LOS PIONEROS

 

1.0    EN 1.897, EL JOVEN ARQUEÓLOGO FEDERICO G. MACIÑEIRA Y PARDO DE LAMA INICIA EL ESTUDIO DE LOS CASTROS PREHISTÓRICOS DE GALICIA.

 

En 1.897, un joven arqueólogo de 27 años, Federico G. Maciñeira, por aquel entonces CRONISTA DE ORTIGUEIRA, iniciaba con gran entusiasmo y metodología científica el estudio de los castros del norte de Galicia que él identificaba como prehistóricos (miles de años anteriores a la conquista romana del territorio gallego).

Es impresionante ver la profundidad de pensamiento del joven Federico G. Maciñeira en la época en que está naciendo la Historia Antigua de la Europa Occidental; y cómo sabe diferenciar los castros prehistóricos de los castros construidos por las tropas romanas durante la conquista y ocupación del país gallego, facultad que han perdido los historiadores españoles, los cuales siguen aquejados de una amnesia sobrevenida al comienzo de la Guerra Civil española.

También llaman la atención tanto su erudición como las relaciones que ha establecido hasta este momento con numerosos investigadores españoles y extranjeros, lo cual es una muestra más de su inquietud y afán investigador.

Disfruta, querido amigo interesado en la Historia, viendo cómo con escasos medios suplidos con formación, talento, y ganas de trabajar, también se pueden hacer trabajos de investigación de gran altura científica:

 

 

CASTROS PREHISTÓRICOS DE GALICIA

(APUNTES PARA SU ESTUDIO)

(I)

por   Federico G. Maciñeira.

 

REVISTA CRÍTICA DE HISTORIA Y LITERATURA

Españolas, Portuguesas é Hispano-Americanas

Nº 4, 1.897

 

 

1.1    INTRODUCCIÓN A ESTE ESTUDIO PRELIMINAR DE LOS CASTROS PREHISTÓRICOS DE GALICIA.

 

De los muchos monumentos pre-romanos que en Galicia se conservan son, en mi concepto, los castros, después de las mámoas, los que mayor interés ofrecen al investigador, cual sucede en el vecino reino lusitano: regiones únicas de la Península en que fueron levantadas por el hombre prehistórico estas notables edificaciones, hijas de una cultura incipiente.

 

(1) Según los arqueólogos, en Inglaterra, Bretaña francesa y Bélgica, existen también ejemplares; y Murguía (ESPAÑA: SUS MONUMENTOS Y ÁRTES, SU NATURALEZA E HISTORIA. Galicia, página 61), supone asimismo que el rath irlandés pertenece á su género.

Muchos y muy variados son los que en el accidentado suelo del país gallego existen; pero en su mayor parte están huérfanos de verdaderas exploraciones científicas que pongan al descubierto los tesoros arqueológicos que necesariamente deben contener, á juzgar por los del territorio portugués.

Por lo general, los castros gallegos se hallan emplazados en la cúspide de colinas más o menos elevadas y los constituyen uno ó dos parapetos circulares hechos con tierra —en algunos casos revestidos de toscos muros en seco— con sus correspondientes fosos exteriores, habiéndolos también dotados de más complicadas obras defensivas y variando mucho en su perímetro.

El ilustre historiador regional, mi amigo M. Murguía

(2)  Galicia, pág. 55.

 

dice que los castros se ven los unos a los otros, formando líneas militares para la defensa de un valle ó una región dada, opinión que se encuentra conforme con mis observaciones; mas, como algunos pretenden, no es cierto que estén situados siempre al lado de corrientes de agua, según he podido aseverar por los que yo he reconocido. En cambio, unidas á todos ellos corren interesantes leyendas y supersticiosas tradiciones relacionadas siempre con os mouros (los moros), á quienes nuestro pueblo atribuye todo lo anterior al renacimiento, huella que ha dejado impresa la guerra  de la Reconquista.

 

Opinan los eruditos autores de la Geología y Protohistoria Ibéricas

 

(3) Pág. 579. Tomo I de la Historia de España publicada por la Real Academia.

 

que todos los castros no pertenecen al mismo ciclo del tiempo, pero suponen á la gran mayoría de los de Galicia levantados en el período del bronce. Cuál fuese su principal destino es cuestión que ya ha sido muy debatida, por más que hoy van estando muy conformes los arqueólogos en asignarles el carácter esencial de fortificaciones.

 

Mi respetable amigo el sabio lusitano J. Leite de Vasconcellos, tan competente en estos estudios, al describir los castros de su país, muchos de los cuales investigó detenidamente,

 

(4) Véase la notable revista Ó Archeólogo portugués, vol. I, pág. 3, que él dirige.

