LOS PIONEROS

1.0 EN 1.880, EL INVESTIGADOR PORTUGUÉS FRANCISCO MARTÍNS SARMENTO ANALIZA LA ORA MARITIMA. ESTÁ A PUNTO DE DARSE CUENTA DE LA CENSURA DE LOS TEXTOS REALIZADA POR EL PROCÓNSUL AVIENO, PERO SE LO IMPIDEN LA INGENUIDAD DE LOS HISTORIADORES DE SU ÉPOCA, Y LA ESCASA INFORMACIÓN DE QUE DISPONE.

Como ya hemos comentado, en el curso de nuestra investigación sobre la Construcción Naval en la Antigüedad, descubrimos casualmente que el Imperio Romano MIENTE respecto al Occidente Europeo.

Cuando leíamos el Libro III de la Guerra de las Galias de Julio César, buscando datos relativos a la Construcción Naval en la Antigüedad, nos encontramos –con gran sorpresa por nuestra parte– una información que HA PASADO INADVERTIDA a TODOS los investigadores que estudiaron sus textos.

En el libro mencionado, somos informados sobre cómo llevó a cabo Roma la invasión de las tierras de la hoy Bretaña francesa, donde habitaba el pueblo de los Veneti –según se lee hoy en el libro.

Cuenta Julio César que, en el curso de la invasión, la flota de guerra que Roma había construído en la Galia para tal propósito, peleó una batalla naval contra una flota de guerra –"de los Veneti"– formada por unos 220 buques de gran tonelaje para la época, siendo el valor de esta flota, hoy en día, de...  ¡¡¡unos 132.000.000 de Euros!!!.

En aquel entonces, no tuvimos más remedio que hacernos la siguiente pregunta:

¿Dónde consta en las obras clásicas la existencia de una Civilización Europea Occidental, que tenía los recursos económicos suficientes y la Tecnología de Construcción Naval necesaria, para fabricar, en el Siglo I a.C., una flota de guerra de 220 buques de gran tonelaje para la época, la cual hoy tendría un valor de unos 132.000.000 de Euros?

Respuesta de las obras clásicas y de los historiadores de todos los tiempos: EN NINGUNA PARTE.

Esto conduce inexorablemente a la siguiente CONCLUSIÓN:

EL IMPERIO ROMANO HA INTENTADO OCULTAR A LA POSTERIDAD LA EXISTENCIA DE UNA PODEROSA CIVILIZACIÓN EUROPEA OCCIDENTAL, QUE FUE CONTEMPORÁNEA SUYA.

Tras este descubrimiento, comenzamos la búsqueda por las obras clásicas –tras el proceso de razonamiento que os hemos contado en el Capítulo 3 de nuestra web– de los restos de tal Civilización, con la fé de que, si fue tan importante, POR FUERZA tienen que quedar indicios de ella.

Con extraordinaria fortuna, y gracias a la bondad de nuestro gran amigo D. David Meira Freitas, bien conocido investigador de la Historia del Norte de Portugal, con numerosa obra publicada, y cronista de las ciudades de Viana do Castelo y Afife, pudimos disponer para nuestra investigación de un ejemplar de la primera edición (1.880) de la obra del historiador investigador portugués del Siglo XIX, Francisco Martíns Sarmento: R. Festus Avienus. ORA MARITIMA. Estudo d'este Poema Na Parte respectiva á Galliza e Portugal.

i) El Enfoque de Martíns Sarmento para la Interpretación de la ORA MARÍTIMA.

Este investigador, padre de la Arqueología del Occidente Europeo, dotado de una poderosa capacidad analítica –a la cual hay que añadir su gran erudición–, enfrenta la interpretación de la Ora Marítima aplicando el Pensamiento Científico –adelantándose a su tiempo en el uso de esta herramienta analítica.

Infortunadamente para nosotros, aunque Martíns Sarmento es abogado, no está libre de los prejuicios de los historiadores de su tiempo, a causa de su gran erudición.

Realiza el análisis de la Ora Maritima condicionado por la ingenua tradición que arrastran los historiadores de la época, y asume desde el principiosin cuestionarlo en ningún momento– el sofisma de que el Procónsul Avieno es un "buen muchacho" que quiere traducir un antiguo Poema geográfico, con el fin de regalar después una copia a su amigo Probo, para que se ilustre un poco en Geografía.

Esta falsa base de partida, le lleva a no considerar necesario hacer un análisis del Preámbulo de la Ora Marítima, lo cual le resta preparación para entender la Geografía contenida en el Poema.

Para el investigador portugués, el Procónsul traduce al latín una traducción al griego de un antiguo periplo cartaginés del siglo VI a.C., basado, a su vez, en datos obtenidos de varios periplos fenicios anteriores a esa fecha. Con este bagaje aborda el análisis de la Ora Maritima.

La tremenda capacidad analítica de Martíns Sarmento enseguida encuentra numerosas contradicciones y absurdos en los textos de la Ora Marítima. Sabe que Roma censuraba todas las publicaciones que circulaban por su Imperio; pero, como ha partido de una base falsa y está haciendo una interpretación sesgada, no se da cuenta de hasta dónde puede llegar el efecto devastador de la Censura Romana en los textos de la Ora Marítima.

A pesar de que trabaja condicionado por la tradición ingenua, Martíns Sarmento está dotado de una intuición proverbial, y se aproxima extraordinariamente a la realidad. Concluye que el Procónsul no entiende bien los textos del Poema cartaginés, debido a que ha sido escrito de un modo oscuro, sólo inteligible para iniciados.

Justifica su conclusión razonando, de acuerdo con la tradición ingenua, que la oscuridad del poema cartaginés pretende "ocultar a las potencias rivales de Cartago, la ruta marítima a los países atlánticos productores de estaño".

En consecuencia, como Martíns Sarmento piensa que el "buen chico" del Procónsul Avieno "ha tratado de enmendar lo que malentendió como desatinos de la Ora Marítima", se ve en la obligación de rectificar el trabajo del Procónsul, con el fin de "restituir el Poema a su estado original".

Esta decisión lía todavía más la interpretación del Poema que realiza el investigador portugués.

ii) No Sin Gran Sorpresa, Descubrimos Que Martíns Sarmento Utilizó Bibliografía Privilegiada, Única en Europa, Para la Realización de Su Trabajo, Aunque, Desgraciadamente, Nunca Fue Consciente de Ello.

La determinación del punto de partida del primer periplo de la Ora Marítima, es esencial cuando se aborda la interpretación de la Geografía que contiene.

Como veremos más adelante, Martíns Sarmento, cuando hace el comentario (8) de su trabajo cita un párrafo de la obra ADVERSUM PAGANOS, de Paulo Orosio.

Transcribe el investigador portugués:

" ... ubi Brigantia civitas Galleciae sita, antiquissimam pharum et inter pauca memorandi operis ad speculam Britanniae erigit". ADVERSUM PAGANOS, Paulo Orosio.

Esta es la piedra angular que utilizará para establecer el punto de partida del Periplo del Oestrymnis.

Imaginaros el salto que dimos en la silla, cuando leímos que Paulo Orosioun kalaiko natural de Braga y, además, contemporáneo del Procónsul Avienodecía que, en su Antigüedad –es decir, del orden de 1.000 a 3.000 años antes de su tiempo–, ya funcionaba en Brigantia, ciudad kalaika, ...    ¡¡¡UN FARO!!!.

¡¡¡TENÍAMOS ANTE NOSOTROS LA CONFIRMACIÓN DE QUE, EN TIEMPOS PRERROMANOS, LOS BUQUES QUE SE CONSTRUÍAN EN LA EUROPA OCCIDENTAL YA DISPONÍAN DE AYUDAS A LA NAVEGACIÓN!!!

Razonando sobre el nuevo hallazgo, lo encontrábamos totalmente lógico. Y, preguntándonos eso de ¿qué fue primero, el huevo o la gallina?, ERA IMPOSIBLE SOSLAYAR QUE LA EXISTENCIA DE UN FARO EN GALICIA, YA EN LA ANTIGÜEDAD DE Paulo Orosio, ENVIABA A LA MÁS REMOTA ANTIGÜEDAD LA TECNOLOGÍA DE LA CONSTRUCCIÓN NAVAL DE LA CIVILIZACIÓN ATLÁNTICA EUROPEA.

¡¡¡LA CIVILIZACIÓN EUROPEA OCCIDENTAL QUE ROMA TRATÓ DE OCULTAR A LA POSTERIDAD, TENÍA SUS ORÍGENES EN LA MÁS REMOTA ANTIGÜEDAD!!!

¡¡¡ESTÁBAMOS TRATANDO DE BUSCAR UNA CIVILIZACIÓN ANTIQUÍSIMA!!!

Era tan fuerte lo que estábamos razonando, que decidimos verificar el párrafo de Paulo Orosio, puesto que nos parecía imposible que los historiadores de todos los tiempos no se hubiesen dado cuenta de lo que nosotros veíamos de forma tan inequívoca.

Al contrastar el párrafo transcrito por Martíns Sarmento con los de varias publicaciones diferentes de ADVERSUM PAGANOS, nos encontramos con la sorpresa de que, en éstas, el párrafo de Paulo Orosio era diferente. Lo que leímos, en todos los casos, fue lo siguiente:

" ... ubi Brigantia Gallaeciae ciuitas sita, altissimam pharum et inter pauca memorandi operis ad speculam Britanniae erigit". ADVERSUM PAGANOS, Paulo Orosio.

Con el vello de punta, y extraordinariamente excitados por este descubrimiento, tratamos de encontrar una explicación a la divergencia, y nos preguntamos en primer lugar:

iii) ¿Ha Tergiversado Martíns Sarmento a Paulo Orosio, Con el Fin de Justificar Su Interpretación de la Ora Maritima?

Rápidamente desechamos esta posibilidad, porque Martíns Sarmento, cuando escribe su trabajo, sabe que brilla con luz propia en la Europa de su tiempo, tras sus extraordinarios descubrimientos en las excavaciones de la Citania de Briteiros, en Guimarães, Portugal, comenzadas por él en 1.875.

Los investigadores de los países de la Europa Atlántica han quedado deslumbrados por los resultados de su trabajo. Sin embargo, en España se ocultan sus descubrimientos; y todavía hoy retruenan la pasividad y el silencio cobardes que mantienen los historiadores gallegos de la época, ante los nuevos datos disponibles para la comprensión de la Historia Prerromana de la Europa Occidental.

Martíns Sarmento, aunque dedica su estudio –realizado utilizando una metodología avanzada para su tiempo– a la Real Academia de las Ciencias de Lisboa, en realidad lo prepara para su presentación en el "IX Congresso Internacional de Antropologia e Arqueologia Pré-históricas", que se celebra en 1.880 en su casa de Guimarães. A este Congreso acuden historiadores investigadores alemanes, franceses y destacados intelectuales portugueses. Por parte española acude al Congreso ... ¡¡¡UN DELEGADO DEL GOBIERNO!!!

No sólo por esa razón, sino también porque se da la circunstancia de que Martíns Sarmento no es historiador, sino abogado, y ha suscitado envidias y animadversiones por sus descubrimientos históricos entre algunos historiadores portugueses –tiene enemigos declarados–, estamos totalmente seguros de que Martíns Sarmento verifica hasta la última coma de su trabajo.

Por lo tanto, no hay lugar para pensar en un error o tergiversación del párrafo de Paulo Orosio por parte de Martíns Sarmento, ya que, rápidamente, sería acusado de falsario por sus enemigos declarados, y su bien ganada reputación sería destrozada.

iv) Nos Vamos a Guimarães, y Encontramos la Respuesta al Enigma.

Cuando visitamos en 1.998 la Fundación Martíns Sarmento de Guimarães, rastreando el ADVERSUM PAGANOS de Paulo Orosio que Martíns Sarmento utilizó como fuente para su estudio, las personas de la Fundación que muy amablemente nos atendieron, nos mostraron una edición alemana del Siglo XVI, donde se leía el mismo párrafo que habíamos encontrado en las ediciones españolas, inglesas, y americanas; de modo que Martíns Sarmento no utilizó esa edición cuando escribió su trabajo.

Además, y con gran sorpresa para nosotros, nos mostraron un ejemplar de la segunda edición del trabajo del investigador, publicada en 1.882, donde aparecía el párrafo de Paulo Orosio revisado por el propio Martíns Sarmento, de acuerdo con las ediciones actuales de ADVERSUM PAGANOS.

Ni que decir tiene que, nuestros ya amigos portugueses de la Fundación Martíns Sarmento, se quedaron boquiabiertos cuando les pedimos que nos mostrasen la edición de 1.880, y pudieron comprobar que los párrafos de Paulo Orosio transcritos en ambas ediciones eran diferentes.

DURANTE ESA VISITA A GUIMARĀES FUE CUANDO NOS DIMOS CUENTA DE QUE LA CAUSA DE LA DIVERGENCIA ENTRE VERSIONES DE LA OBRA DE PAULO OROSIO NO PODÍA DEBERSE MAS QUE AL EFECTO DE LA CENSURA DEL IMPERIO ROMANO.

Entonces,

¿Qué pasó cuando Martíns Sarmento presentó su trabajo en el "IX Congresso Internacional de Antropologia e Arqueologia Pré-históricas"?

 Pues, sencillamente, que se encontró con la total oposición de todos los historiadores participantes en el Congreso, puesto que sus ejemplares de ADVERSUM PAGANOS eran diferentes al que Martíns Sarmento había utilizado como fuente para su estudio.

El historiador portugués pierde cara en el Congreso, y acaba aceptando, ante tan abrumadora mayoría, que su ejemplar de ADVERSUM PAGANOS está tergiversado, cuando en realidad sucede exactamente lo contrario.

¡¡¡MARTÍNS SARMENTO UTILIZÓ COMO FUENTE UN EJEMPLAR DE PAULO OROSIO QUE SE SALVÓ DE LA ACCIÓN DE LA CENSURA ROMANA!!!

¡¡¡PORTUGAL TIENE LA GRANDÍSIMA FORTUNA DE CONSERVAR UN ADVERSUM PAGANOS TAL Y COMO SALIÓ DE LA PLUMA DE PAULO OROSIO!!!

Infortunadamente, el historiador portugués, apabullado por sus colegas, no se dio cuenta de ello y modificó su trabajo en la segunda edición de 1.882.

v) El Párrafo Sin Tergiversar de Paulo Orosio Contiene el Nombre Que Daban a Galicia Sus Habitantes en el Siglo IV d.C..

Uno de los datos más interesantes del párrafo del ADVERSUM PAGANOS que utilizó Martíns Sarmento, además de la cita del antiquísimo faro de Brigantia, es el nombre que utiliza Paulo Orosio, natural de Braga, para referirse a Galicia: Gallecia.

Este es el nombre que le daban sus habitantes en el Siglo IV d.C.; y, por consiguiente, el origen del nombre actual del país, Galicia. Es falso, entonces, que Galicia derive de Gallaecia, el cual sería la versión "romanizada" de Gallecia.

 

Disfruta, querido amigo interesado en la Historia, de la tremenda capacidad analítica y la gran erudición del historiador portugués Martíns Sarmento en la traducción que adjuntamos:

 

 

R. FESTUS AVIENUS

ORA MARITIMA

ESTUDIO DE ESTE POEMA

EN LA PARTE RELATIVA A GALICIA Y PORTUGAL

por F. Martins Sarmento

AÑO 1.880

 

 

1.1 F. MARTINS SARMENTO NOS INTRODUCE A ESTE ESTUDIO DE LA ORA MARITIMA. 

El poema de Avieno, Ora Maritima, es considerado por algunos como un acervo de enigmas burlescos,

(1) El Sr. E. Desjardins en su Geographie hist. et adm. de la Gaule Rom. entiende que la ciencia geográfica sólo puede extraer del descifrado del poema de Avieno, el mismo provecho que extraería de la carta de Pantagruel, si alguien se acordase de organizarla. El Sr. Luchaire y otros sólo ven en la obra de Avieno amusements archèologiques.

y por otros como un compendio de noticias antiquísimas, que en vano se conseguirán en otra parte.

(2) Principalmente los Srs. Karl Müllenhoff, Arbois de Jubainville, W. Christ, F. de Saulcy, cuyas obras tendremos ocasión de citar en su lugar.

Aceptando la opinión de los optimistas, se imagina la importancia de la obra de Avieno para la arqueología de nuestro país, recordando que cada día se arraiga más la convicción de que la base principal de los trabajos del poeta es un periplo fenicio que debe remontarse al siglo VI, antes de nuestra era.

(3) Karl Müllenhoff, Deutsche Altertumskunde, pág. 111; Arbois de Jubainville, Les premiers habitants de l´Europe, pág. 215.

La Ora Maritima sería, en este caso, el más antiguo documento etno-geográfico de Occidente, un documento de un valor infinito, puesto que sus noticias nos provendrían de un testigo ocular - lo que en verdad lo induce la mención de minuciosidades topográficas, con que son caracterizadas no pocas de las localidades, constantes de este itinerario.

Más, independientemente de eso, el poema de Avieno es de una oscuridad proverbial, y la identificación de algunas de aquellas localidades tan problemática, que aún no está bien resuelto qué nombre daba el poeta al Finisterrae,

(4) Por Finisterrae entenderemos la punta del noroeste de Hispania, desde el Finisterrae propiamente dicho hasta el Cabo Ortegal. Esto nos ahorra circunloquios fastidiosos. (Véase la pág. 38)

promontorio, sin duda alguna el más importante de Hispania para quien hacía el viaje entre la península y las famosas islas del estaño, principalmente si, como está acreditado actualmente, esta navegación se hacía desde ahí en línea recta, por mar abierto.

De este modo este célebre periplo fenicio no pasaría de ser un logogrifo, cuando, al contrario, su fin no podía ser otro sino el de hacer conocidas, por lo menos para sus compatriotas, las costas occidentales, que tantas veces tenían que recorrer. Para explicar estas anomalías, se sostiene que el viejo periplo, al pasar de mano en mano, sufrió alteraciones y deformaciones que lo reducirían al estado caótico en que lo vemos actualmente.

Estudiar estas alteraciones ha sido tarea de la crítica, y si, en la parte de la que nos vamos a ocupar, rehacemos esta tarea, no es porque desconozcamos el valor de los trabajos realizados anteriormente, sino por entender que el punto de vista en que nos colocamos puede lanzar alguna luz sobre este oscurísimo asunto.

 

1.2 LA GEOGRAFÍA DEL OCCIDENTE EUROPEO CONTENIDA EN LA ORA MARITIMA. 

 Después de un largo preámbulo, Avieno comienza su descripción con estos extraños versos:

Terrae patentis orbis effuse jacet.

Orbique rursus unda circumfunditur.

Sed qua profundum semet insinuat salum

Oceano ab usque, ut gurges hic nostri maris

Lonje explicetur, est Atlanticus sinus.

Hic Gaddir urbs est, dicta Tartessus prius:

Hic sunt columnae pertinacis Herculis,

Abyla atque Calpe (haec laeva dicti cespitis,

Lybiae propinqua est Abyla) : duro perstrepunt

Septemtrione, sed loco certae tenent.

Et prominentis hic jugi surgit caput,

(Oestrymnin istud dixit aevum antiquius),

Molesque celsa saxei fastigii

Tota in tepentem maxime vergit Notum.

Sub hujus autem prominentis vertice

Sinus dehiscit incolis Oestrymnicus,

In quo sese exserunt Oestrymnides,

Laxe jacentes, et metalo divites

Stanni atque plumbi (v. 80-98)

Pasando por alto, por ahora, las singularidades que pululan en este párrafo, y limitándonos a la parte meramente topográfica, vemos que el poeta en un viaje que hace del Estrecho a las Oestrymnides nos cita:

El promontorio oestrymnico,

El golfo oestrymnico,

Las islas oestrymnicas.

Los comentaristas tropiezan ya con los dos primeros nombres. ¿Dónde están el promontorio oestrymnico y el golfo oestrymnico?. El Sr. Karl Müllenhoff, por ejemplo, quiere que uno y otro sean buscados entre el golfo de Vizcaya (el magnus sinus del v. 147) y las islas, debiendo aquellos nombres ser intercalados en los de la lista del segundo viaje, desde las Oestrymnides al Estrecho, rehaciendo así una lista única, y el sabio alemán pretende encontrar el golfo Oestrymnico en la Mancha, y el promontorio Oestrymnico en un promontorio de la Bretaña.

(5) K. Müllenhoff, obra citada, pág. 91, y carta al final del volumen.

Pero esta opinión no encuentra en el poema ni un solo texto a su favor.

