LOS PIONEROS
1.0 EN 1.880, EL
INVESTIGADOR PORTUGUÉS FRANCISCO MARTÍNS SARMENTO ANALIZA
Como ya hemos
comentado, en el curso de nuestra investigación sobre
Cuando
leíamos el Libro III de
En el libro
mencionado, somos informados sobre cómo llevó a cabo Roma
la invasión de las tierras de la hoy Bretaña francesa, donde
habitaba el pueblo de los Veneti –según se lee hoy en el
libro.
Cuenta
En aquel
entonces, no tuvimos más remedio que hacernos la siguiente pregunta:
¿Dónde consta en las obras clásicas la existencia de una Civilización Europea Occidental, que tenía los
recursos económicos suficientes y
Respuesta de las obras clásicas y de los historiadores de todos los tiempos: EN NINGUNA PARTE.
Esto conduce inexorablemente
a la siguiente CONCLUSIÓN:
EL
IMPERIO ROMANO HA INTENTADO OCULTAR A
Tras este descubrimiento,
comenzamos la búsqueda por las obras clásicas –tras el
proceso de razonamiento que os hemos contado en el Capítulo 3 de nuestra
web– de los restos de tal Civilización, con la fé de
que, si fue tan importante, POR FUERZA tienen que
quedar indicios de ella.
Con
extraordinaria fortuna, y gracias a
la bondad de nuestro gran amigo D. David Meira Freitas, bien conocido
investigador de
i) El Enfoque de Martíns Sarmento para
Este
investigador, padre de
Infortunadamente
para nosotros, aunque Martíns
Sarmento es abogado, no está libre de los prejuicios de los historiadores de su tiempo, a causa de su
gran erudición.
Realiza el
análisis de
Esta falsa base de partida, le lleva a no considerar necesario hacer
un análisis del Preámbulo
de
Para el
investigador portugués, el Procónsul traduce al
latín una traducción al griego de un antiguo periplo
cartaginés del siglo VI a.C.,
basado, a su vez, en datos obtenidos de varios periplos fenicios anteriores a esa fecha. Con este
bagaje aborda el análisis de
La tremenda
capacidad analítica de Martíns Sarmento enseguida
encuentra numerosas contradicciones y absurdos en los textos de
A pesar de que
trabaja condicionado por la tradición ingenua, Martíns
Sarmento está dotado de una intuición proverbial, y se aproxima extraordinariamente a la realidad.
Concluye que el Procónsul no entiende bien los textos
del Poema cartaginés, debido a
que ha sido escrito de un modo oscuro,
–sólo inteligible para iniciados.
Justifica su
conclusión razonando, de acuerdo con la
tradición ingenua, que la oscuridad
del poema cartaginés pretende "ocultar a las potencias rivales
de Cartago, la ruta marítima a los países
atlánticos productores de estaño".
En consecuencia,
como Martíns Sarmento piensa que el "buen chico" del Procónsul Avieno
"ha tratado de enmendar lo que
malentendió como desatinos de
Esta decisión
lía todavía más la interpretación del Poema que
realiza el investigador portugués.
ii) No Sin Gran Sorpresa, Descubrimos
Que Martíns Sarmento Utilizó
Bibliografía Privilegiada, Única en Europa, Para
La
determinación del punto de partida
del primer periplo de
Como veremos
más adelante, Martíns Sarmento, cuando hace el comentario
(8) de su trabajo cita un párrafo de la obra ADVERSUM PAGANOS,
de Paulo Orosio.
Transcribe el
investigador portugués:
" ... ubi Brigantia civitas Galleciae sita, antiquissimam pharum et
inter pauca memorandi operis ad speculam Britanniae erigit".
ADVERSUM PAGANOS,
Paulo Orosio.
Esta es la piedra angular que utilizará para
establecer el punto de partida del
Periplo del Oestrymnis.
Imaginaros el
salto que dimos en la silla, cuando leímos que Paulo Orosio
–un kalaiko
natural de Braga y, además, contemporáneo del Procónsul
Avieno– decía que, en su Antigüedad –es
decir, del orden
de
¡¡¡TENÍAMOS
ANTE NOSOTROS
Razonando sobre
el nuevo hallazgo, lo encontrábamos totalmente lógico. Y,
preguntándonos eso de ¿qué fue primero, el huevo o la
gallina?, ERA IMPOSIBLE SOSLAYAR QUE
¡¡¡
¡¡¡ESTÁBAMOS
TRATANDO DE BUSCAR UNA CIVILIZACIÓN ANTIQUÍSIMA!!!
Era tan fuerte lo
que estábamos razonando, que decidimos verificar el
párrafo de Paulo Orosio, puesto que nos parecía imposible que los historiadores de todos los tiempos
no se hubiesen dado cuenta de lo que nosotros veíamos de forma tan
inequívoca.
Al contrastar
el párrafo transcrito por Martíns Sarmento con los de
varias publicaciones diferentes de ADVERSUM PAGANOS, nos encontramos con la sorpresa de que, en éstas, el párrafo de Paulo Orosio era diferente. Lo que leímos, en todos los
casos, fue lo siguiente:
" ... ubi Brigantia Gallaeciae ciuitas sita, altissimam pharum et inter
pauca memorandi operis ad speculam Britanniae erigit". ADVERSUM
PAGANOS, Paulo
Orosio.
Con el vello de
punta, y extraordinariamente excitados por este descubrimiento, tratamos de
encontrar una explicación a la divergencia, y nos preguntamos en primer
lugar:
iii) ¿Ha Tergiversado
Martíns Sarmento a Paulo Orosio, Con el Fin de Justificar Su
Interpretación de
Rápidamente
desechamos esta posibilidad, porque Martíns Sarmento, cuando
escribe su trabajo, sabe que brilla con luz propia en
Los
investigadores de los países de
Martíns
Sarmento, aunque dedica su estudio
–realizado utilizando una metodología avanzada para su
tiempo– a
No sólo
por esa razón, sino también porque se da la circunstancia de que
Martíns Sarmento no es historiador,
sino abogado, y ha suscitado envidias y
animadversiones por sus descubrimientos históricos entre algunos historiadores
portugueses –tiene enemigos declarados–, estamos totalmente seguros de que Martíns Sarmento verifica hasta la
última coma de su trabajo.
Por lo tanto, no
hay lugar para pensar en un error o tergiversación del párrafo de
Paulo Orosio por parte de Martíns Sarmento, ya que,
rápidamente, sería acusado de falsario
por sus enemigos declarados, y su bien ganada reputación sería
destrozada.
iv) Nos Vamos a Guimarães, y
Encontramos
Cuando visitamos
en 1.998
Además, y con gran sorpresa para nosotros, nos
mostraron un ejemplar de la segunda edición
del trabajo del investigador, publicada en 1.882, donde aparecía el
párrafo de Paulo Orosio revisado por el propio
Martíns Sarmento, de
acuerdo con las ediciones actuales de ADVERSUM PAGANOS.
Ni que decir
tiene que, nuestros ya amigos portugueses de
DURANTE
ESA VISITA A GUIMARĀES FUE CUANDO NOS DIMOS CUENTA DE QUE
Entonces,
¿Qué
pasó cuando Martíns Sarmento presentó su
trabajo en el "IX Congresso Internacional de
Antropologia e Arqueologia Pré-históricas"?
Pues,
sencillamente, que se encontró con la total
oposición de todos los historiadores participantes en el Congreso,
puesto que sus ejemplares de ADVERSUM PAGANOS eran diferentes al que Martíns
Sarmento había utilizado como fuente para su estudio.
El historiador
portugués pierde cara en el
Congreso, y acaba aceptando, ante tan abrumadora mayoría, que su
ejemplar de ADVERSUM PAGANOS está
tergiversado, cuando en realidad
sucede exactamente lo contrario.
¡¡¡MARTÍNS
SARMENTO UTILIZÓ COMO FUENTE UN EJEMPLAR DE PAULO OROSIO QUE SE
SALVÓ DE
¡¡¡PORTUGAL
TIENE
Infortunadamente,
el historiador portugués, apabullado por sus colegas, no se dio cuenta
de ello y modificó su trabajo en la segunda edición de 1.882.
v) El Párrafo Sin Tergiversar de
Paulo Orosio Contiene el Nombre Que Daban a Galicia Sus Habitantes en el Siglo
IV d.C..
Uno de los datos
más interesantes del párrafo del ADVERSUM PAGANOS
que utilizó Martíns Sarmento, además de la cita del
antiquísimo faro de Brigantia, es el nombre que utiliza Paulo
Orosio, natural de Braga, para referirse a Galicia: Gallecia.
Este es el nombre
que le daban sus habitantes en el Siglo IV d.C.; y, por consiguiente, el origen
del nombre actual del país, Galicia. Es falso, entonces, que Galicia
derive de Gallaecia, el cual
sería la versión "romanizada"
de Gallecia.
Disfruta, querido
amigo interesado en
R. FESTUS AVIENUS
ORA MARITIMA
ESTUDIO
DE ESTE POEMA
EN
por F. Martins Sarmento
AÑO 1.880
El poema de
Avieno, Ora Maritima, es considerado por algunos como un acervo
de enigmas burlescos,
(1) El Sr. E. Desjardins en su Geographie hist. et
adm. de
y por otros como
un compendio de noticias antiquísimas, que en vano se conseguirán
en otra parte.
(2) Principalmente los Srs. Karl Müllenhoff, Arbois de
Jubainville, W. Christ, F. de Saulcy, cuyas obras tendremos ocasión de
citar en su lugar.
Aceptando la
opinión de los optimistas, se imagina la importancia de la obra de
Avieno para la arqueología de nuestro país, recordando que cada
día se arraiga más la convicción de que la base principal
de los trabajos del poeta es un periplo fenicio
que debe remontarse al siglo VI, antes de nuestra era.
(3) Karl
Müllenhoff, Deutsche Altertumskunde, pág. 111; Arbois
de Jubainville, Les premiers habitants de l´Europe,
pág. 215.
Más,
independientemente de eso, el poema de Avieno es de una oscuridad proverbial, y
la identificación de algunas de aquellas localidades tan
problemática, que aún no está bien resuelto qué
nombre daba el poeta al Finisterrae,
(4) Por Finisterrae entenderemos la punta del noroeste de
Hispania, desde el Finisterrae propiamente dicho hasta el Cabo Ortegal. Esto
nos ahorra circunloquios fastidiosos. (Véase la pág. 38)
promontorio, sin duda alguna el más importante de
Hispania para quien hacía el viaje entre la península y las
famosas islas del estaño, principalmente si, como está
acreditado actualmente, esta navegación se hacía desde ahí
en línea recta, por mar abierto.
De este modo este
célebre periplo fenicio no
pasaría de ser un logogrifo, cuando, al contrario, su fin no
podía ser otro sino el de hacer conocidas, por lo menos para sus
compatriotas, las costas occidentales, que tantas veces tenían que
recorrer. Para explicar estas anomalías, se sostiene que el viejo
periplo, al pasar de mano en mano, sufrió alteraciones y deformaciones
que lo reducirían al estado caótico en que lo vemos actualmente.
Estudiar estas
alteraciones ha sido tarea de la crítica, y si, en la parte de la que
nos vamos a ocupar, rehacemos esta tarea, no es porque desconozcamos el valor
de los trabajos realizados anteriormente, sino por entender que el punto de
vista en que nos colocamos puede lanzar alguna luz sobre este oscurísimo
asunto.
1.2
Después
de un largo preámbulo, Avieno comienza su descripción con estos
extraños versos:
Terrae patentis orbis
effuse jacet.
Orbique rursus unda
circumfunditur.
Sed qua profundum
semet insinuat salum
Oceano ab usque, ut
gurges hic nostri maris
Lonje explicetur, est
Atlanticus sinus.
Hic Gaddir urbs est,
dicta Tartessus prius:
Hic sunt columnae pertinacis Herculis,
Abyla atque Calpe (haec laeva dicti cespitis,
Lybiae propinqua est Abyla) : duro perstrepunt
Septemtrione, sed loco certae tenent.
Et prominentis hic
jugi surgit caput,
(Oestrymnin istud dixit aevum antiquius),
Molesque celsa saxei
fastigii
Tota in tepentem
maxime vergit Notum.
Sub hujus autem
prominentis vertice
Sinus dehiscit
incolis Oestrymnicus,
In quo sese exserunt
Oestrymnides,
Laxe jacentes, et
metalo divites
Stanni atque plumbi (v. 80-98)
Pasando por alto,
por ahora, las singularidades que pululan en este párrafo, y
limitándonos a la parte meramente topográfica, vemos que el poeta
en un viaje que hace del Estrecho a las Oestrymnides nos cita:
El promontorio
oestrymnico,
El golfo
oestrymnico,
Las islas
oestrymnicas.
Los comentaristas
tropiezan ya con los dos primeros nombres. ¿Dónde están el
promontorio oestrymnico y el golfo oestrymnico?. El Sr. Karl
Müllenhoff, por ejemplo, quiere que uno y otro sean buscados entre el
golfo de Vizcaya (el magnus sinus
del v. 147) y las islas, debiendo aquellos nombres ser intercalados en los de
la lista del segundo viaje, desde las Oestrymnides al Estrecho, rehaciendo
así una lista única, y el sabio alemán pretende encontrar
el golfo Oestrymnico en
(5) K. Müllenhoff, obra citada, pág. 91, y carta
al final del volumen.
Pero esta opinión
no encuentra en el poema ni un solo texto a su favor.
Muy al contrario.
El promontorio oestrymnico está en el sinus atlanticus, donde también
están las Columnas.
(6) La laguna, admitida por el Sr. Müllenhoff (obra
citada, pág. 88) y otros en el v. 88, es una suposición
totalmente gratuita.
Por esta
indicación, es desde el Estrecho hasta el Cabo de San Vicente inclusive
donde lo hemos de encontrar.
La verdad es que
el promontorio oestrymnico también se denomina una "moles celsa saxei fastigii orientada casi
toda al tibio sur", y estos rasgos, a bien decir fotográficos,
parece que nos están indicando el Cabo de Roca: el nombre de Roca debe
su origen precisamente a la moles saxei fastigii
que la caracteriza. Por esta nueva indicación el promontorio oestrymnico
ya no estaría en el sinus atlanticus,
sino en la costa occidental de Hispania.
Pero el
Oestrymnis todavía da comienzo al golfo oestrymnico, donde
están las Oestrymnides, Cassiterides. Ahora, para nosotros, es
poco menos que intuitivo que el sinus oestrymnicus
y el magnus sinus son una y la
misma cosa. Si bien Avieno, en el segundo viaje, da al golfo la
denominación vaga de magnus sinus,
nos dice todavía que uno de los lados del magnus
sinus está formado por uno de los lados de
Una
objeción de que era poco probable que el poeta sustituyese un nombre
propio por una denominación vaga, y exactamente cuando el nombre propio
más indispensable se cambiaba para una aclaración a su
descripción, olvida si es probable que el golfo de Vizcaya dejase de
tener un nombre propio, y olvida principalmente si la sustitución del
nombre propio por una denominación vaga no será uno de los
enigmas que conviene descifrar. Veremos si lo es.
Si el sinus oestrymnicus es el mismo que el magnus, el golfo de Vizcaya, el
promontorio sub vertice desde
el cual se extiende para quien navega desde el Estrecho hacia las islas, no puede ser otro sino el actual Finisterre.
Se dirá
que, siendo así, el Oestrymnis de Avieno está dotado de
una verdadera ubicuidad; estaría en el sinus
atlanticus, en la costa occidental y en la punta noroeste de
Hispania; sería al mismo tiempo el Cabo San Vicente, el Cabo de Roca y
el Finisterre, lo que implica un absurdo excesivo.
Así es.
Debemos sin embargo advertir que los geógrafos antiguos, cuando tratan
de hablar de este remoto Occidente, no nos tienen acostumbrados a cosa mejor:
los absurdos, aquí notados, ni siquiera se distinguen de la
invención.
(7) Las Cassiterides cerca del Sacrum Promontorium
es un absurdo tan viejo, como Dionisio periegeta:
...
at sub promontorium
Sacrum,
quod Europae esse caput perhibunt
Insulae
occidentales, ubi stanni origo.
(ORBIS DESCRIPTIO, v. 561-4, de. Didot)
El Cabo de Roca, dando comienzo al golfo de Vizcaya, es un
absurdo sostenido por Plinio. Comenzando en el ángulo del golfo en una
de sus descripciones de Hispania, Plinio viene siguiendo a lo largo de las
costas hasta Eburobritium, en Lusitania, y continúa:
"Excurrit deinde in
altum vasto cornu promontorium, quod alii Artabrum appellavere, alii Magnum,
multi Olisiponense ab Oppido, terras, maria, caelum desterminans. Illo finitur Hispaniae latus et a circuitu ejus incipit frons: septentrio
hinc oceanusque gallicus; occasus illinc et oceanus atlanticus".
(H.N. IV,
35).
Como se ve, para Plinio las costas de Hispania, desde la
punta del Cabo de Roca hasta el ángulo del golfo de Vizcaya, siguen una
misma línea y giran para el norte. Es en el Cabo de Roca donde da
comienzo su oceanus gallicus, el sinus oestrymnicus de Avieno. Aquí no hay error de copista. Solino, el
llamado Simia de Plinio, dice la misma cosa. (Coll., etc.,
ed. Momsen, pág. 116).
