9.0    LA GUERRA DELAS GALIAS”, CAYO JULIO CÉSAR. LIBRO II.   AÑO 57 a.C.. LA REPÚBLICA DE ROMA INTENTA, POR VEZ PRIMERA, LA INVASIÓN DE LA BÉLGICA LIBRE. EL EJÉRCITO ROMANO, DIRIGIDO POR EL PROCÓNSUL JULIO CÉSAR, ES DERROTADO EN LAGUERRA DE LOS NERVIOS”.

 

En el Capítulo 8 hemos seguido el proceso de conquista y ocupación del reino germano de la Galia Céltica por las tropas de la República de Roma dirigidas por el procónsul Julio César, durante el verano del año 58 a.C..

Ahora estamos a comienzos del verano del año 57 a.C.. Roma se ha pasado todo el invierno trabajando afanosamente en la consolidación de la ocupación del territorio de la Galia Céltica”, a base de esclavizar a los Belgas que el año anterior eran súbditos forzosos del Rey Ariovisto.

Queremos resaltar esta diferencia porque los Belgas Haeduos y Sequanos sabían muy bien que las condiciones de la vida en esclavitud bajo el yugo de Roma, eran muchísimo peores que las consecuencias que implicaba ser súbditos obligados del Rey Ariovisto [I ,17].

Al mismo tiempo, la República de Roma se ha estado preparando para el que será su próximo objetivo militar: el asalto a la Bélgica libre. Para esta guerra, por unanimidad, el Senado Romano nombra como General en Jefe del ejército de invasión, al ahora admiradísimo procónsul Julio César, tras su apoteósico éxito en las guerras contra los Alóbroges y el Rey Ariovisto.

Ciegos de soberbia, sobre todo por el magnífico resultado de la guerra relámpago contra los Germanos que habían ocupado la Galia Céltica”, ni al senador más pesimista se le ocurre pensar que el país belga será un durísimo enemigo…

 

Después del ejercicio de lectura que hicimos para el Libro I de los Comentarios, ya nos será un poco más fácil adivinar las interpolaciones de la Censura romana y las Milongas de Julio César en los textos del Libro II. En muchos casos comprobaremos que los textos de Julio César siguen conservando su estilo literario y significado originales, si prescindimos de [las interpolaciones políticas de la Censura] realizadas tras su muerte.

También veremos que los textos del Libro II son prácticamente lineales en el tiempo, al contrario de lo que nos encontramos en los textos del Libro I.

Por nuestra parte, empezamos a pensar que, tras salir vencedor de la Guerra Civil, Julio César utilizó como base para la redacción de los Comentarios los Informes de la Guerra de las Galiasque envió al Senado de la República de Roma, con el fin de tergiversar la Historia para demostrar a los ciudadanos romanos que el Senado, para desacreditarle, les había mentido cuando les informó de que el desarrollo de la Guerra había sido negativo para la República.

En efecto, Don Julio tergiversó la Historia para sus lectores, intentando disfrazar la derrota para convertirla en victoria. Pero, lo hizo tan sumamente  mal, que se le ve el plumero en la mayoría de las ocasiones.

 

Señoras y señores, nos disponemos a ver cómo las tropas de la República de Roma, dirigidas por Julio César, son derrotadas en su primer ataque contra la Bélgica libre durante el verano del año 57 a.C..

 

Como de costumbre,

 

AVISO A LOS NAVEGANTES:

letra normal en color azul                                                  Textos originales de Julio César.

Letra negrita en color verde                              [Interpolaciones de la Censura Romana tras la muerte de Julio César]. Milongas de Don Julio.

 

[...]                                                                            Amputaciones de la Censura Romana a los textos de Julio César.

letra normal o  itálica en color fucsia                 [Comentarios], o interpolaciones nuestras en la lectura de los textos clásicos, para facilitar su comprensión.

 

9.1    ARGUMENTOS DE LA REPÚBLICA DE ROMA PARA JUSTIFICAR EL ATAQUE A LA BÉLGICA LIBRE.

 

[II, 1] Como estuviese César en la […] [Galia Citerior] y las legiones estuviesen colocadas en los cuarteles de invierno, [así como hemos indicado arriba,] rumores frecuentes eran llevados a él, e igualmente era hecho sabedor de ellos por cartas de Labieno: que [todos] los Belgas [, la cual habíamos dicho ser la tercera parte de la Galia,] conjuraban contra el pueblo romano [y daban entre sí rehenes]. 

 

El primer pasaje del capítulo [II, 1] es una buena muestra de cómo la propaganda del Estado de la República de Roma justificaba su política imperialista ante los ciudadanos romanos. En él vemos que:

 

Roma nunca ataca un país sin motivo. Las guerras que Roma emprende siempre son preventivas, porque los países con los que tiene fronteras se preparan para atacarla. El Estado Romano no es, pues, un estado imperialista…

 

El resto del capítulo contiene datos muy reveladores:

 

 

[II, 1] … Que éstas eran las causas de conjurar:

 

Primero, porque temían que, “pacificada” toda la Galia, nuestro ejército fuera llevado a ellos.

 

Después, porque eran solicitados [por algunos Galos. Por una parte,] por los que, como no habían querido que los Germanos permanecieran más tiempo en la Galia, así llevaban con molestia que el ejército del pueblo romano invernara y se hiciera viejo en la Galia. [Por otra parte, por los que por volubilidad y ligereza de ánimo deseaban nuevos mandos. Incluso por algunos, porque en la Galia los reinos eran ocupados ordinariamente por los más poderosos y aquéllos que tenían recursos para tomar a sueldo hombres, los cuales podían menos fácilmente conseguir esta cosa con nuestra dominación.]

                                                                                                                                           

 

La República de Roma se ha pasado el invierno y la primavera del año 57 a.C. haciendo entrar en vereda de la esclavitud a los pobres Belgas Haeduos y Sequanos, [II, 14] lo cual es expresado por Julio César mediante el eufemismopacificando”.

 

Queda demostrado definitivamente que Julio César conquistó TODA la Galia en el verano del año 58 a.C.. Y, como ya hemos visto que solamente conquistó TODO el reino de Ariovisto, también queda confirmado que Ariovisto dio a su reino el nombre de Galia, tal y como habíamos aventurado en  8.0.

 

De acuerdo con lo anterior, tenemos que la designación de Galia Ulterior es una interpolación censoria posterior a la muerte de Julio César, porque éste se refiere al nuevo territorio conquistado llamándole simplemente Galia.

 

 Queda demostrado una vez más que la designación de Bélgica y Aquitania como Galia, también ha sido interpolada en los Comentarios con posterioridad a la muerte de Julio César.

 

Y también queda confirmado que los Germanos que fundaron el Reino de Galia, una vez asentados en los territorios conquistados a los Belgas, se llamaban a sí mismos Celtas en el tiempo de Julio César, tal y como ha quedado conservado para la Historia en [I, 1], según vimos en el Capítulo 7 de nuestra web.

 

 

Señoras y señores, ya se pueden ir ustedes olvidando de esa popular MILONGA que reza: las costas atlánticas europeas estaban ocupadas por los Germanos = Celtas, con anterioridad a la invasión romana”; pues se trata de pura basura propagandística del Imperio Romano que ha sido aceptada por la Historia debido a  razones políticas inconfesables.

 

HOY YA NO EXISTE JUSTIFICACIÓN ALGUNA para que las Universidades Españolas sigan propagando la MILONGA de llamar Cultura Germana = Cultura Celta, a la desarrollada CULTURA MILENARIA que existía en los países atlánticos europeos, con anterioridad a la conquista romana.

 

Igualmente, es irracional que continúen sosteniendo la MILONGA de que los Germanos = Celtas invadieron el norte, centro y occidente de la Península Ibérica con anterioridad a la conquista romana; que se asentaron en esos territorios; y que, debido a ello, hoy en día hay un sustrato cultural Germano = Celta en los pueblos que habitan esas zonas geográficas.

 

También es otra MILONGA fruto de la ignorancia, como afirma el filósofo Estrabón en su Geografía, […], que sigan denominando Germano-Iberos = Celtíberos a los habitantes prerromanos del alto valle del Ebro.

 

 

— Increíbles, las MILONGAS que todavía se propagan desde  tan doctas instituciones, pero así están las cosas en 2006.

 

 

Seguimos. El año 57 a.C. los Belgas se preparan para una más que posible guerra contra Roma. Como reconoce Julio César, el Estado que dirige los destinos de Bélgica conoce muy bien la política expansionista de la República de Roma, y teme con buen criterio que el gran ejército romano que ha conquistado el Reino de Galia sea enviado contra Bélgica.

 

Por otra parte, Roma ha ocupado un territorio que siempre ha sido belga, hasta que fue conquistado por los 120.000 soldados Germanos de Ariovisto. Los ciudadanos belgas Haeduos y Sequanos, ahora esclavos de Roma, tratados como bestias sin ningunos derechos por las tropas romanas de ocupación, y sometidos a todo tipo de vejaciones, [II, 14], ansían su antigua libertad y solicitan insistentemente al Estado Belga que les libre del yugo romano.

 

En este capítulo, las farragosas interpolaciones de la Censura política romana intentan desdibujar al país Belga, presentándolo como un conjunto de tribus independientes gobernadas por reyezuelos; pero, ya sabemos por Julio César que la Bélgica de su tiempo es un país estructurado de gran cultura y riqueza, en su opinión superior a Germania, [I, 31]. En los textos que siguen nos lo volverá a confirmar.

 

 

9.2    LAS TROPAS ROMANAS INVADEN LA BÉLGICA LIBRE A COMIENZOS DEL VERANO DEL AÑO 57 a.C..

 

[II, 2] César, movido por estas noticias y cartas, alistó dos [2] nuevas legiones en la […] [Galia Citerior] y, comenzado el verano, envió al legado Q. Pedio, para que las llevara a la […] [Galia Ulterior]. Él mismo, cuando primeramente comenzaba a haber abundancia de forraje, vino al ejército.

 

Da encargo a los Senones, [y a los restantes Galos] que eran limítrofes a los Belgas, para que averigüen las cosas que entre éstos suceden y le hagan sabedor de estas cosas. Todos éstos anunciaron unánimemente que tropas se reunían. Que el ejército [belga] era conducido a un solo lugar.

 

Entonces ciertamente juzgó que no se debía dudar de que marchara a ellos. Preparada la cosa triguera, mueve el campamento y, en quince días, aproximadamente, llega a las fronteras de los Belgas.

 

 

Como calcula que la guerra con los Belgas puede ser difícil, dado que no cuenta con el factor sorpresa que tuvo en la guerra contra Ariovisto, Julio César solicita al Senado Romano, y éste lo autoriza, el envío de dos (2) nuevas legiones al antiguo Reino de Galia, ahora Provincia Romana. Es decir, que a las doce (12) legiones reales que conquistaron el Reino de Galia se agregan otras dos (2) legiones romanas; o sea, cuatro (4) legiones reales, para incrementar el poder ofensivo del ejército romano que se prepara para el asalto a la Bélgica libre.

 

Más que probablemente, todavía hay más tropas romanas en la nueva Provincia de Galia, pues, cuando se produzca el ataque contra la Bélgica libre, la retaguardia del ejército romano de invasión no puede quedar desguarnecida, ya que los esclavos belgas de la Provincia podrían sublevarse.

 

Es evidente que la República de Roma está invirtiendo grandísimos recursos humanos y económicos en esta empresa, porque espera sacarles una gran rentabilidad… si las cosas le salen bien.

 

Así que tenemos que las fuerzas de invasión romanas están compuestas de 16 legiones reales, dando un total de unos 82.000 hombres, de los cuales los efectivos de infantería suman unos 76.800 hombres, y los de caballería unos 5.200 jinetes, sin contar los efectivos de la infantería ligera que las acompaña.