Muy al contrario. El promontorio oestrymnico está en el sinus atlanticus, donde también están las Columnas.

(6) La laguna, admitida por el Sr. Müllenhoff (obra citada, pág. 88) y otros en el v. 88, es una suposición totalmente gratuita.

Por esta indicación, es desde el Estrecho hasta el Cabo de San Vicente inclusive donde lo hemos de encontrar.

La verdad es que el promontorio oestrymnico también se denomina una "moles celsa saxei fastigii orientada casi toda al tibio sur", y estos rasgos, a bien decir fotográficos, parece que nos están indicando el Cabo de Roca: el nombre de Roca debe su origen precisamente a la moles saxei fastigii que la caracteriza. Por esta nueva indicación el promontorio oestrymnico ya no estaría en el sinus atlanticus, sino en la costa occidental de Hispania.

Pero el Oestrymnis todavía da comienzo al golfo oestrymnico, donde están las Oestrymnides, Cassiterides. Ahora, para nosotros, es poco menos que intuitivo que el sinus oestrymnicus y el magnus sinus son una y la misma cosa. Si bien Avieno, en el segundo viaje, da al golfo la denominación vaga de magnus sinus, nos dice todavía que uno de los lados del magnus sinus está formado por uno de los lados de la Ophiusa, llamada antes Oestrymnis (v. 154). ¿Qué otro golfo puede tener más derecho a ser llamado oestrymnico que aquél que está formado por uno de los lados del Oestrymnis?.

Una objeción de que era poco probable que el poeta sustituyese un nombre propio por una denominación vaga, y exactamente cuando el nombre propio más indispensable se cambiaba para una aclaración a su descripción, olvida si es probable que el golfo de Vizcaya dejase de tener un nombre propio, y olvida principalmente si la sustitución del nombre propio por una denominación vaga no será uno de los enigmas que conviene descifrar. Veremos si lo es.

Si el sinus oestrymnicus es el mismo que el magnus, el golfo de Vizcaya, el promontorio sub vertice desde el cual se extiende para quien navega desde el Estrecho hacia las islas, no puede ser otro sino el actual Finisterre.

Se dirá que, siendo así, el Oestrymnis de Avieno está dotado de una verdadera ubicuidad; estaría en el sinus atlanticus, en la costa occidental y en la punta noroeste de Hispania; sería al mismo tiempo el Cabo San Vicente, el Cabo de Roca y el Finisterre, lo que implica un absurdo excesivo.

Así es. Debemos sin embargo advertir que los geógrafos antiguos, cuando tratan de hablar de este remoto Occidente, no nos tienen acostumbrados a cosa mejor: los absurdos, aquí notados, ni siquiera se distinguen de la invención.

(7) Las Cassiterides cerca del Sacrum Promontorium es un absurdo tan viejo, como Dionisio periegeta:

... at sub promontorium

Sacrum, quod Europae esse caput perhibunt

Insulae occidentales, ubi stanni origo.

(ORBIS DESCRIPTIO, v. 561-4, de. Didot)

El Cabo de Roca, dando comienzo al golfo de Vizcaya, es un absurdo sostenido por Plinio. Comenzando en el ángulo del golfo en una de sus descripciones de Hispania, Plinio viene siguiendo a lo largo de las costas hasta Eburobritium, en Lusitania, y continúa:

"Excurrit deinde in altum vasto cornu promontorium, quod alii Artabrum appellavere, alii Magnum, multi Olisiponense ab Oppido, terras, maria, caelum desterminans. Illo finitur Hispaniae latus et a circuitu ejus incipit frons: septentrio hinc oceanusque gallicus; occasus illinc et oceanus atlanticus". (H.N. IV, 35).

Como se ve, para Plinio las costas de Hispania, desde la punta del Cabo de Roca hasta el ángulo del golfo de Vizcaya, siguen una misma línea y giran para el norte. Es en el Cabo de Roca donde da comienzo su oceanus gallicus, el sinus oestrymnicus de Avieno. Aquí no hay error de copista. Solino, el llamado Simia de Plinio, dice la misma cosa. (Coll., etc., ed. Momsen, pág. 116).

Advertiremos que Avieno en su traducción de Dionisio sitúa las islas occidentales, manifiestamente las Cassiterides - ubi stanni origo - frente al Atlas (Orbis desc., v. 739-40), transformándolas en las Fortunatae de otros geógrafos; pero esto prueba que meditó este pasaje, y, aunque su traducción de Dionisio parezca anterior a la composición de la Ora Maritima (Comp. Ora Mar., v. 71-3), falta saber si el itinerario, en el que basa su poema, le era ya conocido y si la geografía de éste influyó en la alteración que el poeta hace sufrir a la del periegeta.

Mas, si no puede causar extrañeza que el autor de la Ora Maritima tenga sobre las regiones del Occidente nociones geográficas tan fantásticas, como los demás sabios de la antigüedad, lo que puede y debe sorprender es que frente a ellas haya quien sostenga que, en la redacción de su escrito, el poeta se aprovechó del itinerario de un navegante que había visto estos parajes con sus propios ojos. Aquí ni siquiera hay lugar para la sospecha de que el itinerario fuese omiso en ciertos puntos, y que Avieno hubiese rellenado sus lagunas con datos geográficos de otra procedencia, engendrando así el caos que vemos, porque la confusión no afecta a una u otra parte de la costa; abarca toda la costa desde el Cabo de San Vicente hasta el Finisterrae. Si el itinerario omitía desde el Cabo de San Vicente hasta el Finisterrae, ¿qué podía decirle entonces acerca de las costas occidentales de Hispania?.

Ahora, si pasamos hoja, y leemos la descripción desde las Oestrymnides hacia el Estrecho, las tinieblas de este pequeño caos empiezan a aclararse. En este segundo viaje Avieno menciona:

Islas Oestrymnides,

Magnus sinus,

Veneris jugum, insulae duae,

Arvi jugum,

Insula Pelagia,

Ophiusae in oras prominens,

Un sinus,

Cepressicum jugum,

Achale insula, Paetanion,

Cyneticum jugum (sin contestación el Cabo de San Vicente).

En esta ocasión, ¿dónde está el promontorio oestrymnico?. En ninguna parte. Y todavía el hecho de habérsenos dicho que conectaba inmediatamente con el golfo oestrymnico, la identidad de este golfo con el magnus, la identidad toponímica de oestrymnides islas, oestrymnico golfo, oestrymnico promontorio, todo está clamando que su lugar no puede ser otro, sino entre el magnus sinus y el Veneris jugum:

Islas Oestrymnides,

Golfo Oestrymnico (= magnus sinus)

Promontorio Oestrymnico,

Veneris jugum, etc.

El promontorio oestrymnico es entonces el Finisterrae, y, como aquél nombre no es conocido de ningún otro escritor antiguo, teniéndose por cierto que es del itinerario, no sólo es el itinerario el que llama al Finisterre Oestrymnis, sino que es el que lo nombra en su verdadero lugar.

El itinerario no era pues omiso en cuanto al Finisterrae, se ve ahora claramente.

En cuanto al Cabo de Roca. El Cabo de Roca aparece en esta segunda lista con la denominación vaga de Ophiusae in oras prominens, porque es manifiesto, a la vista de los datos del itinerario (v. 162-4, 172-3), que este promontorio sólo puede ser el Cabo de Roca. Pero aquí una observación importante: el Cabo de Roca está ahora despojado de su característica topográfica de moles saxei fastigii, etc., la cual, no pudiendo provenir de un geógrafo de gabinete, y sólo de uno práctico, de un testigo ocular, está extraída ciertamente del itinerario, debiendo inferirse que Avieno la transfirió al Cabo de Roca, donde ajustaba, para su oscuro Oestrymnis.

El itinerario también no era omiso con respecto al Cabo de San Vicente. El Cyneticum

                      ... jugum

          Qua sideralis lucis inclinatio est

Alle tumescens, ditis Europae extimum.

no puede ser otro, sino el Cabo San Vicente.

De todo esto resulta que el célebre itinerario, lejos de ser omiso en cuanto al Finisterrae, al Cabo de Roca y al Cabo San Vicente, los caracteriza nítidamente, e igualmente resulta que Avieno alteró de un modo estraño esta sencilla geografía.

Como y porqué, es lo que vamos a tratar de comprender; mas, en lugar de seguir el camino trillado hasta hoy, pidiendo al poeta explicación de cosas que él mismo parece no comprender, pondremos al poeta con los prejuicios geográficos de su tiempo frente a la geografía del itinerario anónimo, después la depuraremos de los absurdos con que Avieno la barajó.

Para obtener una expurgación de itinerario, partiremos de la hipótesis, hipótesis que no tardará, creemos nosotros, en convertirse en un hecho indiscutible, de que, habiendo visitado su autor las regiones que describe, su geografía debe ser rigurosamente exacta, tan exacta que la podamos verificar todavía hoy en una de nuestras cartas de navegación. La identificación de algunas localidades que menciona, puede ser difícil, o tal vez imposible, de verificar, teniendo en cuenta la insuficiencia, o mismo la inutilidad de sus indicaciones, que por cualquier motivo se hayan vuelto para nosotros letra muerta; pero aquellas que fuesen claras y positivas, no permitiendo dudar sobre qué punto nos determinan, si las vemos envueltas con incidentes absurdos e ineptos, daremos por asentado que tales inepcias y absurdos son de la mano de un alterador, obteniendo así por una parte el texto puro, y por otra las alteraciones con las que Avieno lo desfiguró, alteraciones que tal vez por fin puedan ser explicadas.

Haciendo una aplicación de este proceso a la parte de la descripción extractada arriba, vemos que el promontorio oestrymnico y las Columnas de Hércules quedan en el sinus atlanticus; que Oestrymnis está en el sinus atlanticus, y al mismo tiempo el Cabo de Roca y el Finisterrae; que las Columnas de Hércules del sinus atlanticus, es decir, al poniente del Estrecho, son Abyla y Calpe, que quedan al naciente del mismo estrecho; y, en fin, que las Columnas, que en cualquiera de estas dos posiciones no podían dejar de estar en el sur y abrigadas del norte, son batidas por el áspero septentrión.

Es imposible que el anónimo (teniendo siempre presente que se trata de un navegante que vio por sí mismo cuanto nos describe) dijese absurdos de este tamaño. Y, si recordamos que, según sus propias indicaciones, el Oestrymnis debe quedar al norte, y el Finisterrae, e igualmente en el norte deben quedar las Columnas batidas por el septentrión; si recordamos que en el norte de Hispania había un monumento, todavía célebre en el tiempo de Orosio, y que éste nos dice que era un antiquísimo faro para el navegante que desde las Islas Británicas buscaba La Coruña,

(8) " ... ubi Brigantia civitas Galleciae sita, antiquissimam pharum et inter pauca memorandi operis ad speculam Britannia erigit". ADVERSUM PAGANOS, Paulo Orosio

se vuelve para nosotros una evidencia que Avieno cambió aquí el punto de partida del viaje, pensando que el itinerario le hablaba desde las Columnas del Estrecho, cuando le hablaba desde las Columnas del Oestrymnis, que, como se ve, eran también sagradas a Hércules.

El texto, aligerado de los añadidos de Avieno, llevado por su falsa idea, se reduce entonces a esto:

Hic sunt columnae pertinacis Herculis,

... duro perstrepunt

Septemtrione, sed loco certae tenent.

Et prominentis hic jugi surgit caput,

(Oestrymnin istud dixit aevum antiquius)

Sub hujus autem prominentis vertice

Sinus dehiscit incolis Oestrymnicus,

In quo sese exserunt Oestrymnides

Laxe jacentes et metalo divites

Stanni atque plumbi.

El punto de partida del viaje es pues La Coruña, donde había unas Columnas de Hércules.

(9) Para nosotros es probable que el itinerario no hablaba de otras. Ver nota (16).

La línea recta desde La Coruña a las Oestrymnides, que el anónimo hace seguir a su navegante a través del golfo oestrymnico, y que es precisamente la misma que, en sentido contrario, traza Paulo Orosio para la navegación desde las Islas Británicas (leed Oestrymnides, y ver la nota 43) a La Coruña, implica la declaración del hecho que hasta hoy se ha basado en conjeturas más o menos plausibles, a saber: que la navegación entre Hispania y las Cassiterides se hacía directamente.

Esta declaración era ciertamente expresada en el anónimo, cuyo hábito es, llegando a una estación, contar en días de navegación la distancia a la que está de la estación precedente, siendo más que probable que Avieno amputó aquí este dato itinerario.

(10) No tiene merecida toda la atención de que es digna la siguiente particularidad. En los v. 562-565, está marcada en días de navegación toda la extensión de las costas del naciente y del sur de Hispania hasta las Columnas del Estrecho. Desde las Columnas hasta el arvi jugum se marca también la extensión de las costas de poniente. Aquí para la cuenta, pero continúa desde las Oestrymnides hasta Hierne, uno de los puntos extremos del itinerario. Hay por lo tanto una verdadera laguna: del arvi jugum a las Oestrymnides, si, como parece incontestable, la navegación entre Hispania y las islas se hacía directamente. Como, sin embargo, el arvi jugum queda en el medio de la costa (pág. 22) y es imposible que la distancia desde Hispania a las Oestrymnides fuese contada desde aquí y no desde La Coruña, que era el punto de partida del viaje, tenemos que admitir dos lagunas, una desde el arvi jugum a La Coruña, otra desde La Coruña a las Oestrymnides. ¿Estas lagunas ya existían en el itinerario, o son obra de Avieno?. Evidentemente son obra de Avieno. El primer dato itinerario lo encontró en su original, y la prueba es que lo invirtió (pág. 23); el segundo veremos que se ve obligado a suprimirlo (nota 42), habiendo por eso todas las probabilidades de que también era mencionado expresamente.

Podría objetarse que no serían estas las únicas lagunas del original, puesto que a la vuelta de las Oestrymnides el itinerario debería marcar la extensión de los dos lados del golfo Oestrymnico y faltan esas medidas.

A este hecho, nosotros deseamos darle todo su relieve, para obtener consecuencias de él, cuya importancia reconoceremos más tarde.

La medida de uno de los lados del golfo, del lado de la Ophiusa, no falta; pero nos aparece englobada, y por equiparación, con la suma de días que lleva circumnavegar el Peloponeso, y es claro que el itinerario no gastaría palabras con esta indicación indeterminada, si en las imaginadas lagunas se describe este lado de la Ophiusa, o las costas del norte de Hispania, que es lo mismo, con las minuciosidades con que describe las otras. Es cierto sin embargo que no sólo pasa por encima de estas minuciosidades, sino que no nombra ningún puerto, ni siquiera un promontorio, lo que para nosotros es señal evidente de que la descripción de esta parte de Hispania quedaba completamente fuera del plano de este itinerario, que comprende exclusivamente el viaje desde Tartessos a Hierne. El autor del itinerario, desde las Oestrymnides para La Coruña, viene por el camino que fue, y no costeando los dos lados del golfo, y, a nuestro juicio, cuanto nos dice a tal respecto está subordinado principalmente a la noticia de la vía que desde el ángulo del golfo lleva al mar Sordo, y que él entiende que puede ser útil a quien quiera que prefiriese aquél camino a la circunnavegación de toda Hispania.

Las costas de la Galia quedan enteramente en la sombra.

Nosotros, restaurándolo, entendemos hacer una restitución legítima:

Desde las Columnas del Oestrymnis a las islas Oestrymnides 6 días.

(11) Es imposible saber ciertamente a cuántos estadios corresponde en este itinerario un día de navegación. Desde Tartessos al Ana un día equivale a 500 estadios; del Ana al Cyneticum jugum a más de 800; del Cyneticum jugum al Cabo de Roca a 1.000. Calcular pues cuántos días de navegación debían emplearse desde La Coruña a las Oestrymnides parece más que difícil.

Como sin embargo la navegación de dos días desde las Oestrymnides a Hierne puede casi considerarse como una parte de la navegación desde La Coruña a Hierne, y la navegación desde La Coruña a las Oestrymnides es tres veces más larga que aquella, el dato de 6 días, que adoptamos, nos parece tan rigurosamente exacto, tal como si fuese mencionado expresamente.

Desde las Oestrymnides, y después de hablarnos de las localidades del norte, que no tienen que ver con esta parte de nuestro estudio, el anónimo vuelve hacia el sur, diciendo:

Post illa rursum quae supra fati sumus,

Magnus patescit aequoris fusi sinus

Ophiusam ad usque. (v. 146-8)

El lado de este golfo que el viajante va divisando, viniendo de las islas, se extiende, como se ve, hasta Ophiusa, y hasta un punto de Ophiusa, bien determinado en los versos siguientes:

... rursum ab hujus litore

Internum ad aequor, qua mare insinuare se

Dixi ante terris, quodque Sordum nuncupant

Septem dierum tenditur via. (v. 48-51)

El lado del golfo, viniendo de las Oestrymnides, se extiende de norte a sur, y llega hasta un punto, donde un caminante que quiera ir por tierra hasta la costa del mar Sordo, en el Mediterráneo (Comp. v. 522 y siguientes), empleará 7 días. Esta vía sigue, como no puede dejar de ser, paralela a la cordillera de los Pyreneos, y su punto de partida es en el ángulo del golfo de Vizcaya, o próximo. El lado del golfo hasta aquí descrito está formado por lo tanto por las costas occidentales de la Gallia, y termina en el ángulo del golfo de Vizcaya.

Desde este mismo ángulo comienza Ophiusa, cuyo lado, corriendo hacia poniente, como es manifiesto por la secuencia de la descripción, forma el otro lado del magnus sinus, que no puede ser sino el golfo de Vizcaya, el sinus oestrymnicus, del primer viaje, puesto que entre las Cassiterides e Hispania no hay otro.

El mismo anónimo nos da la medida aproximada de este lado de la Ophiusa:

Ophiusa porro tanta panditur latus,

Quantam jacere audis Pelopis insula

Graiorum in agro. (v. 152-4)

Quiere decir que este lado de la Ophiusa tiene la misma extensión que todo el perímetro del Peloponeso, lo que quien lo desee puede verificar en una carta, comparando la extensión de las costas cantábricas, que otra cosa no hay a este lado de la Ophiusa, como ciertamente se percibió ya, con el perímetro de la Morea.

(12) Es realmente extraordinario que el verdadero sentido de este pasaje haya escapado a los comentaristas. Para unos el itinerario compara la Ophiusa con el Peloponeso por la abundancia de promontorios, que hay en ambas regiones; para otros por la semejanza de su configuración, llegando algunos a suponer que Ophiusa es una isla, porque al Peloponeso da Avieno la denominación de isla -absurdo, cuya paternidad es también atribuída al poeta, que ciertamente aquí no hace más que reproducir a su original, y que, aún sin eso, apenas repetiría lo que antes de él escribieran muchos de los antiguos geógrafos, cuyos nombres es ocioso nombrar, así como el de los comentaristas a los que estamos aludiendo.

Esta indicación itineraria, sin duda muda para Avieno,

(13) En Scylax (Periplus, 41 y siguientes), que es uno de sus autores (v. 44), podía Avieno saber a qué número de estadios ascendía la circunnavegación del Peloponeso, contando las ensenadas. En Plinio igualmente (H.N., IV, 5), y por éste sabría que, no contándolas, tenía que reducir aquella suma a la mitad -lo que no es exacto. Pero, como el itinerario no era explícito en este particular, las informaciones de Scylax eran inútiles, o sólo adecuadas para inducir a error, obligando a incluir en las costas del norte de Hispania parte de la costa occidental. Si hubiese procurado conocer la extensión de las costas del norte de Hispania, para comparar los dos datos y verificar uno con el otro, Plinio, el único autor que podía suministrar estas nuevas aclaraciones (H.N., IV, 35), todavía lo confundía más, diciéndole en resumen que estas costas se extendían al Cabo de Roca. Es posible que Avieno ni hubiese hecho el trabajo de estas investigaciones. Que él, sin embargo, inducido por Plinio, o por otro cualquiera, tiene sobre el norte de Hispania las mismas ideas que el naturalista, basta ver que no pone duda alguna en que el arvi jugum, a dos días del Cabo de Roca, quede orientado hacia el áspero septentrión.

nos trae hasta el límite occidental de las costas cantábricas, a las proximidades del promontorio oestrymnico del anónimo; más Avieno no nos dice ahora una palabra del Oestrymnis, y escribe:

Procedit inde in gurgites Veneris jugum,

Circumlatratque pontus insulas duas,

Tenue ob locorum inhospitas. (v. 158-60)

En las costas cantábricas no hay islas;

(14) No se puede pensar aquí en los Scopuli Trileuci. Estos son roquedos, como lo indica su denominación, además pleonástica, ya que scopuli y leuci son dos palabras de origen diferente, que expresan la misma cosa, viéndose claramente que de la última son representantes actuales lech y análogos de las lenguas llamadas neo-célticas, el portugués lage, aumentativo leichão, plural leichões, nombre todavía hoy vulgar para designar algunos scopuli de nuestras costas. Las islas, de las que habla el itinerario, después de ser dos, no tres, si estaban deshabitadas, era por causa de su pequeñez, y él no se olvida de advertirnos que son islas en el riguroso sentido de la palabra

Circumlatrat pontus insulas duas

no habiendo tal vez en esta advertencia nada de banal: se sabe que los fenicios por el vocablo isla tanto entendían una isla, como una península. (Smith, The Cassiterides, pág. 52)

           

las hay en la costa occidental de Hispania. Es pues aquí donde deben ser encontradas, al igual que el Veneris jugum, el cual, por la forma por la que nos es dada esta noticia, les debe quedar muy próximo. Avieno pasó por lo tanto el Oestrymnis, sin querer aludir a él. Es más que improbable que el anónimo hiciese lo mismo, y la confirmación de tal sospecha no se hará esperar.