 

los trata como primitivos centros de población fortificados, y supone que son las ciudades ú oppidas á que se refiere el autor de Commentarii de Bello Hispaniensi

 

(5) Murguía, Galicia, pág. 55, dice también que el castro es el oppidum de los galos.

 

al ocuparse de nuestra patria en la época romana.

 

Por lo que á los castros de Galicia atañe, opina el reputado arqueólogo Sr. Villaamil y Castro que “sirvieron á la vez de fortalezas y viviendas, sin excluir la probabilidad de que alguna vez sirvieran también de lugar de sacrificios y de enterramiento”.

 

(6) Geología y Protohistória ibéricas, pág. 577.

Murguía dice que “los de mayor área” tienen el “doble carácter de ciudad y fortificación, y por lo tanto, de habitación, templo y foro”, quedando, por consiguiente, excluídos de tal carácter los más reducidos, que, según da á entender, los supone destinados á llenar diversos objetos.

(7)  Galicia, cap. I. Castros.

Y el ilustre escritor gallego mi amigo D. Leandro de Saralegui, asigna á los castros el empleo de fortaleza de refugio, que habrán servido —dice— en su origen, para otros muchos objetos y fines de la vida social y política de los pueblos que los erigieron.

(8)  Estudios sobre Galicia, pág. 76. – Tomo XVII de la Biblioteca Gallega.

Yo creo, debido á propias observaciones, con respecto á los castros que he visto y estudiado en la comarca de Ortigueira, por mí minuciosamente investigada, que han tenido el objeto esencial de servir como lugar de refugio á los habitantes del territorio.

(9) Según escribió Appiano, Decio J. Bruto, en su guerra contra los gallegos, asediaba muchos castillos, que no eran indudablemente otra cosa que estos castros, como cree también Murguía. Hist. de Galicia, tomo II, pág. 375.

Y, en mi concepto, estas cimas tan rústicamente atrincheradas, dado el supuesto origen ario de sus constructores, son sencillamente el pur ó fortaleza que este primitivo pueblo levantaba cerca de sus viviendas, donde —como dice Von Ihering en tiempos de invasión se acogían los vecinos moradores, acampando al aire libre con sus ganados y aves hasta que el enemigo se retiraba. Del pur ario hace originar este sabio el punto de partida histórico de la ciudad indo-europea.

(10)  Prehistoria de los Indo-europeos, (edic. española), pág. 129.

Inspirándose, pues, en las tradiciones del pueblo padre, sus descendientes levantaron también en estas tierras occidentales el necesario pur, y en él, como punto fuerte donde se acogerían en los trances apurados y donde, por consiguiente, nunca faltaría la defensa, establecieron ya la residencia del jefe, ya la asamblea, ya el culto o prácticas con él relacionadas,

(11)  Sin duda por esto afirman los sencillos campesinos de Mondáriz (Orense) que en el castro conocido en aquella región por Couto redondo, existe una catedral custodiada por un ejército de gigantes.

y hasta en algunos casos la necrópolis de los distinguidos, ó quizás tuviese á la vez varios destinos.

(12)  Murguía Galicia, pág. 63 cita la opinión del Sr. Costa (Mit. célt.), que asigna también al castro estas mismas condiciones.

Bajo este punto de vista, nuestros castros pueden relacionarse con parte de los célebres mound de la América del Norte, según los clasificaron Squier Davis y Short,

(13)  De este mismo parecer es mi buen amigo el sabio sociólogo D. Manuel Sales y Ferré, según me tiene manifestado en cartas que nos cruzamos respecto á estos estudios de investigación, para mí provechosísimas por los buenos consejos y enseñanzas que en ellas me prodiga y que mucho le agradezco.

y con algunos círculos del despoblado Alto Montón —cuenca del Missisipí

(14)  Véase Tratado de sociología, por Sales y Ferré. Tomo I, parte 2ª, pág. 269.

con los cuales guardan gran semejanza,

(15)  Sin duda á alguna de estas térreas construcciones se refirió Verea y Aguiar cuando en su Historia de Galicia parte 1ª, pág. 95 dijo que en la América Septentrional se había descubierto un monumento parecido á nuestros castros.

 

llenando unos y otros parecidos objetos en la constitución social de las gentes que los construyeron; coincidencia muy natural, pues que las civilizaciones en su infancia se manifiestan en idéntica forma, aunque se hallen muy distanciados y sin relación alguna entre sí los países en que se operan.