 

Al comienzo del verano, bien abastecido de trigo y forraje ese gran ejército gracias a los esfuerzos de los esclavos Belgas Haeduos y Sequanos─, Julio César  lo pone en marcha con rapidez buscando de nuevo la sorpresa: en quince (15) días llega a las fronteras belgas.

 

Seguimos considerando que las designaciones de Galia Citerior y Galia Ulterior son interpolaciones censorias posteriores a la muerte de Julio César, debido a que éste denomina simplemente Galia al antiguo reino de Ariovisto, tal y como hemos visto cuando leímos [II, 1]. Por otra parte, no podemos soslayar que la torpe Censura romana se ha dejado sin cambiar por Sequanos el etnónimo Senones que escribió Julio César.

 

Julio César denominaba Senones a los Belgas de la Provincia de Galia que habitaban los territorios de la zona del alto Sena, de donde se deduce que el hidrónimo  Sen-a  es prerromano, y que Sequanos es una etnónimo inventado por la Censura romana con posterioridad a la muerte de Julio César, lo cual hemos señalado en el comentario (3) del Capítulo 7 de nuestra web.

 

En efecto, muchos años después de su muerte, la Censura, en su intentona de borrar de la Historia  la Civilización Atlántica Europea, quiso cambiar el hidrónimo Sena por Sequana, llegando incluso a sustituirlo en los Comentarios, pero no tuvo éxito con su nuevo hidrónimo, porque el pueblo francés sigue utilizando actualmente Sena.

 

Lógicamente, la Censura también quiso cambiar a los Senones de Julio César por Sequanos, pero fue descuidada al intentar borrar de los Comentarios todas las referencias al etnónimo Senones, el cual se ha conservado para la Historia en este pasaje.

 

Señoras y señores, comprueben ustedes lo difícil que es cambiar el nombre de un río, o cualquier otro topónimo. A lo largo de nuestra lectura, verán como casi todos los topónimos prerromanos de Bélgica que menciona Julio César continúan siendo utilizados en la actualidad.

 

Por otra parte, también podemos ver en este párrafo que la Censura romana intenta hacernos creer que los Senones son Galos, pero ya sabemos de sobra que son Belgas, y no Germanos = Galos = Celtas.

 

 

[II, 3] Como hubiese llegado allí de improviso, y más rápidamente que toda creencia, los Remi, que son los más cercanos a la Galia entre los Belgas, enviaron a él como legados a Icio y Andocumborio, principales del pueblo.

 

Que dijeran que entregaban a sí mismos y todas sus cosas a la protección y a la soberanía del pueblo romano. Que ellos ni se habían concertado con los restantes Belgas, ni habían conjurado contra el pueblo romano; y que estaban dispuestos no sólo a dar rehenes, sino a cumplir las órdenes y a recibir en sus plazas fuertes; y ayudar con trigo y con las demás cosas. Que [todos] los restantes Belgas estaban en armas, y que los Germanos que habitan a este lado del Rhin se habían unido con éstos. [Y que la locura de todos ellos es tan grande que ni siquiera han podido disuadir a los Suessiones, hermanos y cosanguíneos suyos, que usan del mismo derecho y de las mismas leyes y tienen un solo mando militar y una sola magistratura con ellos mismos, de que se pusieran de acuerdo con éstos].

 

 

Si nos fijamos bien en el primer párrafo de [II, 3], de nuevo somos informados de que las tropas de la República de Roma han salido de su nueva Provincia de Galia, y han penetrado profundamente en el territorio de la Bélgica libre, llegando hasta la plaza fuerte de Reims, topónimo prerromano que la Censura romana intentó cambiar sin éxito por Durocortorum.

 

Los antiguos habitantes de Reims, denominados Remi por la torpe lengua latina de Julio César   hay que tener en cuenta que el pobre Don Julio no era licenciado en Románicas,  se quedan helados al contemplar un ejército invasor de 82.000 hombres ante las murallas de su ciudad; y claudican rápidamente, porque saben que no hay en Bélgica quién les pueda auxiliar, y que es inútil cualquier tipo de resistencia.

 

En efecto, para evitar un ataque sorpresa por parte de las tropas de Roma, los Belgas y Germanos están organizando sus ejércitos en un lugar bien alejado de la frontera con la Provincia de Galia. Por lo tanto, Julio César no ha conseguido ventaja inicial alguna contra el ejército enemigo.

 

También ha sido conservado por la Censura el etnónimo Suessiones, empleado por Julio César para designar a los antiguos habitantes de la comarca belga cuya capital era la plaza fuerte de Soissons, el cual es otro topónimo prerromano que la Censura intentó cambiar muchos años después de su muerte por Noviodunum.

 

Según nos cuenta Julio César, la zona geográfica europea comprendida entre el Rhin, el Mosa y el Mosela, estaba habitada por un pueblo de etnia germana con anterioridad a la Guerra de las Galias”, los cuales ante el peligro común se han aliado con los Belgas para rechazar a las tropas Romanas.

 

Por su parte, la Censura política romana continúa intentando tribalizar a los Belgas, para que no se nos ocurra pensar que Bélgica es un país estructurado.

 

 

9.3    EL CATÁLOGO DE LAS TROPAS DE LA COALICIÓN BELGO-GERMANA QUE DERROTÓ A JULIO CÉSAR EN LA GUERRA DEL AÑO 57 a.C..

 

[II, 4] Como preguntase [] [de éstos qué pueblos y cuán grandes] [cuántos] estaban en armas, y qué podían en la guerra, encontraba así: que [la mayoría de] los Belgas [habían salido de los Germanos y, habiendo cruzado el Rhin antiguamente, se habían asentado allí a causa de la fertilidad del lugar y habían expulsado a los Galos que habitaban aquellos lugares; y que] eran los únicos que, en memoria de nuestros padres, habían impedido que los Teutones y Cimbros, asolada toda la Galia, entraran en sus términos; por la cual cosa sucedía que, con el recuerdo de aquellas cosas, se tomaban gran autoridad y grandes humos en la cosa militar.

 

Los Remi decían que ellos tenían todas las cosas exploradas acerca del número de ellos [, porque, unidos por vecindades y parentescos, conocían cuánta gente cada uno había prometido para esta guerra en la asamblea común de los Belgas]:

 

Que los Bellovacos valían muchísimo entre ellos, ya por el valor, ya por la autoridad, ya por el número de hombres. Que éstos podían reunir cien millares [100.000] de hombres armados. Que habían prometido de aquél número sesenta escogidos [60.000] [y pedían para sí el mando de toda la guerra].

 

Que los Suessiones eran sus fronterizos. Que poseían términos amplísimos y campos feracísimos.

 

[Que había sido Rey entre ellos, aún en nuestra memoria, Diviciaco, el más poderoso de […] [toda la Galia], el cual había obtenido la soberanía no sólo de […] [gran parte de estas regiones], sino también de Britania. Que ahora era Rey Galba]. [La suma de toda la guerra [la dirección general de las operaciones] se confería a éste por voluntad de todos, a causa de su justicia y prudencia.]

 

Que tenían doce [12] plazas fuertes en número y prometían cincuenta mil [50.000] armados.

 

Otros tantos los Nervios [50.000], que eran tenidos por los más fieros entre los mismos [y distaban los que más].

 

Los Atrebates, quince mil [15.000]. Los Ambianos, diez mil [10.000]. Los Morinos, veinticinco mil [25.000]. Los Menapios, siete mil [7.000]. Los Caletos, diez mil [10.000]. Los Veliocasses y Viromanduos, otros tantos [10.000 + 10.000]. Los Atuatucos, diez y nueve mil [19.000].

 

Que se creía que los Condrusos, Eburones, Caeroesos y Paemanos, que se llaman con un solo nombre: Germanos, alrededor de cuarenta mil [40.000].

 

 

El capítulo [II, 4] de los Comentarios también es sumamente revelador:

 

En el primer párrafo, la Censura política romana intenta confundirnos con una buena milonga para destruir la Historia del pueblo belga, pero no caemos en la trampa gracias al análisis que hemos hecho en el Capítulo 7 de nuestra web.

 

En este pasaje todavía quedan textos originales de Julio César que nos indican cuándo se produjo la famosa invasión de los Teutones y Cimbros. Julio César testimonia aquí que la invasión se produjo en vida de sus padres; pero su descripción del modo en que se realizó el ataque difiere de lo que cuentan autores romanos posteriores. Ni que decir tiene que damos más credibilidad a Julio César, porque está más próximo en el tiempo a estos acontecimientos históricos.

 

Según Julio César, los ejércitos de esa coalición comenzaron invadiendo el territorio belga que años más tarde fue denominado por Ariovisto Reino de Galia. Después, dirigiéndose hacia el Oeste, intentaron conquistar el resto de Bélgica, pero los Belgas consiguieron rechazarlos y recuperaron el control de los territorios atacados [I, 31]. Esto ocasionó que el ejército cimbro-teutónico se viese obligado a desplazarse hacia el sur, acosado por los Belgas, y se viese forzado a penetrar en los territorios del Imperio de la República de Roma, al tener cortada la retirada hacia Germania.

 

Sin embargo, en el año 72 a.C. el general germano Ariovisto repitió el ataque con mejor fortuna, según nos dijo Julio César en [I, 31] y [I, 36].

 

Seguimos. Resulta muy interesante analizar el catálogo de las tropas de la coalición belgo-germana que está a punto de enfrentarse a las tropas de la República de Roma:

 

Julio César siempre incluía en sus Informes de Guerra el número de efectivos de las tropas enemigas, tanto si ganaba como si perdía; aunque pormenorizaba mucho más los datos siempre que perdía. Cuando ganaba, el tamaño de las fuerzas enemigas realzaba su victoria. Cuando perdía, buscaba la indulgencia del Senado de la República de Roma, demostrando que había perdido la guerra porque el enemigo le había superado ampliamente en número.

 

Como ya hemos visto antes en el caso de los Remi y Suessiones, los efectivos belgas son enumerados utilizando los nombres de los habitantes de las capitales de comarca o provincia belgas de la época, en nuestra opinión. Los Germanos que habitan al sur del Rhin, en la zona geográfica situada entre el Rhin, el Mosa y el Mosela ─hoy denominada Renania, y que incluiría al actual Luxemburgo, son citados claramente como habitantes de un país prerromano, aunque nos quedamos sin saber su nombre gracias a los malos oficios de la Censura política romana:

 

 

EFECTIVOS BELGO-GERMANOS EN LA GUERRA DEL AÑO 57 a.C.

Nombre

Pueblo

Efectivos

Bellovacos

Belga

60.000

Suessiones

Belga

50.000

Nervios

Belga

50.000

Atrebates

Belga

15.000

Ambianos

Belga

10.000

Morinos

Belga

25.000

Menapios

Belga

7.000

Caletos

Belga

10.000

Veliocasses

Belga

10.000

Viromanduos

Belga

10.000

Atuatucos

Belga

19.000

SUBTOTAL POR PARTE BELGA

266.000

Condrusos

Germano

 

Eburones

Germano

 

Caeroesos

Germano

 

Paemanos

Germano

 

SUBTOTAL POR PARTE GERMANA

40.000

TOTAL DE EFECTIVOS ALIADOS

306.000

 

 

A la vista de los efectivos que ha movilizado el Estado Belga para esta guerra, aunque puede que Don Julio los haya inflado, quedan puestos de manifiesto el poderío económico, el desarrollo cultural y tecnológico, y la gran densidad de población que tiene la Bélgica libre del año 57 a.C..

 

Ya hemos visto en el comentario (1) del Capítulo 8 de nuestra web, lo que implica que un país del Siglo I a.C. tenga la capacidad de reclutar; armar; entrenar; mantener; y gestionar, un ejército tan enorme como el que ha movilizado el Estado Belga.