... arvi jugum

Rursum tumescit prominens in asperum

Septentrionem. (v. 160-2).

Si es en la costa occidental donde las islas, próximas al Veneris jugum, han de ser buscadas, por fuerza de mayor razón lo ha de ser el arvi jugum, que les queda al sur. Para disipar todas las dudas, el arvi jugum dista de Ophiusae in oras prominens, es decir, del Cabo de Roca, dos días (v. 171-3); y cualquier punto a dos días al norte del Cabo de Roca no puede dejar de estar en las costas del poniente.

(15) Incluso admitiendo el maximum de la navegación diaria de los fenicios, comprendiendo día (700 estadios) y noche (600). Sobre este punto véase Movers, Das Phönisische Alterthum, 3ª parte, pág. 191.

Si el arvi jugum queda en las costas de poniente, es absolutamente imposible que sea el anónimo quien nos dice que es saliente hacia el septentrión. Un promontorio saliente hacia el septentrión sólo puede estar en las costas cantábricas, y, como el anónimo en estas costas apenas menciona el Oestrymnis, es casi cierto que es al Oestrymnis a quién aplicaba aquella indicación, y no menos cierto que Avieno no solamente suprimió el pasaje que nombraba el Oestrymnis en este lugar, sino que trasladó para el arvi jugum una indicación topográfica, que era aplicada por el anónimo a aquél promontorio.

Contando por lo tanto desde el v. 158, la descripción de Avieno está exigiendo la siguiente corrección:

Rursum tumescit prominens (Oestrymnis) in asperum

Septentrionem. ...

Procedit inde in gurgites Veneris jugum,

Circumlatratque pontus insulas duas

Tenue ob locorum inhospitas.

A continuación del Veneris jugum e islas vecinas el anónimo citaba el arvi jugum; y, como hay aquí una estación itineraria, debía éste, de acuerdo con su costumbre, marcarnos la distancia desde la estación itineraria que dejó últimamente hasta aquella a la que llegó, es decir, desde el Oestrymnis al arvi jugum.

En lugar de eso, leemos:

          Cursus autem hinc (desde el arvi jugum) classibus

          Usque in Columnas efficacis Herculis

          Quinque est dierum. (v. 162-4)

Este pasaje es doblemente extraño; primero: porque sería el único caso, en que el anónimo marcaría la distancia para una estación, a donde todavía no llegó, y que por lo tanto no había razón, antes inconveniencia, de nombrar; segundo: porque, aunque se quisiese excusar esta excepción con la notoriedad de las Columnas del Estrecho, es precisamente con la buena idea de ligar esta gran sección itineraria con la desde las Columnas a Pyrene (v. 562-5), dándonos así la medida total de las costas de Hispania que Avieno describe, es evidente que esta idea sería buena, incluso excelente, si la cuenta fuera hecha desde el Finisterrae (Oestrymnis de periplo), que era la última estación itineraria de un lado de Hispania, como Pyrene lo era del otro; mas, hecha desde el arvi jugum, que ni es la última estación itineraria, y que, estando en la mitad de la costa, nada tiene que lo recomiende para tal preferencia, la idea, lejos de ser excelente, o siquiera buena, es simplemente disparatada.

La única cuenta, admisible en el arvi jugum, era, repetimos, la del Oestrymnis a este promontorio.

Si atendemos ahora a que el anónimo cuenta siempre por secciones cortas de tal a tal estación, y no perdería tiempo inútil en hacer la suma, y sobre todo la suma incompleta de estas adiciones; si reparamos que la anticipación, aquí notada, es contraria a sus hábitos; y si recordamos por fin que éste colocaba en el Oestrymnis unas Columnas de Hércules, se vuelve mucho más plausible, por lo menos para nosotros, la suposición de que Avieno encontraría en su documento, en vez de esta nota: Del promontorio oestrymnico al ARVI JUGUM, esta otra: - De las Columnas de Hércules (DEL OESTRYMNIS) al ARVI JUGUM.

Imagínese lo que sería para Avieno, que no conoce otras Columnas sino las del Estrecho, esta enormidad: las Columnas de Hércules entre las Cassitérides y el arvi jugum, y distantes un día de este promontorio.

(16) Dijimos en la nota (9) que nos parecía muy probable que el itinerario no hablaba de otras Columnas de Hércules, sino de las del norte. He aquí nuestras razones. Avieno compone la suma de cinco días de navegación, desde el arvi jugum a las Columnas, con los fragmentos que le proporciona el itinerario desde allí hasta Tartessos. Pero en Tartessos el itinerario no le habla de las Columnas de Hércules, ya que vemos más tarde al poeta preguntando a todos los escritores que conocía donde estaban, y lo que eran. Son Abyla y Calpe; están en Herma (v. 341), que nada tiene que ver con Abyla y Calpe; son roquedos (v. 343); son islas (v. 353-5). ¿Cómo es que interroga a toda la gente, menos al autor del itinerario, que tan exacto acostumbra a ser?. Para nosotros la razón es simple: el itinerario finalizaba en la isla de Tartessos y no más adelante, o, por lo menos, no llegaba a las clásicas Columnas. Un sólo pasaje aturrullado, en el que Avieno asocia las Columnas con Tartessos (ver pág. 70), haría creer que el anónimo alguna cosa le decía de un monumento, que merecía tan justamente el nombre de la columna de Hércules, como el de La Coruña (el farol, llamado más tarde monumentum, turris Caepionis, P. Mela, III, 1; Strabón. III, l, 9); mas, si así era, Avieno no reconoció aquí las célebres Columnas, puesto que las busca en otra parte. No será superfluo añadir que Strabon, haciendo las mismas diligencias que el poeta, y perdiendo también su tiempo, escribe "Hinc quosdam putare extrema freti Columnas esse Gades, alios esse quippiam ultra Gades in extremo mare sitas". (lll, v, 5).

Invirtiendo los términos y enmendando: Del arvi jugum a las Columnas (del Estrecho), Avieno pensaría haber corregido un lapsus del anónimo, y sustituyendo la cifra 1 por 5, conforme a la suma de los datos itinerarios parciales, suministrados por el propio anónimo, el poeta creería hacer una restauración correcta. Deshaciéndola nosotros, entendemos traducir igualmente el pensamiento del anónimo, tan inconscientemente maltratado por Avieno.

Así, desde las Columnas de Hércules (DEL OESTRYMNIS) al ARVI JUGUM un día.

Al arvi jugum se sigue la mención de la insula Pelagia y del promontorio vagamente denominado Ophiusae in oras, siendo muy probable que Avieno suprimiese aquí el nombre que le daba su anónimo.

(17) Un promontorio anónimo sería caso único en este documento. Las razones, que tiene Avieno para suprimirle el nombre, pueden verse en la pág. 59, nota.

Desde ahí al Cabo de San Vicente, Cyneticum jugum, la descripción sigue tan metódica y regular, podemos afirmarlo de antemano, como en el golfo de Vizcaya.

Las alteraciones y desfiguraciones, que Avieno hizo sufrir al itinerario en las costas del poniente de Hispania, consisten pues en:

l         El traslado del punto de partida del viaje, traslado motivado por las Columnas de              Hércules y del Oestrymnis, que les quedaba en las proximidades, para el sinus atlanticus.

l         La supresión de la medida itineraria de seis días entre las Columnas del Oestrymnis y las islas.

l         La supresión completa del promontorio Oestrymnis en el norte.

l         La sustitución de la medida itineraria, contada por el anónimo desde las Columnas de Hércules hasta el arvi jugum, por otra desde el arvi jugum hacia las Columnas del Estrecho.

l         La supresión del nombre propio del Cabo de Roca.

Todo esto, como se ve, se agita alrededor de un punto único -el Oestrymnis del anónimo.

Estudiando ahora lo que podían ser para Avieno las afirmaciones del itinerario concernientes a este misterioso promontorio y a las Columnas no menos misteriosas, vamos a encontrar tal vez la explicación de parte, sino de todos sus enigmas.

Cuatro debían ser los pasajes en que el anónimo le hablaba del Oestrymnis y de las Columnas:

1º.-      Después del principio de la descripción, diciéndole que el promontorio y las Columnas estaban en el mismo lugar -hic.

2º.-      Cuando, llegando a las islas oestrymnicas, marcaba 6 días de distancia entre ellas y el Oestrymnis.

3º.-      Cuando marcaba la distancia de un día entre las Columnas del Oestrymnis y el arvi jugum.

4º.-      Finalmente: cuando le mencionaba el Oestrymnis orientado hacia el Septentrión.

Los dos primeros pasajes explican, pensamos nosotros, la razón por la que Avieno cambia el punto de partida del viaje, haciéndolo comenzar desde el Estrecho de Gades, cuando realmente comenzaba desde La Coruña.

De estos dos pasajes el que más debía llamarle la atención, por darle una orientación segura para la posición del promontorio Oestrymnis, era el que le marcaba seis días de distancia entre las islas y este promontorio.

Aquí está la lente, através de la cual debía interpretar esta noticia. Todos los sabios, en la lectura de cuyas obras pasara los días, (v. 9-11), colocaban las Cassiterides, Oestrymnides del anónimo, casi a la vista de Hispania;

(18) Es tan sabido este hecho, que juzgamos inútil exhibir pruebas, que exigirían largas citas.

su propia opinión era que la misma Britania quedaba extremadamente (nimium) próxima del norte de Iberia.

(19) Orbis descriptio, v.419:

Arva tenent (los Iberos) duris nimium vicina Britannis.

Este nimium vicina es de cosecha de Avieno. Dionisio, de cuyas afirmaciones Avieno se aparta muchas veces, no dice tal cosa. (Comp. Dionysii Orbis descriptio, v. 280-3)

Si alguien le sugiriese que el Oestrymnis era un promontorio del norte de Hispania, y que las Oestrymnides distaban de él seis días, Avieno trataría ciertamente a su observador como un caso de falta de sentido común. Sería casi como si le dijesen que quien desde un promontorio del norte de Hispania se embarcase hacia el sur, al final de seis días llegaba ... al norte de Hispania. Quien desde un promontorio del norte de Hispania se embarcase para el sur, a donde debía de llegar en seis días, era al Estrecho de Gades.

Por una casualidad, que bien puede llamarse diabólica, el anónimo colocaba unas Columnas de Hércules en el Oestrymnis. La ingenuidad con que el poeta nos habla de las Columnas Calpe y Abyla, batidas por el áspero septentrión, sin notar, felizmente para nosotros, lo que había disparatado en conservar las indicaciones locales que el anónimo asignaba justamente a las Columnas del norte, prueba la última evidencia de que éste, trasladándolas, ni siquiera reflexionó un momento si podrían existir otras Columnas que no fuesen las de Gades. Consecuentemente ni por el espíritu le pasó si el dato itinerario estaría equivocado, o desfigurado, o si el anónimo soñaría con un Oestrymnis y unas Columnas en el norte.

Lo que Avieno vio sólo y únicamente fue que las Columnas quedaban en el Estrecho y en el mismo lugar el promontorio oestrymnico.

Ciego por esta ilusión, se imagina lo que va a ser para Avieno la descripción del viaje, siempre que le habla del verdadero Oestrymnis. El periplo con su exacta geografía se vuelve para él, poco más o menos, lo que se volvió para nosotros, después de ser dañado por las correcciones y mutilaciones que se vio obligado a hacerle, y cuyo encadenamiento fatal puede determinarse a priori.

Está claro que, dejando Avieno de considerar el dato itinerario de seis días como la sección de un itinerario único, y, desde que toma las Columnas de Hércules del Oestymnis por las del Estrecho, en lugar de

Desde las Columnas (del Oestymnis) a las islas Oestrymnides

6 días

Desde las Columnas (del Oestrymnis) al arvi jugum

1 día

Desde arvi jugum a la desembocadura del Tartessos

5 días

TOTAL:

12 días

el itinerario acaba siendo:

Desde las Columnas (del Estrecho) a las islas Oestrymnides

6 días

Desde las Columnas (del Oestrymnis) al arvi jugum

1 día

Desde arvi jugum a la desembocadura del Tartessos

5 días

TOTAL:

12 días

Eran dos itinerarios que se cruzaban y se barajaban de un modo más que absurdo.

Por el primero, las Columnas de Hércules estaban en el Estrecho de Gades, y a seis días de las islas, lo que para Avieno debía ser perfectamente correcto; por el segundo, las Columnas estaban entre las Cassiterides y el arvi jugum ¡y entre las Columnas y las Columnas mediaban seis días de distancia!.

La corrección que le hicimos en la pág. 25, cambiando por segunda vez para el estrecho las Columnas del Oestrymnis, nos dice como trató los absurdos imaginarios del segundo itinerario.

Decidió que había en esto un lapsus manifiesto, un evidente traslado de textos, e hizo una enmienda ciertamente sin una mínima duda.

Como se ve, el sentido del tercer pasaje, que podía abogar todavía la localización del Oestrymnis en el norte, le pasa completamente desapercibido, sin despertarle siquiera la sospecha de si habría equivocado el camino.

El itinerario va siendo desorganizado cada vez más. La desastrosa correción implica otra, cuya importancia tendremos ocasión de apreciar (ver nota 24), bastando mostrar por ahora que, para Avieno, el itinerario queda reducido a esto:

Desde las Columnas del Estrecho a las Oestrymnides

6 días

Desde las Oestrymnides al arvi jugum

1 día

Desde el arvi jugum a las Columnas del Estrecho

5 días

TOTAL:

12 días

El Oestrymnis en el sinus atlanticus no encontró pues hasta aquí ninguna oposición. Mas, pensando donde localizarlo de modo determinado, Avieno debía poner los ojos en el Sacrum de Dionisio, cuyas opiniones conocía muy de cerca,

(20) Ver nota 7.

o en otro promontorio en el que imaginase que estaba, en el caso de estar, por un lado, bañado por las aguas del golfo atlántico, y de dar, por el otro, comienzo al golfo de las Oestrymnides.

Aquí el cuarto pasaje habría de contrariarlo extremadamente. En este pasaje el promontorio oestrymnico, orientado al septentrión, limitando un golfo, donde estaban las Cassiterides, teniendo entre él y el sinus atlanticus una serie de islas y de promontorios, debía destacarse, incluso para los más ciegos, no en las proximidades del golfo atlántico, sino en lugares totalmente contrapuestos.

¿Cómo trae Avieno para el "tibio sur" este promontorio del "áspero septentrión"?.

De un modo muy simple, creemos nosotros, y sin salir de la interpretación de los textos de su anónimo, vistos, ya se entiende, por el prisma de sus prejuicios.

Según el texto del anónimo, el Oestrymnis, orientado para el septentrión, queda en el lado de la Ophiusa, en el límite del lado de la Ophiusa, está claro. ¿Cuál es el lado de la Ophiusa?. Ophiusa -le dice su documento- comienza en el ángulo del golfo de Vizcaya y se extiende para el poniente. Son las costas septentrionales de Hispania. Es lo que Plinio, sirviéndose casi de las mismas palabras, llama Hispaniae latus.

(21) Ver nota 7, cita de Plinio.

¿Cuál es ahora el límite de la Ophiusa o de las costas septentrionales de Hispania?. Para Plinio es el Olisiponense, al cual corresponde el promontorio ***** del anónimo, y que éste declara que es un promontorio de la Ophiusa. Este promontorio de la Ophiusa, en el límite del lado de la Ophiusa, o del Oestrymnis, que es lo mismo (v. 154), ¿qué otra cosa puede ser sino el promontorio Oestrymnis?.

Estas coincidencias eran realmente para ofuscar a los más sagaces; y el hecho de acomodar Avieno en su Oestrymnis la indicación de "moles celsa saxei fastigii casi toda orientada al tibio sur", que el anónimo aplicaba al Cabo de Roca, es decir, a un promontorio que ningunas relaciones directas o indirectas tenía con el Oestrymnis real, para nosotros prueba evidentemente que fue sólo de este modo, y ligado a la interpretación de los textos del itinerario, como Avieno llegó a esta extraña identificación - al no admitir nosotros que el poeta se puso a disparatar por su cuenta y riesgo, lo que sería un proceso cómodo para explicar todo lo que se quisiese.

En contra de la localización del Oestrymnis en el Cabo de Roca se levantaba sin embargo un tropel de contradicciones y de resistencias, que debían aturdir al poeta. Este promontorio pasaba ahora a tener dos nombres, uno de Oestrymnis que él le sobreentendía, otro de ***** que le daba el itinerario. Desde el promontorio ***** decía el anónimo girar para el sur, en cuanto que del Oestrymnis decía el mismo anónimo orientar hacia el septentrión. El Oestrymnis pasaba pues a tener dos nombres, y a ser al mismo tiempo batido por el áspero septentrión y soplado suavemente por el tibio sur.

Pero había otra cosa peor: era -que supuesto nada más claro de lo que le indica el itinerario del límite del lado de Ophiusa para la localización del Oestrymnis, nada más claro también de lo que le menciona entre el Oestrymnis y el "promontorio ***** de Ophiusa", el Veneris jugum, dos islas, el arvi jugum y la isla Pelagia, de suerte que, si en una parte colocaba el Oestrymnis en el "promontorio ***** de Ophiusa", en otra lo colocaba a más de dos días a naciente

(22) A naciente, según su concepción pliniana. Resaltaremos las palabras naciente, poniente, siempre que se trate de esta falsa geografía.

del "promontorio ***** de Ophiusa", a naciente del Veneris jugum. ¡Era como si hubiese dos promontorios oestrymnicos, y dos golfos oestrymnicos!

No obstante estas formidables objeciones, el Oestrymnis acabó siendo una moles saxei fastigii etc., es decir, el Cabo de Roca; y por el expediente que le veremos tomar al final, es para nosotros indudable que fue aquella conclusión -la dualidad de geografías- la que terminó adoptando Avieno.

Entendió ciertamente que en este documento, que se mataba por comprender y armonizar, había, sea por culpa del redactor primitivo, sea por la ineptitud de algún alterador, además de los lapsus groseros que ya enmendara en el arvi jugum, la amalgama de dos concepciones geográficas irreconciliables. Una de ellas tomaba el lado de Ophiusa, todo el lado de Ophiusa,

(23) Es escusado advertir que Plinio, extendiendo hasta el Cabo de Roca las costas septentrionales de Hispania, reduce a uno solo los dos lados que el itinerario da a Ophiusa. Lo mismo hace Avieno.

como la base de un triángulo, en cuyo vértice, las islas Oestrymnides, se reunía la línea trazada por el viaje desde el Oestrymnis a las islas, y que desde ahí bajaba al ángulo del golfo, el cual quedaba comprendido en este triángulo; la otra construía el mismo triángulo, no tomando por base todo el lado de Ophiusa, sino solamente la parte que desde el ángulo del golfo se extendía hasta un punto dado al naciente del Veneris jugum.

Con esta dualidad geográfica, y la persuasión de haber sido barajadas por la mano de un compilador desastrado, la dualidad de nombres y de indicaciones locales, acumuladas en el Cabo de Roca, son problemas de fácil resolución para el poeta.