Advertiremos que Avieno en su
traducción de Dionisio sitúa las islas occidentales,
manifiestamente las Cassiterides - ubi
stanni origo - frente al Atlas
(Orbis desc., v. 739-40), transformándolas en las
Fortunatae de otros geógrafos; pero esto prueba que meditó este
pasaje, y, aunque su traducción de Dionisio parezca anterior a la
composición de
Mas, si no puede
causar extrañeza que el autor de
Ahora, si pasamos
hoja, y leemos la descripción desde las Oestrymnides hacia el Estrecho,
las tinieblas de este pequeño caos empiezan a aclararse. En este segundo
viaje Avieno menciona:
Islas Oestrymnides,
Magnus sinus,
Veneris jugum, insulae
duae,
Arvi jugum,
Insula Pelagia,
Ophiusae in oras prominens,
Un sinus,
Cepressicum jugum,
Achale insula, Paetanion,
Cyneticum jugum (sin
contestación el Cabo de San Vicente).
En esta
ocasión, ¿dónde está el promontorio oestrymnico?.
En ninguna parte. Y todavía el hecho de habérsenos dicho que
conectaba inmediatamente con el golfo oestrymnico, la identidad de este
golfo con el magnus, la identidad
toponímica de oestrymnides
islas, oestrymnico golfo, oestrymnico promontorio, todo está
clamando que su lugar no puede ser otro, sino entre el magnus sinus y el Veneris jugum:
Islas Oestrymnides,
Golfo Oestrymnico (= magnus sinus)
Promontorio Oestrymnico,
Veneris jugum, etc.
El promontorio oestrymnico es entonces el Finisterrae,
y, como aquél nombre no es conocido de ningún otro escritor antiguo,
teniéndose por cierto que es del itinerario, no sólo es el
itinerario el que llama al Finisterre Oestrymnis,
sino que es el que lo nombra en su verdadero lugar.
El itinerario no
era pues omiso en cuanto al Finisterrae, se ve ahora claramente.
En cuanto al Cabo
de Roca. El Cabo de Roca aparece en esta segunda lista con la
denominación vaga de Ophiusae in oras
prominens, porque es manifiesto, a la vista de los datos del
itinerario (v. 162-4, 172-3), que este promontorio sólo puede ser el
Cabo de Roca. Pero aquí una observación importante: el Cabo de
Roca está ahora despojado de su característica topográfica
de moles saxei fastigii, etc., la
cual, no pudiendo provenir de un geógrafo de gabinete, y sólo de
uno práctico, de un testigo ocular, está extraída ciertamente
del itinerario, debiendo inferirse que Avieno la transfirió al Cabo de
Roca, donde ajustaba, para su oscuro Oestrymnis.
El itinerario
también no era omiso con respecto al Cabo de San Vicente. El Cyneticum
... jugum
Qua
sideralis lucis inclinatio est
Alle tumescens, ditis
Europae extimum.
no
puede ser otro, sino el Cabo San Vicente.
De todo esto
resulta que el célebre itinerario, lejos de ser omiso en cuanto al
Finisterrae, al Cabo de Roca y al Cabo San Vicente, los caracteriza
nítidamente, e igualmente resulta que Avieno alteró de un modo
estraño esta sencilla geografía.
Como y
porqué, es lo que vamos a tratar de comprender; mas, en lugar de seguir
el camino trillado hasta hoy, pidiendo al poeta explicación de cosas que
él mismo parece no comprender, pondremos al poeta con los prejuicios
geográficos de su tiempo frente a la geografía del itinerario
anónimo, después la depuraremos de los absurdos con que Avieno
la barajó.
Para obtener una expurgación de itinerario, partiremos
de la hipótesis, hipótesis que no tardará, creemos
nosotros, en convertirse en un hecho indiscutible, de que, habiendo visitado
su autor las regiones que describe, su geografía debe ser rigurosamente
exacta, tan exacta que la podamos verificar todavía hoy en una de
nuestras cartas de navegación. La identificación de algunas
localidades que menciona, puede ser difícil, o tal vez imposible, de
verificar, teniendo en cuenta la insuficiencia, o mismo la inutilidad de sus
indicaciones, que por cualquier motivo se hayan vuelto para nosotros letra
muerta; pero aquellas que fuesen claras y positivas, no permitiendo dudar sobre
qué punto nos determinan, si las vemos envueltas con incidentes absurdos
e ineptos, daremos por asentado que tales inepcias y absurdos son de la mano
de un alterador, obteniendo así por una parte el texto puro, y
por otra las alteraciones con las que Avieno lo desfiguró,
alteraciones que tal vez por fin puedan ser explicadas.
Haciendo una
aplicación de este proceso a la parte de la descripción
extractada arriba, vemos que el promontorio oestrymnico y las Columnas
de Hércules quedan en el sinus
atlanticus; que Oestrymnis está en el sinus atlanticus, y al mismo tiempo el Cabo
de Roca y el Finisterrae; que las Columnas de Hércules del sinus atlanticus, es decir, al poniente del
Estrecho, son Abyla y Calpe, que quedan al naciente del mismo estrecho; y, en
fin, que las Columnas, que en cualquiera de estas dos posiciones no
podían dejar de estar en el sur y abrigadas del norte, son
batidas por el áspero septentrión.
Es imposible
que el anónimo (teniendo
siempre presente que se trata de un navegante que vio por sí mismo
cuanto nos describe) dijese absurdos de este tamaño. Y, si
recordamos que, según sus propias indicaciones, el Oestrymnis debe
quedar al norte, y el Finisterrae, e igualmente en el norte deben quedar las
Columnas batidas por el septentrión; si
recordamos que en el norte de Hispania había un monumento,
todavía célebre en el tiempo de Orosio, y que éste nos
dice que era un antiquísimo faro para el navegante que desde las Islas
Británicas buscaba
(8) " ... ubi Brigantia
civitas Galleciae sita, antiquissimam pharum et inter pauca memorandi operis ad speculam Britannia
erigit". ADVERSUM PAGANOS, Paulo Orosio
se vuelve para
nosotros una evidencia que Avieno cambió aquí el punto de
partida del viaje, pensando que el itinerario le hablaba desde las
Columnas del Estrecho, cuando le hablaba desde las Columnas del
Oestrymnis, que, como se ve, eran también sagradas
a Hércules.
El texto, aligerado
de los añadidos de Avieno, llevado por su falsa idea, se
reduce entonces a esto:
Hic sunt columnae pertinacis Herculis,
... duro perstrepunt
Septemtrione, sed loco certae tenent.
Et prominentis hic
jugi surgit caput,
(Oestrymnin istud dixit aevum antiquius)
Sub hujus autem
prominentis vertice
Sinus dehiscit
incolis Oestrymnicus,
In quo sese exserunt
Oestrymnides
Laxe jacentes et
metalo divites
Stanni atque plumbi.
El
punto de partida del viaje es pues
(9) Para nosotros es probable que el itinerario no hablaba
de otras. Ver nota (16).
La línea
recta desde
Esta
declaración era ciertamente expresada en el anónimo, cuyo
hábito es, llegando a una estación, contar en
días de navegación la distancia a la que está de la
estación precedente, siendo más que probable que Avieno
amputó aquí este dato itinerario.
(10) No tiene merecida toda la atención de que es
digna la siguiente particularidad. En los v. 562-565, está marcada en
días de navegación toda la extensión de las costas del
naciente y del sur de Hispania hasta las Columnas del Estrecho. Desde las
Columnas hasta el arvi jugum se
marca también la extensión de las costas de poniente. Aquí
para la cuenta, pero continúa desde las Oestrymnides hasta Hierne, uno
de los puntos extremos del itinerario. Hay por lo tanto una verdadera laguna:
del arvi jugum a las
Oestrymnides, si, como parece incontestable, la navegación entre
Hispania y las islas se hacía directamente. Como, sin embargo, el arvi jugum queda en el medio de la costa
(pág. 22) y es imposible que la distancia desde Hispania a las
Oestrymnides fuese contada desde aquí y no desde
Podría objetarse que no
serían estas las únicas lagunas del original, puesto
que a la vuelta de las Oestrymnides el itinerario debería marcar la
extensión de los dos lados del golfo Oestrymnico y faltan esas medidas.
A este hecho, nosotros deseamos darle todo su relieve, para
obtener consecuencias de él, cuya importancia reconoceremos más
tarde.
La medida de uno de los lados del golfo, del lado de
Las costas de
Nosotros, restaurándolo,
entendemos hacer una restitución legítima:
Desde
las Columnas del Oestrymnis a las islas Oestrymnides 6 días.
(11) Es imposible saber ciertamente a cuántos
estadios corresponde en este itinerario un día de navegación.
Desde Tartessos al Ana un día equivale a 500 estadios; del Ana al Cyneticum jugum a más de 800; del Cyneticum jugum al Cabo de Roca a 1.000.
Calcular pues cuántos días de navegación debían
emplearse desde
Como sin embargo la navegación de dos días
desde las Oestrymnides a Hierne puede casi considerarse como una parte de la
navegación desde
Desde las
Oestrymnides, y después de
hablarnos de las localidades del norte, que no
tienen que ver con esta parte de nuestro estudio, el
anónimo vuelve hacia el sur, diciendo:
Post illa rursum quae
supra fati sumus,
Magnus patescit
aequoris fusi sinus
Ophiusam ad usque. (v. 146-8)
El
lado de este golfo que el viajante va divisando, viniendo de las islas, se
extiende, como se ve, hasta Ophiusa, y hasta un punto de Ophiusa, bien
determinado en los versos siguientes:
... rursum ab hujus litore
Internum ad aequor, qua mare insinuare se
Dixi ante terris, quodque Sordum nuncupant
Septem dierum tenditur via. (v. 48-51)
El
lado del golfo, viniendo de las Oestrymnides, se extiende de norte a sur, y
llega hasta un punto, donde un caminante que quiera ir por tierra hasta la
costa del mar Sordo, en el Mediterráneo (Comp. v. 522 y siguientes), empleará 7 días. Esta vía sigue, como no puede dejar de ser, paralela a la cordillera de los Pyreneos, y su punto de
partida es en el ángulo del golfo de Vizcaya, o próximo.
El lado del golfo hasta aquí descrito
está formado por lo tanto por las costas occidentales de
Desde
este mismo ángulo comienza Ophiusa, cuyo lado, corriendo hacia poniente, como es manifiesto por la secuencia de la
descripción, forma el otro lado del
magnus sinus, que no puede ser sino el golfo de Vizcaya, el sinus oestrymnicus, del primer viaje, puesto que entre las
Cassiterides e Hispania no hay otro.
El mismo
anónimo nos da la medida aproximada de este lado de
Ophiusa porro tanta panditur latus,
Quantam jacere audis Pelopis insula
Graiorum in agro.
(v. 152-4)
Quiere
decir que este lado de
(12) Es realmente extraordinario que el verdadero sentido de
este pasaje haya escapado a los comentaristas. Para unos el itinerario compara
Esta
indicación itineraria, sin
duda muda para Avieno,
(13) En Scylax (Periplus, 41 y siguientes), que
es uno de sus autores (v. 44), podía Avieno saber a qué
número de estadios ascendía la circunnavegación del
Peloponeso, contando las ensenadas. En Plinio igualmente (H.N.,
IV, 5), y por éste sabría que, no contándolas,
tenía que reducir aquella suma a la mitad -lo que no es exacto. Pero,
como el itinerario no era explícito en este particular, las
informaciones de Scylax eran inútiles, o sólo adecuadas para
inducir a error, obligando a incluir en las costas del norte de Hispania parte
de la costa occidental. Si hubiese procurado conocer la extensión de las
costas del norte de Hispania, para comparar los dos datos y verificar uno con
el otro, Plinio, el único autor que podía suministrar estas
nuevas aclaraciones (H.N., IV, 35), todavía lo
confundía más, diciéndole en resumen que estas costas se
extendían al Cabo de Roca. Es posible que Avieno ni hubiese hecho el
trabajo de estas investigaciones. Que él, sin embargo, inducido por
Plinio, o por otro cualquiera, tiene sobre el norte de Hispania las mismas ideas
que el naturalista, basta ver que no pone duda alguna en que el arvi jugum, a dos días del Cabo de
Roca, quede orientado hacia el áspero septentrión.
nos
trae hasta el límite occidental de las costas cantábricas, a las proximidades del promontorio oestrymnico del
anónimo; más Avieno no nos dice ahora una palabra del Oestrymnis,
y escribe:
Procedit inde in
gurgites Veneris jugum,
Circumlatratque pontus insulas duas,
Tenue ob locorum inhospitas. (v. 158-60)
En
las costas cantábricas no hay islas;
(14) No se puede pensar aquí en los Scopuli Trileuci.
Estos son roquedos, como lo indica su denominación, además
pleonástica, ya que scopuli
y leuci son dos palabras de
origen diferente, que expresan la misma cosa, viéndose claramente que de
la última son representantes actuales lech
y análogos de las lenguas llamadas neo-célticas, el
portugués lage,
aumentativo leichão,
plural leichões, nombre
todavía hoy vulgar para designar algunos scopuli
de nuestras costas. Las islas, de las que habla el itinerario, después de
ser dos, no tres, si estaban deshabitadas, era por causa de su pequeñez,
y él no se olvida de advertirnos que son islas en el riguroso sentido de
la palabra
Circumlatrat pontus insulas duas
no habiendo tal vez en esta advertencia nada de banal: se
sabe que los fenicios por el vocablo isla tanto entendían una isla, como
una península. (Smith, The Cassiterides, pág. 52)
las
hay en la costa occidental de Hispania.
Es pues aquí donde deben ser encontradas, al igual que el Veneris jugum, el
cual, por la forma por la que nos es dada esta noticia, les debe quedar muy
próximo. Avieno pasó por
lo tanto el Oestrymnis, sin querer aludir a
él. Es más que improbable que el anónimo
hiciese lo mismo, y la confirmación de tal sospecha no se hará
esperar.
... arvi jugum
Rursum tumescit
prominens in asperum
Septentrionem.
(v. 160-2).
Si
es en la costa occidental donde las islas, próximas al Veneris jugum,
han de ser buscadas, por fuerza de mayor razón lo ha de ser el arvi jugum, que
les queda al sur. Para disipar todas las dudas, el arvi jugum dista de Ophiusae in oras prominens, es decir, del
Cabo de Roca, dos días (v. 171-3); y cualquier
punto a dos días al norte del Cabo de Roca no puede dejar de estar en
las costas del poniente.
(15) Incluso admitiendo el maximum
de la navegación diaria de los fenicios, comprendiendo día (700
estadios) y noche (600). Sobre este punto véase Movers, Das
Phönisische Alterthum, 3ª parte, pág. 191.
Si el arvi jugum queda en las costas de poniente,
es absolutamente imposible que sea el anónimo quien nos dice que es
saliente hacia el septentrión. Un promontorio saliente hacia el
septentrión sólo puede estar en las costas cantábricas, y,
como el anónimo en estas costas apenas menciona el Oestrymnis, es casi
cierto que es al Oestrymnis a quién aplicaba aquella indicación,
y no menos cierto que Avieno no solamente suprimió el pasaje que
nombraba el Oestrymnis en este lugar, sino que trasladó para el arvi jugum una indicación
topográfica, que era aplicada por el anónimo a aquél
promontorio.
Contando por lo
tanto desde el v. 158, la descripción de Avieno está exigiendo la
siguiente corrección:
Rursum tumescit
prominens (Oestrymnis) in asperum
Septentrionem. ...
Procedit inde in gurgites Veneris jugum,
Circumlatratque pontus insulas duas
Tenue ob locorum inhospitas.
A
continuación del Veneris jugum
e islas vecinas el anónimo citaba el arvi
jugum; y, como hay aquí una estación itineraria,
debía éste, de acuerdo con su costumbre, marcarnos la distancia
desde la estación itineraria que dejó últimamente hasta
aquella a la que llegó, es decir, desde el Oestrymnis al arvi jugum.
En lugar de eso,
leemos:
Cursus autem
hinc (desde el arvi jugum) classibus
Usque
in Columnas efficacis Herculis
Quinque
est dierum. (v. 162-4)
Este pasaje es
doblemente extraño; primero: porque sería el único caso,
en que el anónimo marcaría la distancia para una estación,
a donde todavía no llegó, y que por lo tanto no había
razón, antes inconveniencia, de nombrar; segundo: porque, aunque se
quisiese excusar esta excepción con la notoriedad de las Columnas del
Estrecho, es precisamente con la buena idea de ligar esta gran sección
itineraria con la desde las Columnas a Pyrene (v. 562-5), dándonos
así la medida total de las costas de Hispania que Avieno describe, es
evidente que esta idea sería buena, incluso excelente, si la cuenta
fuera hecha desde el Finisterrae (Oestrymnis de periplo), que era la
última estación itineraria de un lado de Hispania, como Pyrene lo
era del otro; mas, hecha desde el arvi jugum,
que ni es la última estación itineraria, y que, estando en la
mitad de la costa, nada tiene que lo recomiende para tal preferencia, la idea,
lejos de ser excelente, o siquiera buena, es simplemente disparatada.
La única
cuenta, admisible en el arvi jugum,
era, repetimos, la del Oestrymnis a este promontorio.
Si atendemos
ahora a que el anónimo cuenta siempre por secciones cortas de tal a
tal estación, y no perdería tiempo inútil en hacer la
suma, y sobre todo la suma incompleta de estas adiciones; si reparamos que
la anticipación, aquí notada, es contraria a sus
hábitos; y si recordamos por fin que éste colocaba en el Oestrymnis unas Columnas de Hércules,
se vuelve mucho más plausible, por lo menos para nosotros, la
suposición de que Avieno encontraría en su documento, en vez de
esta nota: Del promontorio oestrymnico al ARVI JUGUM, esta otra:
- De las Columnas de Hércules (DEL OESTRYMNIS) al ARVI JUGUM.
Imagínese
lo que sería para Avieno, que no conoce otras Columnas sino las del
Estrecho, esta enormidad: las Columnas de Hércules entre las
Cassitérides y el arvi jugum,
y distantes un día de este promontorio.