 

Con el catálogo de las tropas de la coalición belgo-germana queda confirmado que Julio César dice la verdad cuando afirma que la Bélgica libre de su tiempo es un país estructurado de gran cultura y riqueza, en su opinión superior a Germania [I, 31].

 

La interpolación que aparece en la descripción de los Suessiones es una interpolación que consideramos positiva, debido a que nos proporciona una excelente información acerca de la organización política de los países pertenecientes a la MILENARIA CULTURA ATLÁNTICA PRERROMANA que estamos buscando.

 

En nuestra opinión, se trata de los restos de un pasaje original de Julio César que estaba en alguno de los capítulos iniciales del Libro II, donde se explicaba la organización política del país enemigo de la República de Roma. Parte de los textos fueron conservados parcialmente por los censores griegos de la primera manipulación de los Comentarios, al interpolarlos en  [II, 4]. Años más tarde, fueron modificados por una nueva operación censoria, pero con tan gran torpeza que se conservó una parte esencial de la información inicial.

 

Esta interpolación destruye todo el trabajo político realizado por la Censura Política Romana en la manipulación de los Comentarios. En esta perla informativa tenemos los siguientes e importantes datos:

 

● Se nos dan los nombres de dos (2) Reyes de la Cultura Atlántica, Diviciaco y Galba, los cuales, además de haber sido soberanos de gran parte de estas regiones (la censura posterior no nos deja conocer con exactitud cuáles eran los territorios del continente europeo que gobernaban, además de Bélgica), también fueron Reyes de Britania.

 

Se infiere que, antes de que diese comienzo la “Guerra de las Galias”, el sistema político de la Cultura Atlántica estaba basado en una única monarquía que gobernaba un IMPERIO ATLÁNTICO MILENARIO que se extendía por gran parte de la Europa Occidental, e incluía, además de la Bélgica libre, al menos una de las grandes islas atlánticas europeas: Britania.

 

Todo lo anterior coincide exactamente con la información que proporcionan tanto el Kritias de Platón [114, c], como la Ora Marítima del filósofo Estrabón, según hemos visto en los Capítulos 4, 4.7, y 5, 5.1, comentarios (16) y (17), de nuestra web.

 

Por otra parte, según han quedado los textos de los Comentarios, en tiempos de Julio César se había producido en ese IMPERIO ATLÁNTICO MILENARIO un acontecimiento político de gran importancia: la sucesión del Rey Diviciaco por el Rey Galba.

 

En base a lo anterior, queda puesta en evidencia, como milonga de la Censura política romana, la interpolación que dice queel Rey Galba llevaba personalmente la dirección de las operaciones militares, porque Julio César nos confiesa en [II, 23] que el Rey Galba nombró como el General en Jefe de las tropas Belgas a un competentísimo general de nombre Boduognato (si no ha  modificado por la Censura).

 

En definitiva, que el año 57 a.C. la República de Roma ha entrado en guerra contra ese IMPERIO ATLÁNTICO, al atacar la Bélgica libre, una de sus divisiones territoriales.

 

 

9.4    JULIO CÉSAR DECIDE ADOPTAR UNA ESTRATEGIA DEFENSIVA, DEBIDO A QUE SU EJÉRCITO ES INFERIOR AL DE LA COALICIÓN BELGO-GERMANA EN CUANTO A NÚMERO DE EFECTIVOS.

 

[II, 5] César, exhortando a los Remi y prosiguiendo con el discurso amistosamente, mandó [que todo el Senado se reuniera ante él; y] que fueran llevados a él los hijos de los principales como rehenes. [] [Todas las cuales cosas fueron hechas] por éstos diligentemente para el día indicado.

 

Él mismo, exhortando encarecidamente al haeduo Diviciaco, indica hasta qué punto es del interés de la República, y de la salvación común, que las tropas de los enemigos sean divididas, para que no haya que luchar al mismo tiempo con tan gran muchedumbre. Que esto podía hacerse si los Haeduos introducían sus tropas en los términos de los Bellovacos y comenzaban a talar los campos de éstos. Mandadas estas cosas, le despide de sí. …

 

 

Como ha descubierto que su ejército es muy inferior al de la coalición belgo-germana en cuanto a número de efectivos, Julio César decide adoptar una estrategia defensiva debido a que el ejército romano podría ser embolsado en campo abierto. Toma como rehenes a los hijos de los ciudadanos más importantes de Reims, para asegurar su retaguardia; porque necesita mover el ejército para instalar el campamento en una posición ventajosa  de fácil defensa.

 

Don Julio introduce aquí la milonga de que ordenó que un ejército de esclavos Belgas Haeduos, dirigido por el colaboracionista haeduo Diviciaco, hiciese una maniobra de distracción para obligar al ejército belgo-germano a dividir sus fuerzas, lanzando un ataque simultáneo por el sur del río Aisne.

 

Con ello intenta ocultar a sus lectores que ese ataque, pero por la orilla norte del río Loira, fue realizado con éxito por su lugarteniente P. Crasso, al mando de una (1) sola legión romana; es decir, dos (2) legiones reales (9.600 infantes y 600 jinetes); aunque, por despiste, Julio César acabará reconociéndolo en [II, 34].

 

En realidad, el buen trabajo del general P. Crasso, fue lo único decente que hizo el ejército romano en la guerra del año 57 a.C.. Sin embargo, aquí vemos cómo Don Julio intentó ocultarlo para que P. Crasso no le hiciera sombra. De paso, nos deja saber que la República de Roma utilizó realmente 16 + 2 = 18 legiones reales (unos 92.200 hombres) en su primer ataque contra la Bélgica libre.

 

9.5    DESCRIPCIÓN DEL LUGAR DONDE SE INSTALÓ EL CAMPAMENTO DEL EJÉRCITO ROMANO, Y DETALLES DE LA FORTIFICACIÓN. EL EJÉRCITO ALIADO SE APROXIMA AL EJÉRCITO ROMANO.

 

[II, 5] Después que vio que todas las tropas de los Belgas, reunidas en un solo lugar, venían hacia él, y conoció por aquellos exploradores que había enviado [, y por los Remi,] que no estaban ya lejos, se apresuró a pasar con el ejército el río [] [Axona] [Aisne], que está en los términos extremos de los Remi, y allí puso el campamento. La cual cosa no sólo defendía con las riberas del río un lado del campamento, sino que volvía seguras de los enemigos las cosas que estaban detrás de él, y hacía que el aprovisionamiento pudiera ser llevado sin peligro hasta él desde los Remi y los restantes pueblos.

 

[] [Había un puente en aquel río]. Pone allí una guarnición y en la otra parte del río deja al legado Q. Titurio Sabino con seis [6] cohortes [2.880 hombres]. Manda que el campamento sea fortificado con un vallado de doce pies [3,5 m] en altura y un foso de diez y ocho pies [5,3 m de ancho].

 

 

El lugar que se considera idóneo para montar el campamento es una zona elevada que está en la orilla norte del río Aisne hidrónimo prerromano que la Censura intentó cambiar sin éxito por Axona, el cual, según Julio César, era el límite de la comarca de Reims, ahora situada en su retaguardia.

 

El campamento romano es instalado de modo que no pueda ser rodeado por el numerosísimo ejército enemigo. El río Aisne sirve de defensa natural para la retaguardia y los flancos del campamento. Hay que resaltar que este campamento es de dimensiones considerables ─de varios kilómetros─, pues tiene que resguardar 82.000 hombres, los caballos de los jinetes, los rehenes, los carros del bagaje de las legiones, las máquinas de guerra, etc..

 

Detrás del campamento, [II, 9], hay un puente prerromano belga sobre el Aisne, cuya ocupación es ordenada por Julio César. En el extremo norte del puente pone una guarnición para su defensa, con el fin de asegurarse una vía de aprovisionamiento; o de escape en caso de que las cosas se le pongan feas. En el extremo sur ordena que se construya un reducto y tomen en él posiciones seis cohortes (2.880 hombres) dirigidas por el legado T. Titurio Sabino, por si el enemigo, dando un rodeo, intenta conquistarlo e inutilizarlo.

 

La amputación censoria de los textos que precedían al último párrafo de [II, 5], realizada, quizás, con el propósito de que no se sepa el lugar donde fue instalado el campamento romano, para que nunca sepamos dónde estaba el puente prerromano, tampoco nos deja saber el tipo de puente, ni los materiales con los que había sido construido; detalles que, probablemente, aportaba Julio César.

 

En cualquier caso, nos enteramos de que los “cuasi-salvajes Belgas del Siglo I a.C. disponían de la tecnología, del capital y de los recursos humanos especializados que son necesarios para diseñar y construir puentes. O sea, que Bélgica ya disponía de una avanzada red de vías de comunicación con anterioridad a la “Guerra de las Galias  ¡Inaudito!

 

Por otra parte, hay que resaltar que, en esta ocasión, Julio César nos habla con datos realistas de la altura del parapeto del campamento romano (3,5 m) y del ancho del foso (5,3 m), teniendo en cuenta que dispone de más de 82.000 hombres para construirlos.

 

Estas dimensiones nada tienen que ver con las burradas que dejó escritas respecto a las dimensiones del muro y del foso de la Guerra de los Helvetios”.

 

 

[II, 6] Una plaza fuerte de los Remi, […] [Bibrax] [Beaurieux ¿?] por nombre, distaba de este campamento ocho millares de pasos [11,8 km]. Los Belgas comenzaron a atacar a ésta con gran ímpetu desde la marcha. Se sostuvo difícilmente aquél día.

 

El asalto de los […] [Galos] es el mismo que el de los Belgas. Es éste:

 

Cuando, puesta alrededor para todas las murallas una multitud de hombres, han comenzado a ser lanzadas de todas partes piedras contra el muro y el muro ha sido desguarnecido de defensores, hecho el testudo, ponen fuego por debajo a las puertas y socavan el muro, lo cual entonces se hacía fácilmente, pues, como tan gran multitud arrojase piedras y dardos, para nadie había posibilidad de permanecer en el muro.

 

Como la noche hubiese hecho fin de asaltar, el remi Icio, de la más alta nobleza e influencia entre los suyos, que entonces había estado al frente de la ciudad, uno de aquellos que habían venido a César como legados de paz, envía a éste un mensaje: que él no puede resistir más tiempo si no le es enviado socorro.

 

[II, 7] César, usando como guías los mismos que habían venido mensajeros de Icio, envía allí después de media noche arqueros númidas y cretenses, y honderos baleares, para socorro a los de la ciudad, con la llegada de los cuales no sólo se infundió a los Remi afán de luchar con la esperanza de la defensa, sino que, por la misma causa, la esperanza de apoderarse de la ciudad abandonó a los enemigos.

 

Así, pues, habiéndose detenido un poco junto a la ciudad, habiendo devastado los campos de los Remi, incendiadas todas las aldeas y edificios adonde habían podido llegar, se dirigieron con todas las tropas al campamento de César y pusieron su campamento a menos de dos millares de pasos [2,9 km]; el cual campamento, según era indicado por el humo y por los fuegos, se extendía en latitud más de ocho millares de pasos [más de 11,8 km].

 

 

Resulta cuando menos extravagante, que el enorme ejército de la coalición belgo-germana que viene contra el ejército romano, se distraiga atacando una de las plazas fuertes de Bélgica, estando tan sólo a 11,8 km de éste. Además, ese súper-ejército se muestra incapaz de tomarla, gracias al envío de tropas romanas de socorro, según Don Julio.

 

Es altamente probable que tanto el asalto aliado a la plaza fuerte de Bibrax (Beaurieux ¿?), como el envío de tropas romanas de socorro a la ciudad, sean unas milonguitas de Don Julio de consecuencias históricas tan sólo anecdóticas, porque:

 

● Nos dijo antes que el río Aisne era el límite de la región o provincia belga que tenía a Reims por capital; pero, la ciudad atacada está situada al norte del río, luego sus habitantes no son Remi.