 

 

1.2    TIPOLOGÍA DE LOS CASTROS PREHISTÓRICOS DE GALICIA.

 

Los castros prehistóricos

 

(16)  Además de los castros prehistóricos, circundan la extensa ría de Ortigueira porción de fortificaciones térreas levantadas por los romanos, ó sean castris stativis, que aquí se denominan con el mismo nombre, pero que son muy distintas de aquellos en todos sus caracteres. Espero consagrarles un estudio especial, donde deje probado el origen que les asigno, como lo desea mi respetable amigo el ilustre arqueólogo alemán E. Hübner (Véase el núm. 12 de esta REVISTA).

 

que visité en la comarca que es objeto de mis investigaciones, los divido en dos clases: naturales y artificiales.

 

Son los primeros cimas perfectamente acondicionadas para la defensa, en las que nada hizo el hombre para completar la obra de la Naturaleza, limitándose, sin duda, á señalarlas como puntos fuertes y estratégicos en las ocasiones de peligro. Por esta razón ningún vestigo arqueológico se encuentra en ellos, y sólo por el nombre de castros, que aún llevan, y por tradiciones que les acompañan, unido á sus condiciones favorables para el objeto á que debió destinárseles, venimos en conocimiento de que el hombre primitivo aprovechó estas cimas como fortificaciones.

 

Por el contrario, en los segundos, que llamo artificiales, desplegó indudablemente todos los recursos de su basta cultura, á fin de organizar un buen sistema de defensas contra el enemigo.

 

Los castros naturales, ninguna luz llevan al campo de la arqueología prehistórica. Y en mi concepto, más que fortificaciones en su primera fase —ó sea, lugares de protección contra el enemigo en una época en que el hombre no contase, por efecto de su atraso, con los elementos necesarios para dotarlos de las obras de defensa que más tarde adoptó— creo que se trate de puntos fuertes secundarios, elegidos en combinación con los castros artificiales, á cuya vista se encuentran, obedeciendo siempre á un plan de defensa militar de un territorio.

 

Mas, ¿qué causa determinó que algunos de estos castros naturales, no muy inexpugnables por cierto, no fuesen fortificados, mientras lo han sido otros que mejor excusaban esta prevención?

 

Yo creo que, precisándose el empleo de esfuerzos extraordinarios para cavar esos fosos y levantar esos parapetos de que aparecen dotados los castros artificiales, sólo hicieron uso de ellos en los que, á más del objeto militar, iban á encerrar en su recinto algo que en el orden político ó religioso sería de mucha estima para sus constructores.

 

De los varios castros naturales que hallé, me llamaron la atención el de la Toca (Puentes-Ortigueira), el de la Piedra y el de Sardiñeiras-Céltigos (Ortigueira), porque los constituyen cerros muy elevados de abruptas pendientes, de donde se descubre mucho terreno y se dominan otros castros artificiales. También es digno de especial mención el de Luhía (Ortigueira), que lo forma un pequeño otero natural, de regular elevación y hechura oval, con faldas muy pendientes, que surge en medio de una llanura cercana al mar entre terrenos pantanosos alimentados por varios arroyos: emplazamiento parecido al adoptado por los antiguos eslavos para sus Gorodiste de la llanura.

 

(17)  Prehistoria de los Indo-europeos de R. Von Ihering, pág. 131.

 

A su lado se levanta, desde antiguo, una ermita dedicada á Santa Ana, muy venerada en los contornos.

 

 

1.3    EL CASTRO PREHISTÓRICO  ARTIFICIAL DE VILA D´OS COTOS.

 

En esta comarca no abundan, como en otras partes de Galicia, los castros artificiales ó cúspides fortificadas por el hombre prehistórico; habiendo encontrado solamente unos ocho, mientras que existen porción de mámoas de varios géneros de los períodos neolítico y del bronce. En estos apuntes daré cuenta de dos ó tres de tan interesantes monumentos.

 

La estación de Puentes de García Rodríguez (Ortigueira), una de las más notables de Galicia por el gran número de recuerdos pre-romanos que conserva,

 

(18)  Dice Murguía en su Historia de Galicia. Tomo 2º, pág. 351 al describir nuestra región en la época romana, que la tribu de los iadones “cuyo centro debió ser Libunca” estaba situada cerca del nacimiento del Narahío. Tomando esto como base, podemos opinar que este valle, á cuya vera nace el Narahío, fue habitado por esa tribu.

 

de algunos de los cuales he dado noticia en otras publicaciones, la forma un extensísimo valle de aluvión, circundado por altos montes y regado por dos ríos.