Es al promontorio que más se aproxima desde el ángulo del golfo al que debe caber la característica de estar orientado hacia el septentrión. Este promontorio se ofrece con el nombre de arvi jugum

(34) Aquí está el resultado de que hablamos en la página 30. Para la localización del equivalente del Oestrymnis, el periplo indicaba claramente un punto a naciente del Veneris jugum, y, no obstante, Avieno viene a fijarlo en un punto a poniente de aquél promontorio, en el arvi jugum. La explicación nos parece fácil, si recordamos que, a consecuencia de la enmienda que le hace al itinerario (pág. 25), el arvi jugum queda ocupando el lugar del verdadero Oestrymnis, no sólo como última estación itineraria de Hispania, sino como punto de enlace de la vía marítima entre Hispania y las Oestrymnides. De suerte que con su enmienda, Avieno la deja ya trazada desde el arvi jugum hacia las islas, sin dar por eso, ni preverle las consecuencias, una línea que con las costas de la Gallia y las costas del norte de Ophiusa forma el triángulo que comprende el sinus oestrymnicus. El arvi jugum debe pues presentársele ahora reclamando frente a cualquier otro promontorio el lugar que le pertenece, y sus títulos no pueden ser contestados legítimamente, desde que Avieno, dando por cierta la confusión de su documento, perdió la confianza en la infalibilidad de sus textos. Es incluso muy probable que en resultado imprevisto de su corrección viese confirmada la necesidad de ésta y la exactitud con que la hiciera.

-lo que le debe sugerir la idea, además bien aceptada, de que para uno de los dos geógrafos el nombre de Oestrymnis es desconocido.

Es este mismo geógrafo, para el cual el arvi jugum se vuelve un equivalente del Oestrymnis, que debe haber dado al Oestrymnis-Roca el nombre de *****, y así se resuelve de modo natural la dualidad de nombres en un solo promontorio.

En este caso una de las geografías está bien determinada: el sinus oestrymnicus entre el ángulo del golfo y el arvi jugum.

La otra también no es difícil de comprender. En ésta el golfo se extiende hasta el límite del lado de Ophiusa, hasta el Cabo de Roca.

El Cabo de Roca tiene para este geógrafo el nombre de Oestrymnis, y una asociación de las dos indicaciones -de ser una moles saxei fastigii casi toda orientada al sur y de quedar en el sinus atlanticus, asociación que, repetimos, no puede ser una mera improvisación del poeta, sino el resultado de la errada comprensión de los textos de su anónimo-, nos dice cuál fue la idea que éste se formó de este promontorio. Es el Cabo de Roca, dando por su parte septentrional comienzo al golfo de las Oestrymnides, -concepción que contaba con la sabia opinión de Plinio- y extendiéndose por el sur hasta un punto dado, que ya toca en las aguas del golfo atlántico. Según el texto de su documento, éste punto debía ser del Cyneticum jugum, Europae extimum, el Sacrum de Dionisio, y todavía aquí podría el poeta felicitarse de tener a su lado a un autor, testes non respuendus (v. 332); mas, en virtud de una nueva confusión, que examinaremos en la sección del Cyneticum al Ana,

(25) Ver pág. 55 y siguientes.

Avieno no sabe ciertamente si el itinerario le sitúa el Sacrum en el Cyneticum, o en otra parte.

Ni le presta probablemente mucha atención a la determinación exacta del límite sur del Oestrymnis. Sus combinaciones son más hermenéuticas que cartográficas. Para él, es decir, para su geógrafo del Oestrymnis, este promontorio por el norte da comienzo al golfo de las Cassiterides, por el sur toca en el sinus atlanticus; esto basta a las exigencias de su crítica.

¿Dueño de las dos geografías, qué va hacer Avieno con ellas?

No se prevé que pueda elegir sino uno de las dos opciones: o refundirlas en una, o adoptar una y rechazar la otra.

Avieno toma una tercera opción, a primera vista audaz: adopta ambas. La realización de este plan, que el lo mismo que acomodar dos geografías contradictorias en un itinerario que describe una única región, parece absolutamente imposible, sin emanciparse el poeta de las opiniones del anónimo, comprometiendo así la integridad de este viejo documento.

Nada de eso, antes lo contrario. El traslado del punto de partida desde las Columnas del norte para las del Estrecho implicaba, como se ha visto, dos itinerarios, dos viajes, uno desde el Estrecho para las Oestrymnides, otro en sentido contrario, de suerte que el poeta no hace más que seguir paso a paso el periplo, tal como lo comprendiera, limitándose a conciliar, como puede, las contradicciones que él solo creara con la desorganización de sus textos. Así en el primer viaje entra la concepción geográfica del pretendido autor, a quién debía los nombres del Oestymnis. En el viaje desde las Oestrymnides hacia el Estrecho, comienza la otra geografía, que él sabe muy bien que es contradictoria con la primera.

Aquí dan comienzo los productos de su propia obra. Aunque en el primer itinerario el promontorio y el golfo oestrymnicos sean esbozados con trazos extremadamente vagos, se percibe aún así muy bien que son una cosa muy diferente del arvi jugum y del golfo que este promontorio limita. ¿Ha de decir Avieno, en el segundo viaje, llegando al arvi jugum, que es aquí donde termina el sinus oestrymnicus, cuando ya dice anteriormente que el sinus oestrymnicus estaba unido al promontorio oestrymnico?, y llegando al Cabo de Roca, ¿ha de darle el nombre de Oestrymnis, o sea, decir que el sinus oestrymnicus se extiende hasta aquí, cuando todavía hace poco que declaró que el golfo oestrymnico estaba limitado por el arvi jugum, que dista del Oestrymnis dos días?

Pero Avieno, en este segundo itinerario, llegando al sinus oestrymnicus, lo denomina magnus sinus; al arvi jugum le deja este nombre, que no compromete a nada; y llegando al Oestrymnis-Roca, escribe simplemente: Ophiusae in oras prominens.

¿No es todo esto más que transparente?. Avieno, a la vista de las dos supuestas opiniones geográficas sobre la localización del golfo y del promontorio oestrymnico -puntos capitales del itinerario- ignora cuál es verdadera y cuál es falsa.

No precisa gran sagacidad para prever que, optando por una, o refundiendo las dos, se arriesga a navegar por mares desconocidos, sin norte, ni piloto, y a decir absurdos descomunales. Obligado sin embargo a tomar una decisión y a hacer una descripción de las costas de occidente en una obra que tiene que recorrer el mundo con su firma, él, que presume de conocer a fondo las ciencias geográficas, está en la posición de un profesor, que teniendo que hablar dogmáticamente ante un auditorio, donde puede haber quien visitase una región dada, que él sólo conoce por dos relaciones contradictorias, una de las cuales es verdadera, más sin saber cuál, recurre a la decisión de aprovechar el contenido de ambas, pero de modo que las contradicciones queden disfrazadas, y su exposición sea confusa y ambigua lo necesario, para no dejar al descubierto su ignorancia y poder incluso contestar, como es posible, a los partidarios de dos opiniones opuestas. En el caso en que se encontraba el poeta, la única cosa que podía evidenciar su artificio eran los nombres, sólo los nombres; pero, gracias al recurso de que explica mal, no se negará que alcanzó su objetivo, y su plan, si no tiene el mérito de la sinceridad, tiene al menos el de la simplicidad, ya que todo el trabajo de Avieno se reduce a poco más que a la supresión de dos nombres propios y a su sustitución por dos denominaciones insignificantes.

 

1.3 F. MARTÍNS SARMENTO REORGANIZA LOS DATOS DE LA ORA MARITIMA PARA SU INTERPRETACIÓN. 

Tal es, a nuestro modo de ver, y salvo meliori, el modo con el que Avieno trató el periplo en la parte de la descripción de las costas de Hispania desde La Coruña hasta el Cabo de San Vicente.

Haciendo abstracción de la bondad literaria, que no es de las más inmaculadas en sus últimos trabajos, y que tiene por atenuante la imposibilidad de conciliar las contradicciones que él mismo originara, ha de agradecérsele el escrúpulo, voluntario o forzado, de no adulterar su documento con informaciones de otra fuente y de restringirse únicamente a sus textos.

Siendo así, en la Ora maritima tenemos los disjecta membra de este viejo autor, y la reorganización de su itinerario, que consiste principalmente en la restitución de algunas estaciones al lugar primitivo, de donde Avieno las desalojó, y en la restitución de algunas características topográficas igualmente trasladadas por el poeta -tarea que ya dijimos atrás que está hecha y acabada- nos debe dar como resultado un itinerario, ni más ni menos oscuro que todos los escritos de esta naturaleza, siempre enigmáticos en virtud de su arcaísmo, de lo vago de sus indicaciones, etc. Lo que no debe ofrecer es el carácter absurdo y disparatado, que por culpa del poeta ha atraído los desdenes de la crítica menos reflexiva.

Es lo que vamos a verificar.

 

1.         PROMONTORIO OESTRYMNICO. COLUMNAS DE HERCULES.

Del promontorio oestrymnico dice el anónimo, de acuerdo con nuestras correcciones, que está en el límite del lado septentrional de Ophiusa, orientado para el septentrión, dista poco de las Columnas del norte y da comienzo al golfo oestrymnico, el golfo de Vizcaya.

Todas estas descripciones cuadran excelentemente con el Cabo Ortegal.

Las Columnas de Hércules, "batidas por el septentrión", no pueden ser otra cosa más que el antiquísimo monumento que conoció Paulo Orosio, y cuya erección desde épocas remotísimas no tenía otro fin sino el de guiar durante la noche al navegante, que desde las Cassiterides navegaba para Hispania.

(26) La "stella boreal" de Scymnus (Scymni, Orb. Desc., v. 189), de cierto la misma a la que se refiere Tácito (De more Germanorum, XXXIV), era probablemente un monumento idéntico al de La Coruña, un faro, lo que no puede causar extrañeza a nadie, sabiéndose que los fenicios comerciaban con el país del ámbar. Extraña nos parece la opinión de los críticos, que quieren ver en ella a un monte.

Son también probablemente las Arae Solis de Ptolomeo.

La observación de anónimo:

... duro prestepunt

Septemtrione, sed loco certae tenent,

felizmente conservada por Avieno e ineptamente aplicada a Calpe y Abyla, donde él pretende encontrar estas Columnas, viendo en ellas ahora islas, después montes, es justamente adecuada a una obra de arte, que por su denominación y su utilidad no puede dejar de ser fenicia.

Se infiere de aquí con toda certeza que el puerto de La Coruña, el Flavium Brigantium de Ptolomeo, era una estación de primer orden, y una estación forzada para los célebres exploradores de las islas del estaño, y esto probablemente casi desde el principio de sus descubiertas.

Pero resaltemos aquí un hecho muy notable y que veremos repetirse en otras partes de un modo más que extraño: el anónimo no dice una palabra de este famoso puerto.

 

2.         VENERIS JUGUM. INSULAE DUAE.

 Procedit inde in gurgites Veneris jugum,

Circumlatrat pontus insulas duas

Tenue ob locorum inhospitas.

Ya dijimos que estas islas sólo se pueden encontrar en la costa occidental de Hispania y al norte del arvi jugum, el cual veremos no debe ser buscado sino entre el río Ave y el Miño (ver nota 30), de suerte que el campo de nuestras búsquedas queda comprendido entre el Cabo Corrubedo, al sur del cual comienzan a aparecer las islas del poniente, y el Cabo Silleiro.

Incluso sin aquella indicación era esta parte de la costa la que debía llamar exclusivamente la atención de los investigadores, porque el texto no deja duda de que se trata de dos islas en el sentido riguroso de la palabra, y, si no nos desviamos mucho para el sur, sólo aquí las podíamos encontrar.

El problema viene de la elección, ya que entre el Cabo Corrubedo y el Cabo Silleiro no faltan islotes.

La singular concordancia que hay entre el anónimo y Ptolomeo, en cuanto al número de promontorios e islas del occidente de Hispania,

(27) El Sr. F. de Rougemont, L`âge du bronze, pág. 122, notando la singular exactitud de la carta de Irlanda de Ptolomeo -exactitud que contrasta vivamente con la ignorancia de los geógrafos que le siguieron- asienta que las fuentes de Ptolomeo para esta parte de su trabajo son todas fenicias. Lo mismo es posible que sucediese con algunas localidades de la costa de Hispania, desconocidas de sus colegas. Finalmente, el mismo Ptolomeo confiesa lo que le debe a Marino de Tyro. A la vista de ésto, hace pensar como yerra tan espantosamente la posición de las Cassiterides.

hace creer que el Veneris jugum y las dos islas no son más que el "Orubium" y las "Deorum insulae duae" del geógrafo alejandrino. Desafortunadamente, Ptolomeo, no obstante de sus cálculos matemáticos, y tal vez por causa de ellos, trata tan despiadadamente estas regiones, que su auxilio en la determinación de cualquier posición se vuelve enteramente inútil o casi. Entre otros, es conocido su error de colocar las islas muy lejos del continente, y en el punto que nos interesa no sería Ptolomeo quién nos ayudaría a comprender el anónimo, sino al contrario.

Reducidos a las indicaciones del itinerario, si atendemos bien a ellas, reconoceremos que de cuanto nos dice aquí no hay solamente alguna cosa indeterminada, hay alguna cosa superflua. En efecto, la mención de dos pequeñas islas, que parecen no tener aún para él la misma reputación de santidad que tenían más tarde para los informadores de Ptolomeo, diríase un incidente superfluo, tanto más que su superfluidad es acentuada por la observación de ser deshabitadas.

Pero precisamente esta inutilidad en un documento que veremos que es de un laconismo extremo es para despertar sospechas, que luego serán corroboradas por hechos de idéntica naturaleza.

Para nosotros es más que probable que la mención de estas pequeñas islas deshabitadas tiene la utilidad muy real y muy calculada de, por su posición característica al pie del Veneris jugum, distinguir y destacar este promontorio, no permitiendo confundirlo con otro.

En este supuesto, sólo las islas a la entrada de la Ría de Arosa, frente a Padrón, y que Plinio, en una de sus descripciones de Hispania cuando viene en la misma dirección que el anónimo, llama Corticata y Aunios, son las que satisfacen todas las exigencias del itinerario.

(28) Y bastaba satisfacer una, que es la principal. De ninguno de los promontorios al sur de Padrón, y que por la vecindad de sus islas haría todavía dudar en la elección, se podía decir -procedit in gurgites- porque en relación a la línea de la costa y, lo que más importa, a la derrota que trae el navegante, todos ellos son entrantes, y no salientes.

El Veneris jugum, sagrado a Astarté, es entonces el Cabo Corrubedo.

Es también ahí donde Sprunner (Atlas antiquus, XVIII) y otros, llevados por diferentes razones, colocan el Orubio de Ptolomeo.

La santidad que siempre se ha mantenido en estos lugares, y la tenacidad de ciertas tradiciones, que en su forma relativamente moderna, al paso que revelan el proceso grosero de su transformación, denuncian la profundidad de sus viejas raíces, no es el último de los motivos que nos fuerza a admitir esta identificación.

(29) En este caso está la leyenda de Santiago y de su barca. Se sabe que, en el Cuarto Concilio de Letrán, el prelado de Toledo, y a la vista de lo de Compostela, poco le faltó para declarar absurda esta leyenda.

 

3.         ARVI JUGUM.

Para la localización de este Promontorio estamos reducidos a meras conjeturas, y todavía ninguna estación debería ser más exactamente determinada que ésta, gracias a la distancia, a la que dice el anónimo que quedaba del Cabo de Roca (v. 171-3), y aquella a la que, en base a nuestras suposiciones, debía estar La Coruña.

Ya sabemos sin embargo que en este documento un día de navegación puede representar una distancia variable entre 500 y 1.000 estadios, o más. De aquí se ven los servicios que pueden prestarnos sus medidas itinerarias, cuando sea necesario salir de un poco más o menos.

Pero por eso mismo surge aquí una pregunta: ¿para quién y para qué podía necesitarse un itinerario, que poco más hace que mencionar nombres tales como Oestrymnis, Veneris jugum, arvi jugum, y que, para auxiliar al navegante a localizar estas estaciones, apenas le da medidas itinerarias en días de navegación, pudiendo la navegación diaria variar entre 500 y 1.000 estadios?.

Evidentemente, tal itinerario es absolutamente inútil, tanto para la ciencia como para el comercio, ya que, si las medidas itinerarias de nada sirven, está claro que de menos sirve cualquier nombre local.

Notemos ahora que al pie del promontorio oestrymnico quedan las Columnas y que aquí había un puerto, que el anónimo conocía muy bien, aún supuesto que no lo nombre; que junto al Veneris jugum, donde también hay un puerto, igualmente omitido, son mencionadas dos islas deshabitadas, que, según suponemos, hacen reconocer el promontorio que forma con ellas un grupo característico; ya sabemos que el Cabo de Roca y el Cabo de San Vicente tienen en este documento distintivos topográficos, que los vuelven conocidos por sí mismos, y podremo añadir, por anticipado, que al pie del Cabo de Roca el anónimo cita a continuació la bahía del Tajo, al pie del Cabo de San Vicente la bahía de Lagos, sin olvidar entre el Cabo de Roca y el Cabo de San Vicente el Cabo Espichel y la bahía del Sado, que le está próxima. Es decir: el anónimo conoce todos los puertos aprovechables de esta costa de Hispania; al pie de cada puerto menciona siempre un promontorio, y a cada promontorio le da siempre una característica que lo hace reconocer.

¿Sería una excepción el arvi jugum?

Su particularidad de estar orientado hacia el áspero septentrión sería una respuesta negativa. Sabemos sin embargo que esta indicación está aquí totalmente trasladada, y es el resultado de una de las alteraciones de Avieno. Pero, ¿no estará contenida en el mismo nombre de arvi jugum la característica que buscamos?. Arvi jugum es lo mismo que "promontorio de la campiña" o "monte del campo", y esta sencilla denominación podría implicar una circunstancia tanto o más adecuada para distinguir un promontorio, que la asociación de las dos islas con el Veneris jugum, principalmente si en la parte de la costa, donde las medidas itinerarias quieren que busquemos el arvi jugum,

(30) Ya vimos en la nota 11 la poca utilidad de las medidas itinerarias del periplo dado su variabilidad. Si tomásemos aquí como patrón la distancia del Cyneticum jugum al Cabo de Roca -el maximum de la navegación diaria en la costa de poniente, conforme se infiere del propio itinerario -dos días de navegación, a contar desde el Cabo de Roca para el norte, venían a parar al monte de Santa Tecla, en la margen derecha del río Miño. Alargar esta medida sería aproximar mucho dos estaciones, la del Veneris jugum y la del arvi jugum, y esta razón es suficiente para acortarla. Eso mismo nos aconseja Ptolomeo, si su Avarum promontorium, que sitúa al norte del río Ave, es el mismo que el arvi jugum del anónimo, como parece. No es pues sin fundamento el que busquemos el arvi jugum entre el Ave y el Miño.

hubiese algún monte, al cual aquella denominación le pudiese encajar de un modo más preciso.

(31) El Sr. Karl Müllenhoff volvería imposible nuestra explicación con su lectura Aryi jugum; pero esta lectura es gratuíta; por lo menos ninguna razón vemos en su libro que pueda justificarla.

¿Acaso o no, el monte Dôr (¿de Or?) está en estas condiciones?

Desde la desembocadura del Lima a la desembocadura del río Ancora, la costa se curva de un modo muy saliente, y esta región puede ser representada por un arco, cuya cuerda sea la de los montes que desde Viana a Ancora corren en la dirección norte-sur. El área, comprendida en este arco, es una extensa campiña que forma hoy las feligresías de Areosa, Carreço, Afife y parte de Ancora. Ahora en el vértice de este arco, y por una especie de capricho de la naturaleza, se levanta el monte Dôr, cuya raíz lava el mar por el poniente, estando por todos los lados rodeado de fértiles campiñas.

Es realmente un arvi jugum, y sobre todo se destaca vivamente en el horizonte para todo navegante, venga del norte, o venga del sur.

(32) El monte más saliente debía rodearse en ciertos tiempos, porque fue sede de una población, como lo demuestran todavía hoy los vestigios de sus murallas y los fragmentos de cerámica antigua que por allí abundan.

Ciertamente esta coincidencia, por otra parte notable, no basta para una identificación segura. A pesar de eso no podemos dejar de resaltar que, si la mención de un promontorio implica en este documento la visita de un puerto, como parece cierto, la localización del arvi jugum en el Dôr tendría todavía para sí la proximidad de la desembocadura del Lima, el mejor sino el único puerto de la costa, donde los datos itinerarios del periplo, combinados con los de Ptolomeo, nos aconsejan buscarlo.

Uno de los antiguos nombres del Lima, Belion,

(33) Strabon, III, 4.

cuya raíz bien puede ser la misma que la del río Belus de Fenicia,

(34) Plinio, H.N., v. 17.

se diría un testimonio escapado de los antiguos, para certificarnos de que los fenicios frecuentaron este puerto, y es muy posible que la siniestra fama que tuvo el Lima en la remota antigüedad no le provenga sino de las tradiciones, que en él dejó la tenebrosa religión de los cananeos.