 

Dice que envía tropas de socorro a la plaza fuerte, estando el ejército romano en una desventaja de casi 4 a 1 respecto a las tropas enemigas. Absurdo.

 

¿Qué le importaría a Julio César que los Belgas se mataran entre ellos?

 

Aprovechando la ocasión que ha creado, Julio César tiene el placer de informarnos de que los Belgas utilizaban la misma táctica militar que los Germanos cuando asaltaban una ciudad amurallada.

 

Pero, en su descripción nos encontramos que la famosa formación en testudo, la cual siempre nos han mostrado nuestros historiadores como genuinamente romana, también era utilizada por Belgas y Germanos. Así que a cualquiera le entra una duda  razonable: ¿quién aprendió de quién?

 

Por su parte, la torpe Censura romana nos sigue recordando que los Belgas no son Germanos = Galos = Celtas, lo cual contradice la interpolación realizada en el párrafo inicial de [II, 4].

 

Las dimensiones que da Julio César para el frente del campamento del ejército enemigo concordarían con las cifras que nos dio acerca de su número de efectivos. Seguro que el campamento del ejército aliado también es fortificado cuidadosamente, para evitar un ataque nocturno por sorpresa del ejército romano. De hecho, a Julio César ni se le ocurre intentarlo.

 

 

9.6    PRIMERAS ESCARAMUZAS ENTRE LAS TROPAS DE LA COALICIÓN BELGO-GERMANA Y EL EJÉRCITO ROMANO.

 

[II, 8] César, en un principio, no sólo por la muchedumbre de los enemigos, sino por la fama eminente de valor, decidió desistir de la batalla. Diariamente, sin embargo, tanteaba con combates ecuestres qué podía el enemigo con valor, y qué osaban los nuestros.

 

Cuando comprendió que los nuestros no eran inferiores, un lugar delante del campamento oportuno e idóneo por naturaleza para formar las acies, porque aquel collado donde el campamento había sido puesto, elevado un poco de la llanura, se extendía de frente en latitud tanto espacio cuanto podía ocupar el ejército formado, y por una y otra parte del lado tenía barrancos y, elevado en delante suavemente, volvía paulatinamente a la llanura.

 

Desde uno y otro lado de este collado trazó un foso transversal de cuatrocientos pasos [591m], aproximadamente, y en los extremos fosos estableció reductos y colocó allí máquinas de guerra, para que no pudieran los enemigos, cuando hubiera formado las acies puesto que podían tanto con su multitud, rodear por los lados a los suyos mientras estuviesen luchando.

 

Hecho esto, dejadas en el campamento las dos [2] legiones que había alistado recientemente, para que, si había necesidad de algo, pudieran ser llevadas en socorro, colocó en formación delante del campamento las seis [6] legiones restantes. Los enemigos, igualmente, habían formado sus tropas sacadas del campamento.

 

 

Las hostilidades comienzan con combates ecuestres. Las tropas de caballería de ambos ejércitos intentan desgastarse. Como Julio César ve que la caballería romana en un principio parece resistir bien a la caballería belgo-germana, saca del campamento doce (12) legiones reales (unos 57.600 hombres) y forma las acies ante él, aguardando que la infantería aliada se decida a atacar estando las tropas romanas en una posición ventajosa.

 

Además, espera sacar un buen partido de sus máquinas de guerra, las cuales coloca en reductos fortificados a ambos lados de la zona que calcula se convertirá en campo de batalla. Con ellas diezmaría la infantería aliada y rompería su formación, si se decidiesen a atacar.

 

Por su parte, el general Boduognato también forma el ejército aliado ante su campamento, y espera a que las tropas romanas se decidan a bajar de la colina. Aunque no se nos deja saber el tipo de formación de las tropas de la coalición, dado el modo en que se expresa Julio César, seguro que ésta no es una formación desordenada ─tipo horda─, como siempre nos han contado nuestros historiadores acerca de la técnica militar de los Galos”.

 

 — ¿Utilizarían la formación en falanges, como los Germanos del Rey Ariovisto?

 

 

[II, 9] Había una laguna no grande entre nuestro ejército y el de los enemigos. Los enemigos esperaban si los nuestros pasaban ésta; pero los nuestros estaban preparados en las armas, para que atacaran mientras los enemigos estaban impedidos, si se hacía por ellos el comienzo de pasar. Mientras tanto se luchaba en combate ecuestre entre los dos ejércitos.

                                                                                                                                             

Como ni unos ni otros hacen comienzo de pasar, y el combate de los jinetes más favorable a los nuestros, César volvió a los suyos al campamento.

 

Súbitamente, los enemigos se dirigieron desde aquel lugar al río [Axona] [Aisne], que se ha indicado que estaba detrás de nuestro campamento. Encontrados vados allí, intentaron pasar parte de sus tropas, con este designio: que, si podían, tomaran el reducto el cual presidía el legado Q. Titurio y cortaran el puente. Si menos podían, que talaran los campos de los Remi, que eran de gran utilidad para nosotros para hacer la guerra, e impidieran a los nuestros el aprovisionamiento.

 

 

[II, 10] César, hecho sabedor por Titurio, pasa el puente toda la caballería y los númidas de armamento ligero, los honderos y arqueros, y se dirige a ellos. Duramente se luchó en aquel lugar. Los nuestros, atacando en el río a los enemigos impedidos, mataron gran número de ellos. Rechazaron con multitud de dardos a los restantes, que intentaban muy audazmente pasar por los cuerpos de aquéllos; mataron a los primeros que habían pasado, rodeados por la caballería. …

 

 

Don Julio miente cuando dice que el combate ecuestre es más favorable a la caballería romana. Ésta ha tenido que refugiarse en el campamento debido al empuje de la caballería aliada. Si hubiese puesto en fuga a la caballería belgo-germana, habría quedado dueña del campo; y, probablemente, la batalla habría tomado otro curso.

 

Nótese que el ejército aliado dispone de una potente caballería. Más que probablemente, también es superior a la romana en cuanto al número de efectivos, y tiene una preparación y un equipamiento militar equivalentes a los de la caballería romana. Recordemos que Julio César lleva en su ejército una importante fuerza de caballería, compuesta de 5.200 jinetes, la cual ha tenido que refugiarse en el campamento después de sufrir fuertes pérdidas.

 

Una vez que todo el ejército romano se ha visto obligado a recluirse en su campamento, las tropas aliadas quedan dueñas del campo. El general Boduognato envía un cuerpo de ejército para que, dando un rodeo, pase el río Aisne y tome el famoso puente prerromano que sirve de vía de escape y aprovisionamiento al ejército enemigo. De tener éxito, se les cortaría la retirada y el aprovisionamiento a los Romanos. Sin embargo, Julio César, consigue rechazarlos empleando toda la caballería que le queda y las tropas ligeras.

 

 

9.7    EL EJÉRCITO BELGO-GERMANO HACE UNA ESTRATAGEMA A LOS ROMANOS PARA HACERLOS SALIR DE SU POSICIÓN VENTAJOSA.

 

[II, 10] Los enemigos, cuando entendieron que les había engañado la esperanza ya de tomar la ciudad, ya de pasar el río, y no vieron a los nuestros avanzar a un lugar más desfavorable a causa de luchar, y el aprovisionamiento de trigo comenzó a faltarles, convocada asamblea, decidieron que lo mejor era que cada uno se volviera [] [a su patria] y se reunieran de todas partes para defender a aquellos en cuyos términos los Romanos primeramente hubiesen metido el ejército, para que lucharan en sus términos más bien que en los ajenos y se sirvieran de los recursos domésticos de provisión de trigo.

 

Con las restantes causas, los llevó a este parecer también esta razón: que habían averiguado que Diviciaco y los Haeduos se acercaban a los territorios de los Bellovacos. No podía persuadirse a éstos a que se demorasen más tiempo y no llevaran auxilio a los suyos.

 

 

[II, 11] Decidida esta cosa, saliendo del campamento en la segunda vigilia con gran estrépito y tumulto, sin ningún orden ni jefatura, como si buscase cada uno para sí el primer lugar de la marcha y se apresurase a llegar a la patria, hicieron que la marcha pareciera semejante a una fuga.

 

César, conocida esta cosa al punto por medio de escuchas; temiendo celadas, porque aún no había comprendido por qué causa se marchaban, retuvo el ejército y la caballería en el campamento.

 

A la primera luz, confirmada la cosa por los exploradores, envió delante toda la caballería, para que entorpeciera a la retaguardia. Puso al frente para éstos a los legados Q. Pedium y L. Aurunculeium Cottam.

 

Mandó que el legado T. Labieno siguiera con tres [3] legiones.

 

Éstos, atacando a los últimos y persiguiendolos muchos miles de pasos [muchos km], mataron gran multitud de ellos que huían, como se detuviesen por la retaguardia a los que se había llegado, y resistiesen firmemente el ímpetu de nuestros soldados.

 

Los primeros, porque parecían estar alejados del peligro, y no estaban sujetos por necesidad alguna ni mando, oído el clamor, desordenadas todas las filas, todos ponían para sí la defensa en la fuga. Así, sin peligro alguno, los nuestros mataron tan gran multitud de ellos cuanto fue el espacio del día, y hacia el ocaso del sol desistieron y se retiraron al campamento, como había sido mandado.

 

 

Julio César y su Estado Mayor se quedan atónitos cuando oyen que el ejército enemigo que es superior al romano casi en la relación de 4 a 1  levanta el campamento en plena noche y parece” huir cobardemente. Además, el ejército belgo-germano se marcha haciendo muchísimo ruido, para que a los Romanos les quede muy claro que han iniciado una huida desordenada, sin ningún orden ni dirección militar.

 

Dice que él y sus generales pensaron que el enemigo intentaba hacerles una estratagema, y decidieron retener el ejército en el campamento durante toda la noche, para evitar emboscadas. Al amanecer, confirmado por los exploradores romanos que el ejército enemigo parece haber huido, Julio César, que todavía no se fía, envía toda la caballería para que vean lo que hace el enemigo y lo acosen en la huida.

 

También dice que envia tras ellos al legado T. Labieno con 6 legiones reales (unos 28.800 hombres), pero esto no es creíble, porque sus tropas tienen que avanzar muchos kilómetros para alcanzar la retaguardia belgo-germana; tienen que dedicarse a acosarla; y luego tienen que regresar al campamento antes de que llegue la noche, como les ha sido ordenado, para evitar posibles emboscadas. Sólo la caballería romana tiene esa capacidad de movimiento.

 

Los informes que a su regreso le traen los legados que mandan la caballería son impactantes; vamos, lo nunca visto en la historia militar que conocen los Romanos:

 

Le informan de que se han esfumado las importantes fuerzas de caballería belgo-germanas que el día anterior les han derrotado; y de que los enemigos son tan cobardes que vieron cómo su vanguardia huía despavorida de forma totalmente desordenada, después de romper filas (luego, el ejército aliado siempre había formado hasta entonces según el arte militar de la época), mientras acosaban a la retaguardia, la cual les plantó cara en formación cerrada

 

¿Qué es lo que realmente ha pasado?

 

Como dice Julio César en el primer párrafo de [II, 10], su ejército está bien atrincherado en un lugar muy favorable para la defensa. Eso también lo saben el general Boduognato y su Estado Mayor, los cuales calculan que el ejército aliado sufriría grandes pérdidas, e incluso podría llegar a ser derrotado, si se deciden a atacar el campamento romano bajo esas condiciones tan desfavorables.

 

Por otra parte, también se ha demostrado que es muy difícil rodear el campamento romano y cortarle el aprovisionamiento, debido a que el río Aisne es un obstáculo natural que facilita la defensa a los Romanos. En resumen, que el ejército Romano está en una posición muy ventajosa, y puede mantenerla por tiempo indefinido.

