirus (COVID19) reina la inquietud general, existen limitaciones en nuestras comunidades. Se escuchan voces sobre necesidades y desabastecimiento de productos alimenticios. Pienso en las lecciones de mi padre hoy más que nunca, de hacer de nuestros jóvenes un instrumento de producción para ser autosuficientes, de no ser dependientes de ningún otro lado, más que nuestra capacidad y recursos para producir lo que necesitamos para nuestras familias y nuestra comarca. Retomar nuestras miradas hacia la tierra, hacer de ella la madre generadora de siempre. ***AML

 

Anelio Merry López

Panamá, 31 de marzo de 2020

 

 

 



 

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