(35) La explicación que nos transmite Strabon (III, III, 5) de la causa por la cual el Lima mereció el apellido de río Lethes, es poco aceptable. Según la leyenda recogida por los informadores de este geógrafo, los célticos del Ana, en unión con los túrdulos, hicieron una incursión hacia el norte. Pasado el Lima, los dos bandos se desavinieron y se destrozaron, muriendo en esta refriega el jefe de la expedición. Y porque los supervivientes de esta batalla se dispersaron por el margen del río, de aquí la denominación de río del Lethes. Es difícil de comprender que todo esto y lo que se quiera imaginar pueda tener que ver con el olvido, mucho más sabiendo que parte de estas hordas se establecieron por las inmediaciones del Nerio (Strabon, ibidem). En esas épocas, una mortandad en el margen de los ríos debía ser un acontecimiento vulgarísimo para poder hacerlos célebres con nombres de mal agüero. Es más racional suponer que se dio con estos bárbaros el mismo caso, que con pequeña diferencia se cuenta más tarde de los soldados de Bruto; no es la desavenencia y la mortandad de los celto-túrdulos la que explica el nombre puesto al Lima de río infernal; y es, al contrario, la reputación de río infernal que ya tenía, la que explica la discordia de los aliados y sus funestas consecuencias.

El itinerario nos da en la costa sur una "inferna dea" (la Lucifera dea de otros geógrafos posteriores), cerca de cuyo templo está la "Erebea Palus" (v. 241-4). No es imposible que el Lima también tuviese su "Erebea Palus" y su "inferna dea". En las ruinas de una población de origen pre-romana, que domina a la actual Viana, existe aún hoy una capilla, donde se venera Santa Lucía, que bien puede ser la transformación de una Lucifera dea.

 

4.         PELAGIA INSULA.

          ... post Pelagia est insula

          Herbarum abundans atque Saturno sacra. (v. 164-5)

La localización de esta isla o península, porque el nombre puede aquí significar una cosa u otra, es imposible de fijar por la simple razón de que, si existió en el tiempo del anónimo, de lo cual no tenemos motivos para dudar, con certeza no existe hoy.

Si no fuese así, las aclaraciones del itinerario son tales, que para dar con ella no sería necesario gran trabajo, porque:

 Sed vis in illa tanta naturalis est,

Ut siquis hanc innavigando accesserit

Mox excitetur propter insulam mare,

Quatiatur ipsa et omne subsiliat solum

Alte intremiscens, cetera ad stangin vicem

Pelago silente ...   (v. 166-71)

Evidentemente, en nuestras costas, no hay isla o península a la que se pueda referir esta pintura.

¿Dónde estaba?.

Entre el Cabo de Roca y el arvi jugum.

¿Es la Londobris de Ptolomeo?. Esta estaba igualmente entre el Cabo de Roca y el Avarum, y más específicamente entre el Mondego y el Vouga. En cuanto a la distancia a la cual el geógrafo la pone del continente, sabemos lo que vale su opinión.

La isla Pelagia, en virtud mismo de su constitución, tal como la entrevemos en la pintura de Avieno, no podía estar en alta mar, sino en la proximidad de la costa, y la circunstancia de que es abundante en pastos -herbarum abundans- circunscribe su posición a una parte de la costa, naturalmente pantanosa, lo que nos forzaría casi a aproximarla al Vouga, colocándola cerca, sino en la misma ría de Aveiro.

Es realmente aquí donde una isla, en las condiciones de la Pelagia, podría haber existido otrora y haber hoy desaparecido, ya que esta región baja, que es además notable por sus célebres algas y por la excelencia de sus pastos, ha sufrido una alteración sensible en su contorno marítimo, reduciéndose el problema a saber si la vieja isla o península fue tragada por el mar, o si está hoy (lo que nos parece más probable) enclavada en el continente con la invasión de las arenas.

Lo que todavía reforzaría la probabilidad de esta localización es que la isla Pelagia, que ciertamente nada podía servir a un mercader, parece hacer aquí el mismo oficio que los promontorios en otras partes: indicar la proximidad de un puerto; y es poco creíble que el anónimo, que conoce todos los puertos útiles de la costa, dejase de frecuentar el de Aveiro, y digamos, de explotar a los indígenas de las tierras colindantes.

(36) Tengo que agradecer aquí al Sr. Pinho Leal, que tan bien conoce estos parajes y las tradiciones que se dicen relativas a los mismos, el vivo interés con que se empeñó en la investigación de cuanto podía auxiliar a la localización más precisa de la isla encantada. La conclusión del ilustre anticuario fue que, teniendo en cuenta las evoluciones por las que ha pasado aquella región, era imposible llegar a un resultado positivo.

 

5.         OPHIUSAE IN ORAS PROMINENS.

... prominens surgit dehinc

Ophiusae in oras, atque ab usque arvi jugo

In haec locorum bidui cursus patet. (v. 171-3).

A este promontorio ya dijimos que el anónimo le adjuntaba la siguiente indicación:

Molesque celsa saxei fastigii

Tota in tepentem maxime vergit Notum

que Avieno trasladó para su Oestrymnis, suprimiendo también el nombre propio que su anónimo daba al Cabo de Roca, y que debía ser el equivalente de Lunae, de Ptolomeo (Veneris; Astarté).

Que el Ophiusa in oras prominens es el Cabo de Roca, si no lo probase la fiel pintura que de él hace el periplo y sus indicaciones itinerarias, lo probaría el siguiente pasaje.

 

7.         UN GOLFO.

Atque qui dehiscit inde prolixus sinus

Non totus uno facile navigabilis

Vento recedit; namque medium accesseris

Zephyro vehente, reliqua deposcunt Notum (v. 174-8)

El navío que, trayendo el rumbo de nuestro itinerario, dobla el Cabo de Roca, y para seguir un golfo, que como va retrocediendo ante él, precisa viento del este para andar la mitad de la distancia, y viento del sur para andar la otra mitad, está en el fondo de la bahía del Tajo.

Las siguientes descripciones terminan la demostración:

Et rursus inde si petat quisquam pede

Tartessiorum litus, exsuperet viam

Vix luce quarta ...                          (v. 178-80)

Una vía que desde la bahía del Tajo lleva a la playa de los Tartessios, desembocadura del Ana, se puede ver en Sprunner (Atlas antiquus, XVIII), de Equabona a Esuris.

(37) Si desde la bahía del Tajo se llegaba en cuatro días a la playa de los tartessios, en cinco, por los v. 180-2, se llegaría a Malaca -lo que es imposible. Pero, según la observación del Sr. Müllenhoff (pág. 102), estos cinco días han de contarse comenzando en la playa de los tartessios y no desde la bahía del Tajo, habiendo Avieno comprendido mal el pensamiento del autor del itinerario,

 

8.         CEPRESSICUM JUGUM.

... tum Cepressicum

Jugum intumescit. (v. 182-3)

Es el Cabo de Espichel. La secuencia de la descripción lo va a probar.

 

9.         INSULA ACHALE.

... subjacet porro insula

Achale vocata ab incolis. (v. 183-4)

La isla llamada por los naturales Achale, queda, como se ve, por debajo del promontorio Cepressico (Cempsico, según algunos intérpretes). Para determinar mejor su posición, necesitamos aproximar y estudiar el siguiente texto, que viene después de una digresión etnográfica, a primera vista trasladada:

Paetanion autem est insula ad Zephyrum latens

Patulusque portus ...                   (v. 199-200)

Esta isla Paetanion, gracias al largo puerto que le queda al lado y que sólo puede ser el puerto de Setúbal, ya que entre el Tajo y el Cabo de San Vicente sería inútil encontrar otro en estas condiciones, está necesariamente identificada con la península,

(38) Es muy digna de atención la siguiente noticia que debo al obsequio del Sr. Filippe Nery Delgado:

"Al Noroeste de Comporta, unos cuatro kilómetros, según muestra la hoja respectiva de nuestra carta corográfica, existe una gran depresión en la parte más estrecha de la lengüeta de arena (cabo), por donde, dice la tradición (y no es imposible, antes probable, que así sucediese), que el Sado comunicaba con el océano. Efectivamente, la cota del arenal en ese punto es de 3 m., en cuanto que sube para uno y otro lado, a cortas distancias, a 23 m. y a 27m. Por lo tanto, es muy natural que el arenal de Troia, en tiempos no muy distantes, formase una isla en la verdadera acepción de la palabra, porque nada lleva a creer que entonces el cabo estuviese unido a la margen del norte.

donde hoy se ven las ruinas de Troia. La isla de Achale, que queda por debajo del primer promontorio que se encuentra a partir de la bahía del Tajo hacia el sur, no puede dejar de ser todavía la misma península, lo que además insinúa a tenor mismo de las dos noticias.

¿Es que la isla tenía dos nombres, uno de Achale, dado por los naturales, y otro de Paetanion, que le daba un extranjero?.

Este caso sería único en nuestro documento; y el Sr. Karl Müllenhoff supuso con buenas razones que en el texto primitivo (¿y porqué no en el mismo texto de Avieno?) en lugar de un nombre local existiría uno étnico en el genitivo del plural, de modo que no se hablaba aquí de la isla Paetanion, sino de los Paetanios, de los incolae, a los cuales pertenecía la isla de Achale.

(39) Karl Müllenhoff, obra citada, pág. 105. El afamado sabio pretende derivar este nombre de una palabra fenicia (ibidem), más un étnico fenicio sería un caso totalmente anormal en nuestro itinerario. ¿Es temerario de más aproximar Paetanios de Vetones?

El pasaje que nos ocupa contiene sin embargo otras dificultades, que solamente pueden ser aclaradas por la crítica de las correcciones que le hicieron los censores.

Los manuscritos tenían:

Paetanion autem est insula ad se fumum latet

Patulusque portus ...

Establecieron los críticos que se fumum era sólo una palabra, y unos enmendaron Zephyrum, otros Sefumum, viendo un promontorio en este último nombre, y como latet formaba con est una construcción más que bárbara, se cambió aquél verbo para su participio latens.

La primera lectura es absurda. Si la isla estaba oculta al poniente (ad Zephyrum latens), estaría de tal forma distanciada de la costa, que no se podría ver desde ésta, ya que no se imagina qué otra cosa pueda esconder una isla en alta mar, a no ser su propia distancia de un punto dado.

En este caso no se podía decir inmediatamente después:

 

... inde Cempsis adjacent.

Populi Cynetum ...           (v. 200-1)

porque los cynetes en nuestro documento ocupan el actual Algarve, teniendo los cempses al norte, y nadie se acordaría de decir de una isla perdida en alta mar, que era el límite de los pueblos del continente. La isla no sólo no está lejos de la costa, sino que ha de estar casi pegada a ella.

La lectura ad Sefumum no es menos insostenible. La línea divisoria de los cempses y de los cynetes es el patulus portus (v. 200) y en este patulus portus es imposible dejar de reconocer la bahía del Sado.

Ahora, entre la bahía del Sado y la del Tajo solamente hay lugar para un único promontorio en las condiciones del nuestro -el Cepressico ya citado. Si pues en se fumum se ha de ver el nombre desfigurado de un promontorio, este nombre sería entonces la repetición de Cepressico o Cempsico.

Pero la lectura:

Paetanion autem est insula ad Cempsicum latens

Patulusque portus ...

tampoco es aceptable.

Que se diga de la bahía del Sado (patulus portus) que está escondida, est latens, se dice lo que es exacto y verdadero; pero el patulus portus está escondido, siendo por eso que la isla de Achale, la península de Troia, se interpone entre él y el observador. Ahí tenemos pues la isla frente al navegante, y, por más que se investigue, no se imagina que alguien pudiese decir de ella est latens.

La única cosa que después de la bahía podía quedar escondida tras la isla era el río Sado, y recordando la lectura del manuscrito:

Paetanion autem est insula ad se fumum latet

Patulusque portus ...

pudiera ser que por efecto de una caligrafía, que no necesitaba ser muy complicada, el texto tuviera flumen donde los censores leyeran fumum.

Esta conjetura es tanto más tentadora, ya que la corrección del presente latet por el participio latens, que sería necesario deshacer ahora, fue una corrección forzada, que la letra del manuscrito, como vimos, no autorizaba.

La restauración del texto viciado sería entonces:

Paetanion (o Paetanum) autem est insula, ad se flumen latet

Patulusque portus ...

Eminentes latinistas que consultamos rechazan esta lectura, únicamente por no querer admitir en la frase ad se el pronombre se con función de relativo. La verdad sin embargo es que, haciendo abstracción de esta objeción gramatical, la restitución del texto, como su crítica nos la impone, no solamente no hace a la letra del manuscrito la violencia que le hacen todas las otras, sino que da a la pintura de esta región un relieve y una exactitud que mal puede atribuirse a una mera casualidad:

"Por debajo del promontorio Cepressico está una isla que los naturales llaman Achale ...

"La isla pertenece a los Paetanios; junto a ella está escondido un río y un largo puerto".

Sea como fuere, que el promontorio Cepressico es el Cabo de Espichel, la isla Achale una y la misma cosa que la isla de los Paetanios, y esta isla es la lengüeta de tierra donde se encuentran hoy las ruinas de Troia, es lo que pensamos que no puede ser puesto en duda por nadie.

Y, si no nos equivocamos, es a las turberas de la bahía del Sado, que en los tiempos antiguos exigirían los colores resaltados de una pintura, que hoy nos parece exagerada, a las que se refieren los siguientes versos:

... aegre est fides

Narrationi pre rei miraculo;

Sed quam frequens auctoritas sat fulciat.

Aiunt in hujus insulae confiniis

Nunquam esse formam gurgiti reliquo parem

(Splendorem ubique quippe inesse fluctibus

Vitri ad nitorem, et per profundum marmoris

Cyaneam infundis esse certum imaginem est)

Confundi at illic aequor immundo a luto

Memorant vetusti; semper atque sordibus

Ut faeculentos gurgites haerescere. (v. 184-94)

(40) Son del Sr. Nery Delgado las siguientes informaciones:

"Muchos de nuestros ríos tienen en la zona inferior de su lecho mayor un depósito lodoso, que es inmediatamente subyacente a las arenas sueltas del litoral y geológicamente anterior a los aluviones que esos ríos transportan en su régimen actual. En muchos puntos ese depósito está sobre el nivel de las aguas (campos y marismas de Murraceira, en frente de Figueira), pero en los márgenes está oculto, quedando al descubierto solamente en la marea baja (como se observa a la entrada de Figueira), y mostrando un aspecto poco agradable y exhalando mal olor, por la descomposición de la materia orgánica que encierra y animales que allí vivieran. Es a este depósito lodoso al que está subordinada la turba que, según me informó el Sr. Carlos Ribeiro, aparece en muchos puntos de la bahía del Sado, concretamente en los márgenes del Juncal, que viene a desaguar en este río pasando por Comporta, y también en la parte descubierta durante la marea baja entre Comporta y el Monte da Carrasqueira, en frente de Setúbal. La mayor parte de los lodos negruzcos, que quedan al descubierto durante la marea baja, y que están indicados en la carta corográfica por la convención respectiva, dice nuestro amigo, prodrían llamarse turba impura".

 

10.      CYNETICUM JUGUM.

... tum Cyneticum jugum,

Qua sideralis lucis inclinatio est,

Alte tumescens ditis Europae extimum,

In belluosi vergit Oceani salum. (v. 201-4)

Nadie contesta que sea el Cabo de San Vicente.

Desde el Cabo de San Vicente al Ana reaparece una confusión, análoga a la que nos oscurecía la descripción de las costas del poniente, y que, como vemos, se disipó con la pequeña restauración que hicimos.

Es una nueva maraña. Desde el Cyneticum jugum Avieno salta al río Ana, que desagua en un golfo, donde se encuentran dos islas; sigue a la Cautes Sacra que debería estar al naciente del río, pero está al poniente, puesto que ella sólo es para Avieno el mismo Cyneticum jugum, a la vista de que entre la Cautes Sacra y el Ana se marca un día de navegación.

Y, siempre que Avieno habla de los ríos Ana y Tartessos, lo absurdo es cierto. En el v. 223, el Ana es el límite de los cynetes y de los tartessios, pero en los versos siguientes el Tartessos, que además dista del Ana un día, lava el país de los ... cynetes. Al Ana sigue inmediatamente la descripción de la costa entre este río y el Tartessos; pero llegando a la desembocadura del Tartessos, Avieno nos dice que desde "el río antes citado" hasta estos lugares hay un día de navegación. Pero el río atrás mencionado es el Tartessos, de forma que desde el Tartessos al Tartessos habría un día de viaje.

Toda esta confusión desaparece rápidamente, si continuamos teniendo confianza en el anónimo, de la que tan digno se ha mostrado hasta aquí.

Es imposible que él escribiese:

... tum Cyneticum jugum

...

Ana amnis illic per Cynetes effluit

Sulcatque glebam. (v. 205-6)

Este río, que el anónimo dice que corre no lejos del Cabo de San Vicente y atraviesa la tierra de los cynetes, nada puede tener en común con el Ana, que tanto adluit la tierra de los tartessios, como la de los cynetes y no corre entre éstos.

En los v. 223-5, hablando del río Tartessos, que adluit el país de los cynetes, el anónimo escribía Ana, y no Tartessos, y es haciendo esta sustitución cuando se vuelve exacta la nota de los v. 266-7, marcando la cuenta de un día de viaje entre el Guadiana y el Guadalquivir.

En resumen, en itinerario mencionaba tres ríos, el primero tal vez sin nombre determinado, y Avieno, tomando este río anónimo por el Ana, barajó toda esta parte de la descripción, como ya tenía barajada la otra.

Lo que nos lleva a esta convicción es que basta hacer la simple corrección que indicamos para que el itinerario continúe siendo perfectamente comprensible.

 

1.         CYNETICUM JUGUM.

 

2.         RIO *****.

... amnis ***** illic per Cynetes effluit

Sulcatque glebam.

Este río, atravesando el territorio de los cynetes, no lejos del Cabo San Vicente, viene a desaguar a un golfo que se abre en una curva de la costa, orientada hacia el mediodía;

... panditur rursus sinus

Cavusque cespes per meridiem patet (v. 206-7)

El río ***** se abre en dos brazos que rompen las aguas lodosas del golfo:

Memorato ab ***** gemina sesse flumina

Scindunt repente, perque predicti sinus

Crassum liquorum (quippe pinguescit luto

Omne hic profundum) trudunt agmina. (v. 208-11)

Se trata sin duda de alguna curva de la costa (cavus cespes) entre la Ponta da Piedade y el Cabo do Carvoeiro.

El río ***** es el Alvor;

(41) Las siguientes noticias, que debemos a la inagotable bondad del Sr. Nery Delgado, completan y esclarecen nuestra interpretación:

"El río que viene a desaguar en la bahía de Lagos, y que bruscamente se separa en dos brazos, no me parece que sea el Odelouca, pero sí el río Alvor, cuyo tramo occidental tiene en la localidad el nombre de Valle da Lama. De los cuadernos de notas de viaje de nuestro amigo (el Sr. Carlos Ribeiro) tomé las siguientes notas, que me parecen de la mayor importancia en relación con el asunto:

En la bahía de Lagos, entre el margen izquierdo de la ribera de Bensafrim y la costa, hay un extenso campo lodoso o pantano (las Marismas) de más de 30 hectáreas de superficie, cubierto de vegetación marina, y que el mar cubre durante las mareas vivas. Lo que sin embargo es mucho mas considerable es la parte inferior del Valle da Lama, que viene a unirse al río Alvor, del cual forma un brazo; el mar cubre hasta 1 metro de altura un espacio tal vez superior a 200 hectáreas, espacio que también podría ser conquistado al océano por medio de obras de ingeniería.

Próximo a la desembocadura del río Alvor, en el margen derecho, en el sitio que denominan Ponta d’Arêa, se descubre una serie de capas de arcilla lodosa oscura o ennegrecida encerrando numerosas especies de moluscos en su mayor parte o todos idénticos a las especies que actualmente ahí viven, y conteniendo también tallos de plantas fosilizadas, como los lignitos. Según información de los barqueros del Alvor, estas capas no aparecen en ninguna otra parte. Es sin embargo inmensamente probable que éstas ocupen todo el largo Valle de Lama.

Es a la naturaleza lodosa del fondo del río Alvor, a la que se debe el canal de dos a tres brazas de agua, que el río ha cortado junto al margen derecho, en cuanto que en el margen frontal es mucho más bajo y hay una punta o cabito de arena.