(16) Dijimos en la nota (9) que nos parecía muy
probable que el itinerario no hablaba de otras Columnas de Hércules,
sino de las del norte. He aquí nuestras razones. Avieno compone la suma
de cinco días de navegación, desde el arvi jugum a las Columnas, con los fragmentos
que le proporciona el itinerario desde allí hasta Tartessos. Pero en
Tartessos el itinerario no le habla de las Columnas de Hércules, ya que
vemos más tarde al poeta preguntando a todos los escritores que
conocía donde estaban, y lo que eran. Son Abyla y Calpe; están en
Herma (v. 341), que nada tiene que ver con Abyla y Calpe; son roquedos (v.
343); son islas (v. 353-5). ¿Cómo es que interroga a toda la gente,
menos al autor del itinerario, que tan exacto acostumbra a ser?. Para nosotros
la razón es simple: el itinerario finalizaba en la isla de Tartessos y
no más adelante, o, por lo menos, no llegaba a las clásicas
Columnas. Un sólo pasaje aturrullado, en el que Avieno asocia las
Columnas con Tartessos (ver pág. 70), haría creer que el
anónimo alguna cosa le decía de un monumento, que merecía
tan justamente el nombre de la columna de Hércules, como el de
Invirtiendo
los términos y enmendando:
Del arvi jugum a las Columnas
(del Estrecho), Avieno pensaría haber corregido un lapsus del
anónimo, y sustituyendo la cifra 1 por 5, conforme a la suma de los
datos itinerarios parciales, suministrados por el propio anónimo, el
poeta creería hacer una restauración correcta.
Deshaciéndola nosotros, entendemos traducir igualmente el pensamiento
del anónimo, tan inconscientemente maltratado por Avieno.
Así, desde las Columnas de Hércules (DEL
OESTRYMNIS) al ARVI JUGUM un día.
Al arvi jugum se sigue la mención de la insula Pelagia y del promontorio vagamente
denominado Ophiusae in oras,
siendo muy probable que Avieno suprimiese aquí el nombre que le daba su
anónimo.
(17) Un promontorio anónimo sería caso
único en este documento. Las razones, que tiene Avieno para suprimirle
el nombre, pueden verse en la pág. 59, nota.
Desde ahí al
Cabo de San Vicente, Cyneticum jugum,
la descripción sigue tan metódica y regular, podemos afirmarlo de
antemano, como en el golfo de Vizcaya.
Las alteraciones
y desfiguraciones, que Avieno hizo sufrir al itinerario en las costas del
poniente de Hispania, consisten pues en:
l El
traslado del punto de partida del viaje, traslado motivado por las Columnas de Hércules
y del Oestrymnis, que les quedaba en las proximidades, para el sinus atlanticus.
l La
supresión de la medida itineraria de seis días entre las Columnas
del Oestrymnis y las islas.
l La
supresión completa del promontorio Oestrymnis en el norte.
l La
sustitución de la medida itineraria, contada por el anónimo desde
las Columnas de Hércules hasta el arvi
jugum, por otra desde el arvi
jugum hacia las Columnas del Estrecho.
l La
supresión del nombre propio del Cabo de Roca.
Todo esto, como
se ve, se agita alrededor de un punto único -el Oestrymnis del
anónimo.
Estudiando ahora
lo que podían ser para Avieno las afirmaciones del itinerario concernientes
a este misterioso promontorio y a las Columnas no menos misteriosas, vamos a
encontrar tal vez la explicación de parte, sino de todos sus enigmas.
Cuatro
debían ser los pasajes en que el anónimo le hablaba del
Oestrymnis y de las Columnas:
1º.- Después
del principio de la descripción, diciéndole que el promontorio y
las Columnas estaban en el mismo lugar -hic.
2º.- Cuando, llegando
a las islas oestrymnicas, marcaba 6 días de distancia entre ellas y el
Oestrymnis.
3º.- Cuando marcaba la
distancia de un día entre las Columnas del Oestrymnis y el arvi jugum.
4º.- Finalmente:
cuando le mencionaba el Oestrymnis orientado hacia el Septentrión.
Los dos primeros
pasajes explican, pensamos nosotros, la razón por la que Avieno cambia
el punto de partida del viaje, haciéndolo comenzar desde el Estrecho de
Gades, cuando realmente comenzaba desde
De estos dos
pasajes el que más debía llamarle la atención, por darle
una orientación segura para la posición del promontorio
Oestrymnis, era el que le marcaba seis días de distancia entre las islas
y este promontorio.
Aquí
está la lente, através de la cual debía interpretar esta
noticia. Todos los sabios, en la lectura de cuyas obras pasara los días,
(v. 9-11), colocaban las Cassiterides, Oestrymnides del anónimo, casi a
la vista de Hispania;
(18) Es tan sabido este hecho, que juzgamos inútil
exhibir pruebas, que exigirían largas citas.
su propia
opinión era que la misma Britania quedaba extremadamente (nimium) próxima del norte de Iberia.
(19) Orbis descriptio, v.419:
Arva tenent (los Iberos) duris nimium vicina Britannis.
Este nimium vicina
es de cosecha de Avieno. Dionisio, de cuyas afirmaciones Avieno se aparta
muchas veces, no dice tal cosa. (Comp. Dionysii Orbis descriptio,
v. 280-3)
Si alguien le
sugiriese que el Oestrymnis era un promontorio del norte de Hispania, y que las
Oestrymnides distaban de él seis días, Avieno trataría
ciertamente a su observador como un caso de falta de sentido común. Sería
casi como si le dijesen que quien desde un promontorio del norte de Hispania se
embarcase hacia el sur, al final de seis días llegaba ... al norte de
Hispania. Quien desde un promontorio del norte de Hispania se embarcase para el
sur, a donde debía de llegar en seis días, era al Estrecho de
Gades.
Por
una casualidad, que bien puede llamarse diabólica, el anónimo
colocaba unas Columnas de Hércules en el Oestrymnis. La ingenuidad con que
el poeta nos habla de las Columnas Calpe y
Abyla, batidas por el áspero
septentrión, sin notar,
felizmente para nosotros, lo que había
disparatado en conservar las indicaciones locales que el anónimo
asignaba justamente a las Columnas del norte, prueba la última evidencia de que éste,
trasladándolas, ni siquiera reflexionó un momento si podrían
existir otras Columnas que no fuesen las de Gades. Consecuentemente
ni por el espíritu le pasó si el dato itinerario estaría
equivocado, o desfigurado, o si el anónimo
soñaría con un Oestrymnis y unas Columnas en el norte.
Lo
que Avieno vio sólo y únicamente fue que las Columnas quedaban en
el Estrecho y en el mismo lugar el promontorio oestrymnico.
Ciego por esta
ilusión, se imagina lo que va a ser para Avieno la descripción
del viaje, siempre que le habla del verdadero Oestrymnis. El periplo con su
exacta geografía se vuelve para él, poco más o menos, lo
que se volvió para nosotros, después de ser dañado por las
correcciones y mutilaciones que se vio obligado a hacerle, y cuyo
encadenamiento fatal puede determinarse a priori.
Está claro
que, dejando Avieno de considerar el dato itinerario de seis días como
la sección de un itinerario único, y, desde que toma las Columnas
de Hércules del Oestymnis por las del Estrecho, en lugar de
Desde las Columnas (del Oestymnis) a las islas Oestrymnides |
6 días |
Desde las Columnas (del Oestrymnis) al arvi jugum |
1 día |
Desde arvi jugum a la desembocadura del Tartessos |
5 días |
TOTAL: |
12 días |
el itinerario
acaba siendo:
Desde las Columnas (del Estrecho) a las islas Oestrymnides |
6 días |
Desde las Columnas (del Oestrymnis) al arvi jugum |
1 día |
Desde arvi jugum a la desembocadura del Tartessos |
5 días |
TOTAL: |
12 días |
Eran dos
itinerarios que se cruzaban y se barajaban de un modo más que absurdo.
Por el primero,
las Columnas de Hércules estaban en el Estrecho de Gades, y a seis
días de las islas, lo que para Avieno debía ser perfectamente
correcto; por el segundo, las Columnas estaban entre las Cassiterides y el arvi jugum ¡y entre las Columnas y las
Columnas mediaban seis días de distancia!.
La
corrección que le hicimos en
la pág. 25, cambiando por segunda vez para el estrecho las Columnas del
Oestrymnis, nos dice como trató los absurdos imaginarios del segundo
itinerario.
Decidió
que había en esto un lapsus manifiesto, un evidente traslado de textos, e hizo una enmienda ciertamente sin una
mínima duda.
Como se ve, el
sentido del tercer pasaje, que podía abogar todavía la
localización del Oestrymnis en el norte, le pasa completamente
desapercibido, sin despertarle siquiera la sospecha de si habría
equivocado el camino.
El itinerario va
siendo desorganizado cada vez más. La desastrosa correción
implica otra, cuya importancia tendremos ocasión de apreciar (ver nota
24), bastando mostrar por ahora que, para Avieno, el itinerario queda reducido
a esto:
Desde las Columnas del Estrecho a las Oestrymnides |
6 días |
Desde las Oestrymnides al arvi jugum |
1 día |
Desde el arvi jugum a las Columnas del Estrecho |
5 días |
TOTAL: |
12 días |
El Oestrymnis en
el sinus atlanticus no encontró
pues hasta aquí ninguna oposición. Mas, pensando donde
localizarlo de modo determinado, Avieno debía poner los ojos en el Sacrum de Dionisio, cuyas opiniones
conocía muy de cerca,
(20) Ver nota 7.
o en otro
promontorio en el que imaginase que estaba, en el caso de estar, por un lado,
bañado por las aguas del golfo atlántico, y de dar, por el otro,
comienzo al golfo de las Oestrymnides.
Aquí el
cuarto pasaje habría de contrariarlo extremadamente. En este pasaje el
promontorio oestrymnico, orientado al septentrión, limitando un golfo,
donde estaban las Cassiterides, teniendo entre él y el sinus atlanticus una serie de islas y de
promontorios, debía destacarse, incluso para los más ciegos, no
en las proximidades del golfo atlántico, sino en lugares totalmente
contrapuestos.
¿Cómo trae Avieno para el "tibio sur" este
promontorio del "áspero septentrión"?.
De un modo muy
simple, creemos nosotros, y sin salir de la interpretación de los textos
de su anónimo, vistos, ya se entiende, por el prisma de sus prejuicios.
Según el
texto del anónimo, el Oestrymnis, orientado para el septentrión,
queda en el lado de
(21) Ver nota 7, cita de Plinio.
¿Cuál
es ahora el límite de
Estas
coincidencias eran realmente para ofuscar a los más sagaces; y el hecho
de acomodar Avieno en su Oestrymnis la indicación de "moles celsa saxei fastigii casi toda
orientada al tibio sur", que el anónimo aplicaba al Cabo de Roca,
es decir, a un promontorio que ningunas relaciones directas o indirectas
tenía con el Oestrymnis real, para nosotros prueba evidentemente que fue
sólo de este modo, y ligado a la interpretación de los textos del
itinerario, como Avieno llegó a esta extraña
identificación - al no admitir nosotros que el poeta se puso a
disparatar por su cuenta y riesgo, lo que sería un proceso cómodo
para explicar todo lo que se quisiese.
En contra de la localización
del Oestrymnis en el Cabo de Roca se levantaba sin embargo un tropel de
contradicciones y de resistencias, que debían aturdir al poeta. Este
promontorio pasaba ahora a tener dos nombres, uno de Oestrymnis que él
le sobreentendía, otro de ***** que le daba el itinerario. Desde el
promontorio ***** decía el anónimo girar para el sur, en cuanto
que del Oestrymnis decía el mismo anónimo orientar hacia el
septentrión. El Oestrymnis pasaba pues a tener dos nombres, y a ser al
mismo tiempo batido por el áspero
septentrión y soplado suavemente por el tibio sur.
Pero había
otra cosa peor: era -que supuesto nada más claro de lo que le indica el
itinerario del límite del lado de Ophiusa para la localización
del Oestrymnis, nada más claro también de lo que le menciona
entre el Oestrymnis y el "promontorio ***** de Ophiusa", el Veneris jugum, dos islas, el arvi jugum y la isla Pelagia, de suerte que,
si en una parte colocaba el Oestrymnis en el "promontorio ***** de
Ophiusa", en otra lo colocaba a más de dos días a naciente
(22) A naciente, según su
concepción pliniana. Resaltaremos las palabras naciente, poniente,
siempre que se trate de esta falsa geografía.
del
"promontorio ***** de Ophiusa", a naciente del Veneris jugum. ¡Era como si hubiese dos
promontorios oestrymnicos, y dos golfos oestrymnicos!
No obstante estas
formidables objeciones, el Oestrymnis acabó siendo una moles saxei fastigii etc., es decir, el Cabo
de Roca; y por el expediente que le veremos tomar al final, es para nosotros
indudable que fue aquella conclusión -la dualidad de geografías-
la que terminó adoptando Avieno.
Entendió
ciertamente que en este documento, que se mataba por comprender y armonizar,
había, sea por culpa del redactor primitivo, sea por la ineptitud de
algún alterador, además de los lapsus groseros que ya enmendara
en el arvi jugum, la amalgama de
dos concepciones geográficas irreconciliables. Una de ellas tomaba el
lado de Ophiusa, todo el lado de Ophiusa,
(23) Es escusado advertir que Plinio, extendiendo hasta el
Cabo de Roca las costas septentrionales de Hispania, reduce a uno solo los dos
lados que el itinerario da a Ophiusa. Lo mismo hace Avieno.
como la base de
un triángulo, en cuyo vértice, las islas Oestrymnides, se
reunía la línea trazada por el viaje desde el Oestrymnis a las
islas, y que desde ahí bajaba al ángulo del golfo, el cual
quedaba comprendido en este triángulo; la otra construía el mismo
triángulo, no tomando por base todo el lado de Ophiusa, sino solamente la
parte que desde el ángulo del golfo se extendía hasta un punto
dado al naciente del Veneris jugum.
Con esta dualidad
geográfica, y la persuasión de haber sido barajadas por la mano
de un compilador desastrado, la dualidad de nombres y de indicaciones locales,
acumuladas en el Cabo de Roca, son problemas de fácil resolución
para el poeta.
Es al promontorio
que más se aproxima desde el ángulo del golfo al que debe caber
la característica de estar orientado hacia el septentrión. Este
promontorio se ofrece con el nombre de arvi
jugum
(34) Aquí está el resultado de que hablamos en
la página 30. Para la localización del equivalente del
Oestrymnis, el periplo indicaba claramente un punto a naciente del Veneris jugum, y, no obstante, Avieno viene a
fijarlo en un punto a poniente de aquél promontorio, en el arvi jugum. La explicación nos parece
fácil, si recordamos que, a consecuencia de la enmienda que le hace al
itinerario (pág. 25), el arvi jugum
queda ocupando el lugar del verdadero Oestrymnis, no sólo como
última estación itineraria de Hispania, sino como punto de enlace
de la vía marítima entre Hispania y las Oestrymnides. De suerte
que con su enmienda, Avieno la deja ya trazada desde el arvi jugum hacia las islas, sin dar por eso,
ni preverle las consecuencias, una línea que con las costas de
-lo que le debe
sugerir la idea, además bien aceptada, de que para uno de los dos
geógrafos el nombre de Oestrymnis es desconocido.
Es este mismo
geógrafo, para el cual el arvi jugum
se vuelve un equivalente del Oestrymnis, que debe haber dado al Oestrymnis-Roca
el nombre de *****, y así se resuelve de modo natural la dualidad de
nombres en un solo promontorio.
En este caso una
de las geografías está bien determinada: el sinus oestrymnicus entre el ángulo del
golfo y el arvi jugum.
La otra
también no es difícil de comprender. En ésta el golfo se
extiende hasta el límite del lado de Ophiusa, hasta el Cabo de Roca.
El Cabo de Roca
tiene para este geógrafo el nombre de Oestrymnis, y una
asociación de las dos indicaciones -de ser una moles saxei fastigii casi toda orientada al
sur y de quedar en el sinus atlanticus, asociación que,
repetimos, no puede ser una mera improvisación del poeta, sino el
resultado de la errada comprensión de los textos de su anónimo-,
nos dice cuál fue la idea que éste se formó de este
promontorio. Es el Cabo de Roca, dando por su parte septentrional comienzo al
golfo de las Oestrymnides, -concepción que contaba con la sabia
opinión de Plinio- y extendiéndose por el sur hasta un punto dado,
que ya toca en las aguas del golfo atlántico. Según el texto de
su documento, éste punto debía ser del Cyneticum jugum, Europae extimum, el Sacrum de Dionisio, y todavía
aquí podría el poeta felicitarse de tener a su lado a un autor, testes non respuendus (v. 332); mas, en
virtud de una nueva confusión, que examinaremos en la sección del
Cyneticum al Ana,
(25) Ver pág. 55 y siguientes.
Avieno no sabe
ciertamente si el itinerario le sitúa el Sacrum
en el Cyneticum, o en otra parte.
Ni le presta
probablemente mucha atención a la determinación exacta del
límite sur del Oestrymnis. Sus combinaciones son más
hermenéuticas que cartográficas. Para él, es decir, para
su geógrafo del Oestrymnis, este promontorio por el norte da comienzo al
golfo de las Cassiterides, por el sur toca en el sinus
atlanticus; esto basta a las exigencias de su crítica.
¿Dueño
de las dos geografías, qué va hacer Avieno con ellas?
No se
prevé que pueda elegir sino uno de las dos opciones: o refundirlas en
una, o adoptar una y rechazar la otra.