 

Al general Boduognato sólo le queda una alternativa: hay que hacer salir a los Romanos de su atrincheramiento para cazarlos en campo abierto, y…  

 

¿Qué se puede hacer que sea mejor que simular una huida desordenada y cobarde para conseguir ese objetivo?

 

Y la huida desordenada y cobarde es tan bien simulada por el disciplinado ejército belgo-germano, que Julio César y su Estado Mayor… SE TRAGAN EL ANZUELO, Y DECIDEN SALIR EN PERSECUCIÓN DE TAN COBARDES ENEMIGOS PARA ACABAR CON ELLOS DEFINITIVAMENTE.

 

 

    Menudos cobardes estos Belgas. No sé como pudieron arreglárselas para derrotar a la coalición cimbro-teutona

 

    Esta guerra será un paseo militar…

 

    Ja, ja, ja. Vamos a conquistar toda Bélgica casi sin haber lanzado una flecha…

 

 

 

9.7.1 JULIO CÉSAR INTERPOLA SU INFORME DE LA GUERRA DEL AÑO 57.a.C, PARA DEMOSTRAR A SUS LECTORES QUE EL SENADO LES MINTIÓ CUANDO LES INFORMÓ DE QUE ROMA PERDIÓ ESA GUERRA. POR SU PARTE, LA CENSURA POSTERIOR MANIPULA  LOS TEXTOS INTERPOLADOS POR JULIO CÉSAR.

 

 

[II, 12] Al día siguiente de aquel día, antes de que los enemigos se recobraran del terror y de la fuga…

 

[…] César llevó el ejército a los términos de los Suessiones, que eran los más próximos a los Remi y, hecha una gran marcha, llegó a la plaza fuerte de […] [Noviodunum] [Soissons]. Intentando asaltar ésta de camino, porque oía que estaba vacía de defensores, no la pudo tomar a causa de la anchura del foso y altura del muro, defendiendo pocos.

 

Fortificado el campamento, comenzó a acercar los manteletes y preparar las cosas que eran para utilidad para el asalto.

 

Mientras tanto toda la muchedumbre de los Suessiones de la fuga afluyó a la ciudad en la noche siguiente.

 

Acercados los manteletes a la ciudad rápidamente, echado el terraplén y construidas las torres, los […] [Galos] asombrados por la magnitud de las obras, [que ni habían visto antes, ni habían oído] y por la rapidez de los Romanos, envían legados de rendición a César. Pidiendo los Remi que fuesen conservados, lo logran.

 

 

[II, 13] César, recibidos rehenes de los principales [de la nación y dos hijos del propio Rey Galba] y entregadas todas las armas de la ciudad, recibió a los Suessiones en sometimiento. 

 

 

Julio César modifica e interpola su Informe de Guerra del año 57 a.C., introduciendo cosas absolutamente inverosímiles, para demostrar al pueblo Romano que no sólo ganó dicha Guerra, sino que incluso conquistó parte del norte de Bélgica:

 

En contra de lo que aconseja el arte militar más elemental: no se debe poner sitio a las ciudades mientras no se domina el campo abierto, Don Julio quiere hacernos creer que, en lugar de lanzarse en persecución del enorme  ─“pero cobarde”─  ejército de la coalición belgo-germana, para acabar definitivamente con él y así quedar dueño del campo abierto, entretiene a su ejército poniendo sitio a algunas de las plazas fuertes belgas.

 

Dice que primero va contra la plaza fuerte de Soissons, la cual está fuertemente amurallada y tiene un anchísimo foso. Vapuleado el ejército romano de 82.000 hombres en un asalto inicial, y después de pasarse muchos días haciendo las obras de sitio reglamentarias bajo fuego enemigo para asegurar el éxito del asalto final a la ciudad, Don Julio nos informa de que los Suessiones se le rinden sin más. Y, pásmense ustedes, dice que, gracias a “los ruegos” de los Remi, renuncia a conquistar la ciudad; y se conforma sólo con una entrega de rehenes, y con la entrega de todas las armas de los muchos más de 50.000 cobardes soldados defensores que hay en Soissons

 

Menuda milonga. Si hubiese tomado la ciudad, habría pasado a cuchillo a buena parte de sus habitantes, o a la totalidad, para vengar a sus soldados muertos en el asalto inicial; y, de paso, dar un escarmiento…

 

—Y ni siquiera les impone una multita a los Suessiones

 

Por su parte, la torpe censura romana se luce intentando borrar de la Historia el topónimo prerromano Soissons, cambiándolo por Noviodunum; nos dice que los Suessiones son Germanos, y los ningunea presentándolos como unos auténticos catetos; y adorna la “hazaña” de Don Julio mostrándonos que consiguió como rehenes a dos hijos del reyezuelo Galba.

 

—Genial. Ni Don Julio se hubiese atrevido a tanto…

 

Pero las milongas de Don Julio no acaban aquí:

 

 

[II, 13] … Lleva el ejército contra los Bellovacos, los cuales, como se hubieran reunido y todas sus cosas a la plaza fuerte de […] [Bratuspantium] [Breteuil], y César con el ejército distara de esta ciudad cinco millares de pasos [7,4 km], aproximadamente, todos los mayores de nacimiento, saliendo de la ciudad, comenzaron a tender las manos a César y manifestar con la voz que ellos venían a la protección y dominio de él y que no luchaban con las armas contra el pueblo romano.

 

Igualmente, como se hubiera acercado a la ciudad y pusiera allí el campamento, los niños y las mujeres desde la muralla, tendidas las manos según su costumbre, pidieron la paz los Romanos.

 

 

[II, 14] Diviciacopues, después de la retirada de los Belgas, licenciadas las tropas de los Haeduos, había vuelto a él— hace palabras en favor de éstos:

 

Que los Bellovacos habían estado en todo tiempo en la fidelidad y amistad del pueblo Haeduo. Que, impulsados por sus jefes, que decían que los Haeduos, reducidos a la esclavitud por César, soportaban todas las indignidades y afrentas, se habían separado de los Haeduos y habían declarado la guerra al pueblo romano.

 

Que los que habían sido promotores de esta resolución habían huido a Britania [, porque entendían cuán gran desgracia habían causado a su nación].

 

Que no sólo los Bellovacos, sino también los Haeduos por éstos, pedían que usara para con ellos de su clemencia y benignidad. Si hacía lo cual, amplificaría la autoridad de los Haeduos ante todos los Belgas, con cuyos socorros y recursos solían mantener las guerras, si algunas ocurrían.

 

 

[II, 15] César, a causa del honor de Diviciaco y de los Haeduos, dijo que él los recibiría en vasallaje y conservaría; porque el pueblo era de gran autoridad entre los Belgas y sobresalía por la muchedumbre de hombres. Pidió seiscientos rehenes. Entregados éstos, y traídas juntamente de la ciudad todas las armas,  

 

 

Ahora les dice a sus lectores que, una vez conseguida la sumisión de Soissons, con gran arrojo se lanza contra la plaza fuerte de Breteuil la Censura intentó cambiar este topónimo prerromano por Bratuspantium, la cual sería la capital de los Bellovacos, teniendo en cuenta que antes nos dijo que disponían de un ejército de 100.000 hombres bien armados, [II, 4]; el cual, por lo tanto… ¡¡¡es superior en número de efectivos al ejército Romano!!!

 

Y, asómbrense ustedes de nuevo: todos los abuelitos Bellovacos, teniendo para la defensa de su ciudad a un ejército bastante superior en número de efectivos al ejército romano ─pero claro, sólo son unos 100.000 cobardes Bellovacos armados hasta los dientes─, salen a su encuentro y se le rinden, pero Don Julio, a pesar de tenerlos ya en su poder, se acerca a la ciudad y monta su campamento ante ella.

 

Además, gracias a la intervención del haeduo Diviciaco, que ha capitaneado durante unos días un ejército fantasma de esclavos Haeduos que “ahorita mismo acaba de ser desmovilizado, decide no tomar la ciudad ni emprender represalias contra los Bellovacos, y de nuevo se conforma sólo con seiscientos (600) rehenes y la entrega de todas las armas de aquellos 100.000 cobardes…

 

    Esta milonga de Don Julio también es de Juzgado de Guardia…

 

    Y ni siquiera les impone una multita a los Bellovacos

 

    A ver si paras con lo de las multitas, hombre. Los historiadores españoles saben de muy buena fuente que a Don Julio nunca le importó el dinero…

 

    ¿En qué transportaría el ejército romano tan riquísimo botín de armas capturadas?  Don Julio nos está hablando de muchas toneladas de armas capturadas. Estimando a sólo 5 kg de armas por soldado, sale un peso de unas 750 toneladas de armas para los más de 50.000 Suessiones y los 100.000 Bellovacos 

 

Por otra parte, en [II, 14], Don Julio nos deja saber lo que hacía la República de Roma con los habitantes de los países que ocupaba: eran reducidos a la esclavitud y tratados como bestias sin ningunos derechos. También nos muestra a Britania como el país de acogida que da refugio “a los cobardes aristócratas Bellovacos.

 

Sigamos leyendo:

 

 

[II, 15] … llegó desde aquél lugar a los términos de los Ambianos, que se entregaron y todas sus cosas sin demora…

 

Los Nervios tocaban las fronteras de éstos, sobre cuya naturaleza y costumbres como preguntara César, encontraba así:

 

[Que ningún acceso a ellos había para los mercaderes; que soportaban que nada de vino y de las restantes cosas referentes al lujo fueran importadas, porque pensaban que los ánimos languidecían y el valor disminuía con estas cosas.] Que eran hombres feroces y de gran valor. Que censuraban y acusaban a los restantes Belgas que se habían entregado al pueblo romano y habían abandonado el valor patrio. Que afirmaban que ellos ni enviarían legados ni aceptarían condición alguna paz.

 

 

En su rosario de milongas de rendiciones de plazas fuertes belgas, Don Julio nos dice que también se le entregan los Ambianos, habitantes de la plaza fuerte de Amiens otro topónimo prerromano que la censura intentó cambiar por Samarobriva, acerca de los cuales nos dijo, en [II, 4], que habían aportado 10.000 hombres al ejército belgo-germano.

 

En el último párrafo de [II, 15], vemos que todavía se conserva íntegra una auto-interpolación de Don Julio, en donde, por boca de los Nervios habitantes de una ciudad belga desaparecida cuyo nombre prerromano sería Nerva, nos muestra a los Belgas como un único pueblo que tiene una única patria, lo cual contradice las interpolaciones censorias que hemos resaltado en los capítulos que acabamos de leer.

 

 

 

9.8    CONTINUACIÓN DEL PARTE DE GUERRA DEL AÑO 57 a.C.: JULIO CÉSAR CAE CON TODO SU EJÉRCITO EN UNA EMBOSCADA QUE LES HA TENDIDO EL GENERAL BODUOGNATO.

 

 

Una vez que ha “aligerado” de  160.000  hombres al ejército que manda el general Boduognato, para que sea más verosímil su victoriosa milonga de la Guerra del año 57 a.C., Don Julio retorna a los textos de su Informe de Guerra y da comienzo a la labor de preparar a sus lectores…  para que dentro de poco estén listos para comulgar con la descomunal rueda de molino de su victoria:

 

 

[II, 16] Como hubiera hecho una marcha de tres días por los términos de éstos, averiguaba por los cautivos que el río [Sabim] [Sambre] no distaba de su campamento más de diez millares de pasos [14,8 km]. Que todos los Nervios habían acampado tras este río y esperaban allí la llegada de los Romanos junto con los Atrebates y Viromanduos, sus vecinos, pues habían persuadido a estos dos a que probaran la misma suerte de la guerra.

 

Que las tropas de los Atuatucos eran esperadas también por éstos y estaban en camino. [Que habían reunido a las mujeres y a los que por edad parecían inútiles para la lucha “en aquel lugar” adonde no había acceso para el ejército “a causa de las lagunas”.]