Así se ve confirmada aquí en Alvor, con la restricción apuntada arriba, la descripción del poeta, de un río formado por dos brazos, lanzándose en las aguas lodosas (mejor diría antes aguas cubriendo lodos) del golfo"

el sinus la bahía de Lagos.

En esta bahía estaban dos islas:

Hic insularum semet alte subrigit

Vertex duarum; nominis minor indiga est,

Aliam vocavit mox tenax Agonida. (v. 212-14)

La isla Agonida parece ser la península, en la que más tarde encontramos el Portus Anibalis, hoy Portimão, la isla anónima, la península que le queda a poniente.

Que todo esto debe ser buscado a poniente del Cabo de Santa María lo prueba abundantemente la continuación del itinerario.

 

3.         CAUTES SACRA.

Inhorret inde rupibus Cautes Sacra

Saturni et ipsa.                  (v. 215-6).

Es innegablemente el Cabo de Santa María. La pintura siguiente todavía es hoy una fotografía.

... fervet illisum mare

Litusque late saxeum distenditur. (v. 216-7)

 

4.         EL ANA.

Hinc dictum ad amnem solis unius via est,

Genti et Cynetum hic terminus. (v. 222-3)

Hinc, de la Cautes Sacra. Es manifiesto que Avieno confundió aquí el Cyneticum con el Cautes Sacra; es desde aquél y no desde este promontorio del que se puede emplear un día de navegación hasta el Ana;

(42) Como se ve ahora claramente, Avieno está aquí totalmente desorientado. Poniendo al Cyneticum jugum al pie del Ana, el Cynetico venía a distar del Cabo de Roca, no un día, como ciertamente le decía el itinerario, sino dos. Las posiciones del Cynetico y de la Cautes Sacra quedaban también invertidas; ésta pasaba para el poniente y tomaba el lugar de aquél, ya que distaba un día del Ana. Así, ¿cómo poder precisar el límite sur del Oestrymnis?. ¿Es el Cynetico?. ¿Está al pie del Ana?. Al pie del Ana también pone él las Columnas (v. 562-4), cuando toma el Ana por el Tartessos, de suerte que, de error en error, el Cynetico, como límite sur del Oestrymnis, viene a estar en el mismo lugar que las Columnas, en el Tartessos, y a seis días de las islas Oestrymnides; pero todo esto es tan caótico, que de es de suponer que el poeta sea aquí un juguete de nuevos errores, algunos de los cuales justifiquen a sus ojos los errores anteriores, y no inventor de combinaciones con las que pretendiese engañarse a sí mismo. Que él, incluso en estos aprietos, si no olvidó el plan de salvar su credibilidad de sabio, nos parece cierto. El dato itinerario del Cabo de Roca al Cynetico es amputado, no sólo por la imposibilidad de localizar este promontorio, sino principalmente por la conveniencia ya sabida de dejar borrosa esta incómoda parte del Oestrymnis, vecina de las Columnas. El dato general de seis días debe desaparecer por la misma razón, tanto más porque la cuenta de cinco días desde el arvi jugum a las Columnas lo sustituye en parte. ¿No vio que esta supresión implicaba una laguna en el itinerario, la de la distancia entre las Oestrymnides e Hispania?. Mas si todo su empeño es volver ambigüo el Oestrymnis, de forma que sea el arvi jugum y el Cabo de Roca, la elección, se supone que se presentaría esta laguna, que lo obligaba a nombrar el promontorio con todas las letras, y por lo tanto a optar por uno de ellos.

pero hinc e hic indican un único y mismo lugar y por el v. 223 este lugar es el Ana -genti et Cynetum terminus. Se ve que el poeta no es consciente de lo que escribe. La propia redacción de estos dos versos da sin embargo a entender que el itinerario, después de la Cautes Sacra, nombraba al Ana, y decía a continuación que desde este río al mencionado anteriormente (el Alvor) había un día de distancia.

 

1.4 LOS HABITANTES DEL OCCIDENTE EUROPEO. 

Escusamos, nos parece, de malgastar palabras para poner de relieve como, del examen de la Ora maritima, después de las ligeras restituciones que proponemos, se evidencia la reproducción de un itinerario de un navegante, que vio por sí mismo los lugares que describe.

Las oscuridades de este documento provienen principalmente de su extraordinario laconismo, laconismo que para nosotros es más que muy sospechoso, como explicaremos en adelante.

Mas lo que importa principalmente reconocer es que el carácter absurdo y disparatado, que por la mala interpretación que Avieno dio a su original envolvió este escrito de una triste celebridad, desapareció completamente.

Lo que encontramos es un orden riguroso en la descripción, y una precisión y una verdad notables en la pintura de un promontorio, o de un golfo.

¡Cómo pensar en un geógrafo que escribe dentro de las cuatro paredes de su gabinete, o en un compilador que compone una obra a base de fragmentos!.

Y, si recordamos que todo esto pasó por la traducción de Avieno, y que, no obstante, estos pequeños paisajes conservan la viveza y naturalidad del colorido, tenemos que perdonar al poeta todos sus destrozos, y agradecerle no sólo la exclusión de cualquier noticia extraña al anónimo, sino la fidelidad con que supo casi siempre reproducirnos su pensamiento.

No se piense, a la vista de esto, que tengamos una confianza ciega en el viejo itinerario y que estemos siempre de su parte, incluso, y principalmente contra sus admiradores, cuando, con el pretexto de esclarecerlo o explicarlo, según sus ideas preconcebidas, le atribuyen lo que no dice, y le amputan, como apócrifas, algunas noticias que sólo él podía conocer.

En la parte que nos queda por estudiar tendremos ocasiones sobradas de verificar esta afirmación.

Los textos que nos falta examinar respetan la parte etnográfica, desafortunadamente cortísima en este documento.

Para comprenderlos bien, es indispensable conocer el hábito del autor del itinerario en cuanto a informaciones de esta especie.

Desde La Coruña parte éste para las Oestrymnides, como sabemos. Nos habla enseguida de Irlanda, diciendo:

Eamque late gens Hibernorum colit. (v. 111)

De la isla de los Albiones, que queda próxima a las Oestrymnides, dice todavía:

Propinquaque rursus insula Albionum patet. (v. 112)

Así, después de nombrar una región, el anónimo nos dice después los pueblos que las ocupan; el territorio de los Albiones es indicado solamente por el nombre de sus habitantes.

Estamos todavía en las Oestrymnides.

(43) El Sr. Karl Müllenhoff trata un poco duramente a los que todavía persisten de ver en las Scilly a las Cassiterides de los antiguos (nota de la pág. 92). Que para el autor del itinerario las Oestrymnides no pueden ser las Scilly, es claro, ya que de estas pequeñas islas no podía escribir -laxe jacentes- puesto que ellas no pueden ser las Islas Británicas, Inglaterra e Irlanda, es decir, la isla de los Albiones y la isla de los Hibernos, como quiere el sabio alemán, también nos parece no menos claro. De la primera dice el anónimo (v. 112) que es vecina (propinqua) de las Oestrymnides; de la segunda que dista de las Oestrymnides dos días de navegación (v. 108-9). Las Oestrymnides son por lo tanto una cosa diferente de Irlanda y de la isla de los Albiones; y, admitiendo que no hemos de tomar el vocablo -isla- en su riguroso sentido, las penínsulas del sur de Inglaterra, y especialmente Cornwall, satisfacen todas las exigencias del periplo. Es Cornwall la verdadera, sino la única, región del estaño, y a la cual un navío, partiendo de La Coruña, podía buscar en línea recta. Entre el promontorio Belerium y el Sacrum de Irlanda (Ptolomeo 1ª T. de Europa) está comprendida la distancia que un navío fenicio recorría en dos días entre las Oestrymnides e Hierne. La isla de los Albiones, propinqua de las Oestrymnides, quedaba sin duda separada de éstas por el actual canal de Bristol. (Comp. Smith. The Cassiterides, pág. 53, y siguientes).

¿Cómo se llamaban sus habitantes?. ¿Oestrymnidos?. Es natural; sin embargo los versos que debían reproducir esta noticia,

Tartessiisque in terminos Oestrymnidum

Negotiandi mos erat        (v. 113-4)

aluden a los tiempos de Avieno, y no a los del autor del itinerario, aunque sea muy probable que el poeta falsee aquí la cronología, tal vez por imprudencia (ver pág. 83). Pero que el anónimo nos afirma que en las islas Oestrymnicas habitaban ciertos pueblos ligures es lo que nos parece que no puede sufrir contestación, puesto que el sentido obvio de este pasaje:

... siquis dehinc

Ab insulis Oestrymnicis lembum audeat

Urgere in undas, axe qua Lycaonis

Rigescit aethra, cespitem Ligurum subit

Cassum incolarum: namque Celtarum manu

Crebrisque dudum proeliis vacuata sunt:

Liguresque pulsi, ut saepe fors aliquos agit,

Venere in ista, quae per horrentes tenent (v. 129-36)

el sentido obvio de este pasaje, repetimos, nos parece que no puede ser otro sino -que en estos lugares, las Oestrymnides, se habían refugiado aquellos ligures, que los celtas habían expulsado de las heladas regiones del norte.

(44) No es esta la interpretación que se da generalmente a este pasaje, que los comentaristas, a nuestro juicio, oscurecen, mezclándolo con los de los v. 196-8, cuando éstos nada tienen en común, ya que uno habla de los Ligures de las Oestrymnides, otro de los Ligures de Ophiusa (ver nota 46). La cuestión, simplificada de este modo, se reduce a saber si en la frase -Venere in ista- el pronombre ista se refiere a las Oestrymnides, o a otros lugares. ¿Pero a qué lugares?. No podemos dar crédito a que el itinerario, que nos describe únicamente el viaje entre Tartessos e Hierne, y que parece contar las palabras, incluso cuando escribe acerca de los países en los que toca y de los pueblos que los ocupan, llegando a las Oestrymnides, nos diga que en una cierta parte del norte habían vivido unos ciertos ligures, los cuales habitaban actualmente los lugares ... que habitaban. Sería un rematado disparate, del que este documento nos da ejemplo. Por otro lado, si el autor del itinerario, estando en las Oestrymnides, como está, y juzgando conveniente contar una noticia, relativa a ciertos pueblos ligúricos que las habitaban, quisiese decir que estos pueblos, después de expulsados del norte, se habían refugiado en estos lugares, en las Oestrymnides, es difícil de imaginar que él se pudiese servir de otra frase, a no ser -Venere in ista. Refiriéndose a lugares remotos, debería emplear otro demostrativo.

El anónimo deja las islas Oestrymnicas y vuelve para el sur, atravesando de nuevo el golfo de Vizcaya. Las costas de la Gallia, que forman uno de los lados de este golfo, no le merecen una sola palabra.

El primer país que cita, después de las Oestrymnides, es Ophiusa, y aún así uno de los lados de Ophiusa, las costas septentrionales de Hispania, son tratadas como un incidente indirectamente ligado al itinerario.

A partir de La Coruña y hasta la desembocadura del Tartessos, la descripción pasa a ser minuciosa; pero, al llegar al límite de los cempses y de los cynetes, el anónimo interrumpe la descripción y escribe:

Cempsi atque Saefes arduos colles habent

Ophiusae in agro; propter hos pernix Ligus

Draganumque proles sub nivoso maxime

Septemtrione collocaverant larem. (v. 195-8)

Para nosotros es intuitivo que el itinerario, llegando al límite de Ophiusa (en Hispania), y antes de entrar en una nueva región, la de los cynetes, nos menciona, según su costumbre, los pueblos de la región que acabó de visitar y describir, y que es únicamente Ophiusa.

Es pues sólo en Ophiusa (en Hispania) donde debemos colocar:

 

1.         Los Cempses y Saefes.

Separados aquellos de los cynetes por una línea que desde el sur de la bahía del Sado se trace para el naciente. Estos pueblos habitan las ásperas montañas del país, sin que por eso debamos inferir que dejasen las planicies al abandono.

(45) Después de Avieno, sólo Dionisio periegeta conoce estos cempses, extendiéndolos hasta la raíz de los Pyreneos (obra citada, v. 338), suponiendo algunos críticos que ambos autores bebieran de la misma fuente. Sería entonces más justo decir que en el poema de Avieno está contenido el documento que sirvió a las noticias de Dionisio. En este caso no es la autoridad de éste la que puede prevalecer sobre la de aquél. Los cempses que colindan con los cynetes, a partir de la bahía del Sado, ocupan parte de la Lusitania, y los "arduos colles" no pueden hacer recordar, ni de lejos, los Pyreneos propiamente dichos, sino los Herminios y la cordillera que los continúa hacia el naciente. Que este pueblo sea tan numeroso, que se extienda desde el mar occidental hasta más allá del Ebro es posible, pero muy poco probable, y no es imposible que por arduos colles Dionisio entendiese que sólo podía tratarse aquí de los montes por excelencia de Hispania.

 

2.         Los Ligures y Draganes.

Estos pueblos habitan el nevoso septentrión. Ocupan por lo tanto la parte septentrional de Ophiusa, pero deben extenderse desde el Mar Cantábrico hasta una línea al sur que los separe de los cempses y saefes, con los cuales colindan (propter hos) -línea que no es posible precisar, a la vista de las vagas indicaciones del anónimo.

(46) Dijimos en la nota 44, que los comentaristas, casi todos, tienen asumido que los ligures, aquí mencionados, son un único pueblo, del que se ocupó el anónimo, hablando de las Oestrymnides. El Sr. Arbois de Jubainville (Les premiers habitants de l’Europe, pág. 235), de acuerdo con el Sr. Müllenhoff (obra citada, carta al final del volumen), coloca estos únicos ligures en las costas de la Gallia, desde las inmediaciones del Liger hacia el norte; pero, al no dar por supuesto que el autor del itinerario tiene falta de sentido común, o que Avieno lo desfiguró de un modo imposible, tal opinión viola despiadadamente los textos de nuestro documento y vacila en sus propias bases. Si no quiere concederse que cempses, saefes, ligures y draganes habitan todos Ophiusae in agro, ha de concederse por lo menos que los ligures habitan cerca (propter) de los cempses de Ophiusa. O si no, incluso extendiendo a los cempses hasta la raíz de los Pyreneos, conforme a la versión de Dionisio, ¿cómo es que los ligures están cerca de los cempses, si los separan de ellos la cordillera de los Pyreneos y los draganes, que, según los dos sabios, ocupan la costa de la Gallia desde los Pyreneos hasta el Liger?.

¿El nivosus maxime septemtrio tiene alguna relación con el norte de Europa?. ¿O con el norte de Hispania?. Si buscamos este nivosus maxime septemtrio en Europa, encontramos el viejo territorio de los ligures, cassum incolarum. Desde ahí es de donde huyeran para escapar de los celtas, y no sólo ningún pasaje del itinerario autoriza a afirmar que diga una sola palabra de las costas de la Gallia, y que nos mencione ahí a los fugitivos, sino que todo cuanto dice conlleva una negación.

Los ligures, expulsados del norte de Europa por los celtas, vendrían a refugiarse por las inmediaciones de la Bretaña, según la opinión que rechazamos, y ahí se esconderían por los acantilados de los montes que tocan el cielo, temiendo una segunda invasión por mar. Pero es por tierra, creemos nosotros, por donde debían recelar en la Bretaña, por cerca de la cual debían rondar los celtas, sus perseguidores. En la Bretaña, observa el Sr. Arbois de Jubainville, no hay montañas que toquen el cielo, y aparta la dificultad recurriendo a las libertades poéticas de Avieno.

Se ve que todo esto es violento y forzado. Si acomodamos en las Oestrymnides a los ligures de los v. 129-45, y "en la parte más septemtrional" de Ophiusa a los ligures de los v. 196-8, cesan todas las incongruencias, los textos son de una suma claridad, y queda apenas para los contrarios el negar que en el tiempo del autor del itinerario no podía haber ligures en las Oestrymnides y en Ophiusa al mismo tiempo.

Después de Ophiusa, que es por lo menos una larga faja de las costas del norte y de las costas del poniente de Hispania hasta el sur de la bahía del Sado, en anónimo cita:

 

3.         Los Cynetes.

Este pueblo tiene por límites, el naciente del río Ana; al sur y poniente el mar; al norte los cempses, pareciendo que los saefes ya no colindan con ellos, y pudiendo inferirse que los deberíamos buscar más hacia el interior.

Como se ve, en la parte etnográfica el anónimo no es menos lacónico que en la topográfica, y, a pesar de la mención de algunos pueblos que vemos pasar como sombras, la impresión que nos deja la pintura de las costas de Hispania es la de un viaje a lo largo de un país desierto, de una verdadera Ophiusa, de la que bien puede decirse:

Vacuamque glebam nominis fecit sui.

Pero en este desierto habitan algunos pueblos; en Achale hay indígenas que denominan así a la isla; el golfo oestrymnico también se abre delante de los habitantes del Oestrymnis, y en estas costas desiertas el itinerario nos dice en medias palabras que conoce los puertos de La Coruña, de Padrón, de Lima, de Aveiro, del Tajo, del Sado, de Lagos, siendo muy probable que los frecuentase y explorase -lo que es lo mismo que decir que todo esto estaba habitado.

La reserva de este documento, volvemos a decirlo, es por eso muy sospechosa para nosotros, y sobre este problema y otros de importancia todavía mayor no arrojaría poca luz el conocimiento de la nacionalidad del autor del itinerario y de la época aproximada de la composición de su obra.

Cualquiera de estas cuestiones es extremadamente delicada, principalmente para nosotros, que en el terreno en que nos colocamos, estamos obligados a llegar al fin de nuestro trabajo, casi siempre en desacuerdo con las opiniones generalmente recibidas.

Eso no obsta a que continuemos la marcha.

 

1.5 LA NACIONALIDAD DEL AUTOR DEL PERIPLO. 

Sobre la nacionalidad del autor del periplo se tienen aventurado dos suposiciones. Una que este autor es un griego, y nominadamente Pytheas.

(47) Es lo que pretende demostrar el Sr. W. Christ en su escrito: Avien und die ältesten Nächrichten über Iberien, etc.

Atendiendo a la antigüedad que se respira en todo este documento, y en los medios de toda clase, con los que los fenicios, monopolizadores del comercio del Occidente, sabían librarse de toda competencia,

(48) Los fenicios enviaban a pique a los navíos extranjeros que encontraban entre Sicilia y las Columnas de Hércules, según Eratósthenes (en Strabon XVII; 1, 19). En cuanto al misterio que hacían de su comercio hacia fuera de las Columnas, principalmente para el norte, basta conocer el hecho narrado por Strabon (II, V, 11). Sería fácil mostrar con innumerables citas que el Atlántico, gracias por cierto a la artimaña de los fenicios, se volvió para los antiguos en una especie de mare tenebrosum, como más tarde lo fue para los árabes. Creen algunos que, en el intervalo entre la dominación tyria y cartaginesa, la navegación para Gades y fuera de Gades, estuvo libre, porque Colaeus de Samos, y después los Focenses de Marsella, aparecen en Tartessos; pero el primero tuvo allí un naufragio (Herodoto, IV, 152), y los segundos ni pasaron de Tartessos, ni ahí volvieron, a pesar de las instancias de Arganthonius y de las riquezas que les dio (Herodoto, Y, 163).

apenas el nombre de Pytheas podría recordarse como autor de un itinerario como el nuestro, que sólo podía ser escrito por un testigo ocular, ya que sólo Pytheas, llevado de su pasión por los descubrimientos geográficos, y que llegó innegablemente a las regiones del norte, despreciando todos los peligros, sería capaz de tal trabajo.

(49) Queda todavía por probar si Pytheas vio las costas occidentales de Hispania. Lo que se sabe de sus aventuras es que hizo un viaje al norte de Europa, otro desde Gades al Ponto Euxino (Strabon, II, IV, 1). El viaje al norte no implica necesariamente la circunnavegación de Hispania; el segundo viaje casi la niega indirectamente.

Pero esta opinión, sustentada por el Sr. W. Christ, ha encontrado pocas adhesiones, que sepamos, y, en verdad todo lo que consta de las afirmaciones que Pytheas nos dejó casa poco o nada con las informaciones que nos da el itinerario.

(50) Un hecho bastará, creemos, para fundamentar esta afirmación. Según el Sr. W. Christ, las noticias de Eratosthenes sobre el norte y occidente de Europa son extraídas de los escritos de Pytheas (obra citada, pág. 33 y siguientes). Pero Eratosthenes conoce ya celtas junto a Gades (Strabon, II, IV, 4) y veremos que el itinerario no dice una palabra acerca de celtas en Occidente y mucho menos en Hispania.