Avieno toma una
tercera opción, a primera vista audaz: adopta ambas. La
realización de este plan, que el lo mismo que acomodar dos
geografías contradictorias en un itinerario que describe una
única región, parece absolutamente imposible, sin emanciparse el
poeta de las opiniones del anónimo, comprometiendo así la
integridad de este viejo documento.
Nada de eso,
antes lo contrario. El traslado del punto de partida desde las Columnas del
norte para las del Estrecho implicaba, como se ha visto, dos itinerarios, dos
viajes, uno desde el Estrecho para las Oestrymnides, otro en sentido contrario,
de suerte que el poeta no hace más que seguir paso a paso el periplo,
tal como lo comprendiera, limitándose a conciliar, como puede, las
contradicciones que él solo creara con la desorganización de sus
textos. Así en el primer viaje entra la concepción
geográfica del pretendido autor, a quién debía los nombres
del Oestymnis. En el viaje desde las Oestrymnides hacia el Estrecho, comienza
la otra geografía, que él sabe muy bien que es contradictoria con
la primera.
Aquí dan
comienzo los productos de su propia obra. Aunque en el primer
itinerario el promontorio y el golfo oestrymnicos sean esbozados con trazos
extremadamente vagos, se percibe aún así muy bien que son una
cosa muy diferente del arvi jugum
y del golfo que este promontorio limita. ¿Ha de decir Avieno, en el
segundo viaje, llegando al arvi jugum,
que es aquí donde termina el sinus
oestrymnicus, cuando ya dice anteriormente que el sinus oestrymnicus estaba unido al
promontorio oestrymnico?, y llegando al Cabo de Roca, ¿ha de darle el
nombre de Oestrymnis, o sea, decir que el sinus
oestrymnicus se extiende hasta aquí, cuando
todavía hace poco que declaró que el golfo oestrymnico estaba
limitado por el arvi jugum, que
dista del Oestrymnis dos días?
Pero Avieno, en
este segundo itinerario, llegando al sinus oestrymnicus, lo denomina magnus sinus; al arvi jugum le deja este nombre, que no
compromete a nada; y llegando al Oestrymnis-Roca, escribe simplemente: Ophiusae in oras prominens.
¿No es todo
esto más que transparente?. Avieno, a la vista de las dos supuestas
opiniones geográficas sobre la localización del golfo y del
promontorio oestrymnico -puntos capitales del itinerario- ignora cuál es
verdadera y cuál es falsa.
No precisa gran
sagacidad para prever que, optando por una, o refundiendo las dos, se arriesga
a navegar por mares desconocidos, sin norte, ni piloto, y a decir absurdos
descomunales. Obligado sin embargo a tomar una decisión y a hacer una
descripción de las costas de occidente en una obra que tiene que
recorrer el mundo con su firma, él, que presume de conocer a fondo las
ciencias geográficas, está en la posición de un profesor,
que teniendo que hablar dogmáticamente ante un auditorio, donde puede
haber quien visitase una región dada, que él sólo conoce
por dos relaciones contradictorias, una de las cuales es verdadera, más
sin saber cuál, recurre a la decisión de aprovechar el contenido
de ambas, pero de modo que las contradicciones queden disfrazadas, y su
exposición sea confusa y ambigua lo necesario, para no dejar al
descubierto su ignorancia y poder incluso contestar, como es posible, a los
partidarios de dos opiniones opuestas. En el caso en que se encontraba el
poeta, la única cosa que podía evidenciar su artificio eran los
nombres, sólo los nombres; pero, gracias al recurso de que explica mal,
no se negará que alcanzó su objetivo, y su plan, si no tiene el
mérito de la sinceridad, tiene al menos el de la simplicidad, ya que
todo el trabajo de Avieno se reduce a poco más que a la supresión
de dos nombres propios y a su sustitución por dos denominaciones
insignificantes.
Tal es, a nuestro
modo de ver, y salvo meliori, el modo con el que Avieno
trató el periplo en la parte de la descripción de las costas de
Hispania desde
Haciendo
abstracción de la bondad literaria, que no es de las más
inmaculadas en sus últimos trabajos, y que tiene por atenuante la
imposibilidad de conciliar las contradicciones que él mismo originara,
ha de agradecérsele el escrúpulo, voluntario o forzado, de no
adulterar su documento con informaciones de otra fuente y de restringirse
únicamente a sus textos.
Siendo
así, en
Es lo que vamos a
verificar.
1. PROMONTORIO
OESTRYMNICO. COLUMNAS DE HERCULES.
Del promontorio
oestrymnico dice el anónimo, de acuerdo con nuestras correcciones, que
está en el límite del lado septentrional de Ophiusa, orientado
para el septentrión, dista poco de las Columnas del norte y da comienzo
al golfo oestrymnico, el golfo de Vizcaya.
Todas estas
descripciones cuadran excelentemente con el Cabo Ortegal.
Las Columnas de
Hércules, "batidas por el septentrión", no pueden ser
otra cosa más que el antiquísimo monumento que conoció
Paulo Orosio, y cuya erección desde épocas remotísimas no
tenía otro fin sino el de guiar durante la noche al navegante, que desde
las Cassiterides navegaba para Hispania.
(26) La "stella boreal" de Scymnus (Scymni, Orb.
Desc., v. 189), de cierto la misma a la que se refiere Tácito (De
more Germanorum, XXXIV), era probablemente un monumento idéntico al
de
Son
también probablemente las Arae Solis de Ptolomeo.
La
observación de anónimo:
... duro prestepunt
Septemtrione, sed loco certae tenent,
felizmente
conservada por Avieno e ineptamente aplicada a Calpe y Abyla, donde él
pretende encontrar estas Columnas, viendo en ellas ahora islas, después
montes, es justamente adecuada a una obra de arte, que por su
denominación y su utilidad no puede dejar de ser fenicia.
Se infiere de
aquí con toda certeza que el puerto de
Pero resaltemos
aquí un hecho muy notable y que veremos repetirse en otras partes de un
modo más que extraño: el anónimo no dice una palabra de
este famoso puerto.
2. VENERIS
JUGUM. INSULAE DUAE.
Procedit inde in gurgites Veneris
jugum,
Circumlatrat pontus insulas duas
Tenue ob locorum inhospitas.
Ya dijimos que
estas islas sólo se pueden encontrar en la costa occidental de Hispania
y al norte del arvi jugum, el
cual veremos no debe ser buscado sino entre el río Ave y el Miño (ver
nota 30), de suerte que el campo de nuestras búsquedas queda comprendido
entre el Cabo Corrubedo, al sur del cual comienzan a aparecer las islas del
poniente, y el Cabo Silleiro.
Incluso sin
aquella indicación era esta parte de la costa la que debía llamar
exclusivamente la atención de los investigadores, porque el texto no
deja duda de que se trata de dos islas en el sentido riguroso de la palabra, y,
si no nos desviamos mucho para el sur, sólo aquí las
podíamos encontrar.
El problema viene
de la elección, ya que entre el Cabo Corrubedo y el Cabo Silleiro no
faltan islotes.
La singular
concordancia que hay entre el anónimo y Ptolomeo, en cuanto al
número de promontorios e islas del occidente de Hispania,
(27) El Sr. F. de Rougemont, L`âge du bronze,
pág. 122, notando la singular exactitud de la carta de Irlanda de
Ptolomeo -exactitud que contrasta vivamente con la ignorancia de los
geógrafos que le siguieron- asienta que las fuentes de Ptolomeo para
esta parte de su trabajo son todas fenicias. Lo mismo es posible que sucediese
con algunas localidades de la costa de Hispania, desconocidas de sus colegas.
Finalmente, el mismo Ptolomeo confiesa lo que le debe a Marino de Tyro. A la
vista de ésto, hace pensar como yerra tan espantosamente la posición
de las Cassiterides.
hace creer que el
Veneris jugum y las dos islas no
son más que el "Orubium" y las "Deorum
insulae duae" del geógrafo alejandrino. Desafortunadamente,
Ptolomeo, no obstante de sus cálculos matemáticos, y tal vez por causa de ellos, trata tan despiadadamente estas
regiones, que su auxilio en la determinación de cualquier
posición se vuelve enteramente inútil o casi. Entre otros, es
conocido su error de colocar las islas muy lejos del continente, y en el punto
que nos interesa no sería Ptolomeo quién nos ayudaría a
comprender el anónimo, sino al contrario.
Reducidos a las
indicaciones del itinerario, si atendemos bien a ellas, reconoceremos que de
cuanto nos dice aquí no hay solamente alguna cosa indeterminada, hay
alguna cosa superflua. En efecto, la mención de dos pequeñas
islas, que parecen no tener aún para él la misma
reputación de santidad que tenían más tarde para los
informadores de Ptolomeo, diríase un incidente superfluo, tanto
más que su superfluidad es acentuada por la observación de ser
deshabitadas.
Pero precisamente
esta inutilidad en un documento que veremos que es de un laconismo extremo es
para despertar sospechas, que luego serán corroboradas por hechos de
idéntica naturaleza.
Para nosotros es
más que probable que la mención de estas pequeñas islas
deshabitadas tiene la utilidad muy real y muy calculada de, por su
posición característica al pie del Veneris jugum, distinguir y destacar este
promontorio, no permitiendo confundirlo con otro.
En este supuesto,
sólo las islas a la entrada de
(28) Y bastaba satisfacer una, que es la principal. De
ninguno de los promontorios al sur de Padrón, y que por la vecindad de
sus islas haría todavía dudar en la elección, se
podía decir -procedit in gurgites-
porque en relación a la línea de la costa y, lo que más
importa, a la derrota que trae el navegante, todos ellos son entrantes, y no
salientes.
El Veneris jugum, sagrado a Astarté, es
entonces el Cabo Corrubedo.
Es también
ahí donde Sprunner (Atlas antiquus, XVIII) y otros, llevados por diferentes
razones, colocan el Orubio de Ptolomeo.
La santidad que
siempre se ha mantenido en estos lugares, y la tenacidad de ciertas
tradiciones, que en su forma relativamente moderna, al paso que revelan el
proceso grosero de su transformación, denuncian la profundidad de sus
viejas raíces, no es el último de los motivos que nos fuerza a
admitir esta identificación.
(29) En este caso está la leyenda de Santiago y de su
barca. Se sabe que, en el Cuarto Concilio de Letrán, el prelado de
Toledo, y a la vista de lo de Compostela, poco le faltó para declarar
absurda esta leyenda.
3. ARVI
JUGUM.
Para la
localización de este Promontorio estamos reducidos a meras conjeturas, y
todavía ninguna estación debería ser más
exactamente determinada que ésta, gracias a la distancia, a la que dice
el anónimo que quedaba del Cabo de Roca (v. 171-3), y aquella a la que,
en base a nuestras suposiciones, debía estar
Ya sabemos sin
embargo que en este documento un día de navegación puede
representar una distancia variable entre 500 y 1.000 estadios, o más. De
aquí se ven los servicios que pueden prestarnos sus medidas itinerarias,
cuando sea necesario salir de un poco más o menos.
Pero por eso
mismo surge aquí una pregunta: ¿para quién y para
qué podía necesitarse un itinerario, que poco más hace que
mencionar nombres tales como Oestrymnis,
Veneris jugum, arvi jugum, y que, para auxiliar al navegante
a localizar estas estaciones, apenas le da medidas itinerarias en días
de navegación, pudiendo la navegación diaria variar entre 500 y
1.000 estadios?.
Evidentemente,
tal itinerario es absolutamente inútil, tanto para la ciencia como para
el comercio, ya que, si las medidas itinerarias de nada sirven, está
claro que de menos sirve cualquier nombre local.
Notemos ahora que
al pie del promontorio oestrymnico quedan las Columnas y que aquí
había un puerto, que el anónimo conocía muy bien,
aún supuesto que no lo nombre; que junto al Veneris jugum, donde también hay un
puerto, igualmente omitido, son mencionadas dos islas deshabitadas, que,
según suponemos, hacen reconocer el promontorio que forma con ellas un
grupo característico; ya sabemos que el Cabo de Roca y el Cabo de San
Vicente tienen en este documento distintivos topográficos, que los
vuelven conocidos por sí mismos, y podremo añadir, por
anticipado, que al pie del Cabo de Roca el anónimo cita a
continuació la bahía del Tajo, al pie del Cabo de San Vicente la
bahía de Lagos, sin olvidar entre el Cabo de Roca y el Cabo de San
Vicente el Cabo Espichel y la bahía del Sado, que le está
próxima. Es decir: el anónimo conoce todos los puertos
aprovechables de esta costa de Hispania; al pie de cada puerto menciona siempre
un promontorio, y a cada promontorio le da siempre una característica
que lo hace reconocer.
¿Sería
una excepción el arvi jugum?
Su particularidad
de estar orientado hacia el áspero septentrión sería una
respuesta negativa. Sabemos sin embargo que esta indicación está
aquí totalmente trasladada, y es el resultado de una de las alteraciones
de Avieno. Pero, ¿no estará contenida en el mismo nombre de arvi jugum la característica que
buscamos?. Arvi jugum es lo mismo
que "promontorio de la campiña" o "monte del campo",
y esta sencilla denominación podría implicar una circunstancia
tanto o más adecuada para distinguir un promontorio, que la
asociación de las dos islas con el Veneris jugum, principalmente si en
la parte de la costa, donde las medidas itinerarias quieren que busquemos el arvi jugum,
(30) Ya vimos en la nota 11 la poca utilidad de las medidas
itinerarias del periplo dado su variabilidad. Si tomásemos aquí
como patrón la distancia del Cyneticum
jugum al Cabo de Roca -el maximum
de la navegación diaria en la costa de poniente, conforme se infiere del
propio itinerario -dos días de navegación, a contar desde el Cabo
de Roca para el norte, venían a parar al monte de Santa Tecla, en la
margen derecha del río Miño. Alargar esta medida sería
aproximar mucho dos estaciones, la del Veneris
jugum y la del arvi jugum,
y esta razón es suficiente para acortarla. Eso mismo nos aconseja
Ptolomeo, si su Avarum promontorium,
que sitúa al norte del río Ave, es el mismo que el arvi jugum del anónimo, como parece.
No es pues sin fundamento el que busquemos el arvi
jugum entre el Ave y el Miño.
hubiese
algún monte, al cual aquella denominación le pudiese encajar de
un modo más preciso.
(31) El Sr. Karl Müllenhoff volvería imposible
nuestra explicación con su lectura Aryi jugum;
pero esta lectura es gratuíta; por lo menos ninguna razón vemos
en su libro que pueda justificarla.
¿Acaso o
no, el monte Dôr (¿de
Or?) está en estas condiciones?
Desde la
desembocadura del Lima a la desembocadura del río Ancora, la costa se
curva de un modo muy saliente, y esta región puede ser representada por
un arco, cuya cuerda sea la de los montes que desde Viana a Ancora corren en la
dirección norte-sur. El área, comprendida en este arco, es una
extensa campiña que forma hoy las feligresías de Areosa,
Carreço, Afife y parte de Ancora. Ahora en el vértice de este
arco, y por una especie de capricho de la naturaleza, se levanta el monte Dôr, cuya raíz lava el mar por el
poniente, estando por todos los lados rodeado de fértiles
campiñas.
Es realmente un arvi jugum, y sobre todo se destaca vivamente
en el horizonte para todo navegante, venga del norte, o venga del sur.
(32) El monte más saliente debía rodearse en
ciertos tiempos, porque fue sede de una población, como lo demuestran
todavía hoy los vestigios de sus murallas y los fragmentos de
cerámica antigua que por allí abundan.
Ciertamente esta
coincidencia, por otra parte notable, no basta para una identificación
segura. A pesar de eso no podemos dejar de resaltar que, si la mención
de un promontorio implica en este documento la visita de un puerto, como parece
cierto, la localización del arvi jugum
en el Dôr tendría
todavía para sí la proximidad de la desembocadura del Lima, el
mejor sino el único puerto de la costa, donde los datos itinerarios del
periplo, combinados con los de Ptolomeo, nos aconsejan buscarlo.
Uno de los
antiguos nombres del Lima, Belion,
(33) Strabon, III, 4.
cuya raíz
bien puede ser la misma que la del río Belus de Fenicia,
(34) Plinio, H.N., v. 17.
se diría
un testimonio escapado de los antiguos, para certificarnos de que los fenicios
frecuentaron este puerto, y es muy posible que la siniestra fama que tuvo el
Lima en la remota antigüedad no le provenga sino de las tradiciones, que
en él dejó la tenebrosa religión de los cananeos.
(35) La explicación que nos transmite Strabon (III,
III, 5) de la causa por la cual el Lima mereció el apellido de
río Lethes, es poco aceptable. Según la leyenda recogida por los
informadores de este geógrafo, los célticos del Ana, en
unión con los túrdulos, hicieron una incursión hacia el
norte. Pasado el Lima, los dos bandos se desavinieron y se destrozaron,
muriendo en esta refriega el jefe de la expedición. Y porque los
supervivientes de esta batalla se dispersaron por el margen del río, de
aquí la denominación de río del Lethes. Es difícil
de comprender que todo esto y lo que se quiera imaginar pueda tener que ver con
el olvido, mucho más sabiendo que parte de estas hordas se establecieron
por las inmediaciones del Nerio (Strabon, ibidem). En esas épocas, una
mortandad en el margen de los ríos debía ser un acontecimiento
vulgarísimo para poder hacerlos célebres con nombres de mal
agüero. Es más racional suponer que se dio con estos
bárbaros el mismo caso, que con pequeña diferencia se cuenta
más tarde de los soldados de Bruto; no es la desavenencia y la mortandad
de los celto-túrdulos la que explica el nombre puesto al Lima de
río infernal; y es, al contrario, la reputación de río
infernal que ya tenía, la que explica la discordia de los aliados y sus
funestas consecuencias.