 

En una estribación de aquellos, que limitan esta llanura por el Sur, hállase emplazado un castro conocido en el país, con el nombre de Vila d’os Cotos. De su lado Oeste, á cuatro kilómetros de distancia, domina perfectamente el de la Toca que dejo citado, que cierra una cañada; al Norte tiene el castro natural de Uz; al Este, un notable cromlech y por todos los lados se divisan de él muchas mámoas.

 

Ocupa la cima de una loma baja próxima al llano y tiene forma oval, siendo el recinto de 86 por 65 metros en sus dos ejes. Consta de un parapeto de diez metros de alto con su correspondiente foso exterior, de pequeña profundidad, y ofrece la particularidad de que, al revés de los demás de este país, el parapeto muestra una depresión hasta casi el nivel del piso interior en cada uno de sus lados ó extremos del eje más corto, que indudablemente eran las entradas, sin que se vean restos de obra alguna que las sirviesen de defensa.

 

En el extremo Sur del eje mayor tiene, como todos los que he visto, un antecastro en este caso de planta horizontal en forma de media luna, adosada al parapeto, provisto también de su barrera y foso, que se halla algo más alto que el cuerpo principal, llamando muchísimo mi atención que esta especie de reducto no esté dotado de entrada alguna.

 

El parapeto está hecho con tierra, pero ha poco tiempo, al llevarse á cabo unos desmontes en la parte interior del mismo por el lado Norte frente al antecastro, se vió que en su centro, y sirviéndole como de alma, tenía un ancho muro. Reconocido éste por mí, resulta que está construido muy toscamente con pequeñas lajes puestas de plano, sin ninguna clase de mezcla que les dé cohesión;

 

(19)  Según Murguía Galicia, pág. 57 también en el “Castro Valente” existen trozos de muros hechos en igual forma.

 

siendo de cuatro metros de ancho con indicios de correr por todo el interior del parapeto.

 

Dentro del recinto han sido encontradas por los campesinos muchas hachas de piedra pulimentada; y próximas al parapeto aparecieron también, bajo delgada capa de escombros, pequeñas cajas formadas por cuatro lajes colocadas verticalmente en ángulo recto que tapaba una quinta en posición horizontal.

 

El interior de cada uno de estos verdaderos dólmenes en miniatura, bastante bien construídos, contenía una olla de grosero barro llena de cenizas: descubrimiento que considero precioso para la arqueología gallega, y que pienso ampliar este verano haciendo nuevas excavaciones para mejor poder apreciar estos hallazgos que en el mismo castro me han descrito los que los llevaron a cabo.

 

Estas raras urnas cinerarias pertenecen indudablemente al género de los cistes que Mortillet describe en su Préhistorique (pág. 597), pues guardan entre sí absoluta semejanza en la forma, con la única diferencia de que los descubiertos en el Castro de Vila d´os Cotos son más reducidos y no podrían contener el cadáver en cuclillas, como los que cita el sabio francés: encerrando, en su lugar, las veneradas cenizas del aborigen.

 

(20)  Murguía. Galicia, pág. 96 habla de un cisto parecido á éstos que vió en el monte Lousado (cerca de Corcubión); y opina sobre él de la propia manera que yo lo hago respecto á éstos.

 

Y por la abundancia de estos cist-waen, como llaman los ingleses, se vé que formaban un verdadero camposanto, que es como generalmente se encuentran tan interesantes urnas según los que Mortillet cita en Plonarzol, Lozère (Francia) y Vaud (Suiza); sintiendo mucho no conocer la descripción que Mr. Prinsieres hizo de la segunda de estas necrópolis, para ver hasta donde llegaba la identidad de estos descubrimientos; lo cual no me es posible por los escasos medios de que dispongo y carencia de elementos que aquí existe para hacer estudios en este moderno ramo de la ciencia.

 

Tan notable hallazgo arqueológico permite juzgar el carácter sagrado de este castro, ya que el culto de los muertos constituía una verdadera religión, y demuestra que también algunos de estos monumentos se empleaban en Galicia como necrópolis, lo cual no cree el erudito portugués F. Alves Pereira que sucediese en su país, cuando dice que no “sería dentro dos castros que se deporían os restos dos que morríam”.

 

(21)  Asi lo dice en una nota del interesante estudio de investigación que con el título de “Castello de S. Miguel o— Anjo” publicó en O Archeólogo portugués. —Vol. 1º, pág. 161.

 

 

 

Federico G. Maciñeira y Pardo,

 

CRONISTA DE ORTIGUEIRA.

 

CONTINUAR

 

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