La segunda opinión, en vía de volverse dogmática, es que el autor primitivo del itinerario fue un fenicio, pero que su obra llegó a manos de Avieno ya en una traducción griega, y con interpolaciones en ella introducidas por el primer traductor.

(51) Karl Müllenhoff, obra citada, pág. 83 y siguientes.

Esta última suposición, que envuelve al viejo documento en una sospecha de apocrificidad vaga, nos impone la obligación de investigar escrupulosamente sus textos, sin lo que podríamos atribuír a un antiquísimo informador noticias de un escritor relativamente moderno, y las gravísimas consecuencias de un equívoco de tal orden son fáciles de imaginar.

Es ese un punto que trataremos conjuntamente con el examen de las pruebas a favor o en contra de una traducción griega; por la conexión que las dos cosas tienen entre sí.

Ambas opiniones antes mencionadas ya dejan entrever que hay alguna cosa de intuitivo en cuanto a la intervención de un griego en la composición del itinerario, y eso proviene del examen mismo de la Ora maritima, que unas veces cita expresamente fuentes históricas griegas, otras nos da nombres de fisionomía griega.

Pero aquí no recordó siquiera, nos parece, el tratar de saber si en el itinerario de Hierne a Tartessos provenía de la misma mano que en la descripción de las Columnas de Hércules para el naciente. Se da como incontroversa la unidad del periplo, argumentando así con la evidencia de las pruebas en cuestión, abundantes en el itinerario del naciente hacia el poniente, donde realmente no son muchas.

(52) Exceptuando la sección del Ana al Tartessos, donde Avieno comienza a hacer una amalgama insoportable con las noticias del itinerario, las de sus autores griegos y sus propias observaciones. Compárese esta sección con las anteriores y se ha de notar la diferencia que va del simple al compuesto. En todo el itinerario del naciente continúa este nuevo proceso, en que a cada paso interviene la comparación del presente con el pasado.

Por lo de pronto esta idea, si no nos equivocamos, es falsa.

El encadenamiento de las medidas itinerarias desde Hierne a las Columnas y desde las Columnas hasta Pyrene, que podría tal vez invocarse a favor de aquella opinión, es ya una de las razones que nos obliga a rechazar la unidad de la descripción. Este encadenamiento es absurdo, y porque este absurdo es hijo de un error grosero de Avieno, es incuestionable que el poeta en este punto no seguía sino su propia inspiración.

Basta leer el siguiente pasaje para reconocer que solamente Avieno puede tener la responsabilidad de los disparates que contiene:

Sed in Pyrenem ab Columnis Herculis

Atlantico gurgite et confinio

Zephyridis orae cursus est celeri rati

Septem dierum (v. 562-5)

Como puede verse del v. 225-7, Zephyridis está en el margen izquierdo del Ana y próximo a su desembocadura. Así las Columnas de Hércules por esta novísima lectura quedarían al pie del río Ana. Pero ya sabemos que en virtud de la confusión de los ríos Alvôr, Ana y Tartessos, hecha por Avieno, para él el Ana se vuelve el Tartessos, resultando de aquí que Zephyridis está próximo a este falso Tartessos, y que el poeta piensa ahora que poner las Columnas de Hércules cerca de Zephyrides o de Tartessos es la misma cosa.

Si hacemos abstracción de la traslación aquí inventada por Avieno, y atendemos solamente a que, siendo la desembocadura del Tartessos una estación itineraria del periplo del poniente, el punto de unión de las dos secciones hecho aquí y no en el Estrecho muestra una opinión singular que mal puede ser otra sino la del anónimo, la misma navegación de siete días desde Pyrene a las Columnas, que se da ya como anormal -celeri rati- no podía ser indicada por un periplo que hacía toda la navegación de las costas del poniente en cuatro días, sin pensar ciertamente en viajes excepcionales.

Y lo que parece decisivo es que el itinerario del Ocidente cuenta por cortas secciones itinerarias, a veces de un día, y ninguna razón podría explicarnos que alterase su hábito desde las Columnas hacia el naciente, dejando de ser más minucioso en la parte principal de la descripción, de lo que fue en un mero incidente de ésta.

Pero oigamos al propio Avieno.

El poeta escribe su poema para satisfacer la curiosidad de Probo, que deseaba conocer las regiones de Palus-Meotide (v. 32-3). Le dará sin embargo más de lo que le pide su amigo, porque comenzará su descripción desde el "estrecho Tartessio" (v. 54), pintándole lo que hay de notable desde el Estrecho hasta el Ponto Euxino (v. 68-69). Para todo este trabajo Avieno tomó a Salustio por modelo (v. 33-36), compilando, probablemente para la descripción de las regiones donde le falta aquella guía, en Hecateo, Hellanico, Phileas, Scylax, Pausimaco, Damastes, Bacoro, Euctemon, Cleon, Herodoto y Thucydides, excluyendo, como se ve, a los escritores que traspasen unos ciertos límites cronológicos que él impone.

(53) Con qué fines no es fácil de comprender. Que sea por mero "divertimento arqueológico" nos parece razón poco seria, mucho más cuando apenas poseemos un fragmento de su obra, faltando por eso las piezas del proceso para la condena o absolución de su procedimiento.

Pero Avieno es doblemente generoso; dará a Probo dos veces más de lo que le pidió; no comenzará su descripción sólo desde el "estrecho Tartessio", comenzará "paulo altius" (v. 76-7), y es para cumplir esta última promesa por lo que él incluye en su poema la parte de la descripción que hemos examinado.

¿Nos dice en esta parte que utilizó a los autores griegos que enumeró atrás?. No lo dice, y, aunque lo dijese, nadie le daría crédito. Aunque casi todas las obras de aquellos escritores estén hoy perdidas, no hay que dudar que en relación a las cosas del Occidente sabían tanto como Herodoto, el cual declara haber oído hablar de las Cassiterides, pero ignorar en dónde podían estar, es decir, no sabían absolutamente nada.

(54) Herodoto, III, 115

¿Cúales son entonces sus guías para el itinerario del poniente?

Al comenzar esta parte de la descripción, dice:

... namque fulcit haec fides

Petita lonje, et eruta ex auctoribus (v. 78-79)

y, al terminarla antes de comenzar la del naciente, dice todavía:

Haec nobis ab imis Punicorum annalibus

Prolata longo tempore edidimus (v. 414-415)

Y llegando, en la descripción del poniente, a ser importuno con sus monótonas referencias a Himilcon.

(55) V. 117-20; 382-89, 408-13.

después, en toda la descripción del naciente, nunca más alude a Himilcon y a los autores púnicos.

Que él no pone la vista sobre el periplo de Himilcon, resulta del mismo contexto de sus citas;

(56) Himilcon no podía decir, por ejemplo, que había empleado cuatro meses apenas en su viaje a las Oestrymnides, incluso tomando a Cartago como punto de partida, etc. La pintura de los v.122 y siguientes tendría mejor aplicación al Mar de los Sargazos que al Mar del Norte, pudiendo suceder que Avieno cambie las noticias de Hannon con las de Himilcon.

que él no redacta su obra con materiales dispersos -ex auctoribus- y se sirve de un documento único y nítidamente redactado, se prueba abundantemente por el modo mismo en que lo desorganizó. Pero el pedantismo que denuncian sus falsas referencias a Himilcon, nos deja en la duda de si la alusión a los anales púnicos concierne únicamente a los extractos de aquél autor, si a éstos y al mismo tiempo al documento que traduce y que él reconoce como fenicio.

¿Es ahora y por medio del traductor griego que él conoce esta última particularidad?.

Avieno ni de lejos da a entender que en esta parte de su trabajo entrasen datos griegos, y se explica mal que, no avergonzándose, más bien haciendo alarde de servirse de los escritores de la "Grecia antigua" para la descripción del naciente, no sólo oculte en el itinerario del poniente el que debía la ciencia a un griego, sino que diga de sí mismo implícitamente que nada le debe, arrogándose así -nobis- todo el trabajo.

Se dirá que su declaración es justificada, viendo que en el itinerario del poniente, incluso admitido que forma un cuerpo separado del itinerario del naciente, hay pasajes que muestran evidentemente que la traducción de Avieno está hecha sobre una traducción griega.

Mas veamos estos pasajes.

 

Primero:

... haec (Ophiusa) dicta primo Oestrymnis est

Locos et arva Oestrymnicis habitantibus;

Post multa serpens effugavit incolas

Vacuamque glebam nominis fecit sui. (v. 154-7)

Ophiusa es un nombre griego -se dice, lo que prueba que un griego colaboró en este documento; y el hecho, que nos cuenta la fuga de los habitantes de la antigua Oestrymnis delante de las serpientes, no es para el Sr. Müllenhoff mas que una fábula inventada por el traductor griego, que leyendo en el periplo un nombre equivalente de Ophiusa, no resistió la manía de fabricarle una etimología.

(57) K. Müllenhoff, obra citada, pág. 86.

Debemos inferir de aquí que el nombre que el traductor griego encontró en el periplo fenicio (porque para el Sr. Müllenhoff el periplo es fenicio), y que tradujo por Ophiusa, era un nombre fenicio.

Sin embargo ha de observar lo siguiente: en el itinerario del Occidente ninguno de los nombres locales es fenicio. En él algunos promontorios eran ciertamente designados con nombres de dioses fenicios, que el traductor nacionalizó en su lengua; mas, aparte de este caso, que se explica muy naturalmente, las demás denominaciones son probablemente tan indígenas como Achale, que el itinerario declara expresamente como tal: Oestrymnis,

(58) En vano buscamos en Bochart la etimología fenicia del nombre de Oestrymnis, que el Sr. F. Rougemont (L’âge du bronze, pág. 119) dice haber hallado en este escritor. Según el Sr. Müllenhoff (pág. 91, nota), ha sido infructífera toda tentativa de tal descifrado en el dominio de las lenguas semíticas. No sabemos si las lenguas arias también sido consultadas.

Cempsicum jugum, según la corrección adoptada por el Sr. Müllenhoff, Paetanion, Achale, Cyneticum jugum, Agonida, Ana.

El nombre de Cyneticum eleva, incluso contra el argumento arrancado del nombre de Ophiusa a favor de la intervención de un traductor griego, una objección formidable. En las costas del sur de la Gallia encontramos un "Cyneticum" (litus) (v. 566), y el Sr. Saulcy no duda un instante en dar a esta palabra un origen griego, en tanto que la toponimia actual de la región, que aquella denominación indicaba, no es más que su traducción literal.

(59) Canigou, Canet (F. Saulcy, Étude topographique sur l’Ora maritima, pág. 8).

Las mismísimas razones, producidas por el Sr. Saulcy en favor del origen griego del Cyneticum litus, militan a favor del Cyneticum jugum;

(60) El cerro del monte que forma el Cabo de San Vicente se llama todavía "Espinhaço do Cão".

y todavía nadie sostendrá que el traductor griego nacionalizase este nombre en su lengua, porque felizmente el radical de este nombre es el mismo que el del Cynetes populi, y no recordará ciertamente a nadie que en la denominación de un pueblo de Hispania, conocido por otras fuentes históricas, influyese en nada el traductor de un periplo casi desconocido o el arbitrio de un traductor griego.

Así la existencia de un nombre, tan genuinamente griego en apariencia como el de Ophiusa, es tan antiguo en el Occidente, por lo menos, como el propio itinerario;

(61) Ya Timeo (Frag. 6, de. Didot) daba a entender la existencia de nombres topográficos de fisionomía griega en el extremo occidente y el norte de Europa, y por ellos pretendía confirmar el historiador la tradición, según la cual los argonautas hallarían el camino desde el Ponto Euxino hasta el Mar del Norte, volviendo a su patria por el Océano Atlántico y el Mediterráneo. Tácito, Plutarco, Ammiano Marcellino, y otros, se ocupan con estos antiguos griegos en el noroeste de Europa y en las islas Británicas. Según Justino, los gallegos se jactaban de descender de los griegos, etc.

y, si no se puede admitir la intervención de un traductor en este documento, ni la de ningún escritor griego, para explicar la fisionomía griega del nombre de Cyneticum jugum, no vemos porqué razones la hemos de admitir para explicar la de Ophiusa.

 

Segundo:

At hinc duobus in Sacram (sic insulam

Dixere prisci) solibus cursus rati est. (v. 108-9)

En la denominación de Sacra, dada aquí a Irlanda, se ve otra prueba evidenciando la traducción de un griego.

El Sr. Gaidoz, con otros sabios , sugiere que el nombre de Sacra, con que se designa a Irlanda, no es más que un equívoco originado por el antiguo nombre de la isla -Hièrne- con la palabra griega i e r a ´-santa.

(62) Revue Celtique, II, 353 y siguientes.

Pero Hièrne o Ièrne, si no nos equivocamos, no tiene nada que ver con i e r a ´, y todos los griegos que emplearon este nombre -Hièrne- asociaban a la isla tal carácter de santidad, que Strabon llega a llamarla tierra de antropófagos.

(63) Strabon, IV, V, 4.

¿Sería el traductor griego del itinerario el único que, alucinado por una falsa asonancia, hizo de Ièrne Ierà?. Pero, según el autor del itinerario, o, si se quiere, de su traductor, quien daba a Irlanda el nombre de Hièrne o Ierà eran los antiguos, prisci, de donde resulta que en el tiempo del itinerario, o de sus traductores, el nombre de la isla era ya otro, no pudiendo confundirse con i e r a ´. ¿Como es entonces que Irlanda siga siendo conocida hasta los últimos tiempos por el nombre de Hièrne, cuando este nombre ya era una reminiscencia arqueológica para los colaboradores del periplo?.

Estos antiguos, prisci, a nuestro modo de ver, no son sino los antecesores del primitivo autor del itinerario, y nos parece tan natural que los antiguos fenicios, prisci, diesen a Irlanda por cualquier motivo la denominación de Sagrada, como se la dieran al Cabo de Santa María (Cautes Sacra), y como dieran la denominación de Sagrado al promontorio de Irlanda, donde probablemente arribaban, yendo desde las Oestrymnides, pues ciertamente se concederá que esta denominación de "Sacrum promontorium"

(64) Ptolomeo, 1ª T. de Europa.

no es obra de los irlandeses y mucho menos de los griegos y romanos, ya que no consta en parte alguna que comerciasen con esta isla:

Las mayores presunciones, por lo tanto, son que el traductor del itinerario, fuese quien fuese, encontró en este pasaje no un nombre que se confundiese con la palabra griega i e r a ´, sino una denominación fenicia que significaba -Sacra insula.

 

Tercero:

... siquis dehinc

Ab insulis Oestrymnicis lembum audeat

Urgere in undas, axe qua Lycaonis

Rigescit aethra, cespitem Ligurum subit

Cassum incolarum; namque Celtarum manu,

Crebrisque dudum proeliis vacuata sunt:

Liguresque pulsi, ut saepe fors aliquos agit

Venere in ista, quae per horrentes tenent

Plerumque dumos: creber his scrupus locis,

Rigidaesque rupes, atque montium minae

Coelo inseruntur: et fugax gens haec quidem

Diu inter areta cautium duxit diem,

Secreta ab undis; nam sali metuens erat

Priscum ob periclum: post quies et otium,

Securitate roborante audaciam,

Persuasit altis devehi cubilibus,

Atque in marinos jam locos descendere. (v. 129-145)

En este pasaje, además célebre, y de un interés capital, como intentaremos demostrar más tarde, no hay una sola palabra que denuncie aparentemente la mano de un griego; pero el Sr. Müllenhoff la considera como una interpolación de un traductor griego, descubriendo incluso por ella la nacionalidad y patria del traductor y la fecha de su traducción.

Bajo un velo un poco diáfano para el sabio crítico, este pasaje reproduce los hechos históricos sucedidos en la Liguria, durante el siglo II antes de nuestra era, y que Polybio resumiría en su libro 33.

Un episodio de los desastres sufridos entonces por los ligures del Mediterráneo, y todavía frescos para un marsellés que tenía motivos para odiar a sus vecinos, sería aquí transferido por él para la historia de los ligures que el periplo, que él traducía, le mencionaba al norte, no obstante supiese que su ilustración era falsa.

(65) Karl Müllenhoff, obra citada, pág. 87.

De aquí la inferencia en cuanto a la patria del traductor y a la fecha de su interpolación.

Mas comparemos los hechos historiados por Polybio con las noticias de la Ora maritima.

Según Polybio, los marselleses fuertemente presionados por los ligures piden socorro a Roma, que se apresura a mandar diputados a la Liguria, para entenderse con sus habitantes. Estos sin embargo ni a los diputados quieren oír; llegan incluso a maltratarlos hasta el punto, que un ejército romano atraviesa inmediatamente después los Apeninos, y su general, Quinto, opera con tal fortuna, que al poco tiempo los ligures, completamente destrozados, se rinden a merced del vencedor, haciendo entrega de su territorio. Los vencidos son desarmados y su país desmembrado, en tanto en cuanto puede serlo, en beneficio de los marselleses, a los cuales los ligures quedan obligados a entregar rehenes en épocas determinadas.

(66) Polybio, XXXIII, 4, 6, 7.

¿Qué dice el pasaje de la Ora maritima?

Los ligures vivían en el alto norte, en las regiones heladas de la Ursa. Un día son atacados bruscamente por los celtas, y depués de sangrientos y largos combates abandonan su vieja patria, viniendo a refugiarse en las Oestrymnides, según nuestra opinión, o en las costas occidentales de la Gallia, según la opinión del Sr. Müllenhoff. Durante mucho tiempo esta gente fugitiva, recordando el antiguo peligro, que le vino del mar, vivió escondida por los montes, no osando descender a la costa, para no arriesgarse a un nuevo desastre, una nueva invasión. Esto duró mucho tiempo. Como sin embargo nada fundamentase sus temores, los ligures fueron descendiendo a la orilla del mar. Resalta el itinerario que el antiguo país de los ligures quedó deshabitado -cassum incolarum.

Como se ve, entre los sucesos narrados en la Ora maritima y en Polybio hay una única analogía -hablarse de ligures. Todo lo demás es tan diametralmente opuesto en las dos narraciones, tan inconciliable en los propios hechos y en el teatro en que se desenvuelven, que llega a espantar cómo al Sr. Müllenhoff se le ocurrió hacer semejante aproximación.

Después de estos tres pasajes, han sido lanzadas algunas palabras y frases vagas sobre los traductores.

Ya tocamos en uno de estos puntos hablando de Irlanda, a la cual los antiguos, prisci, habían llamado Sacra. Del promontorio Oestrymnis se dice igualmente que así era denominado por el oevum antiquius.

Estas alusiones tienen el mismo valor cronológico, como es manifiesto, y si una de ellas pudiese ser aclarada, la misma luz debería aclarar a las otras.

En cuanto al Oestrymnis, si el oevum antiquius lo denominaba así, está claro que el autor que hace esta observación sabe que en su tiempo el promontorio tenía otro nombre, y cuál. Pero quien hace esta observación no puede ser ningún traductor del itinerario, por la simple razón de que, si el traductor ni siquiera sabe, conforme vimos, donde está el Oestrymnis, menos puede saber el nombre que le daban en su tiempo.

La noticia por lo tanto tal vez puede provenir del redactor primitivo del documento. Es él quién no sólo hace referencias a épocas anteriores a la suya, sino que se sirve de nombres locales arcaicos que le transmitieran los prisci, antiqui, ya que, supuesto que el nombre de Oestrymnis sea arcaico, continúa empleándolo y no nos transmite el equivalente moderno.

En relación al Oestrymnis se da más el caso de que no pueden ser estos antiguos los habitantes, a los que el promontorio debía el nombre, puesto que estos antiguos informadores de nuestro navegante serían entonces los Oestrymnidos, y los Oestrymnidos habían desaparecido, hace mucho, quedando su país desierto o habitado por gente nueva.

¿Quiénes eran entonces estos prisci?

El enigma nos parece fácil de descifrar, si admitimos por hipótesis la existencia de un pueblo que, por el paso de los siglos, pasa y repasa por delante de este promontorio, cuyo nombre, -Oestrymnis- aprendió de sus habitantes desde el día en que lo conoció, y así siguió llamándolo siempre, independientemente de las revoluciones por las que pasó aquél país y su toponimia -revoluciones que son completamente indiferentes para un extranjero, el cual nada gana en innovar los nombres tradicionales de sus estaciones de comercio, antes al contrario.

Esta hipótesis es un hecho conocido por todo el mundo. Desde el siglo XI, por lo menos, antes de nuestra era, los tyrios y después los cartagineses pasan y repasan mil veces por delante del promontorio Oestrymnis en sus viajes al país del estaño y del ámbar.