El itinerario nos da en la costa sur una "inferna dea" (
4. PELAGIA
INSULA.
...
post Pelagia est insula
Herbarum
abundans atque Saturno sacra. (v. 164-5)
La localización
de esta isla o península, porque el nombre puede aquí significar
una cosa u otra, es imposible de fijar por la simple razón de que, si
existió en el tiempo del anónimo, de lo cual no tenemos motivos
para dudar, con certeza no existe hoy.
Si no fuese así,
las aclaraciones del itinerario son tales, que para dar con ella no
sería necesario gran trabajo, porque:
Sed vis in illa tanta naturalis est,
Ut siquis hanc
innavigando accesserit
Mox excitetur propter
insulam mare,
Quatiatur ipsa et
omne subsiliat solum
Alte intremiscens,
cetera ad stangin vicem
Pelago silente ... (v. 166-71)
Evidentemente, en
nuestras costas, no hay isla o península a la que se pueda referir esta
pintura.
¿Dónde
estaba?.
Entre el Cabo de
Roca y el arvi jugum.
¿Es
La isla Pelagia,
en virtud mismo de su constitución, tal como la entrevemos en la pintura
de Avieno, no podía estar en alta mar, sino en la proximidad de la
costa, y la circunstancia de que es abundante en pastos -herbarum abundans- circunscribe su
posición a una parte de la costa, naturalmente pantanosa, lo que nos
forzaría casi a aproximarla al Vouga, colocándola cerca, sino en
la misma ría de Aveiro.
Es realmente
aquí donde una isla, en las condiciones de
Lo que
todavía reforzaría la probabilidad de esta localización es
que la isla Pelagia, que ciertamente nada podía servir a un mercader,
parece hacer aquí el mismo oficio que los promontorios en otras partes:
indicar la proximidad de un puerto; y es poco creíble que el
anónimo, que conoce todos los puertos útiles de la costa, dejase
de frecuentar el de Aveiro, y digamos, de explotar a los indígenas de
las tierras colindantes.
(36) Tengo que agradecer aquí al Sr. Pinho Leal, que
tan bien conoce estos parajes y las tradiciones que se dicen relativas a los
mismos, el vivo interés con que se empeñó en la
investigación de cuanto podía auxiliar a la localización
más precisa de la isla encantada. La conclusión del ilustre
anticuario fue que, teniendo en cuenta las evoluciones por las que ha pasado
aquella región, era imposible llegar a un resultado positivo.
5. OPHIUSAE
IN ORAS PROMINENS.
... prominens surgit dehinc
Ophiusae in oras, atque ab usque arvi jugo
In haec locorum bidui cursus patet. (v. 171-3).
A este
promontorio ya dijimos que el anónimo le adjuntaba la siguiente
indicación:
Molesque celsa saxei fastigii
Tota in tepentem maxime vergit Notum
que Avieno trasladó
para su Oestrymnis, suprimiendo también el nombre propio que su
anónimo daba al Cabo de Roca, y que debía ser el equivalente de
Lunae, de Ptolomeo (Veneris; Astarté).
Que el Ophiusa in oras prominens es el Cabo de Roca,
si no lo probase la fiel pintura que de él hace el periplo y sus
indicaciones itinerarias, lo probaría el siguiente pasaje.
7. UN
GOLFO.
Atque qui dehiscit
inde prolixus sinus
Non totus uno facile navigabilis
Vento recedit; namque medium accesseris
Zephyro vehente, reliqua deposcunt Notum (v. 174-8)
El navío
que, trayendo el rumbo de nuestro itinerario, dobla el Cabo de Roca, y para
seguir un golfo, que como va retrocediendo ante él, precisa viento del
este para andar la mitad de la distancia, y viento del sur para andar la otra
mitad, está en el fondo de la bahía del Tajo.
Las siguientes
descripciones terminan la demostración:
Et rursus inde si
petat quisquam pede
Tartessiorum litus,
exsuperet viam
Vix luce quarta ... (v. 178-80)
Una vía
que desde la bahía del Tajo lleva a la playa de los Tartessios,
desembocadura del Ana, se puede ver en Sprunner (Atlas antiquus, XVIII),
de Equabona a Esuris.
(37) Si desde la bahía del Tajo se llegaba en cuatro
días a la playa de los tartessios, en cinco, por los v. 180-2, se
llegaría a Malaca -lo que es imposible. Pero, según la
observación del Sr. Müllenhoff (pág. 102), estos cinco
días han de contarse comenzando en la playa de los tartessios y no desde
la bahía del Tajo, habiendo Avieno comprendido mal el pensamiento del
autor del itinerario,
8. CEPRESSICUM
JUGUM.
... tum
Cepressicum
Jugum intumescit. (v. 182-3)
Es el Cabo de
Espichel. La secuencia de la descripción lo va a probar.
9. INSULA
ACHALE.
... subjacet porro insula
Achale vocata ab incolis. (v. 183-4)
La isla llamada
por los naturales Achale, queda, como se ve, por debajo del
promontorio Cepressico (Cempsico, según algunos intérpretes).
Para determinar mejor su posición, necesitamos aproximar y estudiar el
siguiente texto, que viene después de una digresión
etnográfica, a primera vista trasladada:
Paetanion autem est
insula ad Zephyrum latens
Patulusque portus ... (v. 199-200)
Esta isla Paetanion, gracias al largo puerto que le
queda al lado y que sólo puede ser el puerto de Setúbal, ya que
entre el Tajo y el Cabo de San Vicente sería inútil encontrar
otro en estas condiciones, está
necesariamente identificada con la península,
(38) Es muy digna de atención la siguiente noticia
que debo al obsequio del Sr. Filippe Nery Delgado:
"Al Noroeste de Comporta, unos cuatro
kilómetros, según muestra la hoja respectiva de nuestra carta
corográfica, existe una gran depresión en la parte más
estrecha de la lengüeta de arena (cabo), por donde, dice la
tradición (y no es imposible, antes probable, que así sucediese),
que el Sado comunicaba con el océano. Efectivamente, la cota del arenal
en ese punto es de
donde
hoy se ven las ruinas
de Troia. La isla de Achale, que queda por debajo del primer promontorio
que se encuentra a partir de la bahía del Tajo hacia el sur, no puede
dejar de ser todavía la misma península, lo que además
insinúa a tenor mismo de las dos noticias.
¿Es que la
isla tenía dos nombres, uno de Achale,
dado por los naturales, y otro de Paetanion, que le
daba un extranjero?.
Este caso
sería único en nuestro documento; y el Sr. Karl Müllenhoff
supuso con buenas razones que en el texto primitivo (¿y porqué no
en el mismo texto de Avieno?) en lugar de un nombre local existiría uno étnico
en el genitivo del plural, de modo que no se hablaba aquí de la isla Paetanion, sino de los Paetanios, de los
incolae, a los cuales pertenecía la isla de Achale.
(39) Karl Müllenhoff, obra citada, pág. 105. El
afamado sabio pretende derivar este nombre de una palabra fenicia (ibidem),
más un étnico fenicio sería un caso totalmente anormal en
nuestro itinerario. ¿Es temerario de más aproximar Paetanios de
Vetones?
El pasaje que nos
ocupa contiene sin embargo otras dificultades, que solamente pueden ser aclaradas
por la crítica de las correcciones que le hicieron los censores.
Los manuscritos
tenían:
Paetanion autem est insula ad se fumum latet
Patulusque portus ...
Establecieron los
críticos que se fumum era
sólo una palabra, y unos enmendaron Zephyrum,
otros Sefumum, viendo un
promontorio en este último nombre, y como latet
formaba con est una
construcción más que bárbara, se cambió
aquél verbo para su participio latens.
La primera
lectura es absurda. Si la isla estaba oculta al poniente (ad Zephyrum latens),
estaría de tal forma distanciada de la costa, que no se podría
ver desde ésta, ya que no se imagina qué otra cosa pueda esconder
una isla en alta mar, a no ser su propia distancia de un punto dado.
En este caso no
se podía decir inmediatamente después:
... inde Cempsis
adjacent.
Populi Cynetum ... (v. 200-1)
porque los
cynetes en nuestro documento ocupan el actual Algarve, teniendo los cempses al
norte, y nadie se acordaría de decir de una isla perdida en alta mar,
que era el límite de los pueblos del continente. La isla no sólo
no está lejos de la costa, sino que ha de estar casi pegada a ella.
La lectura ad Sefumum no es menos insostenible. La
línea divisoria de los cempses y de los cynetes es el patulus portus (v. 200) y en este patulus portus es imposible dejar de
reconocer la bahía del Sado.
Ahora, entre la
bahía del Sado y la del Tajo solamente hay lugar para un único
promontorio en las condiciones del nuestro -el Cepressico ya citado. Si pues en
se fumum se ha de ver el nombre
desfigurado de un promontorio, este nombre sería entonces la
repetición de Cepressico o Cempsico.
Pero la lectura:
Paetanion autem est insula ad Cempsicum latens
Patulusque portus ...
tampoco es
aceptable.
Que se diga de la
bahía del Sado (patulus portus)
que está escondida, est latens,
se dice lo que es exacto y verdadero; pero el patulus
portus está escondido, siendo por eso que la isla de
Achale, la península de Troia, se interpone entre él y el
observador. Ahí tenemos pues la isla frente al navegante, y, por
más que se investigue, no se imagina que alguien pudiese decir de ella est latens.
La única
cosa que después de la bahía podía quedar escondida tras
la isla era el río Sado, y recordando la lectura del manuscrito:
Paetanion autem est
insula ad se fumum latet
Patulusque portus ...
pudiera ser que
por efecto de una caligrafía, que no necesitaba ser muy complicada, el
texto tuviera flumen donde los censores leyeran fumum.
Esta conjetura es
tanto más tentadora, ya que la corrección del presente latet por el participio latens, que sería necesario deshacer
ahora, fue una corrección forzada, que la letra del manuscrito, como
vimos, no autorizaba.
La
restauración del texto viciado sería entonces:
Paetanion (o Paetanum) autem est insula, ad se flumen latet
Patulusque portus ...
Eminentes
latinistas que consultamos rechazan esta lectura, únicamente por no
querer admitir en la frase ad se
el pronombre se con
función de relativo. La verdad sin embargo es que, haciendo
abstracción de esta objeción gramatical, la restitución
del texto, como su crítica nos la impone, no solamente no hace a la
letra del manuscrito la violencia que le hacen todas las otras, sino que da a
la pintura de esta región un relieve y una exactitud que mal puede atribuirse
a una mera casualidad:
"Por debajo
del promontorio Cepressico está una isla que los naturales llaman Achale
...
"La isla
pertenece a los Paetanios; junto a ella está escondido un río y
un largo puerto".
Sea como fuere,
que el promontorio Cepressico es el Cabo de Espichel, la isla Achale una y la
misma cosa que la isla de los Paetanios, y esta isla es la lengüeta de
tierra donde se encuentran hoy las ruinas de Troia, es lo que pensamos que no
puede ser puesto en duda por nadie.
Y, si no nos
equivocamos, es a las turberas de la bahía del Sado, que en los tiempos
antiguos exigirían los colores resaltados de una pintura, que hoy nos
parece exagerada, a las que se refieren los siguientes versos:
... aegre est fides
Narrationi pre rei
miraculo;
Sed quam frequens
auctoritas sat fulciat.
Aiunt in hujus
insulae confiniis
Nunquam esse formam
gurgiti reliquo parem
(Splendorem ubique
quippe inesse fluctibus
Vitri ad nitorem,
et per profundum marmoris
Cyaneam infundis esse
certum imaginem est)
Confundi at illic
aequor immundo a luto
Memorant vetusti; semper atque sordibus
Ut faeculentos gurgites haerescere. (v. 184-94)
(40) Son del Sr. Nery Delgado las siguientes informaciones:
"Muchos de nuestros ríos tienen en la zona
inferior de su lecho mayor un depósito lodoso, que es inmediatamente
subyacente a las arenas sueltas del litoral y geológicamente anterior a
los aluviones que esos ríos transportan en su régimen actual. En
muchos puntos ese depósito está sobre el nivel de las aguas
(campos y marismas de Murraceira, en frente de Figueira), pero en los
márgenes está oculto, quedando al descubierto solamente en la
marea baja (como se observa a la entrada de Figueira), y mostrando un aspecto
poco agradable y exhalando mal olor, por la descomposición de la materia
orgánica que encierra y animales que allí vivieran. Es a este
depósito lodoso al que está subordinada la turba que,
según me informó el Sr. Carlos Ribeiro, aparece en muchos puntos
de la bahía del Sado, concretamente en los márgenes del Juncal,
que viene a desaguar en este río pasando por Comporta, y también
en la parte descubierta durante la marea baja entre Comporta y el Monte da
Carrasqueira, en frente de Setúbal. La mayor parte de los lodos
negruzcos, que quedan al descubierto durante la marea baja, y que están
indicados en la carta corográfica por la convención respectiva,
dice nuestro amigo, prodrían llamarse turba impura".
10. CYNETICUM
JUGUM.
... tum Cyneticum
jugum,
Qua sideralis lucis
inclinatio est,
Alte tumescens ditis
Europae extimum,
In belluosi vergit Oceani salum. (v. 201-4)
Nadie contesta
que sea el Cabo de San Vicente.
Desde el Cabo de
San Vicente al Ana reaparece una confusión, análoga a la que nos
oscurecía la descripción de las costas del poniente, y que, como
vemos, se disipó con la pequeña restauración que hicimos.
Es una nueva
maraña. Desde el Cyneticum jugum
Avieno salta al río Ana, que desagua en un golfo, donde se encuentran
dos islas; sigue a
Y, siempre que
Avieno habla de los ríos Ana y Tartessos, lo absurdo es cierto. En el v.
223, el Ana es el límite de los cynetes y de los tartessios, pero en los
versos siguientes el Tartessos, que además dista del Ana un día,
lava el país de los ... cynetes. Al Ana sigue inmediatamente la
descripción de la costa entre este río y el Tartessos; pero
llegando a la desembocadura del Tartessos, Avieno nos dice que desde "el
río antes citado" hasta estos lugares hay un día de
navegación. Pero el río atrás mencionado es el Tartessos,
de forma que desde el Tartessos al Tartessos habría un día de
viaje.
Toda esta
confusión desaparece rápidamente, si continuamos teniendo
confianza en el anónimo, de la que tan digno se ha mostrado hasta
aquí.
Es imposible que
él escribiese:
... tum Cyneticum
jugum
...
Ana amnis illic
per Cynetes effluit
Sulcatque glebam. (v.
205-6)
Este río,
que el anónimo dice que corre no lejos del Cabo de San Vicente y
atraviesa la tierra de los cynetes, nada puede tener en común con el
Ana, que tanto adluit la tierra
de los tartessios, como la de los cynetes y no corre entre éstos.
En los v. 223-5, hablando
del río Tartessos, que adluit el país de los cynetes, el
anónimo escribía Ana, y no Tartessos, y es haciendo esta
sustitución cuando se vuelve exacta la nota de los v. 266-7, marcando la
cuenta de un día de viaje entre el Guadiana y el Guadalquivir.
En resumen, en
itinerario mencionaba tres ríos, el primero tal vez sin nombre
determinado, y Avieno, tomando este río anónimo por el Ana,
barajó toda esta parte de la descripción, como ya tenía
barajada la otra.
Lo que nos lleva
a esta convicción es que basta hacer la simple corrección que
indicamos para que el itinerario continúe siendo perfectamente
comprensible.
1. CYNETICUM
JUGUM.
2.
... amnis *****
illic per Cynetes effluit
Sulcatque glebam.
Este río,
atravesando el territorio de los cynetes, no lejos del Cabo San Vicente, viene
a desaguar a un golfo que se abre en una curva de la costa, orientada hacia el
mediodía;
... panditur
rursus sinus
Cavusque cespes per
meridiem patet (v. 206-7)
El río
***** se abre en dos brazos que rompen las aguas lodosas del golfo:
Memorato ab *****
gemina sesse flumina
Scindunt repente,
perque predicti sinus
Crassum liquorum
(quippe pinguescit luto
Omne hic profundum) trudunt agmina. (v. 208-11)
Se trata sin duda
de alguna curva de la costa (cavus cespes) entre
El río
***** es el Alvor;
(41) Las siguientes noticias, que debemos a la inagotable
bondad del Sr. Nery Delgado, completan y esclarecen nuestra
interpretación:
"El río que viene a desaguar en la bahía
de Lagos, y que bruscamente se separa en dos brazos, no me parece que sea el
Odelouca, pero sí el río Alvor, cuyo tramo occidental tiene en la
localidad el nombre de Valle da Lama. De los cuadernos de notas de viaje
de nuestro amigo (el Sr. Carlos Ribeiro) tomé las siguientes notas, que
me parecen de la mayor importancia en relación con el asunto:
En la bahía de Lagos, entre el margen izquierdo de la
ribera de Bensafrim y la costa, hay un extenso campo lodoso o pantano (las
Marismas) de más de
Próximo a la desembocadura del río Alvor, en
el margen derecho, en el sitio que denominan Ponta d’Arêa, se
descubre una serie de capas de arcilla lodosa oscura o ennegrecida encerrando
numerosas especies de moluscos en su mayor parte o todos idénticos a las
especies que actualmente ahí viven, y conteniendo también tallos
de plantas fosilizadas, como los lignitos. Según información de
los barqueros del Alvor, estas capas no aparecen en ninguna otra parte. Es sin
embargo inmensamente probable que éstas ocupen todo el largo Valle de
Lama.