 

 

Según Don Julio, el ejército enemigo que se dispone a hacerle frente está compuesto de unos 75.000 hombres (50.000 Nervios + 15.000 Atrebates + 10.000 Viromanduos). Los 19.000 Atuatucos están muy alejados del futuro teatro de la guerra, “aunque están en camino”; y también han desaparecido de la escena los 40.000 soldados del país Germano a este lado del Rhin. Se trata, pues, de un ejército de un tamaño asequible para que lo pueda vencer el ejército romano.

 

La Censura, como siempre, continúa haciendo de las suyas, siendo lo más destacado el intento de cambiar por Sabim el antiquísimo nombre del río Sam-bre (topónimo prerromano perteneciente al mismo grupo que los topónimos prerromanos gallegos  Tam-bre, Lam-bre, Cam-bre, Pam-bre, etc.).

 

 

[II, 17] Conocidas estas cosas, envía delante exploradores y centuriones, para que elijan un lugar idóneo para el campamento.

 

 

Fíjense ustedes como Don Julio ha salido en persecución del ejército belgo-germano, y todavía continúa temiendo caer en una emboscada del general Boduognato. No envía ningún general a elegir el lugar del campamento, sino que lo eligen las tropas que avanzan en descubierta: exploradores acompañados de algunos centuriones.

 

Esto quiere decir que Julio César marcha tomando precauciones según las ordenanzas de rigor, y ha ordenado que avanzadillas de exploradores vayan reconociendo el terreno que su ejército tiene por delante para evitar una sorpresa por parte del ejército enemigo. Sin embargo, se está metiendo, sin saberlo, en la boca del lobo

 

 

[II, 17] Como muchos de los sometidos Belgas [y los restantes Galos], siguiendo a César, hicieran la marcha junto con él, algunos de éstos, observada la costumbre de marcha de nuestro ejército de aquellos días, según se conoció después de los cautivos, llegaron por la noche a los Nervios y manifestaron a éstos que un gran número de bagajes mediaba entre cada legión, y que no era algo de trabajo, cuando la primera legión hubiera llegado al campamento y las restantes legiones distaran gran espacio, atacar a ésta bajo los bagajes; derrotada la cual y saqueados los bagajes, sucedería que las restantes no osarían detenerse contra ellos.

 

Ayudaba también al plan de los que delataban la cosa, el que los Nervios “desde antiguo, como no pudiesen nada con la caballería pues no tienen afición a esta cosa hasta este tiempo, sino que cuanto pueden, lo valen por las tropas de a pie”, para que impidieran más fácilmente a la caballería [“de los vecinos”], si viniesen a ellos [“a causa de saquear”], desmochados y doblados árboles tiernos y crecidas muchas ramas a lo ancho e intercalados zarzales y espinos, habían hecho que estos setos proporcionaran fortificaciones a manera de muro, adonde no sólo no podía entrarse, mas ni siquiera verse a través. Como se impidiera la marcha de nuestro ejército por estas cosas, los Nervios estimaron que el consejo no debía ser abandonado por ellos.

 

 

Como dice el refrán, por la boca muere el pez. En estos párrafos de [II, 17], Don Julio nos da una información un poquito sesgada acerca de cómo ideó el general Boduognato la emboscada con la que batió al ejército romano:

 

El modo de marcha tradicional de un ejército romano compuesto de varias legiones, cuando no estaba en una situación de peligro, consistía en una formación alargada de bastantes kilómetros, en la cual cada legión marchaba por delante de su bagaje; mediando, además, cierta distancia entre las legiones.

 

Según Don Julio, los Belgas planearon atacar su ejército mientras estaba marcha, momento en el cual era más vulnerable. Para ello le prepararon una emboscada creando un pasillo de muchos kilómetros de longitud, y cerrando ambos lados de éste con “auténticos muros” construidos con tal gran cantidad de malezas y árboles cortados, que ni siquiera podía verse a través de ellos.

 

Esto impidió que la caballería romana, que iba en vanguardia, pudiese explorar los terrenos situados a ambos flancos de la columna que formaba el ejército romano en marcha, con lo cual no pudo descubrir al ejército del general Boduoganto agazapado tras las malezas, a la espera del momento señalado como idóneo para el ataque.

 

Según Don Julio, los pésimos e ignorantes generales Belgas no tenían ni idea de cómo avanzaba un ejército romano, pero fueron avisados por algunos de los rehenes belgas que se le fugaron…  y la Censura, como siempre, intentando tribalizar a los Belgas

 

 

[II, 18] Ésta era la naturaleza del lugar, el cual lugar los nuestros habían elegido para campamento. Un collado pendiente uniformemente desde la cima se dirigía al río [Sabim] [Sambre] [, que hemos nombrado arriba]. Un collado de inclinación igual nacía de este río, opuesto y contrario a éste, despejado lo más bajo cerca de doscientos pasos [300 m], cubierto de bosque por la parte superior, que no podía fácilmente verse adentro.

 

Los enemigos se mantenían en oculto dentro de aquellas selvas; en el lugar despejado unos pocos jinetes montando guardia se veían según el río. La altura del río era, aproximadamente, de tres [3] pies [0,9 m].

 

 

El astuto general Boduognato les hace creer a Julio César y su Estado Mayor que todo el ejército aliado está al otro lado del río Sambre, en una colina boscosa que impide a los exploradores romanos verlo con claridad. Les pone como cebo pequeños grupos de jinetes que montan guardia en la orilla opuesta del río Sambre, haciendo como que vigilan la llegada del ejército romano.

 

Esto hace que Julio César y sus generales se confíen todavía más, lo cual ocasiona que no se huelan la emboscada en ningún momento.

 

La profundidad del río Sambre en esa zona no es mucha, unos 0,9 m, según Julio César. Un hombre lo puede cruzar a pie con el agua casi a la altura de la cintura…

 

 

 

9.9      LA EMBOSCADA DEL RÍO SAMBRE.

 

 

[II, 19] César, enviada delante la caballería, seguía detrás con todas las tropas; pero el plan y el orden del ejército se tenía de otra manera que los Belgas habían anunciado a los Nervios; pues César, porque se aproximaba a los enemigos, según su costumbre llevaba seis [6] legiones expeditas.

 

Detrás de éstas había colocado los bagajes de todo el ejército; después las dos [2] legiones que habían sido alistadas últimamente cerraban toda la formación y eran para defensa para los bagajes. …

 

 

En los primeros pasajes de [II, 19], Julio César nos confirma de que su ejército marcha en columna, y que los soldados romanos van preparados para entrar en un posible combate, porque van en persecución del ejército del general Boduognato:

 

En la vanguardia van los 5.200 jinetes y las tropas de infantería ligera, a las cuales sigue una fuerza de infantería pesada formada por las seis (6) legiones romanas más veteranas doce (12) legiones reales, unos 57.600 infantes, equipadas con todo su armamento reglamentario. Tras ellas marchan el bagaje de todo el ejército y los rehenes belgas. Cierran la marcha las dos (2) legiones romanas más bisoñas cuatro (4) legiones reales, unos 19.200 infantes, también listas con todo su equipo militar.

 

Aunque no sabemos con certeza cuál es el fondo que Julio César ha dispuesto para la columna en marcha del ejército romano listo para entrar en combate, se puede afirmar con seguridad que esta columna tiene una longitud de bastantes kilómetros; si tenemos en cuenta, además, que entre legiones tiene que haber una distancia suficiente para que puedan desplegarse en caso de entrar en combate, según la necesidad…

 

 

[II, 19] … Nuestros jinetes, cruzando el río con los honderos y arqueros, trabaron batalla con la caballería de los enemigos. Como de cuando en cuando ellos se retiraran a las selvas hacia los suyos y de nuevo hicieran irrupción desde la selva contra los nuestros, y no osaran los nuestros perseguir a los que se retiraban más lejos que hasta el término al que los lugares abiertos alcanzaban extendidos

 

 

En este pasaje de [II, 19], comprobamos que Don Julio nos mintió en  [II, 17], donde nos dijo que el ejército enemigo carecía de caballería:

                                                                                                                                                                             

Cuando la caballería romana avista a la “cobarde” caballería aliada, se lanza al ataque sin dudarlo, y cruza el río Sambre acompañada de las tropas de infantería ligera los honderos y arqueros. La caballería aliada intenta atraerlos hacia los bosques, para que acaben de pasar el río y queden aislados del resto del ejército romano…

 

 

[II, 19] […] mientras tanto las seis [6] legiones que habían venido las primeras, medida la obra, comenzaron a fortificar el campamento. …

 

 

A Don Julio le fastidia reconocer que cayó como un pardillo en la emboscada que le tendió el general Boduognato, y amputa e interpola los textos originales de su Informe de Guerra con la intención de hacernos creer que no había ningún soldado belga a este lado del río.

 

Nos cuenta, sin ningún rubor, que buena parte de las doce (12) legiones reales que venían en vanguardia listas para entrar en combate, se despojan de sus armas y se ponen a fortificar el campamento con total tranquilidad, mientras la caballería y las tropas de infantería ligera han entrado en batalla con la caballería enemiga al otro lado del Sambre; pero, enseguida lo vamos a cazar en mentira

 

 

[II, 19] […] Cuando los primeros bagajes de nuestro ejército fueron vistos por aquellos que se ocultaban escondidos en las selvas, el cual momento de entablar combate habían convenido entre ellos, como habían formado el ejército y las filas dentro de las selvas, y ellos mismos se habían fortalecido, súbitamente volaron adelante con todas las tropas, e hicieron ímpetu contra nuestros […]  jinetes.

 

 

Mientras que la caballería y las tropas de infantería ligera romanas luchan en la otra orilla del Sambre con la potente caballería aliada, la retaguardia de la kilométrica columna que forma el ejército romano en marcha donde viajan los bagajes de todas las legiones  ya ha entrado en la ratonera preparada por el general Boduognato.

 

En ese instante, todos los cuerpos del ejército aliado que estaban emboscados a ambos lados de la marcha (recordemos que los efectivos del ejército aliado superan a los del ejército romano casi en la relación de 4 a 1) atacan por los flancos a la totalidad de la columna del ejército romano.

 

Por su parte, Don Julio continúa deformando torpemente la Historia para hacernos creer que sólo se está luchando en la otra orilla del Sambre  pero, en este momento ya sabemos que la caballería y la infantería ligera romanas hace tiempo que están combatiendo al otro lado del río

 

 

[II, 19] Rechazados éstos y desordenados fácilmente […], bajaron corriendo al río con increíble rapidez, que casi a un tiempo eran vistos los enemigos ora junto a las selvas ora en el río, ora ya en nuestras manos.

 

 

Don Julio quiere que pensemos que tanto la caballería como las tropas de infantería ligera romanas han sido puestas en fuga por la infantería aliada. Sin embargo, ha tenido que ser la potente caballería aliada la que las ha hecho huir en desbandada; la cual, saliendo en su persecución, destroza la infantería ligera romana (Julio César no volverá a mencionarla en el resto del relato); y es la invisible fuerza que, en adelante, evitará que la caballería romana se pueda reagrupar con su infantería pesada. No obstante, según interpolará más adelante Don Julio, sus 5.200 jinetes deben haber sido puestos en fuga por el viento

 

Conseguida la aniquilación de la infantería ligera del ejército romano, y puesta en fuga su caballería, un cuerpo del ejército aliado cruza el río Sambre y hace un amago de ataque a las legiones que van en vanguardia, según Don Julio   pero esto, como veremos, es ciertamente dudoso…

 

 

[II, 20] Todas las cosas debían ser hechas por César a un tiempo: debía ser izada la bandera, que era la enseña cuando era preciso que se acudiese a las armas. Debía ser dada la señal con la trompeta. Debían ser llamados los soldados del trabajo. Los que a causa de buscar material habían avanzado un poco más lejos, debían ser llamados. El ejército debía ser formado, los soldados exhortados; la señal dada. Gran parte de las cuales cosas impedía la brevedad del tiempo y la afluencia de los enemigos.