(67) Es aceptado generalmente la fecha del 1.100 antes de nuestra era para el establecimiento de los tyrios en Gades.

Así para nosotros, estas alusiones a los prisci, al oevum antiquius, sólo son referencias de un navegante, relativamente reciente, a otro más antiguo y respetado, y estas palabras empleadas por el itinerario con una intención determinada, y no con la aplicación vaga que le podía dar un traductor, demuestran evidentemente que el autor del periplo es un cartaginés, que con el comercio de los tyrios había heredado también sus itinerarios (no diremos escritos) y los nombres que en ellos venían anotados.

(68) En la exposición de los fenómenos que se dice -aiunt- que tienen lugar en los confines de la isla Achale, Avieno interviene personalmente, según parece, para librarse del desastre de una superstición vulgar. "La cosa cuesta creerla, de tan milagrosa que es; pero no hay un sólo testigo que la afirme, hay muchos". El autor del itinerario, que podía desengañarse por sí mismo de si lo que se decía tenía o no fundamento, no debía expresarse de ese modo. La nota -memorant vetusti- parece pues indicar apenas una relación entre Avieno y el narrador primitivo.

En este presupuesto son los tyrios los prisci que dieran a Irlanda, extremo límite de la navegación occidental fenicia, el título de Sacra, y esta denominación parece ser tan rutinaria como la de Oestrymnis, ya que ninguna palabra del texto del itinerario, da a entender que Irlanda continúe teniendo para los cartagineses la santidad que tenía para sus predecesores.

Para terminar la lista de las interpolaciones, nos resta examinar el tramo siguiente:

Tartesiisque in terminos Oestrymnidum

Negotiandi mos erat; Carthaginis

Etiam coloni, et vulgus, inter Herculis

Agitans Columnas, haec adibant aequora,

Quae ...                                (v. 113-16)

Omitimos la transcripción de los v. 117-28, por ser una de las fastidiosas citaciones de Himilcon, e incapaz de engañar a los más ingenuos.

Los versos transcritos son, como los omitidos, una interpolación de Avieno, y tan manifiesta, como si tuviese su firma. Con intención o sin ella, el poeta que hasta aquí empleaba los verbos en presente, los cambia al pasado -erat, adibant-, y, cuando nos consta que los colonos de Carthago, los gaditanos sin duda, habían frecuentado los mares del norte, es como si nos dijese que no los frecuentaban en su tiempo, y remitirnos a este pasaje, en el que se nos presenta como un testigo ocular:

... nunc egena (Gadir), nunc brevis,

Nunc destituta, nunc ruinarum agger est.

Nos hoc locorum, praeter Herculaneam

Solemnitatem vidimus nihil mirari. (v. 271-74)

Lo que podría ponerse en duda es si Avieno reune aquí dos noticias, una suya, otra del autor que traduce, colocándolas en el mismo momento cronológico, cuando la primera, la que nos relata el comercio de los tartesios con los oestrymnidos, es extraída de su anónimo, el cual, narrando un hecho contemporáneo suyo, no podía emplear el verbo erat, sino est.

Nos parece esto más que probable.

(69) Finalmente, es significativo que en todo el itinerario nunca aparezca expresamente mencionado el nombre de los tyrios y de los carthagineses, a propósito del famoso comercio con el norte.

Y aquí termina la lista de los pasajes que provienen de la mano de un traductor griego, y la de las interpolaciones, que podían alterar el pensamiento original del autor del itinerario.

De este examen lo que incidentemente se averiguó fue que, cuanto más se pule este documento, más indicios se le descubren de su origen fenicio.

Este se verifica igualmente por la afirmación de Thucydides, según la cual era costumbre de los fenicios ocupar y probablemente consagrar a sus divinidades los promontorios de las costas que navegaban,

(70) Thucydides, VI, 2. Es por lo menos lo que hacían en Sicilia.

y de hecho vemos el Cabo de Santa María consagrado a Bel, el Cabo de Roca probablemente a Astarté, la Pelagia insula a Bel, el Cabo Corrubedo a Astarté, las Columnas del Oestrymnis a Melkart.

No son también argumentos de poco peso las largas medidas itinerarias del itinerario del poniente, y que hablan en alabanza de los tiempos áureos de la marina de los fenicios.

Este documento es pues ciertamente fenicio; y, si los antiguos, a los que alude, son los tyrios, como suponemos, el autor del periplo no puede dejar de ser un cartaginés, y el maximum de la fecha del itinerario queda limitado al tiempo en que, después de la ruina de Tyro, el comercio del extremo Occidente pasa a manos de Cartago.

(71) Sobre este punto ver K. Müllenhoff, obra citada, pág. 108 y siguientes.

En cuanto a la adulteración del documento, debida a las adiciones del traductor griego y del latino, para nosotros es más que dudosa la existencia de un traductor griego. Admitiéndola sin embargo por exceso de prudencia, las alteraciones llevadas a cabo por él consistirían, cuando mucho, en la sustitución del nombre de Ophiusa por otro, y en la modificación del nombre de Hierne. Esto es casi decir que el viejo itinerario acabó intacto; y lo que prueba hasta cierto punto que el traductor o traductores respetaran su integridad, y estaba lejos de su ánimo sobrecargarlo con episodios ajenos, es que ni siquiera vemos aquí la mención de Thule y otras noticias relativas al norte, en boga después de Pyteas, y que un traductor comido por el prurito de ostentar su erudición, no dejaría de introducir junto con todo lo que le recordase.

Más ni el propio Avieno, el parafrasista de Dionisio, cometió este pecado. Sus adiciones se limitan, como hemos mostrado, a una noticia que tenía relación con lo que él presenciara en Gades, y ahí mismo el cambio de tiempo de los verbos da a su interpolación el carácter de una apostilla, cuya paternidad él no pretende disfrazar. Verdad es que esta loable reserva desaparece en la última sección de este mismo itinerario de poniente, del Ana hacia el Tartessos, donde las noticias del autor del itinerario son ya mezcladas con noticias de otra procedencia; pero eso mismo probaría que del Ana para el norte el terreno era tan desconocido, que la audacia de cualquier intruso tenía que retroceder ante el peligro inevitable de sólo decir absurdos.

La interpolación sugerida por el Sr. Müllenhoff, de la cual tratamos en la pág. 78 y siguientes, no la podemos admitir en modo alguno, y vamos a examinarla más detenidamente, no sólo por la suma importancia que tiene en sí mismo este famoso pasaje, sino para ayudarnos a fijar mejor la fecha del itinerario.

Bueno sería leer con toda atención los versos que están transcritos en la pág. 78.

Se nos dice aquí que la antigua patria de los ligures es el extremo norte. Para precisar su posición, Avieno emplea casi las mismas palabras que emplea en su Orbis descriptio, para precisar la de Thule.

(72)     Longo dehinc celeri siquis rate marmora currat

           Inque Lycaonis cymbam procul urgeat Arctos

           Inveniet vasto surgentem vertice Thulen.

           (Orbis Descriptio, v. 758-60)

Sus indicaciones, aún así, son muy vagas. Sabemos apenas por ellas que la vieja Liguria quedaba muy al norte de las Oestrymnides, y fuera de la isla de los Albiones que estaba muy cerca de éstas, dado que quien desde las Oestrymnides quisiese ir a la tierra de los ligures, tenía que afrontar el mar y entrar en las heladas regiones de la Ursa.

Sin embargo, la circunstancia de que la gente fugitiva no osaba, en su nueva patria, mostarse en la playa,

... nam sali metuens erat

Priscum ob periclum

prueba que la vieja tierra ligúrica estaba al borde del mar, y que por el mar es por donde fue atacada. Una región en el alto norte, al borde del mar, y sometida a una invasión marítima, no puede ser colocada sino en las orillas del mar Báltico, en frente de Escandinavia. Pero es precisamente en esa región, en el país del ámbar, en las inmediaciones del Eridano (Rhin), donde los antiguos griegos, por cierto por mediación de los fenicios, conocen a los célebres ligures, gobernados por Cycnus, el amigo de Phaethonte, etc.

¿Qué se hizo de este pueblo, al cual la mitología helénica dedicó algunas páginas graciosas, y del que ningún escritor encontró más tarde vestigios?.

Un fenicio del siglo VI nos iba a explicar el enigma. Es que los ligures fueran un día súbitamente atacados por los celtas, que venían del otro lado del mar. Durante mucho tiempo, y a costa de mucha sangre, los viejos ligures combatieran por sus tierras; pero al fin se apoderó de ellos tal pavor, que huyeran a lo largo de las costas de la Gallia, atravesaran el estrecho que los separaba de las Oestrymnides, y, refugiados aquí, el recuerdo de su inmenso desastre, de la ferocidad y tal vez del número siempre creciente de las hordas invasoras, los vuelve tan temerosos, que se esconden por las cumbres de los montes, por las grietas de los roquedos, sin atreverse a llegar a la orilla del mar, con el temor de que su implacable enemigo los pueda avistar y ni aquí los deje en paz.

Al fin de mucho tiempo -diu- como nada justificase sus aprensiones, los ligures se van estableciendo por la costa. Según la observación del itinerario, los celtas desdeñaran el territorio de los ligures, dado que acabó cassum incolarum.

¿Qué tiene este pasaje de tan extraordinario, que no pueda estar escrito por un fenicio del siglo VI, y sí por un marsellés del I?.

El Sr. Karl Müllenhoff tiene por incontroverso que nadie en los tiempos modernos (en el de los traductores) podía saber nada de la expulsión de los ligures septentrionales por los celtas.

(73) K. Müllenhoff, obra citada, pág. 86.

Es evidente; pero del mismo modo ¿quién en los tiempos modernos podía saber si los ligures, huidos del norte, se refugiaran en las Oestrymnides, o que hacían o no hacían aquí?.

¿Quién podía saber si los celtas, después de la ruina de los ligures, despreciaran el país de éstos, no ocuparan las costas occidentales de la Gallia y las islas del poniente, como los ligures recelaban, y tomaran otra dirección?.

¿Quién podía saber si los celtas vinieran del otro lado del Mar del Norte?.

Todo esto que un moderno no podía saber, podía y debía saberlo un antiguo fenicio que frecuentaba habitualmente los mares del norte, y convivía con las víctimas de los celtas.

Incluso si pudiese probarse que parte de los hechos aquí historiados era falsa o fabulosa, la autenticidad de todo el texto quedaba a salvo; porque aunque a cualquier griego le sobrase arte para improvisar todo esto y mucho más, lo que no podía hacer en modo alguno -ya que estas cosas no se improvisan- era dar a sus cuadros el color local que incuestionablemente tienen y que revelan la mano de un escritor perfectamente conocedor de su topografía- cualidades que ya reconocimos que distinguen todo el itinerario.

La cuestión entonces versaría sobre saber si los hechos narrados por el autor del itinerario son verdaderos o fabulosos.

Para nosotros tienen el carácter profundo de una verdad sin mancha, y entendemos también que sólo nuestros prejuicios nos han impedido el prestar la atención debida a esta especie de Cassandra que, hace tantos siglos, nos cuenta sencillamente un hecho, que para averiguarlo se han revuelto todas las bibliotecas, hecho y deshecho miles de hipótesis, despreciando a un testigo casi contemporáneo, que podía recoger las noticias en su fuente pura, y no tenía ningún interés en desfigurarlas.

Fácilmente se ve sin embargo que para sostener nuestra opinión tendríamos que entrar en la enmarañada cuestión céltica, lo que no puede tener cabida en este estudio, que ya se va alargando de más.

(74) Diremos apenas que la dirección que itinerario indica para la invasión de los celtas en Europa, no es una afirmación tal que espante por su singularidad. Livio, hablando de la procedencia de los galos, si en una parte dice que vinieron de la Céltica, dice en otra que vinieran ab Oceano terrarumque ultilmis oris (v.37). En las tradiciones recogidas por Plutarco (Marius Camillus), la Céltica está en el extremo norte. Según las tradiciones druídicas (Am. Marcellino, XV, 9) parte de la población de la Gallia llegara ab insulis extremis et tractibust transhernanis. Los arqueólogos del norte, dice el Sr. H. Martin (Revue d’Antropologie, 1879, abril, pág. 199), tienen razones para creer que, entre los siglos VIII a X antes de nuestra era, un pueblo de armas y costumbres nuevas aparece en Suecia y Dinamarca, expulsando a la población que los precediera. En el siglo VII u VIII es donde podríamos colocar la invasión céltica mencionada por el itinerario y la expulsión de los ligures, atendiendo a la resistencia pertinaz que opusieron al principio a los invasores, y al mucho tiempo -diu- que habitaran en las montañas antes de decidirse a descender a la playa.

Para alejar de nuestro trabajo la influencia de nuestra convicción, nos ceñiremos apenas a las doctrinas de los más prudentes, extrayendo sin embargo las consecuencias legítimas que en ella se contienen.

El itinerario pertenece todavía a la antigua geografía que no conoce celtas en Occidente.

(75) K. Müllenhoff, obra citada, pág. 96.

Los únicos celtas de que tiene noticia son los invasores de la Liguria del norte,

(76) Entiende el Sr. Müllenhoff, que no obstante el silencio del itinerario sobre el nombre de celtas en las islas Británicas y en en noroeste de la Gallia, la existencia de pueblos de origen céltico en una y otra parte es un hecho indiscutible (obra citada, pág. 96). Sentimos que el sabio crítico omitiese en su libro las principales razones en que funda su opinión. La que nos muestra, extraída de la fisionomía céltica de los nombres de hièrnos (o hibernos) y albiones, no contenta ciertamente a todos los lectores. El Sr. Arbois de Jubainville (obra citada, pág. 223 y siguientes), y antes de él Celesia (Dell’antichissimo idioma de’ Liguri), sostienen que la lengua de los ligures era aria y estrechamente emparentada con la céltica. En la opinión del mismo Sr. Jubainville (pág. 228), el nombre de Albión sería ligúrico; en la opinión del Sr. W. Stokes, el nombre de hièrnos o hibernos viene de una lengua precéltica (Revue Celtique, II, pág. 357). Los nombres de hiernos y albiones no son pues necesariamente célticos; lo que puede afirmarse es que son arios, y bien pueden ser ligúricos. Finalmente, si los hièrnos y albiones son celtas y han tomado, incluso en las islas británicas, tal predominio en el tiempo del itinerario, ya que él sólo ve en Irlanda e Inglaterra estos dos pueblos, es difícil de comprender que los celtas aparezcan aquí en la sombra de los ligures, como quiere el Sr. Müllenhoff, cuando nosotros sabemos por otro lado que el predominio de los celtas sobre los ligures fue tan estruendoso que produjo un profunda revolución geográfica. Resaltamos que, entre otros, Belloguet (Le genie gaulois, pág. 229) sitúa la invasión céltica de las islas Británicas en el siglo V, después de los hechos narrados en nuestro anónimo.

que parecen haberse internado por Europa, dejando de lado el occidente de la Gallia, en contra de lo que esperaban los asilados de las Oestrymnides, que durante mucho tiempo temieran verlos establecidos allí y que de allí pasasen a las islas.

Ningunos celtas en el occidente de Hispania. Es otro dogma del Sr. Müllenhoff.

(77) K. Müllenhoff, obra citada, pág. 107-8.

Desde el alto norte hasta el Cyneticum jugum, todo el occidente, en el tiempo del autor del itinerario, está ocupado por pueblos en los que predomina el elemento ligúrico, según la vieja geografía que a los scythas del norte y a los aethiopes del sur contrapone los ligures del occidente; en Ophiusa, entre el Mar Cantábrico y los cempses, uno de los pueblos conocidos por nuestro autor conserva incluso el nombre especial de ligures.

Tiempos después, este sistema geográfico es profundamente alterado en su sección del occidente; los ligures son sustituídos por los celtas, y se supone que esta alteración no es meramente geográfica, sino que conlleva una importante transformación etnográfica o mejor política: la dominación de los pueblos ligúricos es suplantada en algunas partes por la de los celtas, y lo que es cierto es que ya en el tiempo de Herodoto los celtas aparecen en Hispania al lado de los cynetes.

(78) Herodoto, II, 33.

Así, si el maximum de la fecha del itinerario no puede pasar del siglo VI, en el que Cartago sustituyó a Tyro en el monopolio del comercio del norte, su minimum queda limitado por la fecha en la cual el nombre de los celtas es mencionado junto con los pueblos occidentales de Hispania, siglo V.

Querer ir más lejos nos parece una temeridad, porque no vemos luz que pueda alumbrarnos el camino.

 

1.6 EPÍLOGO. 

Crea ahora quien pueda que, desde el siglo VI al V antes de nuestra era, las costas del occidente de Hispania tenían el aspecto de soledad que deja inferir el antiguo itinerario, y que tan vivamente contrasta con la actividad de los oestrymnidos (v. 98-102) y la de los tartessios, y las relaciones comerciales entre unos y otros.

Los pueblos de esta costa debían tener los mismos hábitos

(79) Los lusitanos en la navegación de sus ríos usaban barcos de cuero como los oestrymnidos (Strabon, III, 7)

y naturaleza, como probablemente tenían la misma lengua y origen, que las de sus vecinos del norte y del sur; y, si una causa inexplicable los obligase a vivir en una torpe inacción y les impidiese toda iniciativa, los mercaderes ya sean tartessios, ya tyrios, ya cartagineses, que cruzaban y recruzaban por delante de ellos y los necesitaban para el aprovisionamiento de sus mercancías, y no podían usar sus puertos para la comodidad de sus viajes, sabrían estimularlos.

Mas ya dijimos que las semi-confidencias del itinerario debían ponernos en guardia contra cualesquiera conclusiones precipitadas; y quien examine las reliquias de las poblaciones de carácter pre-romano que abundan por nuestra costa, y que nadie sostendrá que surgiesen con la vara mágica de los mercaderes de Cartago, y mucho menos con la del conquistador romano que no frecuentaba el Atlántico, tiene que concluir que los ligures, cempses y cynetes participaran desde épocas muy remotas de esa civilización de la que los tartessios eran los principales representantes, y de la cual sabemos muy poco o nada.

A la vista de esto, más enigmático se vuelve el recato del itinerario. Es posible que las minuciosidades, cuya falta extrañamos y sentimos, fuesen para su autor verdaderas superfluidades, y que entendiese que eran suficientes aclaraciones para el navegante la indicación de los promontorios, tal como los caracterizaba y al pie de los cuales todo mercader tenía la obligación de sobrenteder un puerto -aclaraciones que, combinadas con los datos itinerarios, sin eso insignificantes, constituía todo cuanto importaba saber en esta navegación; pero es posible también que todo lo que no era extrictamente indispensable fuese intencionadamente suprimido. El itinerario sería en este caso un itinerario en cifra, apenas útil a aquellos que estuviesen medio iniciados en los secretos de este viaje, y sin la mínima utilidad para cualquier profano en cuyas manos pudiese caer. Esto casaría muy bien con el misterio en que todos los exploradores de las Oestrymnides envolvían este Eldorado, cuyo camino apenas conocían.

Lo que más nos inclinaría a esta última suposición era el excéntrico punto de partida escogido en este itinerario.

Es de extrema evidencia que, en un viaje entre Tartessos e Hièrne, el punto forzado de partida para un cartaginés, o un tartessio, es Tartessos. El itinerario, comenzando desde aquí, tocaba todos los puntos que le convenía tocar, y evitaba la descripción innecesaria de la ida y de la vuelta entre La Coruña y las Oestrymnides.

Y no puede suponerse que en el documento que Avieno utilizaba faltase alguna página, cuyo contexto quitaría al Oestrymnis su carácter extravagante, porque tal cosa sólo podría darse, si la página perdida contuviese la parte de la descripción desde Tartessos al Oestrymnis -lo que no puede ser, ya que en este caso tendríamos dos descripciones superfluas de las costas del poniente -o si la comenzase desde el principio de Ophiusa, por ejemplo, desde el ángulo del golfo de Vizcaya -lo que tampoco es posible, ya que entonces el itinerario habría descrito y medido más minuciosamente este lado de Ophiusa, y no nos daría más adelante su medida aproximada.

Para decir todo lo que pensamos, la elección del punto de partida nos parece calculada con toda bellaquería y ser el complemento del propósito de vedar la comprensión del itinerario a todo aquél que no poseyese la clave del enigma.

Siendo así, los extravíos de Avieno llegan a tener una disculpa: el poeta sería un juguete de la proverbial "fé púnica".

 

F. Martíns Sarmento

Febrero - 1.880

 

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