Es a la naturaleza lodosa del fondo del río Alvor, a
la que se debe el canal de dos a tres brazas de agua, que el río ha
cortado junto al margen derecho, en cuanto que en el margen frontal es mucho
más bajo y hay una punta o cabito de arena.
Así se ve confirmada aquí en Alvor, con la
restricción apuntada arriba, la descripción del poeta, de un
río formado por dos brazos, lanzándose en las aguas lodosas
(mejor diría antes aguas cubriendo lodos) del golfo"
el sinus la
bahía de Lagos.
En esta
bahía estaban dos islas:
Hic insularum semet
alte subrigit
Vertex duarum;
nominis minor indiga est,
Aliam vocavit mox tenax Agonida. (v. 212-14)
La isla Agonida
parece ser la península, en la que más tarde encontramos el
Portus Anibalis, hoy Portimão, la isla anónima, la
península que le queda a poniente.
Que todo esto
debe ser buscado a poniente del Cabo de Santa María lo prueba
abundantemente la continuación del itinerario.
3. CAUTES
SACRA.
Inhorret inde rupibus
Cautes Sacra
Saturni et ipsa. (v.
215-6).
Es innegablemente
el Cabo de Santa María. La pintura siguiente todavía es hoy una
fotografía.
... fervet illisum mare
Litusque late saxeum distenditur. (v. 216-7)
4. EL
ANA.
Hinc dictum ad amnem solis unius via est,
Genti et Cynetum hic terminus. (v. 222-3)
Hinc, de
(42) Como se ve ahora claramente, Avieno está
aquí totalmente desorientado. Poniendo al Cyneticum jugum al pie del
Ana, el Cynetico venía a distar del Cabo de Roca, no un día, como
ciertamente le decía el itinerario, sino dos. Las posiciones del
Cynetico y de
pero hinc e hic
indican un único y mismo lugar y por el v. 223 este lugar es el Ana -genti et Cynetum
terminus. Se ve que el poeta no es consciente de lo que escribe.
La propia redacción de estos dos versos da sin embargo a entender que el
itinerario, después de
1.4 LOS HABITANTES DEL OCCIDENTE EUROPEO.
Escusamos, nos
parece, de malgastar palabras para poner de relieve como, del examen de
Las oscuridades
de este documento provienen principalmente de su extraordinario laconismo,
laconismo que para nosotros es más que muy sospechoso, como explicaremos
en adelante.
Mas lo que
importa principalmente reconocer es que el carácter absurdo y
disparatado, que por la mala interpretación que Avieno dio a su original
envolvió este escrito de una triste celebridad, desapareció
completamente.
Lo que
encontramos es un orden riguroso en la descripción, y una
precisión y una verdad notables en la pintura de un promontorio, o de un
golfo.
¡Cómo
pensar en un geógrafo que escribe dentro de las cuatro paredes de su
gabinete, o en un compilador que compone una obra a base de fragmentos!.
Y, si recordamos
que todo esto pasó por la traducción de Avieno, y que, no
obstante, estos pequeños paisajes conservan la viveza y naturalidad del
colorido, tenemos que perdonar al poeta todos sus destrozos, y agradecerle no
sólo la exclusión de cualquier noticia extraña al
anónimo, sino la fidelidad con que supo casi siempre reproducirnos su
pensamiento.
No se piense, a
la vista de esto, que tengamos una confianza ciega en el viejo itinerario y que
estemos siempre de su parte, incluso, y principalmente contra sus admiradores,
cuando, con el pretexto de esclarecerlo o explicarlo, según sus ideas
preconcebidas, le atribuyen lo que no dice, y le amputan, como
apócrifas, algunas noticias que sólo él podía
conocer.
En la parte que
nos queda por estudiar tendremos ocasiones sobradas de verificar esta
afirmación.
Los textos que
nos falta examinar respetan la parte etnográfica, desafortunadamente
cortísima en este documento.
Para
comprenderlos bien, es indispensable conocer el hábito del autor del
itinerario en cuanto a informaciones de esta especie.
Desde
Eamque late gens
Hibernorum colit. (v.
111)
De la isla de los
Albiones, que queda próxima a las Oestrymnides, dice todavía:
Propinquaque rursus insula Albionum patet. (v. 112)
Así,
después de nombrar una región, el anónimo nos dice
después los pueblos que las ocupan; el territorio de los Albiones es
indicado solamente por el nombre de sus habitantes.
Estamos
todavía en las Oestrymnides.
(43) El Sr. Karl Müllenhoff trata un poco duramente a
los que todavía persisten de ver en las Scilly a las Cassiterides de los
antiguos (nota de la pág. 92). Que para el autor del itinerario las
Oestrymnides no pueden ser las Scilly, es claro, ya que de estas
pequeñas islas no podía escribir -laxe
jacentes- puesto que ellas no pueden ser las Islas Británicas,
Inglaterra e Irlanda, es decir, la isla de los Albiones y la isla de los
Hibernos, como quiere el sabio alemán, también nos parece no
menos claro. De la primera dice el anónimo (v. 112) que es vecina
(propinqua) de las Oestrymnides; de la segunda que dista de las Oestrymnides
dos días de navegación (v. 108-9). Las Oestrymnides son por lo
tanto una cosa diferente de Irlanda y de la isla de los Albiones; y, admitiendo
que no hemos de tomar el vocablo -isla- en su riguroso sentido, las
penínsulas del sur de Inglaterra, y especialmente Cornwall, satisfacen
todas las exigencias del periplo. Es Cornwall la verdadera, sino la
única, región del estaño, y a la cual un navío,
partiendo de
¿Cómo
se llamaban sus habitantes?. ¿Oestrymnidos?. Es natural; sin embargo los
versos que debían reproducir esta noticia,
Tartessiisque in terminos Oestrymnidum
Negotiandi mos erat (v. 113-4)
aluden a los
tiempos de Avieno, y no a los del autor del itinerario, aunque sea muy probable
que el poeta falsee aquí la cronología, tal vez por imprudencia
(ver pág. 83). Pero que el anónimo nos afirma que en las islas
Oestrymnicas habitaban ciertos pueblos ligures es lo que nos parece que no
puede sufrir contestación, puesto que el sentido obvio de este pasaje:
... siquis dehinc
Ab insulis
Oestrymnicis lembum audeat
Urgere in undas,
axe qua Lycaonis
Rigescit aethra,
cespitem Ligurum subit
Cassum incolarum:
namque Celtarum manu
Crebrisque dudum
proeliis vacuata sunt:
Liguresque pulsi, ut
saepe fors aliquos agit,
Venere in ista, quae per horrentes tenent (v. 129-36)
el sentido obvio
de este pasaje, repetimos, nos parece que no puede ser otro sino -que en estos
lugares, las Oestrymnides, se habían refugiado aquellos ligures, que los
celtas habían expulsado de las heladas regiones del norte.
(44) No es esta la interpretación que se da
generalmente a este pasaje, que los comentaristas, a nuestro juicio, oscurecen,
mezclándolo con los de los v. 196-8, cuando éstos nada tienen en
común, ya que uno habla de los Ligures de las Oestrymnides, otro de los
Ligures de Ophiusa (ver nota 46). La cuestión, simplificada de este
modo, se reduce a saber si en la frase -Venere
in ista- el
pronombre ista se refiere a las
Oestrymnides, o a otros lugares. ¿Pero a qué lugares?. No podemos
dar crédito a que el itinerario, que nos describe únicamente el
viaje entre Tartessos e Hierne, y que parece contar las palabras, incluso
cuando escribe acerca de los países en los que toca y de los pueblos que
los ocupan, llegando a las Oestrymnides, nos diga que en una cierta parte del
norte habían vivido unos ciertos ligures, los cuales habitaban
actualmente los lugares ... que habitaban. Sería un rematado disparate,
del que este documento nos da ejemplo. Por otro lado, si el autor del
itinerario, estando en las Oestrymnides, como está, y juzgando
conveniente contar una noticia, relativa a ciertos pueblos ligúricos que
las habitaban, quisiese decir que estos pueblos, después de expulsados
del norte, se habían refugiado en estos lugares, en las Oestrymnides, es
difícil de imaginar que él se pudiese servir de otra frase, a no
ser -Venere in ista.
Refiriéndose a lugares remotos, debería emplear otro
demostrativo.
El anónimo
deja las islas Oestrymnicas y vuelve para el sur, atravesando de nuevo el golfo
de Vizcaya. Las costas de
El primer
país que cita, después de las Oestrymnides, es Ophiusa, y
aún así uno de los lados de Ophiusa, las costas septentrionales
de Hispania, son tratadas como un incidente indirectamente ligado al
itinerario.
A partir de
Cempsi atque Saefes arduos colles habent
Ophiusae in agro; propter hos pernix Ligus
Draganumque proles sub nivoso maxime
Septemtrione collocaverant larem. (v. 195-8)
Para nosotros es
intuitivo que el itinerario, llegando al límite de Ophiusa (en
Hispania), y antes de entrar en una nueva región, la de los cynetes, nos
menciona, según su costumbre, los pueblos de la región que
acabó de visitar y describir, y que es únicamente Ophiusa.
Es pues
sólo en Ophiusa (en Hispania) donde debemos colocar:
1. Los
Cempses y Saefes.
Separados
aquellos de los cynetes por una línea que desde el sur de la
bahía del Sado se trace para el naciente. Estos pueblos habitan las
ásperas montañas del país, sin que por eso debamos inferir
que dejasen las planicies al abandono.
(45) Después de Avieno, sólo Dionisio
periegeta conoce estos cempses, extendiéndolos hasta la raíz de
los Pyreneos (obra citada, v. 338), suponiendo algunos críticos que
ambos autores bebieran de la misma fuente. Sería entonces más
justo decir que en el poema de Avieno está contenido el documento que
sirvió a las noticias de Dionisio. En este caso no es la autoridad de
éste la que puede prevalecer sobre la de aquél. Los cempses que
colindan con los cynetes, a partir de la bahía del Sado, ocupan parte de
2. Los
Ligures y Draganes.
Estos pueblos
habitan el nevoso septentrión. Ocupan por lo tanto la parte
septentrional de Ophiusa, pero deben extenderse desde el Mar Cantábrico
hasta una línea al sur que los separe de los cempses y saefes, con los
cuales colindan (propter hos) -línea que no es posible precisar, a la
vista de las vagas indicaciones del anónimo.
(46) Dijimos en la nota 44, que los comentaristas, casi
todos, tienen asumido que los ligures, aquí mencionados, son un
único pueblo, del que se ocupó el anónimo, hablando de las
Oestrymnides. El Sr. Arbois de Jubainville (Les premiers habitants de
l’Europe, pág. 235), de acuerdo con el Sr. Müllenhoff
(obra citada, carta al final del volumen), coloca estos únicos ligures
en las costas de
¿El nivosus maxime
septemtrio tiene alguna relación con el norte de Europa?.
¿O con el norte de Hispania?. Si buscamos este nivosus maxime septemtrio en Europa,
encontramos el viejo territorio de los ligures, cassum
incolarum. Desde ahí es de donde huyeran para escapar de
los celtas, y no sólo ningún pasaje del itinerario autoriza a
afirmar que diga una sola palabra de las costas de
Los ligures, expulsados del norte de Europa por los celtas,
vendrían a refugiarse por las inmediaciones de
Se ve que todo esto es violento y forzado. Si acomodamos en
las Oestrymnides a los ligures de los v. 129-45, y "en la parte más
septemtrional" de Ophiusa a los ligures de los v. 196-8, cesan todas las
incongruencias, los textos son de una suma claridad, y queda apenas para los
contrarios el negar que en el tiempo del autor del itinerario no podía
haber ligures en las Oestrymnides y en Ophiusa al mismo tiempo.
Después de
Ophiusa, que es por lo menos una larga faja de las costas del norte y de las
costas del poniente de Hispania hasta el sur de la bahía del Sado, en
anónimo cita:
3. Los
Cynetes.
Este pueblo tiene
por límites, el naciente del río Ana; al sur y poniente el mar;
al norte los cempses, pareciendo que los saefes ya no colindan con ellos, y
pudiendo inferirse que los deberíamos buscar más hacia el
interior.
Como se ve, en la
parte etnográfica el anónimo no es menos lacónico que en
la topográfica, y, a pesar de la mención de algunos pueblos que
vemos pasar como sombras, la impresión que nos deja la pintura de las
costas de Hispania es la de un viaje a lo largo de un país desierto, de
una verdadera Ophiusa, de la que bien puede decirse:
Vacuamque glebam nominis fecit sui.
Pero en este
desierto habitan algunos pueblos; en Achale hay indígenas que denominan
así a la isla; el golfo oestrymnico también se abre delante de los
habitantes del Oestrymnis, y en estas costas desiertas el itinerario nos dice
en medias palabras que conoce los puertos de
La reserva de
este documento, volvemos a decirlo, es por eso muy sospechosa para nosotros, y
sobre este problema y otros de importancia todavía mayor no
arrojaría poca luz el conocimiento de la nacionalidad del autor del
itinerario y de la época aproximada de la composición de su obra.
Cualquiera de
estas cuestiones es extremadamente delicada, principalmente para nosotros, que
en el terreno en que nos colocamos, estamos obligados a llegar al fin de nuestro
trabajo, casi siempre en desacuerdo con las opiniones generalmente recibidas.
Eso no obsta a
que continuemos la marcha.
1.5
Sobre la
nacionalidad del autor del periplo se tienen aventurado dos suposiciones. Una
que este autor es un griego, y nominadamente Pytheas.
(47) Es lo que pretende demostrar el Sr. W. Christ en su
escrito: Avien und die ältesten Nächrichten über
Iberien, etc.
Atendiendo a la
antigüedad que se respira en todo este documento, y en los medios de toda
clase, con los que los fenicios, monopolizadores del comercio del Occidente,
sabían librarse de toda competencia,
(48) Los fenicios enviaban a pique a los navíos
extranjeros que encontraban entre Sicilia y las Columnas de Hércules,
según Eratósthenes (en Strabon XVII; 1, 19). En cuanto al
misterio que hacían de su comercio hacia fuera de las Columnas,
principalmente para el norte, basta conocer el hecho narrado por Strabon (II,
V, 11). Sería fácil mostrar con innumerables citas que el
Atlántico, gracias por cierto a la artimaña de los fenicios, se
volvió para los antiguos en una especie de mare tenebrosum, como
más tarde lo fue para los árabes. Creen algunos que, en el
intervalo entre la dominación tyria y cartaginesa, la navegación
para Gades y fuera de Gades, estuvo libre, porque Colaeus de Samos, y
después los Focenses de Marsella, aparecen en Tartessos; pero el primero
tuvo allí un naufragio (Herodoto, IV, 152), y los segundos ni pasaron de
Tartessos, ni ahí volvieron, a pesar de las instancias de Arganthonius y
de las riquezas que les dio (Herodoto, Y, 163).
apenas el nombre
de Pytheas podría recordarse como autor de un itinerario como el
nuestro, que sólo podía ser escrito por un testigo ocular, ya que
sólo Pytheas, llevado de su pasión por los descubrimientos
geográficos, y que llegó innegablemente a las regiones del norte,
despreciando todos los peligros, sería capaz de tal trabajo.
(49) Queda todavía por probar si Pytheas vio las
costas occidentales de Hispania. Lo que se sabe de sus aventuras es que hizo un
viaje al norte de Europa, otro desde Gades al Ponto Euxino (Strabon, II, IV,
1). El viaje al norte no implica necesariamente la circunnavegación de
Hispania; el segundo viaje casi la niega indirectamente.
Pero esta
opinión, sustentada por el Sr. W. Christ, ha encontrado pocas
adhesiones, que sepamos, y, en verdad todo lo que consta de las afirmaciones
que Pytheas nos dejó casa poco o nada con las informaciones que nos da
el itinerario.
(50) Un hecho bastará, creemos, para fundamentar esta
afirmación. Según el Sr. W. Christ, las noticias de Eratosthenes
sobre el norte y occidente de Europa son extraídas de los escritos de
Pytheas (obra citada, pág. 33 y siguientes). Pero Eratosthenes conoce ya
celtas junto a Gades (Strabon, II, IV, 4) y veremos que el itinerario no dice
una palabra acerca de celtas en Occidente y mucho menos en Hispania.
La segunda
opinión, en vía de volverse dogmática, es que el autor
primitivo del itinerario fue un fenicio, pero que su obra llegó a manos
de Avieno ya en una traducción griega, y con interpolaciones en ella
introducidas por el primer traductor.
(51) Karl Müllenhoff, obra citada, pág. 83 y
siguientes.
Esta
última suposición, que envuelve al viejo documento en una sospecha
de apocrificidad vaga, nos impone la obligación de investigar
escrupulosamente sus textos, sin lo que podríamos atribuír a un
antiquísimo informador noticias de un escritor relativamente moderno, y
las gravísimas consecuencias de un equívoco de tal orden son
fáciles de imaginar.
Es ese un punto
que trataremos conjuntamente con el examen de las pruebas a favor o en contra
de una traducción griega; por la conexión que las dos cosas
tienen entre sí.
Ambas opiniones
antes mencionadas ya dejan entrever que hay alguna cosa de intuitivo en cuanto
a la intervención de un griego en la composición del itinerario,
y eso proviene del examen mismo de
Pero aquí
no recordó siquiera, nos parece, el tratar de saber si en el itinerario
de Hierne a Tartessos provenía de la misma mano que en la
descripción de las Columnas de Hércules para el naciente. Se da
como incontroversa la unidad del periplo, argumentando así con la
evidencia de las pruebas en cuestión, abundantes en el itinerario del
naciente hacia el poniente, donde realmente no son muchas.
(52) Exceptuando la sección del Ana al Tartessos,
donde Avieno comienza a hacer una amalgama insoportable con las noticias del
itinerario, las de sus autores griegos y sus propias observaciones.