 

Dos cosas eran para ayuda para estas dificultades:

 

● El conocimiento y experiencia de los soldados, porque, ejercitados en los anteriores combates, podían no menos convenientemente ellos mismos prescribirse qué debía hacerse que ser enseñados por otros.

 

● Y que César había prohibido que cada legado se apartara de la obra y de cada legión, a no ser una vez fortificado el campamento.

 

Éstos, a causa de la proximidad y rapidez de los enemigos, nada esperaban ya el mando de César, sino que por sí disponían las cosas que parecían.

 

 

El caos en que está sumido el ejército romano debido el efecto de la emboscada es expresado elocuentemente por Don Julio en [II, 20], aunque continúa porfíando con la milonga de la construcción del campamento romano.

 

Como reconoce Don Julio, su ejército está en una formación tan estirada que es imposible dirigirlo con un mando unificado. Menos mal que los generales romanos están cada uno con su legión, puesto que, como hemos comentado antes, Don Julio había ordenado que el ejército romano avanzase con cierta precaución. Como son buenos profesionales, actúan con iniciativa propia, e intentan aguantar como mejor pueden la embestida del ejército aliado…

 

 

[II, 21] César, mandadas las cosas necesarias, […] bajó corriendo a exhortar a los soldados a la parte que la suerte le ofreció y llegó a la legión décima. Habiendo exhortado a los soldados con un discurso no más largo que para que conservaran el recuerdo de su pristino valor y no se perturbaran en ánimo; y sostuvieran valientemente el ímpetu de los enemigos, dio la señal de trabar batalla, porque los enemigos no distaban más que adonde podía ser lanzado un dardo […]  y, dirigiéndose “a la otra parte” igualmente a causa de exhortar, la encontró peleando.

 

Fue tanta la escasez de tiempo, y el ánimo de los enemigos tan dispuesto para pelear, que faltó tiempo no sólo para acomodar las enseñas […]  sino también para ponerse los cascos y quitar las cubiertas de los escudos. A la parte que cada uno llegó por casualidad desde el trabajo y las primeras enseñas que vio, formó junto a éstas, para que no dejara pasar el tiempo de luchar en busca de los suyos.

 

 

Don Julio marchaba próximo a la legión décima, la cual era su legión predilecta en ese tiempo. Sin embargo, fue tan rápido el ataque del enemigo, que apenas le quedó tiempo para exhortarla al combate, y no pudo desplegarla adecuadamente en orden de batalla…

 

 

[II, 22] Formado el ejército más como pedía la naturaleza del lugar y la pendiente de la colina, y la necesidad del momento, que como el sistema y orden del arte militar; como las legiones separadas resistieran a los enemigos ─unasen otra parte─, [y fuera impedida la vista por setos densísimos intercalados, según indicamos antes,] ni podían ser colocadas las reservas precisas, ni preverse qué era necesarioen cada parte”, ni ser dadas “por uno solotodas las órdenes. Y así, en tan gran desigualdad de cosas, sucedían también diversos resultados de la fortuna.

 

 

 

A pesar de que continúa con la milonga de la construcción del campamento, con el objeto de ocultarnos que ha caído en una emboscada, Don Julio confiesa, en [II, 22], lo que ya hemos visto antes:

 

El ejército romano ha sido atacado por ambos flancos mientras estaba en orden de marcha. Esa es la razón de que las legiones se encuentren separadas; y de que el ejército romano no pueda ser desplegadosegún el sistema y el orden del arte militar la situación se debió asemejar bastante al esquema que adjuntamos para explicar la emboscada.

 

Por esa misma razón, tampoco se puede prever qué es necesario en cada parte, ni dónde es necesario colocar las reservas precisas; ni se puede ejercer un mando único sobre las tropas.

 

Las legiones que están “en otra parte”, demasiado alejadas para que Julio César pueda acceder a ellas en plena emboscada, son las legiones XI , VIII, y las dos legiones bisoñas que marchan en retaguardia, las cuales están encargadas de defender el bagaje del ejército…

 

 

 

[II, 23] Los soldados de la novena y de la décima legión, “como se habían colocado en la parte izquierda de la formación”, lanzados los pilum, rechazaron rápidamente desde un lugar más elevado hasta el río a los Atrebates –pues aquella parte había correspondido a éstos– sin aliento por la carrera y el cansancio, y agotados por las heridas; y, persiguiendo con las espadas a los que intentaban cruzar, mataron a gran parte de ellos impedida.

 

Ellos mismos no dudaron pasar el río, y, avanzando a un lugar desfavorable, […] pusieron de nuevo en fuga a los enemigos que resistían, habiéndose renovado el combate.

 

Igualmente, “en otra parte” dos [2] legionesseparadas, la undécima y la octava, […] derrotados ya los Viromanduos, con los cuales habían trabado combate desde un lugar más elevado, combatían en las mismas orillas del río.

 

Pero, desguarnecido casi todo el campamento “por el frente y por la parte izquierda”, como la duodécima legión se hubiera situado en el ala derecha, y la séptima con un intervalo no grande de aquella, todos los Nervios, cuyo general era Boduognato, el cual tenía la totalidad del mando, se dirigieron a aquel lugar en cerradísima formación, y parte de los cuales comenzó a rodear a las legiones por el lado descubierto, parte a dirigirse al lugar más elevado del campamento.

 

 

 

Como los soldados de las legiones están apelotonados a causa de la formación que traían durante la marcha, y todo el ejército romano está confinado en un espacio muy reducido para que pueda ser adecuadamente desplegado en orden de batalla formando las acies, Julio César ordena a las legiones IX y X que pasen a la otra orilla del río Sambre, con el fin de que busquen espacio para desplegarse formando las acies, a pesar de que el terreno les es desfavorable.

 

 

Con esta maniobra amplía el teatro de la batalla y, de paso, habilita espacio para que las legiones XII y VII se puedan estirar formando las acies, de acuerdo con el arte militar romano. De este modo ocupa “el terreno situado a la izquierda del campamento”, el cual había quedado “desguarnecido” por el paso de las legiones IX y X al otro lado del río Sambre; pero abre un espacio entre las legiones VII y XI, el cual fue inmediatamente ocupado por las tropas aliadas, con el fin de partir en dos la columna que formaba el ejército romano:

 

Dice Don Julio que las legiones XI y VIII, están “en otra parte”; es decir, han sido aisladas de las legiones XII y VII por el ejército aliado, y combaten por su cuenta, sin coordinación alguna con la vanguardia del ejército romano.

 

En el último pasaje de [II, 23], Julio César tiene el gusto de informarnos de que el general Boduognato fue el General en Jefe del ejército belgo-germano que lo derrotó en la batalla del río Sambre, porque que tenía el mando supremo del ejército aliado.

 

Por su parte, el general Boduognato ordena que las legiones XII y VII sean rodeadas por el lado descubierto, con el fin de embolsarlas contra el río Sambre, y acabar dando  el jaque mate  a Julio César.

 

Sigamos con el relato del desastre sufrido por el ejército romano:

 

 

[II, 24] Al mismo tiempo nuestros jinetes y los infantes de armadura ligera, que habían estado juntamente con aquellos, [que había dicho] derrotados al primer ataque de los enemigos, como se retiraran […] al campamento, se encontraban a los enemigos de frente y nuevamente buscaban la huida “hacia otra parte”.

 

Y los bagajeros, […] que habían visto desde la puerta decumana y la cima más alta de la colina que los nuestros vencedores habían cruzado el río, saliendo a causa de saquear, como hubiesen mirado atrás y hubiesen visto que los enemigos se hallaban en nuestro campamento, se entregaban a la fuga precipitados. Al mismo tiempo surgía el clamor y el estrépito de los que venían con los bagajes; y, asustados, se dirigían unos a otra parte […]

 

 

Como ya hemos visto antes, la infantería ligera romana ha sido machacada. La caballería, derrotada y perseguida por la caballería belgo-germana, se ha dado a la fuga y ahora está muy alejada del campo de batalla; y, siempre que intenta reagruparse con la infantería pesada romana, se ve forzada de nuevo a la huida debido al acoso a que la tiene sometida la caballería aliada.

 

Mientras tanto, en “otra parte”, atacados por las tropas aliadas los flancos de la retaguardia de la columna romana, donde viajan todo el bagaje del ejército y los rehenes belgas, los bagajeros ponen pies en polvorosa.

 

Al mismo tiempo, los que venían con los bagajeslas legiones XI y VIII, y las dos legiones bisoñas─, asustados”, inician la retirada “hacia otra parte, lo cual quiere decir que…

 

¡¡¡La totalidad del bagaje del ejército romano ha sido capturado por el ejército aliado!!!

 

 

[II, 24] Movidos por todas las cuales cosas, los jinetes Treveros cuya reputación de valor es singular entre los […] [Galos], que habían venido a César enviados por su pueblo a causa de auxilio, como hubieran visto que nuestro campamento se llenaba con multitud de enemigos, que las legiones eran acosadas y casi eran tenidas rodeadas. Que los bagajeros, jinetes, honderos, y númidas, separados y dispersos huían hacia todas partes. Que estaban desesperadas nuestras cosas; se dirigieron […] [a su patria] y anunciaron a su pueblo que los Romanos habían sido derrotados y vencidos. Que los enemigos se habían apoderado del campamento y los bagajes de ellos.

 

 

En el último pasaje de [II, 24], Don Julio monta una estúpida milonga para intentar demostrar a sus lectores cómo se creó el miserable bulo de que su ejército fue derrotado en la Guerra del año 57 a.C. ─“bulo” al cual dio crédito el Senado de la Repúbica de Roma para desprestigiarle ante el pueblo romano.

 

Pero, gracias a esta milonga, el torpe de Don Julio nos confirma que hasta ahora hemos interpretado correctamente la tergiversación de la Historia que hizo en el Libro II de los Comentarios:

 

Según Don Julio, “ese miserable bulo fue creado por unos cobardes jinetes Treveros que se habían incorporado a la caballería romana”; los cuales, viendo que la cosa estaba feísima para el ejército romano, lo dejaron tirado en plena emboscada y se volvieron a casa.

 

Ni que decir tiene que es muy dudoso que entre la caballería romana hubiese esclavos de la Provincia de Galia 

 

Debido a la gran reputación de valor que los Treveros tenían entre los [] como siempre, la Censura ha introducido Galos, con lo cual nos quedamos sin saber exactamente a qué pueblo pertenecían los Treveros, antiguos habitantes de Tréveris, probablemente Trever, topónimo prerromano, toda Europa dio crédito a “las mentiras” que fueron propagando por doquier aquellos miserablescobardes”:

 

● Que las legiones romanas, atacadas por el ejército aliado,  casi habían sido rodeadas.

 

● Que los bagajeros, la caballería, y la infantería ligera romanas habían huido en desbandada.

 

● Que el ejército romano había sido derrotado y vencido.

 

● Que las tropas aliadas habían capturado todo el bagaje del ejército romano.

 

 

A ver qué nos encontramos ahora …

 

 

[II, 25] César, marchando de la exhortación de la legión décima al ala derecha, cuando vio que los suyos eran apremiados y que los soldados de la legión duodécima, reunidos los estandartes en un solo lugar, ellos mismos, apiñados, eran para impedimento para sí para el combate.

 

Matados casi todos los centuriones de la cuarta cohorte y matado el portaestandarte; perdida la enseña; o heridos o matados casi todos los centuriones de las restantes cohortes, entre éstos el primipilo P. Sextio Báculo, varón muy valiente, acabado por muchas y graves heridas, que no podía ya sostenerse.

 

Que los demás eran más remisos; y que no ningunos, abandonados por los últimos se retiraban del combate y evitaban los dardos.

 

Que los enemigos ni cesaban subiendo por delante desde un lugar más bajo y apremiaban por uno y otro lado.

 

Y vio que la cosa estaba en estrecho; y que no había socorro alguno que pudiera ser enviado, quitando el escudo a un soldado de los últimos porque él mismo había venido allí sin escudo avanzó a la primera línea. Y, llamando a los centuriones nominalmente, habiendo exhortado a los restantes soldados, mandó llevar contra el enemigo las enseñas y aflojar los manípulos, para que pudieran más fácilmente usar de las espadas.

 

Con cuya llegada, infundida esperanza a los soldados y renovado el ánimo, como cada uno por sí deseara, a la vista del General en Jefe, aún es sus cosas extremas, cumplir bien su misión, el ímpetu de los enemigos se frenó un poco.

 

 

Después de haber ordenado a las legiones IX y X que pasen el río Sambre, con el fin de crear espacio para el despliegue de las legiones XII y VII, Don Julio nos muestra en qué lamentable estado se encuentra la legión XII, la más próxima a él, debido al castigo a que está siendo sometida atacada por los flancos por las tropas del general Boduognato:

 

La legión está apiñada y no ha podido formar las acies. Los enemigos han matado al portaestandarte y se ha perdido la enseña de la legión. Hay una gran cantidad de bajas

 

Don Julio ordena que la legión se despliegue poco a poco, formando las acies según el arte militar romano, para que puedan entrar en combate mayor número de soldados, y haya mayor espacio para hacer esgrima con las espadas, sin que los soldados se estorben entre sí.

 

Esto hace que la situación mejore un poco para la legión XII ...

 

 

[II, 26] César, como hubiera visto que la séptima legión, la cual se había situado junto [a la octava], era acosada igualmente por el enemigo, advirtió a los tribunos de los soldados que las legiones se juntaran despacio y llevaran contra los enemigos las enseñas vueltas; hecho lo cual, como uno a otro llevara apoyo, y no temieran que, vueltos, fueran rodeados por el enemigo, comenzaron a resistir más audazmente y luchar más valientemente.

 

Mientras tanto, los soldados de las dos [2] últimas legiones que en el último cuerpo había sido para defensa a los bagajes, anunciado el combate, apresurada la carrera, eran vistos por los enemigos… en la cima de la colina.

 

Y T. Labieno, […] habiéndose apoderado del campamento de los enemigos y viendo desde lugar más elevado qué cosas se hacían en nuestro campamento, envió la décima legión para socorro de los nuestros; los cuales, como hubieran conocido por la fuga de los jinetes y de los bagajeros en qué lugar estaba la cosa y en cuán gran peligro ya el campamento, ya las legiones, ya el General en Jefe se hallaba, nada de restante hicieron para sí en cuanto a la rapidez.

 

 

La legión VII era la más próxima a la XII en el orden de marcha que traía el ejército romano, y también está sufriendo un duro castigo atacada por el frente y por la retaguardia. Don Julio ordena a los tribunos de la legión VII lo cual quiere decir que el legado probablemente ha muerto que desplieguen la legión formando las acies; y que, poco a poco, se vayan situando en paralelo con la legión XII, para aumentar la densidad de soldados romanos ante el ataque a que están sometidos tanto por el frente como por la retaguardia; para reordenar el ejército diezmado por las bajas; y para mitigar un poco la presión que está ejerciendo el enemigo sobre ambas legiones.

 

 

 

Una vez que las legiones XII y VII han conseguido colocarse espalda contra espalda, aunque siguen estando rodeadas por las tropas aliadas, los soldados romanos no se ya sienten tan agobiados porque pueden desplegar con más efectividad su técnica militar; y también darse relevos en el combate.

 

Aún así, la situación continúa siendo crítica para las legiones XII y VII. Por esta razón, el legado T. Labieno, el cual debe haber conseguido una situación más desahogada en la otra orilla del río Sambre, decide quedarse tan sólo con la legión IX;  y envía la legión décima en auxilio de Don Julio, al ver que las legiones XII y VII se encuentran en tan gran aprieto …

 

— Fijémonos también en que hace bastante tiempo que la caballería; la infantería ligera; los bagajeros; las legiones XI y VIII, y las dos legiones bisoñas han desaparecido del relato y no se sabe dónde están. Nos quedamos sin saber si fueron masacradas; o capturadas; o si pudieron retirarse tras sufrir fuertes pérdidas. Y recordemos que siempre que hablamos de una (1) legión romana, hablamos de dos (2) legiones reales…

 

 

 

[II, 27] Con la llegada de éstos, […] tan gran cambio de cosas se hizo, que los nuestros, incluso los que habían caído acabados por las heridas, apoyados en los escudos, renovaban el combate.

 

Los bagajeros, viendo a los enemigos aterrorizados, incluso inermes corrían al encuentro a los armados. Los jinetes por su parte, para que borraran con su valor la vergüenza de la fuga, en todos los lugares de la lucha se adelantaban a los soldados legionarios.

 

Pero los enemigos, incluso en la extrema esperanza de salvación, demostraron tan gran valor que, como hubieran caído los primeros de ellos, los más próximos se sobreponían a los caídos y luchaban desde los cuerpos de ellos; derribados éstos y amontonados sus cadáveres, los que quedaban arrojaban dardos contra los nuestros como desde un parapeto y devolvían las picas interceptadas; de modo que debía juzgarse que hombres de tan gran valor no habían osado vanamente cruzar un río anchísimo, escalar unas riberas altísimas, avanzar a un lugar muy desfavorable; cosas que su grandeza de ánimo había tornado fáciles de muy difíciles.

 

 

En [II, 27], se acaba el relato de la Guerra del año 57 a.C.. Don Julio amputa el resto de los textos de su Informe de Guerra y termina de un plumazo la batalla del Sambre.  Acto seguido, empieza a largar a sus lectores la  milonga  de que, finalmente, acabó ganando la batalla.

 

Lo que probablemente debió suceder fue que la legión décima consiguió abrir una brecha en el cerco al que estaban sometidas las legiones XII y VII, con lo cual habilitó una vía de escape para que los restos del ejército romano que todavía quedaban en el campo de batalla pudiesen emprender la retirada.

 

 

[II, 28] Hecha esta batalla y reducido el nombre [y la nación] de los Nervios casi a exterminio, los mayores por nacimiento [, que habíamos dicho reunidos en estuarios y pantanos juntamente con los niños y las mujeres], anunciada esta lucha, como juzgaran que nada era difícil para los vencedores y nada era seguro para los vencidos, por acuerdo de todos los que habían quedado, enviaron legados a César y se entregaron a él; y, al recordar el desastre del pueblo, dijeron que ellos habían sido reducidos a tres [3] senadores de seiscientos [600], apenas a quinientos [500] que pudieran llevar armas de sesenta millares [60.000] de hombres [Don Julio dijo 50.000 en [II, 4]].

 

A los cuales César, para que se viera que usaba de misericordia para con los desgraciados y suplicantes, los conservó diligentísimamente y mandó que usaran de sus términos y ciudades; y ordenó a sus vecinos que se retrajeran ─y a los suyos─ de la injuria y el daño. 

 

 

Aunque, gracias a Don Julio, nos perdemos la Historia de la retirada del ejército romano aprovechando la llegada de la noche; y también las penalidades que debió pasar durante la misma, sin bagaje y acosado por el ejército aliado, éste nos deja saber que no conquistó ninguna ciudad belga en la Guerra del año 57 a.C., porque, diligentísimamente”, “dejó a los Belgas usando de sus términos y ciudades”; infantilismo  juliano que ya hemos visto utilizado también en el relato de la Guerra de los Helvetios.

 

Los capítulos [II, 29] a [II, 33] carecen de interés, puesto que son un relleno para cubrir la ausencia los textos amputados del Informe de la Guerra del año 57 a.C., en los cuales se explicaba la retirada romana. Contienen una milonga de Don Julio donde cuenta a sus lectores que, sin bagaje; sin caballería; sin infantería ligera; y sólo con los restos de las legiones IX, X, XII, y VII, conquistó una ciudad de los Atuatucos tras haberla puesto sitio durante muchos días.

 

Naturalmente, esta ciudad carece de nombre” …        para que nunca se pueda comprobar la falsedad del relato.

 

 

[II, 34] Por el mismo tiempo fue hecho sabedor por P. Crasso, al que había enviado con una legión a los Vénetos, Unelos, Osismos, Coriosolites, Esubios, Aulercos y Redones, que son pueblos marítimos y tocan el Océano, que todos aquellos pueblos habían sido reducidos a la jurisdicción y potestad del pueblo romano.

 

 

En [II, 34], Don Julio intenta tachar de mentiroso a su lugarteniente P. Crasso, diciendo que le ha informado de que conquistó todo los territorios del sur de Bélgica, incluyendo la actual península de Bretaña, con sólo una (1) legión romana dos (2) legiones reales; mientras que él, al mando de ocho (8) legiones romanas dieciséis (16) legiones reales, acaba de recibir una soberana paliza en la emboscada del río Sambre.

 

A cambio, nos enteramos de fue P. Crasso el general romano que dirigió con éxito el ataque de distracción ordenado por Julio César para tratar de dividir al ejército belga.

 

 

[II, 35] Hechas estas cosas, y pacificada […] [toda la Galia], tan gran renombre de esta guerra fue divulgado a los bárbaros, que eran enviados emisarios a César por aquellas naciones que habitaban tras el Rhin, que prometieran que ellas darían rehenes y cumplirían las órdenes; a las cuales embajadas César mandó que volvieran a él comenzando el próximo verano, porque tenía prisa a Italia y al Ilírico.

 

Él mismo, llevadas las legiones a los cuarteles de invierno a los Carnutes, Andes, Turones, y pueblos que “estaban próximos” a estos lugares “donde había hecho la guerra”, marchó a Italia.

 

[A causa de estas cosas, por las cartas de César, una acción de gracias quince días fue decretada, lo cual a nadie sucedió antes de aquel tiempo.]

 

Don Julio termina, en [II, 35], el Libro II de los Comentarios haciéndose un panegírico vergonzoso que no comentaremos, porque se cae por sí solo.

 

También nos deja saber hasta donde penetró el general P. Crasso por el sur de Bélgica, siguiendo el curso del río Loira, que es la zona donde pasarán el invierno las diezmadas legiones romanas que pudieron escapar de la emboscada del Sambre.

 

Los cuarteles de invierno son instalados en las comarcas de los Carnutes los antiguos habitantes de Orleáns, topónimo prerromano que la Censura intentó cambiar por Cenabum; Turones los antiguos habitantes de Tours, también topónimo prerromano que la Censura intentó cambiar por Caesarodunum; y Andes los antiguos habitantes de Angers, otro topónimo prerromano que la Censura intentó cambiar por Iuliomagus.

 

Según Don Julio, esos cuarteles de invierno estaban situados “en territorios próximos a los lugares en donde tuvo lugar la emboscada del general Boduognato

 

— Pues sí, estaban muy cerquita. Tan sólo a unos 300 km de nada… 

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

(1)  CAESAR’S COMMENTARIES, W. A. McDevitte y W. S. Bohn, Nueva York, 1.869.

 

(2)  Guerra de las Galias, V.García Yebra y H. Escolar Sobrino, Editorial Gredos, 1.996.

 

(3)  Guerra de las Galias, H. J. Edwards, Loeb, 1.913.

 

(4)  SUETONIUS, J.C. Rolfe, Nueva York, 1.914.

 

(5)   Vidas de los Doce Césares, Mariano Bassols de Climent, Madrid, 1.990.

 

CONTINUAR

 

 

Hosted by www.Geocities.ws

1