Compárese esta sección con las anteriores y se ha de notar la
diferencia que va del simple al compuesto. En todo el itinerario del naciente
continúa este nuevo proceso, en que a cada paso interviene la
comparación del presente con el pasado.
Por lo de pronto
esta idea, si no nos equivocamos, es falsa.
El encadenamiento
de las medidas itinerarias desde Hierne a las Columnas y desde las Columnas
hasta Pyrene, que podría tal vez invocarse a favor de aquella
opinión, es ya una de las razones que nos obliga a rechazar la unidad de
la descripción. Este encadenamiento es absurdo, y porque este absurdo es
hijo de un error grosero de Avieno, es incuestionable que el poeta en este
punto no seguía sino su propia inspiración.
Basta leer el
siguiente pasaje para reconocer que solamente Avieno puede tener la
responsabilidad de los disparates que contiene:
Sed in Pyrenem ab Columnis Herculis
Atlantico gurgite et confinio
Zephyridis orae cursus est celeri rati
Septem dierum
(v. 562-5)
Como puede verse
del v. 225-7, Zephyridis
está en el margen izquierdo del Ana y próximo a su desembocadura.
Así las Columnas de Hércules por esta novísima lectura
quedarían al pie del río Ana. Pero ya sabemos que en virtud de la
confusión de los ríos Alvôr, Ana y Tartessos, hecha por
Avieno, para él el Ana se vuelve el Tartessos, resultando de aquí
que Zephyridis está
próximo a este falso Tartessos, y que el poeta piensa ahora que poner las
Columnas de Hércules cerca de Zephyrides o de Tartessos es la misma
cosa.
Si hacemos
abstracción de la traslación aquí inventada por Avieno, y
atendemos solamente a que, siendo la desembocadura del Tartessos una
estación itineraria del periplo del poniente, el punto de unión
de las dos secciones hecho aquí y no en el Estrecho muestra una
opinión singular que mal puede ser otra sino la del anónimo, la
misma navegación de siete días desde Pyrene a las Columnas, que
se da ya como anormal -celeri rati- no podía ser indicada por un periplo
que hacía toda la navegación de las costas del poniente en cuatro
días, sin pensar ciertamente en viajes excepcionales.
Y lo que parece
decisivo es que el itinerario del Ocidente cuenta por cortas secciones
itinerarias, a veces de un día, y ninguna razón podría
explicarnos que alterase su hábito desde las Columnas hacia el naciente,
dejando de ser más minucioso en la parte principal de la
descripción, de lo que fue en un mero incidente de ésta.
Pero oigamos al
propio Avieno.
El poeta escribe
su poema para satisfacer la curiosidad de Probo, que deseaba conocer las
regiones de Palus-Meotide (v. 32-3). Le dará sin embargo más de
lo que le pide su amigo, porque comenzará su descripción desde el
"estrecho Tartessio" (v. 54), pintándole lo que hay de notable
desde el Estrecho hasta el Ponto Euxino (v. 68-69). Para todo este trabajo
Avieno tomó a Salustio por modelo (v. 33-36), compilando, probablemente
para la descripción de las regiones donde le falta aquella guía,
en Hecateo, Hellanico, Phileas, Scylax, Pausimaco, Damastes, Bacoro, Euctemon,
Cleon, Herodoto y Thucydides, excluyendo, como se ve, a los escritores que
traspasen unos ciertos límites cronológicos que él impone.
(53) Con qué fines no es fácil de comprender.
Que sea por mero "divertimento arqueológico" nos parece
razón poco seria, mucho más cuando apenas poseemos un fragmento
de su obra, faltando por eso las piezas del proceso para la condena o
absolución de su procedimiento.
Pero Avieno es
doblemente generoso; dará a Probo dos veces más de lo que le
pidió; no comenzará su
descripción sólo desde el "estrecho Tartessio",
comenzará "paulo altius"
(v. 76-7), y es para cumplir esta última promesa por lo que él
incluye en su poema la parte de la descripción que hemos examinado.
¿Nos dice
en esta parte que utilizó a los autores griegos que enumeró
atrás?. No lo dice, y, aunque lo dijese, nadie le daría
crédito. Aunque casi todas las obras de aquellos escritores estén
hoy perdidas, no hay que dudar que en relación a las cosas del Occidente
sabían tanto como Herodoto, el cual declara haber oído hablar de
las Cassiterides, pero ignorar en dónde podían estar, es decir,
no sabían absolutamente nada.
(54) Herodoto, III, 115
¿Cúales
son entonces sus guías para el itinerario del poniente?
Al comenzar esta
parte de la descripción, dice:
... namque fulcit
haec fides
Petita lonje, et
eruta ex auctoribus (v. 78-79)
y, al terminarla
antes de comenzar la del naciente, dice todavía:
Haec nobis ab imis Punicorum annalibus
Prolata longo tempore edidimus (v. 414-415)
Y llegando, en la
descripción del poniente, a ser importuno con sus monótonas
referencias a Himilcon.
(55) V. 117-20; 382-89, 408-13.
después,
en toda la descripción del naciente, nunca más alude a Himilcon y
a los autores púnicos.
Que él no
pone la vista sobre el periplo de Himilcon, resulta del mismo contexto de sus
citas;
(56) Himilcon no podía decir, por ejemplo, que
había empleado cuatro meses apenas en su viaje a las
Oestrymnides, incluso tomando a Cartago como punto de partida, etc. La pintura
de los v.122 y siguientes tendría mejor aplicación al Mar de
los Sargazos que al Mar del Norte, pudiendo suceder que Avieno cambie las
noticias de Hannon con las de Himilcon.
que él no
redacta su obra con materiales dispersos -ex auctoribus- y se
sirve de un documento único y nítidamente redactado, se prueba
abundantemente por el modo mismo en que lo desorganizó. Pero el
pedantismo que denuncian sus falsas referencias a Himilcon, nos deja en la duda
de si la alusión a los anales púnicos concierne únicamente
a los extractos de aquél autor, si a éstos y al mismo tiempo al
documento que traduce y que él reconoce como fenicio.
¿Es ahora
y por medio del traductor griego que él conoce esta última
particularidad?.
Avieno ni de lejos
da a entender que en esta parte de su trabajo entrasen datos griegos, y se
explica mal que, no avergonzándose, más bien haciendo alarde de
servirse de los escritores de la "Grecia antigua" para la
descripción del naciente, no sólo oculte en el itinerario del
poniente el que debía la ciencia a un griego, sino que diga de sí
mismo implícitamente que nada le debe, arrogándose así
-nobis- todo el trabajo.
Se dirá
que su declaración es justificada, viendo que en el itinerario del
poniente, incluso admitido que forma un cuerpo separado del itinerario del
naciente, hay pasajes que muestran evidentemente que la traducción de
Avieno está hecha sobre una traducción griega.
Mas veamos estos
pasajes.
Primero:
... haec (Ophiusa) dicta primo Oestrymnis est
Locos et arva
Oestrymnicis habitantibus;
Post multa serpens effugavit incolas
Vacuamque glebam nominis fecit sui. (v. 154-7)
Ophiusa es un
nombre griego -se dice, lo que prueba que un griego colaboró en este
documento; y el hecho, que nos cuenta la fuga de los habitantes de la antigua
Oestrymnis delante de las serpientes, no es para el Sr. Müllenhoff mas que
una fábula inventada por el traductor griego, que leyendo en el periplo
un nombre equivalente de Ophiusa, no resistió la manía de
fabricarle una etimología.
(57) K. Müllenhoff, obra citada, pág. 86.
Debemos inferir
de aquí que el nombre que el traductor griego encontró en el
periplo fenicio (porque para el Sr. Müllenhoff el periplo es fenicio), y
que tradujo por Ophiusa, era un nombre fenicio.
Sin embargo ha de
observar lo siguiente: en el itinerario del Occidente ninguno de los nombres
locales es fenicio. En él algunos promontorios eran ciertamente
designados con nombres de dioses fenicios, que el traductor nacionalizó
en su lengua; mas, aparte de este caso, que se explica muy naturalmente, las
demás denominaciones son probablemente tan indígenas como Achale,
que el itinerario declara expresamente como tal: Oestrymnis,
(58) En vano buscamos en Bochart la etimología
fenicia del nombre de Oestrymnis, que el Sr. F. Rougemont (L’âge
du bronze, pág. 119) dice haber hallado en este escritor.
Según el Sr. Müllenhoff (pág. 91, nota), ha sido
infructífera toda tentativa de tal descifrado en el dominio de las
lenguas semíticas. No sabemos si las lenguas arias también sido
consultadas.
Cempsicum jugum,
según la corrección adoptada por el Sr. Müllenhoff,
Paetanion, Achale, Cyneticum jugum, Agonida, Ana.
El nombre de
Cyneticum eleva, incluso contra el argumento arrancado del nombre de Ophiusa a
favor de la intervención de un traductor griego, una objección
formidable. En las costas del sur de
(59) Canigou,
Canet (F. Saulcy, Étude topographique sur l’Ora maritima,
pág. 8).
Las
mismísimas razones, producidas por el Sr. Saulcy en favor del origen
griego del Cyneticum litus, militan a favor del Cyneticum
jugum;
(60) El cerro del monte que forma el Cabo de San Vicente se
llama todavía "Espinhaço do Cão".
y todavía
nadie sostendrá que el traductor griego nacionalizase este nombre en su
lengua, porque felizmente el radical de este nombre es el mismo que el del Cynetes
populi, y no recordará ciertamente a nadie que en la
denominación de un pueblo de Hispania, conocido por otras fuentes
históricas, influyese en nada el traductor de un periplo casi desconocido
o el arbitrio de un traductor griego.
Así la
existencia de un nombre, tan genuinamente griego en apariencia como el de
Ophiusa, es tan antiguo en el Occidente, por lo menos, como el propio
itinerario;
(61) Ya Timeo (Frag. 6, de. Didot) daba a entender la
existencia de nombres topográficos de fisionomía griega en el
extremo occidente y el norte de Europa, y por ellos pretendía confirmar
el historiador la tradición, según la cual los argonautas
hallarían el camino desde el Ponto Euxino hasta el Mar del Norte,
volviendo a su patria por el Océano Atlántico y el
Mediterráneo. Tácito, Plutarco, Ammiano Marcellino, y otros, se
ocupan con estos antiguos griegos en el noroeste de Europa y en las islas
Británicas. Según Justino, los gallegos se jactaban de descender
de los griegos, etc.
y, si no se puede
admitir la intervención de un traductor en este documento, ni la de
ningún escritor griego, para explicar la fisionomía griega del
nombre de Cyneticum jugum, no vemos porqué razones la hemos de admitir
para explicar la de Ophiusa.
Segundo:
At hinc duobus in
Sacram (sic insulam
Dixere prisci)
solibus cursus rati est. (v.
108-9)
En la
denominación de Sacra, dada aquí a Irlanda, se ve otra prueba
evidenciando la traducción de un griego.
El Sr. Gaidoz,
con otros sabios , sugiere que el nombre de Sacra, con que se designa a
Irlanda, no es más que un equívoco originado por el antiguo
nombre de la isla -Hièrne- con la palabra griega i e r a
´-santa.
(62) Revue Celtique, II, 353 y siguientes.
Pero
Hièrne o Ièrne, si no nos equivocamos, no tiene nada que ver con i e r a ´, y
todos los griegos que emplearon este nombre -Hièrne- asociaban a la isla
tal carácter de santidad, que Strabon llega a llamarla tierra de
antropófagos.
(63) Strabon, IV, V, 4.
¿Sería
el traductor griego del itinerario el único que, alucinado por una falsa
asonancia, hizo de Ièrne Ierà?. Pero, según el autor del
itinerario, o, si se quiere, de su traductor, quien daba a Irlanda el nombre de
Hièrne o Ierà eran los antiguos, prisci,
de donde resulta que en el tiempo del itinerario, o de sus traductores, el
nombre de la isla era ya otro, no pudiendo confundirse con i e r a
´. ¿Como es entonces
que Irlanda siga siendo conocida hasta los últimos tiempos por el nombre
de Hièrne, cuando este nombre ya era una reminiscencia
arqueológica para los colaboradores del periplo?.
Estos antiguos,
prisci, a nuestro modo de ver, no son sino los antecesores del primitivo autor
del itinerario, y nos parece tan natural que los antiguos fenicios, prisci,
diesen a Irlanda por cualquier motivo la denominación de Sagrada, como
se la dieran al Cabo de Santa María (Cautes Sacra), y como dieran la
denominación de Sagrado al promontorio de Irlanda, donde probablemente
arribaban, yendo desde las Oestrymnides, pues ciertamente se concederá
que esta denominación de "Sacrum promontorium"
(64) Ptolomeo, 1ª T. de Europa.
no es obra de los
irlandeses y mucho menos de los griegos y romanos, ya que no consta en parte
alguna que comerciasen con esta isla:
Las mayores
presunciones, por lo tanto, son que el traductor del itinerario, fuese quien
fuese, encontró en este pasaje no un nombre que se confundiese con la
palabra griega i e r a ´, sino una denominación fenicia que
significaba -Sacra insula.
Tercero:
... siquis dehinc
Ab insulis Oestrymnicis lembum audeat
Urgere in undas, axe qua Lycaonis
Rigescit aethra, cespitem Ligurum subit
Cassum incolarum; namque Celtarum manu,
Crebrisque dudum proeliis vacuata sunt:
Liguresque pulsi, ut
saepe fors aliquos agit
Venere in ista, quae
per horrentes tenent
Plerumque dumos:
creber his scrupus locis,
Rigidaesque rupes,
atque montium minae
Coelo inseruntur: et
fugax gens haec quidem
Diu inter areta
cautium duxit diem,
Secreta ab undis; nam
sali metuens erat
Priscum ob periclum:
post quies et otium,
Securitate roborante audaciam,
Persuasit altis devehi cubilibus,
Atque in marinos jam locos descendere. (v. 129-145)
En este pasaje,
además célebre, y de un interés capital, como intentaremos
demostrar más tarde, no hay una sola palabra que denuncie aparentemente
la mano de un griego; pero el Sr. Müllenhoff la considera como una
interpolación de un traductor griego, descubriendo incluso por ella la
nacionalidad y patria del traductor y la fecha de su traducción.
Bajo un velo un
poco diáfano para el sabio crítico, este pasaje reproduce los
hechos históricos sucedidos en
Un episodio de
los desastres sufridos entonces por los ligures del Mediterráneo, y
todavía frescos para un marsellés que tenía motivos para
odiar a sus vecinos, sería aquí transferido por él para la
historia de los ligures que el periplo, que él traducía, le
mencionaba al norte, no obstante supiese que su ilustración era falsa.
(65) Karl Müllenhoff, obra citada, pág. 87.
De aquí la
inferencia en cuanto a la patria del traductor y a la fecha de su
interpolación.
Mas comparemos
los hechos historiados por Polybio con las noticias de
Según
Polybio, los marselleses fuertemente presionados por los ligures piden socorro
a Roma, que se apresura a mandar diputados a
(66) Polybio, XXXIII, 4, 6, 7.
¿Qué
dice el pasaje de
Los ligures
vivían en el alto norte, en las regiones heladas de
Como se ve, entre
los sucesos narrados en
Después de
estos tres pasajes, han sido lanzadas algunas palabras y frases vagas sobre los
traductores.
Ya tocamos en uno
de estos puntos hablando de Irlanda, a la cual los antiguos, prisci, habían llamado Sacra. Del
promontorio Oestrymnis se dice igualmente que así era denominado por el oevum antiquius.
Estas alusiones
tienen el mismo valor cronológico, como es manifiesto, y si una de ellas
pudiese ser aclarada, la misma luz debería aclarar a las otras.
En cuanto al
Oestrymnis, si el oevum antiquius
lo denominaba así, está claro que el autor que hace esta
observación sabe que en su tiempo el promontorio tenía otro
nombre, y cuál. Pero quien hace esta observación no puede ser
ningún traductor del itinerario, por la simple razón de que, si
el traductor ni siquiera sabe, conforme vimos, donde está el Oestrymnis,
menos puede saber el nombre que le daban en su tiempo.
La noticia por lo
tanto tal vez puede provenir del redactor primitivo del documento. Es él
quién no sólo hace referencias a épocas anteriores a la
suya, sino que se sirve de nombres locales arcaicos que le transmitieran los prisci, antiqui,
ya que, supuesto que el nombre de Oestrymnis sea arcaico, continúa
empleándolo y no nos transmite el equivalente moderno.
En
relación al Oestrymnis se da más el caso de que no pueden ser
estos antiguos los habitantes, a los que el promontorio
debía el nombre, puesto que estos antiguos informadores de nuestro
navegante serían entonces los Oestrymnidos, y los Oestrymnidos
habían desaparecido, hace mucho, quedando su país desierto o
habitado por gente nueva.
¿Quiénes
eran entonces estos prisci?
El enigma nos
parece fácil de descifrar, si admitimos por hipótesis la
existencia de un pueblo que, por el paso de los siglos, pasa y repasa por
delante de este promontorio, cuyo nombre, -Oestrymnis- aprendió de sus
habitantes desde el día en que lo conoció, y así
siguió llamándolo siempre, independientemente de las revoluciones
por las que pasó aquél país y su toponimia -revoluciones
que son completamente indiferentes para un extranjero, el cual nada gana en
innovar los nombres tradicionales de sus estaciones de comercio, antes al
contrario.
Esta
hipótesis es un hecho conocido por todo el mundo. Desde el siglo XI, por
lo menos, antes de nuestra era, los tyrios y después los cartagineses
pasan y repasan mil veces por delante del promontorio Oestrymnis en sus viajes
al país del estaño y del ámbar.
(67) Es aceptado generalmente la fecha del 1.100 antes de
nuestra era para el establecimiento de los tyrios en Gades.
Así para
nosotros, estas alusiones a los prisci,
al oevum antiquius, sólo
son referencias de un navegante, relativamente reciente, a otro más
antiguo y respetado, y estas palabras empleadas por el itinerario con una
intención determinada, y no con la aplicación vaga que le
podía dar un traductor, demuestran evidentemente que el autor del
periplo es un cartaginés, que con el comercio de los tyrios había
heredado también sus itinerarios (no diremos escritos) y los nombres que
en ellos venían anotados.
(68) En la exposición de los fenómenos que se
dice -aiunt- que tienen lugar en
los confines de la isla Achale, Avieno interviene personalmente, según parece,
para librarse del desastre de una superstición vulgar. "La cosa
cuesta creerla, de tan milagrosa que es; pero no hay un sólo testigo que
la afirme, hay muchos". El autor del itinerario, que podía
desengañarse por sí mismo de si lo que se decía
tenía o no fundamento, no debía expresarse de ese modo. La nota -memorant vetusti- parece pues indicar apenas
una relación entre Avieno y el narrador primitivo.
En este
presupuesto son los tyrios los prisci
que dieran a Irlanda, extremo límite de la navegación occidental
fenicia, el título de Sacra,
y esta denominación parece ser tan rutinaria como la de Oestrymnis, ya
que ninguna palabra del texto del itinerario, da a entender que Irlanda
continúe teniendo para los cartagineses la santidad que tenía
para sus predecesores.
Para terminar la
lista de las interpolaciones, nos resta examinar el tramo siguiente:
Tartesiisque in terminos Oestrymnidum
Negotiandi mos erat; Carthaginis
Etiam coloni, et vulgus, inter Herculis
Agitans Columnas, haec adibant aequora,
Quae ... (v.
113-16)
Omitimos la
transcripción de los v. 117-28, por ser una de las fastidiosas
citaciones de Himilcon, e incapaz de engañar a los más ingenuos.
Los versos
transcritos son, como los omitidos, una interpolación de Avieno, y tan
manifiesta, como si tuviese su firma. Con intención o sin ella, el poeta
que hasta aquí empleaba los verbos en presente, los cambia al pasado -erat, adibant-,
y, cuando nos consta que los colonos de Carthago, los gaditanos sin duda,
habían frecuentado los mares del norte, es como si nos dijese que no los
frecuentaban en su tiempo, y remitirnos a este pasaje, en el que se nos
presenta como un testigo ocular:
... nunc egena (Gadir), nunc brevis,
Nunc destituta, nunc ruinarum agger est.
Nos hoc locorum, praeter Herculaneam
Solemnitatem vidimus nihil mirari. (v. 271-74)
Lo que
podría ponerse en duda es si Avieno reune aquí dos noticias, una
suya, otra del autor que traduce, colocándolas en el mismo momento
cronológico, cuando la primera, la que nos relata el comercio de los
tartesios con los oestrymnidos, es extraída de su anónimo, el
cual, narrando un hecho contemporáneo suyo, no podía emplear el
verbo erat, sino est.
Nos parece esto
más que probable.
(69) Finalmente, es significativo que en todo el itinerario
nunca aparezca expresamente mencionado el nombre de los tyrios y de los
carthagineses, a propósito del famoso comercio con el norte.
Y aquí
termina la lista de los pasajes que provienen de la mano de un traductor
griego, y la de las interpolaciones, que podían alterar el pensamiento
original del autor del itinerario.
De este examen lo
que incidentemente se averiguó fue que, cuanto más se pule este
documento, más indicios se le descubren de su origen fenicio.
Este se verifica
igualmente por la afirmación de Thucydides, según la cual era
costumbre de los fenicios ocupar y probablemente consagrar a sus divinidades
los promontorios de las costas que navegaban,
(70) Thucydides, VI, 2. Es por lo menos lo que hacían
en Sicilia.
y de hecho vemos
el Cabo de Santa María consagrado a Bel, el Cabo de Roca probablemente a
Astarté,
No son
también argumentos de poco peso las largas medidas itinerarias del
itinerario del poniente, y que hablan en alabanza de los tiempos áureos
de la marina de los fenicios.
Este documento es
pues ciertamente fenicio; y, si los antiguos, a los que alude,
son los tyrios, como suponemos, el autor del periplo no puede dejar de ser un
cartaginés, y el maximum de la fecha del itinerario queda
limitado al tiempo en que, después de la ruina de Tyro, el comercio del
extremo Occidente pasa a manos de Cartago.
(71) Sobre este punto ver K. Müllenhoff, obra citada,
pág. 108 y siguientes.
En cuanto a la
adulteración del documento, debida a las adiciones del traductor griego
y del latino, para nosotros es más que dudosa
la existencia de un traductor griego. Admitiéndola sin
embargo por exceso de prudencia, las alteraciones llevadas a cabo por él
consistirían, cuando mucho, en la sustitución del nombre de
Ophiusa por otro, y en la modificación del nombre de Hierne. Esto es
casi decir que el viejo itinerario acabó intacto; y lo que prueba hasta
cierto punto que el traductor o traductores respetaran su integridad, y estaba
lejos de su ánimo sobrecargarlo con episodios ajenos, es que ni siquiera
vemos aquí la mención de Thule y otras noticias relativas al
norte, en boga después de Pyteas, y que un traductor comido por el
prurito de ostentar su erudición, no dejaría de introducir junto
con todo lo que le recordase.
Más ni el
propio Avieno, el parafrasista de Dionisio, cometió este pecado. Sus
adiciones se limitan, como hemos mostrado, a una noticia que tenía
relación con lo que él presenciara en
Gades, y ahí mismo el cambio de tiempo de los verbos da a su
interpolación el carácter de una apostilla, cuya paternidad
él no pretende disfrazar. Verdad es que esta loable reserva desaparece
en la última sección de este mismo itinerario de poniente, del
Ana hacia el Tartessos, donde las noticias del autor del itinerario son ya
mezcladas con noticias de otra procedencia; pero eso mismo probaría que
del Ana para el norte el terreno era tan desconocido, que la audacia de
cualquier intruso tenía que retroceder ante el peligro inevitable de
sólo decir absurdos.
La
interpolación sugerida por el Sr. Müllenhoff, de la cual tratamos
en la pág. 78 y siguientes, no la podemos admitir en modo alguno, y
vamos a examinarla más detenidamente, no sólo por la suma
importancia que tiene en sí mismo este famoso pasaje, sino para
ayudarnos a fijar mejor la fecha del itinerario.
Bueno
sería leer con toda atención los versos que están
transcritos en la pág. 78.
Se nos dice
aquí que la antigua patria de los ligures es el extremo norte. Para
precisar su posición, Avieno emplea casi las mismas palabras que emplea
en su Orbis descriptio, para precisar la de Thule.
(72) Longo dehinc celeri siquis rate marmora currat
Inque Lycaonis cymbam
procul urgeat Arctos
Inveniet
vasto surgentem vertice Thulen.
(Orbis
Descriptio, v. 758-60)
Sus indicaciones,
aún así, son muy vagas. Sabemos apenas por ellas que la vieja
Liguria quedaba muy al norte de las Oestrymnides, y fuera de la isla de los
Albiones que estaba muy cerca de éstas, dado que quien desde las
Oestrymnides quisiese ir a la tierra de los ligures, tenía que afrontar
el mar y entrar en las heladas regiones de
Sin embargo, la
circunstancia de que la gente fugitiva no osaba, en su nueva patria, mostarse
en la playa,
... nam sali
metuens erat
Priscum ob
periclum
prueba que la
vieja tierra ligúrica estaba al borde del mar, y que por el mar es por
donde fue atacada. Una región en el alto norte, al borde del mar, y
sometida a una invasión marítima, no puede ser colocada sino en
las orillas del mar Báltico, en frente de Escandinavia. Pero es
precisamente en esa región, en el país del ámbar, en las
inmediaciones del Eridano (Rhin), donde los antiguos griegos, por cierto por
mediación de los fenicios, conocen a los célebres ligures, gobernados
por Cycnus, el amigo de Phaethonte, etc.
¿Qué
se hizo de este pueblo, al cual la mitología helénica
dedicó algunas páginas graciosas, y del que ningún
escritor encontró más tarde vestigios?.
Un fenicio del
siglo VI nos iba a explicar el enigma. Es que los ligures fueran un día
súbitamente atacados por los celtas, que venían del otro lado del
mar. Durante mucho tiempo, y a costa de mucha sangre, los viejos ligures
combatieran por sus tierras; pero al fin se apoderó de ellos tal pavor,
que huyeran a lo largo de las costas de
Al fin de mucho
tiempo -diu- como nada
justificase sus aprensiones, los ligures se van estableciendo por la costa.
Según la observación del itinerario, los celtas desdeñaran
el territorio de los ligures, dado que acabó cassum incolarum.
¿Qué
tiene este pasaje de tan extraordinario, que no pueda estar escrito por un
fenicio del siglo VI, y sí por un marsellés del I?.
El Sr. Karl
Müllenhoff tiene por incontroverso que nadie en los tiempos modernos (en
el de los traductores) podía saber nada de la expulsión de los
ligures septentrionales por los celtas.
(73) K. Müllenhoff, obra citada, pág. 86.
Es evidente; pero
del mismo modo ¿quién en los tiempos modernos podía saber
si los ligures, huidos del norte, se refugiaran en las Oestrymnides, o que
hacían o no hacían aquí?.
¿Quién
podía saber si los celtas, después de la ruina de los ligures,
despreciaran el país de éstos, no ocuparan las costas
occidentales de
¿Quién
podía saber si los celtas vinieran del otro lado del Mar del Norte?.
Todo esto que un
moderno no podía saber, podía y debía saberlo un antiguo
fenicio que frecuentaba habitualmente los mares del norte, y convivía
con las víctimas de los celtas.
Incluso si
pudiese probarse que parte de los hechos aquí historiados era falsa o
fabulosa, la autenticidad de todo el texto quedaba a salvo; porque aunque a
cualquier griego le sobrase arte para improvisar todo esto y mucho más,
lo que no podía hacer en modo alguno -ya que estas cosas no se
improvisan- era dar a sus cuadros el color local que incuestionablemente tienen
y que revelan la mano de un escritor perfectamente conocedor de su
topografía- cualidades que ya reconocimos que distinguen todo el
itinerario.
La
cuestión entonces versaría sobre saber si los hechos narrados por
el autor del itinerario son verdaderos o fabulosos.
Para nosotros
tienen el carácter profundo de una verdad sin mancha, y entendemos
también que sólo nuestros prejuicios nos han impedido el prestar
la atención debida a esta especie de Cassandra que, hace tantos siglos,
nos cuenta sencillamente un hecho, que para averiguarlo se han revuelto todas
las bibliotecas, hecho y deshecho miles de hipótesis, despreciando a un
testigo casi contemporáneo, que podía recoger las noticias en su
fuente pura, y no tenía ningún interés en desfigurarlas.
Fácilmente
se ve sin embargo que para sostener nuestra opinión tendríamos
que entrar en la enmarañada cuestión céltica, lo que no
puede tener cabida en este estudio, que ya se va alargando de más.
(74) Diremos apenas que la dirección que itinerario
indica para la invasión de los celtas en Europa, no es una
afirmación tal que espante por su singularidad. Livio, hablando de la
procedencia de los galos, si en una parte dice que vinieron de
Para alejar de
nuestro trabajo la influencia de nuestra convicción, nos
ceñiremos apenas a las doctrinas de los más prudentes, extrayendo
sin embargo las consecuencias legítimas que en ella se contienen.
El itinerario
pertenece todavía a la antigua geografía que no conoce celtas en
Occidente.
(75) K. Müllenhoff, obra citada, pág. 96.
Los únicos
celtas de que tiene noticia son los invasores de
(76) Entiende el Sr. Müllenhoff, que no obstante el
silencio del itinerario sobre el nombre de celtas en las islas
Británicas y en en noroeste de
que parecen
haberse internado por Europa, dejando de lado el occidente de
Ningunos celtas
en el occidente de Hispania. Es otro dogma del Sr. Müllenhoff.
(77) K. Müllenhoff, obra citada, pág. 107-8.
Desde el alto
norte hasta el Cyneticum jugum, todo el occidente, en el tiempo del autor del
itinerario, está ocupado por pueblos en los que predomina el elemento
ligúrico, según la vieja geografía que a los scythas del
norte y a los aethiopes del sur contrapone los ligures del occidente; en
Ophiusa, entre el Mar Cantábrico y los cempses, uno de los pueblos
conocidos por nuestro autor conserva incluso el nombre especial de ligures.
Tiempos
después, este sistema geográfico es profundamente alterado en su
sección del occidente; los ligures son sustituídos por los
celtas, y se supone que esta alteración no es meramente geográfica,
sino que conlleva una importante transformación etnográfica o
mejor política: la dominación de los pueblos ligúricos es
suplantada en algunas partes por la de los celtas, y lo que es cierto es que ya
en el tiempo de Herodoto los celtas aparecen en Hispania al lado de los
cynetes.
(78) Herodoto, II, 33.
Así, si el
maximum de la fecha del itinerario no puede pasar del siglo VI,
en el que Cartago sustituyó a Tyro en el monopolio del comercio del
norte, su minimum queda limitado por la fecha en la cual el
nombre de los celtas es mencionado junto con los pueblos occidentales de
Hispania, siglo V.
Querer ir
más lejos nos parece una temeridad, porque no vemos luz que pueda
alumbrarnos el camino.
1.6 EPÍLOGO.
Crea ahora quien
pueda que, desde el siglo VI al V antes de nuestra era, las costas del
occidente de Hispania tenían el aspecto de soledad que deja inferir el
antiguo itinerario, y que tan vivamente contrasta con la actividad de los
oestrymnidos (v. 98-102) y la de los tartessios, y las relaciones comerciales
entre unos y otros.
Los pueblos de
esta costa debían tener los mismos hábitos
(79) Los lusitanos en la navegación de sus
ríos usaban barcos de cuero como los oestrymnidos (Strabon, III, 7)
y naturaleza,
como probablemente tenían la misma lengua y origen, que las de sus
vecinos del norte y del sur; y, si una causa inexplicable los obligase a vivir
en una torpe inacción y les impidiese toda iniciativa, los mercaderes ya
sean tartessios, ya tyrios, ya cartagineses, que cruzaban y recruzaban por
delante de ellos y los necesitaban para el aprovisionamiento de sus
mercancías, y no podían usar sus puertos para la comodidad de sus
viajes, sabrían estimularlos.
Mas ya dijimos
que las semi-confidencias del itinerario debían ponernos en guardia
contra cualesquiera conclusiones precipitadas; y quien examine las reliquias de
las poblaciones de carácter pre-romano que abundan por nuestra costa, y
que nadie sostendrá que surgiesen con la vara mágica de los
mercaderes de Cartago, y mucho menos con la del conquistador romano que no
frecuentaba el Atlántico, tiene que concluir que los ligures, cempses y
cynetes participaran desde épocas muy remotas de esa civilización
de la que los tartessios eran los principales representantes, y de la cual sabemos
muy poco o nada.
A la vista de
esto, más enigmático se vuelve el recato del itinerario. Es
posible que las minuciosidades, cuya falta extrañamos y sentimos, fuesen
para su autor verdaderas superfluidades, y que entendiese que eran suficientes
aclaraciones para el navegante la indicación de los promontorios, tal
como los caracterizaba y al pie de los cuales todo mercader tenía la
obligación de sobrenteder un puerto -aclaraciones que, combinadas con
los datos itinerarios, sin eso insignificantes, constituía todo cuanto
importaba saber en esta navegación; pero es posible también que
todo lo que no era extrictamente indispensable fuese intencionadamente
suprimido. El itinerario sería en este caso un itinerario en cifra,
apenas útil a aquellos que estuviesen medio iniciados en los secretos de
este viaje, y sin la mínima utilidad para cualquier profano en cuyas
manos pudiese caer. Esto casaría muy bien con el misterio en que todos
los exploradores de las Oestrymnides envolvían este Eldorado, cuyo
camino apenas conocían.
Lo que más
nos inclinaría a esta última suposición era el
excéntrico punto de partida escogido en este itinerario.
Es de extrema
evidencia que, en un viaje entre Tartessos e Hièrne, el punto forzado de
partida para un cartaginés, o un tartessio, es Tartessos. El itinerario,
comenzando desde aquí, tocaba todos los puntos que le convenía
tocar, y evitaba la descripción innecesaria de la ida y de la vuelta
entre
Y no puede
suponerse que en el documento que Avieno utilizaba faltase alguna página,
cuyo contexto quitaría al Oestrymnis su carácter extravagante,
porque tal cosa sólo podría darse, si la página perdida
contuviese la parte de la descripción desde Tartessos al Oestrymnis -lo
que no puede ser, ya que en este caso tendríamos dos descripciones
superfluas de las costas del poniente -o si la comenzase desde el principio de
Ophiusa, por ejemplo, desde el ángulo del golfo de Vizcaya -lo que
tampoco es posible, ya que entonces el itinerario habría descrito y
medido más minuciosamente este lado de Ophiusa, y no nos daría
más adelante su medida aproximada.
Para decir todo
lo que pensamos, la elección del punto de
partida nos parece calculada con toda bellaquería y ser el complemento
del propósito de vedar la comprensión del itinerario a
todo aquél que no poseyese la clave del enigma.
Siendo
así, los extravíos de Avieno llegan a tener una disculpa: el
poeta sería un juguete de la proverbial "fé
púnica".
F. Martíns Sarmento
Febrero - 1.880